lunes, 25 de febrero de 2013

De espaldas a la Fiesta

Un puyazo a un toro empujando con el alma, con la firma de don Eduardo Miura en la esquina. Ideas y nombres de cuando los Toros eran algo grande.



Se aprueba la ILP entre el regocijo de los taurinos, aficionados, público y demás eventuales que una vez al año meriendan en una plaza de toros. Pero esta realidad me sigue aporreando las sienes:

-          Las fundas.
-          Simulación de la suerte de varas.
-          Déficit preocupante de casta.
-          Monotonía y uniformidad en toros y toreros.
-          Silencio de la prensa ante la evidente decadencia de la Fiesta.
-          Adoctrinamiento de la prensa en pro de intereses particulares de la élite
-          Abandono de la afición.
-          Concentración de funciones en pocas personas, duplicándose los roles de estas, ganaderos, empresarios, apoderados, toreros.
-          Oligarquía incompetente e interesada que sólo ve a corto plazo.
-          Carteles cerrados en todas las plazas, con derecho a veto de las figuras.
-          No se reconocen los verdaderos males de la Fiesta, echando la culpa siempre al de enfrente.
-          Exclusión de los Toros de la sociedad.
-          Público muy informado, pero escasamente formado, con cada vez menos aficionados.
-          Aceptación del fraude por el público, cómo un mal menor y cómo la única forma posible de dar continuidad a la Fiesta de los Toros.
-          Excesivo poder medios de comunicación incluso en la elaboración de carteles y en elevar artificialmente a figuras sin consistencia.
-          Sustitución de los cánones clásicos por la vulgaridad ventajista, con la anuencia de las élites, medios y público.
-          Sometimiento de la Fiesta a los caprichos de las figuras.
-          Las figuras más contestadas y discutidas de la historia, que protagonizan y provocan la mayor degradación que ha sufrido el toreo.
-          Ausencia de empuje e interés de novilleros, que se acomodan a los vicios desde sus principios.
-          Alarmante escasez de novilladas, con y sin caballos.
-          Reducción generalizada de festejos.
-          Figuras que ocupan el puesto que deberían tener los toreros más modestos, toreando hasta en plazas portátiles.
-          Pretensiones de que los toreros que salen en la televisión actúen en todas partes.
-          No hay ninguna figura capaz de mandar en la fiesta y quién podría serlo, renuncia a ello, dimitiendo de su responsabilidad cómo torero importante y cómo figura.
-          Consolidación del aburrimiento como algo innato de las corridas de Toros.
-          Deterioro progresivo de las plazas de primera.
-          Descenso más que peligroso de la exigencia en la plaza de Madrid.
-          Deseos irrefrenables de perjudicar la temporada de Madrid y acabar con ella definitivamente, a favor de ferias largas y mediocres.
-          Ataques desmedidos a todo aquel que no aplaude a la vulgaridad imperante.
-          Coaliciones de los poderosos para proteger sus intereses, perjudicando a los más modestos.
-          Concursos para gestionar las plazas de toros con exigencias que impiden el acceso a todos los empresarios, favoreciendo a aquellos que cumplen las preferencias, no taurinas, de la administración que adjudica dichos concursos.
-          Oscurantismo generalizado que absorbe a todos los que creen que pueden beneficiarse del toro.
-          Nula exigencia a los ganaderos habituales de las figuras, que venden su producto año tras año y fracaso tras fracaso.
-          Excesivas maniobras en la sombra para elegir ganaderías, toros y para que los que quieren las figuras pasen el reconocimiento veterinario, en ocasiones con amenazas de no actuar si no se atienden los caprichos de los toreros.
-          Desprecio por la historia del toreo, con el único fin de acomodar ésta para agrandar artificialmente a las figuras del momento.
-          Intentos de convertir los toros en un espectáculo caro y elitista.
-          Negación de las críticas con la pretensión de imponer a todo el mundo un gusto uniforme, poco riguroso y triunfalista.
-          Confundir arte con baile y nobleza con docilidad y falta de fiereza en el toro.
-          Desánimo generalizado de los aficionados, que ven cómo aquello que un día vivieron como algo grande, va tocando a su fin.
-          Disfrazar de evolución a la degradación.
-          El toreo se ha vaciado de contenido y ha escalado a gran velocidad a la cima del negocio.
-          Manipulación permanente del público para defender este negocio, bien repitiendo hasta el tedio que es un arte lo que ya no lo es, y pidiendo la promulgación de leyes inútiles que sólo servirán, teóricamente, para asegurar las ganancias de la élite, a corto plazo.
-          Continuos intentos de lavar la cara a lo accesorio, pero sin profundizar en lo esencial, para intentar atraer a nuevos adeptos a un espectáculo sin interés.

