lunes, 24 de abril de 2023

A ver quién pierde antes la ilusión

Cuando se reclama un primer tercio de verdad, ¿es para todos o solo para cuando nos viene bien? Si no responde un toro en el caballo, ¿se le puede pedir la vuelta al ruedo?

Uno de los argumentos de peso para supuestamente proteger a los novilleros es que evitar que estos pierdan la ilusión, porque si dejan de tenerla, ¿qué nos queda? ¿El abismos? ¿La nada? El apocalipsis. Pero, ¿es que aquí solo se desilusionan los chavales que quieren ser toreros y que arriesgan todo el capital de la familia, de lo que otros se aprovechan, y de qué manera. Quizá esos que temen que el chaval diga que hasta aquí y con ello vean echar a volar a su gallina de los huevos de oro. Pero nadie piensa en que el que paga, el aficionado, se harte y tire una línea en el suelo y diga que ya se acabó esto de pagar para nada. Cansados de que los novillero solo aprender las triquiñuelas, los vicios de sus mayores, porque según les han enseñado, eso es lo que les hará hacerse ricos. Lo otro no, lo otro son mandangas de viejos que chochean y que seguro que nunca se pusieron, otro argumento de peso que lo que quiere decir realmente es “a mí déjame en paz, que yo voy solo a lo mío”.

Pero los hay que resignan a perder la ilusión y se agarran al clavo ardiendo de un natural aislado, una media, una cara descompuesta, un mohín de aparente gallardía, un animal que va y viene y lo toman por… bueno, no sé por qué lo toman. Pero bueno, allá cada uno, que igual resulta muy duro sobrellevar la carga de que te digan, que te pregunten si es que no te gusta nada. Claro que gustan cosas, pero no nos las dan, ni tan siquiera amagan con hacerlo. Y más difícil parece el no entregarse a quienes llevan el nombre de alguien que una tarde nos regaló la felicidad de ver torear, ¡qué gran felicidad! Que en Madrid hicieron el paseíllo dos jóvenes hijos y sobrinos de toreros de hace años y uno que solo podía decir que venía de Jerez, que ya es bastante decir, afortunado él. Curro Durán, Alejandro Mora y Miguel Andrades. El resultado, pues igual si se hacen un corta y pega mental de otras muchas novilladas, igual se pueden hacer una idea. Que sí que es verdad que a los novilleros no solo hay que perdonarles la precipitación provocada por ese querer comerse el mundo, sino que a veces, hasta habría que jalearlo. Mucho mejor atropellarse, que ir con la galbana del que lo tiene todo hecho. Eso sí, ¿es esto lo mismo que ir acelerado? Que cada uno en su estilo, parecía que querían soltar la lección aprendida de memorieta toda de una vez y cuanto antes, mejor. Más pendientes de sar pases, que se torear, lo que les obligaba a tener que recolocarse permanentemente. Te suelto el trapazo y hala, a por el siguiente dos metros más allá. Quizá Durán fuera el más fiel a la modernidad, Mora el que se acordaba de algo que había oído, pero muy de lejos y al menos intentó unos ayudados a dos manos por arriba. Eso sí, desoyendo lo que le diría un clásico y puede que haciendo más caso a uno de plata, se pegó una vuelta al ruedo por su cuenta y descaro, que como no podía ser de otra manera, también se la pegó casi a paso de legionario. Miguel Andrades, pues dejó muestras de lo que él cree seguro que le dará a ganar dinero. Aquello que se decía de dar espectáculo, bullidor, poniendo banderillas, que al menos no lo hizo con excesivas ventajas, pero tampoco para aclamárselo. Con la pañosa, pues ya saben, apelotonado, se le montaban los trapazos y tuvo la mala suerte de que le tocara uno de Guadaira que acudía a todo lo que le mandaban. La corrida fue un tanto desigual de presentación, unos justos, sin más y un par de ellos que igual pasarían por toros en alguna plaza de relumbrón. El encierro fue entretenido, ni eran barrabases, ni la tonta el bote, sin complicarle la vida a nadie, solo uno se aplicó en el caballo, justos de fuerzas más de uno y sin apenas recibir castigo en el peto. Que había maestros de escuela que pegaban más fuerte que los de aúpa. Menudos eran los maestros de antes con su lógica y expeditiva pedagogía. Pero los picadores de ahora deben ser también de los que el primer tercio tiene que ser lúdico y que entretenga a los toros, pero razonando, oiga, nunca haciendo daño. De entre todos, quizá el que más destacó fue ese último ya señalado, que no se cansaba de embestir, que hasta daba la sensación de que se le estaba viniendo arriba al gaditano, quien no tenía otros argumentos que la vulgaridad adornada de mil y un enganchón, algo no exclusivo de él, sino que también practicaron sus compañeros de terna, como los tirones, el abuso del pico, citar fuera, largar tela… lo de siempre. Lo más espectacular quizá fuera la muerte de este colorado, agarrándose a la vida como lo hacen los bravos. Fue un momento pleno de emoción, lo que quizá empujó a algunos aficionados a demandar la vuelta al ruedo del toro, que no seré yo quién se la discuta, no me atrevería a tanto, pero entonces me salta por los aires lo que me quisieron enseñar de chico, que si en el primero tercio el novillo se limita a dejarse en el primer encuentro amagando pelear solo por un pitón y en el segundo se lía a pegar derrotes al peto, pues permítanme que dude de los méritos para que fuera paseado en loor de multitudes. Eso sí, repito, en la muleta iba adónde le llamaran, lo uno no quita lo otro. Que quizá es que el respetable se había ilusionado en exceso con el animal, lo mismo que los tres alternantes lo habían hecho con verse anunciados en Madrid, de la misma forma que lo hicieron los que escasos asistentes a la plaza para ver lo de Guadaira. Pues al final solo queda por saber, a ver quién pierde antes la ilusión.

 

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martes, 18 de abril de 2023

Que nos digan cómo los quieren

¿Los quieren blancos, negros, azules? Grises no, solo algunos. A saber qué es lo que quieren.


Llevamos años y años, y los que nos quedan, contemplando el recital ganadero de los que buscan un tipo de toro muy determinado, tan determinado, que todo lo que no se ajuste a unos criterios tan restringidos como exiguos, no vale. El toro bien hecho, según ellos, el toro colaborador, según ellos, el toro que no dé ni un problema, según los demás. Que dicen que para que el torero se pueda expresar. Un toro que se adapte al torero y no al revés, como toda la vida de Dios, y que parece poner en entredicho todo lo anterior, toda aquella variedad en el toro que quizá, solo quizá, fue lo que dio grandeza a este de los toros.

¡Ea! Ya tenemos su toro y ahora viene el momento culminante, su salida al ruedo, el momento de que los de luces se “expresen”. Pero, ¡ay, amigo! Que vale que el toro encastado no les cabe en sus esquemas, porque este acusa todas las barbaridades lidiadores que se le hagan desde su salida al ruedo y claro, un buen toro se puede convertir en un imposible. Al contrario de lo que estos señores piden, un animalito que igual se le ve en los dos primeros tercios, que pasa hasta inadvertido, pero que luego va y viene a la muleta, le conduzcan con el trapito o con una pamela. Vale, el toro encastado lo desechamos, no nos vale. Pero no solo el toro encastado, ¿y si nos ponen delante a un toro serio, espectacular de pitones? Ya estamos, que si es destartalado, que si el aficionado de aquí o de allá quiere búfalos, elefantes, en contraposición a sus caracoles que si acaso solo sacan los cuernos al sol, y si se les canta eso de “Caracol, col, col, saca tus…”. En fin que si seguimos desechando, al final vamos a acabar en “6 cabras monteses 6”.

Ellos piden el toro que se mueva. Vale, pues que se mueva, dejando de lado que moverse también se mueven las cigüeñas y no valen para torearlas. Que quizá deberían aclarar que quieren que se mueva sin hacer un extraño, a una velocidad más que moderada y arrastrando el hocico por el suelo, que si aunque descastado, el animal se les pone pegajosito, ¡Fueraaaa! Y es que vamos acotando demasiado, ¿no creen? Que si bajito, con defensas exiguas, que se quede quieto en banderillas, que no pase nada si en el caballo no se le puede picar, que al fin y al cabo, citando al maestro Encabo, si no le hace falta al toro, ya no es que se simule la suerte, que no salga el señor del penco y así nos vamos antes de copas. Luego en el último tercio, el que siempre fue de muerte, con perdón, el toro debe actuar, y digo actuar, como el perfecto colaborador que va y viene sin hacer que el de luces sufra el más mínimo sobresalto. Y allí anda el de luces que se lo pasa por delante, por detrás, por el cielo, por el infierno y todos tan contentos.

