lunes, 27 de julio de 2009

El indulto como condena

Ya hemos vuelto de vacaciones y después de unos escasos contactos con la actualidad taurina, veo que todo sigue igual o peor. Veo la irrefrenable ascensión de un vulgar Curro Luque, las continuas reivindicaciones en favor de la precipitación de El Fandi, la consideración de maestro que se le concede a El Fundi, que Ponce sigue a lo suyo en ese planeta propio que se podría llamar Poncepturno y que las gentes de por ahí siguen perdiendo la cabeza indultando toros. Y es que se ha traspasado la línea de considerar el indulto como un triunfo del ganadero, para pasar a ser considerado un mérito extra del matador. Y siendo esto una barbaridad, si las cosas se hicieran como se debe, podría hasta tener su mínimo punto de aceptación, aunque no deja de ser discutible. Pero tal y como nuestros jóvenes maestros conciben la lidia, el resultado es un contrasentido. Si el indulto debe ser la consecuencia primero de una presencia del toro, de ajustarse a las características zootécnicas del ejemplar en cuestión, después debe demostrar sus condiciones de toro bravo a lo largo de toda su lidia. Y tal indulto debe cimentarse de una forma definitiva en la suerte de varas. Definitiva, porque si aquí el toro no responde a lo que se espera de un toro bravo, ¿para qué seguir? Si aquí no da el do de pecho, es como si rompiera el jarrón de la abuela y con ello tirara por tierra todos los méritos para llevarle al parque de atracciones.

Pero la tauromaquia actual no sólo no tiene en cuenta este trámite, sino que lo desprecia. ¿Quién no ha oído eso de “es que si lo pican se cae”? Ya se da por supuesto que con que le señalen la primera vara, ya es suficiente. Y nos olvidamos de que hay que picar a los toros y si estos no aguantan el castigo, igual es porque no vale, y si no lo aguantan todos los toros de una ganadería, igual es porque esa ganadería no vale y si son varias las ganaderías que no aguantan el que se pique a sus toros, esas ganaderías tienen un problema, pero si éstas son mayoría, entonces quienes tenemos un problema somos todos los aficionados, en conclusión, la fiesta tiene un problema.

No se puede hacer oídos sordos y concluir en que la suerte de varas se ha convertido en la utopía de cuatro chalados, entre los que me incluyo, en las que torear a caballo, dar los pechos del caballo o parar el toro con la vara, están condenados a la extinción. El indulto, un hecho que debería ser extraordinario y del que todos nos deberíamos felicitar, ha quedado devaluado, se le ha vaciado de su contenido original y ha quedado desvirtuado hasta el punto de que se ha convertido en una condena de la fiesta.

jueves, 9 de julio de 2009

Allá también tienen su fiesta



Muchas veces parece que nos cuesta pensar en los toros como algo propio del otro lado de la Mar Océana y la realidad evidencia no sólo que existe, que tiene su tirón, sino que además tienen sus figuras, figuras que lo mismo lo serían en México, que en Madrid, Sevilla o Calamocha de los Montes.




Pero no me voy a apropiar de los méritos de traer a una figura del toreo de América, aunque si que es verdad que siempre lo he tenido como una laguna que deseaba cubrir; El mérito de dar este paso es de otros, de los estupendos aficionados “de allá” que visitan este blog y que a su vez mantienen vivo el suyo, como “La Aldea del Tauro”, de Xabier González Fisher, muy recomendable por cierto. Y el otro culpable es José Luís Bautista, un aficionado de Linares al que hay que escuchar con mucha atención, y que me mostró su interés por poder ver imágenes de David Silveti, de quien además apostillaba: un gran torero. Y si lo dice José Luís es que es cosa para tener en cuenta. Yo la verdad es que no tenía un recuerdo muy marcado de su actuación en Madrid hace más de veinte años, pero el vídeo me ha permitido refrescarme la memoria y traer a este torero a Toros Grada Seis.

Probablemente estas imágenes no serán las de su mejor tarde, pero si que hay que fijarse en algo que hoy casi ha desaparecido: la naturalidad y la facilidad. Pero cualquier cosa que diga sólo servirá para aburrir y distraer, así que lo mejor es ver a David Silveti en México. A propósito, gracias a los que me han acercado a este TORERO y al resto, hasta pronto, que han llegado las vacaciones y habrá que aprovecharlas.

miércoles, 1 de julio de 2009

Carta a esos antitaurinos que tanto nos ayudan

Queridos antitaurinos, que Dios os guarde por muchos años, porque eso querrá decir que todavía hay corridas de toros. Aunque os parezca mentira, los aficionados de hoy en día os entendemos mejor de lo que nunca hubierais podido imaginar. La fiesta de los toros no está en su mejor momento, para que lo vamos a ocultar, especialmente para los que ansiamos una fiesta llena de verdad y en la que el toro sea el rey. Esto es algo que nunca os paráis a pensar porque siempre creéis que es nuestro enemigo. No, por favor, si así fuera no nos preocuparíamos de su integridad, de su selección, de su poder, e incluso puede que ni tan siquiera hubiera quien lo criara a él y a sus familiares más próximos, sus madres y hermanas que vivirán para que esta fiesta siga adelante, con lo bueno y con lo malo, y a sus padres, que rayarán en su bovina vejez sembrando su semilla de bravura y nobleza. ¡Bravura y nobleza! ¿Quién apreciaría y ensalzaría tales virtudes en su enemigo?

Como ya he dicho, yo personalmente os entiendo muy bien y es más, siempre defenderé vuestro derecho para pedir la abolición, prohibición o lo que creáis más oportuno para acabar con la fiesta de los toros; pero permitidme también a mi defender la fiesta. Hablo de fiesta de los toros porque no sé llamarla de otra manera, aunque también comprendo que vosotros no veréis la fiesta por ningún lado, pero os pido que me consintáis esta licencia personal.

Lo que no sé es si habéis pensado en las consecuencias de una posible desaparición de los toros. La primera y más inmediata sería el sacrificio de todos los ejemplares que en la actualidad pastan por las dehesas. La desaparición sería tan rápida, que si las autoridades o quien sea no están ojo avizor, puede darse el caso de que nos encontremos con la extinción en pocos meses o semanas, de un animal que ha vivido en la península Ibérica desde hace miles de años. Doy por supuesto que los ejemplares de los diferentes encastes probablemente se perderían para siempre. Para que se me entienda, es como si decidimos sacrificar todos los tigres del mundo y nos quedamos con uno sólo, obviando que existe el blanco, el de bengala o cualquier otro. Habrá quien piense que esto no será nunca así, que si desaparece la fiesta de los toros al animal se le deja en el campo y sanseacabó. Pero no, ¿quién los alimentaría? ¿Quién los mantendría en la tranquilidad del campo? ¿Quién pondría sus fincas a disposición de un animal que tarda en crecer y que es de difícil manejo? ¿Quién gastaría tiempo, dinero e ilusión en continuar seleccionando los mejores ejemplares? ¿Y para qué habría que seleccionar nada?

Igual creéis, o igual no, que si hoy se prohíbe la fiesta de los toros todo seguirá igual que está ahora, pero sin celebrarse las corridas en las plazas, sin encierros, sin ferias, pero no, probablemente, el primer cambio, y además muy rápido, sería el del entorno natural, por el desequilibrio tan brusco del ecosistema y porque la mano del hombre sería implacable. ¿Qué no haría la especulación urbanística en hábitats privilegiados? ¿Qué pasaría con las dehesas, con las encinas centenarias y con el resto de animales que conviven con el toro bravo? Quizás nos podemos hacer una idea aproximada si echamos un vistazo a la próxima Italia, dónde no saben lo que es un espacio natural tal y como era hace cien, doscientos o mil años atrás. Puede que después de asfaltar las playas, nos dediquemos a asfaltar el campo, a edificar bonitas urbanizaciones allí dónde pastaba una ganadería de bravo, a levantar espléndidos centros comerciales con nombres tan sonoros como Centro Comercial Victorino Martín, o Centro Comercial Miura, o Centro Comercial Partido de Resina (Antes Pablo Romero). Perdón, no he caído en que los no taurinos no entenderán este intento de gracieta, pero lo que sí entenderán es si os digo que con la desaparición de estas tres ganaderías, porque son el nombre de tres ganaderías, desaparecerían tres tipos de toro completamente distintos entre sí. Bueno, tienen en común que son toros, que tienen cuernos, que tienen cuatro patas y que si ven algo que no les agrada se arrancan con muy mal genio, pero con nobleza. Y esto sí que no se puede olvidar, el toro es un animal que desde el mismo momento en que nace, tiene el instinto de atacar a todo lo que se mueve delante de él. Habrá también quien dice que eso sólo sucede cuando se le lleva a la plaza, es más, eso mismo se lo he oído, a su manera a gente que convive con el toro y que su vida es cuidar de él. Ellos lo que dicen es que en el campo no pasa nada, pero también escuché de boca de mi padre, la persona que yo he conocido que más sabía de esto de los toros, que esos mismos que con esa alegría hablaban de la docilidad de los toros a campo abierto, se han visto en un hospital por haber sido cogidos por ese “dócil y afable” animalito.

Creo que, a pesar de mis esfuerzos, no habré conseguido convencer a ningún antitaurino de las bondades de la fiesta, lo veo lógico, pero si por lo menos os he hecho pensar un momento en la fiesta, pues eso que llevamos ganado. Y no os voy a negar que también hay aspectos negativos y muchos, pero para eso estamos los aficionados, para que esto mejore y conseguir que la fiesta de los toros sea lo que todos queremos, verdad, nobleza, bravura y el toro en toda su integridad.