Eso sí, podemos felicitarnos y morirnos de la satisfacción de habernos conocido, porque el Parlamento ha admitido la ILP para declarar éste adefesio Bien de Interés Cultural. ¿Ustedes creen que la Fiesta íntegra y con el toro como eje único, necesita protecciones legales? ¿Coinciden conmigo en que si el Toreo se muestra en toda su extensión, es más que suficiente para subyugar a cualquiera con la sensibilidad necesaria para entender la Fiesta? 

viernes, 22 de febrero de 2013

El aficionado a los toros



El aficionado a los toros no puede hablar con autoridad si antes "no se ha puesto", ahora además de ir a la plaza, es preciso ser "aficionado práctico", o sea , según la RAE, experimentado, versado y diestro en algo.
Hay una serie de frases o actitudes que definen con bastante exactitud al que se considera aficionado a los toros, y si unimos todas estas pinceladas, igual conseguimos un retrato bastante aproximado a lo que es la realidad o nos sale el Ecce Homo de Borja, un adefesio, pero gracioso y con fama entre los amantes del arte… por la televisión.

El aficionado a los toros sabe más que nadie y desprecia a los demás, a los que considera unos ignorantes y háganme caso a mí, qué sé de lo que me hablo, no como esos que andan por ahí.

El aficionado a los toros suele tener un as en la manga, sabe algo de lo que nadie tiene noticia, pero él está dispuesto a jugarse una mano para demostrar la veracidad de lo que dice, y esto lo sé buena fuente, porque quién me lo dijo era un tío de los de arriba.

El aficionado a los toros sabe de toros, porque se rodea de gente del toro y basta con que un ganadero, un torero o un simple almohadillero esté entre sus conocidos, a él le llega la ciencia por influjo divino y que no me lleve nadie la contraria, que yo soy amigo de varios ganaderos, mayorales y toreros.

El aficionado a los toros no necesita un ordenador, tiene en su memoria ordenados por fechas, plazas, toreros, ganaderías y ferias, lo que ocurrió tal o cual tarde, cómo vestía la terna, el nombre y peso de los toros y el comportamiento de estos en la plaza, y les aseguro que doy fe que lo que dicen es verdad, pues tengo esos datos grabados en la memoria.

El aficionado a los toros es respetuoso con el prójimo, en apariencia, y hasta que no le llevan la contraria, a partir de ahí la actitud puede tornarse casi hasta violenta y no creo que nadie tenga suficientes bemoles para contradecirme.

El aficionado a los toros trata a los toreros de maestros y a los ganaderos de don, mientras que a los banderilleros le llama por el apodo, con tanta familiaridad como si hubieran comido en el mismo plato, y de esto se quejaba mi amigo Periquito, peón del maestro Antoñete y muy amigo de Don Eduardo Miura.

El aficionado a los toros se siente como tal si viaja durante toda la temporada a todas las ferias, en especial a las de los pueblos más escondidos de la geografía taurina, dónde siempre hay una plaza que es la más seria y con el toro más cuajado que en ninguna otra de primera, lo cual no es cierto, porque la única a la que se puede ir a ver toros de verdad y el público más entendido es la plaza de Villarrubia del Castañar, que cada año organiza una corrida de toros y una novillada, pero con toros de casi 7 años y 700 kilos y unos novillos que podrían pasar por cinqueños en Madrid.

El aficionado a los toros trata a los toreros por el nombre de pila, con una familiaridad más que patente, cómo si un rato antes hubiera estado echando un mus con él, mientras se vestía de torero, algo que yo nunca haré con José Antonio, ni con José Tomás, ni Alex, ni ninguno, juego bastante mal al mus.

El aficionado a los toros no viaja a una ciudad para ver una corrida, se acerca en un momento si alguien se anima. Y si el bolsillo se lo soporta, que a algunos en el nuestro hasta hay eco.

El aficionado a los toros siempre conoce los bares que importan alrededor de cada plaza y conoce al dueño y los camareros por su nombre, no como otros, que pensábamos que todos se llamaban “Cuandopueda”.

Luego, cada uno hará lo que le venga en gana, sea o no buen aficionado, pero ante todo, hay que parecerlo; nunca le descubrirán, porque de toros, realmente no sabe nadie, y el que suscribe, menos que nadie, pero, por supuesto, uno intenta dar el pego.

domingo, 17 de febrero de 2013

Herederos, la eterna pelea

Muchos aspiran a ser los herederos del Toreo o Tauromaquía, pero hay qué saber si lo merecen



Desde que el mundo es mundo, las peleas más encarnizadas que se han dado sobre la faz de la Tierra lo han sido a causa de una herencia. Unos que esperaban ser los depositarios de los tesoros del padre o del abuelo, otros que no ven suficientemente recompensados sus esfuerzos que pensaban que serían su pasaporte a la abundancia, los que se creen con unos derechos dinásticos adquiridos en exclusiva, los que defienden a su antecesor para que sea el que salvaguarde el honor y la fortuna del abuelo, aunque realmente estén mirando más allá y piensen en que ellos también heredarán. Hasta los hay que pretenden heredar lo que todavía no existe, o lo que ya ha desaparecido y también están los que se creen con derecho a apropiarse de un derecho, una propiedad o un nombre, aunque no tenga nada que ver con ellos, con su actividad, sus pensamientos o creencias, a pesar de tratar con desprecio a lo que aspiran a heredar.

Y, ¿qué tiene que ver esta historia con el toreo? Pues en mi opinión, bastante. Se trata de saber quienes son los que merecen heredar lo que siempre se ha llamado “Los Toros”, Tauromaquia en versión culta y que ahora, en estos tiempos de modernidad y progreso, parece que se da una regresión léxica y se toma el término como el único que dote de dignidad, sensibilidad artística y en conexión directa con un pasado épico y casi mitológico. Lo que nos puede acercar a esas aspiraciones de muchos pueblos del mundo, que pretenden ser descendientes de unos seres fabulosos, casi divinidades, que convierten a su descendencia en los elegidos para llevar a cabo los designios del destino escrito por los dioses y para portar la antorcha que les guiará eternamente. A poco que hurguemos en todo esto, lo mismo se pueden apreciar rasgos racistas, poco permisivos con el prójimo, algo totalitarios y no seguiremos, que al final acabaré en un jardín, frondoso si se quiere, pero seguro que repleto de simbologías extrañas y alguna que otra víbora.

Por una parte, están los herederos que casi ni se consideran tal cosa, se contentan con la contemplación, casi amor platónico, que alimentan su espíritu con lo ya vivido, que puede ser hace dos días, dos años o dos décadas. Comentan, charlan en tertulia con otros depositarios de las joyas de la familia, concediéndole al interlocutor tanto derecho a a ejercer de guardián como uno mismo, incluso después de unas horas de conversación, son capaces de conceder más méritos al de enfrente. Todo sea por conservar el tesoro que nos dejaron nuestros mayores, nuestros Sénecas, cómo escuché un día pronunciar a don José Olid. Mi padre heredó a mi abuelo, este al abuelo de mi padre, que a su vez lo hizo de su padre y este del suyo y así en una lista interminable, cuyo final sólo se encuentra cuando deja estar presente el toro.

En las condiciones en las que nos encontramos es posible que esta herencia pase a los que vengan detrás, aún sin toro, pero entonces no será un tesoro lo que reciban las generaciones venideras, entonces recogerán una ilusión, que se irá desvaneciendo a medida de que el toro se vaya convirtiendo más en un animal mítico y deje de ser real. Ahí habrá muerto definitivamente la Fiesta, la afición, las plazas de toros y a lo mejor hasta las dehesas en las que ahora vive este ser que no es aún mitológico, pero a cambio es real y permite a algunos hacerse ilusiones acerca de un próximo resurgimiento, adornado con su manto de casta, bravura y nobleza, a modo de bandera tricolor de la esperanza.

Pero ya anunciábamos que esto era solo una parte de los herederos. No sé si desafortunadamente o no, hay más gente que reclama su derecho a hacerse con los haberes de nuestros mayores. Quizá mucho menos cuidadosos con lo que les llega del pasado, como si el azar hubiera puesto en sus manos un palacio renacentista, piensan que lo conveniente es poner la estética, la tradición, la historia y los pilares del edificio al servicio de la comodidad y del sentido práctico, que se convierte en el más notable criterio por el que se decida conservar o no, todo lo que es el palacio y sus enseres; Puede ser que decidan cambiar una cristalera del s. XVIII por un cristal blindado y aislante al frío y al calor, que la escalinata principal sea sustituida por una escalera mecánica, los frescos de techos y paredes cubiertos por pintura al gotelé, el portón de entrada será una puerta corredera, el jardín inglés con verdes y muy cuidadas praderas se convertirán en una pista de padel, un aparcamiento para los coches de la familia, un campo de minigolf, una barbacoa, una piscina con espacio para las tumbonas y una barra de bar al fondo… Todo muy funcional. Irán fuera los muebles isabelinos, los cuadros de los neorrealistas, la colección de relojes, la de espadas y armaduras medievales, las camas con dosel, para decorar todo con un minimalismo casi enfermizo. Así no hay que limpiar tanto y se empleará mucho menos tiempo y energías. Y los nuevos inquilinos se sentirán orgullosos de vivir en el Palacio de los Duques de Toro, aunque ahora en la puerta de entrada se lee “Bienvenidos a Villa Tere”, en honor a la esposa del dueño de la finca, que ganó su fortuna gracias al negocio inmobiliario y a su fábrica de ladrillos de Guadalajara.

Pues estos son los que han convertido los Toros en un chalé, muy bonito, muy lujoso, muy funcional, pero que en nada recuerda al antiguo palacio. Ellos reclaman el Ducado, el tratamiento de Duque y todos los privilegios que de esta condición se desprenden. Y cómo estos, otros muchos herederos que reclaman el trato nobiliario que creen merecer por derecho propio del que se han apropiado a golpe de talonario o por aclamación de otros que esperan que tales derechos se proyecten sobre ellos mismos, pues se creen en las mismas condiciones. Los hidalgos apoyan estas posturas con extrema lealtad y sinceridad, que en cualquier momento se puede diluir, bien por cansancio y aburrimiento, bien por no haber recibido las prebendas que esperaban.

Siguen celebrando sus banquetes en los mismos salones en los que se dieron aquellas protocolarias recepciones, en las que el ritual era una parte más de la fiesta, pero que en la actualidad han sido despreciadas; ya no hay nada que recuerde a la suerte de varas, quizá el que la hija mayor, en edad de merecer, se sube a un airoso penco para darse una vuelta al salón, y así lucirse ante los mozos del lugar y los hijos de otros constructores con otras propiedades a las que se ha despojado de todo lo que traiga a la mente al pasado. Las banderillas corren a cargo de los jóvenes atléticos capaces de hacer mil piruetas en el aire. Luego llegarán tres amigos del anfitrión, o anfitriones y mostrarán sus habilidades como afectadísimos danzarines en un largo, monótono y cadavérico número de baile. Y si por casualidad alguien osa reclamar una recuperación de los valores pretéritos o incluso hay quien excepcionalmente lo hace, se les pide amablemente que callen, bajo amenaza de recibir un mamporro en los morros. Cómo si fueran los antiguos tiranos que usurpaban el poder para obrar a su antojo, disfrutaban de estas reuniones a carcajada limpia comprobando quien la tenía más grande, sin darse cuenta de que cada vez los asistentes eran menos y a pesar de todo, los que más aguantaban eran los aficionados de antes, aquellos de la plena observancia de las antiguas reglas. Pues estos nuevos ricos reclaman la herencia de la que se creen máximos y únicos valedores de lo que genéricamente llaman Tauromaquia, frente a los que aparte de este cultismo, aún siguen pensando que son aficionados a “los Toros”. ¿Quién sabe? Igual en estas denominaciones se plasma inconscientemente lo que es verdaderamente importante para cada uno de ellos, el intérprete de la Tauromaquia o el Toro. Y hasta que no se den cuenta unos que lo que han hecho ha sido aniquilar el pasado e inventar un nuevo espectáculo que no tiene nada que ver con lo anterior, seguiremos contemplando a los “Herederos, la eterna pelea”.

PD: Mientras, los antitaurinos atacan el portal Opinión y Toros, con la intención de eliminar todos los contenidos y redireccionar a los lectores hacia una web antitaurina. Un abrazo para todos los que hacen Opinión y Toros, entre los que tengo el orgullo de estar y adelante.

jueves, 14 de febrero de 2013

Ni ILP, ni maltrato animal

Si algunos supieran lo qué sentimos por el toro.



Qué cosas, a la gente la expulsan de sus casas, aunque con eso les condenen a la exclusión social de por vida, echan a la gente de sus trabajos para mandarlos a comer de la caridad, les escatiman la asistencia sanitaria a favor de no se sabe bien qué beneficio para la sociedad, la educación de sus hijos a no ser que estos sean unos genios, la atención a los mayores para al menos vivir sus últimos años de vida con un mínimo de sosiego y los señores parlamentarios se ponen a votar si se admite la ILP que pretende que los Toros sean declarados Bien de Interés Cultural. Por allí andan haciéndose fotos y contestando a las preguntas las figuras del momento. Para que luego digan que no se preocupan por la Fiesta. Y en esto que otros aprovechan para pasar por allí con un cartel que se opone al maltrato animal, algo a lo que creo que nos oponemos todos, ¿verdad? Otra cosa es lo que cada uno entienda por eso de maltrato.

Pero vayamos por partes, dijo Jack el Destripador; uno no acaba de entender eso de las ILP y la declaración de los Toros como BIC. No sé en qué se beneficiará la Fiesta con todo esto. Y lo que atisbo no solo no me convence, sino que me da mala espina. En teoría es para evitar que en un futuro puedan prohibirse las corridas de toros, creyendo que si a unos señores políticos se les pone en el hocico, no lo van a hacer. Pero bueno, si con eso nos conformamos, pues adelante con los faroles, son las cosas de esta parte del mundo, nos la pasamos haciendo leyes, leyes para regular las leyes que regulan otras leyes, para que no pueda haber leyes que… ¡La de Dios! Pero ¿a que no hay ninguna ley que proteja la paella, la tortilla o el cocido? ¿Por qué? Pues porque es algo con tanto arraigo y sobre todo con tantos fieles parroquianos, que a nadie se le pasa por la cabeza semejante disparate. Si llega un individuo y se pone a legislar sobre lo sano que es comer canguingos encebollados, seguro que le empluman y si encima carga contra la tortilla, pues es peor que si nos mientan a la madre, o por un estilo. Pero con los toros la cosa cambia, para hacer esta paella taurina han cogido arroz pasado, almejas podridas, calamares como las arandelas de una cortina de baño y gambas de color azul; y encima nos obligan a comer de eso todos los domingos y a decir que está buena de la muerte. Y para colmo, van y hacen una ley para que esto perdure en el tiempo.

Pero lo de los Toros es algo aparte, se ha convertido en el monigote al que se puede abofetear para sacar pecho, según se quiera contentar a unos u ofender a otros y no pasa nada. Es una caricatura de lo que fue, dirigida por unos ineptos que no piensan en un futuro que vaya más allá del día siguiente y a los que no se les ocurre invertir en el futuro. Cómo ellos, se creen que todo el mundo se mueve únicamente por el dinero, todo lo malo está fuera y ellos, aparte de no admitir ninguna responsabilidad en esta debacle, están convencidos de que son la sublimación del arte del toreo y que están llevando la Fiesta a las más altas cotas jamás conocidas, mientras desprecian y pretenden anular todo el pasado, como clara evidencia de su ignorancia, ineptitud, estupidez, egoísmo y egolatría. Se quieren asegurar su porvenir a costa de lo que sea, sin querer admitir que las plazas cada día están más vacías, que los aficionados van desfilando en silencio hacia los refugios taurinos que les proporcionan sus libros, vídeos y tertulias con otros que también tuvieron la sensación de haber perdido un miembro el día que dijeron “Nunca más”.

Poco porvenir queda si no hay para quién torear, si no hay quien esté dispuesto a pagar por ver a un toro y un torero en el ruedo. Quizá entonces caerán en la cuenta que tiene que torear toros y que no lo hacen para los palmeros de turno, ni para los taurinos que les encubren, ni tan siquiera para la prensa que les ensalza más o menos, dependiendo de circunstancias ajenas al toreo. Los clientes, el destino de toda esta actividad es el público, con especial cuidado por agrada al aficionado, que es el que estará siempre ahí.

Y vayamos a lo del maltrato animal. ¿Hay algún aficionado a los toros que esté de acuerdo con esto? ¿Alguno disfruta viendo sufrir a un animal? Pues permítanme que lo dude, pero si se trata de proteger a los animales, creo que debemos hacerlo de verdad, procurando una vida lo más feliz y confortable que sea posible. Aquí tienen a un animalista convencido y el partido que se lance a tal empresa tendrá todo mi apoyo, mi voto y lo que haga falta y sin pretender que nadie “sobreestime” mi adhesión a esta iniciativa. Para empezar, ¿no creen que habría que regular las condiciones en las que viven las mascotas? Seguro que los dueños, amos o “protectores” de estos seres inocentes estarán de acuerdo en intentar conseguir las mejores condiciones para sus animalitos.

Habría que regular el tamaño de la mascota, dependiendo del espacio del que puedan disponer en su casa. Así que los doberman, pastores alemanes, grandes daneses, perros de caza y todos aquellos que sobrepasen el tamaño de un conejo blanco, no podrán vivir en un piso con menos de 150 m. útiles, o en su defecto que la terraza supere los 50 m., siempre que la casa no esté a una altura mayor que la de un bajo o entreplanta, por si a la mascota le da por saltar la barandilla, no vaya a ser que se cuenta demasiado tarde que moviendo las orejas muy rápido sólo volará hacia abajo y sin control de la velocidad de aproximación al suelo. O sea que la os… será de época. Los propietarios de mascotas solo podrán tener en casa animales propios del ecosistema ibérico, quedando fuera especies como perros de lanas, de agua, siberianos o cualquier otro que en su medio natural no sobrepase los 10º C; así que señores, si tienen uno de estos perros en Madrid, Andalucía, Extremadura, las dos Castillas y demás regiones del sur y costa Mediterránea, deberán responsabilizarse de que su perro sea devuelto a un medio menos hostil que el nuestro. Igualmente se abstendrán de realizar cualquier tipo de manipulaciones antinatura, como cortarles las orejas, el rabo o cortarles el pelo de una forma tan humillante como se lo cortan a los caniches. Estarán obligados a reproducir su hábitat natural para no reprimir sus instintos naturales de caza, supervivencia y reproducción, en lugar de alimentarlos con esas bolitas de aspecto infame, de hacerles beber de una cacerola con su nombre, así cómo la represión sexual a que son sometidos, lo que no quiere decir que se les pueda llevar a lupanares caninos para desfogarse de ese instinto de trascender en generaciones futuras, el apareamiento que se ha dicho siempre. En ningún caso se les podrá dar órdenes verbales, algo totalmente antinatural para ellos, y la autoridad será necesario adquirirla con el trato y haciendo que el dueño reproduzca comportamientos animales, como ir a cuatro patas sin pantalones ni ropa interior, mear en las esquinas para marcar el territorio y conseguir que la mascota le olisquee las partes pudendas, que antes puede haber rociado con sustancias por las que el individuo reconozca su superioridad. Los dueños del resto de animales de momento no tendrán que hacer nada, bastante intranquilos quedarán cuando vean lo que les pasa a los que tienen un perro en casa.

Y así, no solo no serán maltratados los toros de lidia, sino que no será maltratado ningún animal. Eso sí, vayan acostumbrándose a las albóndigas de tofu, a las hamburguesas de soja silvestre, los filetes de acelga empanada, los chuletones de sandía liofilizada, olvídense de eso de tener un insecticida enchufado a la pared, porque los mosquitos también tienen derecho a chuparnos la sangre, las ratas podrán comerse las galletas de la despensa y las palomas se podrán cagar en los cristales del coche a la salida del túnel de lavado, sin que el conductor pueda ni tan siquiera fruncir el ceño, porque estas también son hijas de Dios. Y así tendremos un mundo en el que los animales podrán vivir tranquilos y felices, sin que se acuerden de los maltratos a que han sido sometidos desde que el hombre apareció sobre la faz de la Tierra. Puede que los aficionados a los toros seamos los que menos cambios notemos, pues ya llevamos años sin ver compadecer al toro, así que seguiremos pasándolo pirata con esos señores vestidos de colorines, con medias rosas y ceñidos hasta la asfixia.

lunes, 11 de febrero de 2013

Una temporada con interés



El toro pronto va a salir
Mes de febrero, ya han saltado los primeros negrillos a los ruedos, fríos, pero ruedos, y ya avistamos la temporada que viene. A punto de cerrarse la Feria de Abril, el primer test de verdadera importancia, ya aparecen los primeros vaticinios; aquel que asume la responsabilidad de enfrentarse a ese hierro que ya asusta solo con oír su nombre, la ganadería que pretende ganarse el prestigio que da la Maestranza y todos los demás ganaderos y coletudos que no quieren ceder ni un paso en sus posiciones de privilegio. Toda la afición con los ojos puestos en este ciclo, esperando si surge alguna agradable sorpresa, incluidos los fieles de Madrid, que querrán ver en mayo a los destacados de Sevilla. Son esos alicientes que nos alimentan la ilusión para ir a los toros y que al sacar el abono nos hace esbozar una sonrisilla socarrona, porque tenemos la seguridad de que vamos a ver a todo aquel que tiene algo que decir en esto de los toros.

Valencia y Castellón serán una buena toma de contacto después del invierno, no son Sevilla, pero especialmente la capital del Turia es una plaza con cosas que decir y dónde se empiezan a ganar los primeros contratos, porque los festejos que no se firman, ya no vuelven. Luego viene Madrid, puerto de primera especial, en el que todo el mundo quiere enseñar lo mejor que pueden dar de si. El toro de verdad, con ganaderías de todos los encastes. Se espera lo de Cobaleda, con esas arboladuras en las que se puede balancear un caballo de picar con peto y jinete, y aún le sobra sitio. Vuelve Miura, que siempre tiene algo que decir, Pablo Romero, muy del gusto de la plaza, las sangres santacolomeñas, , Coquillas, Gracilianos, los temidos Juanpedros, los más pastueños de Nuñez, Atanasio y por supuesto Victorino, que hasta podrá compararse con su ganadería madre, Albaserrada, que también lucirá sus cárdenos degollados en el ruedo de las Ventas. Muchas y variadas opciones para que el que quiera pueda dar el paso adelante y convertirse en alguien en este mundo, o para mantener ese puesto al que tantos quieren optar. Pero lo de Madrid no es fácil, ni mucho menos, es una plaza que no es sólo su feria, unos tendrán que hacer méritos en las corridas de marzo y abril para ver si así se ganan verse en los carteles. Otros si no llegan a un acuerdo o se ven desplazados por otros compañeros, aún podrán venir a las corridas de junio y del verano venteño, ese que para muchos es la otra feria. Y si tampoco cuaja, podrán lucirse el día del patrón en la “Chata”, en Carabanchel, o en Aranjuez el día de San Fernando.

Acabada la feria, el primer jueves disponible, la Beneficencia, con los triunfadores del ciclo, por si alguno quería más emociones fuertes. Los tres gallos en el mismo corral y que cada uno haga lo que pueda. Por ser la corrida más importante del año en España, lo que no admite dudas es que los elegidos se vaciarán, pues si el triunfar en Madrid ya les hace acumular contratos, hacerlo en este festejo les permite aumentar las cantidades a cobrar cada tarde. una semana después la de la Prensa, una concurso de ganaderías, para que los lidiadores luzcan al toro y para que lo hagan ellos mismos, porque si brilla el toro, brilla el torero.

Luego ya viene Pamplona, la feria del toro, las del norte, con Bilbao a la cabeza, Málaga y el resto de Andalucía, Castilla, Barcelona, el Pilar y, al que se lo pidan, las campañas de América. Aunque el que se decida por pasar el invierno en la piel de toro, después de largos meses peleando tarde tras tarde con el toro, tampoco puede ser puesto en evidencia por no cruzar el Atlántico. De acuerdo que lo más fuerte está en la capital, pero tampoco es un trago fácil salir a las demás plazas de primera, cada una con sus características y exigencias propias. Y siempre con esa espada que pende sobre ellos, que no es otra cosa que la presión del compañero que busca encaramarse a los primeros puestos del escalafón, o la de los jóvenes que luchan por hacer carrera vestido de luces. Qué difícil y que grande es eso de ser torero, ya puede uno ser respetado y considerado por el público, que basta que ceda un poco para que inmediatamente se le esté poniendo de ajo perejil y casi obligándole a cortarse la coleta.

“Señorita, ya termino”. Hay qué ver que pesadez con estas señoritas que se pasan el día haciéndome preguntas, obligándome a escribir mi nombre y la fecha de mi nacimiento, como si no supiera yo cómo me llamo y que estamos en 197... Me quieren volver loco, haciéndome creer que es el 2013. ¿Quién sabe cómo andaré yo para esas fechas? Igual para entonces tengo perdida la cabeza y de verdad no sé en que año vivo. Pero mientras tenga mi ordenador para escribir mis cosas de toros y mi móvil para hablar con los hijos, me da igual el año. Yo con mis toros, mis fotos, mis vídeos y mis tertulias con la enfermera jefe y el celador de por las mañanas, me vale. Anda que no saben los dos de toros, quizá hasta diría que es mejor aficionada ella, a pesar de ser mujer, pero tampoco quiero yo echar por tierra al chaval, aunque se le nota que es muy joven, porque tiene unas ideas metidas en la cabeza que no sé de dónde le vendrán. Ahora resulta que los juanpedros son unos borregos bobones, cómo dice él. Esta juventud. Si al final no va a valer ni Miura, ni Pablo Romero, ni Veragua. Me río de estos nuevos aficionados.

jueves, 7 de febrero de 2013

Los toreros, héroes de Hollywood



Belmonte, una figura para llenar libros, películas y hasta para fundar una religión con su nombre
Tanto en la literatura como en el cine, las vidas de personajes relevantes suelen tener una notable aceptación. Se me vienen a la memoria las vidas de Aníbal, el general cartaginés, Alejandro Magno, Joselito, el actual, el Belmonte de Chaves Nogales, en cine El Orgullo de los Yankis, dónde se contaba la historia de un famoso jugador de béisbol, la de Glenn Miller, Edison, Howard Hawks y la de tantos otros que hacen sentirse orgullosos a los norteamericanos. Incluso aquí, en España, tenemos muy próxima la serie Isabel, la más lejana Ramón y Cajal, Blasco Ibáñez, Juana la Loca, Santa Teresa, Picasso. Vemos que hay de todo y para todos los gustos, pero permítanme hacerles una pregunta, pero que conste que esto no es un examen. ¿Cuántas vidas de toreros hemos visto en el cine? Haciendo memoria se me vienen a la cabeza la de Belmonte, con dudoso resultado, o la reciente Manolete, que casi no se puede ni comentar.

No quiero reclamar más películas que traten el tema taurino, pues vistos los resultados, más valdría que se estuvieran quietecitos los señores cineastas. Yo sólo salvaría Tarde de Toros, la reciente Cenicienta y quizá Tú solo. Del Currito de la Cruz no hablo, pues bastante valor tienen las imágenes de Pepín Martín Vázquez toreando, que no tanto la calidad de la película en si. Pero en esta piel de toro a veces vamos tan de sobrados, que despreciamos vidas como la de Ignacio Sánchez Mejías, que no es que dé material para una película, con el relato de sus andanzas se podría llenar la sobremesa de la 1 de aquí a febrero del año próximo.

Quizá sean los americanos los que se lancen a este u otro proyecto en el que el toreo sea el protagonista. Porque en el caso de Sánchez Mejías, no solo es la falta de aprecio a este torero, es también el desprecio a un personaje único, que lo mismo la genialidad le empujaba a acosar desde un coche, que a estrenar en los teatros de la capital, que a ser un avanzado a su tiempo convertido en un sportman, que a pilotar una avioneta, que a convocar a la quizá sea la generación literaria más brillante de nuestra historia, la del 27, hasta ser de forma involuntaria, por supuesto, la inspiración de una de las elegías más repetidas en todo el mundo, empezando con ese “A las cinco de la tarde”. Seguramente que tendremos que esperar a que un señor de Hollywood se decida a pasar unas vacaciones por el sur de España, y que la fortuna le haga toparse con Ignacio, porque lo que se producirá con toda seguridad será la fascinación por el torero, artista, literato, mecenas, aventurero y yo qué sé cuántas cosas más.

Pero si nos ponemos a elegir, tampoco es preciso buscar a personajes extraordinarios en incontables disciplinas. No creo que sea menos interesante la vida de Domingo Ortega, un joven que pasó de cuidar vacas a convertirse en torero y que alcanzó unas cotas reservadas solo para los elegidos, un maestro en el ruedo, con una cabeza privilegiada, pero que también lo era fuera de las plazas. Un sabio que lo mismo daba una conferencia en el Ateneo que enunciaba los pilares del toreo actual, “Parar, templar y mandar”, que era citado en un discurso por el mismísimo presidente Kennedy, que con esa apariencia de hombre de pueblo te hablaba con una claridad de concepto como de expresión, que hipnotizaba.

Podemos seguir por Manolete y Belmonte, pero de forma distinta a la que han sido llevados al cine en el pasado, Pepe Luis, Curro Romero, Lagartijo y Frascuelo, Marcial, Antoñete, por supuesto, Paula; son muchos los candidatos a ser motivo de protagonizar una película. La saga Miura, desde que se hicieron con la ganadería, hasta nuestros días, con todos los acontecimientos en los que el hierro de la “A” con asas ha sido el eje.

Parece  evidente que no cuidamos nuestra historia, la historia de una sociedad que en diferentes momentos ha tenido el toreo como parte importante y que ha permitido que seres únicos alcanzaran la gloria y el reconocimiento con el toro. Los escasos intentos que se han hecho de acercamiento a este mundo han sido casi siempre con poca fortuna, con una agotadora repetición de tópicos y tipismos, que en ocasiones solo residen en la mente de alguien que conoce poco qué es todo este lío. Sería interesante ver como un chaval se convierte en torero, el camino que le lleva a ello, sin tener porque casarse con una rica ganadera y sin vivir un camino de rosas hasta llegar a Madrid, luego una caída por causas de un desamor, para acabar con la guapa heredera o la folklórica, felices y sonrientes, comiendo perdices o percebes del Cantábrico. Miedo me da pedir a los señores cineastas que echen una miradita al toreo y a su historia, porque al final me veo a Mario Casas con porte de toreador esperpéntico o a Jordi Mollá de atormentado matador. Que se lo tomen un poco en serio, que no se dejen influenciar por los prejuicios y tipismos que luego se demuestran que son falsos y que impiden que se conozca cuál es la verdad de todo esto, que ni es una afición de viejos, ni de carcas, ni de patriotas de medio pelo, ni de analfabetos insensibles a los que solo les mueve el vino y el bocata, el día del patrón de su pueblo. Creo que les merecerá la pena. Estamos a la espera.

domingo, 3 de febrero de 2013

Miura, en nombre de la bravura

Miura, el toro de lidia



Uno no es muy dado a acudir a demasiados sitios de taurinos, lo que me permite mantener invariables mis niveles de ignorancia y el aislamiento eremítico que mantengo desde siempre. Porque no se vayan a pensar ustedes que el motivo de ciertas deficiencias se debe solamente a que uno es limitado, que también, sino que además uno hace por ello. Pero nada, como además soy un pusilánime, ha bastado que se viniera a la conferencia un amigo desde Jaén, que mi amiga la “India” también se apuntara y que un talibán convencido me confirmara su asistencia para decidirme a ir. Luego el filólogo talibán resulta que ha preferido escenificar “La Bella durmiente” y no ha aparecido, pero eso es otra cosa.

La verdad es que uno no acababa de creerse eso de que don Eduardo Miura se viniera a pasar la mañana a la plaza de Las ventas, para hablar del toro y lo que habita a su alrededor, de los fenómenos que fueron José y Juan. Pero no por nada, simplemente porque me parecía algo tan alejado para los simples mortales, es cómo si de repente te dicen que mañana viene a comer a tu casa el Papa. Resulta que don Eduardo es de carne y hueso y además habla; es cómo cuando de niño veía las fotos de los escritores en el libro de literatura, que me parecían seres puros que creaban una obra de arte, se hacían la foto para la lección y se metían en una cámara refrigerada, sin volver a salir a la calle ya nunca jamás.

Realmente ha sido una mañana muy bien aprovechada en la que uno se ha podido reconciliar con esta afición que nos tiene a maltraer. En estas convocatorias los ponentes suelen ser muy correctos, procuran no ofender a nadie y acabar a bien con todo el mundo, con Dios y el Diablo, con tirios y troyanos y hasta con el señor Ortega y el señor Gasset o don Ramón y don Cajal, con todos. Y don Eduardo ha demostrado que venía con el firme propósito de quedar bien con su nombre, su historia, su conciencia de aficionado y con los aficionados que aún quedan por ahí y que están en peligro de extinción, igual que la foca monje en el Mediterraneo.

Don Eduardo ha contado la historia de su familia y la ganadería, ha confesado su gusto por el toro encastado y bravo y porque el toreo tenga emoción, que sus preferencias van más por las faenas buenas y cortas y no por esa letanía. No entiende que un tío tenga que estar ahí dos horas pegándole pases al toro. ¿Cómo lo va a entender? Sí el sabe de verdad lo que es el toro y el toreo sin necesidad de inventos raros de toreabilidad y burrumburrumbabilidad. Pero no creo que se pudiera esperar otra cosa de alguien que se confiesa gallista delante de los descendientes de don Juan Belmonte.

Así cómo el que no quiere la cosa, ha dado la solución a todos los problemas de la Fiesta. Hablando de Bombita y Machaquito y de la supuesta y posible encerrona de El Juli, ha dejado claro que tiene ocho toros elegidos para Sevilla y que esos son los que irán al Baratillo, porque él decide lo que se embarca y sale de Zahariche. ¡Ay! Si esto se cumpliera en todas las ganaderías de esta piel de toro, lo mismo este paisaje árido y desolador se convertía en un paisaje de verdes prados atravesados por ríos y regatos, salpicados de frondosos árboles con una gran sombra. Otros señores que vendan toros, lo mismo esperan a que llegue el veedor, el apoderado, el torero, un banderillero, el peluquero del maestro, el sastre, el amigo de confianza, su tío, su tía, el abuelo, su suegro, el del bar de por las mañanas, el del kiosko de prensa, el cartero, el de la estafeta de correos y el resto de personas influyentes del toro, para decidir qué se sube al camión y qué va a salir al ruedo para defender su nombre y el de su familia ante el caballo y los de las medias rosas, durante unos veinte minutos.

Lo que ocurre es que no todos los que crían y venden toros tienen el orgullo de sentirse ganaderos de bravo, ni piensan que su bien es el de la fiesta, sin que pese tanto el negocio, o mejor dicho, sin que el negocio sea el único móvil que les mantiene en esto. ¿Quién sabe? igual esa es la diferencia por la que la familia Miura cría toros desde mediados del siglo XIX, cuando don Juan Miura se hizo con una ganadería de bravo, mientras continuaba trabajando cómo sombrerero. Don Eduardo parece llevar con gusto esa carga, en compañía de su hermano, evitando hablar de los momentos morbosos que todo el mundo conoce, aunque sin rehuir la conversación si alguien con no demasiado tacto se encarga de ponerla sobre la mesa. Y aunque uno no es demasiado dado a acudir a estas reuniones taurinas, hay veces que cuando voy, luego salgo todavía más convencido de que ese ideal taurino que algunos mantenemos y que otros quieren eliminar de nuestras mentes, no sólo es posible, sino que en algún momento fue la norma que regía en este mundo de alamares, bravura, arte, fiereza y emoción. El torero quería ser el rey de los toreros, el empresario el que más plazas llenara, el ganadero el que criaran el toro más bravo y Miura… Miura sólo quería seguir siendo Miura, que ya es bastante.