lunes, 29 de abril de 2019

Un señor que nunca se va a ir

Un día de agosto un semental de Cuadri me hablo del saber y el estar de don Fernando



Saltó la noticia, don Fernando Cuadri se retira, se va a tomar un descanso. Pues enhorabuena, que bien ganado se lo tiene y enhorabuena, porque esa labor que viene realizando desde hace casi medio siglo, se lo permiten. Leía en el Retoñal que han sido cuarenta y seis años; pocos son para el aficionado a los toros, a quienes les gustaría que estuviera a pie de campo otros cuarenta y seis y cuarenta y seis años más. ¿Egoístas? Al extremo. Pero no creo que haya que apenarse, ni rasgarse las vestiduras, porque don Fernando no va a dejar de estar, que estoy convencido que ni exiliándole a la fuerza a la isla de Santa Elena se apartaría de lo que es Comeuñas. No acudirá cada mañana al campo, dispuesto a ajustarse los zahones y subirse al caballo, pero siempre estará y seguro que toda su gente seguirá sintiendo su presencia.

Los más grandes no necesitan estar permanentemente en el timón, no lo necesitan; eso quedaba para los capataces en los galeones, que sin el látigo, no había quién diera un palo al agua, al contrario que los buenos patrones de barco, con la tripulación tan bien engranada, que desde el capitán al grumete, todos saben cuál es su sitio. El legado dejado por don Fernando seguirá marcando el rumbo de la nao capitana del campo bravo, Cuadri. Y en caso de dudas, si asoma el temporal, seguro que acompañará a los suyos en el puente de mando. Entre otras cosas, porque no debemos olvidar un hecho incuestionable, que este señor, sobre todo, es aficionado y de los buenos y esa afición implica el estar siempre disponible cuando el toro llama.

Lo de ser ganadero debe ser una de las cosas más complicadas que existen bajo el cielo, dónde se pueden tener atados todos los cabos y de repente llega el toro y lo pone todo al revés, pero estoy convencido de que esto, el toro, no ha sido lo más arduo para el ganadero, entre otras cosas, por su saber y esa condición de buen aficionado y cuenta con que, cómo reza el dicho, “el hombre propone, Dios dispone, llega el toro y todo lo descompone”. Quizá estas sorpresas, estos imprevistos sean un aliciente más para seguir en este camino. Pero quizá sean otros elementos los que puedan hacer especialmente duro este caminar en el mundo de los toros, las críticas mal intencionadas, las que parecen más bien responder a situaciones y deseos que nada tienen que ver con el toro. Los exabruptos de esos que quieren que el toro, toro fracase, para lanzarse con ansias desmedidas a ensalzar el medio toro. Esos que abominan de la casta, porque los de su cuerda no pueden con ella, los mismos que no son capaces de ganarse el cielo y se tienen que conformar con intentar mandar al purgatorio a los que no rehúyen el mirarla a los ojos cada tarde que se visten de luces. Esos mismos que esperan un solo toro que salga complicado para repetir esa salmodia del incapaz: ¿y eso es lo que queréis? Pues sí, eso es lo que queremos y lo que don Fernando ha criado desde hace más de cuarenta años.

Quizá habrá algún ingenuo que se frote las manos pensando que con don Fernando se va el toro de verdad, pero hasta en esto descubren su ingenuidad. Parecen no darse cuenta de que en esa casa se ha trabajado para crear, mantener y enaltecer al toro de Cuadri, no al de don Celestino, ni a la de don Fernando, ni al de nadie más. La historia de esta casa se traduce en la proyección de una idea de la fiesta, una idea de toro, sobre un animal con unas marcadas señas de identidad. Quizá don Fernando se aparte de la primera línea y dejará que sean los que vienen detrás los que pongan la cara, pero don Fernando no se va, es imposible, porque su labor sigue ahí y siempre estará vigente. Que la presencia que queda es la de una idea, una filosofía, una forma de hacer y de entender. Todo esto es lo que nos hace entender que don Fernando Cuadri siempre será un señor que nunca se va a ir.

