lunes, 28 de octubre de 2013

Don Julián y la lealtad como gran preocupación

También es lealtad adelantar la pierna delante del toro, ¿o no?


En estos días he podido leer como Julián López, más conocido por “El Juli”, mostraba su preocupación por la figura de los apoderados/ empresarios/ ganaderos y por la falta de lealtad de estos hacia el resto de agentes del toreo. Una reflexión muy adecuada y oportuna, si nos paramos un segundo a ver lo que ocurre feria tras feria durante una temporada. Así podemos comprobar como varias ganaderías están en todos los ajos, con el vergonzoso bagaje de ver sus toros arrastrándose por los ruedos o con una presencia peor que infame; de la misma forma que nadie se explica por qué tal o cual torero suma y suma actuaciones. En ambos casos no sólo se producen estas presencias en las plazas propias, sino que también se dan en la de otros “colegas”, eso que desde hace tanto tiempo se llama “cambio de cromos”.

Si se mira este fenómeno desde el punto de vista del aficionado la consecuencia es que este paga su entrada para sufragar estos Holdings taurinos y no para poder disfrutar con lo mejor que hay en el campo y con los coletudos que más interesen en cada momento, lo que no deja de ser un fraude y una absoluta ausencia de lealtad hacia el que mantiene fincas, coches y familias de todos los que viven del toro, el público. Pero el ángulo desde el que El Juli parece observar este hecho se acerca más a esa idea de que esta forma de actuación quita puestos a toreros y ganaderías que se creen con más derecho que otros a verse anunciados en los carteles. Que no digo yo que tal postura no sea legítima, pero quizá se la pueda considerar demasiado restrictiva y personalista.

Está claro que El Juli se considera capacitado para hacer todo tipo de reclamaciones en lo referente al mundo del toro, lo mismo para que progrese una ILP, que para solicitar el trasvase de los Toros a Cultura, que para mostrar su molestia con las líneas editoriales de medios de comunicación, que para preferir a un comentarista en las retransmisiones de televisión, que para decidir lo que se televisa y lo que no. Es lo que suele pasar con los mandones del toreo, que al final pretenden intervenir en todo. Habrá quien me diga que esto ha sido siempre así que las grandes figuras han hecho y deshecho a su antojo, decidiendo y marcando el rumbo de la Fiesta. Salvando las distancias, que son muchas y variadas, igual que José decidía y Juan aceptaba, conformándose con poner los pelos de punta a los aficionados, ahora tenemos a El Juli como urdidor de tramas y a José Tomás dejando hacer y vistiéndose de luces sólo en fechas muy, muy determinadas.

El Juli ha decidido tomar el bastón de mando y se ha marcado como meta la modernización de la Fiesta. Y que Dios nos pille confesados.  Pero hay un punto en el que no coincide con José, es más uno piensa que se ha colocado en el polo opuesto al maestro de Gelves. Este pretendía mejorar el espectáculo, hacerlo más lógico y hacer del toro un animal no tan brusco, quizá podamos decir fiero, al que a veces resultaba imposible pasarlo de capa o muleta. Digamos que su deseo era eliminar inconvenientes innecesarios. ¿Para qué hacer que los caballos esperaran en el ruedo la salida del toro? Pues realmente sólo servía para que fueran heridos al recibir los derrotes descompuestos de las primeras embestidas del negrillo antes de fijarlo en los engaños. Pero lo que pretende Julián López a muchos se nos antoja como una maniobra destinada a oficializar su comodidad y así decidir sin complejos siempre en beneficio propio, dejando de lado al resto del mundo y muy especialmente al aficionado, considerado como un enemigo de los toreros y de la Fiesta. “¡Pa’bernos matao!”.

¿Dónde está esa lealtad al toreo? ¿En que tipo de lealtades piénsale Juli al hacer ciertos planteamientos? ¿Cree que él está siendo leal a la Fiesta de los Toros, a su tradición, a su historia y, lo que es más importante, a los fundamentos clásicos? Pues deben andar por esas dehesas de ganaderías que ni el maestro, ni sus compañeros frecuentan, no vaya a ser que un novillo les mire mal y se incomoden. Igual don Julián se pone a seguir exigiendo supuestas lealtades, esa que él y su gente no tienen las mañanas de corrida en los corrales de las plazas, ni tampoco en los ruedos, con torillos que ofenden la sensibilidad taurina de tanta gente, que a la más mínima protesta hacia el torero pasan a convertirse en una seria amenaza, quizá la peor que pudiera imaginarse, además de unos maleducados sin respeto.


También podría Julián López mostrar un poco de lealtad con la Fiesta, evitando esos espectáculos bochornosos, próximos al abuso y a una imagen que no corresponde con lo que debe ser el Toreo. Los hay que se sienten muy orgullosos de protagonizar una pantomima, tanto que incluso llegan a afirmar que casos como el de ese festival recientemente celebrado, cuya fotografía de cinco señores rodeando con pose de matones a un novillote desmochado y agotado, es el modelo a seguir en un futuro inmediato. Un poco de lealtad al toro, la columna que debe sostener todo este mundo, a una historia gloriosa que no merece un capítulo tan negro y funesto como el que estamos viviendo, y a todos los maestros, pero maestros de verdad, no esa legión que ahora se mueve por ahí, que fueron construyendo este bello edificio que es la Tauromaquia, el Toreo, los Toros o como prefieran nominarlo y que no exige ni lealtad, ni culto, ni respeto, ni mimitos, pero díganme, ¿No creen que lo merece como pocas cosas en este mundo? Así que si El Juli se preocupa por la lealtad, que empiece aplicándose el cuento en carnes propias y que no se adjudique esa dignidad de máxima autoridad  en el toro, porque puede que esto sea el primer atentado contra eso que ahora tanto parece quitarle el sueño. Ya saben, Don Julián y la lealtad como gran preocupación

sábado, 26 de octubre de 2013

El toro, en riesgo de exclusión social

Conservemos el toro, que no la mona boba


No es que el toro de lidia vaya a acabar tirado en una acera o en un cajero durmiendo entre cartones, ni que la gente al pasar le mire con desprecio o que ni tan siquiera le mire, ni que le vayan a echar de la dehesa donde vive según ordena el señor juez, pero quizá la realidad no esté demasiado alejada de esto, con ciertas diferencias. No se puede pensar que a un animal se le trate igual que a un ser humano, por supuesto; a veces, ya les gustaría a muchos que les trataran como a una mascota.

El que la situación de la “Tauromaquia”, que es como se debe decir ahora, es crítica, ya no lo niega casi nadie, lo mismo los taurinos, que los aficionados, que los que cantan las glorias de los fenómenos de los artistas contemporáneos, empiezan a sentirse amenazados sin llegar a entender el por qué a ellos, con lo majos y buena gente que son. Unas almas cándidas e inocentes a los que han puesto en el punto de mira unos bichos que quieren acabar con una tradición de años. Porque ellos no se preocupan de su futuro, ni de su bolsillo, no, faltaría más; lo que les quita el sueño es esa caterva de acosadores profesionales contra todo lo que huela a toro.

Lo más que llegan a admitir es que a veces no han tomado la iniciativa y se han dormido en los laureles o que puede que no hayan trabajado unidos, que es lo que hay que hacer, seguir una consiga ciegamente. La cosa es que puede que haya demasiados aspirantes a marcar esa consigna y muy pocos a aceptarla. Lo que por otra parte no es extraño, pues como se ha visto una y otra vez, cada uno barre para su casa. Unos quieren cobrar por la tele, con la excusa de que quieren ayudar a los demás, pero los demás no ven un duro y además ven como sus benefactores no dudan en quitarles un puesto en los carteles. Otros se quejan de que las entradas son demasiado baratas, como si te estuvieran dando angulas y no sopa de fideos aguada y sin fideos. O los que lloran por los rincones porque cuesta mucho criar a un toro, olvidándose de tantos ganaderos que intentan mantener el equilibrio sobre una charca infestada de cocodrilos.

