lunes, 27 de febrero de 2017

Los toros y España, menudo carnaval


A veces lo aparente esconde algo fundamental





Son días de reírnos hasta de nuestra sombra, si se pone a tiro, aunque el primer impulso sea el del llanto largo, profundo, sentío y muy, muy encab… encabezado por un no sé qué que nos hace tirar más por el optimismo que por lo otro… el pasotismo. Decía don José, el filósofo, porque ya saben ustedes que hay gente pa’ to, que el que quiera entender la historia de España, o a España misma, tenía que saberse la historia del toreo de pe a pa. Pues visto lo visto, ya podría empezar la ruptura, aunque la cosa no pinta que vaya a darse el caso de una disgregación de caminos. Que ya es casualidad que en la misma semana nos enteremos que a la empresa Pagés no le piden la cárcel previo pago de una fianza y que encima, para evitarse tener que aguantar al personal inquieto, se van a pasar una temporada a Suiza con su yerno y la suegra. ¡Vaya mezcla! Como dice el Selu, verán los Pages y Cía cuándo la suegra les empiece con lo de compran ganado malamente, contratan toreros malamente, suben los precios malamente, pero que no consiente que nadie les critique, que para eso ya esta ella, la suegra, y el pobre yerno a poner cara de circunstancia.



Se esperaba por Madrid a don Simón enrolado en alguna chirigota, pero parece que nadie le ha querido y que aún colea aquello de que no le dejaran entrar por la puerta grande en los “Juancohone” y que despechado puso los cimientos para la de “Hago lo que me sale de los…”; don Simón y su chispa, que cómo la Comunidad de Madrid no ande viva, en nada, con tanta chispa nos quema Las Ventas. Que ya tiene medio trabajo avanzado, con el aficionado de Madrid más quemado que el bigote de un comefuegos. Que ya se acerca el comienzo de la temporada madrileña y empezamos a dudar si las promesas mesiánicas de don Simón pueden tener algo, un poquito, de verosimilitud o si estaba tanteando al personal con las letras de su particular y exigua chirigota de los coj… Que lo que tampoco espero es que al señor casas le investiguen por los carteles black, que él te dice de salida que te va a montar un cartel de máxima calidad y te cuela a Cayetano, El Fandi y los hermanos Cordobés I y Cordobés II. Pero tampoco hay que echarle toda las culpas al señor productor, porque seguro que en esa operación de los carteles black hay implicado más de un taurino en esa trama. Estarán los cómplices necesarios de la prensa que se habrán jartado de decir que es el mejor cartel de al historia, que es un cartel bueno y caro, como parece ser que se ha escuchado clamar por Sev… por Suiza en los últimos días.



Que no les voy a decir yo a ustedes que no me guste esto del carnaval, no, pero me cuestan estos días de sobresalto y de no a saber si lo que me cuentan es verdad, mentira o todo lo contrario. Tengo unos problemas de discernimiento que me hacen perder la razón, sin encontrar a nadie que me la dé, aunque sea como a los locos, que algo es algo. No me dirán que no es para ponerse a darles vueltas al caletre, ahora que uno se entera que el señor Molés es un gran profesional y que no va a dar un paso atrás en la información taurina. ¡Vaya! Y a uno que aún le quedaba cierta esperanza, pero nada, que seguirá en esa línea de hacer y deshacer, encumbrar y descabalgar a todo quisque dependiendo de lo que cada uno ponga por delante o lo que se deje por detrás. Eso sí al menos el personal no tendrá que verse obligado a soportarle tarde tras tarde por la tele. Anda que no hemos mejorado con don Fernando y don Vicente. El señor Apaolaza debe estar rogando al santo con aquello de a San Fermín pedimos nos libre en la tele de salir de Málaga y meternos en Malagón. Que puede que tenga que correr apretando el paso más que si transitara por Mercaderes rumbo a la Estafeta. Nosotros elevemos nuestras oraciones a don carnal y que lo que el aficionado televisivo espera que no sea otra “Chirigota con clase”, no se convierta en “Los de ahí abajo” y que los tiernos infantes, que los colegiales con su babi y todo no se transformen en burlones demonios con más cuernos que los que nunca imaginarían en las borregas bobonas, más resabiados que una machorra. Que esperan que el rey con méritos en Madrid, el señor Esplá, no se les cruce de acera y se ponga a decir barbaridades que saquen a los espectadores de sus casillas y los pongan como leones enjaulados. Pero ya digo que no acabo de saber si con los toros se entenderá mejor a este país o si con los toros se entenderá mejor a este nuestro bendito país, solo pido que al final no acabemos con esa idea de los toros y España, menudo carnaval.





Enlace programa Tendido de Sol del 26 de febrero de 2017:

lunes, 20 de febrero de 2017

No se verá por Sevilla


Seguro que el aficionado de Sevilla, el cabal, el que sabe, ha sabido y sabrá de toros, querrían ver al toro en el caballo seis veces por tarde y tres veces por toro, ¿no creen?




Ya están los carteles de Sevilla en la calle, ya tenemos tema de conversación para un buen rato, para poder explayarnos y disertar sobre la conveniencia o no de que esté fulano o mengano, de exigir responsabilidades a la empresa de la Maestranza de por qué no está Currillo de la higuera, que tanto nos gusta, nos agrada y nos emociona y que se sirvan de enmendar el error a la mayor brevedad posible. Que es verdad, que para unos y para otros se hace difícil entender el que estén unos sí y otros no. Quizá los primeros harán el paseíllo en el albero maestrante por pertenecer a una casa potente, por inercia o quizá y llanamente, porque le agrada a Sevilla, que ya es una buena razón. Puede que los aficionados estén indignados y que tengan su razón, pero ya sabemos que ni la plaza del baratillo, ni ninguna, se llena de aficionados, a los que por otra parte se han preocupado de echar de las plazas. Ahora no cabe tanto la cuestión de méritos, como lo de la pasta. Que vamos a llevar a las figuras y así nos compromete mucho menos, que son los que salen en las revistas y punto. Que luego puede ser que dependiendo del día y de quienes pueblen los tendidos, pueden pasar del silencio castigador a salir por la Puerta del Príncipe como exhalaciones, que si no miden la velocidad y la fuerza, lo mismo llenan el Guadalquivir de alamares.



Siempre he procurado ser muy respetuoso con la plaza de Sevilla, con las demás también, pero con Sevilla algo más; bueno no, de jovencito también era de los que decía que allí no entendían, que los que sabíamos éramos los de Madrid. ¡A! Esa soberbia e ignorante juventud. Aunque yo sé que no les quita el sueño lo que yo piense o deje de pensar de Sevilla y su afición, les pido mil disculpas y reconozco que aquella prepotencia casi infantil estaba tan fuera de lugar, como errada. ¿Cómo no iban a saber de toros en Sevilla? Pues lo mismo que se sabe en Madrid, con sus gustos y sus prácticas particulares y por eso, aparte de caprichos del empresariado, que bastante responsabilidad tienen en las contrataciones o no contrataciones de toreros y ganaderos, también puede ser que algo tenga que ver el que los méritos de Juan o Manuel en la palza de tal o cual sitio, no sean suficientes para llevarles a la Maestranza en abril. Lo que me recuerda cuando otros años salían los carteles de Madrid, mi Madrid, y salían voces pidiendo que se pusieran a toreros que todo el mérito que habían hecho en Madrid o para estar en Madrid, era para vender Fantas. Y lo del ganado, pues ya sabemos todos que si van las figuras, pues que llevan sus torillos debajo del brazo sí o sí y que eso no admite discusión y para más INRI, es algo ya asumido por todo quisque y nadie se atreve a discutirlo. Bueno, sí, los aficionados, pero ya sabemos que esos no cuentan, a esos hay que desterrarlos a Tombuctú para que no joroben y no rompan el clímax de arte, jolgorio y esa efusiva generosidad para construir triunfos a costa de lo que sea, aunque en ello vaya la dignidad de la plaza o de la afición.



Pero aparte de no ver a unos u otros, yo me pregunto cuántas veces durante todo el serial, aparecerá el toro, toro, porque en Sevilla siempre ha gustado el toro, que se nos quiten las tonterías de la cabeza, y cuántos tercios de varas se verán en toda la magnitud que demanda el aficionado. Cuántas veces suplirá la simulación a la verdad, a la honestidad con la fiesta y cuántas veces será tomado el primer tercio como baremo irrenunciable para valorar lo que un toro lleva dentro. A mí me gustaría que no se volviera a reproducir el espectáculo de Cobradiezmos y ese indulto del que muchos aficionados hispalenses se me quejaban amargamente, como si a su plaza les hubieran arrancado la honra violentándola de mala manera. Que ya sabemos eso de la tauromaquia democrática, pero debe ser el único caso en el que no puedo estar de acuerdo con el parecer de una mayoría, lo siento y mucho. También me pregunto cuántos trofeos se darán para que la cosa no decaiga y cuántos por torear, porque si el fin de esto son los triunfos, las orejas y pasear a los alternantes a cuestas de los lomos de los porteadores, pues, ¿para qué lo demás? Deja de tener sentido esto de los toros. Pero que nadie se me ponga de manos y me diga que si Sevilla tal o cual y que Madrid… Porque ahora estoy con Sevilla, porque es la primera, que de lo de Madrid solo hay que esperar un poquito más, porque aunque alguno se lo piense, aquí no atamos los perros con longaniza, que las mismas carencias las vamos a vivir desde marzo a octubre y con mayor intensidad y difusión en mayo, cuándo queriendo honrar al santo patrón, le haremos que se avergüence y se tape los ojos al ver en lo que ha quedado su plaza de Madrid. Pero ya digo, de momento abril está antes y por eso ahora hablamos de lo que  no se verá por Sevilla.



Enlace programa Tendido de Sol del 19 de febrero de 2017:

lunes, 13 de febrero de 2017

Don Ponce se va de cañas


La diferencia entre unos y otros es que unos se visten de toreros y otros parece que se quieren disfrazar de tales, pero...




La que se ha montado, menudo jaleo con eso de que el señor Ponce y su coleguita de farra, el Zotoluco, se fueran a tomar unas cañitas. No me dirán que ustedes nunca se han ido a tomar unas cervecitas después del curro, ¿verdad? Eso sí, antes de plantarse en el bareto de al lado de la ofi, del taller o de donde sea, uno se lava bien las manos, que luego las aceitunas te saben a teclado de ordenador, a grasa de motor o en el caso de los toreros, a sangre de toro. Y en la famosa foto, y vídeo, de marras, no parece que los diestros luzcan las manos manchadas de rojo, ni tan siquiera parece que quede rastro entre las uñas; y no me dirán que no iban elegantes los caballeros: no solo iban encorbatados, sino que lucían resplandeciente terno torero. ¿Pa’ qué más? ¿Chocante? ¡Qué te mueres! ¿Poco frecuente? ¡Mucho! Pero tampoco hay que tirarse de los pelos. Más ofensivo me parece a mí el que no les pusieran ni unos simples “cacahueses” para que pasara la cervecita con más alegría, o unas patatitas, unas aceitunas, unas almendras, no sé, algo que evite el trasegarse la cerveza a palo seco.



Igual usted es de los escandalizados, pero no se haga mala sangre, son cosas de la modernidad, el progreso y los modos del siglo XXI. Que ¡hombre! ya estamos finiquitando la segunda década y aún no nos hemos hecho a la idea. Un poquito más de fluidez, abran ustedes las mentes, pónganse al día, que no me dirán que esto les ha pillado por sorpresa. Que allá ustedes, que pueden hacer lo que quieran, pero si siguen así, al final van a ser unos “marginaos”. La cuestión es sorprender y no me negarán que el señor Ponce, don Enrique, no es un maestro en estas lides, que lo mismo se te viste de maître en una plaza de toros, que de torero en la barra del bar. Esa es la creatividad que le brota, le brota y no la puede contener. Que igual no lo entienden porque ustedes ni son maestros, ni son artistas, ni son creativos y a lo mejor sí que tienen sentido del ridículo, la medida y respeto por los símbolos, en este caso, del toreo.



Que lo mismo ustedes tienen razón y hay que saber valorar lo que significa algo tan sagrado para los aficionados a los toros, como el traje de luces. Que sí, que ya, que ya sabemos que al que no es torero, hasta le impresiona el roce de los alamares y que su simple presencia les produce un profundo respeto y una suma de sensaciones difícilmente explicables, desde el verse deslumbrados, hasta sentirse empequeñecido, casi diminuto, pero no se crean que por la visión de los bordados, de esos alamares rematados en cabos blancos o azabache, que también; el aficionado a los toros ve en el traje de luces una historia, una tradición, un rito y a nada que mire, hasta sus propias vivencias, la primera vez que su padre o su abuelo le llevaron de la mano a una plaza, aquella tarde en que un toro enseñoreó su bravura en los medios, aquel torero que convirtió la lidia en arte sublime irrepetible. Y el que se lo enfunda nunca podrá ser visto como un igual, no, el torero es un ser superior, el creador de belleza ante la casta, la elegancia dominadora, el oficiante del rito, el que no es torero solo de luces, el que vive en torero desde que le nació esa inquietud de la torería, hasta que marcha a otras plazas en las temporadas de la eternidad, compitiendo con los que un día admiró, con los que fueron sus ídolos de la niñez y sus maestros en el maestro de los trastos.



¡Qué cosas! Los más grandes, los maestros, se transfiguraban ante la sola presencia de un capote o una muleta, cuanto más ante un vestido de torear. Ese terno sagrado herencia del tiempo, tránsito de la gloria, la vida y la muerte. Es ese sentir que hace que los alamares pesen como losas, en las que están grabados los nombres de los que honraron la taleguilla rasgada por el pasar de los pitones. Es una forma de vivir, de sentir, un modo de vida que no todos llegan a entender; ese sentimiento que a veces nubla el dinero, los halagos y el griterío de las masas, que como si fueran el canto de las sirenas homéricas engañan los sentidos. Voces de las que solo los más grandes, los toreros, se saben apartar. Los otros, los que miden su valía en billetes, se dejan enaltecer como falsos ídolos, aunque ellos se crean dioses, los más elevados del panteón taurino. Pero qué equivocados están, porque esa divinidad solo se gana ante el toro y se perpetúa a través de la memoria del aficionado. Y el aficionado, no la masa enfervorecida, si recuerda al señor Ponce y a su compadre el Zotoluco, lo hará como un parroquiano de tascurrios inmundos, a los que asistió vestido de oficiante, vestido de torero, aunque ni él se sintiera tal, para vocear una ronda tras otra, en vaso de tubo, con unas aceitunas o “cacahueses”, que si no cuesta que pase, mientras siempre habrá quién se asombre de semejante esperpento y grite eso de que don Ponce se va de cañas.



Enlace programa Tendido de Sol del 12 de febrero de 2017:

lunes, 6 de febrero de 2017

Aficionados acomplejados y avergonzados con su afición

Que no se me avergüence nadie, aunque a algunos nos va a costar


Ahora parece que los aficionados a los toros han decidido plantarse y como en aquella película en un colegio de altísimo nivel en los USA, se han puesto de pie sobre los pupitres y gritan sin temor “¡Oh afición, mi afición!” Manifestando su gusto por los Toros. ¡Qué bien! Pero no creo que sean precisamente los aficionados los que se avergüencen de su pasión, a veces quién más parece sentir tal pudor, son los que viven de esto. Los empresarios buscan fórmulas para suavizar la violencia de la corrida de toros, los toreros lo secundan y además ponen todos sus esfuerzos en minimizar los riesgos, pero no porque ellos puedan sufrirlos en sus carnes, no, que va, según dicen, es porque la sensibilidad del momento no puede con esas escenas que siempre han estado unidas férreamente a los toros. Y los ganaderos, además de secundar a los anteriores, colaboran con el permanente intento de eliminar del toro todo lo que es intrínseco al toro, pretendiendo convertirlo en un afable y obediente animalito, más próximo a una mascota, que a lo que debe ser el protagonista elemento fundamental e imprescindible de la Fiesta.

Quizá los complejos y las vergüenzas de los aficionados vayan por otros derroteros y no precisamente de cara a los antis, a los animalistas o al resto de la sociedad que no ve con demasiados buenos ojos esto de que a uno le gusten los toros. la vergüenza les viene por no querer significarse en una plaza de toros con un desacuerdo, casi ni tan siquiera una protesta, no vaya a ser que los autores y cómplices del fraude les tilden de maleducados o inoportunos. Mejor callar y echarle la culpa al empedrado que decirle a unos señores que me están engañando, que me quieren tomar por tonto y que no me dan aquello para lo que he pagado. Siguen la estela de los que censuran la crítica. Qué paradoja, no soportan la crítica a ellos, pero ni se despeinan cuándo la lanzan contra los que les pueden descubrir la trampa. Y lo que es peor, el aficionado acomplejado no solo no levanta la voz, sino que repite y pone en su boca las letanías ventajistas del taurineo y no me pregunten por qué.

Pero parece que no para ahí la cosa, que no solo no manifiestan la protesta, ni que la hagan suya y la repitan constantemente, sino que algunos hasta aspiran a ser admitidos en esa gran cofradía del engaño y el fraude taurino. ¿Cabe mayor mentecatez? Te roban, te dejas robar, justificas el robo y hasta echas una instancia a ver si te admiten como simpatizante de la banda, perdiendo la cabeza cuándo uno de los integrantes numerarios te pasan la mano por la chepa, no por agradecimiento, sino para marcar territorio, que ya puestos, también podrían reclamar su propiedad micionándole en el ojo, no vaya a ser que un aficionado díscolo se le abran los clisos y se cambie de acera. Que la verdad es que hasta el momento les va funcionando el sistema, les basta con ponerte el decálogo de buen afisionao y al final se acaba tragando primero con lo de la plaza educada y luego con lo de la plaza cariñosa y así hasta que lleguemos, si no hemos llegado ya, a la plaza engullidora de ruedas de molino. ¿Esto no le da vergüenza a los que se llaman aficionados y frecuentan, aunque sea una vez al año, las plazas de toros? Y para embaucarnos todavía más, siempre nos salta el iluminado que nos quiere convencer de lo güeno que se nos viene encima con la melonada de la “Corrida de la Cultura”


La Corrida de la Cultura, y a ver quién es el guapo que dice algo en contra de algo que se apellida Cultura. Un trágala más que no será otra cosa que meternos la mano en el bolsillo, cogernos la cartera, dejarla más pelada que un alambre, regresarla al bolsillo y exigiendo nuestro agradecimiento eterno por no habernos guindado las fotos de la familia, el abono transporte, el carnet de la biblioteca y el de los puntos Carrefour; que son unos caballeros de buenas mañas, que no maneras, eso es otra cosa. Que dirán que exagero, que no es para tanto, pero démonos cuenta del embrujo de ciertos personajes, en este caso el señor Casas, que viendo las que lleva liando por esos mundos de Dios durante años, aún esperamos que llegue a Madrid a reformarse, que olvide sus métodos... tan personales y que se vuelva un defensor del aficionado, del toro y de la Fiesta, de la noche a la mañana. Pero, ¡cuidado! Señor aficionado de Madrid, no pierda usted la cabeza, no vaya a hacer algo de lo que luego tenga que avergonzarse. Pero tranquilo señor productor, que en su nueva plaza ya casi no quedan los que se puedan avergonzar por mantener la protesta cuando se sienten estafados. Ahora son muchos más los otros los que se sonrojan y se hacen cruces cuándo un señor vocifera a una cabra tonta, el que se disparata cuándo le guindan la suerte de varas, el que se mesa las guedejas al ver a un señor trampeando delante del borrego, pero eso sí sacan pecho para afirmar que no son aficionados acomplejados y avergonzados con su afición.

Enlace programa Tendido de Sol del 5 de febrero de 2017: