jueves, 27 de febrero de 2014

Julián Tour 2014. Un futuro con demasiadas certezas

¿Imaginan a Diego Urdiales con 60 contratos ya firmados a estas alturas y presentando su gira estilo Hollywood?


La certeza de lo que se nos viene, de que tal día de tal mes nos embolsaremos un pastizal, cinco días después otro tanto, nueve días de reposo y venga a sumar, tres días de trabajo en una semana, dos de promoción de un trabajo que va a ser exitoso, viaje en avión con billete cerrado para volver a los tres días en el vuelo de las 16:35, puede resultar para unos la tranquilidad de saber lo que se les viene encima, para otros la angustia de tener todo medido al segundo, pero para un torero debería ser algo inverosímil, un imposible, un sueño utópico que el toro tendría que aceptar y los compañeros permitir. Pero y si decimos que estamos hablando de Julián López o alguno de sus compañeros de Grupo de Presión, a excepción de Manzanares, igual la cosa ya se entiende un poco mejor.

Lo que nos quedaba por ver, ahora va y se pone de moda el que los maestros presenten su temporada, lo que quiere decir que o se ven muy seguros de si mismos, de su poder en los despachos o que son unos perfectos ignorantes que quieren dejar en evidencia su falta de respeto, torería, afición y amor por esto que se llama Fiesta de los Toros. Finales de febrero, la temporada gateando aún, que ni tan siquiera andando y estos próceres del taurinismo, los que exigen respeto hasta al Papa, los que se desmadejan la sesera para poner los Toros en el sitio que ellos creen que debe estar, ya tienen su calendario confeccionado de aquí a octubre, en la Feria del Pilar. Estos son unos fenómenos, unos acaparadores y unos oficinistas del Toreo, lo que se viene llamando unos stajanovistas, unos profesionales que diría aquel. No sólo me hacen rememorar aquellos tiempos en los que un torero, una verdadera figura, empezaba en Castellón o Valencia y a partir de ahí iba ganando contratos, se iba haciendo sitio en las ferias que se iban sucediendo, cobrando en cada momento a razón de lo hecho en la arena. Ni que decir tiene el ánimo con el que salían cada tarde, pegando dentelladas, porque de allí  saldrían más actuaciones y mayores dineros, si la cosa se daba.

Si es que ya no deben ni firmar los contratos, deben rubricar al final de una lista de plazas y andando. Incluso pueden hacerse el calendario a modo para aprovechar los viajes y no tener que atravesar España tres veces en dos días. Ya pueden planear lo que será la “Julián Tour 2014”, por poner un ejemplo, o la “Miguel Ángel Tour”, para que nadie se sienta discriminado. Pero qué puede pensar un torero que se quiere abrir camino y quiere hacerse con un nombre en el Toreo. Que como no se disloque un pie uno de los fenómenos, lo más cerca que van a estar de un toro va a ser en Guisando, y eso no les cuenta como festejo toreado. Da igual que cojan una sustitución un día, que rompan con la pana, que parezcan Belmonte, Joselito y el Espartero todo en uno, que no hay sitio, y esto lo saben ya desde el mes de febrero. Y dicen que los plantes, las extorsiones y las negociaciones son para favorecer a los toreros modestos. Pues casi mejor que no les ayuden, porque una ayudita más y me les veo en el paro de por vida.

Pero se les da mejor el copar todos los puestos posibles hasta en plazas de talanqueras, el quitar de los carteles a quién pueda resultar molesto y como a alguno se le ocurra torear una corrida al año por menos de lo estipulado, les ponen de hoja perejil y les tildan de tuneleros. Eso sí, ni se les ocurre hacer intento de sacarle los colores al ruin empresario que ofrece cuatro duros a un hombre por jugarse la vida de verdad, con verdadero riesgo, aprovechando la circunstancia de que este es capaz de lo que sea por vestirse de torero y por llevar algo de dinero a su casa.

No es que el pasado fuera mejor, pero quizá resulte más atractivo eso de hacer la temporada tarde a tarde. Esto exigía dar la cara muy a menudo, el demostrar la valía con el toro bueno, con el malo, con el regular, con el duro y el pastueño y por eso lo de torear de todos los encastes habidos y por haber. Que no era sólo el orgullo de sentirse matador de toros y salir triunfante en cada envite, sino que esa variedad también les permitía a unos y a otros llevarse a los demás coletudos a su terreno. Así, si uno se gustaba con lo de Santa Coloma y se le daba especialmente bien este toro, era lógico pensar que en las tardes de compromiso prefiriera este ganado, igual que aunque no le fuera tan bien con lo de Núñez, no podría quitarse de en medio, porque su competidor le dejaría en mal lugar en el ruedo. Eso del hoy por ti, mañana por mí, pero llevado al terreno de la competencia, esa palabra que un día significó algo en los Toros y que ahora parece vacía de significado. Unos toreros destacaban por la lidia, otros por su arte, por la variedad, por el poder, por dominar todas las suertes, por saber ver al toro, y apretaban a un a costa del riesgo cierto que suponía la enfermería. Pero en estas fechas que merodeamos, tal y como declaró un día en Madrid el señor Finito de Córdoba, ¿para qué se van a arriesgar? ¿Para perder 20 o 30 contratos? Eso es dinero, mucho dinero y una empresa no se puede permitir un bajón en la producción, simplemente por arrimarse un poco más una tarde. Por eso pueden permitirse el lujo de a estas alturas hacer una presentación de lo que va a ser la temporada. Habrá percances, por supuesto, pero igual no los hay y si se deja de cumplir algún compromiso, igual es porque el maestro está cansado y decide cortar la temporada. Que me dirán que el Juli no toreó los Miuras en Sevilla por aquel cornalón, pero también tendrán que admitir que esto suele ser la excepción.


Así se creen con derecho a pedir comprensión al que paga, porque si dan ese paso adelante que a veces exige el toro, pueden ver comprometidos contratos posteriores, y esta comprensión se compensa con una gesta, que puede ser encerrarse con seis borregos de diferente ganaderías, que siempre son las mismas, o ya rizando el rizo, con unos Victorinos de Domecq o unos Miura, aunque de momento este caso no se ha dado. Da lo mismo, la cuestión es que alguien se plantee hacer una temporada seria, construyendo una feria sobre otra y la siguiente a partir de las anteriores, pero claro, esto ahora es algo utópico, pues ya se ve que los figurones tienen todo atado y bien atado, como muestra ya tenemos bastante con el “Julián Tour 2014. Un futuro con demasiadas certezas”.

martes, 25 de febrero de 2014

Cargar la suerte y destorear

¿Y por qué los niños cargan la suerte y adelantan la pierna cuando nadie les ha enseñado a torear? ¿Será esa la forma natural de torear?  Misterios del Toreo


Mucho se habla de qué es eso de cargar la suerte, eso que muchos equiparan con adelantar la pierna, pero que no siempre es así, pues en esto también puede haber ventajas. Si nos dedicamos a buscar las sentencias que dejaron los maestros del toreo, todo lo que no sea cargar la suerte, no es torear, incluso algunos emplean el término destorear, que tanto ofende a aficionados con la sensibilidad a flor de piel, y que sienten como propias, como si en ello les fueran sus lentejas, cualquier ofensa a sus ídolos, pues como tales los tratan.

De siempre el toreo ha sido poder al toro, dominarle y si se conseguía además hacerlo con arte, ¿para qué más? Pero siempre cumpliendo esa condición imprescindible, cargar la suerte. Uno tiene su opinión, que no teoría, sobre este concepto, que si huimos de la terminología propia del taurinismo y para que todo el mundo nos entienda, no es otra cosa que citar al toro, hacerle arrancarse hacia un trapo y conseguir desviar su trayectoria toreando, haciendo que soporte el peso la pierna más próxima al animal, que por otra parte suele coincidir con la pierna contraria, la de salida. O sea, que como no estés muy ducho en lo de mover las telas, te puedes ir a los lomos en na’ y menos. Es la entrega total en todo momento durante el pase. Y quizá sea ese adelantamiento de la pierna contraria la forma más evidente de darse cuenta de lo que es este enigma del Toreo. Luego habrá quién afirme que toreros como Manolete no cargaban la suerte, y que además toreaban de muleta con esta retrasada. Bien, no voy a declararme fan incondicional de ese de esperar con la muleta atrás, pero tampoco les voy a hacer trampas y afirmar que el Monstruo no toreaba, pues sólo hay que ver como metía la cabeza en la pañosa y se lo llevaba hasta atrás, haciendo que su oponente describiera un arco en torno y muy próximo al torero.

¿Es cargar la suerte adelantar la pierna contraria? Pues sí y no. Si tal adelantamiento se produce antes de que el toro se arranque, entonces la preciada virtud se convierte en trampa, pues lo que se produce es que el torero desplaza lejos de si al animal. Otra cosa es lo que se ha dicho antes, que se cite con la panza de la muleta, o con el capote, y que a toro arrancado se eche la pata pa’lante, que así lo dicen los castizos, haciendo que este se desvíe de su trayectoria inicial, para volvérselo a llevar hacia adentro. ¡Eso es ventajismo! Puede que sí, no se lo niego, pero para que la cosa salga con bien, hay que saber manejar muy bien los trastos y mandar mucho en la embestida, porque en caso contrario, el riesgo de ser atropellado es más que cierto y evidente. Para acabar rematando atrás y quedando colocados toro y torero para el siguiente encuentro. No me dirán que la cosa no es fácil, en dos palabras, como diría Manolo Morán en Tarde de Toros.

Que no me voy ahora a valorar si lo que hacen la mayoría de los toreros de ahora tiene mérito o no, claro que lo tiene y servidor no sería capaz de hacerlo ni soñando, pero aún con esa meritoria labor reconocida, lo que no me parece bien es que eso que hacen de tanto valor, me lo quieran hacer pasar como toreo, ¡Noooo! Por ahí sí que no. Que hay mucha gente que se siente timada, engañada y estafada, que ven lo de corrida de toros y se animan y luego eso de que los toros serán lidiados y ya están yéndose para la plaza. Para luego que no haya toros, ni lidia, ni nada de nada. Que me dicen los que saben que es mucho más peligroso dar pases en línea recta con el extremo de la tela y con la pierna de salida haciendo la tijerilla (D. Joaquín Cantero dixit), que los toros chiquitos tienen más mala baba que los otros, que los afeitados hacen más pupa, lo que quieran, que puestos a elegir, uno no quiere que pasen tan malos ratos y que prefiere que tomen el camino cómodo de cargar la suerte, torear con la panza de la muleta, toros íntegros y de verdad, que pasar por tantas penurias como dicen que pasan con los toros del monoencaste.


¿Y para qué vale eso de cargar la suerte? Pues muy sencillo, como decían grandes maestros, para torear, para poder y someter a un toro con complicaciones, un toro al que había que ponerles las cosas en su sitio desde el primer capotazo y con el que un error era la diferencia entre pasar a la enfermería o salir andando de la plaza. Quizá todo esto no tenga tanta importancia con el toro moderno, pues es un animal mucho más dócil y al que no sólo los toreros, sino que el propio público exige muchísimo menos. Si no aguanta un puyazo no pasa nada, si se le pegan mil trapazos, tampoco y si la faena llega a los doscientos muletazos en lugar de cien, mejor que mejor, sin que estos sometan mínimamente la embestida. Incluso si el toro se vence por un pitón o tiene alguna revuelta extraña, todo el mundo entiende que no es apto para el lucimiento y entiende que el matador no tiene nada que hacer con semejante ejemplar. Algún extremista me dirá que esto es una barbaridad; no digo que no. Que esos inconvenientes se arreglan durante la lidia, y tiene toda la razón del mundo, pero claro, quizá el error parta de que usted considera que a los borreguitos hay que lidiarlos en los tres tercios y que si no aguanta al menos en dos y algo en el tercero, eso ni es toro, ni nada. Pero claro, igual es que lo de los animalejos estos no es la Corrida de Toros de siempre y estamos hablando de un show completamente distinto. Quizá entre una cosa y otra exista una diferencia parecida a lo de “Cargar la suerte y destorear”.

