lunes, 25 de abril de 2016

Convulsión en “Las Tiesas”

Dicen que los abuelos de Albaserrada están que echan los dientes


Ya les di la exclusiva de que se había indultado un toro en la Plaza de Sevilla. No hace falta que me lo agradezcan, yo soy así de generoso. Seguro que si no es porque yo se lo digo, ni se habrían enterado, ¿verdad que sí? Pero yo siempre estoy ojo avizor. Que no se me escapa una, vamos. Pues ese instinto depredador de la noticia me ha llevado a visitar la casa de Cobradiezmos, aunque no para pasar un rato con él, sino con la familia, con sus padres, que imaginaba que no cabrían en sí de gozo. Los papás de la criatura tuvieron el detalle de recibirme y abrirme su corazón.

Servidor:    Buenas tardes, señores padres de Cobradiezmos. Muchas gracias por recibirme. Imagino que estarán aún disfrutando de la felicidad del indulto    de su hijo, ¿no?

Papá:         ¿Felicidad? Pero, ¿usted sabe lo que se nos ha venido encima a cuenta de la mala cabeza de mi hijo?

Mamá:       Esto no tiene nombre.

Servidor:    Sí, hombre, indulto.

Papá:         Calle, calle, haga el favor. Toda la vida queriendo un futuro para el niño y mire cómo nos paga

Mamá:       Pero, ¿qué hemos hecho mal dios mío? ¡Ayyyy, Jaquetón que estás en las dehesas del cielo!

Servidor:    Pero no les entiendo, no entiendo su queja y su desconsuelo.

Papá:         Pues yo se lo explico. Cuando el niño nació y vimos que era macho, durante el primer año, su madre, mi señora y yo, intentamos inculcarme unos principios como toro de lidia. No podíamos olvidar la casa. El linaje de nuestra familia, los legendarios Albaserradas, rama don Victorino.

Mamá:       Él sí qué sabía de cómo guiarnos a las madres y a los padres para que los hijos salieran unos toros de provecho

Servidor:    Pero si...

Mamá:       Pero nada, el amo se fue haciendo mayor y el hijo lo ha echado todo a perder, y es que, tanta libertad, ¡Libertinaje! diría yo, no podía ser bueno. Se empieza por no exigir en la tienta, por ceder a que valga más lo hecho en la muleta y ya ve usted

Servidor:    Pero, ¿qué me dice?

Papá:         ¿Que qué le digo? Yo no digo na’, yo me tengo que callar, porque si yo hablara...

Mamá:       A ver, habla, habla...

Papá:         Pues que al final todo sale. Porque todo esto viene de la familia de la madre, aquí mi señora, que no son muy de emplearse en el caballo y...

Mamá:       ¡Oooh sí! Hablo el rey del primer tercio, no te jo... Anda que tú sacaste un sobresaliente en tu tienta, que al segundo puyazo ya estabas con la lengua fuera y sin haber romaneado ni una vez

Papá:         Eso fue porque la noche anterior me sentó mal el pienso, que nunca he tolerado yo bien el maíz por las noches, pero en la muleta me salí, que bien que escuché yo al del trapo rojo aquello de mi “toreabilidad”.

Mamá:       Toreabilidad, toreabilidad; ¿y la picabilidad? Si es que en tu familia siempre habéis sido unos blandos.

Papá:         Fue el maíz.

Mamá:       Sí, y que no levantas ni a un potrillo cuando notas el palo en el lomo.

Servidor:    Pero, ¿no se alegran de que les hayan devuelto a su hijo a casa?

Mamá:       Huy sí, encantadita que estoy. Como ya le decíamos, toda la vida queriendo que se asegurara un futuro y ¡zas! Mire el pago que recibimos, que nos lo devuelven de la plaza y encima ahora rodeado de esa reata de lagartas que lo quieren para lo que lo quieren, para sacarle los cuartos y aprovecharse de él.

Papá:         Bueno, tampoco está eso tan mal...

Mamá:       Unas lagartas, pero es que todos los machos sois tontos y no os enteráis de nada. Yo que ya había desmontado la habitación del chico, que le habíamos quitado el comedero y todo y nos iban a traer los muebles para una dehesa comedor saloncito de estar y ¡hala! El niño se nos vuelve a casa para pasarse el día holgazaneando. Que no digo yo que no le quisiera de vuelta, pero al menos que hubiera metido los riñones en dos varas, ya no digo en las tres que le pedimos a todos los machos de la familia, valía con dos, pero no...