Enlace programa Tendido de Sol del 28 de abril de 2019:

lunes, 22 de abril de 2019

Un oasis en mitad de la aridez modernista


Hasta una revolera puede calmar la sed del aficionado

Quienes se hayan dado un paseo por el desierto de un par de semanas y se hayan encontrado al cabo de los días con un oasis de aguas frescas y cristalinas donde poder reposar a la sombra de unas palmera, quizá podrían explicar mejor que uno mismo la sensación que nos ha generado Juan Ortega la tarde del Domingo de Resurrección en Madrid. Un torero que ya había despertado cierta expectación en su anterior actuación y que si el señor Casas, don Simón, no lo remedia, solo le veremos una tarde más en esta plaza. Que será por lo largo que se nos ha hecho ese deambular por las arenas de fuego, que ya hay quién ve en el sevillano la salvación del toreo, el todo en uno, pero no corramos tanto, que parecemos especuladores inmobiliarios, que nos encontramos con un oasis y ya queremos convertirlo en un resort con campos de golf, pistas de padel, siete piscina con distintas ambientaciones, con olas, barcas de recreo, luz y sonido y una barra en medio sirviendo zumos, cócteles y panceta a la brasa con aceitunas con pimientos rojos. Que aquí se nos va la mano en cuantito que nos dejan un poquito.

Que no se puede decir que Ortega lo tuviera fácil, pues la corrida de El Torero no daba facilidades para ponerse exquisito, que el que no manseaba, se caía, el que no, medio se aguantaba en pie y los que salieron con un pelín más de chispa le tocaron a Pablo Aguado, así que nada de nada. Pero con este material, Juan Ortega dejó ver que quería, que ya es bastante. Que vale que de recibo a su primero se le enganchara por momentos la tela, pero ahí se quedó quieto. Que costaba llevarlo, pero para dejarlo en el caballo lo hizo con una revolera plena de gusto, de buen gusto. Luego un quite a la verónica que si bien es verdad que deslizaba para atrás la pierna de entrada, llevó embarcado al toro, muy embebido en el capote. ¡Caramba! Un tío que sabe manejarse con el capote y que no lo utiliza solo para levantar polvo y aire. Ligadas una y otra, otra y una. En el último tercio inició con muletazos por abajo, llevándolo, tirando, templando y la muestra de ello es que en el remate pegó un tirón y el toro se le fue al suelo, evidencia de que el temple tiene ese poder de hacer que los toros no se caigan tanto. Se echó la tela a la derecha e instrumentó varios redondos aseados que podían hacer pensar en algo, pero quizá atravesaba demasiado el engaño, llevando al animal con el pico, para rematar con un buen trincherazo, que evidenció de nuevo el gusto de este matador. Si hasta parecía sevillano, de cuando a los sevillanos se les notaba la cuna. Igual algo tiene que ver el maestro Pepe Luis, Vargas, que andaba por el callejón, siempre con estricta observancia de la discreción que debe mantenerse, sin vocinglerías, ni ademanes exagerados. Por el izquierdo poco hubo, medios pases rematados delante, para volver de nuevo a la diestra, ahora exagerando más el pico. Quizá el toro le hubiera ayudado más un poco más abierto, no más de la raya del tercio, dónde es posible que se defendiera menos, pero también estaba el aire, que tal y cómo iba la tarde, podía aparecer en cualquier momento. Faena de las que se dejan ver, que cerró con una estocada muy caída. No fue el resort que muchos creyeron, pero al menos pudimos calmar la sed y pensar que, ¿por qué no? Un resort no, pero sí que podamos gozar de un hotelito con sus comodidades, agradable, con vistas, limpio y que nunca defraude.

El segundo de Juan Ortega fue un sobrero de Lagunajanda (Gracias Rafa Díaz por corregirme)
, con el que no hubo ajuste desde el comienzo. Un mansote al que si se le bajaba la mano se venía abajo, que se revolvía antes de tiempo por el pitón derecho, mucha carrerita para recuperar el sitio a cada pase. Por el izquierdo se le quedaba aún más, vuelta a la diestra, dejando que le tocara demasiado la tela y yendo allá dónde el de Montealto quería. Pero bueno, al menos nos dejó con las ganas de volverle a ver y buscando qué tarde viene en la feria.

Quien muy bien podría no volver, ni en la feria, ni fuera de ella, ni a merendar, es David Galván. Que ya costaba entender su presencia, pero es que para los indecisos ya resultará imposible entender cualquier presencia futura, a no ser que sea sacándose una entradita y ocupando su localidad en los tendidos, gradas o andanadas de la plaza de Madrid. Le salió un primer inválido al que los del CSI están aún estudiando para ver si el palo le arañó y simplemente le magulló, que no se tenía en pie, pero al que el matador quiso mantener en el ruedo y le valió un “pasaba por aquí” cerca del peto para considerarlo un segundo puyazo, para pedir el cambio. Ya con la pañosa, el de la Isla intentaba trapacear con posturas flamencas, mientras el animalito se caía una y otra vez. Que no digo yo que según el concepto de tauromaquia moderna de don Victorino Martín, al toro se lo masacraron en el caballo, pero si nos atenemos a la simple lógica, todo era fruto de un querer poner el tejado antes que las paredes. Un inválido que no se aguanta, lo más normal es que se caiga a nada que le soplen. ¡Moraleja! No pierdas las posaderas para pedir el cambio y así no tendrás que pasar vergüenzas después. Aunque no creo que pasara tales vergüenzas, pues en su segundo, al que igual sí que apoyaron el palo en el lomo, y a pesar de sus continuados tropezones, se lió a darle trapazo tras trapazo y mientras el respetable le pedía, le exigía y le rogaba que acabara con esa pantomima, él ahí seguía alargando el trasteo, casi hasta llegar a ofender, que más parecía por molestar, que por intentar sacar algo al inválido y ya moribundo pupilo de El Torero. Que ese alargar sin razón, ya parecía más una provocación, que si en ese momento se hace una encuesta en la plaza, quizá un porcentaje muy alto habría votado por el “que no vuelva”. Pero los de las encuestas parece ser que están liados por otro lado y además el señor Casas, don Simón, no tiene parné para encargar estudios demoscópicos; y menos con la rasca que hacía.

Cerraba la terna Pablo Aguado, esperanza de muchos y… de otros, no. Que da la sensación de que la tarde la prepara con un bombo, con todas las suertes, para ir sacando papelitos y los pases que salgan habrá que endilgárselos a lo que sea, que hay toda una tarde para ello. Lo malo es que también se le debió colar la suerte del “no me entero de nada”, que esa la borda. Su primero le sacó un poquito de chispa y el sevillano se limitaba a ver cómo se quitaba de allí, hasta que en una de estas el toro tiró al tremendo hueco que había entre el bulto y el engaño y le levantó del suelo. Menos mal que todo pareció quedar en nada. Muy acelerado, pegando tirones hasta para plegar la pañosa sobre el brazo. Incapaz de conducir una sola embestida, todo eran trapazos y carreras, quedando siempre mal colocado. En el sexto, con el personal dudando entre pedir una bolsita de agua hirviendo o de acurrucarse con el vecino de localidad, Pablo Aguado siguió con las mismas, mantazos sin parar quieto con el capote, para concluir con otra faena en la que ni acompañaba el viaje, lo que hacía que el toro le tirara derrotes. Muletazos tropezados, aperreado con este que tenía algo más de picante, pero que se aguantaba simplemente con un mínimo de mando. Daba lo mismo si con la diestra o la siniestra, trapazos, carreras, banderazos, respingos, le escarba, más trallazos y brazo estirado. Pero este será otro de los que veremos de nuevo y en el que algunos seguirán depositando sus ilusiones, aunque no creo que haya muchos de los que le han sufrido en este Domingo de Resurrección. Una tarde en la que se pudo ver de nuevo la falta de afición, de compromiso y de saber estar. Señores banderilleros, si su matador pasa a la enfermería, uno de ustedes tiene que hacerse presente durante la lidia del toro de un compañero y no dejar a la suerte el que otro banderillero se vea en compromiso por no estar un señor en su sitio a la salida de un par, por ejemplo. Pero a pesar de todo el público salió con esa sensación del que tras caminar días y días bajo un sol que aplasta, se encuentra con un oasis en mitad de la aridez modernista.

