miércoles, 30 de septiembre de 2020

Indultos o indultitis

El indulto debería ser para toros excepcionales, porque todo lo que no sea es, es abaratarlo y minar los fundamentos y esencia de la fiesta


 Ya son unos meses de sobrellevar la carga que está suponiendo esta atípica, extraña y nunca deseada temporada taurina. Que son muchos los elementos que la hacen especialmente rara, entre ellos el querer hacer de ella un rosario de triunfos, como si el paseo de un moribundo por la habitación nos hiciera pensar que el paciente se va de jarana en cuanto le traigan ropa de calle. Y esa supuesta buena salud parece que se quiere ver reflejada en el excesivo número de indultos. Que a nada que nos descuidamos, ya está en el tendedero el pañuelo naranja y en el caso en que el usía de turno diga que nanay y ese gesto con la mano de a matar, ya se monta la marimorena. Ya tenemos a los taurinos hablando de robos, de injusticias, de antitaurinos en los palcos, de poca vergüenza, de democracias y del sentir del pueblo, todo a la vez, mientras el ganadero lo mismo anda trepando por las tapias de la plaza para alcanzar el palco, que se pone a vociferar y gesticular allá dónde le pille, como si se le hubiera metido una avispa por el cuello de la camisa.

 Que ahora parece que sin indultos no hay fiesta, se ha convertido el indulto en la cumbre máxima de la fiesta y tomando el rábano por las hojas, resulta que lo convertimos en señal evidente de nuestra humanidad, pues no se mata al toro y se le permite volver al campo con la familia. Pero claro, si somos humanos y buena gente cuándo se indulta, ¿qué somos cuando no? ¿Unos villanos, malotes y desalmados pero que calmamos nuestra mala conciencia devolviendo a un toro a la dehesa? Quizá demasiado simplista, ¿no? Más bien parece que el sentido del indulto, como otros tantos aspectos de la fiesta, se ha desvirtuado y reinterpretado según unos criterios de modernidad que obvian en gran medida los fundamentos sobre los que se construyó el rito. Y si nos entretenemos en mirar y rebuscar opiniones de gentes que no solo viven del toro, sino que además lo crían, puede incluso que se nos abrasen los circuitos y entremos en un profundo coma taurino. Y baste un ejemplo, la opinión de uno de los nuevos gurús de la tauromaquia, don Justo Hernández, propietario del hierro de Garcigrande, se nos despacha con: “Pienso que un toro indultado no tiene por qué valer siempre para padrear”. Fin de la cita. ¿Entonces? ¿No se suponía que la intención era aprovechar un toro excepcional para mejorar la cabaña y no perder su simiente camino del desolladero? Pues según este señor, al que ahora resulta que los de luces quieren aparatar porque no pueden con sus toros, que por otro lado no pasan ni con aprobadillo bajo el primer tercio y que supuestos aficionados exigentes concienzudos y maxiexigentes alaban sin pudor, decide que lo del indulto es el fin y no la consecuencia de todo este tinglado que llamamos “los Toros”. El mismo que aboga por abolir los reglamentos y que afirma que en el caballo no se puede medir la bravura, que igual hasta es verdad, pero lo que está claro es que es el método más próximo para al menos intentar adivinar tal condición de un animal, que tampoco vamos a ponernos absolutos, pero…

 Que igual es que uno no está demasiado familiarizado con este presente que nunca habría imaginado en el pasado, pero así vamos. El indulto se convierte solo en un premio, o supuesto premio, para un ganadero y punto. Que luego ya verá él si manda al indultado al matadero, al taxidermista, a un zoo o a Hollywood para que interprete a Ferdinando en una nueva versión con actores reales. Que parecerá una melonada, pero bueno, si lo pagan bien. Que ya me veo al señor Hernández con su indultado de la mano presentándose en la premier de la película en los cines de la Gran Vía de Madrid. Aunque pensándolo un poquito, tampoco sé de qué me extraño, pues esto no parece más que una consecuencia de lo mucho que llevamos rodado. Si el puro fundamento de la corrida de toros ha pasado de ser la lidia de un toro fiero, agresivo y encastado a ser un acto en el que el objetivo sea que un animal colabore y se entregue para que el de luces obtenga trofeos a troche y moche… Poco más se puede añadir, ¿no? O igual sí. Que algo hermoso, útil y excepcional se convierte en otra cosa, un engendro ausente de sentido y vulgarizado por esa absurda cotidianeidad que no se sostiene.