Papá:         Pero, ¿usted le vio allí echando la cara arriba? ¡Qué vergüenza! Y escarbando y venga a escarbar. Mira que se lo decía yo desde añojo: ¿quieres dejar de levantar polvo? Pero no, el a escarbar y venga a escarbar y a la hora de la pelea, anda que no se lo pensaba. Luego sí, luego no se cansaba yendo detrás de las otras criaturas, pero lo de escarbar y pensárselo mil veces

Mamá:       Es que él siempre ha sido muy reflexivo, de pensárselo mucho, pero eso es cosa de la familia de mi marido. Su madre ya se lo pensó en la tienta, en la retienta y en la retienta de la retienta, pero luego la muy zalamera no paraba de embestir en la muleta y engolosinaba a los maestros que venían y al hijo del amo, al amo hijo, ¿sabe usted?
Servidor:    Entonces, ¿no están nada contentos por lo que veo?

Papá:         Nada, pero nada, nada. Si hasta nos ha costado una disputa familiar. Mi suegro y mi padre, que no se podían ni ver, al final se han unido en su enfado con el crío. Y es que ellos están chapados a la antigua y no entienden eso de no meter los riñones en el caballo, dicen que eso es lo mínimo que se le puede pedir a un toro de la familia. Vamos, con decirle que no han venido a merendar a nuestros comederos desde que ha vuelto el niño...

Mamá.       Mi suegra y mi madre lo han intentado de todas formas, hasta les quisieron engañar diciéndoles que el amo quería retentarlos y ponerlos de nuevo al caballo, pero que no, ¡nanay! Decían que menuda vergüenza, que ellos no se exponían al resto de la manada para que les dijeran lo que no querían oír y ya ve, no han vuelto por casa. Si yo quiero ver a mi madre o mi suegra, tengo que ir yo a su encina.

Servidor:    Bueno, yo no quería molestarles, ya les dejo con lo suyo y lo siento en el alma, a ver si los que vienen detrás les dan una alegría.

Papá:         ¿Alegría? Esos peor aún, no ve que como han visto la fama que ha cogido el hermano mayor ahora todos quieren aprender solo lo de la muleta y se olvidan del resto de la lidia. Ya no les importa ni el capote, ni la suerte de varas, ni apretar en banderillas. Solo la muleta.

Mamá:       Pero, ¿en qué hemos fallado?


Y así me marché de “Las Tiesas”, pensando en todo lo que me contaron y con la sensación de que había demasiadas cosas que me resultaban demasiado familiares e intentando asimilar esa terrible Convulsión en “Las Tiesas”.


Enlace al programa Tendido de Sol del 25 de abril de 2016:

lunes, 18 de abril de 2016

El trastorno bipolar: tesís, síntesis y... antítesis

Pues esto no se lo vi hacer a Cobradiezmos. 


Lo de ver una corrida por la tele no es lo ideal, vaya por delante, y hasta requiere un cierto aprendizaje y un elevado grado de especialización para poder ver todo lo que ofrece una corrida de toros. Yo conozco a verdaderos maestros en esto de la televidencia, a los que admiro este magisterio, y los envidio de la forma más insana que puedan imaginar, porque servidor se pone a ver los toros por la tele y no se entera de casi nada. ¿Y qué remedio me queda? Pues escuchar atentamente a los señores locutores y comentaristas que me lo cuentan micrófono en mano.

Si ustedes no se han enterado, yo se lo cuento; el otro día indultaron a un toro de Victorino Martín, en la plaza de Sevilla. ¿Cómo se han quedao? Pues ahí les dejo la primicia. Ya ven, uno que tiene sus fuentes. ¡Qué buen toro, cómo tomaba la muleta, que bendición. El paradigma para aprender a diferenciar entre embestir y seguir la zanahoria. Yo no pude ver la corrida entera, cosas de no estar abonado, pero sí he visto la lidia completa, siempre atento al relato de los comentaristas, sin querer perder un detalle. Lo bien que iban explicando todo, lo fácil que seguía la lidia con sus indicaciones y de repente, dónde dije digo, digo Diego, pegaron tal vuelco, que servidor pensó que había perdido el raciocinio, la razón, el discernimiento y la chaveta al completo.