lunes, 15 de abril de 2019

A Victorino ya no se le fía ni una ronda


Ni la estampa le quedan a estos de don Victorino Martín

Ya son muchas las juergas que don Victorino Martín ha dejado a deber en este local de ladrillo y granito de la sierra, que los cañís llaman las Ventas del Espíritu Santo. Empezó el hijo de aquel que se conocía como el paleto de Galapagar, tirando del crédito del padre; famosas eran las fiestas de don Victorino, casta por todo lo alto, corrían los regatos rebosando de esa casta, que más que regatos parecían el Amazonas. Y hasta no era infrecuente que junto a esa casta apareciera la bravura. Qué delicia, había embestidas para dar y tomar, solo bastaba que hubiera un señor de luces dispuesto a trasegar esas arrancadas en el primer tercio levantando los caballos en vilo, queriéndose comer a los rehileteros, para continuar con un afán de atrapar y hacer jirones las muletas, finalizando entregándose a la suerte suprema. Esto hacía que el aficionado confiara en el ganadero y que le fiara sin límites, que si bien es verdad que había días menos felices, algunos hasta para no recordar, siempre llegaba la tarde en que el señor de Galapagar sacaba la chequera y pagaba con creces en forma de casta y bravura, sin racanería en eso de poner ceros y más ceros. Los mismos que los de luces ponían para que la montonada de pesetas fuera mayor. Pero esos tiempos ya pasaron y al aficionado de Madrid ya le suenan a un pasado demasiado lejano y por mucho que don Victorino hijo manifieste su satisfacción después de una corrida para olvidar incluso antes del arrastre del último de la tarde, nadie le fía ni un chato con cuatro aceitunas a este señor tan bien hablado, tan altanero ante las críticas y tan poco lúcido, según lo visto en los ruedos, en lo de mantener una ganadería señera del campo bravo ibérico.

Que dice el señor que a la corrida se le ha pegado mucho en el caballo ¡Ay Señor! Hombre, que lo siguiente habría sido darle unas collejitas y para adelante. Y si acaso solo salvamos al tercero, que de repente pareció que el de aúpa apretó y barrenó a placer, justo después de una señal del matador en la que parecía que le indicaba eso tan sabido del “vale”. ¡Qué cosas! Sí es verdad que aparte de poco, lo que se les ha picado ha sido, en líneas generales, para llevar a los del castoreño al cuartelillo. Marronazos en la paletilla, en mitad del lomo o dónde cayera el palo. Y a simular que se picaba a unos animalitos que padecían hasta para arrastrarse por la arena. Un primer tercio en el que no se ponían a los toros en suerte, que lo mismo acudían al paso, sueltos, que les abandonaban y aprovechaban para escapar a terrenos de toriles, como fue el caso del cuarto. Al quinto, que estoqueó Moral por cambio en el orden de lidia, hasta le llegaron a señalarle un puyazo, trasero, pero al menos el pica se agarró bien, que ya parece mucho. Y al sexto, de Chacón, pareció que se le querían hacer bien las cosas y hasta hubo quién quiso ver no sé si casta o bravura, cuando se arrancó con alegría, aunque tardeando, a un segundo encuentro. Justo un segundo después de que hubiera salido de najas buscando escapar por terrenos de chiqueros. Se le puso una tercera vez dándole distancia, pero nanay de la China, que lo que creyeron que era bravura acabó con un magistral kikirikí cantando la gallina. Remoloneaba y seguía remoloneando, empezó a mirar a los de los capotes a ver si alguno le hacía dejar de pasar aquellas vergüenzas y fue cuándo se puso a escarbar cuando para muchos explotó la burbuja de la casta y la bravura.

De los matadores, pues se podría decir que no tuvieron su tarde y que se mantuvieron en esa línea habitual para salir de estos trances, uno haciendo que hacía, Robleño, otro queriendo mantener ese respeto a la lidia y al toro que tanto se agradece, aunque no fue su tarde, Chacón, y el otro, queriendo esbozar un arte que algunos le suponen, Moral. A su primero blandito ya de salida, Robleño le recibió con capotazos demasiado movidos; luego en la muleta se le empezó a echar encima, revolviéndose a mitad del muletazo y venciéndosele mucho por el pitón izquierdo. Y el tiempo que el madrileño pasaba deambulando alrededor suyo solo ayudaba a que el animal caminara con firmeza hacia convertirse en un imposible. Su segundo ya de salida no animaba a casi nada bueno. Fue asomar y quedarse parado en la puerta de toriles a ver qué pasaba por allí. Parecía incluso con más brío y genio que sus compañeros, a lo que el matador respondió con una retahíla de mantazos sin fuste, que no consiguieron fijarle, lo que el de don Victorino aprovechó para irse suelto al picador que hacía la puerta y del que salió dando respingos al notar el palo. Ya más sosegado, el burel entraba a los engaños como un burro, sin amago de meter la cara. En el último tercio el inicio fueron muletazos dando aire por la cara y sin que el matador se quedara quieto. Una tanda medio aseadita acompañando, para continuar haciendo creer que los muletazos eran relajados y con garbo, pero no pasaban de trapazos dando aire, teniendo que recolocarse a cada momento, con demasiadas carreritas intercaladas entre ellos. Acabó con eso tan de Robleño y que tanto parece gustar a aficionados sesudos, el arrimón. Pero no se crean, que más de uno lo jaleaba, quizá los mismos que aplaudieron a los que no picaban y simulaban, a los que levantaban el palo con el toro debajo del peto; así está Madrid, así está la Fiesta.

Recibió Octavio Chacón a su primero embebiéndole en el capote yendo para atrás, sin permitir ni un roce de las telas, como nos gustaría ver hacer a los banderilleros, para a continuación ver estirarse al maestro, pero en este intercambio de papeles, no vimos estirarse al matador, lo que vimos es que se llevaran al toro al burladero del uno a esperar la salida de la montada acorazada. Intentó Chacón poner al toro de lejos, pero esto siguió camino sin pararse. Un quite por verónicas, lentas, más bien por imposición de los andares del de don Victorino, que por lentitud y parsimonia en el lancear. Al comienzo de la faena de muleta se sacó el toro a una mano, más allá del tercio. La flojera del animal era evidente. El matador no se acababa de parar y se limitaba a intentar cazar muletazos. Cambió de mano y el toro ni amagaba con humillar ni un tantito así. Más carreritas, se le quedaba a mitad del pase, para continuar tirando de arrimón y derechazos de uno en uno, metido entre los pitones, para deleite del personal, que eso ya se sabe que hoy en día gusta a grandes y pequeños. Hasta ya ponerse pesado, demasiado pesado y hasta algo vulgarote. Sin atinar con la espada, en un pinchazo resbaló la espada y se cortó la mano izquierda, teniendo que pasar a la enfermería, lo que causó el cambio en el orden de lidia, saliendo el sexto en quinto lugar y el que estaba sorteado como quinto, cerrando plaza.

