domingo, 30 de noviembre de 2014

Seguidores del Atlético de Madrid asesinan a uno del Deportivo de la Coruña



En alguna que otra ocasión he traído a este espacio el fútbol, en momentos de máxima felicidad en los que mi equipo, el Aleti, conquistaba algún título. Y aunque aquí se hable de toros, creo que hay circunstancias que nos deben hacer apartar ciertas cosas y centrarnos en lo importante de verdad. No creo que haya nadie que no esté informado de lo ocurrido a las puertas del estadio del Manzanares, cuando dos bandas de maleantes y delincuentes se han dado cita simple y llanamente, para montar una monumental pelea. Desconozco los motivos, es más, no los quiero saber, porque eso es entrar en el juego de estos clanes mafiosos, si allí pegaron a uno o a veinte, si aquí agredieron a mil, me da igual, no hay nada que justifique estos hechos y no hay ofensa que valga la vida de una persona. Seguro que habrá quién pretenda presentar a la víctima de tal forma que haga pensar que se lo merecía. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo puede alguien merecer que le maten y menos de esta forma, mientras unos y otros se esconden debajo de los colores de un equipo, ¿cómo puede llegar a ser tan absurdo el pensamiento humano?

Ya identificarán a los culpables, serán detenidos y juzgados, nos darán detalles hasta la náusea de cómo se desarrollaron los acontecimientos, pero no olvidemos que ha muerto una persona. Se le apaleó salvajemente y se le tiró al río, como si los asesinos quisieran dar una muestra mayor de su falta de humanidad. Pero lo que a mí me da que pensar es que estas cosas ocurren porque a alguien le interesa. Estaba aún volviendo a casa después del partido, cuando escucho por la radio del coche como el señor Cerezo, presidente del Atlético de Madrid, no ha tardado un segundo en querer escurrir el bulto, que si ha sido a un kilómetro del campo, que si el club no tenía nada que ver y que esto no es fútbol. De acuerdo con lo último, e indignado y avergonzado del resto. ¿Qué más da que sea a uno o mil metros del campo? Si nadie le va a culpar a usted del asesinato don Enrique, ni le van a tocar tan siquiera el bolsillo, estese tranquilo, ni tan siquiera le podrán acusar de falta de amparo, pues los sucesos fueron tres horas antes del partido. Pero yo sí le hago culpable de algo, a usted y a los que trabajan en el club y que desde hace años vienen dando cobertura a esta gentuza, a esos que un día decidieron que se ponían de pie durante los partidos, a esos a los que extraoficialmente se les dieron atribuciones que no tenían, entre ellas las de representar a una afición. Cada quince días los tiene a todos juntitos en el fondo sur, de cuando en cuando le desean que se muera a quien les apetece y a pesar de tanta cámara y tanto control, no pasa nada, son unos “chicos graciosos y simpáticos” que animan al equipo. Se les permite entrar al recinto antes que a nadie para preparar esos tifos tan espectaculares, se les ceden espacios para que los usen como mejor consideren y se les “facilita” acompañar al equipo allá donde este viaje. Eso sí, a un kilómetro o medio kilómetro del campo, ya no son cosa suya.


Solo se molesta si le gritan a usted, si le insultan y si le piden que se vaya, que abandone el Atlético de Madrid. Entonces sí que le pican estos “chavales animosos”. Pues ya lo ve, unas veces le insultan a usted, otras inventan cánticos, otras organizan mosaicos de gran colorido, otras desean la muerte al adversario y otras, como hoy, directamente deciden que son ellos los que deben ejecutar sumariamente a un ser humano. ¿Delito? Ser del equipo contrario y procesar una ideología opuesta a la suya. No valen leyes, ellos deciden ser la ley, la ley del odio y la muerte, la ley de la extrema ignorancia, de la manipulación y del poder oscuro de quienes se esconden debajo de unos colores, igual que lo hacen debajo de esas capuchas que les tapa el rostro, pero no lo que son, unos asesinos. Ya nada se puede hacer, ya no hay solución posible que revierta lo ocurrido este domingo negro, solo buscar a los culpables, juzgarlos y condenarlos, si se demuestra el delito a los acusados. Irán a la cárcel y punto, mientras que la gente del fallecido solo podrá ir a visitarle al cementerio, porque una mañana se le ocurrió ir a un partido de fútbol. Muy a menudo se oye eso de “hasta que un día pase una desgracia” Muy bien, ya pasó. Espero que los que mandan en el Club Atlético de Madrid no profundicen en la vergüenza y el deshonor y que tomen medidas para que esto no vuelva a pasar jamás y también se lo pido a todos los responsables del fútbol, el deporte y la nación. No creo que sea posible retirar al equipo de la competición, pero algo hay que hacer para ayudar a que el mundo sea mejor. Eso sí, no habrá nada que haga olvidar lo hecho por unos salvajes en el nombre del Aleti. ¿Qué no es así? Pues no, pero ellos creen que tenían potestad para hacerlo. Asesinos.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Aficionados de América, no se quejen tanto, ¡hombre!

Nos enviaron a Gaona y les mandamos a...


Señores aficionados de ese gran continente, tengo que reconocer que estoy muy enojado con ustedes, lo siento, pero no puedo por más que demostrarles mi contrariedad y disgusto. Les enviamos con todo el cariño del mundo a nuestras mejores figuras del toreo para que ustedes las disfruten y puedan saborear lo que es el verdadero arte de la tauromaquia y se ponen como se ponen. Estos les limpian los campos de borreguitos mochos y no les parece bien, encima que dejan los toros de verdad para los toreros que se atrevan con ellos y con el añadido de que también les dejan sitio en sus bolsillos para que puedan ganar más dinero. Pero no, ustedes van y se ofuscan. les ponen el toreo moderno a la puerta de casa y lo desprecian.

Uno ve esas fotografías de artistas como Miguel Ángel Perera o el Juli con unos animalillos jibarizados con pitones chiquitos y romos, que hasta echan sangre por la punta. ¿Qué pasa? ¿Ninguno de ustedes se ha cortado un poquito mientras se afeitaba? No se imaginan lo que a uno le duele tener que echarles esta regañina. Y aquí que la idea más común era que ustedes no se enteraban de nada, que se tragaban todas las trampas como lo hacen los públicos de este lado del Atlántico y resulta que se enfadan. Agradezcan a El Fandi el que acabe con esos torillos escuálidos, pues así el señor ganadero ya no tendrá que echarles más de comer.

Seguro que no les parece bien que las plazas de allá, acá para ustedes, pasen a formar parte del gran Tour de los jartistas (Xavier González Fisher dixit), o lo mismo es que están celosos porque estas giras no se anuncian a bombo y platillo en una discoteca de moda. ¡Ah, no! Eso es exclusivo de estas tierras, aquellas para ustedes. Ni tendrán autobuses circulando por sus carreteras. Entiéndanlo, no lo pueden tener todo. Miren si serán ustedes desagradecidos, que no admiten tan siquiera que nuestros toreros les quiten puestos en los carteles a los suyos. Pero señores, si no quieren que esto pase, es muy fácil, pongan toros y verán como salen espantados y dejan hueco para quién se atreva a ponerse delante de un animal de verdad, no de una mascota de jardín.

Ya me he desahogado, ¡ea! perdonen el berrinche que me he pillado, pero entiéndanlo, nos pasamos la vida cuidando a estos fenómenos y cuando les damos salida para que visiten sus países, lo que no nos parece bien es que se nos quejen de esa forma. Lo que no puede ser es que solo se arrastre por el fango el prestigio de las plazas del viejo continente, hay que ser solidario y echar abajo la buena fama de plazas sabias en otro tiempo, como la México o Acho. Que ya es mucho pedir esta igualdad en el trato, pues ya se sabe que la temporada seria es aquí y lo de América son simplemente unas vacaciones muy bien pagadas. Estoy convencido de que a ustedes no les gustaría que les hicieran trabajar en su período de descanso; pues a nuestras figuras tampoco. Aprendan de España y de sus aficionados, el único derecho que se nos concede es el de pagar, que conlleva la obligación de callar. Un silencio que solo puede romperse cuando se abre la boca para alabar la divinidad de los maestros de la Tauromaquia 2.0.


Lo que ocurre es que si me paro a pensar un segundo empiezo a darme cuenta de algunos detalles que no había tenido en cuenta, o sí, pero que no me había detenido a ver las consecuencias de todo esto. Porque claro, imagino que lo de ir a los toros, tanto en su acá, como en nuestro acá (el allá para ambos) conllevará una cierta ilusión por ver salir al toro y admirar como se enfrenta a él esa figura de la que toda la prensa y afición entendida española no puede más que deshacerse en halagos. Y en ese clima de expectación, ver salir a un novillejo moribundo no debe ser muy gratificante. Tampoco creo que les regalen los billetes para ir a la plaza, con lo que hasta puede que se sientan estafados, pues si pensaban ver una corrida de toros y les ponen delante una pantomima, pues... ¡Uff! Y pobres de ustedes como no empiecen a jalear a los actuantes, máximas figuras del escalafón de matadores españoles. Realmente creo que no ha lugar para abroncarles, más bien todo lo contrario. Quizá lo más razonable sería pedirles disculpas y que sepan que no es nuestra intención el fastidiarles. No se si les servirá de algo, pero desde mi acá les hago llegar mis condolencias por tener que soportar en directo la decadencia de este espectáculo, que un día fue grande. Señores “Aficionados de América, quéjense, quéjense, ¡hombre!

lunes, 24 de noviembre de 2014

Torear con el corazón


Si no se cita ya con el corazón, difícil se pone eso de torear con él.

Una de esas machaconas reivindicaciones de las figuras de la Fiesta y de los aspirantes a ello es el insistir que en que esto es un arte, algo que nadie duda, pero haciéndonos la trampa de querer convertir en artista a todo aquel que se viste de luces y que pega cuatro mantazos delante de un animal, unas veces con aspecto de toro y otras, la mayoría, con apariencia de moribundo a compadecer. Ellos, los artistas, y sus fieles se ofuscan, se mesan los cabellos y no entienden que haya quién no solo no se estremezca cuando ponen en práctica todo su repertorio pegapasístico; llegan a un grado de estupor próximo a la pataleta más infantil que podamos imaginar. ¿Cómo es posible? ¿Qué sensibilidad es esa? Algo parecido a lo que me contaban hace años que hacía algún aficionado cuando no tenía más remedio que soportar a ese señor de Córdoba que se disfrazaba de torero para hacer payasadas delante de un perritoro; el señor cogía el periódico cuando iba a aparecer el perritoro y se ponía a leerlo hasta que este era arrastrado por las mulillas, diciendo “ya se acabaron los anuncios”. No hay que ser muy espabilado para imaginar cómo se ponían los fans de aquel fenómeno social, que no taurino.

Para torear con el corazón tiene que haber toro y para torearlo es imprescindible hacerlo con el corazón. El respeto que impone el toro, la fiereza, la casta y la bravura, solo se vencen con el corazón por delante, sin pensar en otra cosa que imponerse a esta fuerza de la naturaleza, a este vendaval que lleva la muerte prendida de los pitones y a la que hay que esquivar con torería y valor, como decía la canción. No es fácil esta forma de torear, perdón, no es fácil torear, pues exige el ofrecerse al toro dándole opción a que te coja, evitándolo dominando las embestidas con el capote o la muleta. Ese es el toreo, ponerse en el sitio en el que el toro pueda coger, pero no permitiendo que te coja. ¿Que cómo se aguanta esa tensión? Muy fácil, toreando con el corazón. ¿Hay otra forma de hacer el toreo? Yo creo que no, lo que no quiere decir que haya quiénes nos quieran engañar y convencer de que hay otras formas de torear.

Los hay que torean con la mano en la cartera, multiplicando los pases por docenas, como si a cada trapazo saltara su taxímetro taurino, acumulando euro a euro un buen montón de perras. Poco importa en estos casos eso de ponerse en el sitio del compromiso, lo que cuenta es la cantidad de pases, aunque rebosen vulgaridad y que las masas se enardezcan ante tal danza macabra. También están los que se suponen que torean con las posaderas, esperando que al final de la tarde alguien las deje descansar sobre los hombros de los estivadores de toreros y les saquen a cuestas, que no a hombros, de la plaza. Luego las estadísticas contabilizarán aquel esperpento como un triunfo. Este modelo va muy ligado al anterior, si acaso en este, además del beneficio económico, habría que añadir la fuerte dosis de vanidad que provoca el salir del coso a borriquito. Seguro que habrá más modalidades de lo que no es torear con el corazón, cada una con las variaciones específicas del torero, la plaza y la afición, pero ya sean dos o dos mil, siempre hay un factor común a toda esta trampa, la ausencia absoluta del toro.  Estas pantomimas solo se pueden representar con animales bobones que vayan y vengan, de esos que llaman bonitos, que más parecen para adornar en el coche junto al muñeco bailongo de Elvis, que para salir a una plaza de toros. Animalillos bondadosos en extremo que espantan la emoción de la Fiesta. Pero ojo, que si uno se distrae en exceso, igual hasta puede coger y todo, porque nadie está libre de sufrir un accidente.


El toro no permite esas cosas, no da margen a los errores, basta cometer un fallo para que te levante los pies del suelo. Nadie quiere ver a un torero ir camino de la enfermería, faltaría más, pero ese peligro es el que hace que los toreros sean unos seres diferentes, unas criaturas que están por encima de los demás, precisamente porque citan a la muerte, la encarrilan, la sortean a cada pase con un leve giro de la muñeca y la dejan dispuesta para el siguiente embroque. Cada vez les aprieta más y más, hasta que no hay otra forma de quitársela de encima que con el remate o el pase de pecho. Y cuando ya ha alcanzado la cima de la gloria, la constatación del dominio del hombre, del arte sobre la fuerza bruta, no queda más que irse detrás de la espada, empujándola con el corazón por el hoyo de las agujas y es que hasta para matar hay que hacerlo con el corazón, el momento supremo de eso que se llama “Torear con el corazón”.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Devolviendo medallas, honores y parabienes

Dedicado a un amigo al que le tendrían que devolver, con intereses, todo lo que pelea por la dignidad de la Fiesta, aguantando estoicamente tanta estupidez que le rodea y de la que siempre se aparta con torería. 


¡Cómo está el mundo! Todo está revuelto, pero muy revuelto, resulta que los próceres de antaño son los rateros de hoy, los que se suponía que nos llevaban por la buena senda de la mano, ahora resulta que con la otra nos estaban afanando la cartera, que los más listos del orbe ahora son los más tontos del universo, pues estaban rodeados de ladrones y ni por asomo se habían enterado de lo que les rondaba. Si hasta el mismo Alí Babá se sonrojó al conocer la condición de sus cuarenta colegas. ¿Será posible? Los cuarenta eran una panda de ladrones. Algo se olió el ingenuo Alí cuando sus compadres volvían a su madriguera cargados de joyas, sedas, tapices y ungüentos de lo más selecto. Pero no acababa de creerse lo que los demás sabían.

Esto no puede quedar así; igual que se hace ahora, retirando honores, condecoraciones y reconocimientos a hampones y manilargos, descuideros, rateros y golfos en general. Así Alí Baba y los Cuarenta ladrones pasaría a ser “Alí Babá, el cándido e ingenuo, y los cuarenta ladrones que se aprovecharon de su buena voluntad”; El Padrino pasará a ser “El Padrino, gran hombre, que vivía engañado y rodeado de criminales. Si hasta en el Tour de Francia anda quitando los títulos a los tramposos. Así pasa que o bien durante unos años no hubo ganadores o que los que así figurarán se enteran de su triunfo en un viaje del Imserso.

¿Imaginan que esto pudiera ocurrir en el mundo del toro? Años después nos enteramos que Joselito el Gallo no mereció triunfo, ni reconocimiento alguno aquella tarde de los toros de Martínez en la plaza de Madrid. Se queda a la altura del betún en comparación con tardes como la de Talavante en Mérida o cualquier otra encerrona magistral de Julián López, Enrique Ponce, Miguel Ángel Perera, el mismísimo Caballero o cualquier fenómeno real y no de aquellos que el paso del tiempo ha idealizado en exceso, sin mesura, ni recato. ¿Belmonte? Otro al que retirar méritos, por demérito. ¿Revolucionario? Ni de broma, simplemente un aprovechado al que engrandecieron sus afines, apoyado por los revisteros y la televisión de la época, en especial el Plus de la época y la Uno. Pero claro, esto tiene un inconveniente, y muy gordo. ¿Qué ocurrirá si esta moda de jarte y “grandiosismo”, paroxismo, “pegapasismo” y excelso vulgarismo se viera desplazada por el gusto por el toro y la verdad en el toreo? Pues que habría que empezar a retirar medallas de las Bellas Artes, empezando por aquella concedida a don Francisco Rivera Ordóñez, alias Fran y posteriormente Paquirri. Habría que dejar en suspenso salidas a cuestas como las de Espartaco en su momento en la plaza de Madrid, las que el generalizado estado de shock provocaron las de Ojeda, Talavante la tarde posterior a su encerrona con Victorinos, El Juli cuando le salió aquel toro que casualmente era de la familia de su novia, la del sorprendido Manzanares cuando le empezaron a dar orejas como el que da octavillas de restaurantes a la salida del metro de Sol. Y tantos otros de menor trascendencia, como Juan Cuéllar, Eugenio de Mora, Serafín, Tejela y tantos otros.


Pero creo que tanto en las medallas a políticos, como en trofeos a toreros, estaríamos cometiendo un gran error, ¿por qué? Muy sencillo, porque esas regalías, aparte de la satisfacción que en su momento provocó en sus destinatarios, es una muestra de lo que sucede gracias a la necedad humana, a esas ganas de estar a favor del poder, ese querer ser más monárquico que el rey, más republicano que Marat, o primero de Bombita y luego del Gallo. Dejemos que la plaza de Madrid se avergüence de contar entre sus triunfadores a señores como El Cordobés, que la sociedad recuerde que se premió a la Pantoja, Granados, Roldán o Mario Conde. Que no se puede estar removiendo la memoria según venga el aire. Dejemos las cosas como están y luego meditemos sobre los hechos, sobre las circunstancias de cada caso y decidamos, o al menos que nos propongamos el no caer de nuevo en los mismos errores. Parabienes o no, Todos tienen su lugar en el recuerdo, algunos incluso en la historia. No sacaremos nada en claro si retiramos orejas a Espartaco u Ojeda, pues las consecuencias de su paso las sufrimos cada tarde de toros. Así que en lugar de andar cambiando y borrando nombres, intentando “rectificar” la historia, reflexionemos y tratemos de no volver a dejarnos deslumbrar por los destellos de oropeles.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Fandiño contra Fandiño


Parece que Fandiño quiere colocarse en todo lo alto de la Fiesta

Ya hemos entrado en el invierno taurino y sin más demora ya se abre la caja de los rumores, de las noticias a medio confirmar y de las ilusiones que desearíamos que se hicieran realidad, por muy descabelladas que pudieran parecer. Ahora díganme dónde metemos la noticia de Ivan Fandiño sobre su encerrona anunciada para Madrid, al comienzo de la temporada, y ante toros de diferentes ganaderías, hierros de esos que revalorizan al que se enfrenta a ellos y que también provocan que todo lo que se haga con toro sea digno de tener en cuenta: Victorino Martín, Adolfo Martín, Pablo Romero (ahora Partido de Resina), Miura, Palha, Cuadri, Escolar, Baltasar Ibán y Cebada Gago. No me negarán que no tiene buena pinta y además nos impulsa a reflexionar sobre los motivos, consecuencias e intenciones del matador.

Fandiño siempre ha sido un torero considerado de valor, que por momentos hasta se le incluía entre los elegidos que quería agarrarse a la verdad del toreo y que no volvía la cara a nada que tuviera cuernos, mientras él tuviera muleta y espada en la mano. Pero la temporada pasada tuvo una sucesión de lunares negros que nos hacían pensar que definitivamente se había sumado a la comodidad que trae la modernidad y los nuevos tiempos del toreo. Hasta parecía darse cuenta él mismo y se esforzaba en querer ocultar lo que parecía más que evidente. Recuerdo ahora aquel día de Madrid en que tras un concierto de suma vulgaridad, no exenta de precauciones, despreció la muleta y se tiro a matar a cuerpo limpio. Pero no aquello fue valorado como el vasco pretendía. Daba la sensación de que tal ejercicio circense estaba “demasiado” estudiado, con movimientos muy bien ensayados para minimizar los riesgos, aparte de la precaución de echar la tela en dirección a la salida del toro. Pero bueno, no es momento ya de volver a aquello. El caso es que estos alardes y otros propios de su repertorio se producían con corridas de las llamadas comerciales, las del medio toro, las de Juan Pedro y derivados, las que eligen con mimo las figuras, esas que hacen que el toreo deje de ser tal y se convierta en una danza burlesca, caricatura de lo que es esto de la tauromaquia. No debió ser un buen año para Iván Fandiño. Si nunca ha sido un torero estilista, si más que poderoso es “aguantador”, si el temple no es algo que esté entre sus condiciones de torero y si la lidia tampoco es uno de sus valores a mostrar; ¿qué quedaba? Pues ese querer y demostrar lo que es la verdad y lo que es enseñarle los dientes al toro; algo casi imposible cuando no hay toro.

Y en estas que no ha acabado el año, sí la temporada y salta la noticia de esta espectacular encerrona. No voy a declararme yo ahora partidario de estos gestos, o gestas, como en seguida se califica esto de los seis toros, pues yo soy más partidario de hacer temporadas serias. Díganme si no estarían como locos si esas nueve ganaderías las matara en corridas de tres espadas en plazas como Madrid, Sevilla, Bilbao, Pamplona y las que surgieran. Y retando públicamente a otros compañeros de los puestos altos del escalafón y a los que gozan de una comodidad extrema por ser considerados figuras, artistas o inventores de los huevos pasados por agua. La cosa se animaría, ¿no? Que no pretendo yo quitarle valor a esto de los seis toros, pero a mi modo de ver, las encerronas deberían ser más un broche, que un trampolín. Y me explico. Si tal y como decía antes, tras una temporada fuerte y compitiendo con todo el mundo, va y se anuncia con seis toros, cuando ya no tiene nada que ganar, pero sí quiere demostrar que es un verdadero matador de toros, entonces es para echarle la capa al suelo y pedir que pase por encima para no manchar las suelas de sus zapatos. Eso sería como si después de hacerse la maratón cuesta arriba, va y esprinta en el último kilómetro, para rebajar su marca. Pero si esto se toma como trampolín, queriendo llegar lo más arriba posible, para después, pasarse el año hacia abajo hasta la zambullida final en octubre, pues, ¿qué quieren que les diga? Pues que no, que así no.


