domingo, 23 de noviembre de 2008

Encastes del toro bravo

Desde hace siglos, quizás milenios, se ha criado el toro bravo en la península ibérica, especialmente en las cuencas de los grandes ríos, Guadalquivir, Tajo, Guadiana, y en Salamanca en los alrededores del Yeltes y el Huebra. En cada zona existía un tipo de ganado que a lo largo de los años, especialmente desde mediados del siglo XIX, han sido sustituidos por un tipo de toro adecuado para su lidia. Esta ha sido la que con su propia evolución ha marcado la selección del toro, sobre todo por su presencia y comportamiento.
Así se ha llegado a un toro más homogéneo, que incluso ha originado la práctica desaparición de algunos encastes o que otros permanezcan en algunas ganaderías, casi de forma testimonial. Lo que me propongo es ir ilustrando poco a poco, y sin ningún afán científico, la apariencia de cada uno de estos encastes y sus posteriores cruces que originaron otros nuevos. Seguramente algún aficionado echará de menos a alguno de ellos, lo cual no es tanto por olvido, como por no poder contar con la documentación necesaria para realizar su correspondiente ilustración.



Casta Navarra

Los ejemplares navarros solían ser pequeños y de capa colorada, rasgos que les diferenciaban del resto de encastes, junto con su comportamiento agresivo, lo que hoy definiríamos como picante.

Fueron especialmente famosos los carriquiri de finales del XIX y principios del XX, pero que no tienen nada que ver con los que se anuncian actualmente con ese mismo nombre. Aquellos eran pequeños, finos, aleonados, con una cabeza pequeña, morro ancho y ojos grandes. A esto hay que añadir unos pitones pequeños y veletos de color acaramelado.

Quizá uno de los principales motivos de su desaparición de las plazas fuera el hecho de que, aunque según los antiguos aficionados eran de una bravura extraordinaria, no ofrecían un comportamiento acorde con el tipo de lidia actual, en la que se requiere una mayor colaboración con el torero. Eran, siempre según antiguos cronistas, un ganado duro, con nervio y movilidad, aunque sin la nobleza que exige la tauromaquia que se ha venido desarrollando desde la primera y segunda década del siglo XX hasta ahora.