miércoles, 27 de diciembre de 2023

Cuento de Navidad… o de cuándo sea

El toreo soñado entre las nubes del cielo


Al final llegó ante una puerta mucho más modesta de lo que esperaba. Suponía grandeza, boato, mármoles y remates de oro, pero lo que se encontró fue una puerta de madera, bien cuidada, se la veía robusta, pero sin excesos. La flanqueaban dos jóvenes, ni altos, ni bajos, ni guapos, ni feos, ni rubios, ni con rizos rodeando un rostro amable y que desprendían mucha serenidad. Uno de ellos le recibió ya a lo lejos, invitándole a acercarse. Le preguntó su nombre, solo para llamarle por este, y le indicó que pasara a una casita que parecía de los jardineros. Allí un hombre mayor, con barba rala, vestido que una especie de túnica y llamaba la atención un llavero repleto y muy variado.

-          Buenas tardes, bienvenido.

-          Buenas tardes, gracias, no sé si es aquí dónde…

-          Aquí es, efectivamente. Has llegado al lugar indicado, este era tu destino desde hace mucho tiempo. Creo que tienes sitio reservado desde hace… Déjame ver… Bueno, eso da igual, has llegado dónde debías y te estábamos esperando.

-          Lo siento, si llego a saber, igual he tardado mucho.

-          No, por favor, has tardado lo que tenías que tardar. Aquí no hay prisa para nada y si tardas, mejor, nos alegramos de ello, porque eso quiere decir que antes tenías cosas que hacer. ¿Crees que has dejado todo rematado antes de venir?

-          Bueno, más o menos, siempre quedan cositas.

-          Desde luego. Descríbeme lo que hacías antes.

-          ¿Describirlo? Si quiere…

-          No, no me digas lo que eras, solo descríbelo. Es un juego que tenemos aquí.

-          Pues yo me vestía con ropas muy vistosas, coloridas, era como un ropaje de oficiante.

-          ¿religioso?

-          No, no, aunque sí que tenía que seguir un ritual.

-          ¡Ah! Vale, sigue, sigue.

-          Y entonces cogía unas telas y las movía delante de un animal, un animal muy fiero al que tenía que conducir por dónde pasar.

-          ¡Ay! Me gusta. Me suena mucho. Sigue, sigue.

-          Y si ese día estaba acertado y tenía fortuna, miles de voces se entusiasmaban hasta casi llegar a la locura.

-          ¿Y al acabar todo el mundo salía replicando lo que te habían visto hacer?

-          Sí, aunque eso no era siempre.

-          ¿Y el animal?

-          Pues si hay un paraíso para ellos, tendría que estar lleno de animales sensacionales que se ganaron la gloria eterna.

-          Bueno, no debería decirlo, porque esto solo era para las almas de la buena gente, pero… Otros que llegaron antes que tú y nos contaban y contaban, nos hicieron ver la necesidad de hacer un apartado para estos seres fabulosos. Pero, ¿crees que podrías hacer aquí lo que hacías allá? – La pregunta la acompañó con posturas flamencas, simulando algo que desde luego ya conocía desde hace tiempo.

-          ¡Hombre! Desde luego.

Y allí en el cielo, las almas de aficionados corrieron al conocer la noticia de que allí mismo iban a poder emocionarse con el misterio, la magia y el milagro del toreo. Los toros ya asomaban por entre las nubes guiados por vaqueros celestiales, adornados por alas relucientes, tanto o más que las de sus cabalgaduras. El arcángel Uriel ofreció su espada de fuego al oficiante de esa tarde, pero este prefería la suya que tantos triunfos le hizo cobrar. Sonaron las trompetas y la sinfonía de verónicas, medias, revoleras derechazos, trincherazos y naturales mecidos por el temple, dibujando círculos alrededor del sentimiento del toreo. Las voces se convirtieron en clamor, el clamor en algarabía y todos participaron de la locura que con unas telas y ante un toro, provocó aquel que lucía un mechón blanco, como si fuera la señal de estar tocado por la divinidad. Quizá alguien vea esto como un cuento de Navidad… o de cuando sea.

 

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lunes, 18 de diciembre de 2023

Un año más con la familia

Los mejores deseos para todos. Muy felices fiestas.


En estas fechas todos, o casi todos, tendemos a acercarnos, a apretarnos en abrazos muy fuertes con los nuestros, con amigos, parientes, con los que compartimos tantas cosas, con los que queremos y nos quieren, en definitiva, con la familia. Y familia somos todos los que queremos vivir esto de los Toros, aunque como en todo, hay familiares más allegados y otros que casi ni salen en el árbol taurológico como primos muy, muy lejanos. Ahí se desenvuelven los amantes del término tauromaquia. Pero aún dentro de estos nos encontramos a otros que sí, que son del mismo pueblo que nosotros, que según dicen fueron primos lejanos de… ya ni se llega a alcanzar de quiénes fueron primos, que son la parte de la familia que adora la modernidad, el toro colaborador, del que unos abominan de su bobonería; que empiezan a considerar y hasta pensarse como algo aceptable eso de que no salga el caballo de picar, que videntemente no se pique y hasta llegar, esto ya los primos que ni tan siquiera son del mismo pueblo, a ver con buenos ojos las corridas incruentas. Estos son los que quieren que haya un lugar al que ir por ir para merendar, darle al alcoholazo y juntarse con los amigotes de la peña, club o asociación, que tampoco dudan en arrimarse al enemigo que nos desea que desaparezcamos por siempre jamás. Ya saben, en todas las familias tiene que haber de todo y en esta de los Toros, pues no iba a ser menos.

Pero ya digo, en estas fechas hay que apretujarse mucho dando abrazos. Que nos mirarán una parte de la familia a algunos y pensarán eso de “ya están aquí estos amargaos”. Aunque no se crean, que de esta parte también se dirá eso de “¡vaya, los que faltaban!” Que esto es como los cuñados, que no aguantamos al ajen o ajena, pero claro, el cuñadismo es recíproco. Y la cosa no es que uno sea anti y el otro aficionado a los Toros, que eso sería muy fácil, uno te llama salvaje, tú ignorante y que esperas que no toque el cordero o le deseas que le aproveche el asado de hierbas con forma de lechón y pobre como simplemente amague con mirar al que corrió por esos campos de Castilla o de dónde sea que se críen lechones ¡Esaaa manooo! Pero miren, hay que ser bueno y generoso y más en estas fechas, así que si alguien decide reconvertirse y hacerse lechonicida, pues bienvenido sea. Como si de repente el cuñado o cuñada deciden abandonar copita va, copita viene la fe pegapasista, el dogma del torillo bobón y colaborador, la secta de los incruentos y de los amantes del jarte. Qué habría más bonico que llegado el año nuevo, que pasados Reyes se echara a las calles y ocupara los tendidos de esas plazas del mundo una legión de amantes de la casta, el poder, el mando y la fiereza, encarnados en toros y toreros de esos que te hacen enmudecer, que de emociones de abuelas ya está uno harto, en los Toros, se entiende, que en lo otro es muy recomendable. Y mientras esperamos que suceda lo que seguro que no va a suceder, les hago llegar mis mejores deseos, que los Papa Noel den naturales por las esquinas y los rematen con el forzado de pecho, que los Magos veroniqueen con garbo y galanura, que Baltasar pique en todo lo alto, que Gaspar se asome al balcón para dejar los palos en el hoyo de las agujas y que Melchor culmine de un soberbio estoconazo al volapié, al encuentro o recibiendo, como los grandes, al tiempo que les deseo unas muy felices fiestas, un muy feliz Año Nuevo y muchas cosas buenas que les traigan los Reyes, los de Oriente, si por un momento se ponen a lo suyo y deciden dejar de sentirse Pepe Luis, Joselito o el mismísimo Belmonte; aunque por aquello del paisanaje, yo me quedaría con Vicente Pastor y con el más puro acento de Embajadores les diría que muchas FELICIDADES Y A GOZAR, un año más con la familia.

 

 

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domingo, 10 de diciembre de 2023

Cariño, estas Navidades, ni langostinos, ni lambrusco

Pues al final va a ser verdad que los toros se ponen por las nubes o que para pagar un abono íbamos a tener que ponernos a mirar a la Luna.


Te pasas todo el año esperando estas fechas tan entrañables, tan familiares, tan navideñas, fechas de reencuentros de buen rollo y de tirar la casa por la ventana, todo sea dicho. Pero, ¡qué caray! Son una vez al año y si uno no puede darse un capricho, ¡qué vida es esta! Pues este año las Navidades van a ser muy distintas. Ya tenía apalabrados los langostinos con Justo, el de la pescadería, nada menos que dos cajas dos. Y al del súper ya le había encargado que me guardara una botella de lambrusco, del mismo del año pasado, que si para ello tenía que comprar dos cajas de cereales para que me entrara en la oferta, pues se compraban, que ya lo he dicho, ¡la casa por la ventana! Pero al final… Que qué poco dura la alegría en casa del pobre. Que a ver cómo le digo a mi santa que de lo dicho, nada, que este año hay que sacar el abono de los toros en diciembre. Que yo lo entiendo, porque seguro que los señores García Garrido y Casas están achuchados y necesitan las perras para pagar las angulas y el Moet Chandon, o lo que es peor, para pagar las angulas y el Moet Chandon del año pasado y si no aflojan, este año no les fían; aunque la verdad, si no es bajo amenazas, no entiendo cómo alguien puede aún fiarles. O a ver si la cosa va a ser que como ya tendrán cerrados los carteles de la feria del año que viene, lo mismo los figuras han pedido una señal, no fuera a ser que luego los de Plaza 1 se echaran atrás y les dejaran con Palmo y medio de narices. Que también la cosa puede ser que la señal se la tengan que dar a los ganaderos, pero… No, a los ganaderos no creo, porque a estos les aprietan que si no me traes seis y te devuelvo cuatro para que me traigas otros cinco y te echo para atrás seis, para que me vengas con otros cuatro y al final no te cojo ninguno, y así de marzo a octubre, mareando la perdiz, pero eso sí, aguantándose las risas, no vaya a ser que algún empleado de la ganadería les parta la crisma de un cantazo donde se encuentran las cejas.

Pero claro, habrá quién diga que no hace falta sacar ahora mismo el abono, que sí, que han avisado con menos de una semana de antelación y que habrá quien además de tener apalabrados los langostinos y el lambrusco, además hubieran aflojado la mosca y además, que ya se sabe que ahora es cosa de tirar la casa por la ventana, se hubieran tirado a por el turrón de Alicante y una bolsita de peladillas, por aquello de acompañar el plato principal. Pero tranquilos, que todo tiene solución, que la misma mañana que te decían que a sacar el abono de temporada a la voz de ya, llegando la tarde te daban un respiro y te daban dos días más, el 30 y 31 de enero. Que será por no agobiar, pero… ¿Hay fechas más duras en el calendario? Que llegas a final del maldito mes de la cuesta, contando los días para volver a cobrar y te llegan los pagos de la tarjeta de los Reyes, la Navidad, la lotería, las cenas con los amigos y a poquito que te acompañe la suerte, el seguro del coche y el aparato de los dientes del mayor. Pero todo sea por salvar a los señores García Garrido y Casas. Que uno aún pensaba que desde la propiedad de la plaza de Madrid alguien les diría que adónde van con el “cabash”. Pero tranquilos, no esperen tal cosa, porque tampoco se van a poner ellos a pensar en el aficionado, que si no lo han hecho nunca, lo van a hacer ahora. Que igual están tan convencidos como el señor Casas que esto de ir a los toros es un artículo de lujo y el que pueda, que lo pague y el que no… el que no, pues que se dedique a la cría del geranio. Que ustedes me vendrán con eso de que la plaza de Madrid es bien barata, baratísima, pero díganme, un poner, cómo se articula eso de soltar más de 400 bolos para una localidad de las no caras, o casi 900 para otra más cara, pero al sol, porque ya les digo yo que a estos de estos abonos, al sol, por supuesto, les resulta más doloroso soltar estas cantidades que a otros tirar de chequera para largar casi 3.000, 5.000, más de 6.000 o los 7.000 de los abonados más caros de sol, sol y sombra y sombra. Paradojas de la vida. Que con ese desembolso seguro que no tendrán que deshacer los acuerdos por las angulas, el cordero del Atlas, el reserva del 68 del siglo XIX o las huevas tricerraptor cuasi fosilizadas en esferificaciones de ámbar del Himalaya, pero yo a ver cómo lo hago, cómo me infundo el valor y fuerza necesarios para plantarme en casa delante de mi santa, los niños y luego la familia y allegados, para soltar de sopetón, sin que nadie lo viera venir, eso de Cariño, estas Navidades, ni langostinos, ni lambrusco.

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martes, 14 de noviembre de 2023

Suerte, vista y… al palco

Tres veces al caballo, suena música celestial. A ver en qué queda la propuesta de los señores presidentes.

Estamos salvados, no le demos más vueltas a esto de los toros, ya tenemos la solución al alcance de la mano. Basta leer las conclusiones de los presidentes de la ANPTE, para poder empezar a respirar. Aunque uno se pregunta si lo que ellos exponen nunca a estado en la cabeza de los aficionados y si no se han podido aplicar sin mucho pensárselo. Así, resumiendo, hablan de la supresión del indulto, que tal y cómo se viene aplicando desde el primer momento de su consentimiento, ha sido un verdadero disloque. Que lo que era un premio para el ganadero, pasó a ser la máxima recompensa para el torero. Quizá es que alguno pensaba que si se indultaba un toro, el torero se lo llevaría para su casa para ponerlo en el jardín o en las zonas comunes de su comunidad de vecinos. Que Esaú tendría que tener alquilada una campa para él solito y sus amigos colaboradores. Lo mismo hasta Victorino estría de acuerdo en esto de suprimir los indultos y así se evitaría sacrificar los suyos en el cajón de su finca.

Abogan los señores presidentes por análisis aleatorio de vísceras y pitones, algo que ya se viene haciendo, ¿no? Bueno, si no se hace será porque los usías no ven sospechas en ningún caso. Que dicen que se afeitan los toros, que hasta el señor Escolar lo afirma sin despeinarse, pero eso será un chascarrillo inocente, ¿verdad que sí? Que no sé si en varias temporadas se ha analizado medio pitón. Anda que no lo iban a agradecer esos que dicen que un afeitado hace más daño que un toro en puntas. Pues hala, un riesgo menos para los coletudos, que se hagan los análisis propuestos y así ya pueden dormir tranquilos. Y los barberos, pues que monten una peluquería, que se compren una franquicia de Llongueras y arreglado.

Que también dicen que tiene que haber equipos de presidentes bien formados y que se elijan de acuerdo a los principios de igualdad, mérito y capacidad. Pues ya estaría bien y además que no se conceda una segunda oreja si el toro no ha acudido tres veces al caballo. Que esto me recuerda, pero solo un poco, al reglamento previo al del 92. Pues oiga, no estaría mal, lo mismo no se daría tanto despojo regalado y las plazas empezarían a dejar de parecer un Black Friday permanente con tanta rebaja y tanto tirar por los suelos el prestigio de muchas aficiones. Y hasta aquí, todo de acuerdo, ¿no? O casi todo, que igual también le ponen pegas a lo de no darse orejas, indultos y cestas de Navidad todas las tardes. Pero ahora digo yo una cosa ¿Y al que se agarre a eso del conflicto de orden público y decida calmar a la muchedumbre sacando pañuelos como si estuviera despidiendo a un primo en el puerto de Cádiz? Aunque una de las propuestas puede ser la respuesta a estos caballeros, que si no están preparados o dispuestos a cumplir el reglamento, que no se suban al palco. Así de simple. Que imagino que los taurinos no estarían de acuerdo en que pusieran a un tipo mal encarado dispuesto a “robarles” orejas a tutiplén. Que si ya pretenden que no haya ni presidentes, ni reglamentos, ni veterinarios, ni aficionados críticos, van a consentir semejante atropello al jarte. Que los de luces deberían ser los veterinarios, presidentes y jaleadores de masas para así “crear un buen ambiente en la plaza” (sic Rafael García Garrido)

Que cómo verán esto los usías para salirnos con estas conclusiones después de mucho parlamentar en su congreso de la ANPTE. Que lo mismo hasta están convencidos de que si se aplicaran tales reformas en el reglamento, las cumplirían al pie de la letra. Que no lo tendrían nada fácil, lo mismo sería acompañados por un pelotón de civiles escoltándoles a la salida del festejo, pero si esto puede servir al menos para evitar que esto siga cayendo en barrena, bienvenido sea. Eso sí, señores presidentes, suerte, vista y… al palco.

 

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martes, 31 de octubre de 2023

Esto no va de toristas y toreristas

 

Sin el uno no y el otro no es posible la corrida de toros, el rito de los toros, pero quien no puede faltar jamás, es el toro. Este es el que justifica todo.

Que gran afán el del ser humano, uy más si es español, de querer etiquetarlo todo, que si eres de esto o de lo otro, que si de tortilla con cebolla o sin cebolla, que si de vino o de cerveza, que si coche o tren, que si de botas o chanclas… yo soy de botas; y en esto de los toros, que si eres torista o torerista. Y pobre de ti como te dejes llevar por el primer impulso, que te declares de uno o de otro y el que esté enfrente sea del opuesto; a ver como recuperas esa amistad de años, que se rompe por un detalle como este. Que ciertamente no alcanzo a entender cómo se puede ser de una parte que integra un todo y no de ese todo. Yo soy de la parte izquierda de Charlize Theron, el brazo y pierna derechos es que no me dice nada. Que soy de la primera media hora de las pelis y luego, el resto, para Almodóvar. O eso de que vas a la plaza solo a ver el toro, que uno va a ver el toro, por supuesto, pero el toro y el resto. Que yo no voy al fútbol a ver solo al portero y al lateral izquierdo, ni voy a un restaurante para degustar la guarnición, dejando a un lado el resto, ni veo una carrera de Fórmula 1, por la tele, claro, para fijarme solo en los neumáticos. Pues en las corridas de toros me pasa igual, me interesa todo, el toro, el torero, los caballos picar, el presidente, los monosabios, hasta el que pinta las rayas. Eso sí, que nadie se me confunda, si no hay toro, el resto poca importancia tiene. Lo que hace el torero me pierde valor, lo que hacen picadores y peones me parece que no tiene sentido, nunca me olvido del toro, que es el que más me hace saltar de mi asiento. Porque si no hay toro, el resto me parece un ballet, un ejercicio pseudogimnástico, una representación con un cierto toque estrafalario.

Quizá todo esto es porque yo entiendo el toreo, el rito de los toros, como un todo que no puede fraccionarse según convenga. No entiendo que un señor ponga poses y zarandee una tela si el animal apenas logra sujetarse en pie. No entiendo esto si se simula el primer tercio, ni que el segundo sea un mero trámite antes de las posturas galanas del señor de la muleta. De la misma forma que no entiendo que todo se circunscriba a una faena de muleta y que se culmine con una cuchillada traicionera. Y esto, ¿es ser torista o torerista? Pues bastante he tenido, y tengo, durante toda mi vida por intentar entender esto y hacer el camino para intentar ser aficionado, como para que a mitad de camino tenga que decidirme por escoger solo una parte de algo tan grande. Aunque no se crean, que cuando sale el toro, si delante no hay toreros, y por toreros entiendo los que tengan valor, cabeza y condiciones para poner en práctica el toreo, en este caso también me falta esa parte importante del rito. Y además, tengo que reconocer que siento frustración, porque que aparezca un toro en la arena y que los que se enfrenten a él a lo más que lleguen es simplemente a estar, pues es un tanto desilusionante. Con lo caros que se venden los toros íntegros y que solo podamos ver a alguien pegando respingos, pues no resulta muy satisfactorio. Yo no quiero renunciar a nada, ni al toro, ni al torero, por supuesto, aunque si falta el primero, me sobra el segundo, me sobra todo, porque no está el eje de todo esto. Y no hay ni orejas, ni copas, ni charlas con amigos, ni fanfarria victoriosa que pueda cubrir la ausencia del toro. Que ustedes, o quién quiera, podrán seguir en ese dilema de toros o toreros, forzándose a si mismos a elegir dónde no cabe elección posible. Que los habrá que utilicen el término torista para tirárselo a la cara a los que no entiendan el mundo tal y como ellos lo conciben. Que te espetan lo de torista como si te dijeran que eres un carnicero sin alma que solo quieres ver a los toreros despanzurrados en la arena con las tripas fuera. Que hasta locutores de televisión se atreven a semejante barbaridad. Que no es que haya que echarles mucha cuenta a esa gente, porque lo primero que dejan ver a las claras es que no se han parado un segundo a entender cuál es el fundamento, los cimientos de estos que llamamos los Toros. Y quizá hasta puede ser una pérdida de tiempo y un derroche inútil de energías el hacerles ver que esto no va de toristas y toreristas.

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viernes, 13 de octubre de 2023

Entre, vivas, disco y botellones, se acabó la temporada

Ahora a esperar unos meses. Que ya nos anuncian que no va a haber toros para el año que viene, pero cuando hay que montar un festejo a gusto de los actuantes, no sé de dónde sacan tanto toro, para al final quedarse con los bueyes de una romería.


El cierre de una temporada siempre tenía algo de nostalgia en la despedida; los habituales se despedían de los demás habituales: “que tenga un buen invierno”, “nos vemos en marzo, si la salud nos respeta”, “a ver si encontramos un momento y nos vemos para Navidad”. Buenos deseos y lo dicho, la nostalgia de la despedida. Pero los tiempos han cambiado, ahora se celebra por todo lo alto, los que lo puedan celebrar, claro, los que tengan cuerpo para ello. Por ejemplo, la juventud; esos sí que saben de celebraciones. Es agarrarse un barreño lleno de alcoholazo y no hay nostalgia que se le ponga por delante. Que si la despedida es hoy, ellos ya empiezan la víspera; y vaya si empezaron, que quedaron para juntarse en una novillada sin caballos, el final de no sé qué camino y después, una marabunta de chavales que se metieron en la plaza, que no vieron el cartelito ese del metro de “antes de entrar dejen salir” y para adentro que se fueron. Que los que se iban lo hacían en fila india, lo mismo bajando escaleras, que intentando escapar de aquello por la puerta de Madrid. Que fue tal el éxito de la fiesta, que hasta invitaron a la policía, que viendo aquello decidió que todos para casa, que al día siguiente había que celebrar la Hispanidad, con sus banderitas, su himno, sus retales ganaderos y tres de luces, uno que esta vez no se despedía, el Cid, otro que quería celebrar con ceremonia su plante de hace un año cuando se dejó un toro vivió, Talavante, y otro al que cualquiera sabe qué le dijeron que iba a ser aquello, Isaac Fonseca.

El ganado era de… ¿De quién era? Se anunciaba… pero no, de esos no quedó ninguno, luego empezaron a rebuscar por los cajones, los corrales, los cercados, los carros del Rocío y encontraron al fin dos de Garcigrande, uno de Cortés y tres de Victoriano del Río. Que sería todo esto para dar gusto al aficionado de Madrid; sin duda, porque ya se sabe que la empresa, Plaza 1, es una perfecta conocedora de esta plaza. O igual no tanto. Los del primero, tres zambombos cortitos, para delicia del carnicero. El solitario, un buey que dejó el carro abandonado en mitad del polvo del camino. Y los otros tres, un vaco grandón, un ciervo para hacerse un perchero con poco gusto y el último, otro gordinflón para que el carnicero no se quedara con ganas de más. Se rumorea que pasaron por las inmediaciones de los pencos, pero mayormente por su cuenta, sin que nadie les dijera aquí te pongo y ahora vas a reventar aquellos faldones que se llaman peto. Quizá por eso no lo reventaron y tuvieron cuidado de no estropearlo. A ellos tampoco se les estropeo demasiado el morrillo, ni se les picó. Aunque luego llegaron los banderilleros a dejar los palos en mitad del lomo.

Iban los matadores ya citados, encabezados por El Cid, quizá por eso de que Talavante no abriera plaza. Se le hizo saludar al final del paseíllo, un ratito después del himno. Para que digan que la gente no es amable. Que aquí se saluda y se despide al personal las veces que haga falta. Y sería que alguien le avisara de la fiesta fin de curso, que El Cid se mantuvo toda la tarde a una distancia prudencial de sus oponentes. Brazo largo, espalda curvada, pico de la muleta y luego se ponía derechito, pero pasándoselo bien lejitos, no fuera a mancharse el terno. Que lo de que le enganchara el toro la muleta una y otra vez daba lo mismo, porque, ¿quién se lleva la muleta de fiesta? Trapazo echándose el animal para afuera. Él un torero experimentado, hasta parecía aturullarse en su segundo, pero ante eso, más exageración del pico. Y parecía interesado en lo de la fiesta, porque miraba al tendido como pidiendo explicaciones de la hora y el lugar, porque nadie pensara que fuera para recriminarle al personal las críticas por tanta trampa y tanta ventaja. Con lo que él ha sido para ese público y ese público para él. Flaca memoria de ambos.

Alejandro Talavante es un torero que despista, que lo mismo te dice que lo que hace un señor de Lima no es cómo él entiende esto, que se te pone a pegar culerinas como el primero para deleite de la parroquia fiel a san “Barreño de Yintonic”. Ahogó de primeras al segundo de la tarde y ahí se quedó todo. En el quinto mucho trapaceo, que si telonazos, que si cambios de mano, aderezado todo con un toreo abusando del pico y con mucho enganchón, hasta ya ponerse realmente pesado. Quizá quería recuperar los trapazos que no dio hace un año el día que tras tres avisos “indultó” un toro, pero que la incomprensión del respetable no supo llegar a entender.

Y el tercero, por eso de la Hispanidad, vino desde tierras mexicanas, Isaac Fonseca, que si de novillero era valiente y atrevido, haciendo un sello de ello, en la actualidad más parece un desnortado que tiene que soltar todos los trapazos que compró en la trapacería. Inoperante durante la lidia, se limitaba a andar por allí, molestando más que mandando. Ya saben eso de lo que molesta un piano en la bañera, ¿no? Pues eso. En el primero citando de lejos para recibir al toro con banderazos y trapazos echándoselo muy fuera y pasándoselo excesivamente lejos. Muy alborotado, enganchones, pico, trampas y bajonazo infame. En su segundo, el que decía adiós a esta temporada, aún peor, trapaceando sin criterio ninguno, atropellado, resultando cogido, lo que hizo que se aturullara aún más. Muy vulgar, en exceso, pareciendo más un capa de los que rondaban en otros tiempos por los pueblos, que un matador de alternativa. Pero ya todo daba igual, ya era tiempo de fiesta, fiesta para unos jóvenes que alegran la vista de muchos que ven el futuro de la fiesta asegurado, pero que te dicen que si no es por las copas y la disco de las Ventas, que ellos no aparecerían por la plaza ni jartos de Chococrispis. Y mientras unos se despedían hasta el año próximo, si la salud lo permitía, y se deseaban un buen invierno, unas felices pascuas y un próspero año nuevo, otros iban a lo suyo, a lo que habían ido de verdad a la plaza y entre, vivas, disco y botellones, se acabó la temporada.

 

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lunes, 9 de octubre de 2023

Una fiesta de(l) pueblo

Muchos defensores están echando palada tras palada sobre la plaza de Madrid, pero con mucho orgullo y convencimiento, porque ellos saben de que va esto y si se les contradice, te vienen con que esto es una fiesta de(l) pueblo.

Muchos son los que consideran que hay que ceder a la mayoría, a los impulsos de la masa, al delirio colectivo. Pues cedamos, pero mejor quedándonos a un lado y dejando pasar al entusiasmo del pueblo. Contra esto no cabe discusión. Pero dicho esto, no hay por qué verse obligado a adherirse a estas muestras de felicidad colectiva. Que bien puede haber celebraciones de(l) pueblo, pero no estamos obligados a hacerlas nuestras. Aunque, igual hay quién crea que estamos en esa obligación, ser uno más de los entusiastas de(l) pueblo. Y parece que esto es lo que nos ha dejado la última de esta tan poco afortunada feria de Otoño del 2023. Llegaba el hierro mítico de la plaza de Madrid, ni más ni menos que los Victorinos; casi na. Y así empezaron a salir al ruedo venteño, provocando el entusiasmo de(l) pueblo.

Don Victorino Martín se tiene que estar felicitando después de la corrida que echó, al fin lo ha conseguido, no solo que sus toros sean dóciles como todos, poco molestos como todos, del gusto de las figuras, sino que además ha conseguido que se le entregara ese aficionado con el que en otros tiempos se las tuvo tiesas. La exigencia ha claudicado a la reconversión monoencastada de lo de este ganadero. Y ahora, pues a seguir marchando, que ya solo le queda que le publiquen sus epístolas y le den el Planeta o el Nadal o el Cervantes, ya puestos; qué no conseguirá este señor. La presentación, pues uno de aquí, otro de allí, sin destacar ninguno y quedándose casi todos por debajo de lo exigible. Fuerzas las justas o menos. No se le pudo picar a ninguno, lo que ya se admite sin rubor. Que el siguiente paso va a ser eso que se rumorea de que sea el matador el que decida si salen los caballos o no. Pero luego acudían a la muleta como corderitos y si parecían algo más, quizá fuera por la impericia de los coletas, pero de estos ya hablaremos. La plaza estaba entregada a cualquier cosa, y vaya con las cosas que pasaron, sin pararse a pensar en si se picaba o se dejaba de picar. Que luego me dirán eso de que este o aquel era un “Victorino de los de antes”, ¡miau! ¿De los de antes de cuándo? ¿De antes de ayer por la tarde o de antes de tres semanas?

Abría cartel Román, que se encontró con un inválido al que el señor presidente se negó a devolver a los corrales, que solo daba para ir al caballo andandito y quedarse dormido debajo del peto, que si hacía por meter la cara mínimamente a los capotes se venía abajo. Y Román quería darle muletazos y muletazos, que el animal no daba ni para hacer de enfermero con él, pero sí que tuvo fuerzas para en un momento en que con el pico se quedó al descubierto el espada, le tirara un derrote seco, que más tarde le mandaría a la cama. Intentó pasarle por el izquierdo, pero ahí el Victorino solo se defendía. La verdad es que el que te enganche un animal así no tiene ningún sentido, es jugársela por nada y para nada. Animales así solo tienen un camino y ya que no fue devuelto, un espadazo y a otra cosa. Y que Román se recupere muy pronto de este innecesario percance.

La estrella de la tarde fue Borja Jiménez, al que parece que Madrid ha adoptado como su nuevo ídolo, uno más en la misma temporada y van… Puede que el mérito más destacable de este torero sea repetir la misma faena tres veces y culminarla con tres medias tendidas atravesadas y desprendidas. Que eso no lo hace todo el mundo. A sus dos primeros los recibió de capote manteándole y a las primeras de cambio dándose la vuelta para perderle terreno hacia los medios. Que lo metió en la tela, es verdad, pero para eso, para no saber ganarle terreno a ninguno de sus toros, que deje a los peones, ¿no creen? Y el tercero fue a recibirlo a portagayola, para tirarse al suelo y luego darle mantazo tras mantazo. Eso sí, en cuanto se pegaba una media a su aire, como con desprecio, la gente se encendía, sin importar si la tela toreaba al toro o al aire, que fue lo más toreado, el aire. Ni hablar de manejar las lidias, mucho capotazo y sin cuidar el poner a los toros en suerte, aunque para que hicieran lo que hicieron los Victorinos, debió pensar que mejor se quedaba quieto. Y me permitirán que siga contando el trasteo de los tres toros que despacho al mismo tiempo, porque ya digo, fueron tres calcos; eso sí, el personal se echaba las manos a la cabeza con delirio e incredulidad. Otros se las echaban por no entender ese delirio e incredulidad. Aquello era una fiesta de(l) pueblo, no cabía discusión. Y cada uno cuenta lo que ve y hace sus propios razonamientos. Manejó Borja Jiménez la diestra y la siniestra, pero con un denominador común, aparte de citar con el pico, los muletazos, sin mando, seguidos de carreras. Raro fue aquel en el que no se tuvo que recolocar a la carrera, solo iba atrás, sin mando, cuando el toro proseguía y no le quitaba el trapo de un tirón, como sucedía casi siempre. Y mi pregunta es si hay mando cuando hay que recolocarse permanentemente. Sí, la plaza estaba entregada, pero, qué me van a contar si se le jaleaban hasta los enganchones, cuando no había terminado el muletazo y estaba bailando. Que esto es la fiesta de(l) pueblo y es así, pero permítanme mi estupor al ver así a Madrid. Que podría seguir hablando de las tres faenas, pero sería hacer lo mismo que hizo Borja Jiménez, repetir, repetir y volver a repetir. Y como colofón, tres estocadas más o menos traseras o desprendidas, tres medias, si llegaba, tendidas y atravesadillas. Que eso tiene mucho mérito, no me digan que no. Una oreja por toro y si le echan seis más, seis orejas, no les quepa duda. Me dirán que si un natural, que si dos, que si un remate, que si es desmadejado ya es la locura enloquecida, pero, ¿es eso torear? ¿O es dar pases? Yo lo tengo claro, pero si alguien me convence de lo contario. ¿Y es un buen muletazo el que no tiene mando, el que si acaso va a la velocidad que marca el toro y que no se remata? Pero insisto, esto es una fiesta de(l) pueblo y así hay que tomarla.

Además dicen que anduvo por allí Leo Valadez, que no hizo más que los demás, mantazos, no poder a sus toros de recibo, trapazos y baile continuo con la pañosa y el enfado del paisanaje, que esperaban poder reivindicar la tierra con su torero. Torero al que en una tarde parecida a esta de las de fiestas de8l) pueblo, alguno reivindicó para volverle a ver en Madrid. Pues hala, ahí le tienen, que estuvo, pero pareció no estar. Pero aquí lo que cuenta y lo que no hay que olvidar, ni mucho menos, y que nadie se llame a engaño, es que esto es una fiesta de(l) pueblo.

 

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domingo, 8 de octubre de 2023

La realidad era esto, puro jarte

El arte va muchos allá de pinturería vacía, de posturas sin sentido y de trapacear a animales que ni en pie se sujetan apenas.


Corrida del jarte, con una bonita novillada del Pilar y un público dispuesto a jugarse las tierras por una verónica de pitiminí, aunque fuera a un animal que a duras penas podía dar un paso tras otro. Pero ya digo, todo se perdona si el regalo es jarte, jarte y más jarte, hasta que lleguemos a la jartura; y vaya si llegamos, y nos pasamos de largo varias estaciones. Que igual alguno esperaba una auténtica corrida de toros de El Pilar. Octubre, final de temporada, un verano de por medio, tenían que estar eso, como toros. Pero no, si acaso una novilladita adelantada. Que lo mismo es que la empresa, esta que tanto defiende el arte, la tauromaquia, las tradiciones, las bla bla bla bla, bla bla bla bla, los reseñó a finales de agosto, cuando ya quedaba en el campo o los desechos o lo que ya iría para la temporada siguiente con un añito más. Luego lo de las mansedumbres ya no tienen que ver con la presentación y lo de la flojera, eso tiene que ver con el desastre mismo, con que un animalito se sujete a duras penas. Aunque en esto puede que también ayude eso de dejar al toro, o novillo, corretear y corretear por el ruedo, que sí, que los mansos buscaban las tablas primero y toriles después, pero ¡oiga! Al menos intentar fijarlo en las telas. Que lo mismo, según la tauromaquia moderna, el toro además de tener la obligación de colocarse bien él solito, también tiene que saber fijarse en los engaños, ponerse en suerte en el caballo, en banderillas, para acabar yendo como hay que ir a la muleta. Que visto así, entonces, ¿para qué están los señores que calzan las rosas? ¡Ah, sí! Estos son los de los triunfos, los “paseadespojos”. Ahora me cuadra la cosa. Un primero sin picar, un segundo también sin picar en mitad del caos, el tercero que se dejó y punto, empujando más en el que guardaba la puerta con la salida detrás del penco, el cuarto que casi cumplió en el primer puyazo, el quinto que quería empujar mientras le tapaban la salida, como a todos, y el sexto que mostró fijeza, pero al que nadie iba a buscar para sacarlo del caballo; eso sí, pablo Aguado hacía ostensibles gestos desde casi la Torre del oro de que no le pegaran más, sin pararse a pensar en ir a sacarle del peto. Que manía más fea esa de echar al público encima de los picas, sobre todo por no cumplir los maestros con sus obligaciones durante la lidia. Que mundo vale, vale, mucho levanta el palo, pero allí no hay un cristiano que vaya con un capote a por el toro de debajo del peto.

De los espadas, pues una cosa es la ilusión que muchos habían puesto en el cartel, lo que se notaba desde el primer momento, y otra muy distinta lo que llevan tiempo dando de sí. Damián Castaño, reciente triunfador en esta plaza después de dar aire con elegancia a un animal que iba y venía solito, intentó lo mismo que esa tarde. Ahora me pongo derechito y me lio a abanicar al de El Pilar, pero es que la corrida no estaba ni para ir y venir, o iba o venía y a cada viaje se quedaba para no volver. Pico y el intento de abanicar que se veía afeado por un enganchón aquí, una carrerita allí y el moribundo hasta parecía que se medio ponía pegajosito y Castaño que no se hacía con él. Con su segundo cambió poco el panorama, pegando tirones que hacían que el toro se viniera con más facilidad al suelo. Que los hubo que se quedaron con un buen sabor de boca hace unas fechas, pero después de esta tarde el sabor que les quede será el mismo que si se hubieran enjuagado con aguarrás.

Seguía en el cartel el trianero Juan Ortega, que parecía no querer ver la realidad de sus toros, porque lo suyo es el arte, pero… Que si el arte es poner posturas, es de un gusto excelso, pero si se trata de torear y tener en cuanto lo que se tiene delante, pues igual resulta un tanto anacrónico, por no decir ridículo. Que aparte de permitir el caos durante la lidia, con la muleta se limita a ir a la velocidad que marca el animal, aunque se vaya arrastrando, pero si el toro es una pura sosería, ortega es el acompañante perfecto. Muy separadito, citando desde fuera, con el pico y encima deja que le enganchen la tela en demasía. Lo mismo en su segundo, con el añadido de ponerse demasiado pesado con la más absoluta nada, mientras el de El Pilar porfiaba por no quedarse allí mismo despanzurrado en la arena. Pero eso sí, mucho arte, a raudales. Será por arte.

Pero aún se esperaba más arte, el que debía desplegar Pablo Aguado, para el que tampoco va eso de mandar en la lidia, eso es para los seres mundanos. Aquí venimos a dar pases de muleta y así empezó en su primero con muletazos con el piquito al moribundo de El Pilar. Pico cada vez más exagerado y despegadísimo. Si acaso acompañando, que no toreando, lo que hacía que el toro fuera por su cuenta, llegando incluso a achucharle. Sin adelantar la muleta, con ella retrasada y si la adelantaba no era para más que para citar descaradamente con el pico. En su segundo al segundo muletazo de tanteo el novillote ya besaba el suelo. Tanteos, pico y a ver si pasaba algo, pero lo único que allí sucedía era una sarta de enganchones mientras el sevillano no paraba quieto. Era como un esperar a que pasara el tiempo, porque el arte no parecía que fuera a llegar, ya se había hecho tarde. Y entonces no le quedaba al aficionado otro recurso que cerrar los ojos e intentar trasladarse a la tarde anterior, porque la realidad de la tarde no la protagonizaba la pinturería, la gracia y el buen gusto embarcando embestidas de toros con presencia, boyantes y casta, nada más lejos y la conclusión a la que se llegaba era que la realidad era esto, puro jarte.

 

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viernes, 6 de octubre de 2023

¡Pijo! Qué huevos tiene el zagal

Y le hizo pasar una, dos, tres veces, y volvió a meterlo en la muleta. El toreo vencía a la mansedumbre. Esto no era para emocionarse, era para conmocionarse y no dejar de pensar en lo que puede un matador de toros, Paco Ureña.


Quiero aclarar una cuestión y es que en esta de Victoriano del Río, no me he emocionado, ni mucho menos, me he conmocionado y de qué manera. Que aún tengo encogido el corazón, aún siento el mal rato que me ha hecho pasar ese manso, el ver que a cada momento se le podía llevar por delante al matador de toros Paco Ureña; y quiero insistir en esto, el matador de toros paco Ureña me ha hecho pasar tan mal rato, que he aún me dura la conmoción. Esta es la demostración de que a los toros no se puede ir a divertirse, a pasárselo chupi guay. Esto no es así. Ese mal rato porque a cada segundo vas siendo consciente de cómo el toreo, el toreo de paco Ureña, iba venciendo al manso pregonao, al condenado a banderillas negras de Toros de Cortés, propiedad de Victoriano del Río. Que una y otra vez tenía que pegar un respingo para esquivar el gañafón, pero, ¡ay pijo! Cuando se ha plantado delante y le ha obligado a pasar una y otra vez. ¿Arte? El del toreo verdadero. ¿Pinturería? La de meter en la tela a semejante elemento. Y que nadie pretenda comparar esto con nada de lo que vemos una tarde sí y veinte también por parte de los figuras, figurones, figuritas y aspirantes a todo ello. Aparte de absurdo, sería estúpido. Un toro que ya de salida no quería ni ver los capotes, que los lidiadores han tenido que acorralarlo para intentar que tomara las telas. El de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, se ha pasado todo el primer tercio correteando por el ruedo, yendo del picador de tanda al que tapaba la puerta, para salir de najas, espantado y pidiendo auxilio cada vez que notaba el palo. Hasta ocho pasadas se le han contado, pero parecía que don Eutimio Carracedo no acababa de tenerlo claro. Pues, ¿qué más necesitaba ver? Al final se ha decidido por sacar el pañuelo rojo para que el animal luciera las vergonzosas viudas en el morrillo. Que esa es otra. Se supone que son cuatro y no tres pares los que se deben poner, pero el usía, porque él lo vale, decide cambiar el tercio con tres palos, par y medio. ¿Y los compañeros? Pues díganmelo ustedes. Con el peligro que se mascaba en el ruedo, el señor Castella era incapaz de meter con decisión un capote a la salida de los pares y el señor Marín, pues a buena distancia del banderillero que portaba los palos. Y allá que fue el zagalico de Murcia, el matador de toros paco Ureña, que empezó tanteando por abajo a su oponente. Era lo que todo el mundo esperaba, un macheteo por abajo, un espadazo y a otra cosa. Pero el espectador supone y en este caso, el matador de toros Paco Ureña dispone. El de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, se fue sin disimulo a terrenos de toriles, de dónde no había más remedio que sacarlo. Dos derechazos haciéndole pasar por dónde no quería. Se le quedaba, pero el espada no se amilanaba, insistía, se la ponía, ofrecía el chalequillo por delante ¿Lo quieres? Ven a buscarlo. Otra tanda arrancándole los muletazos, toreando, pudiendo, mandando, retando al manso, dejándole claro que no iba a ser el que saliera vencedor de esa pelea. Y ya les digo, si alguien solo se emocionaba con lo que allí sucedía, es que tiene hielo en las venas, porque la cosa era para mucho más. Se la echa a la zocata y le saca, se los arranca, con un peligro tremendo que parecía ver toda la plaza, menos el señor de luces. El mismo que ha dejado claro a todo el mundo, empezando por el de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, que tenía que estar pensando quién era ese caballero que se le había plantado delante. Y para cerrar, por si alguien echaba de menos el arte pinturero, unos por abajo, obligando, toreando, tirando del toro y plenos de belleza con la mano izquierda. Un trasteo de un ¡ay! Eterno. Se cuadra para el volapié y el manso se le viene al pecho, enganchándole por la pechera como agarran los macarras para atemorizar a sus oponentes, pero este zagal de Murcia no estaba para dejarse vencer. El animal al notar el acero salió como alma que lleva el diablo a refugiarse a toriles, para llegar a terrenos del cinco. El matador de toros paco Ureña lo vuelve a cuadrar, monta la espada y sorprendentemente cobra una entera recibiendo. Un recurso de torero, que si me tiro a por ti, me vienes al pecho, pues ven a por mí y meto la mano con habilidad y verdad. El animal vuelve a salir huyendo desaforadamente, hasta parar en el otro extremo de la plaza. Varios descabellos y dos avisos, pero, ¿y qué más daba eso? La conmoción nos impedía pararnos en esa clase de menudencias, incluso en si había perdido una o cien orejas. ¿Y dónde creen que estaban los compañeros de terna mientras todo esto sucedía? Pues a sus cosas.

Y poco más hay que decir. Mansada de Victoriano del Río y los dos de Cortés, aunque estos se han llevado la palma. Un Castella que va a lo de los trapazos a cascoporro, trapazos con el pico, distante, a veces citando hasta con el culo, pases por delante y por detrás, que entusiasmaron al personal con el otro manso de libro, el que hizo cuarto, uno de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, que cuando notó que con la muleta no le hacían pupa, acudía a un engaño que en ningún momento intentó someterle. Y lo que son las cosas, el personal, en especial los tendidos del cinco y seis, protestando un manso, sí, no les tomo el pelo, que los hay que protestan los mansos y gritan ¡fuera, fuera! Porque el usía no lo devuelve a los corrales. Pero estos mismos enloquecieron con el destoreo de Castella. Un Castella que tuvo que esperar a que Chacón le enseñara el toro, que le dijera cómo iba. Al menos lo supo ver y le pudo trapacear a gusto. Fallo a espadas, lo que libró a la plaza de Madrid de un nuevo bochorno del triunfo de la vulgaridad. Y Ginés Marín, pues anduvo por allí, apático, sin convencimiento, sin poder con un manso que huía a tablas y no dando más de él mismo en el sexto que dejando que el toro le tocara la tela repetidamente. Al menos sí que se vio un segundo puyazo de mérito y en buen sitio de Ignacio Rodríguez, en el que toro y jinete nos hicieron reconciliarnos un poco con el primer tercio. Pero ya podían venir trapazos, despojos, culerinas, banderazos o lo que la divinidad taurina moderna nos quisiera echar encima, que algunos no nos habíamos emocionado, porque eso queda para los cursis y las abuelas, se nos había removido el alma, agradecíamos al cielo esta afición que un día nos atrapó y no salíamos de nuestra conmoción, sin poder decir más que ¡Pijo! Qué huevos tiene el zagal

 

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El que pueda, que se emocione y si lo logra… ¡Ojito!

Hay chavales que de niños gustan, agradan, hasta emocionan, pero es crecer y pierden toda la gracia y ya cuesta más eso de emocionarse


Ahora es muy habitual tirar de la subjetividad para explicar lo que a lo mejor no podemos explicar con demasiada facilidad. Ahora baste con decir que algo te emociona y ahí ya cabe todo; y lo que complica más es que no admite respuestas. Si algo te emociona, punto y final, se acabó. Y no te atrevas a decirle a nadie que se emociona con poquita cosa, incluso con la nada, pero tampoco nos pongamos exquisitos. Que hay motivos que no, que no admiten discusión. Si ustedes se encuentran a su vecinito, Miguelín de toda la vida, vestido de torero rondando la veintena, hecho un hombrecito, ¿no se emocionan? No me digan que no, porque si no es así, es que son unos sin alma. ¿qué más emocionante que ver a Miguelito vestido de luces? Con la de veces que le tuviste que limpiar los mocos de pequeño, con la de colacaos que le diste para merendar cuando se pasaba a tu casa a ver los toros. Si es que es para emocionarse. Y si no es este el motivo de la emoción, pues igual hay que pararse a reflexionar.

Que quien no parecía demasiado emocionado era el señor ganadero. ¡Hay que ver! Con la ilusión que seguro que ha puesto en la novillada. Que puestos a emocionarse, el señor Gallardo es el que más oportunidades de emocionarse ha tenido en Madrid desde hace dos años. Y no pregunten cuántas, porque uno ya se ha perdido. Entre novilladas y corridas de toros… Entre ferias y domingos de temporada… Pero esta vez no era el día. Novillos mansos, bastante mansos en el caballo, que querían quitarse el palo en ocasiones con desesperación, llegando a salir volados escapando del peto, del que estaba arriba del peto y del palo con un pincho que llevada el caballero. Mal picados, como ya parece costumbre, tapando la salida por sistema, pero sin ser capaces de ello cuando a un novillo huidizo había que picarlo fuera como fuera. Han escarbado constantemente, en banderillas medio se dolía alguno, pero, ¡viva la modernidad! En la muleta iban y venían más o menos, aguantando alguna que otra serie de trapazos, hasta que al final se desengañaban o más bien se aburrían de la vulgaridad de sus lidiadores. Y ni la presentación permitía al señor Gallardo una mínima alegría, aunque, ¿qué quieren? Después de no sé cuantas corridas y novilladas lidiadas, no sé cuántas en Madrid, todavía esperamos a que a la nonagésima vez presente un encierro medio aceptable. Pues no, de presencia tampoco pasarían el examen de emocionados.

Pero lo que son las cosas, los espadas, Jorge Molina, García Pulido y Cristiano Torres, seguro que han emocionado a alguien. Seguro que esos del ¡Bieeeejjjnnn! ante el magistral trapazo, han sentido como culebrillas en el estómago. Pero ya les digo; es muy probable que estos fueran los mismos que se los encontraban a la puerta de su casa cuando eran niños, jugando… a las canicas, porque al toro, o no tienen pinta o les aprovechó muy poquito. Jorge Molina es uno de tantos, uno de esos tantos que se afanan en perfeccionar el trapazo, que no cuidan la lidia, que recibe con mantazos de trámite y es escuchar el clarín y dejan al novillo a su aire, allá dónde pille. Que toman la muleta para abusar hasta la desesperación del pico citando desde fuera, permitiendo que se la enganche demasiado a menudo y culminando con un soberbio bajonazo. Y preguntarán que si eso fue en el primero o segundo novillo, pero, ¿qué más da? Si es que siempre es lo mismo, que podrá emocionar a los paisanos, que en esta ocasión no eran tantos, pero que no sorprenden. Si acaso porque su vulgaridad es progresiva a medida que suma trapazos.

De García Pulido se podría decir prácticamente lo mismo. Cómo cambian las cosas cuando los partidarios no acuden en masa a la plaza. Que lo del capote ni lo domina, ni parece que lo practique, lo de la lidia, pues da la sensación de ser un misterio para él. Que le sale un novillote que va y viene como una malva y si acaso da muletazos al paso del moribundo de Fuente Ymbro, al que nunca toreó, si acaso, medio acompañó, más aprovechando arrancadas que conduciendo embestidas, que al final es de lo que se trata el toreo. Cites de rodillas, más propio de… de otros lugares. Trallazo tras trallazo, acabando quedándose en la pala del pitón y casi dejándose pegar un revolcón, que eso emociona mucho, pero no, no había tantos corazones agradecidos, que se percataban más de los enganchones que de los alardes de plaza de talanqueras.Y por supuesto, como manda la modernidad, bajonazos para todos.

Cristiano Torres, novillero de fácil verbo retador, pero que se queda en alardes insustanciales que igual emocionan, que ya hemos dicho que eso es muy de cada uno. Que si de rodillas, arrucina incluida, que si me meto entre los cuernos aunque el toro le decía que mejor más lejos, que si un meneo, a ver si cae la oreja del revolcón, alcanzando una elevadas cotas en la conquista de la vulgaridad y la chabacanería esperpéntica. Venga carreras, venga más trapazos enganchados, que si empiezo a cambiarme el trapo de mano sin saber si eso tiene un fin, manejando la muleta como una bayeta después de fregar los suelos de un cuartel. Alargando las faenas hasta lo insensato y para acabar en el sexto con manoletinas y una estocada en el sitio. Que ya les digo que en lo subjetivo es complicado entrar, porque como decía el otro” ca uno es ca uno y ca seis, media docena”. Y así, el que pueda, que se emocione y si lo logra… ¡Ojito!

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lunes, 2 de octubre de 2023

Pues lo que queda y lo que nos espera es algo así

Quizá, si no hemos caído en ello, lo peor es que algunos han creado escuela y todos los que vienen detrás quieren emularlos, sin reparar en que sean vulgares, tramposos y muy alejados de lo que siempre se consideró el toreo clásico.


Ya se marchó el ídolo de masas, que no de aficionados. Dicen que al menos en un tiempo no volverá, pero mientras este se despedía de su querida Sevilla, en Madrid se daba la primera novillada de esta feria de Otoño. Pero para los nostálgicos del que se despidió, asomó un rayo de luz, se despejaron los negros nubarrones del cielo, el futuro brilló refulgente para estos ya huérfanos de divinidades, porque lo que viene, la novillería, promete y todo apunta a que puede llegar a ser tan vulgar, tan incapaz, tan lejos de la lidia y el toreo fundamental, como lo han sido, y lo son, sus mayores, sus maestros. Y uno que sentía cierto alivio, va y se encuentra con lo que se encuentra. Eso sí, al menos el público de reventón se quedó en casa o en el Retiro paseando en barca por el estanque y no tuvimos que estar como piojos en costura. Lo de calcular la asistencia resulta complicado, porque la empresa da unas cifras que a muchos les gustaría saber cómo llegan a ellas, pero lo que ya les aseguro es que en la última fila de las gradas de sol no cabía ni un suspiro. Todos contra la pared, que ahí no llega el lorenzo. Eso sí, una fila más abajo les daba el sol solo dos toros, el primero y el último; hagan sus cálculos.

Novillos de Guadaira, mansos de esos que se quieren quitar el palo a bocados, pero que luego hasta acudían de aquí para allá en el último tercio, lo que engañaba a más de uno que aplaudía entusiásticamente en el arrastre. Muy mal picados, algunos apenas picados, sin atinar en el bulto, incluso en el brazuelo, varias veces en mitad del lomo, tapando la salida y con unos noveles que dejaron claras muestras de su ignorancia sobre lo que es la lidia. Que en el mejor de los casos se quedaban estorbando por el ruedo, más que un piano en una bañera. Que los espadas hasta se afanaron en dar capotazos, a veces muchos, demasiados, sin saber realmente con qué sentido los tenían que dar. Eso sí, oyen que tocan para llamar a los picadores y abandonan el burel dónde caiga. Álvaro Burdiel, que hay quien dice que ya es una figura en el escalafón, pues se limitó a lucir su vulgaridad e incapacidad. Mucho trallazo, mucho pico y sin parar de correr, cuando no viendo enganchado el engaño, Tanto en sus novillos, como en el que tuvo que despachar por resultar lesionado Ismael Martín, se limita a soltar su repertorio, siempre a merced del toro. Que este se acelera, pues él también, que se sosiega, pues hasta puede parecer que torea relajado y con cierta lentitud, que no temple, no confundamos. Se le escapó uno de Guadaira, el cuarto, que después de mansear descaradamente en el peto, acudía una y otra vez a la muleta. Bien es verdad que no se le sometía, pero al menos podría haber aparentado el novillero que hacía algo provechoso; pero no, estos chicos tienen la lección de la vulgar modernidad muy bien aprendida.

Alejandro peñaranda, que un día el aficionado se hizo lenguas con su actuación en Madrid, parece que en aquella ocasión mandó a un primo de La Roda, y que para ocasiones posteriores ya se ha presentado él y se ha notado. Que si en uno ha abusado del pico, de lejanías, venga trapazos, en el otro ha añadido la versión moderna del toreo, el trallazo, acompañado del inefable enganchón. Que si alguno se ilusionó este verano, pues que o se tome una tila o que se le vaya quitando de la cabeza que aquello será fácil de repetir, que igual no por falta de cualidades, que lo mismo este, como los demás, las atesora, pero se empeñan tanto y tanto en que no se les note y en profundizar en la asfixiante modernidad, en emular al ídolo que se va, o que ya se fue, que acaban con la ilusión de los mortales. Y poco más de lo mismo con Ismael Martín, que en su único novillo ya se vio superado por un animalejo de poca presencia. Pero la voluntad no se le puede negar, quizá como a todos, pero también tiene que rular la cabeza y a aquello quizá no era la mejor idea el banderillearlo, pero bueno, vamos adelante. Pares pasados y el tercero más ajustado. Ya con la pañosa, banderazos en los medios sin parar quieto. Un revolcón y más carreras. Se le notaba absolutamente incapaz y así sucedió tras una tanda de trapazos por la zurda quedando en evidencia con el novillo, otro revolcón. Otro achuchón y venga a bailar, venga a tirar trapazos sin un segundo de sosiego. Pero el personal percibía peligro, ese peligro del que no sabe manejar la situación más por él mismo que por las dificultades del toro, y se entregaba al torero. Un pinchazo y un bajonazo y al ir a descabellar en otro arreón del de Guadaira se quedó inmóvil sin poder mover el brazo, pasando de inmediato a la enfermería. Que algunos sentimos alivio la tarde previa al creernos que con la marcha de un personaje igual el panorama se aclaraba, pero no señoras y señores, pues lo que queda y lo que nos espera es algo así.

 

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domingo, 1 de octubre de 2023

Alivio por el que se va, adiós, pero quedan…

Aunque no se lo crean, parece que una de las tareas que más cuestan es la de enganchar un toro a las mulillas y por eso mulilleros y honderos se lo toman con tanta calma, al menos hasta que afloran los pañuelos en el palco.


Era más que previsible que la despedida de El Juli iba a estar muy bien preparada, con tanto mimo como a este mismo señor se le preparaba el ganado al que se enfrentaba y los compañeros con quién actuaba. Había que fabricar una apocalipsis julista; entusiasmo, triunfo, despojos y salida triunfal a cuestas de los que con tanto ímpetu le jalearon y rindieron loas desde el momento en que piso la arena de las Ventas. Quizá estos apologetas de la vulgaridad dirían que el Juli desovó maestría desde que piso el albero madrileño. Explícales luego que en Madrid no hay albero. Pero menudencias aparte, la gloria tenía que salir despedida por todos los arcos de la plaza de Madrid. ¡Qué gozo, Mari! Que fue ponerse los alguaciles frente a la puerta de toriles y la ovación ya ponía los pelos de punta, que parecía que al personal se le había ido la mano con la laca en todo el vello corporal de los presentes y si se arañaba al vecino, todo era bienvenido en loor de Julián. Pero al final, la apoteosis se quedó en triunfo más que cuestionado y cuestionable del que se despedía, y por muchos años, de esta plaza que en un cuarto de siglo nunca consiguió que fuera su plaza. Que me contarán de salidas a cuestas, como la de hoy, pero claro, si quitamos a un presidente dadivoso, en exceso dadivoso, un público, que no digo aficionados, más generoso que Papá Noel en casa de un niño rico, y unos mulilleros a los que en tardes como esta adelantan como relámpagos el pelotón del tour de la Guindalera de caracoles, ¿en que se queda todo esto? Pues igual en que la prensa oficial tiene motivos para largar una última crónica para ver si a alguien se le ablanda la cartera y en que Chema quede bien con su suegro después de invitarle a una entrada al sol en semejante efeméride. Lo de la insolación no cuenta, que es que a todo hay quien siempre le pone una pega.

Que habrá quién no encuentre motivos para ponerle ni una pega al jolgorio venteño de esta tarde de adioses y que no vuelvas. Pero claro, ¿cómo pasamos lo del ganado? Que hay que tragar mucho, pero mucho, para admitir como toros a los del Puerto de San Lorenzo y los dos de la Ventana. Que eran para subirlos a un puerto, de montaña, y despeñarlos por una ventana. Y hecho el chiste fácil, hablamos de una corrida fea, cinco bueyes y un jamelgo con cuernos para cerrar la tarde. Mansos, pero mansos, que al cuarto de la tarde, si le hubieran condenado a las viudas, igual nadie se habría extrañado. Y flojos, perdón, inválidos; que juntamos su paso por el caballo y entre los seis no se junta un puyazo. Que uno de ellos derribo, sí, pero igual también tenga algo que ver esa ecologista costumbre de los picadores del momento de no picar, si acaso apoyan el palo un momentito y corriendo lo quitan, por si alguien se había pensado hacerse una alfombra con su pellejo. Que tampoco es que los espadas hayan colaborado demasiado en lucirlos en el peto, que no había lucimiento posibles con semejantes animalitos. Pero lo mismo te lo dejaban por allí, que les dejaban dar vueltas y vueltas por el ruedo, que se pasearan sueltos, a su aire, por este. Que estábamos a lo que estábamos, a llenar el cesto de despojos y punto. Muleta, muleta y más muleta. Que el personal tampoco se iba a quejar. Que hasta hubo un conato de protestar un manso. Que vieron con buenos ojos el que Tomás Rufo se llevara el toro al picador que guardaba la puerta mientras levantaban al de tanda, porque se ahorraba tiempo. Y si no se aguantaban en pie, eso tampoco importaba demasiado, porque al fin y al cabo, ni Uceda Leal, ni El Juli, ni Tomás Rufo les iban a instrumentar un lance o muletazo que les exigiera mínimamente. Que el toreo no estaba invitado a esta tarde, solo el pegapasismo vulgar y anodino, pero que al vociferante le servía para sacar los moqueros al viento ¡Venga miasmas al viento! Y luego dicen que si hay contagios. Contagios de vulgaridad es lo que más ha habido. Pero vulgaridad acorde con la tarde, vulgaridad King Size, de la buena la mejor y de la mejor la superior. Que no todos los días se despide de ti el rey de la chabacanería taurina.

Que quizá a ustedes les gustaría que me explayara en lo hecho por los espadas, pero… no me pidan eso. Que si quieren que hablemos de toros, pues hablamos otro día, pero hacerlo en lo referente a semejante esperpento. Que Uceda Leal, fiel abridor de cartel, porque no íbamos a poner al Juli en semejante trance, con su primero trapazos donosos distantes y con el pico y en su segundo, el pregonao, primero intentó torearle a contraquerencia, para acabar teniendo que ceder e ir detrás de él a toriles y despenarle al abrigo de las tablas. Julián López, El Juli, el del adiós, empezó su sintonía de trallazos que ya jalearon sin medida, que se le derrumbaba, que seguía trapaceando, acelerado y citando casi de espaldas, porque no se puede decir culo. Julipié en mitad del lomo, petición y bronca al usía, al que unos ingenuos aplaudimos por negar el despojo. Y como la gente es muy suya, ni pidió la vuelta al ruedo del que decían que merecía un despojo. Pero con un paseo por el ruedo no íbamos a ninguna parte. Lo que hacían falta eran despojos y más despojos. Y el despojerío llegó. En su segundo inválido al que le pusieron el palo cerca del pellejo dos veces, porque si les digo que le picaron, mentiría, aunque no tanto como mintió el Juli en el trasteo de muleta. Primero metió el pico, luego siguió con el pico, para continuar con más picos. Trapazos con la zocata, vuelta al derecho con más pico, por supuesto, ahora al izquierdo, el toro ya no podía, pero El Juli empezó a zascandilear entre los pitones y ya se sabe, el personal ve a un señor entre los cuernos y pierde hasta la honra enloquecido. Pero con esto ya nos apañábamos, ya podíamos pedir despojos, ya teníamos la gloria fabricada, como el que fabrica una cómoda Glastborg del Ikea, un pañuelo por aquí, cinco por allí, los mulilleros que no sabían dónde era la recogida, quizá porque les habían puesto la dirección equivocada, un presidente al que parecían manejar a distancia y dos despojos. Que triste despedida. Que estará feliz de la vida don Julián, pero que te vayas mientras te protestan los trofeos y que el personal sienta alivio porque al menos en un tiempo no le van a tener que sufrir, ya es triste, ¿no creen’ Y Rufo, pues, poco hay que decir de este hombre al que parece que quieren hacer figura del toreo y no llega casi ni a ídolo de talanqueras. Vulgar, trapacero, cazando trapazos y sin acercarse mínimamente a la idea de toreo, quizá porque no hay toros. Que sí, que aprovechando la cuesta abajo le dieron otro nido de chinches. Que en su pueblo esta noche habrá celebración grande, pero al final no quedará otra cosa que alivio por el que se va, adiós, pero quedan…

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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lunes, 18 de septiembre de 2023

Un toro de fondo de pantalla y… poco más

Decían que los Pablo Romero eran así y asao, pero ahora va a haber que empezar a definir cómo son los de Partido de Resina, que a ver cuánto tardan en poner eso de "elimina lo anterior". Igual ya lo están eliminando.


Volvía Pablo de Resina o Partido de Romero a Madrid o vayan ustedes a saber qué es lo que tiene eso. Al menos el hierro y la divisa. Quizá la ganadería más querida por el aficionado, a la que más cariño guarda, dejando de lado muchas consideraciones propiamente taurinas. Lleva muchos años, demasiados, en decadencia y el aficionado parece que cada vez que sale un toro de esta sangre, empuja deseando que eche para arriba de una vez. Los toros guapos, pero ya… uno parecía ser un Pablo Romero, aunque sin poder ser un prototipo de aquellos que enamoraban solo con mirarlos. Toros que han aparecido en otro de estos desafíos ganaderos y que con lo que han dejado en la arena, su mayor gesta era mantenerse en pie y la verdad, que no han logrado tal gesta. No cojeaban, no parecían estar dañados de una mano, todo perfecto, pero al momento se desmoronaban y medían el ruedo madrileño, el que un día fue suyo, arrastrando la badana por la arena. Y lo peor no era eso, lo peor era que los allí congregados ya no pensaban en que esto se pudiera recuperar, sino en que esto ya se había ido para siempre. Que igual consiguen que vuelvan a lidiarse toros de Partido de Resina, no la “omega dentada” y el blanco y celeste en el morrillo, pero esos ya no serán Pablo Romero, simplemente serán Partido de Resina, a los que solo les falta para rematar la pena eso de “elimina lo anterior”.

Pero pronto se nos puso la realidad frente a frente, con ese primero que era una lámina y que, aparte de no ponerlo en suerte y simplemente dejarlo por ahí, en cuanto notó el palo del picador ya no pudo apenas sostenerse en pie. Juan de castilla, confirmante, se empeñaba en darle pases, pero al segundo de nuevo estaba el animal por los suelos. Bueno, pues vamos a llevarlo con la mano alta, pues ahí venían los enganchones. Que si al menos se hubiera visto cualidad lidiadora, pero mantener a ese toro en el ruedo para dar carreras, abusar del pico y hasta a a llegar a un segundo aviso y el tercero asomando por repetidos fallos a espadas y no matar con la espada, sino con el verduguillo, pues se podía haber evitado ese ratito largo. El siguiente de Partido de Resina fue el que hizo tercero, y vean que ya no hablo de Pablo Romero, porque… ustedes ya me entienden. Salió pegajosito y Ángel Sánchez se limitó a mantearle y acabar abandonándolo a su aire, pero la evidente falta de fuerzas hizo que, con las banderillas puestas, fuera devuelto y sustituido por un torazo de Hermanos Collado Ruiz, un grandón, sin gracia. Y de nuevo Sánchez no sabiendo qué hacer con ese telón rosa. Desacompasado, el trapo por aquí y el toro un rato detrás. De salida ya se fue corriendo a buscar toriles. Pues empezamos bien. Mucho capotazo para llevarlo al penco, donde apenas se dejaba, sin meter la cara, le tapaban la salida y ahí seguía, para continuar con un segundo picotazo queriéndose ir. La faena de muleta la principió el madrileño con muletazos por abajo sin parar quieto un momento. Trapazos con mucho pico, desde la lejanía y alargando el brazo, sin parar quieto y no solo sin llevar al animal toreado, es que él toreaba al aire por un lado y el torazo transitaba por otro; menos mal que estos bueyes tardan más en aprender y ni se enteran de que hay un bulto a su lado. El tercero del Partido de Resina fue el cuarto, el segundo de Octavio Chacón, uno que lo sacan hace cuarenta años y de cien a los que preguntasen, ninguno habría dicho que era de la casa que decían que era. Punteando y sin entregarse en el capote, lo pusieron de lejos y puestos a elegir, eligió al caballo de la puerta y no al de tanda. Vuelta, esta vez más cerquita y medio cumplió sin más. Algo más lejos en la segunda vara, donde pasó sin más, para acabarse yendo suelto. Chacón tomó la muleta, que ahora que recuerdo, antes de la ceremonia de confirmación a Juan de Castilla, como hacen ahora muchos muy respetuosos, se fue al palco a brindar al presidente, como si el fuera a darle muerte. Se comentaba que iba a pedir permiso, pero es que los espadas no tienen que pedir permiso alguno, esa es una leyenda. Permiso ya tienen en el momento que salen al ruedo. Lo que dice el reglamento es la obligación de brindar el primer toro de cada espada al presidente, brindar, no pedir licencia, Y se brinda lo que se va a estoquear, no lo que va a espabilar el compañero. Bueno, disquisiciones aparte, Chacón empezó citando desde muy fuera y levantando demasiado la mano. Acortó las distancias, muy desconfiado por ambos pitones, para acabar metido entre los pitones. Banderazos, enganchones y a ver si cazaba un muletazo. Media con habilidad y descabellando en los medios.

Y hasta aquí lo del partido de Resina, que ya no me atrevo a llamar Pablo Romero. Y saló el toro para el fondo de pantalla, un sardo de Sobral impresionante que recordaba aquellas fotos de principios del XX. Y seguimos con Octavio Chacón, que sí que hay que reconocerle el estar pendiente del compañero, del picador, de acercarse si otro alternante está en complicaciones para deshacerse de su toro. Todo eso es de agradecer, pero, ¿es suficiente? Que comenzó ilusionando colocando a su primero al caballo evitándole mantazos. En la primera vara le taparon la salida y en la segunda, a la que acudió de buena manera al caballo, después de un picotazo se marchó suelto. Se dolió en banderillas y esperaba con peligro a los de luces por el derecho. Por el zurdo iba más presto, pero cortando. Con la pañosa Chacón comenzó tirando trapazos con el pico, muy desconfiado, sin torear y sin pararse un momento. Trapazos y más trapazos, para enseguida echarse encima del toro, que eso ya se sabe que gusta a aquellos que piensan que le mérito verdadero es meterse entre los cuernos. Iba adónde le decía el de Sobral, para citarle desde fuera, después entre los pitones, para acabar el animal ya sin pasar. Él insistió, lo que muchos valoraron y aplaudieron. Quizá en otro momento y con otro espada hablaríamos de ponerse pesado, pero no, en este caso se valoraba alargar un trasteo que ya no tenía sentido y dejándose tocar demasiado la tela. Dos sartenazos muy tendidos, en el segundo se le vino al pecho, para concluir manejando el verduguillo en los medios, sufriendo un empellón que casi lo arrolla. Que a Octavio Chacón no se le puede discutir la honradez, pero otros aspectos quizá…

El segundo de Sobral, más toro que su hermano, pero no tan espectacular de capa, lo recibió Juan de castilla con mantazos enganchados. Una primera vara caída, peleando con el pitón izquierdo. Se arrancó bien dándole distancia para el segundo encuentro, peleando, pero ya más dejándose que otra cosa. El animal tenía brío, de un capote hizo un par, en un mal tercio de banderillas que no le favorecía nada. Salió Juan de castilla citando de muy lejos, quizá con más corazón que cabeza y a dar muletazos a lo que dijera el toro. Es una opinión, pero quizá le habría favorecido el atemperar ese brío y después sí, darle distancia, aunque sin esa exageraciones, aunque fuera menos vistoso. Trapazos acelerados, pero efectistas, eso es innegable. Mucho enganchón, le cambia los terrenos, se le viene encima y la realidad es que no pudo con él. Sin mandar en ningún momento, manivolazos para echárselo fuera y el de Sobral cada vez creyéndose más el amo. Faena del gusto popular, aprovechando viajes, que no toreando. Aperreado, carreras al tomar la zurda, trapazos y naturales de frente que casi quedan en puro conato, pero que siempre son efectivos, aunque se dé uno aquí y el otro una carrera más allá. Entera entrando como un rayo, tirando el trapo allá lejos. Otro que nos colarán en tardes futuras.

Y cerraba la tarde desafiante Ángel Sánchez, quien recibió al sexto de la misma forma que a su primero, lo manteo a mi aire y lo abandono al suyo, que ya habrá quién lo recoja. Mal puesto en suerte, picado en mal sitio y el animal que salía despavorido del peto. Bien colocado una tercera vez por Chacón, pero de vuelta a salir pegando coces. Una cuarta a la remanguillé llevado por un peón, pero venga a salir huyendo. Habrá a quién le parezca exagerado, probablemente sí, pero no creo que hubiera sorprendido el que le hubieran condenado a las viudas, para que se aplacara un poco. Se dolió al notar los palos ordinarios, esperando a los de luces. Ángel Sánchez le recibió con trapazos por abajo, sin torear, sin mado y empezó queriendo dar derechazos, que igual no era lo más indicado, pero él sabría. Mucho enganchón, acelerado, de uno en uno, sin tan siquiera acompañar el viaje, para concluir de nuevo por abajo. Un pinchazo sin pasar y el toro le levantó por los aires, parece que sin consecuencias, para cerrar con un pinchazo hondo y una casi entera. Así acababa otro desafío que empezaba con los ciclistas pasando por la calle de Alcalá y que acabó con el ácido sabor de una mala corrida, después de tantas ilusiones puestas en aquellas pinturas de toros. ¿Y qué nos quedó? Pues un toro de fondo de pantalla y… poco más.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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