jueves, 20 de febrero de 2014

Encuentro entre amantes

Mi Vicente Pastor también estuvo presente en La Rioja y hasta decidió acompañar a los asistentes que se lo pidieron


La palabra amantes suele llevar implícita la clandestinidad, la pasión y la entrega incondicional, pero no siempre esto es así, en ocasiones ese amor, esa pasión es tan fuerte, con un poder tan arrollador, que es admitido por todo el mundo, por las parejas de los amantes, por las familias y por los espectadores que no sólo no se escandalizan, sino que se congratulan de ser testigos de este arrebato. Esto es lo que ocurrió en Logroño, nos encontramos dos amantes, dos pasiones, dos personas llenas de amor, Gloria Cantero y un servidor. Allí nos citaron los de la Peña El Quite, que ejercieron de alcahuetes, de celestinas de un amor que ya venía de lejos, pero que ellos querían ver escenificado de cara a un auditorio más o menos numeroso, pero nada morboso y sí lleno de curiosidad.

Allí declaramos nuestro amor, más que con palabras, con actos, queriendo descubrir a esos carcamales que tanto hacen para acabar con nuestro enamoramiento, intentando contar con las palabras que cada uno tenía al alcance de su mano lo que brota desde el corazón, porque el amor, el verdadero amor no se puede explicar de otra forma que no sea dejándose llevar por esa pasión. Gloria y yo compartimos ese amor, pero ninguno de los dos sentimos celos del otro, porque somos conscientes de que nuestro amante debe satisfacer a otros muchos que sienten lo mismo o algo parecido. Es más, creo que no me equivocaría si afirmara que entre los asistentes había más amantes, unos por empatía con su pareja, otros que por declararse en público fueron expulsados de una plaza, otros que a pesar de sentirse defraudados una y otra vez porque las madrastras de la Tauromaquia 2.0 no les permiten acudir a esa Fiesta mágica que embruja los sentidos y se apodera del alma. Y basta un baile, basta un muletazo, una media, una verónica, para hacer que busquemos de por vida a quien lució ese zapatito de cristal, a quien desde ese mismo instante queremos convertir en nuestro amante, en un amor incomprensible, pero que comprenden los que nos quieren de verdad.

El Toro, el Toreo, mi amante siempre fiel, que aunque estén rodeados de chulos empeñados en prostituir su belleza en beneficio propio, cuando emergen con su pureza y su verdad, se elevan despegándose de la vulgaridad, la mentira y los intereses mezquinos de quien no ha saboreado la pasión y el amor de este rito. Un rito que nos transforma, nos hace fuertes y nos libera de las cadenas de la vergüenza, el pudor y el temor a declarar en público sentimientos tan íntimos. Como hizo Gloria Cantero, que no dudó en viajar desde Murcia, acompañada de su maestro en esto del toro, nos dejó ver su ideal del toreo y el que desearía desterrar a una isla abandonada y desierta en mitad del océano, en la que se concentraran la mentira, el adocenamiento, la soberbia y esos seres que se alimentan de la carroña y que nos quieren negar la frescura y la luz que nace de nuestra idea de Toreo, ese clasicismo que hemos heredado de aquellos que con tanto mimo lo cuidaron para entregárnoslo frondoso y lleno de aromas.


Servidor hizo lo que pudo, lo que supo y lo que me salía de dentro, pero tranquilos, que de aquí no pasaré, no me voy a entretener en contarles lo que conté, si acaso que puse toda la sinceridad de que soy capaz, sin importarme si ofendía a unos u otros, porque al fin y al cabo, es lo que pienso. Además tampoco creo que hubiera sido demasiado honesto por mi parte el disfrazar mis sentimientos; hasta allí se llegó don José Olid, un maestro, se congregó la Peña el Quite, que tanta ilusión pone en sus ciclos y tan generosamente acoge a quien les visita, don Joaquín, al que no sé, ni me atrevo a calificar, pues mi relación con él traspasa muchos límites, y como no, a mi mujer que tanto me ayuda y tanto me apoya para que yo pueda seguir viviendo la pasión de los Toros. Logroño y todos ellos fueron testigos de este “Encuentro entre amantes”.

jueves, 13 de febrero de 2014

Jesulín tampoco se entera

Sigue rodando lo de Sevilla y yo mientras me marcharé a Logroño, a la Peña el Quite, para hablar de toros y disfrutar de muy buena compañía


Me lo dicen hace unos años y me caigo de espaldas. Resulta que Jesulín se pone a opinar de esto del Motín de Sevilla y coincide con lo que muchos ya han dicho, que no lo ve claro y que las cosas se hacen de otra forma. Que a estos caballeros del G 5 y antecedentes, no hay quien les coja el aire. Nunca me pareció ningún tonto el señor Janeiro, a pesar de no coincidir con su forma de ver el toreo, incluso por muchos gestos y actitudes, hasta me agrada como persona, que por otra parte, aquí es algo que a nadie importa, si me cae bien o mal.

Será porque ya espera poco o nada de ciertos estamentos del toro, que va a tele toros y se explaya a gusto con el Motín por el botín de Sevilla. Siempre ha sido un torero que se ha manejado como pez en el agua en el populismo, quizá sabedor de sus limitaciones, incluso hasta puede que nunca se sintiera artista, ni menospreciado por la incomprensión de quienes no comulgábamos con sus maneras, pero él estaba ahí para ganar dinero y si con sus cosas le contrataban, ¿para qué enredarse en milongas ascéticas de artista de estar por casa? Así afirma: Nunca he pertenecido a ningún grupo de toreros. Mi único pacto ha sido con el público y con el toro. Los billetes están ahí para que el que sea capaz de ganárselos. Y él se los ganaba, para él y para toda esa cohorte de zánganos que revoloteaban alrededor de la abeja reina, aunque el único que exponía los muslos y el resto del pellejo era él. Es verdad que nunca perteneció a grupo alguno, pero dejemos de lado aquellas situaciones en las que muchos compañeros le vieron como un traidor a la causa, que por otro lado trajo muchos quebraderos de cabeza a otros coletudos, hasta casi llegar a apartarles del Toreo.

No voy ahora a ponerme a analizar aquello que ya pasó y que no fue bien entendido, se le censuró y quizá fue otra de esas oportunidades perdidas que tanto abundan en este mundo, para haber conseguido ordenar un poco este mundo de mandantes y pícaros que juegan al “Maric… el último” y el que no esté vivo, que se aguante. Quizá esa sea la única filosofía que conozca el torero de Ubrique y por eso entiende que los acuerdos, los pactos o lo que sea, se toman de forma individualizada y no en camarilla como han obrado los Geses en lo de la Maestranza. Yo soy de esta misma opinión, entre otras cosas porque así cada uno saca lo que consigue para si, sin nadie que se aproveche del viaje de otros. Pero claro, las negociaciones desgastan y depende de los límites a los que se llegue, pueden provocar heridas profundas con muchos puntos de sutura. Hay que tener cuidado de no morder la mano que te da de comer, pero tampoco puedes dejar que te coman la merienda. Y si te pones muy farruco, igual no solo no arreglas la feria de ese año, sino que te enredas las posteriores. Eso sí, si se va en camarilla el desgaste no es igual y ya puestos a echarle cara, hasta puedes cargarle el mochuelo a otro y tú ir de buenacito, eso tan socorrido de “Si yo firmaría ahora mismo, si yo claro que quiero, pero es que los otros no me dejan”. Lo que no suponen muchos de estos traidores a Roma es que puede darse el caso de que todos vayan con las mismas excusas, evidenciando falta de personalidad, de inteligencia y de hombría. Entonces es cuando los señores empresarios empiezan a maniobrar para hacer lo que les dé la gana.

Si es que hasta para hacer manejos hay que tener cabeza. Jesulín se plantaba frente al aficionado, porque sabía que ese no era su campo de acción, pero en cambio colegueaba con las señoras, con las jóvenes, con el pueblo llano y con cualquiera que viera en él un chaval simpático, con sus ideas muy claras, aunque fueran las que eran y que lo mismo se encerraba con una plaza llena de mujeres, que se subía al caballo enfaldado, que ceñía un terno amarillo, provocaba y eso gustaba. Llegaba a Madrid, escuchaba cuatro voces y hasta el año siguiente. Era un torero sin complejos en la plaza, sin complejos en los despachos y sin complejos en la vida. Sabía lo que era, a lo que podía llegar y no pretendía abarcar más. No necesitaba ese reconocimiento de artista sublime, ni tan siquiera eso del respeto parecía importarle demasiado, ni si le trataban como un jornalero de la Fiesta, porque al final le llegaba el talón y santas pascuas. Quién nos lo iba a decir, un señor de Ubrique, un pueblo del interior de la provincia de Cádiz, que se tropezaba al hablar, que si se cabreaba no dudaba en bajarse los pantalones y enseñar los sietes de sus piernas, que se ponía el mundo por montera y que hasta alardeaba de su saberes del mundo, va y les da lecciones a los máximos y más sublimes artistas que la Tauromaquia ha dado al mundo. Cuatro sentencias y los deja en paños menores, pero no para enseñar cicatrices, no, les deja con las vergüenzas al aire demostrando que no se saben ni vestir. Ahora habrá que esperar algún comunicado como respuesta a don Jesús, aunque yo que ellos, me estaría quieto como una estatua de sal, porque ojo que igual no es verdad del todo eso de que “Jesulín tampoco se entera”.

lunes, 3 de febrero de 2014

Joselito. Un garbanzo no hace un cocido

La esperanza y la ilusión del aficionado merodean entre las sombras, sin que dé la impresión de que vayan a encontrar la luz


Que necesitados estamos los aficionados a los Toros, buscamos y buscamos ese clavo ardiendo al que agarrarnos para mantener viva nuestra afición. Nos dan unas gotitas de agua y ya nos pensamos que podremos cruzar el desierto bajo ese sol de justicia que nos aplasta desde hace tiempo. Unos nos califican de pesimistas, derrotistas, negativistas y hasta de antitaurinos, pero no creo que haya mayor muestra de afición incondicional que la actitud que viene mostrando tanto defraudado desde hace ya demasiadas temporadas, demasiadas ferias y demasiadas tardes de toros en las que se creía comprar la felicidad cuando se sacaba una entrada para la corrida. Miramos al cielo esperando una señal divina y buscamos el maná en forma de corrida con ganaderías no comerciales, con la eterna reaparición siempre frustrada de José Tomás y ahora con esa aparición que se anuncia de Joselito. ¿Reaparición? Sí, pero parece que va a ser más efímera que el vuelo de un cometa.

Leo el entusiasmo, la alegría y la esperanza que produce esta noticia. Algunos ven en ella la salvación de la temporada, la salvación de una temporada que nos hará continuar manteniendo viva esta flor que casi se ha quedado sin pétalos. Será en Francia, pero da igual, como si fuera en Alaska, es lo mismo, lo único que les vale es que volverá Joselito. Quizá esperen que el maestro del barrio de Las Ventas saboree el veneno del toreo otra vez y se enganche al traje de luces. No sé, uno no quiere pensar en lo utópico, porque luego la desilusión se digiere mal, muy mal. Ni con todas las sales de frutas del mundo se puede asimilar el que el maestro no quiera visitar tu plaza vestido de torero. Joselito ha afirmado muchas veces que nanay, que no vuelve ni aunque la otra opción fuera posar ante un pelotón de fusilamiento. Se ha tildado a si mismo de cobarde, de cobardón, de no tener valor para ponerse ante el toro y tal y como se las gasta el señor Arroyo, yo le creo a pies juntillas. Pero también es una persona que le da mil y una vueltas a la cabeza y los razonamientos pueden hacerle cambiar de opinión. Pero no es esta la cuestión de fondo, el asunto está en que, ¿cómo estará el panorama para que nuestra ilusión sea la vuelta de Joselito una tarde o la más que improbable presencia de José Tomás haciendo una temporada completa? Muchos afirman que sí, que José Tomás toreará en todas las plazas importantes, que ya tiene preparadas y vistas tal y cual corridas para volver a Madrid, que ya ha decidido a quien donará los altos emolumentos que cobre en sus actuaciones, pero el hacer cábalas es gratis y cada uno puede elucubrar lo que más le satisfaga.

No hay figuras que nos encandilen, no hay carteles que nos ilusionen y casi ya ni esperamos darnos de cara con el Toreo de siempre, el clásico, el que nunca pasa de moda, el eterno, porque eso es el clasicismo. Por el contrario, lo que hoy es moderno, igual mañana pasa de moda, o incluso no llega a estar de moda. Este menú que nos presentan nos tiene que gustar por decreto y debemos manifestar nuestra adhesión incondicional, bajo pena de tortura perpetua ante faenas plenas de monotonía a un animalito dócil, con apariencia de toro, pero que dista mucho del toro. Y a golpe de dádivas y regalías, los cronistas oficiales del régimen se deshacen en halagos fatuos e imprecisos, que lo mismo se podrían aplicar a un torero, que al pregonero de Castuera. No hablan de toros, no hablan de toreo, hablan de otras cosas que si interesan a alguien no es al aficionado, al que por otra parte desprecian y pretenden arrinconar y exiliar al retiro de su casa y que si quiere, que colme su afición releyendo los libros que cuentan los hechos de aquellos a los que un día vieron hacer el Toreo, aquellos que pudieron al toro y que ponen en evidencia a estos caballeros asalta plazas.


Amenazan con no actuar en una gran feria, de una gran plaza y con una gran afición y se encuentran que el aficionado no sólo no lamenta estas cinco ausencias, sino que las celebra y casi saca a los santos en andas pidiendo porque no aparezcan por la Maestranza. Vivir para ver. Hace años se postraban ante su santo Romero, le rogaban por que se apareciera desplegando el lienzo de su arte con el capote, se flagelaban por un kikirikí y entregaban su alma a la fe currista por una natural y el de pecho. ¿Nadie se ha parado a pensar la cusa de estas diferencias entre unas y otras actitudes? Pues quizá sería bueno un pequeño análisis. Eso sí, no dudan en echarnos en cara que vivimos anclados en el pasado y que nos negamos a la modernidad. Pero esto no es así, esto es una falacia y una interpretación interesada de los hechos. El aficionado no se agarra al pasado nostálgicamente, lo hace a la grandeza que vivió y que hace tiempo que no ve, al toro y al toreo puro y a cada segundo que pase, sí, estará más en el pasado, pero bulle como un volcán en las cabezas. Lastimosamente, ese aficionado se tiene que ir agarrando a clavos ardiendo, pero vuelvan José Tomás, nos echen una de Cuadri o Escolar o reaparezca Joselito, como dicen en mi pueblo, “Un garbanzo no hace un cocido”.