 Ahora resulta que vamos a tener que ir a los toros a pasarlo en grande, a hacer una gran fiesta, todo júbilo y jolgorio. Que igual alguno se me escandaliza, alguno de esos que dicen que van a los toros a emocionarse, esa cantinela tan repetida una y otra vez, que la han vaciado de contenido, especialmente porque los hechos son los que descubren a los aspirantes a emocionarse. Se emocionan al ver a un señor trapaceando sin freno, da igual de qué manera, a un animalito que va y viene detrás de la zanahoria, para culminar con la locura, con su verdadero porqué de esta fiesta, primero el indultar al toro y después pedir tantas orejas que no habría sonotones en el mundo para cubrirlas. Eso sí, no les pregunten por lidias, por tercios de varas, ni nada de nada que se salga de su corrosivo triunfalismo. Igual hasta se ofenden y te mientan a la madre. Que son así de sinceros los amigos. Y mientras, los demás, los que no entendemos nada de nada de esto, nos debatiremos entre hablar de indultos o indultitos.

 Enlace programa Tendido de Sol del 27 de septiembre de 2020:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-27-septiembre-de-audios-mp3_rf_57101534_1.html

martes, 22 de septiembre de 2020

Y nos llamarán…

 

La suerte suprema, esa que el señor Pinar intenta esquivar, porque un pegapases mo llega más allá de los trapazos 


 
En momentos de ofuscación cualquiera puede decir cualquier cosa, que el calentarse es lo que tiene. Nos acaloramos, nos encendemos y es como si se nos desconectara la boca del corazón por unos instantes. Eso creo que siempre puede tener perdón, si las disculpas son sinceras, si todo es producto de eso, un momento de cables cruzados. Pero hay veces en las que esa conexión se hace más intensa y lo que brota como un volcán en forma de palabras, o palabrería, es lo que de verdad siente la persona, lo que quizá lleve tiempo censurando, porque si se enteran de los sentimientos reales, igual uno empezaría a tener mala fama, muy mala fama.

 Que el bueno de Rubén Pinar, quién heroicamente fue el ejecutor del último indulto a un Victorino, se desbocó en un programa de radio y a todo aquel que no estuviera de acuerdo con tal indulto le regaló un calificativo poco edificante. Porque las madres siempre tienen culpa en lo que hacen los hijos, en si no saludan a las visitas, si meten los dedos en el plato, si hacen ruido al tomar la sopa, si no ceden el paso a las personas mayores, sin no son considerados con los demás, esas cosas que las madres y los padres, por supuesto, deben enseñar a sus crías en la edad temprana. Pero hombre, el que no estén de acuerdo con un indulto. Es responsabilizar en exceso a las madres del mundo. Eso sí, lo que parece que Rubén Pinar no aprendió en su infancia es a no ser desconsiderado con el prójimo, a entender que no todo el mundo coincide con las ideas propias y que estas ideas hay que, si no respetarlas, al menos no despreciarlas. Porque sí que es verdad que hay ideas que no admiten el más mínimo respeto, sobre todo las que se basan en el no respeto e intolerancia hacia el vecino.

 Poco ha tardado en emitir un comunicado el señor Pinar pidiendo disculpas por sus palabras. Disculpas aceptadas, lo que no quiere decir que no tengamos en cuenta sus pensamientos más íntimos, que por otra parte no son de exclusividad suya; es más, aunque lo oculten es una idea muy extendida entre los taurinos, entendiendo como tales los que viven del toro y los palmeros de los que viven del toro, que no para el toro. Que hay qué ver cómo se ponen por no bailarles el agua. Que no es que les lleves la contraria, les basta con que no muestres tu absoluto acuerdo con sus ideas y ocurrencias, para que renieguen de ti y te aparten como si tuvieras la peste o como si fueras portador del COVID 19 y les fueras tosiendo en la chepa sin parar. O conmigo o contra mí, a veces defendiendo intereses ajenos, esperando que el poder le reconozca los méritos y algún día se lo recompensen, pero aparte de no haber tanta recompensa para tanto arrastrado de la vida, bien les vendría saber un poquito de historia y recordar aquello de ”Roma no paga traidores”. Se vacían con el que a la postre es quién les paga y aunque intenten hacer como si no existieran esos que no son de su cuerda, están, son y hasta seguirán siendo los que alimenten este negocio. Eso sí, siempre habrá palmeros, periodistas y hasta directoras de programas, que no solo no se inmuten al escuchar semejante exabrupto, sino que hasta le reirán la gracia al chico. Vaya con los libros de estilo de los medios de comunicación. Parece que se los van pasando hoja a hoja por ese lugar tan…

 Que mal está recordar las madres y ponerlas cómo y dónde nunca debieron estar, pero por si quedara alguna duda de la condición de este caballero, el señor Pinar, por si alguien pudiera pensar que fuera un calentón y nada más, a pesar de que la situación era de lo más amistosa, aún le quedaba una perla. La prueba del nueve que no deja lugar a dudas de lo que lleva dentro y de la idea que tiene del ser humano. Sin venir a cuento suelta que estos señores a los que les mentó la madre, no dudan en ponerse sensiblones cuándo un torero cae en la arena. ¡Vaya! El típico recurso del que piensa que todos los humanos están hechos de su misma pasta. No, hombre, no. Quizá que lo venga a decir un ignorante, alguien que asoma por una plaza de toros de higos a peras, pues no es bonito, pero bueno, no se les tiene en cuenta y punto. Pero un señor que se supone que sabe lo que son los toros, lo que se vive en una plaza, un señor ya con ciertos años de experiencia que vaya y diga esto, pues no da señales de que uno pueda fiarse demasiado de él, porque lo que alimenta en su interior, brillante, lo que se dice brillante, no es. Que luego será el primero que exija respeto cuando un aficionado le afee el no saber qué hacer con un toro, el que aburra al mismo tedio con esas eternas faenas de trapazos, trapazos y más trapazos. Pero claro, si no entiende que el que paga puede opinar de acuerdo a criterios taurinos, si no llega a interpretar el sentimiento de nadie al ver o saber de una cogida mortal, no esperemos que sepa lo que es el toreo. Es mucho pedir y a veces el error no es suyo, sino de los que quizá por un momento le creímos matador de toros, sin enterarnos que simplemente es un vulgar trapacero pegapases que no se viste de torero, más bien se disfraza de ello. Que no es lo mismo investirse de, que disfrazarse de. Y cuándo se crea una tarde cualquiera que está sublime, habrá quién le diga que así no, que eso es una mascarada impropia del toreo y entonces él y sus corifeos se ofuscarán mucho y nos llamarán…

 Enlace programa Tendido de Sol del 20 de septiembre de 2020:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-20-septiembre-2020-audios-mp3_rf_56772846_1.html

martes, 15 de septiembre de 2020

Tauropía, una isla en tierra de nadie



Aislados, esperando que llegue la gloria


Parece evidente y quien no lo vea es que no quiere verlo,  que el mundo está, si no desquiciado, sí descolocado, sin saber para dónde tirar. Y si el mundo está cómo está, qué podemos decir de los toros. Si en el mundo unos tiran para acá y los otros para allá, en los toros unos no saben para dónde tirar y los otros para lo suyo, pero exigiendo, y de qué manera, que tires tú también, que no hay más mundo, más solución que lo suyo. No hay más futuro que el que ellos quieran, aunque la evidencia nos diga que por el camino que ya habían tomado hace tiempo, tal futuro se diluía a muy corto plazo. Eso sí, los que parece que igual no tiran de la cuerda para ellos, quizá con otras maneras, también lo hacen, con esa sutilidad del “haz lo que quieras”, pero nada que pueda contrariarme.

Son malos tiempos para las minorías; de hecho, siempre han sido malos tiempos para estas, pero ahora parece que o blanco o negro, sin admitir el menor guiño a lo que unos consideran blanco o negro. Que en la mayoría de los casos, la ignorancia hace que unos u otros no acaben de saber que hay cosas sin color, si acaso, el color que marquen los sentimientos de cada. Pero puede que en unos y otros impere ese sentido de simplificarlo todo, etiquetar a diestro y siniestro y así poder rechazar de plano cualquier cosa que se nos ponga delante, sin tan siquiera mirar la mercancía, se mira la etiqueta y andando. Que les daría lo mismo que se les ofreciera la octava maravilla del mundo, que ellos la cubren con un velo de prejuicios que solo les permite ver la etiqueta. Como si estuviéramos en las rebajas de enero, se mira la etiqueta, se ve el precio y si es barato, a la bolsa. Que a lo mejor es una chaquetita para un bebé y el comprador mide casi dos metros, pero a euro y medio no se puede rechazar. Y lo mismo en sentido contrario, un magnífico Goya con una escena de su tauromaquia, pero a cien euros. ¡Aaaah! Eso no, se sale de mis parámetros y no lo puedo admitir.

Hay que cumplir lo que dice la mayoría, hay que seguir las normas del grupo, no se puede distorsionar el rebaño y que mientras todos pacen en un lugar, que haya uno que se vaya seis palmos más allá porque la hierba sea más sabrosa. Si se paran a pensar, ¿quién no pertenece a alguna minoría? Basta que a usted le gusten las motos de carreras, ya es algo que no gusta a todo el mundo, o si colecciona sellos, monedadas, abanicos, si escala montañas, si pasea por el monte, si es amante de la música barroca, si le gusta el cine japonés, si… Lo que quieran y hasta me podrán decir que son muchos los que comparten su afición, pero no son mayoría. Es más, el mundo seguiría girando sin esas minorías. O quizá no, bueno, sí, pero seguro que el mundo no sería lo mismo; las mayorías serían más potentes, quizá hasta más sólidamente unidas, pero, ¿sería esto mejor?

Pues ahora pónganse a pensar en el mundo de los toros. ¡Carambaaaa! Aquí no sé si tenemos dos mayorías o una mayoría con poder, una nebulosa de seguidores que siguen los dictados del poder y luego, allí a lo lejos, unos que luchan contra ese poder y al que esta mayoría, incluidos los de la nebulosa, se empeñan en arrinconar. ¡Fuera, quita bicho! Que ya pueden gritar que para dónde corren tan frenéticamente hay un acantilado de miles de metros y desde donde no se ve el fondo, que no se sabe si es acantilado al borde de un mar bravío o son las puertas del Averno. Pero nada, que se callen y no nos perturben nuestra feliz y alegre carrera hacia donde nos marcan los que manejan todo esto, sin caer en la cuenta que estos, como si fueran dibujos animados, al final del trayecto tienen ya preparada una rama de un árbol para agarrarse en el último momento y ver como todos los del rebaño se despeñan, muy felizmente, pero se despeñan. Y luego echarán la culpa a un tercero por no poner ramitas para todos. ¿Cabe mayor descaro?

Y los del rincón, ahí están, en tierra de nadie, pero que al ver como algo que ellos tanto amaban se despeñaba, hasta les darían ganas de dar ese definitivo paso adelante y abrazar el abismo por decisión propia. Quizá para estos habría que imaginar, pensar y crear una isla en el Mediterráneo en la que se criara el toro bravo, fiero y encastado, esperando a un héroe dispuesto a ponerse delante sin ventajas, con verdad, dispuesto a conquistar la gloria, a hacerse rico, ¿por qué no? Y a raptar el sentido de todos los que se reunieran en esa enorme plaza en mitad del mar, en la que nadie te llamara ninguna barbaridad por gustarte los toros, por exigir el toro, por esperar el toreo eterno, sin que cuestionaran ni si tus ideas son de aquí, de allí o más hacia un lado u otro, ni tus opiniones, que nadie te dijera eso tan feo de si tú te has puesto, si no te has puesto, ni tan siquiera eso de tan mal gusto y pocas entendederas de “disfruta lo votado”. Pero igual estamos pidiendo demasiado. Lo mismo tendríamos que empezar a darles vueltas seriamente a lo de imaginar, pensar y crear una isla en el Mediterráneo, quizás Tauropía, una isla en tierra de nadie.

Enlace programa Tendido de Sol del 13 de septiembre de 2020: