viernes, 29 de junio de 2012

José Tomás, ¿Hasta cuando?


Qué lejos aquellos días de felicidad con José Tomás


Volvemos ala cuestión José Tomás. es asomar la patita y ya nos volvemos locos. Y este que habla se considera josetomasista, lo que no quiere decir que se entusiasme con verle rascarse una oreja, porque a lo mejor mi vecino se la rasca mejor y no le hacemos la ola cuando nos le cruzamos por la escalera. Realmente creo que todo está desbordado en lo que se refiere a este torero. Quizás más debido al ser considerado como el último clavo ardiendo que le queda al aficionado, que por otra parte sigue entregado a él, mucho más de lo que él mismo parece estar entregado a la causa del aficionado.

 Uno personalmente le tiene como retirado y no cuenta con él para nada en esto de relanzar la Fiesta. No parece muy decidido a ello. Y no es que sea un caso raro en eso de toreo tres o cuatro, vuelvo pero sin volver, es lo que han hecho muchos otros, unos que no se resignaban a quedarse en casa y otros que poco a poco veían bajar el interés de las empresas y los públicos por ellos. La gran diferencia puede estar en que le panorama de la Fiesta es más que desolador y se piensa en él como el único capaz de despertarnos de esta pesadilla. Capacidad tiene para ello, pero no parece muy decidido a meterse en camisa de once varas.

Él es muy dueño de hacer lo que mejor le parezca, pero quizás debería pensar un poco y darse cuenta como se resiente su imagen y la del toreo clásico frente al moderno, cuando se anuncia en carteles con compañeros muy elegidos y con toros mucho más escogidos aún. Que todo el mundo entiende que en Badajoz no va a matar el toro de Madrid, ni en Villafeliz, ni Cascalosmontes, pero hombre, ¿tanto cuesta en estos momentos darse una vuelta por Sevilla o Madrid? Qué repito mi incondicional adhesión a este torero, aunque ya no es tanto a este, como a aquel que hace años nos enloqueció dos fines de semana seguidos en Las Ventas. Y podría uno callarse y seguir recordando aquellos días, pero visto lo visto, a uno le cuesta.

Puede que el aficionado esté muy equivocado y haya esperado más de lo que otros estaban dispuestos a dar. Algunos habríamos deseado que se enfrentara en el ruedo, uno por uno, con todos los geses, con los pegapases, los tramposos y cualquiera que no camine por los caminos de la integridad y si es con el toro de verdad, mucho mejor. Que tampoco se pide que maten los Miura, pero al menos algo que no sean las borregas de Zalduendo, los Cuvillos, Garcigrandes y esas vergüenzas que saltan a la arena cada tarde. Pero si a alguien le queda la más mínima esperanza, que se la vaya borrando de la cabeza. Como todos, sigue esa ley no escrita de no agresión, de no molestarse lo más mínimo entre ellos. Querrán vestírnoslo con el traje de la dignidad de la solidaridad con  los compañeros, como cuentan las malas lenguas que pasó el San Isidro pasado araíz de los conflictos de la televisión; eso está muy bien, pero ¿no hay nadie que practique esa misma solidaridad con el aficionado? ¡Ay! el aficionado, ese ser molesto del que uno se aprovecha según las necesidades del momento. Si hay que escalar posiciones, no paramos de echarle flores y cuando nos exige lo más mínimo y queremos estar acomodados, entonces decimos que ha cambiado, que es ignorante y malvado y nos quedamos tan panchos.

Hasta el momento José Tomás no ha llegado a tanto, y puede que tarde pues las plazas que visita son esas en las que nunca pensaron que podrían verle en directo y que a la mínima enloquecen y se echan en brazos del ídolo. Así ellos también podrán decir que vieron a un José Tomás sublime. Los demás vemos vídeos muy cortitos, como si nos asomáramos por el ojo de una cerradura, esperando que en cualquier momento nos echen el cerrojazo al otro lado de la puerta. y nadie duda que dentro de unos años el de Galapagar quedará en la historia como uno de los más grandes, pero ¡amigo! se está esforzando demasiado en quitarnos la ilusión a todos los que creímos en él. Que lo hecho no lo puede borrar nadie, pero no nos podemos quedar con este mal sabor de boca.

Ya digo que yo le considero como un torero retirado, una retirada forzosa provocada por aquella cornada de Aguascalientes, que nos hizo pensar primero que se lo llevaba por delante, luego que aún salvando la vida, perdería la pierna y al final hasta volvió a ponerse delante del toro. En su reaparición estaba claro que se iba a probar, cosa muy lógica, aunque en muchos casos se les fue la mano al escoger el ganado, pero bueno, seamos benévolos por una vez, pero ¿en qué estamos ahora? ¿Se sigue probando? ¿Está poniendo a prueba la paciencia del aficionado? Si yo tuviera que dar una respuesta, confieso que no sabría que decir. Yo me encuentro totalmente perdido, uno no sabe que pensar. A veces hasta parece que lo que hace es ir al cajero a sacar dinero, para luego volverse a casa. Pero la realidad es que no tengo ni idea, aunque más parece a veces que se mueva para ir contra los que tanto mal le han hecho, que son muchos y que por oscuros intereses le han negado el pan y la sal, pero que por una vez se acuerde de los más fieles, que nos tenga en consideración y que nos dé una alegría. Tiempo al tiempo y de momento, pues a seguir agarrados a este clavo ardiendo, mientras continuaremos con esa cantinela… de José Tomás, ¿Hasta cuando?

domingo, 24 de junio de 2012

Morante, ¡qué grande eres!




El torero de la Puebla puede que sea el torero que más controversia ocasiona en las tertulias y círculos taurinos. ¡Cómo no! Eso es lo que tienen los que amueblan su existencia de genialidad. Cómo no se le va a adorar a un artista que lo mismo le pega una verónica a uno de Cuvillo que a uno de Cuvillo. Si es que estoy escribiendo y solo de pensar en su gestos de “no se pué aguantar”, a uno se le pone los pelos de gallina, digo la gallina de las carnes, no la cresta sin la gallina, la gallina de la piel, la piel de la cresta. ¡Cómo sea! Ustedes ya me entienden ¿no? La emoción no me deja ordenar las ideas. Pero desgraciadamente, no todo el mundo tiene sensibilidad para darse cuenta de la fuerza de la naturaleza que es el arte de don Josantonio. Que lo mismo se fuma un puro, que hace un paréntesis y saborea un cafelito entre el tercero y el cuarto, que le receta gafas para lejos al usía de turno.

¿No me dirán que no es pa’ comérselo? Él que es muy avispado, el otro día, después de haber desprendido embrujo, arte y polvos de ángel, se dio inmediatamente cuenta de la carencia visual del señor presidente y ni corto, ni perezoso, le ofreció sus propias gafas. Si eso no es generosidad, que venga Dios y lo vea. Esas mismas gafas que hará tres años le recomendaron que se pusiera para lejos. De esta manera podría ver a los torillos que mata desde que puso su destino en manos del señor Vázquez, don Curro. Que no es que él haya matado mastodontes prehistóricos, pero algo más de tamaño sí que daban. Pero ahora es más difícil ver en la lejanía a esos coquetos torillos de Cuvillo, Zalduendo, Garci…, Victoriano del Riachuelo, que ya no llegan a río, y toda esa cabaña breva que matan las figuras del toreo. Y además, él tampoco hace por pasárselos cerquita, pues siempre fue cuidadoso con la ropa de los días de fiesta. De la misma forma que no se manchaba los pantalones de franela y la blusita cuello baby, no se mancha ahora esos trajes tan bonitos bordados en oro, palta o azabache. Que por un metro más acá o más allá, tampoco se va a acabar el mundo y además, para eso están las gafas.

Tan generoso es don Josantonio, que se permite romper su colección de gafas ganadas a ley en tantas tardes de vergüenza por todas las ferias de España. No me extrañaría que acto seguido, una vez roto el fuego de repartir gafas, haya hecho lo propio con su apoderado, con los veedores que no ven, con los veterinarios y con el resto de presidentes de esas plazas de amplias tragaderas. ¡Qué chico este! Pero tanta generosidad tiene que ser sobradamente recompensada; por eso pienso que el aficionado debería dejarse de extremismos y corresponder al maestro de la Puebla. Señores, rompan sus huchas de cerdito y juntemos el dinero para comprarle unas gafas con las que se ve el pico de la muleta  metido entre los dos pitones, como la pierna de salida se queda retrasada descaradamente, como este mismo torero compone la figura antes de que llegue el toro, pareciendo al inicio del pase que ya lo está rematando. Y ¡por qué no? que esas gafas amplíen el campo de visión hasta detrás de la cadera, haasta esos lugares donde se remataban los pases. Y ya puestos, unas gafas que le indicaran donde colocarse durante la lidia, sin que toda la plaza se lo tenga que chivar, como ha ocurrido este año en Madrid.

Ya saben ustedes eso de que cada uno da lo que recibe ¿verdad? Pues la generosidad del sevillano es de bien nacidos pagarla con más generosidad. Nadie podrá discutir que el maestro derrocha torería y que bebe en las fuentes más caudalosas del arte. Ya rescató al silla de El Gallo para tocarle el hocico a un moribundo sin resuello y ahora nos trae a la actualidad las gafas de Manolete padre o del mismísimo Luis Miguel. Seguro que todos conocerán la anécdota del pequeño de los Dominguín en Zaragoza. La cosa es que una tarde en el coso de Pignatelli, el madrileño se vio constantemente respondido por un espectador de los que se hacían notar. Ya cansado, Luis Miguel preguntó sobre la identidad de aquel individuo. Le dijeron que era un reconocido aficionado que tenía una óptica en el centro de la capital maña. Como se daba la circunstancia de que repetía en esta plaza dos días después y que al día siguiente podía descansar, se decidió a salir a pasear para estirar las piernas. Y ¿qué casualidad! Sin pretenderlo, los pasos le llevaron hasta una óptica en el centro de la ciudad. Entró, y tanto cliente como dependiente, pensaron que se conocían de algo. Pero bueno, estas cosas pasan. El señor de la óptica era clavadito al aficionado del día anterior de la plaza, y el cliente era totalmente un calco de Luis Miguel Dominguín, vamos que solo podían ser ellos mismos. Luis Miguel pidió unas gafas y el dependiente le sacó unas que parecieron cuadrarle bastante bien, parecían perfectas. El torero se las probó y se mostró encantado con ellas. Pero le hizo saber a quien le atendía que tenían un defecto. ¿Cómo? Dígame usted cuál es. Y mirándole fijamente respondió: Pues que con estas gafas, solo veo hijos de puta. Su interlocutor tomó las gafas con toda la serenidad imaginable, sin sorprenderse por la supuesta tara, las examinó, se las probó, miró fijamente al torero y concluyó: efectivamente, solo se ven hijos de puta. El final parece ser que fue una buena amistad entre ambos “miopes”. Y ¿qué quiero decir con esto? ¿Qué Morante es tan genial como Luis Miguel y el óptico? Pues sinceramente creo que no. El ser un genio es mucho más. Es mostrar ese desacuerdo con elegancia y contundencia y darse cuenta y darle valor a la respuesta que se pueda recibir, especialmente cuando está a la altura de las circunstancias.

El “Parador de relojes” se aprovechó tramposamente de las circunstancias, de la corriente en su favor del público, de la imposibilidad de respuesta pública por parte del presidente y de la mala prensa que estos tienen por esas plazas de Dios. ¿Qué quería decir? ¿Que estaba ciego o que era un ignorante? Eso no es propio de un genio, que además lleva años que no ejerce de ello. Más que un genio parece un trilero de la calle que te esconde la bolita hasta desplumarte. ¿Qué le parecería a él que le arrojáramos lentes de aumento al ruedo para ver si esos borregotes que mata desde que se unió al señor Vázquez son capaces de imponer algo de respeto y no vergüenza, como es el caso? Poco tacto, nula humildad y escasa inteligencia la que ha mostrado don Josantonio. Y que nadie se me ofusque con esto. Que si de algo no se me puede tachar es de antimorantista, pero una cosa es lealtad y fidelidad y otra papanatismo. Que yo soportaría mejor un bache, por largo y profundo que fuera, a este engaño con el que nos “deleita” desde hace tiempo. Hasta no me parece él; es como si fuera un clon imperfecto, defectuoso que solo se parece al original en lo aparente. pero yo aún sigo esperando que su otro yo, el torero, el artista de verdad, se imponga de nuevo y podamos gritarle sin reservas eso de Morante, ¡qué grande eres!

PD.: Gracias a José García Pastor, quien nos aclara que la óptica es la de la calle Alfonso de Zaragoza. 

domingo, 17 de junio de 2012

Domingo Navarro, de buena pasta en todos los terrenos


El día del Ángel de la Guarda de plata, Domingo Navarro, en Opinión y Toros


Ya hace casi un mes que hizo pública su decisión de apartarse de los ruedos, de colgar el vestido de torear y de no volver a subirse en su coche vestido de torero para ir a torear a la plaza. Yo me enteré unos días antes y compartí con un amigo el choque que esto le produjo; le dio vueltas y más vueltas a la cabeza, me llamaba, me comentaba lo mismo una y otra vez. Por un lado le atrapaba la pena del torero que se va y por otro la satisfacción del amigo que ya no tendrá que pasar más tragos delante del toro. Y sobrevolando toda la escena, la figura del gran maestro del que tanto aprendió el torero, el hombre y todos los que alguna vez le han oído hablar.

Pero Domingo Navarro se me hizo presente hace tiempo, mucho antes de que nadie pensara que se pudieran suceder todos estos acontecimientos. Empezó a llamar la atención de la afición de Madrid con esa pertinaz obsesión por estar siempre bien colocado durante la lidia; y digo durante la lidia y no en el ruedo, porque fuera en los toros que le tocaba o en otros, siempre estaba atento a lo que pasaba en el ruedo. Como comentábamos mi amigo Pepe y yo, si querías saber donde estaba Domingo en el toro de un compañero, solo tenías que ver donde estaba el toro y mirar en el lugar más próximo en el callejón. Ahí estaba atento con su capote y la montera calada; raro era el día en que no libraba a un compañero de un compromiso ante el toro. Algunos son tan necios y envidiosos que decían que esa era una forma de ganar aplausos. Pues si es para evitar una cornada, bienvenido sea, aunque si afirman que el objetivo final eran los aplausos, que poco le conocían.

Llegó la tarde del 1 de junio de 2011, tarde difícil con los toros de Palha, en que parecía pesar en la cabeza de los toreros las láminas que otras tardes lucieron los pupilos del señor Folque, con unas espabiladeras de meter miedo. Un quite a la salida de un par de banderillas, otro a un compañero apurado, así una larga retahíla de quites, capotazos y cortes medidos al milímetro, uno desplegando el capote como un abanico, con una torería sencilla y sincera, pero siempre con el capote de vueltas azules en la mano. Fue un día para no olvidarlo. Una de esas tardes que consagran a los más grandes. Como todos los días en feria estaba yo en mi localidad oteando cuáles iban a ser mis modelos a dibujar para publicar en Opinión y Toros. Empecé señalando un quite, luego dos, tres, cuatro, hasta que perdí la cuenta. Poco homenaje suponía ilustrar esos momentos. Así que me decidí liarme la manta a la cabeza y me metí a hacer un retrato del torero, que fuera lo que Dios quisiera, si salía con barba san Antón y si no, la Purísima Concepción. Hice el dibujo, escribí mi comentario y se lo envié a toda prisa, como todas las noches, a Antolín Castro. Por un lado me quedó el buen recuerdo de esa tarde y por otra la tranquilidad de haber entregado el trabajo.

La cosa quedó ahí, ya solo había que pensar en las siguientes tardes. Al día siguiente, como muchos días, me encontré con Antolín Castro, el director de Opinión y Toros, en el metro y me dijo algo así como que había liado una buena; no puedo precisar las palabras. Me extrañé y empecé a pensar que igual había mandado el dibujo a alguna asociación antitaurina o algo parecido, cuando enseguida me aclaró todo. Ni corto ni perezoso le mandó el enlace al torero y según me contó, le gustó. Para que vean que cuando uno se entrega, se entrega de verdad. Pasaron las semanas y en la reunión anual de colaboradores de Opinión y Toros se presentó Domingo Navarro, para conocer al del dibujo. Tomó un AVE desde Valencia, comió con nosotros y se volvió a Valencia en el mismo día. No me dirán que no es para comérselo. Apareció como un pincel, vestido de color hueso, con un sombrero de paja y con una sonrisa que eclipsaba al sol. Tras las presentaciones, agradecimientos y demás, me cogió y me dijo: “Che, siéntate aquí”. Y me empezó a contar su historia, la del que puede ser el único caso de un alumno de la Escuela de Valencia que “solo” quería ser banderillero. Así de fácil. Me hablaba del maestro Esplá, de cómo empezó con él, no sin antes pensárselo con tranquilidad, de la devoción que por él sentía y de todo lo que éste le enseñó. Me pidió que le contara mi vida de aficionado y se recreaba en los años en que a uno le empezó a calar la afición de la mano de mi padre. No es una historia nada extraordinaria, pero para él era la maravillosa historia que se ha repetido tantas veces, los niños aprendiendo de los mayores, y estos enseñando el amor y el respeto al toro y al torero y sobre todo, a la Fiesta más grande del mundo. Un señor que cada tarde vence a la muerte, se burla de ella salvando al compañero y que envidia la forma de aficionarse de un simple mortal.

No volví a verle, pero sí supe de él, me enteré que mi dibujo está colgado en la chimenea de su casa, nos mandábamos saludos por intermediación de amigos comunes, hasta que un día uno me llamó y me contó la noticia. Domingo sabrá ahora que le traicionó al revelar el secreto, que yo guardé casi hasta hoy, pero la angustia que estaba pasando necesitaba compartirla con alguien. No lo entendía, lo comprendía, la verdad es que estaba hecho un lío, pero no quería que el torero lo notara y se viera influenciado por ello. Fueron días de sí o no, hasta que una tarde antes de salir para la plaza me llamó y me pidió que le ayudara a preparar una despedida para todos a los que quería agradecer su apoyo, amigos, aficionados, matadores, compañeros… Ya no había vuelta atrás. Se acabó. Pero se acabó solo el salir al ruedo, que no el torero, el hombre y mucho menos el amigo. Así se le apareció a nuestro amigo común por sorpresa, el día del cumpleaños de este y no se le ocurrió un regalo mejor que el vestido con el que se despidió de los ruedos, ese con el que tantas veces le hemos visto rojo Perú con pasamanería en hilo blanco. Como para no entrar en shock. Y puestos a sorprender, al día siguiente me llevaron engañado hasta una terraza de la Plaza de Oriente, y mientras saludaba a otra persona, allí estaban él y su sonrisa. Y es que Domingo Navarro está hecho de buena pasta, pasta para todos los terrenos, para los adentros a los que acuden los mansos, para los medios, como para agradar y transmitir alegría a todos los que estén cerca de él. Al final te das cuenta de que puede haber sido un magnífico banderillero, pero lo que nadie duda es que es un buen tipo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Epílogo de San Isidro: el problema está en los tendidos


Lo que iba a cambiar la cosa si saliera el toro todas las tardes


Señores ya terminamos la larguísima y absurda feria del patrón de Madrid, y ya puestos, hasta las corridas de toros que deberían haberse celebrado entre los meses de junio y julio, tal y como se supone que debe ser en una plaza de temporada. Otra cosa es que ese afán que la empresa calla, de aniquilar tal temporada, se formalice en un futuro no demasiado lejano.

Y en las que nos andamos, el ser humano no puede evitar ese vicio, esa manía o esa tortura para los demás, de ponerse a hacer resúmenes a sacar conclusiones o vaya usted a saber que patochada puede salir de quien quiere rellenar un espacio para mantener el blog vivo. Y yo no podía ser menos, así que después de este descanso, que aún me parece demasiado corto, me dispongo a exponerles mis razonamientos después de esta gloriosa feria de San Isidro 2012 y la Feria del Arte y la Cultura o del “Jarte” y la Costura (Xavier González Fisher dixit) o las corridas que deberían haber tenido lugar en la Plaza de Madrid en junio y julio; pero los señores empresarios han decidido juntar estos festejos para aprovechar la inercia de San Isidro y hacerse con unas entradas para unas corridas a las que igual no acudirán, pero que Taurodelta se asegura recaudar lo que no sacaría en verano con unos carteles infumables. En estos meses que antes eran en los que se daba la prensa, la Beneficencia y cuando venían a Madrid los excluidos de la feria, ahora nos ponen solo novilladas los viernes a las mil y gallo. Y es que no saben que hacer para que los toros se ajusten a la hora del cubata. Que lo primero es lo primero, a ver si nos vamos enterando.

Pues después de tanto festejo, tanto inválido, tanto borrego descastado, tanta morfología asardinada de los toros que matan las figuras, la prácticamente desaparecida suerte de varas sustituida por la suerte del chotis, en la que el penco hace que de vueltas el animalito a su alrededor mientras que el picador apoya el palo en el lomo, en el suelo o en las nubes; no confundir con la carioca, pues esta suerte fue inventada para picar a los toros, no para acariciarlos, ni para simular que se castiga. Hemos sido testigos de la abolición de la lidia y del desconocimiento más absoluto de esta por parte de los coletudos, que en la mayoría de los casos no saben ni colocarse para la foto, de la incapacidad de estas figuras para solventar el más mínimo inconveniente que presente el toro, que en ese momento pasa a ser imposible. Cuántos animales exigían que se les muleteara por abajo y se ha pretendido pasar solo con derechazos y naturales. Y así podríamos seguir y no acabar. Como ha quedado meridianamente claro que la feria preparada por Taurodelta era un fraude y una pantomima desde que se imaginó en la cabeza del triunvirato, con toreros que nunca debieron venir, con toros que jamás debieron repetir después de lo del año anterior y con un excesivo número de festejos confeccionados para que el coste fuera lo menor posible y el beneficio mayor que nunca. Y a todo esto, la fiel infantería de los plumillas y los de los micrófonos, jaleando grandezas que solo existieron en su imaginación y en las mentes abducidas de los aficionados televisionarios que siguen al pie de la letra las enseñanzas de sus “maestros”, repitiéndolas después como loritos, aunque no sepan lo que dicen.

Pero aún no hemos llegado al verdadero problema que acosa a la Fiesta de los toros, el verdadero mal está en los tendidos, gradas y andanadas de la plaza de toros de Madrid. Sí señores, así es, el problema de la tauromaquia es el público y más concretamente el de Las Ventas y todos los que vienen de fuera y se dejan abducir por ese poder hipnótico que proyecta sobre las mentes débiles y adocenadas. No es de recibo que en una feria que se organiza con motivo de unas fiestas patronales, haya grupúsculos subversivos que piden el toro íntegro, el toreo de verdad y la lidia clásica, sin pararse a pensar en que el prójimo lo que quiere es pasarlo bien, pedir muchas orejas y que el matador mueva mucho el trapo rojo delante de un animal que más bien parece amaestrado y entrenado para seguirlo obedeciendo las órdenes de un contorsionista vestido de colorines.

¿Dónde hemos ido a parar? Como estarán las cosas para pensar que el público que paga y exige que un espectáculo discurra de acuerdo a unos parámetros sobre los que se ha desarrollado durante décadas, como puede ser el problema. Es el problema porque no se resigna a ser timado y engañado, a que esto de los toros sea considerado como algo en que el aburrimiento es parte integral y de mucha importancia, el aburrimiento. No admite que le dicten como deben ser sus gustos y si no, solo le queda callarse y aguantar, aunque pague como el primero y en una temporada vaya sesenta veces más a los toros que esos que cuando salen descontentos de la plaza afirman eso de: “el año que viene no vuelvo”.

Estos culpables del deterioro de la fiesta son atacados sin piedad por los plumillas y locutores, que así esperan hacer méritos suficientes para que el poder tenga una atención con ellos cuando lo necesiten. Reciben las acometidas furibundas de matadores o exmatadores de toros, que o bien buscan asegurarse un plato de lentejas, o prepararse el terreno para cuando ellos mismos actúen por esas plazas del mundo, entre las que ya no está la de Madrid por no tener ni la categoría, ni el interés suficiente para verse anunciado en los carteles de Las Ventas. Y a lo mejor, aunque creo que sería muy ruín, hasta hay alguno que con sus comentarios quiere satisfacer su rencor hacia una plaza en la que nunca o casi nunca fue aceptado, y que conste que en este apartado no incluyo a Emilio Muñoz, matador de toros que nunca estuvo acertado por estas tierras, pero que años después ha tenido el valor y la vergüenza torera de afirmar que ahora entendía mucho mejor a la afición madrileña. Pero claro, ¿Dónde está ahora? Pues en su casa, porque hay otros que se ajustan mejor al guión de la tauromaquia moderna, lo cual dice mucho a favor del trianero.

Lo que son las cosas, unos señores que no dudan en gritar libertad, libertad cuando ven las orejas al lobo de la abolición, que recogen firmas y rubrican con su nombre las hojas exigiendo esa libertad para poder seguir acudiendo a las plazas, son los que niegan cualquier manifestación contraria a sus ideas. Lo mismo da que se les expongan argumentos razonados a los que ellos solo saben responder con las consignas de sus amos taurinos, eso de “Baja tú”, “Un respeto” o que se exprese la opinión cuando ya ha caído el toro. ¡Amigo! Si nos callamos cuando se está co0metiendo el atropello, una vez cometido ya no hay vuelta atrás y entonces pasará a imperar la dictadura de la mayoría sobre la razón y los usos que sobradamente han mostrado su conveniencia y su capacidad para construir algo tan grande como es el toreo. No me resulta fácil decir tauromaquia, pues es un término excesivamente manoseado por esta gente que se inclina ante el becerro de oro de la Tauromaquia 2.0. Ahora que cada uno saque sus propias conclusiones de lo ocurrido en la feria, de la situación de la fiesta y que piense si realmente es posible que el problema esté en los tendidos. A ver si no s centramos ya un poquito y recuperamos la cordura.

sábado, 9 de junio de 2012

El último, que apague las luces y eche el cerrojo


¿Tendrá futuro la Fiesta?


Pues ya hemos acabado de las ferias empalmadas de mayo y junio en Madrid, ya se ha visto todo lo que uno tenía que ver y más. Vale que queda el cartel triunfador de las Fallas, con la arrolladora y magnética presencia de los mediáticos y El Fandi, y el domingo una del arte del rejoneo, pero gracias, y nunca mejor dicho, a compromisos familiares de suma importancia, uno no podrá disfrutar de estas dos tardes de toros. ¡Qué se le va a hacer! Ya dicen que por los hijos, cualquier sacrificio es pequeño, ya lo creo. Uno hasta es capaz de faltar a los toros por quedarse a celebrar la primera Comunión de su torerita. Y como era hace años, uno ha despedido la feria con la corrida de Victorino. Pero esta no se ha parecido en nada a aquellas, ni nadie en aquellos momentos podría imaginar algo tan desolador como “la de los Victorinos” de 2012 en Madrid.

Nada de llenazos, ni de reventas, la expectación ha sido desplazada por la incredulidad, la ilusión por la decepción y el toro por el mulo, así de simple. Seguro que el ganadero, padre o hijo, estarán satisfechos con la presencia y comportamiento de sus pupilos y hasta puede ser que achaque el fracaso de la corrida a que los toreros no han sabido hacerles las cosas. Que puede ser, pero no estoy yo muy convencido de ello. Parecía que el primero iba a poner en aprietos a Antonio Ferrera, cuando al recibirlo de capote comprobó lo pegajosillo que era el cárdeno. Pero el extremeño no se desanimó y hasta lo puso de largo en el caballo. ¡Novedad! Nos van a dejar ver a un toro; pero este derrochaba timidez y no se le vio, o sí, pero no en el sentido que el aficionado esperaba. Tardeando y sin demasiada alegría se fue al caballo para casi no ser ni regañado, mientras le tapaban la salida. En la segunda vara, de nuevo de lejos, pero al animal no le habían explicado cual era su papel y repitió lo del primer encuentro.

Puso banderillas el matador, pero el mejor favor que le puedo hacer es no comentarlo, solo diré que siempre fue a toro pasado y por el pitón derecho. Luego con la muleta parecía que Ferrera sufriera de espasmos periódicos, medio agachado, encogido, con unas poses extrañísimas, casi tumbado, pero como era de esperar, con el pico, citando fuera de cacho, con estiramientos descoyuntantes, y sin enterarse que el animalito no tiraba una mala cornada. Iba como un corderito al redil. Como con la zurda no logró entusiasmar, entonces echó mano del tan socorrido arrimón y entre retorcimientos y sobreactuaciones, como los malos actores, se le fue el tiempo y ya escuchó un aviso sin haber entrado a matar. En el segundo volvió a querer ser generoso dejando el toro de lejos, pero este primero fue al pasito y después hubo que meterlo debajo del peto y en ambos casos no paró de darle cornadas a la guata. Vuelta a las banderillas y vuelta a la vulgaridad, los ventajismos y las demostraciones atléticas en este periodo preolímpico. Con la muleta poco más que añadir, eso es lo bueno de los modernos, que calcan las faenas, pero sí que el toro echó en falta que le bajaran la mano para intentar quitarle la mala costumbre de echar la cara arriba. Muchos pases, muleta retrasada y a tirar de repertorio populista.
A Diego Urdiales se le esperaba y se deseaba que le saliera un toro encastado y con energías, para que el riojano pudiera desplegar todo su poder. Pero le tocó una sardina sin fuerzas que hacía segundo y a la que casi no se pudo picar. Se lo sacó hacia los medios en el comienzo de la faena de muleta, pero ahí se quedó todo, el toro no metía la cabeza ni tirando del ronzal, entraba como un mulo en una noria y para colmo el matador alargó la faena más de lo necesario. En el quinto no cambió el panorama en nada, solo como se lo llevó a los medios de espaldas, rematando con un molinete y uno de pecho, para luego volver a ver como este tampoco se dignaba en humillar mínimamente, ni en embestir con algo de emoción. Un arrimón con el único motivo de querer exprimir esta oportunidad hasta el límite, pero con ese material poca cosa se puede hacer. Habrá que seguir esperando y en la espera, a ver si los apoderados del riojano piensan por una vez en el torero que tienen y le apuntan a una corrida que vaya con él, con su toreo puro y poderoso, no apto para mulos.
Alberto Aguilar venía este año con menos expectación que el anterior y puede que hasta menos presionado por la responsabilidad. Su primero empujó en la primera vara, pero después solo se le señaló la segunda, siempre tapándole la salida. Echaba el toro la cara arriba en la muleta y se tragaba el primero y segundo muletazo, pero al tercero se le echaba encima al torero. Al natural parecía que el madrileño perdería claramente la lucha, pero le enjaretó dos muletazos muy templados y mandando. Incierto en la embestida, que siempre era precedida por la incertidumbre mientras escarbaba, para de repente pegar el arreón y tomar la muleta a regañadientes. Lo cerró un poco a base de pases con la izquierda por ambos pitones y cuando ya estaba el toro cuadrado montó la espada y cobró un magnífica estocada casi a cámara lenta. Cortó una oreja, que quizás puede ser algo excesivo, pero yo tampoco tuve valor para protestársela, más teniendo en cuenta la perla que le trajeron los Victorinos, padre e hijo. En el sexto, que de puro manso pegaba un brincos y se retorcía escandalosamente, recordándonos las imágenes antiguas de cuando fogueaban a un toro. Su trasteo fue sencillamente una pelea entre el que quería y el que no quería saber nada de muletas. Derrochó valentía Alberto Aguilar, a quien incluso le quedaron ganas de dar unos naturales queriendo llevarse el toro hasta atrás. No mató como en el tercero, y puede que por eso no le pidieran la oreja. Pero daba igual, lo que había hecho ya estaba allí. Y que nadie se equivoque, no ha tenido una tarde en la que haya derrochado arte y buen gusto, pero al menos ha estado valiente y honrado.
Ahora ya solo nos quedan los domingos para ir a los toros, y para encontrarnos con algunos locos que no han debido quedar hartos de toros o que simplemente tienen que calmar su afición de alguna manera. Ya hablaremos de lo que ha dado de si esta feria, del abominable ciclo que ha salido incluso peor que la peor de las predicciones, que ha dejado a Madrid en el lodo y que o sale el toro o se va el aficionado de verdad, el único capaz de transmitir sentimiento y de conseguir que el público se enamore de esto. Pero ya digo, eso será más adelante. Ahora si me lo permiten, les voy a pedir que antes de irse comprueben que todas las luc4es están apagadas y echen el cerrojo ferial hasta el año próximo. Para mí, lo mejor, la gente con que me he encontrado, aquellos con quien he compartido estas tardes de toros, con quien he comentado como transcurría este ramadán y todos los que se han pasado por aquí para hacer su aportación, pero eso ya lo hablaremos otro día.

viernes, 8 de junio de 2012

Esa corrienteeeeee



Lo que se agradece ver torear bien de capote

 Tanto abrir las puertas de la plaza, que al final no hay quien pare con tanta corriente. Y ya lo decían los clásicos, que el viento es el peor enemigo del toreo. Vista la experiencia de los últimos días, no podía estar más de acuerdo; estos vientos racheados se han llevado todo lo que se les ponía por delante: los sombreros de paja que daban a la entrada, la hoja del programa donde vienen los pesos de las cuadrillas y el color de los vestidos de los toros, la llama que no deja encender el puro, la servilleta que dan con los canapés, los billetes para pagar los cubatas, la afición de los que ya no entienden nada de lo que está pasando, la educación de los que insultan a los que no aplauden con tanto frenesí como ellos y por supuesto, la dignidad de una plaza que antes era seria y ahora quiere aparentar que lo es. Así están las cosas, ahora da igual ser o no ser, lo importante siempre es aparentar que… Aparentar que uno sabe tanto de toros que don José María de Cossío le pedía consejo antes de empezar cada tomo de su obra. Que es más amigo que nadie del torero, al que llama desde el tendido por su nombre familiar. Si es José María, él puede llamarle Jose María, si es José Antonio, Jose o si es Alejandro, Alex, que para algo tienen que valer los contactos. Y también hay que aparentar que uno conoce todos los secretos del toreo. Como dijo el otro día un vecino de localidad: los papelillos del ruedo son para saber donde hay que picar al toro. Y juro que ni quito, ni pongo nada de lo dicho.

Tan mosqueada iba la gente con los vendavales, que temía ver algo tan vulgar y corriente como lo de los días precedentes, incluso pensaban que el aire podría echar a volar los Toros de El Puerto de San Lorenzo, pero no fue así. Salieron con bastante más presencia que la novillada del día anterior, los Cuviñajos. Salió el primero de la familia Fraile Martín para que Thomas Dufau confirmara el doctorado como matador de toros. El animal parecía carecer de fuerzas y entraba con bastantes precauciones a los engaños. No parecía tener muy en cuenta el día que era para el galo, pero tampoco hay que echárselo en cara, pues el propio interesado tampoco parecía estar muy presionado. Tocó poner el toro al caballo y allí lo tiró. Le taparon la salida al animal, que cabeceaba el peto, luego solo señalaron el puyazo ante la evidente flojedad que mostraba. Se dolió en banderillas, pero después se arrancó con ganas a la muleta que Dufau le ofrecía por detrás. Aparte del viento que molestaba bastante en algunos momentos, se mostró perfilero, con muchas carreras y enganchado al pico. Se le vieron intenciones de dar los pases completos, pero la falta de gusto y espíritu modernista no le permitieron lucir más las buenas intenciones. Arrimón animoso e innecesario al final, abuso del martinete versión eléctrizante, manoletinas con el toro casi parado y aquello parecía no terminar nunca. Tuvo que ser una estocada entera rinconera y muy trasera la que acabara con aquello.

El Cid recibió a su flojo primero sacudiendo el capote en su cara, por si tuviera polillas sería; ausente de la lidia, mal colocado, dejó ir al toro al peto al relance; casi no le picaron. Faena de sosos con la muleta, soso el toro y soso el torero, pero este además estaba muy desconfiado y sin acabar por donde meterle mano al del Puerto. Desarmes, carreritas, mucho pase vulgar y aburrido. Pero bueno, a todo el mundo le puede ocurrir que no se acople con un toro. En el segundo iba a ser, pero ni el toro, que salió muy frío, más de lo que estos toros suelen salir incluso, pero El Cid no modificó la estrategia, dejar al toro con un ahí te quedas y delegar en el peonaje la lidia. El toro quería empujar, pero sin fuerzas se hace complicado. Suelto y rebrincado salió de la primera vara, en la segunda empujó, pero solo le señalaron el puyazo. Se dolió en banderillas, donde complicó a los rehileteros echando la cara arriba. El Cid tomo la muleta y se volvió a mostrar inseguro, sin convencimiento, muy incómodo, resolviendo con un trapaceo por la cara y tomando la espada. Quizás debería pensar un poco en lo que fue en esta plaza y en lo que es ahora. El aficionado ya ni tan siquiera piensa que pueda ser recuperable, lo da por perdido. Están lejos aquellos días en que él solo era suficiente reclamo para ir a la plaza y ahora muchos se lo toman como día libre. Ya sabemos que el aficionado es idiota, lerdo, torpe, bobo, extremista, talibán, intransigente y además paga, pero sabe lo que quiere y lo que no. Y a El Cid ahora no lo quiere.

Llegaba de nuevo a Madrid Daniel Luque, el que fue novillero conflictivo, el arrogante matador que se iba a encaramar al Olimpo taurino en dos muletazos, el que mató corridas de seis toros y que no dijo nada al aficionado, el que desaprovechó mil oportunidades. Pero lo que son las cosas, yendo casi de relleno en esta feria, aunque sin estar bien, ni merecerse cortar esa orejita, ha sido la vez en que más serio y más centrado le he visto. Recogió a su primero con unas verónicas muy lentas, pero no por mérito suyo, sino porque el de los Fraile no tenía resuello para ir más rápido. No empujó en el caballo, no podía. Aunque en un primer quite el matador volvió a torear más que aceptablemente a la verónica. Llevó bien al toro al segundo encuentro y a la salida volvió a repetir quite, pero en esta ocasión mejorando lo anterior. Verónicas con los pies fijos y sin perder terreno, sin echar el pasito atrás, metiendo al toro en el capote, toreando de verdad, con la tela horizontal, para que eso no fuera un simple abaniqueo, llevándolo empapado en el engaño. Sobre todo dos y la media, enroscándose el toro como si quisiera emular al propio Belmonte; algo que no es muy viable, pero si digno de alabar. Con la muleta no fue todo en este tono, demasiado despatarrado y escondiendo la pierna de salida, demasiado acelerado, lo que le hace embarullarse. Demasiado perfilero y retorcido al natural, estirando mucho el brazo, fuera de cacho y vulgarote, dejando que su oponente se le marchara sin torear; sin fuerzas, pero sin dejar de embestir. Estocada trasera y una orejita que a algunos ya les hacía pensar que otra vez se iban a levantar las corrientes de aire. En su segundo, muy suelto, sin que nadie consiguiera fijarle, manso y siempre queriendo irse a las tablas, no fue posible lucirse. Tuvo que irse a toriles para ver si así cabía alguna posibilidad, pero lo uno posible era fajarse con él por bajo y a matar. No mereció la oreja, estuvo mal y moderno con la muleta, pero con la seriedad que le he visto con el capote ha conseguido que por primera vez pueda confiar en que es un torero que puede ser recuperable.

Acababa el que empezó, Thomas Dufau, más perdido que en el otro, que ya es perderse, dando muchísimos capotazos inútiles, dejando el toro a su aire en el caballo, lo mismo de dentro a fuera, que donde pille. Al final quiso recuperar en la muleta el terreno perdido, pero solo dejó claro que es un torero vulgar, que desconoce lo que es la lidia, que no está acostumbrado a un toro que no sea una borrica y que si no es porque le apodera la parte francesa del triunvirato, lo mismo se había quedado en una aldea gala de la Camarga. Eso sí, al menos tenemos asegurado el ventarrón de siempre en las Ventas y nos evitaremos que además haya más corrientes con tanta puerta abierta.

jueves, 7 de junio de 2012

Fraude, pantomima, mentira, engaño, pamema, bazofia, basura, vergüenza, ruina, Tauromaquia 2.0


Había una vez toros con poder en el caballo


Empieza a resultar demasiado frecuente el tener que contemplar como unos necios vejan y prostituyen la plaza de Madrid. Pueden ser tres, cuatro o miles, cada uno en la medida en que puede. Y también empieza a ser preocupante escuchar cada vez más como aficionados de siempre, aficionados cabales, de esos que van a los toros los domingos, esos que viven para el toro y que no conciben su existencia sin el toro, meditan su abandono definitivo de este carnaval de máscaras. Incluso hasta pensarían en una posible abolición a la que apoyarían decididamente. ¡Qué barbaridad! Pensarán algunos; pero si lo pensamos un momento, no lo es tanto, es hasta lógico. Este minoritario grupo, al que ahora llaman idiota, reventador, ignorante y no se cuantas lindezas más, se aficionó hace tiempo a lo que se llamaba Fiesta de los Toros, o simplemente a los Toros, y ahora se encuentra que en el mismo lugar donde se celebraban aquellas corridas de toros, sale un animal que dista mucho de poderse llamar toro de lidia, salen unos señores vestidos como lo hacían los toreros, aunque estos no lo sean y no lo sientan así, y hacen algo que aunque lejanamente, tiene cierto parecido con aquello, que hasta puede haber desaparecido definitivamente, sin que nadie haya firmado su acta de defunción.

Esto que vivimos ahora está manejado por unos soberbios y avariciosos señores que lo manejan todo, que mandan hasta en los gustos del aficionado, al que no dudan en vejar y maltratar cuando pretende llevarles la contraria; véase sino dos ejemplos, el del señor Corbacho en la corrida de la Beneficiencia y el de Monsieur Casás con su estimulante corte de manga. Ni que decir tiene que a esto hay que añadir a los señores de la tele, campeones mundiales de la manipulación, a los toreros comentaristas, que pasarán a la historia de la vergüenza como auspiciadores de la mentira a cambio de una saca de monedas. También a los señores toreros y ganaderos que han hecho del  truco, la trampa, la bobona desmochada, el motivo de vestirse como lo hacían los antiguos matadores de toros. El público, quien confunde el toreo con pegar pases y posturas raras ante un moribundo.

Cartel postinero de los que enloquecen a los claveleros y de los que hacen desconfiar y mucho al aficionado. Según las normas modernas, el espectador debe acudir completamente desinhibido y sin prejuicios. Pero resulta difícil todo esto, si nos planteamos que para juntar una corrida de seis toros han tenido que examinar más de veinte, cerca de treinta, de los que solo pasaron cuatro; y eso un año tras otro, sin que nadie impida que vuelvan estos de Núñez del Cuvillo a Madrid. Luego encima tenemos que aguantar que él tenía otra corrida preparada, la canción de siempre. Pero el señor ganadero con su carita de bueno y emocionado cuando le indultan una breva, no tiene la dignidad de ganadero de retirar la corrida entera, prefiere tragar con eso de traer toros y más toros desde su factoría de monas de allí abajo. A este señor no le sonroja que sus toros no puedan ser picados, como no lo fue ninguno, incluidos los parches de Victoriano del Río, a los seis se les simuló la suerte, queriendo que nos tragáramos la mentira de que el picador apretaba. Los seis tenían bastante menos presencia que muchas novilladas de las que se ven por aquí, manteniéndose en ese límite en que parece un toro, pero no lo es. Siempre navegando en torno al fraude. Se dolieron en banderillas, en el primer tercio ya estaban con la boca abierta y en la muleta iban y venían, siempre que no se les bajara la mano, porque si no se comían la arena. Esta es la ganadería “más importante” del momento, la que más indultos acumula, la que más vende y la que más vergüenza y más daño está ocasionando a la Fiesta de los Toros.

De los matadores, pues qué decir, que Morante va con una dignidad de maestro muy bien impostada, que se evapora cuando no se avergüenza de salir a matar semejante ganado. ¿Qué podemos hacer, sacar el bisturí y tomar una verónica, un derechazo? Pues no, No colocó a sus toros en el caballo, estuvo descolocado toda la tarde, incluso dejando desamparados a los banderilleros, aquello que tanto nos indignó cuando lo hizo Julio Aparicio. Metió el pico de la muleta con todo el descaro del mundo y si hay que rescatar algo, no serán unas verónicas neobarrocas en las que se apartó descaradamente, quizás unos ayudados por alto al inicio de la faena del cuarto, que acabó con un trallazo muy jaleado, que pretendía ser un pase del desprecio; del desprecio fue, pero al temple, al mando y al arte del toreo. Eso sí, los morantistas seguirán clamando su hegemonía artística, sin admitir dudas, ni censuras, porque de otra manera no se podría soportar esta pasión.

José María Manzanares, ese gran torero que deleita allá por donde va, estoy seguro que llegará mucho más lejos, bastaría con que aprendiera a manejar el capote con cierta gracia. A puntito estuvo de enloquecer a las masas cuando empezó con su sinfonía de pico, toreo de lejanías, banderazos y pases empalmados. Con la izquierda la cosa hasta fue a peor, que ya tiene mérito, pero siempre, siempre, dando los pases para afuera. En su segundo tampoco fue posible el triunfo, pues esos malotes reventadores no lo permitieron. Y es que cómo son, sale una sardina y les parece mal, no se coloca un toro en el caballo y protestan, no se les pica y lo mismo, se le pegan trapazos destormando y pitan, y no solo con Manzanares, con todos por igual. Menos mal que está ahí el señor Corbacho para poner las cosas en su sitio y si hace falta, les insulta, porque parece que estos señores se creen con algún derecho por el simple hecho de que les paguen a Corbacho, Vázquez, Matilla y los Choperas, hasta ahí podíamos llegar. Pues iba a hablar del segundo de Manzanares, ese en el que Juan José Trujillo tuvo que saludar entre el clamor de la gente, después de dos grandiosos pares a toro pasado, pero como se retorció mucho… El maestro nos dedicó una faena eterna, con muchas carreras para recolocarse, ya que era incapaz de hacerlo con el toro y con la muleta. Un épico canto a la vulgaridad y al adocenamiento taurino que tanto gusta y se aplaude por las masas que ya no llenan las plazas, pero que van los días que salen los de la tele, aunque esto solo sea en Madrid, pues por ahí, ni juntando a todo el G-10 llenan una plaza de provincias.

Y el gran triunfador de la tarde, uno de los toreros que con más energía se retuerce con el toro, Alejandro Talavante, el abandonado, abandonado por esos tontos que en su día le aplaudieron de lo lindo; sería porque le pagaba don Corbacho para hacer feliz a su matador. Con el capote mantiene el mismo grado de sinsentido que con la muleta, pegando pases sin contar con las condiciones del toro. Eso son naderías despreciables. En el primero de su lote puso en práctica ese toreo basto y de lejanías, con pico y fuera de cacho y siempre sin rematar. Mucho medio pase acabado en latigazo, que no en remate, mucha pierna retrasada, carreras y más carreras y cambios de mano que enardecen al público, pero que no tienen otro fin que evitar que el matador se vea forzado en ningún momento. Estocada más allá del rincón y se araña la primera orejita. Que bien ya empezamos a encarrilar esto. Con la última cabra de la tarde el extremeño se reservó para la faena de muleta, no fuera a ser que con el capote se rompiera una uña y no pudiera salir a cuestas de los profesionales. Telonazos para empezar, carreras intercaladas de trallazos destemplados con la izquierda, más cambios de mano, más pierna escondida y más toreo populachero, en el que el pico es el auténtico pilar de esta tauromaquia. Otro bajonazo y otra oreja. Ya tenemos ídolo, orejas y salida a hombros con que darle en los morros al torista del bar de por las mañanas. Será estúpido, ¿Cuándo se ha visto sacar a hombros a un toro? Qué “ijjjnorantes”.

Pero no quiero olvidarme del público de la plaza de Madrid, aquella que decían que era la primera del mundo, ¡qué tiempos! Ahora es una más, ahora ya ha importado todas las costumbres de las plazas del Levante, Castilla – La Mancha, Andalucía y todas las demás comunidades donde aún se dan corridas de toros. Enloquecen con los retorcimientos, con las demostraciones atléticas en banderillas, con que el torero grite mucho mientras pasa la borrica; y se molestan cuando alguien protesta la ausencia del toro, que ellos aprueban con su silencio y sus palmas. Exigen silencio cuando no coincide con sus opiniones, insultan cuando las discrepancias persisten y cuando consiguen que se corte una oreja parece que lo hacen más en contra de otros, que por méritos de los espadas. Pero así está este espectáculo, que poco o nada tiene que ver con la Fiesta de los Toros y que si en este momento hubiera un referéndum, yo votaría por su prohibición. Pero a ver si no se me malinterpreta ¡SÍ A LOS TOROS! ¡ABOLICIÓN TAUROMAQUIA 2.0 YA!

miércoles, 6 de junio de 2012

Poco premio para semejante toro.


¿Tan complicado es rematar un muletazo?


Nos pasamos la vida clamando porque te salga el toro ideal y cuando aparece estamos más pendientes de aliviarnos y de sonreír a la parroquia para sacar el aplauso fácil. Se desaprovecha una ocasión de oro, una de esas de ganar el escaparate millonario en veinte minutos y nos conformamos con el coche, que al fin y al cabo es a lo que hemos venido. Igual David Mora está más que satisfecho y feliz de haber salido por la Puerta de Madrid, ya lo estaría cuando el señor presidente le concedió la oreja del tercero de la tarde, pero que se lo piense. Que sea honesto consigo mismo y que medite si ese toreo de mercadillo que él practica es para ponerse ufano y creer que ha tocado el cielo. Toreo de mercadillo, sí, porque aparentaba ser del bueno, pero al primer lavado se le fueron los colores, encogió y se quedó con las vergüenzas al aire. El estará como un cerdo en un charco de barro, pero es que diez pasos más adelante estaba la playa de Ipanema, con sus sombrillas, sus chiringuitos, las mulatas y los cariocas jugando al “futebol”. 

Anda que no había reparo entre los aficionados con esta corrida, con esta feria y con todo lo que toca la refundida y refundada Taurodelta. Empezando por el nombre, que parece pensado por un ignorante, por un necio o por Simón Casas. “Feria del Arte y la Cultura” que como emblema presenta el tascurrio finolis instalado junto a la plaza, pero tascurrio al fin y al cabo. Parece que esa es la idea que algunos tienen del Arte del Toreo, copas, canapés, jaleo, compadreo y tener a un novillero plantado para que la gente se haga fotos con él, pero del toro ni rastro. Pero como esto de la Fiesta no hay quien lo entienda, cuando todo debía salir mal, va y sale medio bien, y entre esto un toro de bandera. Pobre veedor, no querría estar en su pellejo. Se le coló una corrida medianamente bien presentada, aunque unos sobresalían por arriba y otros, especialmente el sexto, no llegaban por abajo. ¿En que pensaría el veedor al elegir al tercero? Para mí que le timaron, le hicieron pasar por bobón a un toro bravo y noble, y ahora estará en las filas del INEM ofreciendo sus servicios.

Malditos toros de Valdefresno, se sale uno del monoencaste y te pueden pasar estas cosas. Las cosas parecía que iban a ir según lo previsto cuando el primero parecía que no iba a tener fuerzas, aunque enseguida se empezó a ver las cosas claras. Complicado para ponerle en el caballo, pues estaba más pendiente de los capotes que del peto, pero una vez que lo lograron, empujó metiendo los riñones, mientras que el picador le daba lo suyo y lo del Juan Pedros de la pasada feria. Parecía muerto, cuando volvió al caballo para seguir empujando. Parado en banderillas y aquerenciado en el tercio, se lo sacó Curro Díaz con suavidad, metiendo el pico, pero rematando con un buen pase de pecho. Medios pases por el pitón derecho, muy desmayado y con ese deje que tiene el de Linares, pero sin verdad, escondiendo mucho la pierna derecha, aliviándose demasiado para lo que se espera de él. Naturales de uno en uno, sin ligazón, quitándole la muleta a cada pase. Metisaca delantero y bajonazo indiscreto.

El segundo Valdefresno, cortito, fue a parar a los trastos de César Jiménez, el parsimonioso. Intentó saltar la barrera nada más salir, se le pegaron muchos capotazos y lo tiraron debajo del peto, donde empujó a arreones. En el segundo encuentro acudió al paso, se dejó pegar y hasta hizo por empujar todo lo que le permitieron las fuerzas, que no fue demasiado. En uno de esos arreones se llevó por delante a David Mora, deshaciéndole la taleguilla. Esperó mucho en banderillas, recortando por el pitón derecho. El fuenlabreño empezó la faena con trapazos por bajo, para continuar con una sinfonía de pico, lejanías y retorcimientos. No es que citara en la pala del pitón, no, lo hacía dos pueblos más allá.

Y salió el del gran triunfo de David Mora, que al final se quedó en oreja de baratillo, para lo que el animal ofrecía. Le recibió con unas verónicas rectificando siempre con ese feo pasito atrás, que unas bésese usa para apartarse y otras para asegurar la escapada o simplemente para quedar bien en la foto sin tener que tirar pa’lante. En una de estas el torero se trastavilló y cayó en la cara del toro. Éste que iba a todo lo que se le ponía por delante, hizo por él, pero a pesar de lo comprometido de la situación, tuvo la suficiente sangre fría para incorporarse de rodillas, coger el capote y darle una larga de rodillas, haciéndose el quite a si mismo. Ya rehecho o incentivado por el susto, ha tomado el capote y ha llevado con mimo el toro al caballo. Bien cogido por el picador, aunque le tapó la salida y una segunda vara con los mismos resultados. Verónicas de David Mora con mucha pose y sin toreo, sin llevarlo y dejándose el toro frente a él.

Para caldear el ambiente comenzó con capotazos por detrás, citando de lejos el toro se arrancó al pasito, tampoco iba a mostrar demasiada alegría para ver como solo le enseñaban el pico de la muleta y la banda de la taleguilla. Siguió igual de perfilero y sin torear, dando más aire que otra cosa al Valdefresno, mientras escondía descaradamente la pierna contraria, sin temple ninguno. Lo mismo al natural, donde el toro evidenciaba aún más las limitaciones del matador. El animal busca la muleta una y otra vez y empezaba a ser él el que toreara a Mora. Vuelta al derechazo para seguir por las mismas sendas de vulgaridad y alejamiento, multitud de pases y ninguno tan siquiera regular. Estocada muy trasera, pero efectiva y una orejita que podían haber sido seis en el mismo toro, pues este es el que más importancia daba a cualquier cosa bien hecha ante él.

La última esperanza de ver al Curro Díaz de otros momentos salió muy suelto, sin que nadie fuera capaz de fijarlo en las telas. Se fue él solito a por los picadores a toriles, según salían al ruedo. Empujó fijo y le taparon la salida. En el segundo puyazo casi solo se señaló el puyazo, aunque el toro quería más caballo. Parado en banderillas, no metió nunca la cara. Y como si Curro ya lo diera todo por acabado, se limitó a estar ahí rondando, mientras soltaba algún muletazo de mala traza con el pico por delante. Un bajonazo y a seguir ruta. Igual que los muchos linarenses que se pegaron una panzada de kilómetros para ver y apoyar a su torero, del que se sienten muy orgullosos, y que se tuvieron que volver sin al menos uno olé en los labios. Más corto fue el viaje de los seguidores de César Jiménez, pero el resultado fue muy similar. Unas verónicas echando la patita atrás, unos mantazos en toda regla. En el caballo no se le pegó demasiado, se lidió mal y llegados a estas alturas, aún no se había fijado al toro. La apatía se había hecho la dueña del ruedo y si hay un buen representante de esta tendencia decadentista, ese es César Jiménez. Él hace que se pone a torear, pero en realidad se limita a estar por allí, con trapazos insulsos, sin razón, sin saber a dónde se quiere llegar. Luego un medio arrimón, aunque quizás el público estaba más pendiente de una posible Puerta Grande, que de una improbable orejita festivalera más.

Pero la perfecta conjunción de Puerta Grande y verbeneo iba a venir después y además con todas las de la ley del toreo moderno. David Mora recibió al sexto, el más chico de todos, con poca presencia de toro y más de novillo, con unos magistrales mantazos, imitando la verónica. Se dejó al toro en el caballo con un clásico ahí te quedas, que ya vendrá el del palo. Acudió el último Valdefresno al paso, corneó el peto y se fue suelto. La segunda solo fue tímidamente señalada, que valió para que el toro se doliera y para que se astillara el pitón izquierdo y es que no sé de qué estarán hechos estos petos, ¿de guata reconcentrada? Cambio de tercio y el toro, tal y como mandan los cánones de la Tauromaquia 2.0, aún estaba suelto. Y siguió suelto, mientras Mora se hacía el Tour de Francia por toda la plaza, mendigando algún pase. Mucho pico y nada de mando, lo que ayudaba para que al segundo muletazo se marchara el animal en busca de terrenos más plácidos. Uno cabezón que a los medios y el otro que no, que en las tablas se estaba más a gusto. Pases sin temple, hasta que al final cedió el matador y se fue a toriles para alegría de los tendidos de sol, que ahora mismo son los jueces de las orejas y así sea la cantidad de autobuses, así será la posibilidad de obtener despojos. Trapazos a tutiplén y cuando ya la cosa parecía hecha, una estocada algo atravesada y tendida, más un aviso, fueron el prólogo a es segunda orejita arañada sin rotundidad, pero que valía para eso de la Puerta Grande, que al final es lo que vale, para lo único que hace décadas Pepe Hillo y Paquiro pensaron sus tauromaquias. De nada vale pensar que se desaproveche un toro que llevaba las orejas con alfileres, porque para ellos esto era la felicidad y no se paran a pensar que eso es… poco premio para semejante toro.

domingo, 3 de junio de 2012

Va a haber que pensarse algo



No sé si a la autora de este dibujo le quedarán muchas ganas de seguir acompañando a su papá a los toros

Está claro que esto está a punto de acabarse, la feria claro, aunque si hacemos balance de lo que ha pasado en la primera parte con toreros y ganaderías y lo que se nos viene encima con eso del Arte y la Cultura, podríamos creer que también puede que estemos a punto de echar el cierre a esto de la Fiesta de los Toros. Estamos hablando de recortes y a lo mejor le metemos mano a uno de los símbolos más conocidos de nuestro país en el Mundo. Ahora tenemos dos días de descanso y luego seguiremos, aunque sin demasiada ilusión, para qué decir otra cosa. Después de la de Cuadri, esta se nos puso a cien. “Y mañana los Adolfos” se oía entre el público a la salida de los toros, pero ese mañana llegó y el entusiasmo ha sido sustituido por una pequeña decepción..

Ya llevamos años en que el hierro de don Adolfo Martín discurre por unas regiones neblinosas, caminando en círculo por una ciénaga y sin acabar de encontrar la forma de salir de ese fangal. A veces parece como si quisiera mantener esa reserva de casta que nos despierta de la apatía generalizada, pero otras es como si intentara adentrarse en eso de la Tauromaquia 2.0, con ciertos toques más comerciales. Que no es algo tan descarado como en otros hierres señeros que ya se han entregado a los brazos del lado oscuro y ahora en lugar de criar toros, se ocupan en buscar excusas. No digo yo que don Adolfo vaya por ahí, pero en cuanto se quiere suavizar un poquito puede que se te vaya la mano demasiado. De primeras la corrida salió muy desigual, que no es nada malo, pero es un signo donde se pueden leer muchas cosas. El primero, una lámina, engatillado, se cruzaba muchísimo por el pitón izquierdo, tanto que parecía de primeras que iba al bulto, pero solo fue una apreciación errónea de inicio. Mal colocado en el caballo, se le picó trasero, empujó con fijeza y derribo al montado, para después irse suelto. En la siguiente vara el picador se vengó a base de barrenar. Se dolió de las banderillas, donde esperaba una barbaridad por el pitón derecho. José Luis Moreno, que no es que se empleara demasiado durante la lidia, empezó con medios pases y al ritmo que le marcaba la violenta embestida del Albaserrada. Toreo a base de pico, muy pesado, como si no se diera cuenta de que el toro solo escarbaba y no tenía intención de gastar ninguna arrancada más. Tuvo complicaciones para hacerle doblar, llegando a escuchar dos avisos y tener encima la amenaza del tercero.

En el segundo se apreció más movilidad en el Adolfo, pero a costa de no castigarle en el caballo. Lo recibió Juan Bautista con unas verónicas más que aceptables, en las que creo que solo se enmendó en una de ellas. Lo llevó al caballo con un galleo muy airoso por chicuelitas, rematado con una revolera que dejó al toro en su sitio. Empujó de lado mientras le tapaban la salida. Otra revolera para dejarlo en el sitio en el segundo encuentro, y cuando la gente empezaba a crecerse, el palo resbaló por todo el lomo del cárdeno y después no se puede decir que le picara. Quite de Fandiño siempre con el paso atrás y respuesta del francés con un ceñidísimo delantal y otra revolera. Estupenda intervención de Curro Robles con los palos de los que se dolió el animal. Todo parecía propicio para que ocurriera algo grande, pero ¡aaay! Comenzó Juan Bautista abusando del pico y escupiendo al toro de la suerte. Al natural todavía se empleó con más sosería aún, unos naturales de frente, pero con el feo vicio del pico. El toro ya se paró y de lo esperado nada de nada. Una media rinconerilla eficaz y a pensar en el siguiente.

El tercero, que correspondía a Iván Fandiño, del que tanto se espera, empezó yendo al caballo después de que el vasco lo pusiera al caballo con la suerte del “Ahí te quedas”, que si acaso venga el caballo a buscarte. Puyazo trasero casi solo señalado, refilonazo en el segundo, tapándole la salida y apoyando el palo trasero. El comienzo de la faena fue con el toro en terrenos del 8, junto a las tablas y con el matador en la boca de riego adelantando la muleta, a donde llegó aquel al paso y sin codicia. Tanda de derechazos sin torear, dando más aire que sensación de poder, sin rematar los pases. Continuó dándole distancia al Adolfo, algo más ajustado, pero a lo que decía el toro, noble y acudiendo a toda tela que se le mostraba. Consiguió templar algo más, pero también metió más el pico y banderazos para cerrar las series. Por el izquierdo no tenía ni un pase, por lo que hubo que volver a tomar la derecha. Llegó la hora de entrar a matar, para lo que Fandiño encontró más dificultades de las previstas, pareciendo imposible lograr cuadrar al toro. Un primer intento recibiendo que pegó en una banderilla y luego otro infierno para acabar lo que se estaba convirtiendo en una pesadilla. Dos avisos y fue un bajonazo casi en la paletilla, un metisaca, lo que puso punto y final.

José Luis Moreno tuvo que bregar con el abanto cuarto de la tarde. Se le picó mal, trasero y tapándole la salida al toro, que empujó de lado, para acabar saliendo moribundo de debajo del peto por lo recibido en la segunda vara. El cordobés ya poco pudo hacer, quizás lo podría haber hecho antes ordenando que su picador midiera el castigo. Quizás es falta de ambición de un torero respetado, con buena imagen, pero que en sus visitas por Madrid no ha refrendado lo que se dice de él. Al quinto Juan Bautista le aplicó la típica lidia moderna, dejarle a su aire en el primer puyazo, donde aunque el Adolfo empujó, no disimuló sus ganas de quitarse el palo. En la siguiente ocasión se dejó sin más. En el último tercio se derrumbó sobre la arena y el galo se limitó a merodear por los alrededor, más para justificarse, que para intentar hacer realmente algo. El que estuviera aburriendo al personal, sin pensar en lo que ya llevábamos a las espaldas, no tenía sitio en su cabeza, porque él es un profesional y se notó.

Y llegamos al final de la feria en honor del Santo, San Isidro Labrador, que según lo visto en el ruedo, los taurinos no le deben tener demasiado aprecio. Cerraba la feria Iván Fandiño, que entró en pleno proceso de ascenso y que no ha acabado de confirmar todo lo que se esperaba. Trepó a los primeros puestos a base de pundonor, valor y con toros de esos que no quiere nadie, pero con otro tipo de ganado parece que ha evidenciado sus limitaciones para bregar con otro ganado. El sexto salió defendiéndose y hasta pegando algún que otro tornillazo. Fue bien al caballo en la primera vara, donde se le picó trasero y más bien poco, y tardeó para ir una segunda vez, en la que el picador se agarró bien. En la última faena, Fandiño no se puede decir que se acoplara, comenzó por el pitón izquierdo levantando la mano al final del pase, muchos pases insustanciales y enganchones ante un oponente que no tenía nada, Un pinchazo y un bajonazo casi a cámara lenta y se acabó. Ahora viene eso del Harte y la Incultura, eso que nos quieren hacer creer que no tiene nada que ver con la feria, cuando realmente con lo que no tiene que ver es con la Fiesta íntegra y mucho menos con eso del Arte y la Cultura; ¡qué empeño! De tanto repetírmelo y según quien lo repite uno va a acabar por no creérselo de ninguna de las maneras. Quizás el mejor título para este miniciclo sería el de “Las Corridas que antes se daban en junio y julio, pero que ahora reducimos a la mitad y las juntamos, para que los señores empresarios y del clavel se puedan marchar de vacaciones y de rondón, la Beneficencia. La corrida más importante del año, porque reúne a los triunfadores de San Isidro, con el ganado triunfador del año anterior. ¿No? ¡Huy! ¿En qué estaría yo pensando?  Si esto ya se cierra allá por Diciembre o Enero. Olvídense de todo lo dicho, ahora los criterios se han modificado, aunque yo no logro olvidar como se entraba en esta corrida. Otro bodrio, otro insulto a la Fiesta de los toros, donde la única variación es la decoración de las banderillas. Si al final va a ser verdad que ante este panorama, después de tanta farsa y pantomima, bien por parte de los aficionados, los taurinos o los políticos... va a haber que pensarse algo.

PD: Perdón por tanta tardanza, pero después de tantos días ausente de casa, el primero que me han visto libre me las han hecho pagar todas juntas.

sábado, 2 de junio de 2012

Los Raperos del Sur


Los picadores quedaron ensombrecidos por los toros de Cuadri y perdieron una buena oportunidad de lucirse.


Iban unos toros vestidos de negro, rascacarrás, y tres toreritos, perdidos que te mueres, runcurruncurruncu runcurruncurrú, Una plaza llena esperando la bravura, pumpumpum tratritrés, Y en dos horitas la emoción se hizo la jefa, runcurruncurruncu runcurruncurrú, Casta, bravura y que aguante el que pueda.

Esto lo he oído en la radio del coche según volvía de la plaza, o eso me parecía entender a mí. Bueno, tampoco ha sido así exactamente, lo confieso, para darle dramatismo he añadido algo de mi cosecha, aunque con esa parte no sé si se diferenciará el dramatismo de la comicidad o del más espantoso de los ridículos. Pero es que para un día que uno sale feliz de la plaza, ¿no puedo dar rienda suelta a mi indomable creatividad? Pues Ea. Ya que los tres matadores no lo han hecho, pues lo hago yo, y mira que han tenido ocasión. Con esos seis Cuadri podían lo mismo montar un grupo de rap, que un coro rociero, que un equipo de baloncesto. Seis toros, después de todas las desgracias posibles y ni se ha notado. Es como si a Del Bosque se le lesionaran Torres, Juanfran, Adrián y De Gea, ¿en qué se queda la selección? en nada. Pues don Fernando y sus sobrinos no tienen esos problemas. Ya hablando en serio, uno encuentra muchos motivos para alegrarse, primero por lo que se disfruta cuando sale el toro de verdad, encastado, por lo que el toro engrandece la Fiesta, tan mal apuntalada en la actualidad, y por último, porque este es el premio a un trabajo minucioso, con extrema dedicación y que contradice a los grandes industriales del toreo.

La fiesta empezó con un primer toro que empujaba al caballo como un titán, fijo, aunque de lado mientras le tapaban la salida. Una segunda vara desde algo más lejos, con cierta alegría, otra vez metiendo la cabeza y empujando con los riñones, más una tercera desde más lejos, cuando ya tenía muy claro que allí hacían pupa. Bravo y noble, es posible que a él solo le hayan picado más que a corridas enteras en esta feria. Pero Rafaelillo esperaba un marrajo, como es habitual en él, y se encontró con esta joya. Ya con el capote lo recibió con mantazos, metiéndose en la oreja del toro, enseñándole a revolverse prematuramente. Con la muleta más de lo mismo, para acabar ahogándole la embestida al animal y acortándole el mismo la embestida. Si el pase es pegar abanicazo con la muleta en la cara del toro, lo bordó, pero creo que esto no es así. En el cuarto le tocó otro Cuadri que se comía el capote, al que sujetaba el capote y hasta a Justo Algaba enhebrando la aguja. En la primera vara empezó con un ligero cabeceo, para continuar con fijeza y empujando, encelándose mucho con el caballo. En la segunda, le taparon la salida picándole trasero y el picador acabó picando más allá del tercio. A continuación, en el último tercio, lo que no puede hacer un torero es querer hacer malo a un toro. Si a una bobona se la trapacea por la cara con mal estilo, pues igual no pasa nada, pero a estos, que de tontos tienen lo justo, esas cosas pueden costar muy caras, porque tienen la buena o mala virtud de que aprenden rápido. Y si el murciano no había pasado bastantes agobios, le toca pasaportar al que Castaño no pudo torear por resultar cogido. El animal salió con una codicia increíble, le dio una larga de rodillas, repetía magníficamente por los dos pitones y fue entrar al caballo y salió arrastrando las patas. Cosas que pasan. En el segundo encuentro se arrancó con alegría y le picaron trasero, la verdad es que no recibió demasiado castigo. Capotazos a tutiplén para ponerlo en banderillas y luego banderazo tras banderazo, sin ver claro el camino por donde entrarle al toro. Con tanto banderazo, un día van a estrellar un avión en la puerta de toriles, haciéndole creer que le dan pista en Cuatro Vientos. Mientras, el animalito iba a donde el engaño le marcara. Que era arriba, pues arriba, a un lado, pues a un lado, pero a Rafaelillo se le metió en la cabeza de que el toro no valía y de ahí no se apeó jamás.

A Javier Castaño se le esperaba con ilusión, si a un manso le hace ir cuatro veces al caballo, con estos nos cierran el metro y hay que volver a casa haciendo autostop. Imagínense a los aficionados más veteranos de las andanadas. El toro salió con ganas de comerse el mundo y de primer plato tenía a un torero con un telón rosa. Lo quiso colocar lejos para la primera vara, pero el toro le seguía allí donde fuera; otro intento y el toro ya se quedó con el caballo. Bien parado por Fernando Sánchez, empujó con la cara alta y a punto estuvo de derribar al montado. En la segunda fue desde más cerca y solo recibió un leve picotazo y cuando Castaño estaba jugando a las películas con el usía del palco, se le arrancó el toro y le dio un revolcón muy feo. El espada cayó recibiendo todo el golpe en el cuello, lo que a más de uno le recordó imágenes pasadas que hacían pensar en algo ciertamente grave. Pudo seguir la lidia de este toro, que no la del quinto, empezando dándole distancia para citarle con la muleta. El toro se arrancó pronto y con codicia, pero los muletazos no eran templados, ni mandones. Era complicado parar aquel vendaval, lo que motivó que la cosa se fuera complicando poco a poco. Por el izquierdo parecía embestir con más suavidad, pero como con la derecha, los muletazos siempre acababan levantando la mano. Luego el salmantino pasó a la enfermería después del segundo tercio del siguiente toro.

Luis Bolívar, ese torero que en un tiempo se caracterizaba por su valor, ahora más hecho y más curtido, parece que en él predomina más la idea de aplicar el toreo moderno con todas sus cositas que tanto nos disgustan. El tercero de la tarde acudió a la primera vara casi al paso, como a ver qué pasaba allí, para medio empujar de lado. En el segundo encuentro se arrancó de lejos para encontrarse con el palo que muy bien le lanzó Ismael Alcón para pararlo, aunque en su contra hay que decir que le citó demasiado cerrado y refugiado en las tablas. Mucho trallazo sin temple alguno de Bolívar, marcándole la salida antes de tiempo, trapazos acelerados y dejándose tropezar la muleta. Muy despegado en el toreo al natural y alargando demasiado el trasteo. El quinto, su segundo, se quería quitar el palo al llegar al peto, empujando de lado. En el siguiente encuentro se dejó sin más. En el tercio de muerte se quería comer la muleta, lo cual era casi imposible, como mucho podía alcanzar el pico que tan generosamente ofrecía el colombiano, estirando el brazo todo lo que le daba de si y lo que los retorcimientos le permitían. Dejó que le tocara demasiadas veces la muleta, repitiendo la misma canción por el pitón izquierdo, dando la sensación de que se le estaba yendo el animal sin torear.

Esto es lo que dio de si la corrida de Cuadri, en el 30 aniversario de la que se llamó la Corrida del Siglo. Si tradujéramos el resultado de esta a la nomenclatura futbolística, se diría que el marcador fue TOROS: 6, TOREROS: 0. Ya acabado el festejo salió a saludar José Escolar, el mayoral de Cuadri y hay quien dice que canturreba una cancioncilla, pero no parece ser que fuera un rap, más que nada porque seguro que no podría estar cantando, rayando el vinilo y sujetando el puro al mismo tiempo; pero quien lo escuchó asegura que decía: “Con los toros que traigo desde Trigueros, estos niños no saben ganarse el cielo…” Que cosas, una tarde en que salen seis toros seis y al personal le da por el cante y los más cantarines… Los Raperos del Sur.


PD: Quiero dedicar esta entrada todos los que han estado en el primer encuentro internacional del Grupo Soy de Vicente Pastor, donde de una manera o de otra han estado todos presentes, para hablar un buen rato de toros. Y agradezco su fidelidad y el cariño mostrado por Gloria y su familia.

viernes, 1 de junio de 2012

Para figuras que componen… sinfonías




Ahora es frecuente escuchar eso de componer, como una de las virtudes más grandes del toreo moderno; ¡Cómo compone! ¡Si es que compone que…! Como si estuviéramos en un concierto de la sinfónica de Chiva o en la pasarela Cilebes poniendo posturas con los modelitos del artista de turno, o ¿por qué no? delante de una bobona moribunda, desmochada y sin casta de las ganaderías comerciales. Esas de los toros artistas. Pero claro, si uno va una tarde en la que se anuncian toros, toros, como es el caso de los de José Escolar, allí no compone ni Mozart y si acaso, a lo más que llega es al Requiem.

Puede que no se le diera ni un pase limpio a los Escolares, también puede que no lo permitieran, no fue una corrida buena, más todo lo contrario, mala tirando a peor, pero la casta mantuvo al personal atento y con la emoción siempre presente. Los matadores estuvieron dignos, sin más pero no bien. Los toros pedían ser cocinados a fuego lento para que se fueran ablandando poco a poco, pero los toreros se los querían comer a la plancha, vuelta y vuelta y estos, hasta en el plato tienen peligro.

No acabaron de entregarse los Albaserradas de don José. El primer fue al caballo con una vara de menos, al paso, con la cara alta y corneando el peto, siguió igual en banderillas quedándose con quien le clavaba los palos. Precisó de mayor castigo, bien en el caballo o con la muleta. Al final se puso hasta gazapón, complicando la faena de muleta y cuadrarse para entrar a matar. El veleto segundo anduvo suelto por el ruedo. Empezó fijo en el caballo, pero luego ya corneó el peto, luego ya flojeó en su ansia en el caballo. Esperaba con la cara alta en banderillas, escarbaba y en la muleta entraba con unos tremendos arreones; como manso que era, se fue marchando buscando el refugio de los toriles, los únicos terrenos donde se encontraba medianamente a gusto. El tercero salió rematando en tablas, muy pegajoso, revolviéndose muy rápido. Luego en el caballo le tuvieron que colocar de cerca, se dolió mucho en banderillas y como su hermano, pegaba arreones y no metía jamás la cara. El cuarto, abanto, se fue solo al caballo en el primer puyazo como una flecha. De lado, acabó por empujar con los dos pitones, cuando precisamente le tapaban la salida. En el segundo solo se dejó y se marchó suelto. Siguiendo la norma de los demás, en banderillas les puso los pitones en el pecho a los toreros. Acabó venciéndose por el pitón derecho y haciendo más exagerado el defecto de levantar la cabeza. El quinto, con aspecto de ciervo, muy vareado y con una exagerada arboladura, fue tres veces al caballo, pero que nadie lo tome como una virtud, en el mejor de los casos solo cumplió, si se le tapaba la salida o se dejaba en el caso opuesto. Esperaba mucho en banderillas y hacía hilo con todo lo que se metía en su jurisdicción. Escapó a terrenos de chiqueros y acabó entrando a arreones. El último se limitó a dejarse sin más con el picador, no se empleó nunca, ni metió la cara abajo, comprometió a los banderilleros y tampoco su matador le supo quitar el defecto de embestir bronco a ráfagas y cruzándose por el pitón izquierdo.

Los matadores se limitaron a estar dignos, pero no entendieron que a estos toros no se les podían hacer florituras, no permitían eso tan en boga de componer la figura. López Chaves no se confió en su primero, al que se empeñó en dar derechazos y naturales que el animal no admitía. A su segundo lo recibió con aseadas verónicas, después empezó con pases por ambos pitones doblándose sin demasiado convencimiento. De nuevo pretendió lo de dar pases, perfilero, pero tampoco era el día con este de Escolar. Un toro que a estas alturas de faena estaba como una rosa.

Fernando Robleño, al que ya hemos visto con ganado de este tipo, empezó con unas verónica precipitadas, más al ritmo del toro, que al que este mismo necesitaba para calmar su empuje. Tanteo inútil con la muleta, sin acabar de saberse muy bien lo que pretendía. En su segundo, quizás por lo que ocurrió en el anterior, salió a machetearle por bajo y a meterle la muleta en los riñones, que era lo que pedía el cornalón, pero eso habría que haberlo hecho con más decisión y energía. Prosiguió con esos pases de castigo, al menos para poder dejar la estocada atravesada que cobró con mucha habilidad por su parte.

José María Lázaro se encontró con un ganado para el que a lo mejor no estaba preparado, citando y apartándose para que pasase el toro, siempre en movimiento y en el último a lo más que llegó fue a pegar unos trallazos sin temple, que no pudieron con la violencia de la embestida del Escolar. Seguroq que habrán aprendido una cosa, que torear no es pegar pases sin más, es algo más complicado y que en ciertas ocasiones hay que olvidarse de eso que tanto valoran algunos, eso que llaman componer.