jueves, 11 de junio de 2020

Las propuestas del sector

Si queremos preservar la fiesta, solo hay un camino, el que marca el toro, siempre el toro, el toro íntegro, fiero y encastado. Esa es la única bandera posible en el toreo.


Sería de locos, de ciegos que ven pero que no quieren ver, el negar que al igual que todo el mundo, todo occidente y toda España, también el sector taurino está sufriendo un arreón que ha llegado más allá de lo esperado y de lo soportable. No hay un colectivo dentro del mundo de los toros que no se haya visto afectado. Este manso pregonao del virus nos ha levantado del suelo y sin parar de tirar cornadas, un viaje tras otro, nos ha sacado a los medios, nos ha vuelto a las tablas y debajo del estribo aún no se ha hartado de buscarnos la femoral. Pero insisto, como a toda la sociedad. Que forma tan  cruel de mostrar lo frágiles que somos, que un virus nos pone en jaque; de mostrar lo egoístas que somos, que nos damos cuenta de lo que es el sufrimiento solo cuándo nos toca directamente, cuando nos creíamos inmunes a los males que asolan otras latitudes; de mostrar lo estúpidos que somos, que no logramos llegar a entender que los remedios no son un castigo para sacarnos de nuestra supuestamente merecida comodidad, nos atrevemos a pontificar soluciones mágicas, pero no por su efectividad probada, sino por creer que lo que vale en estos casos es la danza del viento, sacrificar 40 vírgenes al amanecer o colgar el ajuar de los balcones y ventanas.

Nos cuesta entender lo que nunca seremos capaces de llegar a entender y será por ser conscientes de nuestra ignorancia, de nuestras limitaciones, que nos encabritamos como niños caprichosos, malcriados, que se creen que todo se les debe, simplemente por ser, porque el chamán de la tribu nos ungió al nacer con los óleos del “a mí no me toques”. Eso sí, no tardamos ni medio suspiro en encontrar a quién culpar de nuestros males y acto seguido corremos en procesión, eso sí, salvando las distancias preceptivas, pidiendo el desmembramiento de todo quisque que no nos siga la corriente. Y en estas, igual podíamos pensar que la gente del toro iba a actuar de otra manera, aunque solo fuera por seguir esos tópicos, quizá ya trasnochados a la vista de los hechos, de la serenidad y saber estar, en contraposición a esos energúmenos futboleros; que de nuevo iba a brotar con más fuerza que nunca la solidaridad de la gente del toro, sí, ¿recuerdan? Esa que desapareció hace… Ni sabemos cuánto hace. Pero que no nos falten los besos y abrazos. Esa solidaridad que nunca se pone en marcha cuando se trata de facilitarle algo las cosas a los que apenas lidian y a los que casi ya no torean.

Una circunstancia excepcional, esta del virus, en la que la única medida eficaz demostrada es eso de mantener las distancias, el evitar las aglomeraciones, pero que muchos han tomado, vaya usted a saber de acuerdo a qué mecanismos mentales, como un ataque frontal. Como si fueran críos chicos a los que su madre no les deja salir a la calle en mitad de una tremenda granizada, porque “mamá es mala y ya no la ajunto”. Pero ellos, tan ofendidos, tan molestos porque ni les ajuntan, ni les dejan juntarse, reunidos en cónclave deciden tomar una serie de medidas que van a arreglar su mundo, porque el resto del mundo les importa un bledo, en un abrir y cerrar de ojos. Que si nos paramos a reflexionar dos segundos, más parece que quieren asustar, acogotar, como si fuera un enorme “usted no sabe con quién está hablando”, antes que encontrar soluciones que posibiliten que todo esto, el mundo del toro, pueda encontrar una salida viable que no va a resolver el problema, porque de momento es imposible, pero sí que minimice en la mayor medida que se permita, el gran descalabro ocasionado por el virus.

Las grandes medidas son el ponerse una mascarilla con un lema que allá cada cuál y subirlo a todas las redes sociales. ¡Vayaaa! Estos apuestan fuerte, ¿eh? ¿Cuál era el fin? ¿Qué les oigan? ¿Quiénes? ¿Dónde? Otra medida, la más inmediata ahora mismo, es irse a paseo, eso sí, todos a la misma hora y en el mismo lugar. ¿Para que se les vea? Pues sí, se les verá. Pero, ¿qué más? Que si necesitan que las ayudas lleguen a los trabajadores del toro y hay en alguna delegación del SEPE que sin justificación alguna desestiman sus peticiones, si lo que se pretende es solucionar el problema, actúen con la ley en la mano, pongan reclamaciones, documenten esas actuaciones y pónganselo delante a los ministros de trabajo, cultura o al sumsum corda. Datos y eficacia. Que si se ven realmente discriminados, que se muevan para ver al ministro que sea y que no esperen a que este les llame. Que luego le podrán echar en cara lo que quieran, pero vayan a su puerta. Que al final, para que alguien del toro hablara con el ministro, ha habido que llevarle a empujones, y no creo que haga falta dar nombres. Eso sí, seguro que este dejó alguna carta de protesta a medias, pero al final habló. Que ahora resulta que no les parecen bien las medidas de ocupación de las plazas de toros. Pues muy fácil, que exijan lo mismo que en el fútbol o el baloncesto. Sin nadie, aunque igual eso tampoco les importaría mucho, bastaría que cambiaran de fuente de ingresos, que en lugar de pagarles los que ocuparían los tendidos, que lo hagan los de la tele, a ver si el número de abonados y lo que estaría dispuesta a pagar la tele de los toros les vale para cubrir sus “gastos”. Que no sería otro el inconveniente, por mucho que digan con la boca pequeña que si el ambiente del público, que si el respetable y demás. Y si de estas se quitan del medio a los que les exigen, mucho mejor. Que no les vale nada, que llegan en Andalucía a proponerles unas medidas provisionales, con las que se puede estar de acuerdo o no, pero que ellos niegan de plano, no hay tiempo para hablar. Pero cuidado, que la cosa no acaba aquí, que ahora van las gentes del toro extremeñas y que quieren que las plazas se puedan ocupar al cien por cien de su aforo, que ellos son más que nadie y allí no ha afecta el virus y al que le afecte, igual es que no es un extremeño como Dios manda. Puro estilo medieval con aquello de la prueba de Dios y esas cosas tan “lógicas.

Y pensando, pensando, ahora mismo tampoco se me ocurren más planteamientos desde este ilustrado, comprensivo y generoso mundo del toro para intentar solventar en alguna medida este destrozo sanitario y económico. Vaya panorama, como para esperar algo de esta gente, que si te empiezas a creer lo de la unidad, esa tan cacareada y te decides a apuntarte a uno de esos paseos, lo primero que tienes que hacer es decidirte a cual te apuntas, que en sitios como Madrid, hay dónde elegir. En fin, valoren ustedes mismos y saquen sus propias conclusiones acerca de las propuestas del sector.

Enlace programa Tendido de Sol del 7 de junio de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-7-junio-de-audios-mp3_rf_51827788_1.html

jueves, 4 de junio de 2020

Si llega el fin de los toros


Me cuesta pensar en algo que haya generado tantas ilusiones, tanta dedicación, tanas cosas buenas y que puedan llenar tanto una vida, como los toros. Quizá por eso si llega el fin de los toros...

Nadie quiere pensar en que algún día pueda faltarle algo o alguien a quién tanto quiere, algo que tanto siente, algo que le da la vida. Que no era su vida, no lo necesitaba para respirar, ni para ver, ni para hablar, ni para oír, sentir, caminar, pero que por voluntad propia, o quizá más por voluntad de la fiesta, los toros, como si fuera alguien muy cercano y muy querido, te dio el aire para respirar, te abrió los ojos para poder ver, te permitió escuchar el ruido de la casta, la bravura, el entusiasmo de un pueblo, de tu plaza, mientras tú no tenías voz, ni podías dar un solo paso, ni expresar esos sentimientos que el toro y el toreo hacen que broten dentro de ti.

Son malos tiempos, los peores, dicen que esto se va, se acaba, se nos escapa de las manos lo que conocimos, lo que nos atrapó con extremada delicadeza con las ligaduras de la emoción, la entrega, el amor. Un cordón dorado, invisible, sólido, incorpóreo, que nos une a los nuestros, de generación en generación, trepando por la montaña del tiempo hasta perder el rumbo y los nombres de aquellos que desde hace siglos nos precedieron en esta aventura del toro. Y dicen que esto se acaba. Pero si llega el fin de los toros, que no me lo dejen ver, que me tapan los ojos, que me pongan una venda que no me deje ver ni un rayo de la infamia que se los acabe llevando por delante. Si llega el fin de los toros, miéntanme, alimenten mi ignorancia, con mentiras piadosas o crueles patrañas, pero no me dejen ser testigo del final. Si llega el fin de los toros, no busquen culpables, no busquen causas, que ya de nada servirán, nadie pagará por ello. Nadie se quedará para excusarse, para pedir perdón, para expresar cuánto lo sienten.

Tantos años de gloria, de pasión y, ¿por qué nos tiene que tocar a nosotros? ¿Será que ya no te quieren? ¿Faltará ese amor incondicional? ¿Se habrá diluido esa entrega, esa afición que empujaba una tarde y otra y otra y así hasta mil y mil más, con la única excusa de que iba a salir el toro? Será que el amor sincero se ha convertido en simple atracción carnal para unos instantes de sucio desahogo, el que provoca la gula qu8e se ha adueñado de una tarde de toros, en conjunción con los zafios alaridos de supuesto entusiasmo, sin importar el honor del toro, el prestigio de una plaza, ni mucho menos el rito que el toreo ha ido modelando desde que el tiempo no tenía medida, solo tenía sensaciones. Virutas de plata enroscadas sobre si mismas como si la mano del orive las guiara en volutas de plata, oro y azabache.

Si llega el fin de los toros, no me lo digan, no me lo cuenten, tómenme por un ingenuo, un estúpido, un imbécil, una cabeza perdida, sin rumbo, pero no me digan que se ha muerto una parte de mí, esa parte que igual que un día me hizo sentirme vivo, otro día me arrancó de las garras de un perro negro que me quería devorar por dentro hasta vaciarme de mi mismo. Si llega el fin de los toros, no me lo digan, no hará falta, porque estoy convencido que lo sabré, algo habrá que me diga que sin poderlo evitar, se me habrá ido una vida. Muchas vidas, todas las que se viven en una plaza de toros, las que se viven hablando de toros, sintiendo los toros, viéndolos salir de un pincel, leyéndolos desde lo más profundo del alma. Si llega el fin de los toros…

Enlace programa Tendido de Sol del 31 de mayo de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-31-mayo-de-audios-mp3_rf_51610004_1.html