Sale el ejemplar de don Victorino, arrastrando el hocico por el suelo, buscando los engaños y ofreciendo esa condición que mantuvo hasta el final de querer cogerlos y no precisamente para jugar al corre que te pillo. la verdad es que la estampa ya gustó a los señores del micro, pero casi sin pasar de lo de las “hechuras bonitas”, vamos, que no entraba en sus planes sacarle a bailar al de la familia Martín. En el caballo, ese tercio del que nos enseñaron nuestros mayores que era fundamental, el toro empujó solo por un pitón y echando la cara arriba, mientras el pica le hacía la carioca. Vara y media, tardando un mundo en arrancarse a la segunda. En la primera le pusieron de lejos, pero él se acercó. En este caso es lo de menos, la cuestión es ir ampliando distancias en los sucesivos encuentros. Tardo y escarbando mucho, algo que tampoco agradó a los locutores. Y mientras que el entusiasta de la Mancha decía que a él eso no le importaba, al jefe le hacía reflexionar y decir que el tardear era la diferencia entre pensarse en ir o no. se cambió el tercio sin tan siquiera un leve asomo de entusiasmo. ¿Un tercio de varas de ni fu ni fa? Igual es que el toro no mostró la picabilidad que el aficionado desea, vara y media y sin meter los riñones en ningún momento, ni amago de hacerlo. Quizá su picabilidad habría quedado más patente en un tercer encuentro con el del peto. Los ha habido que decían que en esa vara habría declarado sin dudas lo que era, pero...

Y siguió el animalito arrastrando el hocico por la arena, incluso el señor locutor en jefe de la cadena se atrevió a sentenciar que el toro es la madre del cordero y que el toro tiene que estar, que el torero tiene que abrirse a ganaderías y que entonces es cuando llegará el cambio. ¡Uff! Me estoy liando. ¿Lo magnífico que es todo, lo magnífico que es el toro actual y los toreros del momento y claman por el cambio? No lo pillo, que no. Pero sigamos. Estábamos a mitad de la faena de muleta y en esto que se atreven locutor y entusiasta a decir que este Victorino era mejor que el anterior. Igual es que a punto de acabarse su lidia aún no se habían enterado de las condiciones del animal o lo mismo es que este no las había manifestado con rotundidad. Un recuerdito más hacia ese insistente defecto de escarbar y “click” de repente, como si al entusiasta de la Mancha le hubiera dado un aire, se atreve a decir que él echaría el toro a las vacas. No sé si hubo tan siquiera una tanda más, cuando se desató la locura y el señor presidente decreta el indulto. Pero, ¿cayó un meteorito en las inmediaciones de la plaza? Las embestidas, estupendas, desde luego, las convirtieron en angelicales, mientras el escarbar no cesaba, pero claro, lo que antes era un defecto, se vuelve en simple anécdota. ¡Un toro completo! Pero no porque pareciera que lo fuera por si mismo, sino porque estamos en un tiempo de anemia, ¡Caramba! Si resulta que estamos en los años del hambre taurina. Pero a las afirmaciones del señor Molés siempre asomaba el entusiasta con su sabiduría y facilidad de palabra. Que resulta que el toro bravo es el que aguanta treinta embestidas; nada decimos de los dos primeros tercios. Lo bueno es la durabilidad, que no la picabilidad, a ver si nos enteramos de una vez, que esto es lo que tiene esa anemia de que nos habla don Manuel.

Pero ya en medio de la locura y verborrea irrefrenable, va el locutor del callejón, el que ocupa el trono microfónico en ausencia del jefe y hace entrar en escena al señor presidente de la corrida, que según el reportero, es un presidente actual y moderno, partidario de favorecer la tauromaquia. Y, ¿qué es eso de favorecer la tauromaquia? ¿Es que hasta ahora en los palcos se ponía a quién estuviera en contra de esta? ¿Es que el palco tiene que estar ocupado por una persona que esté a favor o en contra de algo? ¿El juez de la corrida debe ser parcial? Anda que no me lo están poniendo difícil para entender todo este guirigay. Y por si faltara algo, el del callejón se descuelga con que el respetable no va a saber reaccionar para pedir los trofeos para el matador, Manuel Escribano, que casualmente también andaba por allí.


Luego uno escucha que esto es bueno para la Fiesta, como si un prescriptor supremo recetara un indulto cada ocho horas o en las comidas, par tomar por vía oral y acompañado de mucho entusiasmo, que eso es saludable para el espíritu... y puede que hasta para las carteras de algunos que, como el presidente, también son actuales y modernos. Las vueltas que damos para ver si alguien más se anima a este embrollo. Yo me quedé francamente preocupado, porque de repente un buen toro, tras casi toda la lidia lo convertimos en merecedor del indulto, cuando antes había provocado entusiasmos más que justitos, porque uno no sufrió esa catarsis súbita del tomatazo y porque tampoco estamos demasiado acostumbrados a pasar del blanco al negro en un click. Ya saben, como si así de repente se nos manifestara lo que manteníamos en secreto con tanto celo, el trastorno bipolar: tesís, síntesis y... antítesis.


Enlace al programa Tendido de Sol del 18 de abril de 2016:

martes, 12 de abril de 2016

De filosofía... barata, animales, animalistas y hombres, con perdón

No me saques de paseo al parque, déjame en la dehesa, déjame vivir cuatro años en libertad y morir sin que me acribillen por la espalda


Admiro a los animalistas, en principio estoy completamente de acuerdo con ellos y abomino del maltrato a los animales, pero es justamente en este punto en el que no solo discrepo de forma radical, sino que me siento ofendido, entre otras muchas cosas, porque me tomen por tonto, se quieran burlar de mi capacidad intelectual y esos permanentes conatos de tomarme el pelo, sin saber realmente cuáles son sus intenciones finales. Por un lado, estos “amantes” de los animales, amantes no sé hasta que punto, no cesan en su desatada actividad de parir melonadas, sin tan siquiera detenerse un segundo en medir las consecuencias de dichas “iniciativas. Y por otro, esa clase política que tiene más miedo de meter la pata y que le exilien a Siberia, perdiendo el curro, que de actuar en favor de la comunidad. Que digo yo, ¿los mandamases de los partidos no podrían pensar en darle los cargos a los listos y no solo a los dóciles? Que no quiero yo dudar de las inteligencias ajenas, ni mucho menos, pues para llegar a ciertos puestos, hay que tener cacumen y lucidez pa’ regalar; otra cosa son las ruedas de molino que tienen que tragarse para no perder el condumio.

Estos señores, perdón, estas señoras y señores, que se preocupan y “preocupon” por la bienestar y “bienestor” de las “animalas” y los “animalos”, ya pueden querer imponer una medida en favor del gamusino manchego, que al final siempre acaban en intentar soltarle un zurriagazo a las corridas de toros y, en consecuencia, al toro de lidia. Si empezamos a contar, es un no parar. A cuatro jubilados vascos se les ocurre peregrinar al Rocío desde Bilbao en un carro tirado por dos mulas, y la que les montan, vamos, que les quieren detener, porque parece ser que las acémilas, animales de tiro, son víctimas de un flagrante caso de maltrato animal; sacar caballos u otros animales en un desfile, del tipo que sea y ¡zasca! maltrato animal; y para rizar el rizo, en La Rioja la montan con una ILP que promueve el que los animales nocturnos tengan zonas oscuras para su refugio, pero claro, ¿iban a quedarse los toros sin su sopapo de turno? Nooo, ni mucho menos. A los señores con estas inclinaciones animalistas se les ha ocurrido que no puedan entrar en las plazas los menores de 18 años. Y dense cuenta que no digo a las corridas de toros o novillos, sino a las plazas, quedando excluidos de poder asistir a las sueltas de vaquillas, a los recortes, a los encierros y si esto progresa, hasta a contemplar un Belén con el buey y la mula.

Son propuestas y más propuestas, pero en la mayoría de los casos, por no decir en todos ellos, me falta saber si han medido las consecuencias de aplicar todas estas melonadas que tan rápido se les ocurren y que tan poco parece que han meditado. Y allá vemos a darles una idea de lo que puede suceder con todos esos animalitos a los que defienden a brazo partido. Si a los señores del Rocío o cualquier otro que tiene animales de tiro para ir a una romería o para adornar y darle vistosidad a un desfile les prohíben este uso, ¿qué creen que harán? ¿Tenerlos en el salón de su casa viendo la tele y compartiendo lecho? No, lo más lógico es que se deshagan de ellos, porque si estos no tienen utilidad, aunque sea lúdica, no tienen razón de ser para sus dueños, que por otra parte se desviven para mantenerlos en perfecto estado de salud, con sus visitas veterinarias, su dieta asegurada, su ejercicio y un lugar en el que poder estar cómodamente. Qué cosas, ¿verdad?