Este quinto, sexto, salió punteando las telas, echando las manos por delante, encontrándose con el capote de Octavio Chacón, que lo recogió de nuevo por abajo, perdiéndole terreno, hasta acabar en los medios. En este fue cuando vivimos un extraño segundo tercio. El de don Victorino fue suelto al caballo, para que no se le picara, ovación; El matador cambió la lidia y llevó el caballo al seis, más a favor de querencia, dejándolo de lejos. Media vuelta y directo a toriles. Lo ponen de vuelta en el mismo sitio, de lejos, y el del castoreño avanzando hacia el siete, mientras el toro se lo pensaba bastante, para acabar arrancándose con alegría para recibir un puyazo trasero y por aquellas cosas de no apretar el palo, el jinete se vio descabalgado, sin que su montura fuera derribada. Iban a cambiar el tercio, cuándo el respetable pedía, exigía una tercera vara. Vale, de acuerdo, pues un puyazo más. Y ahí vino lo de tardear en exceso y el acabar escarbando. Ahora sí, pañuelo blanco y a otra cosa. Primera tanda de Octavio Chacón con la derecha, tirando del toro, llevándolo con el extremo de la muleta. Más pico, carreritas, acortando mucho las distancias y dejando que le tocara demasiado la tela. Cambios de mano, ahora con la izquierda, que si mejor por el derecho y atosigando en demasía al animal, poniéndose pesado y tirando de un repertorio que antes era más propio de otras plazas, pero como ahora todas esas plazas se han venido a Madrid, pues siempre hay quién se lo aplaude. Pero bueno, seguro que para la próxima el gaditano tendrá más suerte.

Pepe Moral parece que tiene algún problemilla con las cosas que quiere el público y las que no. ¡Hombre! ¿A estas alturas Pepe Moral no sabe lo que gusta, o gustaba, en Madrid y lo que no? Que algunos creían que sí al ver cómo se sacaba a su primero hasta los medios, un animal que iba siempre con la cara alta. Muletazos de tanteo, pero no, que no lo veía; más trapazos por la cara y a hacer que pareciera peor de lo que ya era, pero entre lo que el uno no valía y al otro se le notaba demasiado que quería hacer que valía menos y si lo aderezamos con un metisaca traicionero, pues complicado era librarse de la bronca. Su segundo se le revolvía y echaba las manos por delante. Poco cuidado en eso de poner el toro en suerte, poco o nada. Lo recogió con la pañosa por abajo a una mano, algún muletazo suelto, el público que se venía arriba y el toro, rodando por la arena, se iba abajo.  No pasa nada, que yo sigo, parecía decir Moral. Muletazos retorcidos jaleados por el sol del este Madrid globalizado y el toro otra vez a rodar ¿Dita seaaaa! El animalejo parecía salido de una güija, un alma en pena que no se aguantaba en pie, un espíritu triste al que Pepe Moral le enjaretaba mueltazos desde muy fuera, con la muleta atravesada y a paso de Semana Santa, muy despacito, acompañando, que no templando. Pobre cadáver cárdeno. Eso sí, el sevillano encantado consigo mismo, cómo decía mi compañero de localidad, soñando el toreo. Lo malo es que había quien ante aquel espectáculo soñaba, pero de verdad, que se veía alguna cabezadita y todo. Luego lo de la espada ya es capítulo aparte. Que vaya tardecita. Eso sí, don Victorino encantado consigo mismo, que decía que había visto muchas cosas buenas y que a sus toros les habían dado mucho en el caballo. Bueno, esto es como el que en mitad del bar ve que no tiene para la cuenta y empieza a contar sus propiedades, los números de su cuenta corriente, el deportivo y que mañana mismito se pasa y paga toda la juerga, pero si desde hace años ha ido dejando agujeros del tamaño de ese agujero negro que han fotografiado la otra mañana, es normal que el encargado del local dé la consigna de que a Victorino ya no se le fía ni una ronda.

martes, 9 de abril de 2019

¿Y si…?


¿Y si sale este cada tarde?

¿Y si un día le sale un toro, de los de verdad, de los encastados, por casualidad o accidente, a esos ídolos modernos y el ruedo se les hace poco para lo que tienen que correr? Pues lo mismo se les fastidiaba el negocio a ellos mismos y a otros tantos y se nos abrían nuevos y luminosos horizontes a otros, no por las carreras de estos, sino porque definitivamente apareciera el toro.

¿Y si un día de pleno de las Cortes, por aquello de la maldad del destino, le hacen subir a la tribuna y tener que dirigirse a sus señorías a uno de los diputados toreros? Dios quiera que tengan que hablar de algo intranscendente como del calentamiento global, el paro, las pensiones, la defensa nacional, los presupuestos u otras menudencias, porque como sea defender los toros, a la mañana siguiente nos convertimos todos en clandestinos.