Uno lleva un tiempo leyendo y escuchando a los pertinaces modernizadores de la Fiesta y los remedios que proponen para que esto salga de las cloacas y se convierta en un espectáculo al que el público acuda en masa como encantado por el canto de las sirenas taurinas, dispuesto a soltar la mosca como si le sobrara, a tragarse ruedas de molino a palo seco y a demostrar su infinita felicidad por todo ello. Resulta que la Fiesta de los Toros lucha contra dos grandes amenazas, los antitaurinos y la crisis; y dependiendo de las voces, también contra esos reventadores a los que todo les parece mal y no han sabido adaptarse a los tiempos y a “los gustos del público”. ¡Ole tus güevos! ¡Capón! Sin que los taurinos parezcan tener ninguna responsabilidad y sin tener la más mínima intención en cambiar nada del status actual y mucho menos de su posición de privilegio, real o posible.

Las soluciones que se aportan son muchas y algunas peregrinas, que hasta podrían tenerse en consideración, pero siempre que se ataje el problema principal, el problema de base y que en si mismo se puede convertir en la solución a todo esto: el toro. Veo que piden una especie de federación taurina como sumo órgano rector de la Fiesta, dirigido por personas de reconocido prestigio. O lo que es lo mismo, institucionalicemos la figura del Sumo Pontífice taurino y que los fieles acaten sus mandatos. ¿Se imaginan en este puesto a cualquiera del triunvirato de Taurodelta, o a un periodista de fama, un aficionado bien relacionado, un presidente maleable o vaya a saber usted quién? Eso sí, alguien que ampare los privilegios y castas establecidas, sin dar lugar a sorpresas. Se habla también de gabinetes jurídicos que garanticen que la Fiesta no podrá prohibirse por los siglos de los siglos. De campañas de Comunicación y Marketing, de los aficionados prácticos, de la adaptación a la sensibilidad de la sociedad, los jóvenes y la jaca de Luis Candela, pero, ¿y el toro? Bien gracias. Este va de fábula. Éste no necesita nada de nada, no es preciso volver a la casta. Nos han hecho tragar el caramelo de la movilidad y nos lo hemos tragado, como si esto fuera suficiente. Porque el toro moderno tiene movilidad, claro que la tiene, pero igual que la tienen los muñecos de un futbolín, fijos a un carril que les lleva y les trae.

¿No será que la identificación del problema no es la correcta? Ya se podrán edificar bonitos palacios con altos minaretes y luminosas cristaleras, jardines franceses, estanques dorados, pájaros multicolores y caminos flanqueados por árboles frutales, que si se construyen en un cenagal y sin una buena cimentación, más pronto que tarde, acabará en una ruina. Nuestro campo de construcción perfectamente asentado y nuestros cimientos son el toro, ese animal sobre el que se construyó todo este tinglado desde hace siglos, que soportó el nacimiento de las corridas de toros, la normalización de una lidia y hasta la incorporación del arte a ese ejercicio de cazar toros. Y resulta que justo cuando el toro empieza a desaparecer, cuando se le empieza a despojar de sus condiciones naturales y se le va sustituyendo por un ser que debe adaptarse a no se sabe que condiciones específicas, es cuando esto acelera una decadencia más que evidente.


Si seguimos apartando al toro, al toro íntegro, encastado, ya sea bravo o manso, al que hay que darle una lidia, que significa lucha y no primeros auxilios, al final nos encontraremos con tal adefesio sin sentido, próximo a la estupidez, al absurdo y, por más que nos pese, al abuso sanguinario y a una crueldad que la sensibilidad del aficionado no podrá soportar. Porque el toro nunca puede llegar a ser un monigote delante del cual a un señor le da por cantar, al que un puñado de figuras rodean con ademanes desafiantes mientras el animalillo se esfuerza en mantener el resuello. Devolvamos al toro su posición, mantengámoslo con el rey de todo esto, como la máxima figura de este espectáculo y al que logre hacerle frente, reconozcámosle su valor. De otra manera se puede llegar a la situación en que el toro, esté en riesgo de exclusión social.

lunes, 21 de octubre de 2013

Albertito, niño… deja ya de joder con la pelota


Los cárdenos a veces no combinan bien con los que visten de figura y oro

Alberto, Alberto Ariza, ¿por qué no te estás quietecito y te quedas en tu casita? ¿No tenías otra cosa que hacer que fotografiar a unos toros en el campo, pegarte una “pechá” de kilómetros y volver a las andadas en los corrales de la plaza? Anda que no habrá cosas para aprovechar el tiempo. Cómprate la Wii y juega al tenis, o aprende a hacer rosquillas de las monjas o mejor, cómprate diez euros de bosque y piérdete. Pero no, tenías que ir a Zaragoza a joder a los profesionales del toro.


Si es que vosotros, los que os creéis aficionados sois peores que los antitaurinos, porque estos se limitan a encadenarse a las puertas del cielo y ya, o se ponen en pelotas tirados en el suelo. Pero no, tú y otros de tu cuerda estáis ahí, ahí, sacando punta a las cosas. ¿A quién le importa que se eche para atrás una corrida y se ponga otra? ¿No os enteráis que eso da igual, que lo importante es que se dé el festejo y que la gente se divierta? Que esto no es lo que queréis una panda de nostálgicos exigentes. Seguid sacando todas estas cosas y al final acabaréis con todo, porque así ganaremos menos dinero, porque claro, si pagamos a los ganaderos, a los toreros, a los de las almohadillas, a los de los caballos, a los de… ¿Y qué nos queda pa’ nosotros? Que mantener un nivel de vida a todo tren no es fácil, que no se lo deseo yo ni a mi peor enemigo. Bueno, a ese menos que a nadie.

Y esa panda de fariseos que tanto te han felicitado, ya les querría yo ver en estas circunstancias, pero claro, no son capaces de ponerse en la piel del prójimo. Los empresarios rompiéndose la cabeza para hacer una mierda de ferias para sacar una tajada del copón y a los señoritos estos no les parece bien. Pero, ¿dónde vamos a llegar? Si es que al final va a haber que montar ferias con toros y toreros que interesen al aficionado. SI es que esto es el fin. Pues vale, lo aceptamos, esto se acaba, pero dejada los empresarios que se llenen mucho más los bolsillos. Que no es tanto pedir. Que hay que hacer equilibrios para cuadrar las cuentas, pero para cuadrarlas, elevando al cuadrado los beneficios del año anterior.