Seis toros de entre nueve ganaderías de compromiso, ¡cuidado! que esto tampoco se puede despreciar gratuitamente, sería una falta de respeto al que quiere ser torero y una injusticia, sea o no oportuno el llevar a cabo tal “gesta”. Ya me gustaría a mí que todos los que vistes medias rosas se plantearan responder de esta forma a las críticas recibidas por el aficionado, queriendo espantar las sombras de duda tomando la vía del toro. Dice mucho del amor propio de Iván Fandiño, como si él no acabara de estar conforme con el Fandiño de 2014 y decidiera competir consigo mismo. La verdad es que esta actitud responde muy bien a la imagen que de él hemos tenido muchos, un torero con muchas limitaciones, pero con un ansia por ser más y más, envidiable. Pero claro, esto me plantea a mí otra duda y grande. Si hay un torero capaz de enfrentarse a si mismo, queriendo demostrar que quiere ser alguien y que no le importa correr estos riesgos, ¿quién es el que le dirige, el que lleva su carrera que no sabe aprovecharlo? Personalmente tengo la sensación de que este pura sangre está en manos de alguien que no sabe ni subirse al caballo. Le revienta cuando no es necesario y cuando tiene que apretar el galope le hace ir al trote y además, pegando un rodeo. Pero esa es otra cuestión, simplemente es la reflexión de alguien que está fuera de todo este embrollo y al que no le toca andar en esas cosas. Lo que sí que me llega a despertar la curiosidad es saber en que quedará esta lucha de Fandiño contra Fandiño.

martes, 11 de noviembre de 2014

Anuncios breves taurinos... o no

El toreo parece cosa de chamarileros, se compran, venden y cambian todo tipo de cacharros


Se convocan 3.000 plazas de abonados de las Ventas, como poco, no se precisa experiencia, suficiente un perfil dicharachero, nada exigente y sumiso con las figuras. Se valorará la capacidad de pasar la bandeja de canapés y la bota de vino, sin desperdiciar el género. Posibilidades de proyección de futuro, según méritos, con ascensos a taurinos o en su defecto a palmeros. Ref. Taurofilfa Tfno. 12345678 maaambo.

Se vende o alquila autobús  con mucho arte, ideal para no tener miedo. Para tours por toda la península. Mínimo consumo, con motor impulsado por auras de jarte y creatividad creativa. Permitido fumar puros en su interior, con máquina de café de cápsulas. Preguntar por Josantoño.

Oportunidad única, local amplio y funcional en Madrid, junto al Barrio de la Concepción, barrio de Ventas, bien comunicado, metro, autobuses, M-30, magníficas vistas a la avenida de los Toreros. Libertad de uso de lunes a sábado, domingos y mes de mayo ocupado por celebrarse allí actividades culturales, artísticas, sublimes, excepcionales, aunque esto es negociable y en caso de necesidad, la que sea, podrían suspenderse in aeternum. Abstenerse aficionados al toro. Contactar con doña Ana o don Ignacio, este en caso de que precisen que el recinto sea cubierto.

Se ofrecen calcetines ejecutivos para enfundar los pitones de los toros en el campo. Oportunidad única en lana, para los fríos del invierno, con originales estampados con motivos taurinos, la suerte del tronco destroncado, la carioca y el marronazo en mitad del lomo y la serie especial de matadores que no matan, los indultadores favoritos de los antitaurinos. Tallas especiales para borreguitos desmochados. Precios especiales de bienvenida para nuevas ganaderías que adoptan las fundas. Contacto: victorinoalfincaiste@yaquedaismenos.jajaja.

¿Quiere usted ser taurino? En Academia Palmas con más Palmas le ofrecemos la posibilidad de sacar el título en menos de una semana. Con nuestro personal docente usted dominará en poco tiempo habilidades como justificar lo injustificable, un perfecto dominio de la jerga que le permita hablar y hablar con terminología taurina, sin decir absolutamente nada; demuestre su perfecta dicción, vocalización y dramatización de un ¡bieeeejjjnnnnn! profundo y sentido o haga que el ¡bien torero bien! parezca espontáneo, sentido y con la emoción suficiente como si estuviera contemplando algo bueno, aunque no lo sea; hable de las castas con desparpajo, como si estuviera en la India; Conozca “las teclas” que hay que tocar para desprestigiar al mismísimo Lagartijo, ensalzando así al fenómeno que usted elija; quítese presiones morales y aprenda a dejarse comprar por una palmada en la chepa. Esto y mucho más en Academia Palmas con más Palmas, para que pueda sacar el pañuelo blanco todas las veces que quiera, sin temor a una molesta dislocación de hombro. Matricúlese ya y así podrá acudir a Olivenza como un verdadero taurino. Con teléfono 24 h. directo con su tutor, por si en la plaza tiene que callar a un torista que no entiende el jarte.

Finca Nuevo Amanecer, ideal para la cría de toros de lidia, encaste bonachón borreguero, rama soy guay y muy en tipo... chiquitín. Con grandes praderas enmoquetadas para que las reses no se lastimen las pezuñas, lagunas de agua mineralizada, ionizada y enriquecida con sales frutas, climatizada y con fácil acceso para los animales sin fuerzas. Finca exenta de rocas y áreas pedregosas, sustituidas por otras de fibra de carbono y guata doméstica, que hasta hace que los animalillos se animen a echar una pachanguita con una de estas piedras. Con bungalows para el ganado, distribuidos por toda la finca, con calefacción y aire acondicionado, almohadones para las pezuñas y un amplia área recreativa con taller de pintura, escultura, escritura creativa, cerámica, encaje de bolillo y punto de cruz, con lo que los toros artistas podrán desarrollar libremente sus iniciativas artísticas. Nuevo Amanecer, ideal para el ocaso.

Se traspasa negocio taurino, dedicado a la organización de espectáculos, no se precisa experiencia, los anteriores empresarios tampoco la tenían, suficiente tener una ambición desmedida por el dinero, pocos escrúpulos, ninguna afición a los toros y un alto grado de sordera o estupidez, para no escuchar a nadie o no hacer caso a las tonterías que digan. Se precisa capacidad de negociación con teles y apoderados de figuras y mano dura con los débiles, además de la cara dura necesaria para no pagar cuando quiera el otro, si no cuando a uno le interese. Se valorarán contactos con políticos corruptos, aunque tal y como están las cosas, puede que no acaben siendo de utilidad. Ref. ANOE¿T?

Se ofrece novillero bien posicionado económicamente para una relación seria. La otra persona solo tendría que aguantar los caprichos y pataletas del maestro, así como las impertinencias del papá, que al fin y al cabo es el que pone la mosca. Se precisará experiencia demostrada en soportar el chaparrón cuando el niño fracase, pues aunque no sea así, la responsabilidad será de la persona seleccionada. Contacto con figuraporqueyolovalgo@papanomeentienden.bieeejn


Y de regalo, la receta del gin tonic para los taurinos, pero ¡ojo! mucho cuidado con las dosis, porque si nos pasamos o nos quedamos cortos, puede que el combinado nos quede demasiado soso e insípido o con tanto picante que resulte extremadamente fuerte hasta para el coleto de un lobo de mar acostumbrado a licores que más parecen tragos de fuego, que sorbitos reconfortantes. Se coge un toro, no pequeñito, porque si no corremos el riesgo de que el resto de sabores le hagan pasar casi desapercibido. Ni muy grande, para que cada trago no de la sensación de llenarse el paladar se sebo y grasa de buey. Un toro con sabor campero, sin demasiada manipulación, ni fundas, ni running taurino, ni jacuzzi, ni nada de esos sabores de nuevo cuño. Cuanto más natural, mejor, así nos aseguramos esa frescura de las dehesas que dejarán un regusto prolongado en la memoria. Se le acompaña con unas gotitas de trapío, a discreción y según el gusto de las plazas. Si es para Madrid, cuanto mayor sea la seriedad, mucho mejor. Pero no equivocar con la grasa que dé peso, ni con las astas desmesuradas que evoquen los aromas cérvidos. Unas gotitas de casta, no menos de cinco, pues si la rebajamos no dará gusto y además luego no se podrá añadir, pues se agua en seguida, es quizá el ingrediente más delicado de la mezcla. Dos o tres cucharadas de bravura, una rasa de nobleza, no más, se mezcla suavemente, se deja reposar cuatro años y queda listo para servir. Y el que tenga lo que hay que tener, que lo tome, siempre elegantemente vestido de torero y con la delicadeza y torería que un cóctel como este requiere. Buen provecho.

domingo, 9 de noviembre de 2014

¡Aaaaah! No e...t

Si el toro romanea, la balance de la Fiesta se equilibra


Sí es, no es, lo que está claro es que los señores empresarios que se dedican a publicar manifiestos no son los que pueden sacar adelante la Fiesta de los Toros; no puede ser que una parte importante de los que han hundido todo esto, responsables, pero no los únicos, que sean a la vez los salvadores y los regeneradores. Pero a pesar de todo, ahí siguen, no se resignan a no llevarse un duro que ande vagando por el mundo. Lo quieren todo, quieren exprimir a la vaca hasta que esta ya no dé ni una gota. Solo se han ocupado de estrujar las ubres de este espectáculo, sin tan siquiera llegar a pensar en darle hierba y pienso a la nodriza de la que han mamado durante tanto tiempo.

Ya digo que no son los únicos responsables, miremos también a toreros, ganaduros, taurinos, prensa y demás criaturas parásitas que se han aprovechado de esto, pero tampoco son las únicas víctimas. Me sorprende que pongan la fecha del comienzo del fin hace cinco años, que es más o menos cuando el número de abonos empieza a decrecer, una cuesta abajo que continúa en el momento presente y que de momento no parece que vaya a alcanzar el llano y mucho menos el repunte. Pero ahora empiezan a dar importancia a lo que en su momento menospreciaron. Habrá quien me acuse de ombliguista y de pensar que solo existe la plaza de Madrid, es posible, pero si atamos cabos, resulta que el triunvirato que desgobierna las Ventas puede que sea el que mayor poder ostente en el toro y precisamente de boca del señor Choperita padre, es de quien más veces se ha oído eso de que a esto le quedan dos días. ¡Caramba! Lo negro que lo ve, pero él sigue que sigue queriendo arramplar con el último céntimo que quede en el toro.

Hablan, creo recordar, de imaginación o medidas imaginativas, ellos que a lo más que han llegado es a darle al botón de la fotocopiadora año tras año a la hora de ensamblar los carteles de San Isidro. Que la creatividad no les llega para más que para andar montando tascuzos en las inmediaciones de la plaza, hasta llegar a ese... ese engendro al que se puede acudir después de la corrida a tomar una copa entre luces de guateque de quinceañeros horteras y música estridente, consiguiendo hacer creer que la plaza se convierte por unas horas en una barra americana. Y como el summum del ingenio, antes de la corrida hacen que la banda de música se pasee por las galerías del tendido alto interpretando alegres pasodobles, atronando los oídos del personal; será para que la afición no puede comentar el muladar en que han convertido la primera plaza del mundo, pero tranquilos, que después del festejo también se pueden intercambiar opiniones. Sin olvidar los ciclos, ¡benditos ciclos! Que si de novilleros, que es una magnífica forma de abaratar costes; con lo de los encastes minoritarios, que callan la boca a los que supuestamente son más protestones, pero que no deja de ser un engaño más al aficionado. Aquí se agotan las ideas de estos señores, estos que ven como se les hunde el negocio y no saben cómo reaccionar. ¿Y cuándo se quejan? Cuando les tirita el bolsillo.

Unos señores empresarios que se echan a temblar cuando las figuras amenazan o deciden que no van a una feria. Se rilan por las calicatras, eso de tener que pensar en hacer carteles y combinar toros y toreros no habituales les hace sentir el fuego del averno. “¿Qué hacemos? Que como las cosas sigan así, igual tenemos que trabajar un ratito”. Además, si a esto unimos el que un supuesto don nadie se ponga en su sitio y le dé por torear de verdad, lo mismo hasta se pone a pedir lo que le corresponde y los señores aficionados se ponen a exigir que se le contrate. Que lo mismo, hasta el aficionado empieza a entusiasmarse, empieza a acudir de nuevo a la plaza y se jod... se chafó lo del hundimiento. A ver si por una tontería renace esto del toreo y se nos van al garete los planes de convertir las Ventas en una macrodiscoteca o sala de conciertos, salón de baile, teatro monumental, un cabaret a lo bestia, un pabellón deportivo o un gran tascuzo en el que corra la cerveza como el Nilo en época de crecidas.