¿Y si los señores de un partido que ha elegido como mascarón de proa de su supuesta defensa de la tauromaquia a un señor que vive permanente en el fraude, se dan cuenta de eso, de que lo suyo es navegar subido en el fraude, con arte, pero fraude? Pues es probable que les dé igual, porque para hacerse fotos, algunos se las hacen con cualquiera y si son aficionados como dicen, pues ya lo sabrán hace mucho y si no lo son, ¿qué más les dará?

¿Y si un día les da a los aficionados de una plaza importante, como la de Madrid, por plantarse e incluso con su entrada en el bolsillo, optan por no entrar al tendido en señal de protesta y quedarse en las galerías cantando “El vino que tiene Asunción? Pues una de dos o al señor Casas, don Simón, le importa una cuscusina, que él ya ha vendido las entras y las protestas se la bufan; o manda a los de seguridad de la plaza a poner orden, pero claro, si la seguridad son el calvo fortachón y el del flequillo desmejorado, poco orden van a poner.

¿Y si así, de repente, se marcharan del toreo los figurones históricos como Juli, Ponce, Finito, Manzanares, Morante y demás integrantes de la Tauromaquia 2.0? Pues es posible que muchos descansaran y seguro que otros muchos pensarían que ahora sí, ahora sí que va a salir el toro, toro. Pero bueno, siempre es bonito tener una ilusión a la que perseguir.

¿Y si de la noche a la mañana se votara el sí o el no a las corridas de toros y saliera el no? Pues se podrían hacer dos cosas, una, sentarse a contemplar ese mundo maravilloso de paz y amor a los animales, mientras el medio rural y la naturaleza se degradan a pasos agigantados. Bastaría con que las fincas pasaran a manos de gentes con visión comercial. O también podría pensarse que ya en la clandestinidad se empezara a mover la ciudadanía con festejos clandestinos y que estos, como hace siglos, empezaran a abrirse paso de nuevo en la sociedad.

¿Y si en esas tardes triunfalistas de pañuelos blancos al aire clamando por los despojos, hubiera un grupo de aficionados que manifestaran su desacuerdo aireando pañuelos negros? Pues que entonces quizá se podrían ver las mayorías enfrentadas, las de los del despojo a tutiplén y la de los del no a los regalos presidenciales de plaza de talanqueras. Estaría curiosa la comparación.

¿Y si se multara a todos los tramposos de la fiesta, a los ganaderos que han permitido la manipulación de las astas, a los lidiadores que se pasan la lidia por ahí mismo, a los picadores que se exceden o que no llegan ni a amagar con picar, a los que abusan en el castigo tanto en maneras como en intensidad y además se hicieran públicas tales sanciones con fotografía y todo de los señalados? Pues lo mismo a estos se les caía la cara de vergüenza, aunque es más probable que todavía se engallaran y enorgullecieran de lo pícaro y espabilados que se creen.

¿Y si de una vez por todas los que manejan todo esto miraran para adentro y no siempre para afuera y vieran lo que ocurre tarde tras tarde? ¿Y si realmente sí que miran para adentro y resulta que se sienten satisfechos de su obra, del resultado de sus permanentes fechorías? ¿Y si de repente, así, como por influjo divino se les conmueve el alma y ponen la fiesta por delante de su cartera? ¿Y si…?

Enlace programa Tendido de Sol del 7 de abril de 2019:

martes, 2 de abril de 2019

San Isidro, perdónalos que no saben lo que hacen


Que decían que en agosto volvía el genio, pero como broma, hasta resulta gracioso. Pues no será

Hubo un tiempo en el que el tiempo caminaba a pasitos cortos y despaciosos en los que los madrileños disfrutaban honrando al santo labrador dedicando su tiempo al toro, recibiendo con los brazos abiertos a los valerosos y clarividentes toreros que con decisión se ponían delante, precisamente para eso, para de la mejor forma que sabían, honrar al santo de la capital. Luego esos tiempos se aceleraron, pero tampoco como para perder la cabeza y despeinarse con la velocidad, tiempos en los que la fiestas primaverales de mayo casi eran exclusivamente los toros y una kermesse grandiosa que se montaba a orillas del Manzanares. Los hijos del foro, nativos y asimilados, se entregaban al deleite del arte de birlibirloque. Hasta se pensó y se montó una feria taurina. Que de primeras no contaba con el agrado de muchos, pues decían que eso era cosa de los pueblos; pero la idea prosperó y se engrandeció, justamente al ritmo en se aceleraban el tiempo de aquellos tiempos. Hasta un mes de toros se pretendía en honor de San Isidro Labrador, pájaro que nunca anida. Pero claro, como dice el refrán, días de mucho, vísperas de nada. Y en estas andamos, acelerados, supersónicos, zambullidos en la nada.

Resulta que en este Madrid, nuestro Madrid, el de los nativos y asimilados, aquello que un día fue la seña más sobresaliente de las fiestas del 15 de mayo se ha convertido en una oda al vacío taurino, a la vulgaridad más excelsa y también más aclamada, porque eso hay que reconocerlo, no creo que haya habido nada tan vulgar y tan aclamado como esta fiesta de los toros liderada por un señor de pelos desordenados y carácter destemplado, que defiende su mediocridad con vehemente desvergüenza. Que uno se podría poner a analizar esta cercana feria de San Isidro del 2019 con detalle, sacando el bisturí para escrutar lo que nos traen toros, toreros y hasta públicos, presidentes, empresarios y medios mediáticos de comunicación, que por desgracia, cada vez son menos los que nos hablan de toros.

¿Qué quieren que les diga? No sé qué esperan que les diga, aunque así, resumiendo, lo primero que se me ocurre es que en esta feria que viene vamos a tener lo que nos traen estos tiempos, salvo excepciones, toreros de estos tiempos, acelerados y sin sustancia, ídolos de los que idolatran los vaivenes y vendavales provocados por telones rosas y rojos, pero con muy poco toro. Treinta y algo de tardes y si acaso cinco hierros en los que, buenos o malos, al menos se puede suponer que aparecerá el toro. El resto se divide entre los hierros que andan ahí entre Pinto y Valdemoro, que igual les sale un torillo zampamuletas, que se les derrumban el resto con estrépito. Luego están las de relleno, que lo raro es que los animales se mantengan en pie y los exigidos por las figuras, ideales para su destoreo imperante. Pero claro, estos o vienen con el equipo completo o no vienen. Pues ya podían no venir. Que seguro que en esas tardes habrá despojos, salidas a cuestas y a ver si no hay algo más, pero de toreo, lo que es toreo, nada de nada de nada, entre otras cosas, porque no saben, ni han oído lo que es eso. Es lo que tiene el vivir rodeado de un coro de niños cantores de bieeenes y loas interesadas de negociantes sin afición y no sé si también sin escrúpulos.

De los de las medias rosas, pues no llega a media docena los que han dicho algo en su momento y que se han ganado el estar en Madrid. Luego los que están siempre, hagan lo que hagan, pero que vienen muy bien para rellenar. Después los que despojaron a algún toro con esas orejas autobuseras y paisanas, pero que le vienen muy bien al señor Casas, don Simón, para justificar presencias apoyado en estadísticas, viciadas, pero estadísticas. Y luego los súper figurones, que igual pueden que estar que no, que el aficionado no se aflige con sus ausencias y hasta se incomoda con sus presencias. Que hubo bombo, ¿se acuerdan? Pero si ustedes pretenden que las tardes de bombo les den un sopapo a la vista, olvídense. Que ahora, a toro pasado, más parece que esas ganaderías del bombo han sido la excusa ideal para evitar la presencia de otras que podían ser una bomba. Que parece que contagiados por los tiempos, de prisas, acelerada vulgaridad y ausencia de afición y reflexión, se ha montado una feria a la “me cago en diez”. En fin, una más y una menos, que no se sabe si para honrar u ofender al santo patrón. San Isidro, perdónalos que no saben lo que hacen.

Enlace programa Tendido de Sol del 31 de marzo de 2019: