lunes, 6 de junio de 2022

El último, que cierre la puerta

El toro, siempre el toro


Se terminó todo, adiós feria y con ella quizá también tengamos que decir adiós Madrid. No ha habido indultos, ni rabos, como temíamos al principio, pero la ruina en que ha quedado la plaza de Madrid es más que evidente. Ruina moral y física, porque hasta los techos se desmoronan, afortunadamente sin que nadie salga herido. Seguirán esas lenguas envenenadas queriendo confundir preguntando cuál es el toro de Madrid; muy sencillo, el esos taurinos no quieren ni ver. Seguirán queriendo desterrar a los que no se conforman, a los que critican, a los que se ponen de manos ante la mentira, la vulgaridad, el fraude. Y seguirán exigiendo respeto, pero lo que realmente piden es que les dejen seguir mangoneando en paz. También seguirá la pena de los que ven como su plaza, la que viven como una parte de ellos, sigue en caída libre, casi vacía de aficionados y demasiado llena de botellones, alcoholazo y gente que ve en esto de los toros una oportunidad de emborracharse sin límite, de berrear vivas, de mandar callar a quién les plazca y sentirse por unas horas los matones del barrio y una vez acabado el festejo, seguirla en esa discoteca promocionada por los señores Abellán, Casas y García Garrido, mientras desde la presidencia de la CAM los toros solo son un escaparate para lucirse y darse baños de multitudes afines, porque las no afines no pueden opinar, so pena de que te tilden de anti, antitaurino, antiespañol, antilibertad…

Y quizá no había nadie mejor para cerrar esta feria de vulgaridad, monotonía y mal gusto, que la ganadería de Victorino Martín y Antonio Ferrera, acompañados en el cartel de Sergio Serrano y Román. Que decían que era la corrida de la Prensa, lo que en los tiempos que corren no es decir mucho y menos si hablamos de toros. Lo de Victorino, pues vamos a ver, que si echamos cuentas de lo que muchos esperaban, un desastre total y absoluto, pues afortunadamente no ha respondido a esas nefastas expectativas. ¡Vaya alivio! Que a estas horas no he leído el boletín informativo a que nos tiene acostumbrados el ganadero, para quien a buen seguro, ha echado un corridón antológico que quedará en los anales del toreo. Él es así, que celebraba el que sus toros mujan y si además mueven la cola, les pone una calle; calle de Venturosillo. Pero la realidad es que ha sido, sin ser desastrosa, una corrida más, una de tantas, una de cualquier otro encaste y por supuesto de cualquier otro hierro y aquí pueden poner el nombre que mejor les venga; eso sí, no se me vengan arriba y pongan un hierro de su preferencia, mejor uno de los que torean las figuras habitualmente y que a veces no se explican que hacen en ferias como la de Madrid. Con uno de esos, lo clavan.

Se han empeñado algunos en lucir a los Victorinos poniéndolos de largo al caballo, pero estos respondían tardeando una barbaridad, si acaso se iban acercando, otros directamente se iban a dar un garbeo por el ruedo y cuando ya el picador les podía prácticamente alcanzar con el palo, entonces se arrancaban, unos para simplemente dejarse, otros para tirar cornadas al peto desesperadamente. Bueno, hubo uno que se arrancó a cierta distancia y hasta con prontitud, pero no, no tuvo pelea de bravo, se defendía tirando derrotes. Y de presencia, pues fieles a lo que ahora debe ser en exclusiva Victorino, todos cárdenos; eso sí, con un velamen que imponía respeto, algunos incluso cornivueltos. No todo iba a ser malo, que por lo menos nos pudiéramos deleitar admirando los pitones ya que las hechuras eran para el deleite justo.

Iba a decir que Antonio Ferrera se despedía hoy de la feria, pero vaya tontería, hoy se despedían todos, que era la última, pero es que uno tenía tantas ganas de despedirse del extremeño, que llega a caer en lo evidente. Y Ferrera estuvo a lo suyo, a no parar de correr, a abusar del pico, medios trapazos sin templar, trallazos allá dónde pillara y citar siempre desde fuera, siendo un rasgo quizá de honradez el tirar la espada de palo, reconociendo que para lo que le vale, tampoco la necesita. Quizá para cuando aprenda a darle uso, entonces dejará de tirarla a la arena con desprecio. Y cuando sus fans estaban entusiasmados con un arrimón en el cuarto, rompió el jarrón de la abuela estampándolo contara la pared con un tremendo y sublime bajonazo.

Sergio Serrano ha mostrado dos caras, aparte de la de torero voluntarioso con eso de irse a portagayola en sus dos toros, una para ser arrollado al salirle el toro parado y la otra al menos para hacer que pasara el animal. En su primero, un toro que se paraba ya de salida, que le costaba ir al caballo, que esperaba a los banderilleros, que no se entregaba en los primeros muletazos, que se quedaba corto, Serrano citando desde fuera empezó a tirar del toro en un muletazo. Continuó queriendo aprovechar los viajes, pero el toro, que iba con la cara alta, no estaba para ayudar. Quizá hasta estaba demasiado aquerenciado en los terrenos donde se había desarrolla casi toda la lidia hasta el momento. Cambió al pitón izquierdo y de nuevo consiguió tirar del toro, mandarle en la embestida. Intercaló momentos de meter el pico y trazar líneas, pero aquello ni valía, ni era para confiarse y de nuevo con la zurda dos naturales y uno profundo, muy hondo. Parecía que había llegado el momento de tomar la espada, pero no, alargó la faena innecesariamente, sin aportar nada a lo hecho. Falló con la espada, empeñado en matar en la suerte natural, en la que la ayuda por parte del Victorino era nula. En su segundo mostró la cara más conocida en esta plaza, la de la modernidad, la de la sosería, la de las escasas virtudes y los muchos defectos.

Román por su parte, pues lo de siempre y en esta ocasión sin que le arroparan sus partidarios. Centrado solo en el último tercio, sin aportar nada, con muchas carencias finalizando todos los muletazos apuntando a las nubes. Y sin darnos cuenta, la feris del reencuentro, la de la vuelta, se nos había ido entre los dedos, quedándonos una sensación de pena, no porque se terminara este calvario, sino porque se te vienen a la mente los años pasados, las compañías que se fueron y pensando dónde y cómo estaremos el próximo mes de mayo, si nos recibirá nuestra plaza o si ya solo la ocuparán las huestes del botellón, la chusma a la que le sobra todo lo que no sea aclamar al paisano, al vecino, al torero por el que se convierten en hooligans ciegos a cualquier razón que no sea la del jolgorio. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de todos? Ahora solo queda marcharnos, darles a ustedes las gracias por los ratos que nos han dedicado, recoger nuestras cosas, llevarnos los recuerdos, si es que nos queda alguno de esta feria finiquitada con un bajón traicionero y volvernos cada uno a nuestro sitio. Eso sí, seamos civilizados, dejemos las cosas tal y como las encontramos para los que vengan, nosotros u otros y el último, que cierre la puerta.

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domingo, 5 de junio de 2022

El margen de confianza se sigue estrechando

El que esperara un chispazo de garbo y salero, que espere quizá tanto como para ver los adolfos en alza

Corrida de Adolfo Martín, supuestamente del gusto de los aficionados de Madrid desde hace… Desde hace lo que parecen siglos, casi tantos como parecía durar la penúltima de feria. Que si tenemos que seguir creyendo que es un ganadero que cría para la afición, que cría toros encastados, que mantienen la herencia de Albaserrada, pues hala, lo creemos y ya está. A partir de ahora ya soy un adolfista más, pero si vuelven a anunciarle en Madrid, miraré a ver si tengo un bautizo, una boda o una partida de tute que me impida acudir a la plaza. Ya son muchos, muchos años que se mantiene porque un día le salió el toro tal o el toro cual y, ¡Venga! A seguir tragando Adolfo. Y que nadie me venga con que si prefiero a esas ganaderías de ganado bobo, porque eso es hacerse trampas al solitario. Que ni una, ni las otras, que hay ganaderías que habrían merecido con mucho más estar en esta feria y ni se les ha visto el pelo. Eso sí, la de Adolfo que no nos falte. Y si esperan oír eso de “¡qué asco de ganadería!” o “¡ganadero, no vuelvas!”, esperen sentados y muy cómodos, porque como un día echo el toro tal o el toro cuál. Eso sí, su decadencia avanza con paso firme, sin que parezca querer enmendar la deriva en la que cayó hace tiempo, demasiado tiempo. Y si a alguien le consuela el pensar en otras muchas ganaderías insufribles, pues allá cada uno. Que también ser que esta actitud haga que algunos asimilemos aún peor lo de Adolfo. Eso sí, son cárdenos, que eso ya es un punto a favor. De la presencia poco se puede decir, algunos más que justos y a otros les tapaban los cuernos, pero claro, hace días comentábamos que los ciervos tienen mucha encornadura, pero que eso solo no es trapío, ¿no? Pues eso.

 

De los actuantes tampoco se puede decir mucho, Rafaelillo que sigue en ese hacer peor a sus toros de lo que son, para después ponerse por allí haciendo gestos como si tuviera delante al rey de la selva. Que habrá quien me diga que si se enfrenta a tal o cual ganadería, pero es que si no lo hiciera, no torearía ni en el jardín de su casa y tengan en cuenta que si le ponemos delante a Bambi, acabaría viciándolo, porque ese es su sello por los siglos de los siglos. En el murciano dice mucho su forma de recibir a sus toros, si como en su primero se arrebata pegando mantazos, igual es que está a punto de empezar “Gladiator” y no “Tarde de Toros”. Así dejó al toro a su aire y él solo estorbaba por allí. No se le picó y el animal solo se dejaba mientras le aguantaban apoyando el palo. Comenzó Rafaelillo el trasteo por abajo, para que se le derrumbara en los primeros compases. Con la derecha empezó tirando de pico y el toro sin poder llevar su cuerpo y su alma a la vez. Muletazos con el pico y sacando exageradamente el culo, con perdón. Abanicazos por la cara, dándole aire al animal, siempre muy fuera y lejano, dando más sensación de incapacidad que de pelear y vencer al de Adolfo. En su histrionismo se permitió empujar despóticamente a un peón o tirar la muleta al suelo, lo que también se entiende; para el uso que le da. Eso sí, para pasear el despojo no tenía ninguna prisa, todo era lentitud y sosiego. Su segundo era un cornalón que parecía querer escapar de allí por el camino más corto, saltar. Primeros capotazos y ya tuvo que darse la vuelta de espaldas a los medios, porque no era capaz no solo de ganarle terreno al toro, sino de mantener el sitio. En el caballo, tras marrar con el palo, le taparon la salida y en la segunda vara, dejando al Adolfo arrancarse de lejos, le cogió al pica en buen sitio, pero el toro solo derrotaba en el peto e intentaba escapar de allí. En el último tercio empezó pegando trapazos con el pico. El toro se venía algo bronco y venciéndose , provocando el respingo de Rafaelillo, que no llegaba a más que andar por allí, como si estuviera peleando con una alimaña, empeorando las condiciones del animal. Que si se metía entre los cuernos, que si tiraba la espada de mentira, montándose un número quizá ya habitual en él y que en otras partes surte su efecto, pero quizá equivocó el sitio y el momento.

El primero de Manuel Escribano que salió pegajosillo en el capote, en el caballo solo se dejó y en su turno de quites, Talavante le instrumentó una gaoneras sin pegar tironazos, lo que ya es novedad en esto del toreo de capote de esta postmodernidad. Luego vinieron las banderillas del matador, que bueno, quizá nos privó de ver a sus banderilleros, quienes igual no las ponen tan a toro pasado. También es verdad que así nos perderíamos el par al violín, pero bueno, haremos esa enorme concesión. En el último tercio el conseguir dar un paso al toro ya era todo un logro, aunque Escribano insistiera en lo de siempre, en darle pases y pases, por otro lado siempre con ventaja. Al quinto, al que tapaban su escasez de trapío lo escandaloso de los cuernos, lo recibió a portagayola, desarmándole a continuación. Le llevaba por el ruedo para la primera vara a todo correr con capotazos acelerados, más queriendo quitarse de encima al toro, que guiando su embestida. No se le picó, ni mucho menos, las energías las gastaría el animal en el tercio de banderillas que el propio matador llevó a cabo cuadrando muy pasado. Con la muleta todo eran trapazos y carreras, cuando el toro pedía que se le llevara muy metido en la tela y así intentar evitar los arreones, como el que le desarmó. Pico y más pico, sin dominar al Adolfo, que parecía acusar el trato recibido. Curiosamente, para adentro salía con la cara alta, pero hacia afuera hasta seguía el engaño y se le revolvía. Quizá llegado a este punto solo quedaba la solución de machetearlo y así evitar más desarme y situaciones de compromiso. Muletazos y más muletazos sin mando, lo que quedó evidente al querer tomar la espada, en que el toro estaba demasiado entero para ello.

Y llegamos a Alejandro Talavante, quien no debe estar demasiado satisfecho de su anodino paso por Madrid, sin que el apoyo del paisanaje haya logrado despertarle de esa hibernación en que parece vivir. Limitado con el capote, permitiendo que se lo tocara demasiado. Le dio distancia en los dos puyazos, en el primero se fue acercando poco a poco y en el segundo tardeó un mundo, para no parar de derrotar bajo el peto. Talavante tomó la muleta y ya desde el primer muletazo adoleció de falta de temple, pico, enganchones y un manivolazo para cortar cada muletazo. Lo mismo con la derecha, no haciendo ni intención de rematar, jamás. Tirones y más tirones, con la pañosa hecha un burruño. Al sexto Adolfo hubo que devolverlo por manifiesta invalidez y salió uno de Garcigrande, una raspa corraleada que ya entraba como un borrico. En el caballo simplemente se dejaba, pero una vez le levantaron el palo en las dos varas se quedó en el peto y no había forma de sacarlo de allí, él solo quería guata. En el segundo encuentro, más de lo mismo y el señorito Talavante decidió colear al toro, pitos; le imitó un banderillero, más pitos; rematando un monosabio, sin que los señores de luces fueran capaces de arrancar de allí al toro. La bronca se generalizó y la excusa de los de rojo era que el caballo estaba herido, pero para algo están allí los señores de los capotes, que por otro lado quedaban en evidencia. Y los monos que a nada se agarran a la cola, pues ya la teníamos preparada. Luego en el callejón estos tuvieron sus cosas con la autoridad, lo que puede acarrear sanción, muy merecida. De primeras el toro entraba pegando arreones, pero pronto se paró y los intentos de Talavante de que se arrancara, siempre desde muy fuera, no sirvieron para que el de Garcigrande, amorcillado, diera ni un paso. Mitin con la espada, tirándose desganado, desganadísimo, hasta en ocho ocasiones. Una tarde en la que poco se podían echar en cara toros y toreros y tanto para unos como para otros quizá el margen de confianza se sigue estrechando.

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sábado, 4 de junio de 2022

El Puerto para expertos

Cuentan los cronicones que hubo un tiempo en que no todo eran derechazos y naturales y que con una tela roja unos señores dominaban la fiereza del toro


Cuando anuncian una corrida de expertos hay muchas variables posibles, sobre todo dependiendo de a quién le pregunten. Unos dirán que eso está podrido y que no tienen nada, otros que parecía que últimamente parecían querer sacar la cabeza y hasta les salió alguna corrida que hacía creer que era posible la recuperación o también los hay que piensan que si se aguantan en pie pueden ser interesantes y los hay que hasta hablan de una grandísima ganadería y que nunca debería faltar del abono madrileño, como afirma el señor Garrido. Pero lo que no creo que nadie fuera a poner en duda es el trapío de este hierro. Bueno, pues ya se ha abierto esa vía con la corrida de feria de este año. Toros del Puerto que no parecían del Puerto, justos, justitos, a excepción del sexto. Que habrá quién diga que estando una figura en el cartel, que qué queríamos. Pues muy fácil, el toro del Puerto con la apariencia de siempre del toro del Puerto y luego a poner unas velas a santa Rita para que no se desmoronen en mitad del ruedo. Pero no, ahora parece que también trabajamos la línea “toro para figuras”, que nos lo quitan de las manos. Que ya era sospechoso el que como se ha hecho norma con esta empresa en Madrid, que te anuncien un hierro y el parche que completará con toda probabilidad el cartel. Que si quieren anunciar dos hierros, pues muy bien, pero que digan tres de este y tres del otro y así sabremos a qué atenernos y ya puestos, igual hasta podríamos exigir que hubiera el número de toros anunciados de cada hierro. Que sí, que son de la misma familia, del mismo dueño, pero esas cosas para su casa y para su dueño.

Todo era para el aficionado moderno, el torero moderno, el toreo moderno, la sensibilidad moderna, el triunfalismo moderno. A ver si es a esto a lo que se refieren cuando hablan de “la tauromaquia”. A ver si aquí estriba la diferencia entre los que hablan de tauromaquia y los que seguimos erre que erre en llamar a esto “los toros”. Nunca lo había pensado, pero… Serían esos nuevos aficionados los que empezaron protestando al primero que salió más parado que poste y que daba muestras hasta de mansedumbre. ¿Manso? A devolverlo a todo correr, que somos modernos. Lo recibió Alejandro Marcos comprobando como se frenaba y echaba las manos por delante. Como sucede en esta modernidad, se le dejó corretear, nadie se hace cargo de él, si acaso se hacen cargo todos y montan una bonita y participativa capea. Se fue sin picar y su pelea se limitó a echar la cara arriba en el peto. Se marchó a terrenos entre el cuatro y el cinco. Marcos comenzó el trasteo por abajo sobre ambos pitones; el standard de faena actual. Para seguir la misma norma de todos, pico, pico y más pico, fuera de cacho, sin templar, lo que no ayudaba para que el animal no se fuera al suelo. Muletazos en línea con la zurda, muleta al bies y a recolocarse en cada trapazo, hasta que del diez salió huyendo hasta el cuatro. Pinchazo y espadazo haciendo guardia, más otra entera, pero el mal ya estaba hecho y era más que evidente.

El primero de Manzanares era más justito que un juez, pero le desarmó en el saludo capotero. Que sin presencia, pero el toro tenía mal café, que se permitió hasta levantar al caballo y hasta le castigaron, que eso no está previsto en la modernidad. Quite de Tomás Rufo por gaoneras y al quedarse al descubierto resultó cogido, afortunadamente sin consecuencias que le impidieran seguir en el ruedo. Le costó acoplarse al alicantino y aún y así… Pico, carreras, enganchones, sin conseguir hacerse con el del Puerto, por muchos trapazos que le diera a continuación. En su segundo, otro que apenas se ganaba el nombre de toro, Manzanares lo dejó a su aire, que se lidiara solo, si es que había que lidiarlo. Se quedó sin picar, cabeceaba en el peto con un solo pitón, pero más bien se dejó y nada más. Primeros muletazos y el animal por los suelos, siguiendo con más trapazos, pero erguido, queriendo ponerse elegante, pero a todo lo más solo le daba aire. Más pico solo para acompañar, pero hay dos cosas que en la modernidad hacen que el público enloquezca, una es el pase del desprecio, que no fue el caso, y la otra un cambio de manos. Eso colma todas las expectativas de la modernidad. Lo de las lejanías, los pases en línea largando tela o que el animal se caiga constantemente, eso ya lo dejamos para otro día. Un toro que pedía algo más que trapazos y modernidad, que requería toreo con algo de mando y temple, sin esperar a que se pusiera colaborador, porque al final hay toros que no colaboran, que hay que torearlos, pero… Y aquí acabó la presencia en Madrid de este torero, que ha dejado claro que parece que no tiene nada claro.

Alejandro Marcos volvía a por el quinto de la tarde y haciendo honor a la modernidad, con el capote pasó con mucha discreción, como esperando tomar la muleta. ¡Qué cosas! ¿Verdad? El toro tampoco parecía animar mucho, quedándose descansando apoyado en el peto y sin que el de arriba le mortificara apenas. Ya en la muleta, al animal le costaba hasta dar un paso y Marcos a lo de siempre, pico, muletazos acelerados sin mando ninguno, transcurriendo la faena entre carreras de uno y caídas del otro, para terminar con un continuo desacierto con la espada. Y llega el momento de Tomás Rufo, que en su primera aparición en el festejo ya sufrió el percance ya indicado. A su primero le dejó correteando por allí y cuando se acercó al caballo recibió una puñalada traicionera en la paletilla. Nadie era capaz de cuidar al animal, no para que no se cayera, sino para prepararle para la lidia, porque de todas formas seguía cayéndose igual, aunque no se le picara. Le costaba mantenerse en pie, pero Rufo estaba decidido a soltar su colección de trapazos y a pesar del espectáculo tan deplorable y las protestas del público, él iba a lo suyo, él quería contar su película, que por otro lado era de serie C o peor. Y para mantener impoluto su honor de torero moderno, acabó con un soberbio bajonazo que sonrojaría a cualquier otro, pero no parece que lo hiciera con él. Y fue el sexto el único que parecía de verdad del Puerto, un toro serio sin más, que en el caballo se vino arriba, primero peleando con el pitón izquierdo, levantando al caballo, para acabar echándolo a tierra, cayendo el penco sobre el picador y los de luces, en especial su matador, mirando a ver qué pasaba, sin ser capaces de quitar al toro de allí y poder rescatar a Manuel Sayago de aquella mole que le oprimía contra el suelo. Hubo de ser retirado este caballo y el que guardaba la puerta, circulando en sentido opuesto al reglamentario, ocupó el sitio del anterior. Un nuevo encuentro y los toreros de a pie aguantando al picador sobre la montura para no ser también derribado. Ya en el trasteo, Tomás Rufo empezó con su colección de trapazos abusando descaradísimamente del pico y manteniendo una excesiva distancia de seguridad. El toro entraba una y otra vez al engaño, pero no recibía otra cosa que mantazos atravesados, lo que incluso le provocaron alguna colada. Muy fuera todo el tiempo, alargando el brazo exageradamente, con enganchones, pero el personal estaba por ver pasear un despojo o los que se terciaran. Solo fue uno, incluso a pesar de los mulilleros, que es ver aflorar los pañuelos y su velocidad se ralentiza preocupante y ofensivamente, no atinan ni a enganchar al toro, pero hay que agradecer al señor presidente que aguantara y no sacara por segunda vez el pañuelo. Y así se fue la corrida del Puerto de San Lorenzo en su faceta moderna, esa que igual los más tarrelas ya no entienden, no acaban de pillarle el truco a esto de la modernidad y a lo mejor es que esta corrida venida de Salamanca era una corrida de El Puerto para expertos.

PD: Y que nadie eche la culpa de una mala tarde a quien decida iluminar la plaza vestido de amarillo. Y no lo digo por un servidor.

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viernes, 3 de junio de 2022

La caja “B” del señor Gallardo

El trallazo, el toreo violento parece ser la norma generalizada y sirva el ejemplo de las gaoneras, que ahora se han convertido en un tirón del capote, sin llevar toreado al toro.

Llevamos ya unos cuantos festejos con el hierro de Fuente Ymbro esta feria y ha habido de todo. La novillada salió buena, no tanto cómo nos quisieron hacer creer, pero buena; la primera corrida fue para olvidar, para hacer como que nunca sucedió y ahora nos encontramos con una más del señor Gallardo, impecablemente presentada y con un comportamiento muy diferente al del día de las figuras. ¿Tendrá esto algo que ver? No sé, pero ya es mala pata que lo malo les toque a unos y lo bueno a tres toreros que bastante tienen con verse anunciados una tarde en Madrid y además en feria. Aunque lo malo de que un toro te embista, de que entre a los engaños, es eso, que embistan y te dejen en evidencia, aclarando dudas sobre la incapacidad para sacar adelante con dignidad una tarde de toros. Es como si el ganadero hubiera dejado a un lado la caja que ponía “Toros para figuras” y se hubiera ido a reseñar la corrida echando mano de otro cajón, el que no saca para las visitas de categoría, el que solo saca cuando quiere que los invitados se marchen pronto, donde pone “Caja B”, para que no se quejen.

La corrida no ha lucido en el caballo, primero porque no ha habido nadie que se preocupara de poner los toros en suerte. ¡Qué digo! No ha habido nadie que haya al menos intentado fijar a los toros en los capotes. Matadores y peones parecían haber hecho promesa de no sujetar un toro por nada del mundo. El que lo frene, pierde, el que lo sujete a los vuelos del capote, pierde y el que lo fije y le evite ir a su aire, queda descalificado y se tiene que marchar a su casa. Es como si fuera la tarde de los despropósitos entre los de luces. Bien es verdad que el comportamiento de los seis debajo del peto no ha pasado de dejarse pegar y punto, y dicho sea de paso tampoco han sido castigados, les bastaba con apoyar el palo y poco más. En banderillas se les ha maltratado, con unas lidias infames, por momentos capeas de pueblo, con los de luces muy mal colocados y en el último tercio acudían a la muleta hasta que los matadores de turno decidían ahogarles la embestida, no dejando que se les viera realmente lo que podían dar de sí.

Tomaba la alternativa Rafael González, que ya de salida iba con el capotazo hecho, con el peligro que esto tiene, quedándose al descubierto. Ausente durante la lidia, tomó la pañosa y ya desde los primeros compases mostró lo que lleva dentro, mucho trapazo, toreo ventajista con el pico, muy fuera, dejándose tropezar el engaño y mientras el toro daba muestras de no cansarse en seguir la muleta, González evidenciaba una evidente falta de todo, de gusto, de capacidad y de conocimiento de la plaza en la que estaba, Vulgar, sin parar quieto, dejando el hueco entre el bulto y la tela, lo que le hizo sufrir algún achuchón que otro. Y por si faltara algo, bernadinas atropelladas, saliendo prendido de mala forma de uno de estos telonazos. A pesar de dar claras muestras de no poder continuar la lidia, lo intentó e incluso se le animaba a seguir desde el callejón, ya saben, el señor Guerra, don Julián siempre cree que sus toreros no dan lo que él pretende y solo un desvanecimiento en la cara del toro pareció abrir los ojos a los que allí estaban para llevarse al chaval a la enfermería.

Lo de Juan Leal es algo que cuesta entender. Yo no creo que nadie pueda dudar de su voluntad, pero en el toreo se debe poder proponer mucho más. Empezó de rodillas en los medios, lo que era el anuncio del repertorio que nos esperaba en este y en dos toros más. Ya en pie, muchísimo pico, para pronto ponerse encimista, pagarse el consiguiente arrimón, vulgar y chabacano, sin torear, un desarme y el toro se le iba yendo sin aprovecharlo, ofreciendo solo un toreo que ni para plaza de talanqueras, como si estuvieran llevando a cabo una heroica gesta, cuando solo estaba dejándose ir a un toro que merecía otro trato y que él no entendió. Una entera traserísima y una oreja, que al fin y al cabo es lo que parece importar a este tipo de toreros, despojos y más despojos. Al que hizo cuarto le recibió con la muleta a base de mantazos y carreras, con el consabido enganchón y dando la impresión de que no sabía por dónde meterle mano a ese grandullón. De nuevo acortando exageradamente las distancias, sin entender que el toreo en Madrid se entiende de otra manera. Más repertorio chabacano, que si por detrás, que si un trallazo por aquí, que si el péndulo, que si un desplante entre los cuernos y en un arreón voló sin consecuencias.  Quizá han notado que no hablo de leal con el capote, pero lo único que podría decir de ello es que es rosa con las vueltas amarillas. Lo suyo es la muleta y repetir una y otra vez lo mismo, sin apenas variación, si acaso el número de enganchones o si como en este sexto se coge solo o no estando metido0 en la testuz. Le da lo mismo las protestas, las palmas de tango, los pitos, que él sigue a lo suyo. Y como cierre, el permitir que sonaran dos avisos y no echar mano del descabello. Afortunadamente no le tendremos que aguantar más sus maneras tan vulgares que convierten al Platanito en un exquisito estilista del toreo si lo comparamos con lo que perpetra este señor.

Joaquín Galdós comenzó su tarde con mantazos de recibo y teniéndose que dar la vuelta perdiendo terreno hacia los medios. En la faena de muleta le empezó dudando y el de Fuente Ymbro se lo hizo pagar con un susto. Cuartos de muletazos, trapazos, latigazos, tirones quitándole la muleta, a un toro que se toreaba solo, que iba y venía, hasta que se echó encima para ahogarle y sacarle muletazos de uno en uno, vulgarísimo, sin ver el final de todo aquello. El quinto era un torazo con mucho cuajo, que solo con estar allí organizó una capea en la que los banderilleros solo podían huir, en la que nadie estaba en su sitio y mucho menos Juan leal, que no se sabe dónde pensaría que es su lugar y el peón que sustituía en el ruedo a su matador cogido. Con la muleta Galdós se limitó a trapacearle primero por abajo y ya erguido citando desde muy fuera, metiendo descaradamente el pico y haciéndole pasar muy lejos. Trapazos y más trapazos tropezados, recolocándose continuamente y sin enterarse de otro toro que se le iba sin torear y que no dejaba de ir detrás del trapito rojo. No era un cartel que en cuanto a los de luces tuviera ningún atractivo, pero es que la terna lo confirmó y lo que es peor, no creo que hayan dejado a nadie con ganas de volverlos a ver y más ante un encierro que se merecía otro trato muy diferente. Una corrida que no supieron ver, que lo mismo pensaban que iban a ser como los del día antes en la feria y resulta que no, que estos eran de los otros de los de la caja “B” del señor Gallardo.

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jueves, 2 de junio de 2022

Una tarde histérica para la histeria de la tauromaquia

Ni una verónica salvadora nos ha podido sacar de esa histeria por estar en presencia de los ídolos

Una fecha en que los astros se conjuntaron para que la tarde se convirtiera un hito histérico. Corrida Extraordinaria de la Beneficencia, la que en otros tiempos era la más importante del calendario, no por el nombre, ni tan siquiera porque acudía ekl rey, sino porque en ella se acartelaban los recientes triunfadores de la feria de San Isidro. Hoy en día no pasa de ser un día de domingueros claveleros, de postureo de todo menos elegante y de entradas regaladas para los fieles del gañote. Cartel de lujo, pero lujo de verdad, no de bisutería barata. Cartel con un ganado de máximas garantías para cualquiera que esté dispuesto a hacer el toreo moderno; del otro ni lo esperen, ni lo pidan, que no es posible con este ganado. Y los de luces, el rey del empaque en todo lo que no sea dentro del ruedo, calesas, puros, cafeses, cucuruchos de pipas y un exhaustivo conocimiento de los áridos y estabilidad de los suelos de las plazas. El rey del dominio, sobre todo de la escenificación, del momento y del respetable que tiene delante, a  los que les da lo que piden, lo mismo un cachopo de dos palmos, que una tina llena de alubias con chopped cinco “Ch”, de chopped, pero sin llegar al jamón de bellota, que para un día que nos dejó una virutita con aromas de encina y dehesa, aún lo están recordando los los que lo vivieron. Y el tercero, otro rey, el del futuro, el que se empeñan en que vaya a ser, pero cuando parece que se va a encarrilar y empieza a entonar el “Nessum dorma” con voz aterciopelada, se arranca por “la cabra, la cabra la pu… la madre que la…” Y encima se pone flamenco.

Ganado de Alcurrucén, supuestamente procedencia Núñez, pero que en algún caso habría hecho falta un notario que diera fe de ello, porque les aseguro que no lo parecían, aunque la verdad, si el toro va, qué más da de si es de buena familia, de familia de condes, marqueses o del guardes de la finca. Que los animales tenían kilos, claro que sí, pero igual a más de uno era lo que le sobraban, kilos y les faltaba trapío, aunque solo fuera para que nadie dijera que estaban más que justitos. El primero, al que Morante recibió con esos capotazos a manera de latigazos, como estuviera sujetando al mismísimo Minotauro, en el caballo no había manera de que entrara. Quizá fue un anuncio de lo que iba a ser cuando al picador se le cayó el palo de la mano al citar. Ni se le picó, ni se le castigó, mientras se defendía corneando el peto. Ya en la muleta parecía que el maestro no acababa de verlo claro, que si por aquí, que si por allí, pero para qué darle más vueltas, ya con la espada de verdad decidió abreviar, saliéndose mucho de la suerte. En su segundo, más capotazos cimbreándose como si fuera un domador. Apenas se le picó y se le dejó suelto por el ruedo, que total, tampoco se iba a escapar, ¿no? Y en estas que apareció Morante, recibido entre aclamaciones con los primeros ayudados por abajo, ninguno limpio, pero eso importaba poco, el arte es el arte y da igual como sea si es “sentío”. Medios muletazos con la izquierda dejándosela tocar, sin rematar y pegando el manivolazo al cuarto de muletazo. Con la derecha tiraba del Alcurrucén con el pico de la muleta. Siempre fuera, adornos con la tela hecha un burruño, pero la aclamación era general. Cómo se podía uno permitir el lujo de volver al barrio y no contar que había visto el jarte del de la Puebla. Pues vamos con todo. Muletazos en línea, sin rematar nunca, pero allí la gente se emocionaba, que es el fin último de la actual tauromaquia. Si uno hace arte y el otro se emociona, no hay más que hablar. Y hala, ya hemos visto a Morante cortar una oreja. Pues que sea para bien y a ver si la próxima vez caen dos, con toreo de verdad, con toreo profundo y con mando.

Quizá recuerden que un día de esta misma feria alabamos al Juli una tarde, ¿recuerdan? Pues quédense con ese recuerdo, que será mucho mejor que quedarse con lo de esta tarde histérica; y eso que el público estaba que se los quería comer. A su primero no se le picó y lo poco que estuvo en el peto fue echando la cara arriba. Pero tampoco le hagamos mucho caso a esto, ¿no? Porque tal y como parece, lo importante es la muleta y fuera historias de lidia, tercios, caballo y demás trámites, que solo valen para saborear el yintonis. Trapazos acelerados por ambos pitones, siguiendo con la zurda con enganchones, carreras y más carreras, aquí viene, me paro y se lo pego según voy. Trallazos tirando del pico, enganchones, venga carreras y bastó uno de pecho tropezado para que se desatara la locura en esta tarde histérica. Le desarmaba el toro y la ovación era clamorosa, concluyendo con muletazos citando dándole la espalda, muy fuera y muy vulgar. Y como uno es como es, pinchó en esa suerte que Joaquín Monfil, maestro de aficionados, bautizó como el julipié. Cito, echo a correr para afuera y cuando me parece estiro el brazo y dónde caiga la espada ha caído. El mal uso de esta suerte al julipié nos evitó un despojo y la vergüenza de ese éxtasis despojero que se respiraba esta tarde y todas las tardes en la plaza de Madrid. El quinto le salió corretón, pero enseguida se paró. Se durmió en el peto, donde no se le dio ni las buenas tardes. Empezó con la pañosa despacito, por abajo, para continuar pegando pases y más pases a la velocidad del toro, que andaba muy justito de aliento, pero El Juli no estaba dispuesto a agotarle y mucho menos a agotarle sometiéndole. Muletazos desde fuera, en línea, cambiando de mano a cada serie, sin exigirle lo más mínimo. Pases y más pases y quizá por los repetidos fallos al julipié, cinco, el respetable sintió cierto pudor y no sacó los pañuelos al viento, pero ya digo, porque les dio cosas.

Y cerraba esa gran esperanza que es Ginés Marín, que al menos recibió a su primero de forma aseada a la verónica. A ver si este iba a ser. Pero no, inmediatamente se vio como dejaba corretear al toro por el ruedo. Mucho capotazo, aunque al menos llevó al toro al caballo, donde peleó en la primera vara solo por un pitón y en la segunda se fue suelto. Inició el trasteo con cierto gusto, por abajo, con un cambio de mano aceptable, para ya de pie continuar por ambos pitones, pero hasta aquí, a partir de este momento ya nos cayó un chaparrón de modernidad difícil de digerir, pico, tirones, enganchones, banderazos, toreo en línea, encimista, muy fuera, rematando con banderazos de pecho. Muy mal con la espada, sablazo en mitad del lomo, con el que lo mejor habría sido que no se adornara. Su segundo ya dejó clara su condición, buscaba la salida detrás de las tablas, muy suelto, no quería ni capotes ni a los que los sujetaban. Derrotando mucho en el caballo, donde al menos se le pudo castigar. Embestía a arreones y siempre queriéndose marchar en dirección a toriles. Marín se fue a toriles a querer arrancarle muletazos, muletazos con ventaja, pero en el terreno del toro. Quizá habrían bastado un par de series más, pero el espada se empeñó en seguir y seguir y seguir, cada vez más vulgar y con menos sentido, con un toro que solo quería escapar, que huyó de toriles por el ruedo hasta llegar al diez y para terminar de nuevo en toriles. Y Ginés Marín empeñado en sumar trapazos y más trapazos, pesadísimo, vulgar y pretendiendo que se jalearan cosas que quizá gustan más en otras plazas. Cobró una casi entera caída y empeñado en no tirar de verduguillo, nos regaló un espectáculo a evitar a todas luces, con el toro agonizando y él poniendo poses adornándose, regalando unas magníficas imágenes para que los antis las utilicen y manipulen con ellas lo que quieren hacer creer que es la fiesta de los toros. Y afortunadamente aquí acabó lo que parecía que iba a ser eterno, lo que nunca iba a tener fin, pero sería que el rey tenía prisa, que se terminó, gracias al cielo, una tarde histérica para la histeria de la tauromaquia.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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miércoles, 1 de junio de 2022

Que no nos falte la casta

A veces el cruzarse es una buena forma de defenderse de los viajes de toros con ideas, con malas ideas


Si ustedes me dicen que la de José Escolar fue una gran corrida de toros. Perdonen, pero no coincido con esta idea, porque no creo que fuera eso que se entiende por una gran corrida de toros. Eso sí, si alguien me negara el que ha sido una corrida de toros, con todo lo que esto implica, toros con los problemas que acarrea la casta, soy capaz de citarme con quien sea en el campo del honor al amanecer y dándole la opción de elegir armas, tirachinas, canutillos de arroz, un tiragomas con pelotillas de papel y si lo retrasamos para el invierno, batalla de bolas de nieve, pero con guantes, que la nieve está muy fría. Que no sé si el ganadero lo estará celebrando, imagino que no, pero puede estar tranquilo, porque la casta la tiene y la bravura se puede buscar, no tiene que meterse en esos berenjenales de la mayoría de a ver si recuperamos la casta, a ver cómo hacemos, a ver si…

Una corrida impecablemente presentada, que flojeaba por momentos, pero, ¡ay amigo! Que les parecerá una tontería, pero la casta también hace que los toros se quieran mantener en pie aunque sea a bocados. No se puede decir que fueran bravos, nada más lejos, mansearon, en el caballo no se arrancaron de lejos, aunque fueran de lejos, pero no es lo mismo arrancarse con codicia, que irse acercando, el dejarse pegar, a alguno con ganas, que pelear en el caballo. Desarrollaron sentido durante las lidias, a lo que colaboraron eficazmente esas lidias nefastas que les han dado las cuadrillas, casi siempre con demasiados capotazos desordenados y sin criterio, salvando la lidia de Rafael González en el quinto, midiendo el número de lances, llevando al toro con suavidad.

Octavio Chacón, quien en su día era casi un modelo lidiando, parece haber olvidado todo aquello que le hizo ser elegido por los aficionados, quedando en algún trance manifiestamente descolocado, como en el sexto, en que se quedó pegado al caballo y el toro hizo por él, obviando al del peto. En su favor hay que decir que recogió bien por abajo al cuarto y sexto, aunque fuera perdiéndole terreno de espaldas a los medios. En cambio, en los trasteos de muleta no ha dicho nada, muy aburrido, fuera de sitio, con un arrimón que no le sirvió para nada en el final de faena en su primero; muletazos sosos y aburridos en su segundo, que por el derecho acudía con brusquedad a la muleta y algo más suave por el izquierdo; en el sexto, que tuvo que matar por cogida de Gómez del Pilar, tuvo que enfrentarse a un Escolar que cortaba por ambos pitones, hasta acabar echándosele encima al espada. El animal cortaba por el pitón izquierdo, no pasaba y por el derecho casi era peor la cosa. Ya en los primeros tercios, con una lidia caótica, el Escolar se iba haciendo el amo, se venía encima por izquierdo y la verdad es que les complicó la vida en banderillas, donde Ángel Otero puso dos pares a cara de perro, ganándole la cara al toro, dejándole llegar una barbaridad y clavando los dos palos en las dos entradas. En cuanto a Chacón, no fue su tarde con los aceros, especialmente con el verduguillo, que llegó a dar… no sé, demasiados golpes de descabello.

Alberto Lamelas hubo un tiempo que esperanzaba, pero quizá ese tiempo ya pasó. En su primero con capotazos rectificando en todos y en su segundo dejando que este le sobrepasara ya de salida. Los trasteos de muleta se pueden resumir en muchos trapazos, demasiadas carreras, en su primero saliéndose antes de que el toro pasara, citando siempre fuera y en el segundo con la complicación de los derrotes que le tiraba y que hasta pudieron alcanzarle, además de las continuas coladas, mientras que Lamelas se empeñaba en los derechazos y naturales, no oponiendo más recursos ante las complicaciones de sus dos enemigos.

La emoción, y mucha, corrió a cargo de Gómez del Pilar, que ya mostró sus intenciones al irse en los dos toros a portagayola, lo que en el sexto le costó irse a la enfermería, cogido de gravedad. El toro se le frenó, logró darle la larga, pero el toro se le volvió, se le echó encima y a merced, le empitonó. En el que hacía tercero ya tuvo problemas al parársele delante y casi arrollarle. Se le quedaba por el pitón izquierdo, se colaba, saliendo de l embroque con la cara alta. Se le picó poco y mal en mitad de un gran caos, con capotes por aquí y por allá, mientras el Escolar iba tomando nota de todo, se enteraba de todo, sin parar de corretear por el ruedo y poniéndose cada vez más peligroso. Tomó Gómez del Pilar la muleta y fue dispuesto para pelear como pudiera. Muletazos sin mandarle, ofreciéndose al toro a ver quién ganaba la pelea, muchos muletazos, algunos con mucha emoción, pero sin conseguir doblegar a su oponente, que no cesaba en su deseo de coger. Acabó con naturales de frente, viéndose prendido al tercero al quedarse al descubierto. Se podría decir que salió vencedor, desde luego que entusiasmo a la asistencia, pero pudo faltarle mando, dominio y no solo a ver si no me coge. Entera caída tirando la muleta y una oreja que la verdad, no creo que nadie se atreviera a protestar. EN el sexto, como ya he dicho, fue cogido por no querer reservarse nada, por ir a un todo o nada, por la generosidad de quererse entregar y triunfar sin reservas, pero a veces el toro es el que decide y en este caso… Y esto es lo que pasaría muchas más tardes con una corrida mala, nada brava, pero que era una corrida de toros con las que se cumplía eso que decían los antiguos, que en los toros nunca te aburres, ¿cómo te vas a aburrir? Si de repente te sale un ay y cuando aún no te has repuesto viene dos “ayes” más. Y ojalá que la providencia atienda un único y ferviente deseo, que no nos falte la casta.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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