¿No será que nos están preparando el cuerpo para echar el cierre? Que nos apañan con una feria en la que tengan casi todo vendido, lo cual ya no es tan probable, nos mangan la temporada, que es algo que persiguen desde hace mucho tiempo y visto lo catastrófico del momento, hasta esperan que les dediquemos una ovación cerrada el último día de la última temporada. Eso sí, luego podremos culpar con toda tranquilidad a los antitaurinos que son unos demonios, a los políticos que son unos golfos, a los aficionados que se hartaron de pagar y se fueron y al suegro del Marqués de Bradomín, pero los culpables los tendremos en nuestra casa, llámense Anoet, Asiet, Unión de taurinos venidos a menos o como cada uno quiera. Son estos que tanto se ofuscan con las protestas, que nos llaman maleducados, irrespetuosos y lo que surja, que nos hacen peinetas, nos ofrecen bajar al ruedo y puede que hasta nos clavarían en un tablón como mariposas disecadas, lo que sea, no vaya a ser que les descubramos la trampa y que se corra la voz entre aficionados, taurinos de merienda, público en general, niños, niñas y militares sin graduación. Entonces lo iban a tener más difícil. Igual en ese momento tendrían que cumplir con el destino que tienen marcado desde hace tiempo y que se niegan a cumplir, que no es otro que el que se marchen, que se vayan, que tengan al menos un mínimo gesto de honestidad con la Fiesta y que se vayan de una vez. Igual entonces se podría plantear si es posible que los toros renazcan o si pasarán a ser solamente el más bello recuerdo que seguiría viviendo en nuestro corazón. ANOET, ¡Váyanse ya!

jueves, 6 de noviembre de 2014

Victorino pone la guinda

Que feo resulta un toro con unos calcetines en los pitones


Pocas ganaderías habrá que hayan tenido tanta fama, tanta aceptación por el público y el aficionado, que haya conseguido tantos éxitos, que haya tenido a Madrid a sus pies y que haya vivido durante tanto tiempo de estos laureles conseguidos en otro tiempo. Aquella ganadería de Escudero Calvo que hace décadas compró Victorino Martín Andrés y que saltó a la fama de la mano de Andrés Vázquez, también hace años que tiró por un camino diferente al que “El Paleto” tomó en un principio. El toro encastado, peligroso, complicado, que lo mismo salía una alimaña, que un bravo que se comía la muleta y hacía surcos en la arena de arrastrar el hocico, pero que nada tiene que ver con el animal en el que la docilidad se repite con demasiada frecuencia, con tan poquita casta que más parecen borreguitos de Domecq, que bisnietos de los fieros Albaserrada y nietos de aquellos que salieron el día de la Corrida del Siglo. Pero la guinda a tan decidida “evolución” es el que los de Victorino lucen unas infames e insultantes fundas. Ya había oído algo, pero al leerlo en “Toro, Torero y Afición” la sensación ha sido la de la pareja engañada que se encuentra al otro con otro u otra eligiendo menú para el banquete de bodas. Ahí se esfuman todas las esperanzas que al cornado podían quedarle.

La de Victorino era más que una simple corrida de toros; en Madrid cerraba la feria con broche de oro, esa tarde no había dudas, se sabía a ciencia cierta que el toro saldría por la puerta de chiqueros. De la misma forma que los actuantes, por el mero hecho de juntar sus nombres con el de don Victorino en un mismo cartel, ya merecían el respeto y admiración de los aficionados. El ya nombrado Andrés Vázquez, El Viti, el más reciente Ruiz Miguel o Esplá, las encerronas del Capea y Roberto Domínguez. El que se atrevía con ellos adquiría el rango de héroe y su arrojo se podía calificar de gesta, pero de verdad, no de las de nuevo cuño. Claro que se valoraba el meterse con los mozos de Galapagar, pero además de matarlos, había que estar hecho un tío con ellos. Los Albaserrada eran otra cosa, eran para toreros y ahora son para casi todo el mundo. Desde luego que hay excepciones, en su momento la del Cid, cuando embarcaba y dominaba las embestidas de estos toros, o las de Diego Urdiales en Bilbao o Madrid. Pero ya digo, esto son excepciones.

Lo de las fundas habrá quien no le dé demasiada importancia, es posible que no la tenga, que hasta puede que estemos sacando las cosas de quicio, pero lo que nadie puede negar es que es todo un síntoma que Victorino Martín enfunde a sus toros. No tengo ni idea si esto es algo que afecte a Victorino hijo en exclusiva, que lo haya admitido su padre o que lo haya decidido el Sumsum Corda, la cuestión es que un hierro único se pasa a la otra orilla y se afana en convertirse en uno más, en una ganadería que maten las figuritas, en un toro de vaivén y del que se diga que fulanito o menganito le ha indultado un animal. Eso sí, ahora resulta que los de Victorino, como otras tantas ganaderías, son los grises, ya ni negros parecen quedarle, algo parecido a lo de Prieto de la Cal, que le salen jaboneros hasta los jilgueros. ¿Adónde vamos?


Uno hasta echa de menos aquellas excusas que se inventaba Victorino padre para justificar una mala camada, como aquel año que debió encontrarse con un puñado de jatos que había que hacer pasar por toros y se nos descolgó con que el toro tenía que ser más chiquito, que el pequeñín era mejor que el que había echado hasta entonces. Como se puso el señor, hablaba de mamuts, mastodontes, búfalos, moles que era imposible que embistieran. Y allí hizo su debut como criador de sardinas. Lo malo es que esta idea caló rápido, primero por parte de los taurinos y adheridos y luego ya por todo el mundo. Ya se sabe, cualquier toro con tamaño está sacado de tipo y las ratillas para decorar son los bonitos y bien hechos. Pero lo que chocaba es que el de Galapagar se apuntara a esta corriente de repente y tan en serio se lo tomó que ahora no es extraño ver como las figuras matan sus jatos escurridos, marcando costillas, sin culo y con pitones destartalados, desparramados y ya enfundados. Que seguirán los más afines enseñando fotos de sus animalejos y diciendo eso de “menudo pavo” y que cuando salga al ruedo esperarán que se ponga a cacarear, porque ya dan muy poquito miedo, ya no imponen aquel respeto y aunque la gente los ovacione de salida, no es tanto por la presencia del presente, sino por el recuerdo de los ausentes. Pero no desesperemos, seguro que pronto aparecerá Victorino Martín, seguramente el hijo, y nos dará una completa exhaustiva explicación de lo bueno que es poner fundas a los toros de lidia. Por favor, cuando llegue el momento, avisen, pues llevo años esperando que alguien me dé tan solo un razonamiento válido que justifique esta operación de cara a la lidia y al correcto transcurso de ella. Y que no se me desvíen por la parte económica y lo que cuesta un toro, que esa ya me la sé y no solo no convence, sino que te pone de un mal café impresionante, pues al final acabas volviendo a caer en la cuenta de que lo único importante es el negocio. Eso sí, les propongo un juego, si tienen ocasión, no pierdan la oportunidad de escuchar los razonamientos que estos señores son capaces de esgrimir en favor de las fundas. No darán crédito, seguro y si después se paran a pensar dos segundos, puede que lleguen a la conclusión de no entender cómo hemos podido llegar hasta aquí sin estas ocurrencias. Prueben, prueben.

domingo, 2 de noviembre de 2014

José María Manzanares como referente del toreo

Dos matadores de toros que se han ido para torear en el ruedo de los cielos.


De nuevo la muerte ha vuelto a sorprender y como si quisiera demostrar su arrogancia, su poder y hacernos sentir que no somos nada, elige caprichosamente a sus víctimas sin tan siquiera tener la delicadeza de avisar, aunque esto tampoco sería consuelo para nadie; siempre llega en mal momento e inexorablemente recluta otro espíritu para la otra vida. de repente decidió que los marcados serían José María Manzanares y El Hencho, uno de Alicante, rebosante de fama, y el otro cordobés, un torero de esos que aparecían en los veranos venteños, cuando con los calores de julio y agosto salía el toro que ponía a prueba el ánimo de toreros y aficionados. Eran los tiempos en los que la canícula sacaba a flote la honestidad, la honradez y el querer ser de los que se vestían de luces, toreros entre los que figuraba El Hencho, por supuesto.

Pero ya se sabe cómo se mueven las cosas en este mundo y más en el de los toros y quién se ha llevado todos los comentarios y publicaciones ha sido Manzanares, un torero que transitó a lo largo de su carrera con rumbo poco predecible. Figura indiscutible, maestro de toreros, aclamado en muchas plazas, como la de Sevilla, considerado un modelo estético, pero que en otras, como la de Madrid, pasó más de diez años, creo que fueron trece, sin tan siquiera dar una vuelta al ruedo. Se decía que le tenían manía; bueno, hay opiniones para todo, de la misma forma que rompió la racha con un triunfo más que discutible. No es momento para juzgar a un ser que se acaba de marchar o al menos no creo que haya que recrearse en ciertas circunstancias que ya no aportan nada.

Personalmente tengo la sensación de que pudo haber sido mucho más de lo que fue y haberse convertido en una figura rotunda y sin fisuras, pues tal era lo que apuntaba en sus comienzos de novillero cuando asombraba con su toreo allá dónde actuaba; pero después decidió encaminarse por una senda quizá más rentable y efectista que lo que supone el camino de la verdad y aunque se apartara del aficionado, la verdad es que caló hondo en el público y entre los taurinos. Se convirtió en referente indiscutible de toreros que hoy manejan la fiesta y que vieron en él el espejo en que mirarse, dentro y fuera del ruedo, Ponce, Perera, El Juli, y, por supuesto, su hijo, aparte de muchos más. Toreros y aficionados que se aplicaban al pie de la letra sus conceptos taurinos que aparecen muy bien expuestos en un vídeo en el que más parecía justificar sus formas ante los críticos, que desgranar sus fundamentos. Ya sería porque no fue un exquisito del capote o porque no figurara este entre sus preferencias, basó su tauromaquia en el último tercio y siempre en la forma de dar pases, con poca atención a la lidia de toros de todo tipo. Y siempre con esa estética propia y esa personalidad de la que carecen en este momento la inmensa  mayoría de los que se visten de luces. Un toreo que parecía por momentos más crispado que natural. Choca ver esa mano izquierda con extrema tensión, en contraposición a otros matadores en que esta asoma relajada y entregada al toreo.

Dejemos de lado las disputas y oscuros sucesos que le enredaron con las voces discrepantes, porque, ¿hay alguien perfecto? Por supuesto que no. De la misma forma que los hay que pretenden ser aficionados a los toros y que no le consideran entre sus preferidos, lo que no quiere decir que no se le respetara, como a todos los que portan añadido, pero sin esa admiración que se le profesa a los que una tarde nos arrebataron el alma con verónicas y naturales. Quizá fuese a partir de aquella faena de dos orejas a un toro castaño de Manolo González, a finales de los 70, cuando una mirada privilegiada me mostró la diferencia entre dar pases y el toreo verdadero, el mismo que me enseñó el respeto debido a todos los toreros, pues se ponen delante del toro y eso es mucho, lo que no está reñido con que se puedan tener preferencias y gustos por un tipo de toreros esos que te levantan del asiento, o incluso por un tipo de toro, ese que hace que se admire profundamente al hombre que puede con él y además hace arte, arte de verdad. Este señor que me metió muy dentro que fuera de la plaza los toreos ya no están sometidos al juicio del aficionado y que hay que valorarlos como personas que son y que ya sean de tu agrado o no, cuando se van  siempre dejan un hueco y una pena imposible de cubrir. Por eso solo puedo decir que siento la muerte de José María Manzanares y El Hencho y que desde esta grada solo puedo acompañar en el sentimiento a esos familiares que nunca podrán olvidar a los que se les fueron para siempre.


José María Manzanares, El Hencho, Descansen en Paz.