Hay que ayudar a la Fiesta, cada uno tiene que poner su granito de arena; los toreros a ponerse delante del toro, las figuras del mojicón con cuernos que les echamos; los ganaderos a traer animales y más animales y si se les echa la corrida para atrás, pues a callar y a tragar y además, a esperar para llevárselos a la finca, no vaya a ser que hagan falta y aun rechazados y todo, no vaya a ser que haga falta tirar de ellos de nuevo, y lo de pagarles, pues ya se verá, que no todo va a ser dinero. ¡Será por dinero! Pero no, siempre está el que se pone a contar las cosas feas. Así esto se hunde, ¿no os dais cuenta? No se puede decir que los toros de Ana Romero estuvieron más de 24 horas metidos en el camión esperando a ser desembarcados. ¡No señor! Lo correcto es decir que la corrida estuvo reposando y meditando el tiempo necesario para que al salir al ruedo tuvieran plena conciencia de su papel. No me parece a mí ni tan difícil, ni tan absurdo. Pero claro, seguro que don Alberto se levantó enfadado y lo paga con el señor empresario de la plaza de Zaragoza. ¿Qué culpa tendrá el hombre? Vistas las fotos, tengo que decir que la capa de los toros, ese gris tan soso, no combina bien con su entorno. Que os rompéis la cabeza pidiendo a los cárdenos y no, si es que no pegan con nada, los ven los extranjeros y no saben si son toros de verdad o de mentira. En cambio, los otros, aunque sean de mentira, parecen de verdad. Y el precio, ¡puff!! En el precio sí que no hay color. A ver si ahora uno va a tener que pagar el que doña Ana Romero y otros ganaderos echen de comer al ganado. Que no les den de comer, que no pasa nada, que ya se vio que pueden estar más de un día sin comer, ni beber y no se mueren; por poco, pero no se mueren. Así que don Alberto, que los señores empresarios no tienen la culpa de que usted se hiciera más kilómetros que el baúl de la Piquer para ver la corrida de Ana Romero y que por esas cosas de la vida se cambiaran los toros. O ¿Qué pasa? ¿Rechazaría usted una ganga  si la tuviera delante? ¿No se ciscaría usted en la palabra dada y que le dieran por ahí a la dignidad y honradez? Pero seguro que sí, que se ajustaría a esa palabra y preferiría seguir siendo honrado a tener un buen pellizco en el bolsillo. ¡Joer tanto honrado! Si hasta habrá rechazado dinero por esas fotos, si sólo pretendería que se supiera toda esta historia para ayudar a que la Fiesta fuera más honesta y con más verdad, si seguro que se ruboriza ante tantas felicitaciones y enhorabuenas. No me extrañaría que hasta dejara ya esto de lado para seguir contando sus historias del campo bravo en “El Secreto de la bravura”. La verdad es que uno, tras ver este listado de sucesos, hasta está pensando en felicitarle, aunque me fastidie. Pero no lo haré y, ¿sabe por qué? Porque si cunde el ejemplo, lo mismo entre unos cuantos más Alberto Ariza nos hunden el negocio y nos obligan a volver a aquella integridad del pasado, porque la gente ya no se dejará engañar. Veeeenga, vale, enhorabuena y reciba usted mis felicitaciones, pero que sepa que no me hace ni pizca de gracia tanta honradez. Pero, Albertito, niño… deja ya de joder con la pelota.

jueves, 17 de octubre de 2013

¿Quién le pide cuentas a Molés?

¿Será Salamanca la tierra de la nueva voz del toro en la tele?

No sé a dónde vamos a ir a parar, el país que está como está, el toreo que anda que vale y una de las cuestiones que más preocupan y ocupan a los rumorólogos taurinos es que Manuel Molés abandona la televisión. Si tengo que ser franco, no es algo que me preocupe especialmente, aunque debería. No sé si a esos rumores se les puede dar crédito o no, el tiempo dirá y ya nos enteraremos cuando veamos otra cara retransmitiendo las corridas. Pero hay dos ideas que me rondan la cabeza, o quizá tres, que hoy tengo yo la mente muy despejada: ¿Alguien le pedirá cuentas a Manuel Molés por el daño que ha hecho a la Fiesta de los Toros maleducando al público y elevando a los altares a toreros vulgares y adocenados sin mérito aparente que les hiciera merecer este honor? ¿Quién será el sustituto y qué forma de actuación será la que le guíe, si tendrá que devolver favores, que medir el tratamiento a según que personajes o si realmente defenderá la integridad de la Fiesta? ¿Ha habido algún motivo o motivador que hayan hecho que Manuel Molés salga de la televisión?

Son muchas las acusaciones que los aficionados lanzan contra Manuel Molés; se dice que durante años ha “apadrinado” a toreros, especialmente a los emergentes, y a lo largo de las retransmisiones les subía a un pedestal y los mantenía el tiempo que se considerara oportuno, hasta extender la idea de que el diestro en cuestión era una figura del toreo. Luego la vanidad, la ceguera de los encumbrados o los intereses de terceros que movían los hilos desde la penumbra conseguían romper o emponzoñar idílicas amistades de otros días. También los hubo que por no acceder a los dictámenes de las televisiones, se encontraron de frente con el todopoderoso periodista, teniendo que aguantar críticas tan absurdas como encarnizadas, sin importarles que estos pudieran golpear la más gloriosa historia del toreo. ¿Recuerdan cuando se decía que era asunto de mal torero el que a este le cogieran los toros? ¿Qué pensarían allí arriba Joselito, Manolete, Sánchez Mejías, Granero, o los más recientes Antonio Bienvenida, Paquirri o el Yiyo? Y para estos menesteres se hacía acompañar por toreros retirados, sin importar que estos mancharan el nombre que se hicieron delante del toro. No creo que haga mucha falta citar nombres, creo que todos sabemos de quién hablo, por lo que no creo que sea necesario abundar sobre ello, especialmente cuando ya no está entre nosotros y cuando es tanta la admiración que provocó entre la afición, que ya se le ha perdonado todo lo posterior a su vida vestido de luces.

Se decía incluso, según la rumorología popular, que a veces no anda desencaminada, que hasta decidía sobre la confección de los carteles, lo cual no resulta descabellado, basta que tomemos el ejemplo de Madrid, que por momentos parecía que los sucesivos San Isidros estuvieran más dirigidos a captar audiencia y abonados por toda la geografía hispana. Aquellos carteles insólitos de tres manchegos en un cartel, tres toreros de esos que dicen que dan espectáculo, pero que no eran del gusto de Madrid, que en cambio tenía que aguantarse las ganas de ver a toreros y ganaderías por los que suspiraban año tras año. Aunque luego, micrófono en mano, ya se ocuparían otros de justificar ciertas presencias injustificables. Generosos con los poderosos y cicateros con los humildes, de mano dura con el aficionado crítico y bailándole el agua a los dadivosos que no molestan y que siguiendo los criterios televisivos, expresaban con palmas, vítores y pañuelos lo aprendido ante esa caja de imágenes espectaculares y a cámara  súper lenta. Pero uno no es nadie para juzgar, ni para afirmar lo que aparentaba ser o lo que se comentaba desde hace mucho, pero mucho tiempo. Si uno fuera periodista, quizá se callaría estos rumores, pero como no lo es, ni pretende informar tan siquiera, pues se puede permitir ese lujo.

Ahora nos queda la incógnita de saber quién será el que se adueñe del micrófono las tardes de toros por televisión, por la tele de pago, se entiende. Candidatos no faltan, incluso se oyen nombres de gentes que vendrán de Salamanca, incapaces de poner un toque altisonante al periodismo taurino en televisión. ¿Se imagina alguien que la nueva voz fuera la de un independiente? Alguien que no tuviera ningún problema en decir las cosas como son y en no disfrazar de arte el amaneramiento, ni de torería las contorsiones espasmódicas, ni mucho menos de poder y dominio los primeros auxilios a los moribundos animalejos de las macrofactorías de la Tauromaquia 2.0. Pero eso no creo yo que lo vayan a ver nuestros ojos mortales. Hagamos apuestas, no me extrañaría que fuera un peón del poder taurino, que remara a favor de las figuras, los ganaderos y todo personaje que tenga voz en esa nebulosa del poder. Eso sí, no esperen que vaya a sacar la cara ni por ustedes, ni por un servidor, nosotros a lo nuestro, a pagar y a callar, faltaría más. Que cambiaremos de cara, pero seguimos bajo el régimen tiránico y opresor de los que sólo piensan en llevárselo todo lo más rápido posible.


Pero todavía me rondan unos pajarillos por la cabeza; el origen de todo esto, ¿no estará en el mismo lugar y en las mismas personas? Porque quién nos dice que todo esto no ha partido por la incomodidad que alguien poderoso podía sentir con Manuel Molés al micrófono y que pidiera, u ordenara, que le cambiaran a ese señor ipso facto. Igual ese sentido estético que llevan dentro las figuras del momento les empuja a no querer ver el mismo rostro mostachudo de siempre, será porque no hace juego con su apolínea figura que ilumina las sombras de las noches taurinas, como si fuera el amanecer de un dios; ¿será Julián, Alejandro, José María, José Antonio, Sebastián, Miguel Ángel o quizá Jesús Manuel? Sea quien sea este demiurgo tauroartístico, habrá que agradecerle todo lo que venga en un futuro, pero después de haberse demolido los fundamentos clásicos del toreo, ¿Quién le pide cuentas a Molés?

domingo, 13 de octubre de 2013

Los músicos del Titanic en la plaza de Madrid

Otro año menos, ¿habrá muchos más?


¿Recuerdan todo lo que se decía allá por enero y febrero sobre lo decisiva que iba a ser Las Ventas en esta temporada que se va acabando y que ya ha echado el cierre en la capital? Parecía que dependiendo de si esta plaza se vencía hacia un lado u otro, esa sería la tendencia de la Fiesta de los Toros en el futuro. Pero creo que nadie contaba con que este fenómeno se invirtiera, haciendo de esta plaza una prolongación de la de muchos pueblos de España, con sus protestas a los toros mansos, sus dislates orejiles, ese afán de aplaudirlo todo y lo mal que llevan que el resto del aforo no aplauda y se entregue al hijo de la Ignacia, la  farmacéutica, que quiere ser torero. El virus de la vulgaridad se va extendiendo por todos los rincones, sin que nadie encuentre el antídoto a semejante mal. Resulta que la exigencia se encuentra bajo mínimos y les bastan unos cuantos trapazos amontonados para que enloquezcan y todo aquel que no es contagiado por este mal es un enemigo de la Fiesta, un antitaurino, intransigente, perseguidor de imposibles, ignorante y además… nunca se ha puesto.

El barco empezó hace tiempo a hacer agua por el tendido alto del 5, esa media luna de cemento que empezó a asomar por el sol y que cada vez baja un poquito más y se ensancha hasta tocar los tendidos vecinos. En verano, como esa media luna de sol es inhabitable, la vía de agua se abre por los bajos del 8 y el 9 entre palmas, alegrías y pañuelos blancos, que así el viaje de vuelta es mucho más llevadero. El boquete no es tan grande como el que se da en el sol, en los bajos del 5 durante las ferias, pero es continuo, todos los domingos y fiestas de guardar, cuando el sol empieza a no apretar tanto. Bien es verdad que siempre hay cuatro o cinco locos que pretenden arreglar el desaguisado y se ponen a achicar agua con su rigor de viejo aficionado de Madrid, pero poco se puede hacer con dos toallas y tres fregonas contra esa riada de agua.

Muy grande tiene que ser el fracaso de un torero o ganadería mediática para que los pasajeros de las Ventas se alarmen, basta con un poco de mediocridad y populachera  vulgaridad para saciar el apetito de esas masas sedientas de despojos. Se embelesan con pases y más pases, asumen y hasta comparten la desaparición de la suerte de varas, aunque aún la toleran mientras sólo sea un testimonio del pasado, el toque costumbrista de la corrida. Si los mismos matadores la desprecian y están en el ruedo como el que está de campo, ¿qué podemos esperar de los que andan más pendientes del vendedor de refrescos? Recuerdo las dos tardes de Alejandro Talavante, la primera la de los seis Victorinos, que de él eran, pero que distaban un mundo de ser Albaserradas, en que los tendidos se cubrían de decepción cuando iban comprobando que las orejas no llegaban y la Puerta Grande no se abriría. Pero no parecía importar el que un torero, una máxima figura como se decía, no fuera capaz de lidiar y torear a ninguno de sus oponentes, porque estos no se adaptaban a su faena tipo, y no al revés. El espada había quedado en evidencia y había demostrado una incapacidad absoluta para considerársele matador de toros. Días después se encontró con un animal al que no fue posible pasar por el caballo, pero que seguía el trapo como un borreguito, sin importar si tal trapito le sometía, le llevaba por dónde no quería o si le obligaba mínimamente. Las embestidas dejaron paso a “buscar la zanahoria”, pero eso era lo de menos.


Pero a pesar de todo, creo que los taurinos y afines a la fe de la Tauromaquia 2.0 son muy injustos con Madrid. Se tilda a esta plaza de escandalosa, maleducada, irrespetuosa, ignorante y no sé cuantas cosas más; y no es así, porque la gran mayoría, o una inmensa mayoría, jalea todo lo que viste medias rosas, todo lo que sigue la zanahoria y cualquier ejercicio gimnástico/ circense/ contorsionista que se ejecute ante sus ojos, haya o no haya un toro en el ruedo. Se aplaude el toro fofo, se le premia aunque no vea al caballo ni de lejos, se valora como extraordinario el quedarse a merced de un toro por no conocer los fundamentos básicos de la lidia, se aplauden los arrimones absurdos y no se exige el toreo de siempre. ¿Y me van a decir que Madrid no es ya un merengue de plaza? Eso sí, siempre hay algún que otro aficionado que levanta la voz de la exigencia, que por otro lado está muy alejada de aquel tendido 7 repleto de aficionados y no de curiosos y japoneses, la andanada del 8, los aficionados del 8, la sombra dura como ninguna, el 4.


Por si quedaba alguna duda del cambio experimentado por la afición capitalina, y casi como fin de fiesta, llegamos a la apoteosis de El Cid en la feria de Otoño, esa que llegaron poco menos que a nombrar la más excelsa de la historia del toreo; sin llegar tan siquiera a juzgar lo hecho por el sevillano, en otros tiempos quizá no habría podido tener lugar por carecer de lo más importante y definitivo para valorar a un torero, el toro. Con el ciervo agatado del señor del Río no creo que muchos hubieran permitido que nadie se hubiera puesto a dar muletazos a un animal que no soportó ni media vara. Pero claro, eran otros tiempos, eran aquellos días de los tres puyazos, cuando se exigía a los coletudos como poco el saber agarrar los trastos y el saberse colocar en el ruedo, estando pendientes en todo momento de la lidia. Cuando el torear era poder, dominar y mandar en el toro y sus embestidas, cuando los defectos del animal no eran errores de la naturaleza, eran retos que el que se vestía de luces tenía que superar con el capote, la espada, la muleta, la suerte de varas y de banderillas y el conocimiento de las distancias y los terrenos. Todo esto ya suena a música celestial, a esa música que la banda de la Plaza interpreta ya hasta antes de los festejos por los pasillos de las Ventas, atronando los oídos del respetable que deambula erráticamente mientras hace tiempo para entrar a su localidad. Mientras tanto, las vías de agua siguen abiertas y ya no es que no haya manos para tapar esos boquetes, es que además hay que luchar contra los que piensan que cuanto mayor sea el agujero, más gente vendrá a ayudar para evitar un naufragio anunciado, al que sólo hay que poner fecha. Entretanto no para de entrar agua y más agua, y mientras la nave zozobra, la banda de la plaza sigue tocando y tocando, como los músicos del Titanic. 

lunes, 7 de octubre de 2013

Fracasados, que sois unos fracasados

Los derechazos hubo que imaginarlos y los naturales, soñarlos


Vaya desastre de tarde la última de la feria de Otoño, con los toros esos que tanto piden los pasados de moda que no se dan cuenta de que sus sueños y añoranzas del pasado han pasado a mejor vida. A ver si se enteran señores toristas y carcamales, si hubieran tenido a las verdaderas figuras y sus toros, los buenos, los bravos de verdad, los Zalduendos, Garcigrande, Victoriano del Río, Juan Pedro o Nuñez del Cuvillo, ahora estarían fardando con sus amigos de algún que otro indulto, necesitarían una calculadora para contar las orejas y las salidas por la Puerta Grande habrían sido incontables. ¡Hala! Ya tenéis lo que queríais, ¿no queríais los Adolfos? Pues ahí los tenéis, tragároslos y penad por no haber podido disfrutar del verdadero arte. Y qué decir de esos fantoches de esa cuadrilla que se pasa la ética taurina por el forro y que con tal de escuchar un puñado de palmas son capaces de perjudicar a sus compañeros de profesión. Pedidle también ahora a Fandiño que adelante la pierna. Si es que no tenéis ni idea de que va esto, estáis amarrados al pasado, o mejor dicho, a una ilusión del pasado que nunca existió y negáis la realidad, la mejor realidad de la historia y que todavía puede mejorarse, basta con adaptarse a la sensibilidad de nuestro tiempo. Y además, olvidaos de esa plaza de Madrid, un antro caduco que no cabe en el nuevo orden taurino.

Bueno, voy a quitarme las tenazas de los genitales y espero que me cambie el humor y si además aflojo las tuercas que hacen que unos clavos me taladren las sienes, seguro que hasta me pongo de buenas. ¿Qué cuál es el motivo de este párrafo tan políticamente correcto de acuerdo a la Tauromaquia 2.0? Pues muy fácil, para que se pongan en el lugar de los taurinos y dejen de criticarlos por la sarta de sandeces que en especial sueltan en las últimas semanas los voceros oficiales. Piensen que muchos están intentando colocarse en primera línea de salida para el momento en que se oficialicen todas esas aberraciones de ese espectáculo que tanto desean. Eso sí, que tengan cuidado, no vaya a ser que andan pegando codazos a diestro y siniestro para hacerse un sitio y que luego que la carrera va en sentido contrario, viéndose los últimos de la fila, lejos de cualquier posible clasificación con derecho a poner el cuezo.

Si ahora les digo que la de Adolfo Martín ha sido un corridón, pues más de siete me mandarían al cotolengo con la camisa de fuerza. Yo les cuento, brevemente, y luego sacamos conclusiones. Si empezamos por la presentación, pues ha habido de todo, con trapío, corralones, raspas, largos, cortos, dando la sensación que en la ganadería había que liberar cercados para otras necesidades. Aparte de las malas lidias, de que no se ha intentado fijar a casi ningún toro y de los muchos capotazos que se han repartido en el ruedo venteño, los del señor Martín han manseado en general, han peleado poco o nada en el caballo y en el último tercio algunos hasta han metido la cara en la muleta, pero los de las medias rosas no han sabido aprovechar las escasas circunstancias favorables. Mucha ovación de salida, dando la sensación que era más por la influencia del hierro en la mente del público, que por lo que se veía en el ruedo.

Los matadores, a los que al acabarse el paseíllo se les empujó al equívoco al escucharse unas palmas que no iban dirigidas a ellos, sino más bien a la cuadrilla de Castaño. Pero mire usted, eso ya me parece un poco rizar el rizo, sobre todo cuando su última actuación no fue la mejor, a pesar de la vuelta al ruedo y todo. Se esperaba a Ferrera con cierto buen ambiente, esperando que regresara aquel torero serio y pendiente de la lidia, deseando que hubiera dejado de lado sus exhibiciones atléticas. Pero todo se quedó en un absurdo repertorio de posturas y modos de hacer extremadamente histriónico, que se llevaba por delante cualquier posible fundamento de la lidia. Banderillas a toro muy pasado, errores garrafales al clavar, faenas largas sin caer en cómo son las condiciones del toro. Como en su primero, que no tenía un pase o el cuarto, al que le dio banderazos a granel, abuso del pico, trallazos destemplados, ahogando al animal y desesperando al personal. Vamos a ver si se relaja y vuelve a ese espejismo de los últimos meses, aunque está claro que él se defiende mejor en el barullo.

Completaba el cartel la cuadrilla de moda que además lleva a Castaño por ahí para que conozca España. Tampoco estuvieron acertados, si acaso, Fernando Sánchez con los palos, exhibiendo esa forma tan suya de interpretar la suerte. David Adalid no estaba para nadie y Tito de Dan Bernardo sin tino con el palo, si acaso dejó algo fue la monta para citar al toro. El matador que les acompaña, Javier Castaño, disipó cualquier duda sobre su capacidad como matador de toros, es más bien baja. Incapaz con el capote, a la deriva con la muleta y a expensas de lo que mandara el toro.


De Iván Fandiño se esperaba que confirmara con el toro comercial y el duro, eso que tanta gente espera que atesore, toreo del bueno y esa decisión que le empuja para querer ser gente en esto del toro. Una tanda de derechazos peleados a su primero y poco más. Trapazos que le obligaban a recolocarse y mucho pico. No vio el pitón izquierdo de su segundo y se limitó a tirar líneas rectas. Mala tarde en general. Igual hasta llevan razón esos que dicen que con este tipo de toros no hay nada que hacer, pero igual es un poco precipitado, ¿no? Si siempre estuvieran al acecho para encontrar los pecados de todas las  ganaderías y todos los toreros y a la mínima les estuvieran mandando muy lejos, ¿qué tendríamos que hacer con todo ese conglomerado de la Tauromaquia 2.0? Con estos la paciencia es infinita y el punto de vista con que se juzga todo es extremadamente benévolo. Pero no, con estos se aguanta y se aguanta y se traga un espectáculo indecente, el abuso se unos señores jugando a hacer volatines delante de unos moribundos penosos. Así que lo mismo tenemos que empezar a pensar eso de tirar por tierra esta parte de la Fiesta que aunque tenga tardes malas, se aproxima más a la idea de lo que esto fue. Pero que nadie se piense que una tarde de toros de verdad tiene algún parecido con lo sucedido en la última de Otoño en Madrid. Recordad que este tipo de ganado es el único que puede hacer que esto dure algo más, porque con lo otro definitivamente sí que seremos unos fracasados, pero de marca mayor.

sábado, 5 de octubre de 2013

Un palo, un palo, es un palo

¿Por qué las gaoneras tienen que ser siempre latigazos destemplados en los que el torero le quita el capote de repente al toro? QUe también se pueden dar toreando, ¿no?


Que felicidad esos niños que se divertían con cualquier cosa y que veían en un palo una espada de caballero andante, el pilum de un legionario, una barita mágica, un estoque con el que algunos acabábamos nuestras faenas en las plazas de nuestros sueños, todo menos una espada láser, que para eso viene mejor el mando de la tele, cuando los papás no miran. O como aquellos toreros a los que les salía un barrabás y ellos veían un toro de triunfo, un toro que les reportaba una montonera de contratos y así poder hacer la temporada. Pero esos eran otros tiempos, ahora les sale una corrida del Puerto de San Lorenzo para poder sacar lo que llevan dentro y en lugar de ponerse a torear se lían a pegar pases. Una corrida mansa, pero que en banderillas parecía que les daban un revulsivo y se quedaban de dulce para la muleta. Bien es verdad que tenían su cosa, pero nada que no se pudiera superar con un torería y unas gotitas de buen lidiador; justo lo que no han puesto en práctica los tres matadores, Alberto Aguilar, Joselito Adame y Jiménez Fortes.

Alberto Aguilar se enfrentó a un primero al que nadie fue capaz de fijar en los capotes, se le picó poco y mal. Iba mejor por el pitón derecho, como el matador pudo comprobar en la primera tanda de derechazos. Se venía de lejos en busca del engaño, pero fue empezar a asomar el pico y las malas maneras y la cosa se fue torciendo. Naturales sueltos y sin pararse quieto, hasta conseguir agotar las buenas embestidas que tenía el animal, que no eran demasiadas, pero las llevaba dentro. Al cuarto, de la Ventana del Puerto, también le dejó vagar por el ruedo a sus anchas, manso como sus hermanos, hizo sonar el estribo en el caballo, con la cara mirando a las nubes y escapando del palo que le molestaba. Se venía de largo a la tela, para ser recibido con trallazos, ratonerías y trapazos varios, hasta que el matador se vio desarmado en un derrote. Aguilar decidió acortar drásticamente las distancias y allí se puso a ver si le aplicaba el toreo moderno, sin verse tan apurado. También le tocó el segundo que correspondía a Adame, pero por el percance del azteca pasó a manos del madrileño. Más carreras y más mantazos al manso que buscó las tablas para calmarse el picor de los palos, un manso que al abrigo de las tablas tomaba la muleta con más suavidad y que al sacarlo para afuera protestaba y derrotaba. Más voluntad que buen hacer y muchos pases, demasiados, que no aprovecharon lo bueno que allí había. A medida que avanzaba la faena se ponía más difícil, a medio viaje echaba la cara arriba y salía del pase como salen los burros del molino.

Joselito Adame sólo pudo matar uno de la Ventana del Puerto con más voluntad que pericia. Lo recibió a portagayola y lances al viento que no conseguían retener al toro en las telas. Mal picado, paralelo al caballo, con la cara alta se iba suelto en cuanto veía la ocasión. Pronto por ambos pitones, fue recibido en el último tercio con estatuarios a pies juntos y una serie por la derecha que dejaba ver como el toro se ponía pegajosito y el matador no era capaz de dominarlo. Por el pitón izquierdo iba como un mulo, pero poco a poco iba imponiendo el gobierno de su desgobierno, para acabar prendiendo al torero, propinándole una tremenda paliza. Mucha voluntad, pero nada más y así es muy difícil ser torero, porque esto no es estar a merced del toro a ver qué pasa, además hay que saber como dominarlo y hacerlo ir por el camino del espada. El mexicano pasó a la enfermería y no pudo continuar la lidia.


Jiménez Fortes, aquel muchacho que un día impresionó como novillero, con aquella quietud y aquel manejo del capote en un puñado de verónicas, ha desembocado en un toreo vulgar, insulso, aburrido, torpe, monótono y sin fundamento. Nada pudo con su primero, un manso que tenía mucho que torear, sin que esto fuera imposible, sin admitir ese toreo moderno uniformado que pretende aplicar la misma faena a un toro, una moto, un carrito de bebé o al camión de la basura. Al segundón más de lo mismo, un toro distraído al que Carretero le dio una lidia magnífica, pero su jefe de cuadrilla no estaba por la labor de torear, con los pases se bastaba, aunque estos aburrieran a la concurrencia, pero si el chico no sabe otra cosa, ¿qué le vamos a pedir? Y así transcurrió la corrida de El Puerto de San Lorenzo con dos remiendos de la Ventana, quedándose el aficionado con la sensación de que los mansos habían ganado a los de luces. Y el que quiera divertirse, pues que se busque algo que pueda ser una espada de samurai, una vara de picar, la espada de Mazzantini o la fusta para montar a caballo y ¿qué puede ser todo eso a la vez? Un palo, un palo, es un palo.

Perdonen las disculpas


La espada, tantas veces en contra de El Cid

Hay días en los que uno se deja llevar por la pasión, por el entorno, por las circunstancias o por toda la plaza entregada como una sola voz a un sentimiento extremo de emoción; y otras, en que por más que se fija, no acaba de encontrar el intríngulis al asunto. Incluso, hasta puede que se llegue a simular esa locura, simplemente para no tener que estar enfrentado al mundo, que quizá sea lo más inteligente, lo que más parabienes y enhorabuenas cosecharía y palabras de elogio para largar el ego a cotas estratosféricas. Pero si uno mismo no se siente a gusto con lo hecho, apaga y vámonos. Y dicho esto, enseguida van a entender el porqué de esta introducción al relato de lo ocurrido en la plaza de Madrid en la segunda de la feria de Otoño. Vamos a ello y que Dios me pille confesado.

De los toros de don Victoriano del Río y don Toros de Cortés, bastante favor le hacemos al señor ganadero si les tratamos como toros, incluido el buey cuarto al que hasta se pidió la vuelta al ruedo -qué cerca veo el indulto en Madrid- a pesar de su comportamiento en varas. Perdón, debería decir su no comportamiento. Cómo estaría la cosa, que se han ovacionado varios toros de salida, por lo general gordos, cada uno de su padre y de su madre y ese cuarto que más bien parecía un ciervo. Que a uno le gusta el velamen de tamaño, pero la cosa tampoco se trata de echar ciervos con casi cuerpo de Bambi. Flojos, tirando a mansotes, que en la muleta iban y venían, eso sí, siempre y cuando no se les sometiera con los engaños, no fuera a ser que el animal rodara por el suelo. Los que saben de esto felicitarán al ganadero, pero los que no sabemos, cada vez estamos más hartos de estos dos hierros del mismo señor. Pero ya ven, el respetable y los profesionales se quedan con aquello de la mejor corrida de San Isidro.

La terna la constituían El Cid, Fandiño y Ritter. Pues bien, empezando por el final, si el colombiano no estaba bien de novillero, de matador de toros ya no llega ni para la repesca. Un toreo con trallazos, sin mandar, dejando al toro a su aire. Muy pesado, mucho pase y con un repertorio ya pensado desde casa. Permitió demasiado capotazo sin razón y en el momento en que sus animalejos le exigían lo más mínimo o le apretaban en algún caso, a lo más que llegaba era a perder la muleta y a echar a correr de allí. Si estuviéramos en el colegio, quizá habría que mandar a don Sebastián a que repitiera curso como novillero y cuando ya se supiera el temario, que se volviera a presentar para matador de toros.

Volvía Fandiño tras aquella tarde en la que llegó más lejos de lo que el público espera y exige, sin importarle el tener que salir de la plaza en una camilla y como pasajero de una ambulancia. Este público malo, malote, incómodo, irrespetuoso y no sé cuántas barbaridades más, hizo salir a saludar al vasco al acabar el paseíllo. A ver si va a resultar que mi plaza de Madrid no es ese ogro que se come a los niños. Y vean que digo mi plaza, porque en días como este, uno la siente aún más suya. Esta vez Iván Fandiño no lució como en otras fechas y quizá el motivo hay que buscarlo en que los toreros bravos necesitan un toro y por mucho que siguieran los trapos los del señor del Río, no es lo mismo embestir que seguir una zanahoria. Recibió a su primero con unas verónicas movidas que no hicieron que el animal se fijara en los capotes, lo que provocó que anduviera errante por el ruedo, hasta que se topó con el picador. Sin colocar, al hilo de las tablas, recibiendo un exiguo picotazo apoyando los lomos en el peto. Otra caricia en la segunda vara y para adelante. Jarocho resultó volteado por este florón que seguía su Las Ventas Tour por el ruedo, doliéndose de los palos como el niño al que quitan el chupete. Pases por alto a una mano por ambos pitones y unos remates garbosos por trincherillas abrieron la faena. Una primera tanda de derechazos y otra más, pero sin temple y más retorcido de lo recomendable, naturales levantando la mano al final, sin rematar y echando para fuera al del señor del Río. El epílogo de la faena se rellenó con unas manoletinas que habrían tenido bastante más valor con cualquiera de los toros que ha matado en esta misma arena y no con este híbrido de mona y bóvido poco listo. Le sonó un aviso antes de entrar con la espada, para dejar una entera rinconerilla y alto tendida. El resultado, una orejita, que lo malo es que le contará para las estadísticas del matador, pero que no está, ni de lejos, a la altura de otras tantas aquí cosechadas. En su segundo nos hizo tener la sensación de hurtarnos el primer tercio, que se redujo a dos arañazos mientras el toro pegaba cabezadas en el peto y digo cabezadas, que no cabezazos. Retorcido con la muleta, no sé si se puede decir que templara, pues el animalito iba con paso derrotado y de moribundo. Serie de banderazos al natural y mucha sosería. Entera trasera y a esperar a los de Adolfo Martín y que estos respondan a la expresión “toro”.


Abría la terna El Cid, el torero que entusiasmó a mi plaza, que la desesperó, la hizo perder toda la ilusión y al que siempre se espera para ver si vuelve aquel torero que un día se perdió. Pues parece que la conjunción se ha vuelto a dar y ambos se han entregado sin reservas. Y sin pretender ser como la abuela en la jura de bandera del nieto, que toda ufana y orgullosa decía: “Mira, mira, el único que lleva el paso bien es mi nieto, los demás van mal”, vamos al lío. En su primer cebón, al que por supuesto ni se le pudo picar, El Cid mantenía la línea de los últimos tiempos, ventajista, pasándoselo muy lejos, sin pararse y alargando el brazo. Pero fue en el cuarto donde todo se revolucionó. Un ciervo, excesivamente cornalón, especialmente si tenemos en cuenta esa armonía que tanto cacarean los taurinos. No es porque fuera ya un toro viejo, pues antesdeayer estaba celebrando su cuarto cumpleaños en la finca del señor del Río. Me parece mentira el verme criticando a un ganadero por echar un toro tan cornalón, con unas espabiladeras de cuidado. El animalito con su embestir de burro cabezón recibió unas verónicas desganas del matador, para después echarse una cabezadita junto al caballo, aprovechando que allí no le molestaban y por supuesto que tampoco le picaban, faltaría más, eso lo dejaban para el sexto, al que el montado pretendió darle lo que correspondía a toda la corrida. Hizo El Cid un quite airoso entre delantales y verónicas, que animaron al respetable. No era su turno de quites y permitió que Fandiño hiciera el que le correspondía, esta vez por gaoneras a base de trallazos. ¿Cuándo veremos unas gaoneras templadas y no ese ahora te quito el capote? Respondió el sevillano con unas verónicas echando la pierna atrás según entraba el toro, para acabar con una buena media por el pitón izquierdo, aunque quizá no tanto por la postura abelmontada metiéndose en el toro, como por llevarle toreado y embebido en el capote. En su primera tanda de naturales, servidor vio cómo el pico de la muleta viajaba entre los dos pitones acariciando el testuz y escupiéndolo hacia fuera. Otra tanda con similares trazas y otra más. Derechazos empalmados y vuelta a la derecha, pues el animal era más incómodo por el pitón derecho. Nunca se entregó y los muletazos nunca pudieron ser bajando mínimamente la mano. Bien es cierto que el torero mantuvo recta la figura, pero la sensación que a uno le quedó es que la tela volaba al viento y el burro del señor del Río seguía la zanahoria. Dos pinchazos y un bajonazo infame. Y este es mi parecer o mejor dicho, las sensaciones que yo tuve. Habrá quien diga que mis sensaciones le importan un pito, pero esto es lo que viene siendo Toros Grada Seis desde el primer día. La plaza, mi plaza, rebosaba con un sentimiento, seguro que los que vieron la corrida por la tele también, pero a mí eso no me llegó. Me quedé frío y pensando muchas cosas, aunque esas me las guardo. Dejándose llevar por la euforia, los hubo que hasta pretendían que hubiera una vuelta al ruedo del burro del señor del Río, pero eso no fue posible, afortunadamente, ahí estaba mi plaza para decir que no había lugar. Así acabo este relato al que le he dado mil y una vueltas, he dicho lo que me dictaba el corazón y lo que sintió mi plaza, la plaza de Madrid, que en esta tarde la he sentido más mía que nunca, a pesar de que servidor fuera con el paso cambiado.

viernes, 4 de octubre de 2013

Cariño para los novilleros, aunque no lo merezcan

El peonaje ha estado a la altura de los maestros, mal, con mucho capotazo y 

Está claro que hay que ser condescendiente con los toreros del escalafón inferior, esos que aspiran no a ser matadores de toros, sino a ser figuras del toreo. Como se ve, no es que tengan aspiraciones demasiado altas, se conforman con lograr honores como figuras y no como toreros. Y realmente llevan sus planes con escrupulosa rectitud, tal y como han demostrado los tres coletas que han hecho el paseíllo en la primera de la feria de Otoño, Javier Jiménez, ratonero y aturullado muchacho que no entiende ni qué es el toreo clásico, ni lo que le piden algunos resistentes de la antigua afición capitalina; Diego Fernández, vulgarote y pesado, al que no hay quien lo saque del pase, pase, pase y más pases; Juan Ortega, que como la mayoría, por no decir que como todos, naufraga en cuanto le sale un toro para torear y no simplemente para pasar de capote y muleta. Los del Ventorrillo mal presentados, con unas cabezas mal armadas, que lo mismo parecían un toro camargués, que el asa de una tetera, de hechuras poco agraciadas y con un comportamiento de mansos ante los caballos, aunque a veces pudieran disimularlo mínimamente. Igual empujaba alguno, pero tarde o temprano acababan yéndose sueltos, escapando del castigo.

El tercero dio el pego en la muleta, yendo y viniendo, si bien también ayudaba que el señorito Jiménez  no toreaba y se limitaba a acompañar las arrancadas, sin someter la embestida lo más mínimo. Eso sí, hay que reconocer el mérito de retorcerse como las grandes figuras y esa forma de alargar el brazo más allá de los límites de lo razonable. Con estas trazas, tampoco se le iba a pedir que matara arriba y sin largar la tela para salir del trance con mayor comodidad. Parece ser que no acabó muy contento con el público de Madrid, a quien dice no entender y del que no sabe qué es lo que quiere. Pues pronto empezamos. Quizás habría que decirle que no se mide la valía de los capotazos por la cantidad, que el telón rosa sirve para lidiar al toro e irle enseñando y preparando para el último tercio, que el caballo no es un trámite y que hay más detrás del uso de la muleta, más allá de lo de las orejas e indultos.

Diego Fernández, otro fiel seguidor de nuestras figuras que tanto nos dan y tan poco valoramos, aparte de una sosería crispante, de esa falta de temple común a todos los chavales y a toda la torería en general, si por temple entendemos llevar al toro suavemente, que no acompañar el viaje de un medio moribundo que camina cansinamente y de una absoluta apatía y desconocimiento de la lidia. Intentó ser variado con el capote, pero sin sentido, ni razón, sólo porque le debía apetecer. Igual con la muleta, mantazos y más mantazos, sin ningún mando, hasta conseguir no poder meterle mano al novillo por ninguna parte.


El último, Juan Ortega, quizá se encontró con el mejor novillo de la tarde, pero de nuevo esa incapacidad generalizada de poder a un toro ha posibilitado el que el animal se fuera convirtiendo en el dueño del ruedo. Ya desde el segundo tercio, donde mostró sus intenciones, Por el lado derecho iba como un rayo, siempre que no se le obligara. En línea recta era un vendaval, que lo mismo se llevaba por delante los capotes, que los palos, que la muleta. Mientras, los tres novilleros pensarían que los culpables de todo este descalabro eran los que ocupaban los tendidos en poco más de la mitad del aforo, si es que llegaban a esa mitad. Seguimos con los mismos males, las mismas carencias, la misma desesperación, la misma desilusión y las mismas caras de decepción de siempre. ¿Se acuerdan de aquellos jóvenes que atropellaban la razón queriendo ser toreros? Pues yo tampoco, hace tanto tiempo. Pero ya ven, siempre hay quien sale a defender a estos chicos, relatando esa cantinela de que son chavales, que están empezando y que hay que cuidarlos y mimarlos. Pues nada, dejémosles hacer, aupémosles como figuras y luego se ciscarán en la parentela de todo aquel que no caiga rendido a sus encantos.

martes, 1 de octubre de 2013

Un puyazo como bravo, el segundo con dudas y el tercero sólo para los que lo son


Hasta un manso puede tomar una vara de lejos, pero no le vamos a indultar por eso, ¿no? Démosles tiempo para que canten la gallina, que si tienen mala condición, acabarán dando el cante

Ya se ha acabado todo este enredo, esta trampa o esta esperanza de los encastes minoritarios y la novillada concurso. No voy a entrar a analizar lo que ha pasado en todas estas tardes, aparte de que empezamos con unos calores sofocantes y hemos acabado pidiendo la hora vencidos por el frío. Ya he mostrado en más de una ocasión mi disconformidad con esto de los encastes minoritarios; la UCTL y este grupo de ganaderos definitivamente han entregado la cuchara, han aceptado el que les pongan en el rincón de pensar, apartados, más bien arrinconados, para que piensen en el pecado que arrastran por no criar los borregos al uso. Con tal de vender una corrida, algunos incluso han admitido su derrota. Lo que toda la vida han sido toros de lidia, variedad de encastes y vigor de la Fiesta, han pasado a ser la vergüenza del que cría algo que no puede optar a ser anunciado en todas las ferias. Han querido hacernos tragar eso de la pureza, como si hace doscientos años se hubieran encontrado tantas vacadas de toros como encastes o familias hay en este momento y nos los han traído tal cual eran, hasta los inicios del siglo XXI, en que otros han decidido de forma unilateral y sin contar con el aficionado, que eso ya no vale para nada. ¡Qué esto es puro oiga! Entonces al zoo de viejos dinosaurios o al ciclo de encastes minoritarios de Madrid, ese paredón con forma serial dominguero, en que se debe evidenciar que no hay más toro que el de Domecq, quizá Núñez y poco más, lo justo para servir de coartada a algunos y decir que matan corridas de todas las procedencias.

Hemos visto en Madrid una de Prieto de la Cal y Concha y Sierra muchísimo mejor de lo esperado, si contamos que las expectativas eran que el ganado fueran marmolillos sin fuerza, mansos y sin lidia posible, que es como afirmar que no hay canciones para ciertos idiomas, también minoritarios. Mejor resultaron los de Villamarta, aunque no lidiaron la corrida al completo y los de don Aurelio, como se habían hartado proclamando la bastardía de su linaje, no entraban en la pelea; por esta razón, su impureza de linaje, los aficionados miraban a los del señor Hernando, de reojo, con displicencia, como un marqués mira a los hijos del jardinero, sin caer en la cuenta del gran parecido que tienen con los herederos de su marquesado. No podemos decir que hayamos gozado de una galerna de bravura, casta y poder, pero una cosa ha quedado muy clara, estas ganaderías, incluida la imp
ropia, han demostrado que no están por debajo de ninguna de las comerciales, que con más genio que casta, que no debía estar invitada a estos fastos, algunas tardes ha habido menos sopor y molicie que otros días de gran expectación, que ha habido hasta instantes de cierta emoción, paro tampoco nos creamos lo que no es, y que han quedado retratados todos los señores novilleros, con sus cuadrillas al completo, al dejar claras y notorias evidencias de que les apartan del carretón y no saben cómo se resuelven estas papeletas minoritarias. Que nadie se asuste, que así haciendo memoria, creo que no ha salido ningún barrabás, simplemente no se adaptaban a eso de picotazo, pase, pase, pase, pase… A nada que notaban un poquito el sabor del picante, ya estaban despendolados sin saber para donde tirar, sin que esto recordara tan siquiera al tabasco o la guindilla. Si acaso a los sobres de mostaza que dan con las hamburguesas en los bares de carretera.


Como fin de fiesta, la corrida de novillos concurso de ganaderías, Gracilianos, Vega Villar, Saltillo, Martínez- Jijón, Gamero Cívico y Coquillas. No ha sido una corrida buena, quizá se han desaprovechados algunos gracias a las lidias infames de los coletudos, de los cuales, alguno se ha permitido el lujo de pedir el cambio al segundo puyazo. Deberían estar tan en su mundo, que ni se enteraban de lo que pasaba en la plaza. Les ponen el libro delante de las narices y no aprenden ni a coscorrones. Tienen tan aprendido eso de dos picotazos y cambio, como tanta gente, que se piensan que con dos entradas al caballo ya se ve suficientemente bien al toro. El de Juan Luis Fraile, Graciliano, ha ido tres veces al caballo, ha empujado, aunque con la cara arriba, pero en la tercera vara, desde más lejos, ha acabado metiendo el hocico debajo del peto, pero en cambio, aunque era un toro para estar bien con él, antes había que limar las complicaciones que presentaba. Son las cosas del toro. Pero si algún fiel a la Tauromaquia 2.0 y posteriores se encontraba por allí, tuvo que pensar que un mal diabólico se cernía sobre el Vega-Villar, que recordaba más a aquellos impresionantes corralones de don Luciano Cobaleda, que a los supervivientes de Sánchez Cobaleda. Salió el toro que se comía los trapos, seguía a los que se paseaban alegre y despreocupadamente por el callejón, se quedaba con el espectador que estornudara a destiempo y junto con su impresionante presencia, los aficionados ya se frotaban las manos, ¡un toro bravo! Le pusieron de largo al caballo, se arrancó con prontitud y alegría, se empleo aceptablemente bajo el peto, pero cuidado, cabeceaba mientras le arreaban un puyazo en medio de los lomos. Le sacaron y le llevaron aún a mayor distancia, de nuevo se arrancó con alegría, el que según los cánones actuales, era un toro de indulto. Pero ¡amigo! el toro de lidia, cuando no es un borrego criado como tal borrego, es caprichoso e impredecible. Llegó a su destino con un galopar que daba gusto verlo y ¡Aúpa! Cómo brincaba con solo notar el palo rozándole el morrillo. Salió a escape en dirección a toriles, a ver si alguien le abría la puerta para marcharse de copas a Chicote. Pero, ¿no era un bravo de indulto? Pues si lo era, lo disimulaba a la perfección. Cantó la gallina tal y como lo describen en los tratados de la más profunda mansedumbre. Y a partir de ahí se dolió con descaro en banderillas, se defendía en la muleta, entrando con mucha incertidumbre a los cites. Aquel que diez minutos antes se merendaba las telas. ¡Qué cosas! El fiel de la modernidad debía estar perplejo, aunque, ¿quién sabe? igual se paró a pensar sobre lo sucedido y llegó a la conclusión de que la uniformidad pretendida no es aconsejable. Pero esta variedad y esta riqueza de matices que se mostró durante el festejo, alcanzó una nueva dimensión con el que cerraba plaza, un ejemplar de Coquilla, que quizá pudiera ser considerado el más completo, pero sin destacar especialmente en nada, pues en el caballo sólo se arrancó una vez con alegría, en el tercer viaje, buscando con ansia el caballo, pero las otras tres que le hicieron ir se iba acercando poco a poco, tardeó un mundo, quizá porque no acaba de ver claro eso de que se le picara, especialmente con tanto desacierto como lo hizo el pica que le tocó en suerte. Luego se paró un poco en banderillas y en la muleta, los trallazos y ausencia total de temple no nos permitieron verle dar más de sí. He puesto tres ejemplos, uno parecía que tenía algo de bravo, sin volverse loco, otro lo parecía pero estaba en el polo opuesto a lo que se entiende por bravo y otro, que podría dar la idea de que lo era, tampoco lo era tanto. Los de luces, como todos los que nos han visitado el mes de siempre y los del resto de la novillería, dejaron claro que no saben torear, no tienen ni idea de qué es torear, ni lidiar, ni ven al toro, ni lo entienden, todo es dar pases, muchos pases, pases de van y viene, sin molestar y esa idea de faena no cuadra con ciertos hierros, los de los propietarios de muchas ganaderías, ganaderías pertenecientes a la UCTL, que han sucumbido y rendido sus armas a la modernidad y han aceptado su fracaso, con tal de vender una corridita al año en Madrid. Pero demos el ciclo como bien empleado si al menos algunos se han dado cuenta de que cualquier toro puede tomar un puyazo como bravo, que en el segundo pueden aparecer  dudas y que el tercero sólo lo toman los que lo son de verdad.