Pero claro, esto sería muy fácil si todo fuera así, pero la realidad es que a tanta incapacidad concentrada en el escalafón de matadores y novilleros no les vale casi nada. El encastado, por razones obvias, porque saca a relucir todas sus carencias, el no saber ver al toro, el ir con su guion prefabricado y pretender atizarle el repertorio de siempre, sin pararse un segundo a ver qué tienen delante. Y ellos, en el mejor de los casos se limitan a estar por allí; que esto está mal, pero, ¿no hay nadie que desde el callejón les diga lo que hay y se dejen del “bien, torero bien”. Pues nada, para evitar estos malos tragos, desterramos cualquier hierro que no responda a una procedencia inconfundible y extremadamente extendida por el campo y las plazas. Venga, adelante con los faroles, pero les sale eso que las malas lenguas llaman el toro bobón y tampoco. Que les sale uno que va y viene y como su catálogo de posturas no se ajuste, no hay nada que hacer. Entonces suele aflorar todo un vergel de vulgaridad, vulgaridad que desespera, que aburre, que siembra el tedio sin compasión de las almas aficionadas al toro. Que el triunfo puede llegar, claro que sí, si estos ya también se prefabrican, todo depende del número de paisanos, transeúntes o enterados que van a ver al ídolo del momento y que consideran que todo lo que hagan, ya sean mantazos, trapazos o banderazos, está bien; ¿qué digo bien? Sublime. Eso sí, si minimizamos el factor entusiasta y partidista, tampoco vale y es entonces cuando se le empieza a poner pegas al que iba y venía. Que si les sale una corrida de esas que embisten hasta las nubes, como no lo vean, no lo ven. Y llegamos a la conclusión de que a esta prole de la vulgaridad no les vale nada, lo uno porque no saben; lo otro porque no han aprendido; y lo demás, porque no quieran aprender. Entonces quizá sería conveniente que nos sentemos un ratito y que nos digan cómo los quieren.

 

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lunes, 10 de abril de 2023

Con lo bien que se ve por la tele, ¿No?


Alguien hablaba de que no sé quién engañaba al público como a chinos. Pues al final, los chinos van a ser mayoría y vamos a acabar jugando al ping pong.

Que me cuentan que como en la tele, no se ven los toros en ninguna parte; tu sillón abatible con reposapiés, la luz tenue, el aire acondicionado a una temperatura justa para que si das alguna cabezadita luego no te duela la garganta, un refresco o una cervecita en tu jarra especial, una merienda cena para pasar el trago de la mejor manera y la conexión a Mundotoro TV. Perfecto, ¿perfecto? ¿Qué pasa aquí? “Mari, el vecino nos está robando el güifi”, pero, “si está de en el pueblo”. “Esto no va”. Pues del cable no es, batería tengo, y conexión hay, porque puede ver… “Paco, me dijiste que ibas a ver los toros y esas señoritas…” “Nos han hackeado la señal”. Si me hubiera ido a la plaza en Madrid, no me pasarían estas cosas. Pagas la tele de los toros y… Seguro que en Madrid están rebosando de arte y toros formales que para qué.

Pues rebosar, lo que se dice rebosar, depende a quién le pregunten. Si le preguntan a un adorador del vacío pitiminí de lo que ahora se ha dado en llamar arte o expresarse, pues igual aún no se les ha pasado la borrachera que vivieron con el toreo tan vacío y ventajista como preciosista de Curro Díaz. Con lo que a algunos ilusionó en su día y ahora, hace tiempo ya, es una mera postura citando a veces hasta ofreciendo las nalgas, con la muleta atravesada hasta la exageración, sin perder la ocasión de abusar del pico, pero muy elegante, eso que no falte. Por no faltar, ni la poca vergüenza torera de amagar con darse un garbeo por el ruedo después de dos sablazos haciendo guardia. Será cosa del arte. Que igual me tildan de excesiva dureza con el torero, pero igual algo tiene que ver el ver cómo el personal pierde la cabeza y pretende que también la pierdas tú con su torero, porque si no hay partidismo de por medio, difícil resulta comprender ciertas cosas. Que no voy a decir que Garrido estuviera parejo a Curro Díaz, ni mucho menos, pero torear, lo que es torear, torearon lo mismo, nada. El mayor inconveniente de este es que un día alguien le dijo que era artista y de ahí vienen todos sus males. Pero lo que no le debieron decir es que era muy pesado para no acabar diciendo nada. Como nada dijo el confirmante Borja Jiménez, prototipo, como tantos de la modernidad, que algunos llamarán ampulosamente técnica. Pues adelante con la técnica, quizá la que les faltó a las cuadrillas, negadas en las lidias y más aún en el segundo tercio, incapaces de clavar dos palitroques a la vez, sin emular a los rejoneadores.

Pero la cosa ya partía cruzada de inicio. ¡Vaya ganado! Un ganado perdido. Que ya a todo llamamos toro. Feos, flojos, descastados, manseando, aunque no se crean que con la emoción que imprime la mansedumbre cruzada con la casta, más que nada, porque… ¿Casta? Sí, la casta y la Susana, una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrid. Si hasta apareció don Hilarión para llevarse dos inválidos, con su partida de cabestros. Que vaya desafío ganadero. Si ni tan siquiera se faltaron con la mirada en los corrales, que ni tan siquiera un “nos vemos en el ruedo”. Eso sí, al menos el solecito ya apretaba y todo. Y mientras nos llegaban noticias de Sevilla, bueno, no, mejor dicho, no llegaban noticias de Sevilla. Algunos que lo intentaban con su móvil estratosférico 5G, con bluetooth que lo pillas al vuelo, pantalla panorámica que te cabe en la palma de la mano, pero… a ver si va a ser la cobertura, que con tanta gente en la plaza, 8.000 según la organización, que si vamos a datos de Interior, igual había que quitar parte de los abonos regalados que todavía estaban de Semana Santa. Pero ni la cobertura, ni el 5 G, ni nada de nada, que la primera de Sevilla y el invento que no funciona. Bueno, habrá que esperar, ¿no? Eso sí, ahora si quieren les devuelven el dinero, les dan un mes gratis o lo mismo les manda la merienda a casa para que no se tengan que mover y gozar del sillón abatible con reposapiés, la luz tenue, el aire acondicionado a una temperatura justa para que si das alguna cabezadita luego no te duela la garganta, un refresco o una cervecita en tu jarra especial, porque ya saben, para qué ir a la plaza, con lo bien que se ve por la tele, ¿No?

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lunes, 3 de abril de 2023

Libertad para la exigencia

Pasen y vean el "Mayor espectáculo del Mundo"


Está demasiado generalizado eso del “¡Cállate!” el “Deja ya de molestar” que le sueltan a la cara esos rostros que se pasan un día por una plaza para ver al paisano o para simplemente pasar una tarde y que al final vocean más ellos repitiendo esta cantinela, que los mismos que protestan. Que en lugar de pensar cuál es el motivo de tal protesta, solo exigen silencio, obedeciendo a no sé que dogma que parece decir que en una plaza de toros hay que estar callado en todo momento. Que sí, que hay circunstancias en las que el silencio es el mejor consejero, pero esto no siempre es así. Eso sí, cualquier protesta motivada por la idolatría o el paisanaje están ampliamente admitidas y hasta sobrevaloradas. Que sí, que el ídolo y la tierra tiran mucho, pero tampoco pueden cegar la razón.

Hace un rato, como aquel que dice, hemos sido testigos de un esperpento en Madrid, esos cambios de ganaderías para ese desafío ganadero, con perdón, entre los Maños y Pallarés. Unos se pusieron del lado de la ganadería aragonesa, otros que si de eso tan sobado de la variedad de encastes, otros contra el sistema y otros contra todo ese desbarajuste tan incomprensible y tan innecesario. Unos que no parece que hubieran ido a la finca recientemente a ver cómo estaba el ganado reseñado y que permitieron que se llegara hasta la misma semana del festejo para examinarlos en la plaza, otros con que ese es el ganado que me gusta y de ahí no me apeo; muy lógico y admirable, pero entonces igual es que no puede lidiar en una plaza de primera, sobre todo cuando esto no es la primera vez que ocurre. Que si lo de Buendía no da ni caja, ni pitones, totalmente de acuerdo, pero no confundamos ni caja, ni pitones, ni kilos, con seriedad y trapío. Que lo de las fotos es una mala consejera, que cada uno puede interpretar lo que quiera, pero… Que luego esos animales embestirán como aviones en Mazatortas del Rey, pero si lo primero que se le puede exigir a un toro es la presencia y esa nos la saltamos porque igual luego lo que llevan dentro es de premio, estamos abriendo una puerta que luego no habrá quién la pueda cerrar. Que ya me veo a las figuras con corderitos porque así embisten mejor. ¿Queremos eso realmente?

Que hay muchas preguntas en el aire, pero quizá algunas respuestas encontraron algunos al ver salir la tarde de autos a los admitidos de Pallarés, que provocaron que se repitiera una y otra vez eso de “Pues cómo serían los rechazados”. Que me dirán que dos de los tres rondaban los 600 kilos, pero volvemos a lo de siempre, que la felicidad del carnicero no coincide con la del aficionado. Que el trapío no se mide con la básculas. Pero aún así, las protestas a estos animales molestaban, bien porque vería alguien peligrar el triunfo del paisano o porque veían que podían volverse al pueblo, al barrio o al bar sin poder contar que se habían cortado mil orejas y eso… eso duele. Pero con lo que ya no parece contarse es con el toro. Normal, tan ausente tantas y tantas tardes, ya no se le espera y mucho menos si no es el de la ganadería de la tierra. Pues nada, aunque sea nos apañamos con unos de por allí abajo, Trigueros, creo que se llama el pueblo. Y con la cosa de las prisas, no hubo tiempo a que vinieran los paisanos de este hierro. Y lo que da de sí el toro. Presencia sobraba, que según se vio en el ruedo, hasta el hierro imponía a los de luces, que en algún caso, hasta consiguieron hacer creer que allí había una alimaña, un criminal con cuernos. ¿Y no sería que lo que había era un incapaz con alamares? Y la exigencia ya no venía de los tendidos, fundamental para que esto no se vaya por el desagüe; la exigencia era de los negros. Aunque lo que se vio también fue fruto de esa ya casi inexistente exigencia de los públicos. Que el aplaudir la falta de recursos y pericia en la lidia otros días, trae como consecuencia que cuando asoma la casta, todo se nos vuelve del revés. Y pongo el ejemplo del toro de Cuadri que le tocó al “triunfador” Adrián de Torres, con paisanaje fiel. Si a ese toro le empiezas acortando el viaje de salida, si se le dan mantazos por el cielo una y otra vez, si a consecuencia de esto se complica el segundo tercio con una pasada y otra y otra y … en fin, excesivas, y luego quieres ponerte bonito, que le quitas el trapo de primeras, que no haces por enseñarle a ir más largo, que se la dejas en la cara y derrota, que lo mismo por uno que por otro lado, ¿aún queremos que el animal no aprenda? Es que si no se vuelve el toro un imposible o es tonto o es uno de estos formales de ahora. Un toro que empujó con fijeza en el caballo, que pareció lastimarse, pero que se mantuvo en pie, o le mantuvo precisamente la casta. Pero no señores, era un criminal. Que ya no sé lo que queremos. Pero claro, es más fácil ser “exigente” aunque injusto con el animal que no se queja, que con el de luces, que igual un día nos le encontramos en una boite y hay que ser amigos. Que espero que sea que la gente no tuviera tiempo de fijarse en la evolución del toro, porque como se te fuera una pipa por mal sitio, ya te habías perdido media película. Una estocada muy efectiva em muy buen sitio al menos permitió a muchos justificar la oreja. Unos, porque se la había jugado, de lo que no hay duda, y otros, por aquello de que una estocada vale… Que el toreo es valor, pero no solo. Valor y conocimientos, porque para gladiadores, Russell Crow y Kirk Douglas, ¿no creen?

Pero la exigencia se desmorona ante la generosidad de un torero, como la de Gómez del Pilar, que puso todo su esmero en lucir a un toro. Hasta tres veces se arrancó de lejos con alegría y codicia aquel que no tenía paisanos cerca, pero que conquistó a todo el mundo, hasta a los del Japón. Y un picador midiendo el castigo, citando de lejos, ofreciendo toda su verdad y picando en el sitio. Luego las cosas del toro bravo, mal los banderilleros, incapaces de encontrar toro en otro lugar que en el punto x grados Sur, x, norte, latitud 73; incapaces de encontrar toro dónde sea. Y luego, pues lo mismo, quizá las distancias, los terrenos para la faena de muleta, pero solo cabe gratitud a quien nos regaló un toro en el caballo, Gómez del Pilar. Lo contrario de Esaú Fernández, quién está necesitado de mucha exigencia, tanta como para aconsejarle que con esos mimbre, igual lo mejor es que no apareciera por Madrid en años, al menos de luce. Ni él, ni su picador, que se cobró la costalada con cuchilladas traicioneras a un toro que aún así, todavía buscaba los engaños. Y digo yo, si hubiera exigencia primero desde los tendidos y después en el ruedo, ¿cuántas ganaderías, cuántos coletudos, cuántos limosneros de orejas al paisano o al ídolo quedarían por las plazas de toros? Pues si la cosa va así, no queda otra que pedir, y con fuerza y muy alto, libertad para la exigencia.

 

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