miércoles, 29 de febrero de 2012

El papel de Madrid en la Fiesta


Madrid es tan particular, que hasta disfruta con esos encastes minoritarios que desprecian las figuras, los taurinos y los modernos aficionados de libro y vídeo

El otro día en Linares, un buen aficionado me hizo una pregunta corta, pero que podría ser objeto de un libro, ¿cuál es el papel de la plaza de Madrid en el toreo? Casi na´. Esto, como diría don José Ortega y Gasset, tiene varias respuestas, lo que piensa el público de Madrid, lo que el público de Madrid piensa que piensa el resto del mundo, lo que piensa el resto del mundo, lo que el resto del mundo cree que piensa Madrid, lo que aparenta y lo que realmente es.
Yo no me atrevo a emitir un juicio valorativo, no tengo tanta capacidad ni conocimientos, pero sí que tengo mi opinión, que es lo único que puedo exponer. Una cosa está clara, aunque la afición venteña proteste, se queje, piense que lo que ocurre es la decadencia suprema de la fiesta y que ya nos movemos en el lodo, una cosa está clara, Madrid es muy, muy diferente al resto de las plazas y que entre éstas y Las Ventas, aún hay una gran diferencia. Y que nadie piense que ésta es el ideal de plaza. Eso desgraciadamente nos queda muy, muy lejos.
Es más, incluso no sé si la afición de Las Ventas tiene presente eso de la primera plaza del mundo y de ser considerada la más exigente del planeta. A veces creo que ellos solo pretenden disfrutar de los toros tal y como a ellos les gusta. Lo de las calificaciones y categorías puede que les preocupe más a los que nos visitan de vez en cuando o a los paisanos de los toreros que consiguen arrancar una oreja de esta plaza. Esos que se creen que cuando uno cruza el umbral de la plaza, automáticamente le ilumina el espíritu santo de la tauromaquia y los convierte en la reencarnación de don Antonio o don Gregorio.
Lo que sí caracteriza a Madrid es que tiene muy claro lo que quiere. No se detiene en nombres, el que hoy es un ídolo, en cuanto se le ve la intención de querer engañar, se despeña de su pedestal. Y con toda la exigencia que se nos atribuye, puede que sea la única plaza del mundo que premia la intención y que es capaz de esperar y esperar, hasta ver el camino que coge el torero, ganadero o director de la banda de música. Pero todo esto de acuerdo a sus gustos y a sus criterios del toro y tipo de toreo que quieren ver en el ruedo de su plaza. Pero claro, si los hay que se ponen farrucos y quieren adaptar estos gustos a sus intereses particulares, pues ahí los capitalinos se ofuscan, fruncen el ceño y dicen que nanay.
Pero insisto, no sé si es la mejor plaza del mundo. Depende a quién se lo preguntemos. Unos dirán que la de Albacete, otros que la de Bilbao, México DF, Ronda, si se lo preguntamos a Manzanares dirá que Sevilla, si es a JT, igual se inclina por Barcelona, quién sabe. Pero hay un rasgo positivo y creo que indiscutible que dice mucho a favor del público de Madrid y es su predilección por el toro. No por el toro gordo, cebado, grandullón y cornalón, aunque si hay que elegir entre el de gran arboladura y el mocho, se prefiere el bien coronado. Pero el aficionado madrileño prefiere el trapío, que no el volumen por el volumen, le gusta el toro encastado, no el carrilero y ante bravura noblota y casta con picante, también lo tiene claro.
A partir de aquí, su función en el mundo de los toros sería la de hacer ver y difundir que otro tipo de fiesta es posible, que no es necesario un pegapases y un tragapases. Y la satisfacción de sus propios gustos puede convertirse en modelo a seguir. Lo que no quiere decir que el camino sea fácil, pues igual que Madrid tiene que cargar con los sambenitos del toro pasado de peso y fuera de tipo, de la exigencia sin sentido, de sus fobias y sus filias, a oteas plazas también se les cuelga un cartel con una personalidad que facilita el fraude, pero que no tiene por qué responder a la realidad. A Sevilla se le ha hecho creer que guardar silencio es suficiente castigo. Valencia se cree en la obligación de ser una plaza amable, Pamplona bullanguera, Zaragoza se tiene que conformar con ser una outsider de las grandes ferias, por ser el final de la temporada.
En Las Ventas se pretende afear la actitud del 7 y de otros pequeños corpúsculos indómitos, rebeldes y protestotes, para los que lo primero es el toro. ¡Fuera el 7! se escucha desde las localidades del 5, el 6 y el 4. Quizás a los que más moleste la protesta cuando el actuante es el paisano por el que se han fletado autobuses para ir a ver la corrida. Pero hombre, señores isidros, no sean tan duros y estrictos con la parroquia venteña, piensen que si tienen que ser condescendientes con su paisano y si se callan el descontento por ser de su pueblo, más tarde también vendrán los nativos de otros pueblos y otros más, así desde marzo a octubre. Guárdense sus clamores para cuando lleguen sus fiestas patronales y aplaudan y saquen en volandas al hijo de la panadera o del carnicero, que se ha hecho torero para disfrute de sus vecinos.
Tengan en cuenta que si no existiera el 7, igual habría que inventarlo. Que a veces se equivocan, por supuesto, ¿hay alguien que no se equivoque nunca? Y piensen que ellos no son los enemigos, igual que el resto de la plaza, ni la grada del 8, ni la del 8, ni las andanadas son culpables de que el niño de la Justa no sepa torear, ni que los toros que pastan en el pueblo rueden por el suelo al oír la primera protesta. Demasiada simplificación ¿no? Piensen que si mañana desapareciera el 7, otro sector de la plaza pasaría a tomar el relevo para exigir y hacer ver cuales son sus gustos, porque lo que quieren es seguir disfrutando de una fiesta íntegra y les preocupa muy poco el papel que pueda desempeñar Madrid en la fiesta.

PD: Dedicado especialmente a Manuel Troya y a José Luis Bautista. Va por ustedes

lunes, 27 de febrero de 2012

Linares, hay que vivirlo


Manolete, siempre presente en Linares

Ya estoy de vuelta de mi viaje a Linares. Podría empezar diciendo aliviado que ¡ya pasó! por el compromiso que suponía sentarse ante los aficionados de la Peña Tercio de Varas y los que acudieron que no pertenecían a dicha peña. Pero mi ¡ya pasó! tiene una enorme carga de añoranza por lo vivido en veinticuatro horas. Lo único que no entendí es por qué D. Juan Casado, el presidente de la peña que actuó como presentador y moderador, decidió dar fin a la reunión después de casi tres horas de hablar de toros. Total, si lo único que teníamos que hacer era cenar y dormir. Menos mal que se decidió a poner fin, porque si no, no dudo que todavía estaríamos allí. Y entre otros culpables de ello estaba el propio presidente, con sus preguntas y respuestas.
Tuve el privilegio de acompañar a don José Olid en la mesa de ponentes; y que les voy a contar, que después de oír la versión reducida y ajustada al momento para adaptarse al tiempo requerido, uno estuvo pensando durante unos segundos el levantarse e irse. ¿Qué puedes decir después de escuchar las experiencias de una vida volcada hacia el toro? Pues lo mejor que puedes hacer es callarse. Pero yo hice lo peor, me lancé a hablar, a intentar describir mejor dicho la Tauromaquia 2.0. Pero de lo que yo dije es mejor que lean las opiniones en otros lugares. Seguramente no sería imparcial. O me pasaría de duro o diría aquello de “para poder criticar a un conferenciante, antes hay que haberse puesto delante de un auditorio”. Que yo entiendo que es el argumento más sobado de los últimos tiempos, pero no parece ni medio presentable semejante bobada.
José Olid nos dio, a través de sus vivencias, un paseo por la tauromaquia del s XX, hasta Manolete. Torero al que admiraba más por su menos valorado toreo de capote, que por su toreo de muleta. Afirmó con rotundidad y demostró con sus argumentos, que Manolete murió sin haber dado un natural en su vida, que Linares ya era muy taurina antes de aquel día de agosto y confesó su estremecimiento al recordar las gaoneras del cordobés. Cuanta admiración hacia “El Monstruo” en las palabras que le dedicó. Lo mismo que cuando nombraba a Félix Rodríguez, su torero preferido y que durante sus años de actividad dominaba su calendario laboral. Allí donde iba él, iban a ganarse las perras la familia Olid. Lo mismo que hacían las figuras del momento, según comentó, que o bien adelantaban o retrasaban los viajes, para poder ver al cántabro, torero de toreros. Recordó a toreros a los que todavía lloran en su casa y muy especialmente a Juan Tirado, Juanito, como le llamaba.
Nos metió en su casa, en las conversaciones de su “papa” y de sus “sénecas”, los que le envenenaron con la pasión del toro. Y como si estuviésemos todos sentados en el saloncito de su casa, mandó muy lejos las dos rayas de Domingo Ortega, abogó por el caballo como determinante actor de la fiesta, del respeto, de la inexitencia de este bajo la tiranía del dinero, de las fincas de la comarca, del ganado, de los encastes, en definitiva del toro, del toro y también del toro. Sería ingenuo por mi parte tratar de resumir en cuatro líneas un discurso tan lleno de sustancia y que tanto alimentó nuestra afición.
Por mi parte solo puede contar lo a gusto que me sentí, la satisfacción de poder hablar de toros y decir lo que uno tiene en su cabeza y comprobar como la gente se mantenía en silencio y escuchaba. Esto ya es más de lo que podía pedir. No quiero quitar mérito a los aficionados locales de Linares y del resto de la provincia, pero creo que no sería justo si no agradeciera su presencia a los componentes de la cuadrilla de El Paseíllo”, el programa de Hispanidad Radio. No dudaron en echarse a los medios para acompañar al amigo de Madrid. Pepe Palaza, Juan José Benítez y Marín, acompañados de familiares, a los que no les importaron sus tres o cuatro horitas de viaje. Pero algunos también pudieron disfrutar de la noche de Linares, de los encantos de Úbeda y del sol de un domingo por la mañana, otros se vieron obligados a viajar de vuelta a Huelva, de noche, dándose de tortas con el sueño. Y no quiero olvidar a Franmartín, que solo quería escuchar lo que allí se decía, queriendo pasar discretamente por la peña, después de arreglar como pudo ciertos problemas familiares. Vino, escuchó y se marchó. Él solo, de Sevilla a Linares y vuelta. Cuanta satisfacción y agradecimiento a todos. Perdón por haber dedicado esta entrada a un hecho tan particular y personal como fue mi visita a Linares, pero creo que se lo debía a todos los que soportaron estoicamente mis cosas de la Tauromaquia 2.0, a los que me han aguantado las vísperas y a los que incluso quieren escuchar la conferencia grabada. Todo se andará y si es posible, se la haré llegar del modo que sea. Lo que no podré hacer es mostrar la atmósfera taurina de Linares, ni contar los sonidos del toreo tal y como me lo confesó Marín, ni las sensaciones de un picador que un día tuvo un sueño, ni lo que se siente sobre el lugar donde resultó cogido Manolete, el enfado del aficionado por lo de Curro Díaz en Sevilla, ni tan siquiera cuando se me pidieron explicaciones sobre una travesura en facebook que me ha superado sin enterarme. Pero permítaseme un último consejo y es que Linares, hay que vivirlo.

jueves, 23 de febrero de 2012

Taurodelta y el “Estimado abonado”


José y Juan, si levantárais la cabeza...


Acabo de recibir una carta de la empresa de la plaza de Madrid, Taurodelta, en la que aparte del trato de “Estimado”, que es lo menos que nos pueden decir después del pastizal que les llevamos a sus arcas a lo largo del año, nos informan que “de acuerdo con lo ofertado en el pliego para la explotación de la Plaza de Madrid, tiene el placer de comunicarle la posibilidad de obtener cómodamente localidades para las ferias taurinas que se celebren este año en la plaza de Valencia”. Pues muchas gracias estimados señores empresarios. Que detalle, el señor Casas, don Simón, quiere llenar aunque sea a costa de los ruidosos, irrespetuosos, bullangueros e ignorantes aficionados de Madrid. Se ve que a nosotros nos tiene demasiado predicamento, pero si a nuestro dinero. Si es que no hay nada que no calme un billete de 50 euros.
Una cartita de nada y uno acaba de entender el por qué de la adjudicación de Las Ventas a Taurodelta, un beneficio para el aficionado lo suficientemente contundente como para pasar por alto, según lo manifestado por personas como Juan Luis Fraile, las deudas con algún que otro ganadero, la posibilidad de sacar entradas para la Feria de Fallas. Pero ¿cómo hemos podido vivir hasta ahora sin ello? Será por eso que el año pasado fue una ruina la plaza de la calle Xátiva. Claro, si es que los madrileños no podían sacar entradas con comodidad; ahora será diferente.
Pero chico, no sé que me pasa con Taurodelta, tanto con la antigua como con la refundada, que cualquier posible beneficio aunque nos lo envuelvan en seda, no acaba de convencerme. Esto más parece, según diría un experto en marketing, la creación de una necesidad que no se necesita. No creo que haya una demanda tan cuantiosa por parte del aficionado de Madrid, como para ponerle las entradas de Valencia en el buzón de su casa. Más parece que don Casas, el señor Simón, no sabe ya a donde mirar para sacar un duro. Y si le ceden la explotación del bar de la Torre de Hércules, seguro que también les vende entradas para los toros en Valencia. Si es que no hay como acercar el toro al fiel aficionado de… La Coruña.
Uno, que tiene la mente retorcida y no ve nada más que mal donde otros me ofrecen el bien, piensa en la misma situación, pero al revés. Ignoro si el aficionado valenciano arde en deseos de venirse a los toros en Madrid. Si no se llena su plaza, van a llenar la nuestra. Y más en estos momentos, donde el ciudadano medio no para de echar cuentas para llegar a fin de mes y cuando más caro cuesta echarle de comer al coche. ¡Viva la desesperación! Pero que nadie piense que para llenar la plaza de Valencia, la de Madrid o la que sea, se van a decidir a abaratar los precios, en ofrecer buenos carteles y en hacer que salga el toro de verdad. Aunque este año en Fallas hay más de un cartel atractivo. Otra cosa es que esos días se acerque el público a las taquillas.
Y pensando y pensando, uno se plantea si para Madrid hace falta esa fórmula o ya mirando más a lo lejos, si se pretende homogeneizar su plaza, adaptándola más a la “evolución” de la Tauromaquia 2.0 y a los “tiempos y gustos del público de hoy”. A ver si así ya acabamos de desestructurar a la afición madrileña y conseguimos que se una a la corriente triunfalista de indultos, triunfos y alegrías flamencas, como en el resto del mundo decente. Que ya es hora de descabezar a esos indecentes que protestan la técnica del pico y el “fueracachismo” y del torito bonito, bajito y en tipo.
Ya digo que uno ya piensa mal casi por todo. Que yo agradezco lo de “estimado abonado”, pero no cuela. Aunque parece que en todas partes cuecen habas; solo hay que mirar de reojillo a Sevilla y escuchar a los señores empresarios, que no pudieron llamar a El Juli antes, tendrían que esperar a tener tarifa plana para llamadas nacionales. Y no es que este torero sea objeto de mi predicamento taurino, pero si la feria de 2011 fue el triunfador y según contaban dictó una tras otra sus clases magistrales, ¿por qué ahora no se le contrata? ¿No tendría que haber sido el primero en ser tocado por los señores Canorea? Pues los “Estimados abonados” de Sevilla tendrán que aguantarse, que hubieran llamado ellos. Y ya puestos, que le echen otra llamadita a Curro Díaz. Será que ahora en la Maestranza ya no se aprecia la gracia y el arte.
Los “Estimados abonados” podrán tener sus quejas de estos carteles, aunque no diferirán demasiado de las de años anteriores y si muy al contrario manifiestan su felicidad y alegría por unos carteles “tan redondos”, pues que con su pan se lo coman, aunque a uno le cuesta creerse que toda la afición hispalense sea tan dócil y esté tan domesticada como nos quieren hacer creer los medios oficiales.
Son tantos los tantarantanes que hemos recibido por parte de las empresas, que uno no se cree nada y cada vez que se les ve venir, lo primero que hacemos es ponernos el casco y el chaleco salvavidas. Y todo esto sin saber nada de los carteles de San Isidro de este año. No se habla nada, no se oye nada, solo que si El Juli deja esto aburrido y perplejo al ver el trato que está recibiendo y que cree no merecer, esperando que los Choperitas y sus amigos aflojen la mosca para traer a José Tomas, que no se olviden de Fandiño, Urdiales y Mora, que se tengan en cuenta los gustos del consumidor venteño y no los del público televisivo. Son tantas cosas, que es empezar y no acabar. Pero cuando se empiecen a confeccionar los carteles, seguro que pasamos del “Estimado abonado” a “Señores panolis” vayan abonando sus entradas calladitos y sin armar jaleo. Además se ruega que en la plaza estén calladitos y que todo el ruido que hagan sea el de sus palmas al aclamar a las figuras mediáticas. Y de eso en Sevilla también saben un rato.
Si es que hay cosas que nunca cambian. Llega abril y la feria de Sevilla debatiéndose en un estruendoso fracaso ganadero, luego Madrid, con más de lo mismo, los “profesionales” entusiasmados al hacer caja, los televindentes más que felices con las cosas que cuentan los señores comentaristas y descubriéndonos eso de la técnica, la toreabilidad y no sé cuantas cosas más. Que para eso somos el “Estimado abonado”.

domingo, 19 de febrero de 2012

Salvador, Julián, don Julián y David Bisbal


¿Llegará algún desmochador profesional a robarle la dignidad al toro?

En estos días hemos podido leer en el “Aula Taurina de Granada” dos artículos que Fabad ha rescatado del pasado, en el que el protagonista era el torero de Churriana, granadino él, Salvador Sánchez “Frascuelo” y para completar la faena, Xavier González Fisher ha rebuscado y ha encontrado la placa conmemorativa que se encuentra en la casa de la calle Arenal en la que falleció el diestro. Y uno, que es muy envidioso, no ha podido ser menos y se ha sumado a la fiesta.
Extrañamente a pesar de los años que han pasado desde que Frascuelo rivalizaba con Lagartijo el Grande, la que se puede quizás considerar la primera pareja y primera competencia continuada del toreo, no resulta extraño encontrarse con testimonios que afirman la presencia del granadino en Madrid. Uno, quizás de los más conocidos, es la fonda donde fue atendido del golpetazo de un toro en Chinchón, en la misma Plaza Mayor del pueblo. Otra placa da cuenta del suceso, igual que la que informa del lugar de su último refugio en este mundo en la calle del Arenal de Madrid. También se cuenta el dispendio del torero el día de su boda. Pero no siempre mantuvo este romance con sus vecinos de la Villa y Corte. Ya se sabe que a veces la afición gata puede resultar un poco dura. Se cuenta que con ocasión de una tertulia en la que también estaba el cantante Julián Gayarre, una de las mayores glorias líricas de nuestro país, ambos se quejaban del trato que en la capital recibían ambos artistas, torero y cantante. Entre el relato de las afrentas y agravios recibidos, ambos decidieron que ninguno de los dos volverían a actuar ante ese público.
Quizás ante esos desplantes, sería el público quien más tuviera que perder, pues los dos amigos estaban en la cúspide de su arte, que era mucho. Vamos, como si mañana se juntaran dos fenómenos en el mejor de su quehacer taurino y musical; imaginemos que en la sala Villarrosa estuviera don Julián López tomando unas gambas con sus próximos y en la mesa de al lado se sentara David Bisbal, después de un gran esfuerzo para escapar de la chiquillería que le acosaba.
- Hombre David, No te dejan ni respirar.
- Pues sí Julián, se hace complicado. Y aquí no es como en otros sitios, ¡hey! Como hay más personal, hay más atosigamiento, ¡hey!
- Y que lo digas, aunque ya me gustaría a mí que aquí en mi tierra me trataran con un poco más de dulzura.
- ¿Qué me dices Julián? Pero eso no se puede consentir.
- Ya, pero ¿y qué puedo hacer yo?
- Tú solo, nada. Lo haremos los dos, a partir de ahora y mientras la cosa no cambie, ni tú, ni yo volveremos a Madrid. Solo cuando te lo pida la afición de Las Ventas aclamando tu nombre.
- Hecho.
- Pues venga esa mano
Y el acuerdo y el compromiso entre don Julián y David quedó sellado a fuego y ni el Juli volvió a torear en Madrid, ni Bisbal a cantar en el Real.
Pero este no podía ser el caso de Frascuelo, que no mataba toros desmochados y vergonzantes como últimamente se ha visto en algunas fotos que hace el de Velilla de San Antonio. Y tampoco era el de don Jualián Gayarre, al que buscaban los grandes compositores de ópera y se le esperaba en la Scala, El Liceo o el Metropolitan. Lo suyo sí que era un envite a la grande. Pero que nadie entienda en esto un rasgo de soberbia. La muestra es lo que ocurrió tiempo después, cuando solicitaron al granadino su participación en una corrida benéfica en la plaza de Madrid. No se podía negar ante una noble causa, pero tampoco podía traicionar lo apalabrado con el amigo. Intentó localizar a Gayarre para solicitarle su permiso para ese día, pero aunque revolvió Roma con Santiago, no dio pudo hacerle llegar la petición, ni recibir la licencia que reclamaba. Ante semejante caso, Salvador resolvió que antes era socorrer a los que lo necesitaban y que no podía permitirse negarles su apoyo. Actuó y mantuvo un hondo pesar en su interior por haber vendido la confianza del amigo. Pasó el tiempo, los amigos se volvieron a encontrar y el torero se decidió a confesar la traición a la palabra dada. Pero lejos de recibir cualquier censura, Salvador Sánchez recibió el beneplácito y admiración de su amigo, que antepuso la ayuda a los necesitados a cualquier otra circunstancia.
Pero claro, imagínense lo que sería si avanzamos unos años y resulta que David Bisbal aprovecha su paso por Madrid para ir a visitar a su compañero de conjuras. Y en esto que entra en la casa de El Juli y se lo encuentra contando una montonera de billetes.
- ¿Qué tal Julián? Parece que se ha dado bien.
- Pues sí. ¿Qué de alguna corrida de triunfo?
- No.
- ¿No?
- Es del pasado San Isidro.
- ¿Cómo? Pero si…
- No, yo es que en Madrid, si televisan la feria, cobro aunque no toree.
David dio media vuelta y se fue rojo de ira. Dicen los que se le cruzaron que solo mascullaba unas palabras ininteligibles, mientras se iba dando coscorrones contra las paredes. Lo que son los tiempos, unas historias acaban en abrazo y las otras en coscorrones contra los tabiques de escayola.
PD: Todo lo que reproduce situaciones actuales, excepto lo del torillo mocho de América, es ficción.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El Juli, palos al domiguillo, que no se vence


Señoras y señores, nos complace anunciarles que ya tenemos culpable del caos de los derechos de imagen, por lo que todo aquel que quiera desahogarse, que dirija sus palos hacia dicho individuo. De la misma manera, se ruega respeten la integridad del resto de miembros del G- 10, todos inocentes, como ya ha quedado sobradamente demostrado. Y aquí paz y después gloria.
Que a gusto nos hemos quedado, una vez adjudicado el muerto a El Juli, creo que ya se puede empezar a actuar con toda normalidad. Los empresarios a sus dineros, los ganaderos a los suyos, los toreros a los suyos, como la prensa y la afición a arrearle al madrileño y a hacerle pagar las noches de desvelo que les ha hecho pasar por su cabezonería en lo de la tele. Incluso se está estudiando que se le permita a don Simón Casas que dirija la lapidación del diestro en la plaza pública.
Yo no voy a poner en duda la posibilidad de que Julián López fuera el origen de la propuesta, incluso que defendiera su postura enconadamente y que se mantuviera firme en ésta. De sobra es sabido que no profeso la fe julista, pero si me paro a pensar un poquito, no mucho, que luego duele la cabeza, me surgen muchas dudas y muchas preguntas para dirigir al resto de componentes de la banda de la tele. Estos habrán descansado al ver que las flechas ya no les apuntan, pero ¿de verdad que así se quedan tranquilos? ¿Realmente no se plantean el papelón que han hecho y el que les queda por delante?
Es como si todos se hubieran puesto de acuerdo y plantados en el centro del ruedo del planeta taurino se pusieran a gritar “Somos unos muñecos muy manejables, tú nos ordenas y nosotros tragamos, somos unos muñecos muy…” No sé lo que pensarán los señores de la banda de la tele, pero creo que es mejor quedar como un villano con las ideas claras, que se parte la cara por ellas, que quedar como un títere sin cerebro. Porque ahora resulta que un día el Juli cogió el teléfono y fue llamando a capítulo, uno por uno, al resto de muchachos de la banda. “Enrique, Caye, Manueljesús, Niño José Mari, Míguel, Alex, Josantonio, Daviz, César, se me presenten, arrrrr” Y para allá se fueron los nueve. Incluso se sabe que uno se perdió el cumpleaños de un vecino, pero primero la obligación y luego lo demás. Se presentaron en casa del “jefe” para oír que a partir de ese momento, no se atoreaba con tele de por medio, ¿está claro meridiano? Sí jefe. Y todos tan conformes.
Aparte de la recreación propia del que escribe, ni esta, ni otra situación parecida, es creíble. Vale que El Juli podrá tener cierto poder, pero no creo que éste sea absoluto. A mí me hace dudar el hecho de que en esta situación es uno de los que más tendría que perder y otros los que más a ganar. No me cuadra demasiado el que algunos que corrieron a buscar un micrófono y una cámara de la tele cuando lo del cambio a Cultura, ahora hayan tragado con estar en la sombra y a responder “sí señor” a todas las propuestas que se les ponían por delante. Demasiado esfuerzo en justificarse con aquellas notas de prensa infumables, para no tener nada que ver. Más parece que al final todos se han ido al cumpleaños aquel al que uno no pudo ir, y no cayeron en pasarle la dirección a Julián López. Como tampoco me entra en la cabeza que éste sea tan ingenuo como para pringarse por todos de esta manera.
No sé ustedes, pero parece que el gremio de las figuras no es de mucho fiar y que la palabra solidaridad y compañerismo les suena a chino. No voy a entrar ahora en lo justo o no de la reivindicación, ni en la oportunidad de estas en estos momentos, de eso ya se ha hablado hasta cansar, pero parece que los toreros han preferido salvar a Barrabás, antes que al propio compañero. Y no me vale ahora eso de que yo no estaba de acuerdo, yo no lo veía claro, ni todas esas excusas requetesobadas. Eso se dice antes, se plantea ante el grupo y si hace falta uno se aparta y ya está. Pero claro, ya dicen que se torea como se es ¿no? Pues aquí han echado la pierna atrás, solo han dejado ver el piquito de la muleta y al verse un poco atosigados y comprobar que aquello no iba a ser un paseo militar, han cogido el olivo sin mirar atrás.
Otra condecoración más que las figuras podrán lucir en la solapa, la medalla de la traición, falta de compañerismo e insolidaridad de la cofradía de los títeres sin cabeza. Que uno no quiere decir que El Juli sea un santo y los demás unos demonios, que serán todos igual de buenos o malos, pero lo que parece es que unos se creen más listos que nadie, sin darse cuenta que lo que evidencian es todo lo contrario. A lo mejor, cuando las cosas se tuerzan en un futuro, lo siguiente será taparse los ojos con las manos y dirán “no estoy”, esperando que se les deje en paz, total, como no están. Eso sí, para lo que no están, ni se les espera, es para librar a El Juli de los palos al dominguillo, que no se vence.

domingo, 12 de febrero de 2012

Los ritos son inútiles, pero imprescindibles


Paseando por los buenos blogs taurinos que pueblan la blogosfera, me detuve en uno de mis favoritos, “Toro, torero y afición”, curiosamente con sede en la grada del seis de la Plaza de Madrid. Javier nos mostraba por un lado un cartel en el que para participar en un tentadero se ruega la no utilización de prendas deportivas, en virtud de la tradición y respeto que merece la Fiesta. Debajo otra foto con doña Carmen de Federico y Joselito el Gallo en el campo, vestidos con traje corto.
¿Qué utilidad tiene esto? Pues ninguna. ¿Se podría desarrollar un tentadero con cualquier otra indumentaria? Por supuesto. ¿Modifica esto el resultado de la tienta? En absoluto. Así que podemos concluir que el que se utilice ropa deportiva, el traje corto o el uniforme de infante de marina del Tercio de Armada de San Fernando es completamente indiferente. Se podría decir que es una perfecta inutilidad. Vamos, yo me atrevo a afirmarlo absolutamente convencido, eso no sirve para nada. Pero en el toreo hay multitud de elementos tan inútiles o más que la indumentaria de los que van a tentar al campo.
Aparte del tipismo turístico, ¿para qué sirve hoy en día el paseíllo? Obviamente para nada, no hay nada que despejar, ni los toreros no pueden acceder a la plaza por otro sitio. Aparte de la incomodidad, ¿qué aporta, según un criterio pragmático, el traje de luces, la montera, el capote de paseo o el añadido? Pues evidentemente, nada; se mire como se mire, son elementos inútiles, que ni facilitan la lidia, ni garantizan la seguridad e integridad del toreo. Es más, en el caso de caer de espaldas, la castañeta solo puede agravar la situación.
Pero si seguimos avanzando, no obedecen a un motivo práctico, ni utilitario la ceremonia de la alternativa, los brindis, la música, el orden por antigüedad que podría sustituirse por un sorteo, la divisa, el ir cubierto o descubierto por el ruedo en según que momentos, el color de los engaños, los clarines y timbales, los pañuelos de colores del presidente y así tantas y tantas cosas.
Todo esto es inútil y si muchos buenos aficionados lo piensan estoy seguro que me darán la razón. Pero claro, tampoco pienso que esto se pueda zanjar de una forma tan infantil y simplista. No me atrevo a decir utilitarista, pero dependiendo como, también podríamos aplicar este término. Incluso hasta podríamos argumentar lo inútil de las corridas de toros, el deporte, el arte, los museos, los libros que no son manuales de uso, libros de texto o libros de cocina, la música, así como todas las artes. Con todo esto no estamos más sanos, no comemos mejor, ni pasamos menos frío, ni nos calma la sed. ¿Entonces? Pues la única razón de ser es que nos hace más felices, nos ayuda a entender el mundo, al prójimo y hasta puede que nos haga mejor persona.
Y esto se puede trasladar al mundo del toro. Toda esta parafernalia es inútil, pero hace que la fiesta sea mejor, lo que la convierte en algo absolutamente imprescindible. Todas esas cosas que antes he enumerado, y muchas más, hacen de la fiesta de los toros lo que muchos sentimos, un rito, un acto cargado de significados que no están escritos en papel, están marcados en nuestra memoria ancestral y son esos detalles que hacen que no sea lo mismo matar el toro en la plaza que a manos de un matarife. En el momento en se pasó de la caza del toro para alimentar a la tribu a su sacrificio en un lugar determinado, mediante unas reglas y utilizando unas formas y unos instrumentos determinados, en ese instante se produjo un salto que convertía lo útil en fenómeno cultural. Hay radica el origen de los toros como fenómeno cultural, un fenómeno que se ha ido enriqueciendo a lo largo de los siglos.
Todo ese aderezo, esos ritos, son los que contribuyen a que el toreo adquiera la categoría de cultura. Todo eso, igual que la tauromaquia misma, habla del carácter del pueblo donde nació y de las naciones que lo adoptaron como propio. En esos detalles residen los valores que marcan la diferencia con el utilitarismo. El torero se viste de sacerdote y oficiante del sacrificio, los clarines marcan solemnemente, tal y como lo requiere el momento, las diferentes fases de la lidia. El vestido, la montera y todo el aparataje del atuendo implican una herencia y una diferenciación del torero. Un ser que por lógica no es un ser cualquiera, es un hombre que se enfrenta a la muerte y que sobre la base de conceptos artísticos sacrifica a un dios al que quiere y respeta, teniéndole como un antagonista, pero nunca como un enemigo. El torero debe asumir un papel dentro de la Fiesta, un papel del que no puede salir y meterse cuando le plazca. Eso es lo que le exige vivir en torero. Incluso por salud mental y como preparación para poder enfrentarse al toro. No puede trivializar su actividad, él es irrepetible, es torero. Y el público al ir a la plaza ya le muestra su respeto y el reconocimiento a su condición de ser superior, capaz a un tiempo de enfrentarse a la muerte, vencerla y hacer arte. Lo que no quiere decir que se le deba una idolatría incondicional, luego se le exige que cumpla con aquello a lo que se ha comprometido y observando rigurosamente las leyes de la tauromaquia.
Ni el torero va solo a matar al toro, ni el público desea contemplar un holocausto. La muerte, aún siendo el centro de la Fiesta y estando siempre presente, se pretende ignorar, aunque está ahí; no se reconoce, aunque se sabe que está presente. Y quizás el ver como el torero logra burlarla sea el mayor aliciente para el espectador. Así el aficionado retiene en su cabeza como es cada tipo de toro y cuales son los elementos a tener en cuenta para conseguirlo, los nombres de los toreros que con más naturalidad lo consiguieron y veneran a los que una tarde no les fue posible.
Como todos los ritos, la tauromaquia, el toreo, como yo prefiero llamarlo, está adornada por muchos factores inútiles, pero no vacíos, porque todos y cada uno de ellos están cargados de significado y son necesarios para que el hombre pueda enfrentarse a la muerte, como si todo esto le revistiera de un aura que le hiciera casi invulnerable y poderoso, no por la protección que le pudiera ofrecer, sino por la convicción y fortaleza de su alma de torero.

jueves, 9 de febrero de 2012

La Beneficencia anuncia la primavera



Parece que va camino de convertirse en tradición que cuando el aficionado ya empieza a mascullar el inicio de la nueva temporada, se hace público el cartel de
la Beneficencia de Madrid. Antes se componía el cartel casi antes de que finalizara San Isidro y se cerraba definitivamente al concluir la feria. ¿El motivo? Pues una tontería, un detalle sin importancia, el que en lo que era la corrida más importante del año actuaban los tres matadores más destacados del ciclo. Pero bueno, esto es un pequeño detalle que podemos pasar por alto. Y además me parece estupendo, pues si no, sería posible que las figuras no torearan nunca esta tarde, así que está bien darles una oportunidad a los que tiran del carro de la tauromaquia, ¿no creen?

Estoy de acuerdo con este tipo de decisiones porque si se espera a la feria de Madrid, nos podemos encontrar con desagradables situaciones que nadie desea. Imagínense que salen triunfadores tres toreros de esos molestos que no respetan la jerarquía del G10, ni su experiencia, ni las preferencias de la tele. Lo mismo hay que pagarles una pasta por estar en la cresta de la ola, que igual deciden torear gratis y rompen el mercado. Así evidentemente no se dinamiza la economía nacional. Esto hay que procurar que no pase. Bien, es verdad, ahora se ha extendido el uso se que la gente trabaje gratis. Pero los toreros son otra cosa y eso, aunque debería ser de dominio público, no es comprendido por la mayoría de los espectadores que acuden a las plazas; claro, como no se han puesto nunca delante de un toro o una vaca, no pueden tener criterio sobre el tema.

Pero casi puede ser peor que entre las figuras se nos cuele uno de estos desarrapados e irreverentes. Sería un tremendo escándalo que cualquiera del G 10 tuviera que subir a saludar al rey acompañado de un Diego Urdiales o Iván Fandiño. Que falta de tacto y delicadeza. Y si encima han cortado alguna oreja, su majestad, el del G 10, tendría que aguantar las chinches que viajan en esos desperdicios bovinos. Incluso hasta puede que pertenecieran a un toro de Cuadri, Adolfo o Dolores Aguirre. ¡Válgame el payo! Eso sería el descabale mundial. Una corrida de la Beneficencia con ganado imposible, sin toreabilidad y que ha desarrollado más picabilidad que durabilidad. No si encima habría que aguantar la suerte de varas, esa pérdida inútil de tiempo.

Que me diga a mi alguien si esto tiene alguna posible ventaja. Ninguna. No me cabe en la cabeza pensar que allí, delante del Rey, se pusiera a contar sus verdades Iván Fandiño o Morenito de Aranda y que Su Majestad se animara en esa charla. O Diego Urdiales, que prefiere hablar con capote y muleta en la mano. Eso no se puede consentir. Que no, que no y que no.

Menos mal que entre la Comunidad de Madrid y la renovada Taurodelta, siempre alerta, han impedido que se produjeran estos conflictos. Han estado ojo avizor y según se oye, ya tienen cerrada la Beneficencia de este año. Por un lado los siempre amables torillos de Núñez del Cuvillo. Vale, que habrá algún intransigente que diga que el año pasado trajo dos corridas, perdón, se anunció dos días y entre todo lo que salió por toriles no se componía ni una sola corrida medio discreta. ¿Y qué? La cosa es que haya arte y alegría ¿no? Ya está uno cansado de esos talibanes puristas que reclaman el toro íntegro. Es más, yo pediría que vinieran con las fundas y todo; o mejor, con los colores de las diferentes comunidades autónomas taurinas en dichas fundas. O ¿por qué no? Con estas mismas fundas patrocinadas por alguna marca comercial. ¿Se imaginan? Troglodita, 489 kg. Castaño, listón y bragado, de junio de 2008, con fundas verdes y azules, patrocinado por Movistar tarifa plana en ADSL. O fundas rojas, patrocinado por Coca Cola, la chispa de la vida, ahora Zero sin azúcar y sin cafeína para toda la familia; o a franjas amarillas y rojas de la Oficina de Turismo de Cataluña, Catalunya, vive la libertad. Si es que hay que abrirse a nuevas ideas, no podemos estar ahí dale que te pego a lo del toro íntegro, encastado y con trapío y toreros que toreen de verdad.

Los encargados de hacer arte con los Cuvillitos serán Morante de la Puebla, el arte más excelso y descansado, con su número estrella: la silla de José Antonio. A quien se le pedirá que durante la lidia la vaya montando siguiendo las instrucciones de montaje de IKEA. José Mari Manzanares, que toree o no, siempre es una delicia para la vista, con ese porte, ese empaque y esa elegancia ¡ay! es para comérselo. Estamos de acuerdo en que esconde la pierna más que el Cojo Manteca, que no carga jamás la suerte, que embarca al toro con el pico de la muleta y que lo despide de la suerte mientras le vacía la embestida, siempre guardando una prudente distancia de seguridad que oscila entre el metro y medio, medio y tres cuartos. Y como cierre Alejandro Talavante, el nuevo Hernán Cortes que viene de conquistar el Nuevo Mundo con su toreo aparente, pero sin sustancia. Que parece que es, pero que no aguanta un mínimo análisis detallado. Basta con ver donde pone la pierna a partir del segundo pase de cada serie y como se echa el toro para fuera cuando parece que cita con el medio pecho.

Que bien pinta la temporada que entra. Repito que yo estoy encantado, ya me estoy frotando las manos al pensar en el curso que haré en mayo por las tardes, de 7 a 9 de la noche. Estoy entre el punto de cruz o el migajón para modelar toros y toreros. Eso sí, les garantizo que ni los unos ni los otros serán los del más que probable cartel de la Beneficencia. A estos que les aguante… el que quiera. Eso sí. Este anuncio de la primavera más que al calorcito, al buen tiempo, a los paseos al aire libre, al parque con los niños, recuerda a la alergia, la Renta, el seguro del coche, el impuesto de circulación o la final de copa, en la que no estará tu equipo.

lunes, 6 de febrero de 2012

Belador, el Victorino indultado porque sí


Antes de nada, tengo que aclarar que Belador, con “B”, fue un toro bravo; otra cosa es que se mereciera aquel indulto que se fraguó días antes de la Corrida de la Prensa de aquel año de 1982. Llegó a convertirse en tradición el que dicho festejo fuera concurso y como estaba reglamentado en aquellos años, en este tipo de funciones cabía la posibilidad del indulto de los toros extraordinariamente bravos. Los medios de la época hicieron especial hincapié en este detalle; esta posibilidad caló en el público y fue a la plaza con el firme propósito de mandar uno de los seis toros de vuelta al campo.
Tampoco era exacto lo que se decía, que se indultaría al mejor de la tarde, pues podían serlo los seis, si los seis hubieran sido el paradigma de la bravura. Pero claro, si había que elegir a uno, ¿qué mejor que el Victorino? Eran los años en que el de Galapagar asombraba a todo el orbe taurino, la corrida del siglo, los finales gloriosos de la feria de San Isidro, Ruiz Miguel y sus hazañas ante las alimañas o el ganadero que se ponía aquel día su traje y su corbata para estar a la altura del acontecimiento. Incluso creo recordar que aquella tarde la corrida empezó algo más tarde de lo habitual. ¡Qué cosas! La Corrida de la Prensa entonces era todo un acontecimiento taurino en el que el protagonista era el toro.
Toros de Miura, Hernández Pla, Victorino Martín, Guardiola, Bohórquez y Celestino Cuadri. ¿No es eso variedad de encastes? La misma variedad que ofrecían los matadores, Manolo Cortés, el arte y la elegancia, José Antonio Campuzano, quien se ganó en aquellas corridas su merecida fama de buen lidiador y José Ortega Cano, que estaba queriéndose hacer un hueco en el mundo del toro.
Y como aquella tarde iba a ser algo especial, con toda la decisión del mundo saque una entrada para mí t otra para la que por entonces era mi novia y para su hermano, que se viera que uno era rumboso, y si se hubiera apuntado, hasta para su madre. Una delantera a pleno sol, para no pasar frío, que el mes de julio puede ser muy traicionero y de esos 40º, ¿quién decía que no se pudieran desplomar los termómetros? Y casi se desploman, pero del calor que derretía hasta la alcayata en la se colgaban de la pared. Salieron los dos primeros, el de Miura y Hernández Pla, de quien se recordaba aquel famoso toro Capitán y al que tuvieron que sacar del peto coleándole, pues su afán no le dejaba alejarse del caballo.
Y llegó el de Victorino, codicioso y muy pegajoso, obligando a Ortega Cano a recolocarse constantemente y a intentar quitarse de en medio a aquel ciclón que le estaba arrollando. En varas se arrancó de largo, pero no tuvo el comportamiento que se le podía exigir a un toro de indulto, era bravo, pero no para eso. Aunque esto siempre desde el punto de vista y el gusto de la época. Si aquello ocurre en estos días, a Belador, con “B”, le hacen un monumento en el centro de las plazas mayores de todos los pueblos de la piel de toro y en Barcelona hasta le pondrían su nombre a una calle. Lo que a lo mejor extrañaría al público es que el matador solo pudiera dar una tímida vuelta al ruedo. Esa es la demostración de que un toro bravo lo es en si mismo y no dependiendo si el torero que le ha tocado en suerte pega cien, doscientos o tres pases. Son dos cosas diferentes, aunque siempre es de agradecer si el matador se digna en lucir las condiciones del animal para disfrute del aficionado.
Se estaba perfilando Ortega Cano para entrar a matar, cuando empezaron a flamear pañuelos blancos en los tendidos. A medida que muchos se daban cuenta de que era el de Victorino, secundaron la propuesta de indulto. Entre algunas protestas, el usía accedió y sacó el pañuelo que despenaba a Belador, que en ese mismo instante pasó a engrosar la historia de la Plaza de Madrid y de toda la tauromaquia. Ortega simuló la suerte de matar con una banderilla blanca y acto seguido los lidiadores se retiraron tras las tablas. Salieron los cabestros, pero el toro no se encelaba con ellos, una y otra vez, pero nada. Parecía que la cosa no iba a ser fácil. Desfile de cabestros y tampoco, ¿qué hacemos? pues más cabestros, que por cierto en aquellos años no mandaba Florito. Luego fue un perro tirando dentelladas a las patas y orejas del Victorino. Ahora sí, esa era la solución que se esperaba para retirar al toro, pero no, tampoco el perro tuvo la habilidad necesaria.
Toc, toc, toc, y se anunció por la megafonía de la plaza que se iban a apagar las luces del coso como nuevo recurso, para lo cual se pedía que la asistencia se mantuviera en silencio. Las Ventas a oscuras y en silencio, mientras un operario de corrales encendía y apagaba una luz desde dentro de la puerta de toriles. Pero nada. Quizás es que no se guardaba el suficiente silencio ¡A callarse! Y que no. Mi novia inquieta, pues llegaba la hora de irse a casa y estábamos en el tercero de la tarde, y yo rezando para que eso acabara y poder ver la corrida completa. En el maremagno que había en la puerta principal, un policía y un portero nos permitieron salir a buscar una cabina. Al rato volvimos, no sin algunos problemas para volver a entrar. Menos mal que el portero levantó la mano y dijo eso de “déjalos pasar”. ¡Ufff! Volvimos y allí seguía Belador en el ruedo, esperando a que todo el mundo volviera a ocupar sus localidades.
La gente se impacientaba y pedía que se apuntillara al toro allí mismo, abusando de la extraordinaria habilidad de Agapito Rodríguez para despachar toros desde el burladero. Pero entonces los que en un primer momento protestaron el indulto, ahora protestaban la posibilidad de que el señor presidente cambiara de idea. ¿O qué pasaba, qué lo pintoresco se había vuelto incómodo? Pues nada a aguantar las consecuencias de ese indulto improcedente. Y fuera de toda lógica, en un momento, salieron los cabestros y mientras se volvían a los corrales, Belador decidió seguirles ante la incredulidad del respetable, quien le despidió en pie entre una sonora y aliviada ovación, mientras se frotaba el culo acorchado e insensible, después de tantas horas sobre la piedra de la plaza de Madrid, aunque se fueron a casa felices porque ellos podrían contar que vieron a… Belador, el Victorino indultado porque sí.

viernes, 3 de febrero de 2012

No es la Fiesta Nacional, es Universal


El toro dentro y fuera de la plaza, como fenómeno cultural que reúne a las personas para expresar sensaciones


Son muchas las personas que se enorgullecen al hablar de la Fiesta de los Toros como la Fiesta Nacional. Es un orgullo muy admirable, aunque me perdonen por no compartir esa terminología y por no haberla utilizado nunca. Creo que es inexacta y restrictiva, que no hace justicia a lo que supone este espectáculo que nació en la península Ibérica y que a lo largo de los siglos se extendió por las tierras del Nuevo Mundo, llegando a adquirir allá donde desembarcaba, su propia identidad. Un fenómeno que alcanzó más allá de los Pirineos y que de la misma forma que surgió y desarrolló en España, también lo hizo en Portugal, pero con las características propias que identifican a la tauromaquia lusa.
Nos costará reconocerlo, pero no toda España es taurina. Hay regiones en las que resulta muy complicado encontrar una afición lo suficientemente extensa y asentada como para considerar eso como territorio taurinizado. Aunque no podemos dejar de reconocer el enorme mérito que tiene el ser taurino en lugares como Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias, Las Baleares y sobre todo en Catalunya. Comunidades donde no cabe el toro bravo, aunque siempre pueda encontrarse la excepción. Pero tampoco es admisible que desde esos lugares enarbolen la bandera humanista, democrática y civilizada, en oposición a las regiones taurinizadas. Cada uno tiene sus costumbres, su cultura, su orgullo y sus vergüenzas. Así es el ser humano, que ni es extremadamente malo, ni extremadamente bueno, se limita a ser humano, con sus creencias, escala de valores, contradicciones, particularidades, idioma, cultura y a veces hasta con una apariencia física como signo identitario.
Entonces, parece que la Fiesta no puede ser Nacional. Pero claro, he aquí una de las muchas contradicciones que plantea el toro, exhibiendo una de las cualidades más marcadas del espíritu hispano, esa tendencia vital contradictoria. Se ama al animal que se mata, se cuida al animal para matarlo y se preserva la especie para matarla. No es propio de toda España, pero casi podríamos afirmar sin equivocarnos que es la seña de identidad más conocida de este país en todo el mundo, quizás con El Quijote, el icono más reconocido en el mundo, precisamente de un personaje que nunca existió. Volvemos a nuestra eterna contradicción. Ya seas de Cangas de Morrazo, Utrera, Valls, Tacoronte, Llanes, Pedreña, Ciudad Rodrigo o Manacor, cuando más allá de los Pirineos, del Mediterraneo o del Atlántico dices que eres español, la respuesta es muy probable que sea “Oléy tourero espanol”. Y a lo mejor no has visto una corrida de toros en tu vida, pero tú ya tienes la montera, el traje de luces y la pose de torero de la Carmen de Bizet. Y explícale el guiri en cuestión que no te gustan los toros, que si estás en contra o a favor; toros igual a España, España igual a toros y toreros.
Aunque yo insisto en que no es la Fiesta Nacional, con lo que puede que estén de acuerdo en México, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia, Francia, Portugal o las colonias lusas de ultramar. Esto es lo que según mi opinión convierte a la Fiesta de los toros en Universal, lo que no quiere decir tampoco que se pueda exportar a cualquier punto del planeta. El impedimento de que no se pueda criar el toro bravo en cualquier sitio dificulta esa taurinización Urbi et Orbe.
Quizás para simplificar a veces hablamos de los toros como un espectáculo, lo que en rigor es así, pero lo que tampoco se puede obviar es que ese espectáculo, que de diversas formas se ha venido produciendo desde hace siglos, y que ha ido tomando su aspecto actual desde hace unos doscientos años, cuando se inicio su regularización y evolución estética del toreo, así como la selección de un animal que propiciara la generación de arte, es el origen de un fenómeno cultural con múltiples caras e interpretaciones, como si se tratara de un prisma multicolor. Pintores, escultores, escritores, poetas, músicos, cineastas, folclóricas, modistos y hasta algún torero que otro han hecho arte a partir del toro.
Sea por ese empuje que da la cultura o por ostentar ese impulso que provoca un hecho en cultural, la Fiesta se extendió por los territorios de influencia ibérica imitando las normas y usos de las metrópolis portuguesa e hispana, hasta asentarse sólidamente en ellos. Pero más allá de esto, se produjo un mestizaje entre el toro y las tradiciones de cada región, para acabar dando lugar a una tauromaquia aborigen con caracteres propios que la diferencia de las demás, pero donde se puede reconocer perfectamente el modelo original ibérico. La corrida de toros que aunque ha progresado siguiendo el modelo hispano, también presenta aspectos propios que la distinguen. ¿Quizás entonces los aficionados de esas latitudes podrían hablar de los toros como su Fiesta Nacional? Puede que sí o puede que no, pero ¿es tan importante la terminología? ¿Resulta imprescindible blandir la espada del nacionalismo para agitarla como argumento de peso ante el vecino para que la tauromaquia sea admitida y aceptada? ¿Es la tradición una idea consistente para mantener algo vivo? Pues yo creo que no, sinceramente, me parece mucho más rotundo e indiscutible invitar a esos escépticos a que disfruten del arte, de la emoción y que se zambullan en todas las interpretaciones artísticas que nacen a partir del toro de lidia. ¿Sabrían los primitivos iberos que esculpieron los toros de Guisando que eran españoles? ¿Pensarían que todos los habitantes de su mundo tenían al toro como tótem nacional? Pues seguro que no, lo que no quita, ni agrega valor a la afirmación de que los toros no es la Fiesta Nacional, es Universal.