¿Qué creerán que ocurriría si mañana se prohibieran las corridas de toros? ¿Qué pensarán que ocurrirá con ese empeño de apartar los animales de la cotidianeidad de nuestra sociedad? ¿Cuál es la consecuencia de eliminar todo rasgo de lo rural en este mundo urbano y perfectamente controlado en que creen que viven? ¿Acaso creerán que lo más idóneo para el campo es que se urbanice como el parque al que llevan a hacer pipí a sus mascotas? Esos perros que viven entre cuatro paredes, pero a los que se les permite subirse al sofá y dormir en la misma cama que su dueño y que hasta visten bonitos abrigos tejidos con primor; lo mismo los cerdos vietnamitas, que un hurón, que una iguana, que una serpiente, que un chotacabras al que ponen nombre y le piden las cosas por favor. Quizá quieran “ayudar” a los animales, no lo dudo, pero piensen que en ese empeño de convertir todo en mascotable y en que dejen de ser animales domésticos, están muy próximos a mandar todo bicho con cuatro patas, con alas o con escamas al limbo, por no decir al matadero, como sería el caso del toro de lidia.

Todas estas benditas intenciones, ese afán de waltdisneyzar la naturaleza puede llevarse por delante gran parte de los espacios naturales de los que gozamos en la actualidad, entre otros motivos, gracias al toreo y a la caza. Quizá no se han pasado por una dehesa de bravo en su vida; no se lo pierdan, merece la pena el mancharse un poco los zapatos de barro y estar calladito un rato sin vocear, ni subir fotos a instagram, por aquello de no molestar a los animales. Lo mismo se llevan la gran sorpresa de poder contemplar, además del toro en su medio natural, en libertad, otras especies de ganado de carne, rapaces, animales carroñeros, halcones, gavilanes, cigüeñas, verdejos, cerdos ibéricos, que también los hay, liebres, hurones, caballos y hasta el lince ibérico, ese emblema ibérico que tanto nos preocupa a todos, pero que algunos parecen querer conservar a pesar de destruir su casa. No he nombrado a los lindos burritos o mulas, porque ya no se ven tantos, es más, están al borde de extinguirse en nuestra península, simplemente porque ya no tienen ninguna utilidad y los que se conservan, en muchos casos es por romanticismo de los amos, que no suelen buscarles sustitutos y se ayudan para mantenerlos de sacarlos en cabalgatas, desfiles y las celebraciones que aún mantienen ese espíritu rural que dio origen a muchas celebraciones de nuestra tierra. Qué malos son los que tienen un burro y no tienen doscientos por tenerlos. Pero, ¿saben que ocurre? Que todos estos animales no se mantienen del aire y quienes aún los conservan no lo hacen de cualquier manera, les cuidan, les alimentan y se desviven por tenerles como reyes, animales, pero reyes, pero sin confundir a un hijo o a un hermano con un buey o con una mula, ni tan siquiera con un perro, porque tienen muy claras las diferencias de términos y terminología y nadie les tiene que dar lecciones de filosofía... barata, animales, animalistas y hombres, con perdón.


Enlace al programa Tendido de Sol del 11 de abril de 2016:

martes, 5 de abril de 2016

Que parezca un accidente


El remedio se llama volapié y la fórmula, entrar con el corazón


En esto del toro, de siempre ha habido casos en los que en el momento menos oportuno, va y se te tuerce todo, vamos, como en la vida misma. Cómo dice el refrán, hasta el mejor escribano echa un borrón. Eso sí, el escribiente en cuestión, después de tintar aquello de azabache cerrado no coge, se sube en la mesa y se pone a celebrarlo como un loco, dedicando el borrón a la familia, los amigos más allegados, vecinos, paisanos, conocidos y saludados, que a su vez le corresponden haciéndole saludar en medio de la plaza del pueblo, obligándole a abandonar su negociado en loor de multitudes. Quizá lo que pasaría en ese caso es que el emborronador que todo lo ha emborronado correría a buscar polvos secantes, un pañito para limpiar la mesa, miraría con pulcritud si el “accidente” ha llegado a mayores y una vez empleado las primeras medidas de coche, seguro que se apresuraría en repetir lo estropeado y así cuanto antes reparar su honra, su orgullo y sobre todo, el borrón. Y casi pondría la mano en el fuego en que en ese estado de cabreo transitorio, hasta habría rechazado la invitación a un café del compañero de la mesa de al lado, por aquello de calmar los ánimos, e incluso las muestras de apoyo y consuelo que el jefe podría mostrarle. ¡¡¡Un borrón!!! Pero si no es más que un accidente. Y el escribiente respondería que ¡nooooo! Es un borrón.

Pero si el borrón se echa enfundado en un traje de luces en forma de no poder matar un toro, traduzcan todo lo anterior en la desesperación y desasosiego del espada que no ha podido cumplir con el primer mandamiento de un matador que no ha podido honrar la dignidad ni de matador, ni de espada. La respuesta del público, cuando se llega a esos extremos, puede ir desde la gran bronca, hasta la comprensión, entendiendo las circunstancias que se dan en cada caso, pero los pitos nunca dejarán de estar presentes, aunque sea con intensidad variable. Suele coincidir que a más alto rango del matador en cuestión, la bronca se va recrudeciendo a medida en que se suceden los fallos con los aceros.

Y llegamos al punto Morante. Anda que no se han vertido opiniones y opiniones, de todas clases, tipos y maneras. Que no digo yo que haya que crucificar a nadie, quizá simplemente baste con darle la medida que el propio torero demanda con su forma de actuar. Es el sumo pontífice de la torería moderna y algunos hasta se atreven a imponerle el purpurado que correspondería a generaciones pasadas. La sensibilidad portando alamares, extrema a veces, que se ve afectada para desplegar su arte a niveles inauditos. Si se levanta una mota más de polvo, ya no hay caso, el arte se desvanece, lo mismo que si las rayas las pintamos un tono más oscuro del tierra arcilloso de las riberas del Guadacantos. Se desbarata con un decibelio más de lo asumible para una buena salud de las orejas, las de oír, se sobreentiende. El más mínimo desnivel del piso se le hace demasiado cuesta arriba, no admite una palabra más alta que otra por parte de las empresas y si el ganado no encaja en el molde paradigmático que tiene en su cabeza, no duda, él o su representante, en montar la Marimorena, en castigar a los públicos con su ausencia o vaya usted a saber con qué. Eso sí, el arte no tiene miedo.

Que cada uno es cada uno y cada once, un equipo de fútbol, pero entiéndannos señores, llevamos tanto tiempo soportando niñerías, que cuando pasa una cosa de estas, lo que en tiempos era el máximo desdoro para un torero, el que le metieran un toro para adentro o que lo apuntillaran en el ruedo sin que se le permitiera a él ser el que concluyera la faena para la que se había contratado, nos quedemos entre estupefactos e indignados al ver cómo nos quieren comer la cabeza. Si hasta entiendo que al señor Morante se le quedara un toro vivo en la plaza de Sevilla, pero, por favor, no me lo expliquen, ni lo intenten tan siquiera. El hecho en si mismo ya se explica por si solo bastante bien. Luego ya que cada uno juzgue si es para mandarlo a Siberia o si solamente hay que hacerle copiar cien veces: no volveré a menospreciar a la Fiesta, ni a sus aficionados, aunque no me alaben hasta el infinito... y más allá.


Si me cuentan que antes hizo un faenón de esos que entran en el Olimpo del toreo del tirón, igual les tengo que responder con eso tan socorrido de. sí, pero no lo mató. Quedaría feo, ¿no? Que no me vengan con que es que el toro era complicadísimo de los complicadísimos más complicadísimos nacidos de vaca. Lo mismo me sale eso de: ¿no es una máxima figura por encima de  todos los toreros de la historia? Sin entrar en lo complicadísimo que puede ser un Garcigrande. Aunque sí, igual la complicación viene porque no se le pudo ni aplicar una lidia medianamente decorosa, ni picar para ahormar la embestida, ni capotear para enseñarle a embestir, ni tan siquiera muletearle por abajo para arreglar lo que no se pudo en su momento. Pero, si tan complicado era, ¿cómo es que el maestro no se ocupó en prepararle para el momento supremo? ¿Por qué se entretuvo en esa gran faena que demostrado queda no debió incluir demasiado toreo de verdad, y no me refiero a pases y pases de “bella composición? A ver si ahora eso de la estética del toreo moderno se nos viene abajo en el momento en que sale un toro sin los estudios de toreabilidad acabados. Que a cada paso que avanzo, más me embargan las dudas. Que han pasado los días y sigo sin verle sentido a todo esto y solo llego a entender que hay unas ganas colectivas tremendas para conseguir que cuando a Morante de la Puebla le echen un toro al corral tras tres avisos hacer creer que parezca un accidente.


Enlace del programa Tendido de Sol del 4 de abril de 2016: