sábado, 30 de abril de 2011

¡Lo que estoy aprendiendo con la tele!

En estos días me estoy planteando muy seriamente el dejar de ir a la plaza y seguir la feria de San Isidro, Aniversario y todas las ferias del mundo, por la tele. Y, ¿por qué esta decisión? Porque he descubierto la luz con las retransmisiones de la Feria de Abril. Me quedo boquiabierto y estupefacto de todo lo que se puede aprender mirando, y sobre todo escuchando, lo que sale de esa bandeja con cristal puesta de pie. La tecnología que ha convertido la caja tonta en este nuevo artilugio extraplano ha llegado a la fiesta de los toros.



Con los toros por la tele puedes apreciar con todo detalle cuántas gotas de sudor le caen al matador por la punta de la nariz, las veces que pestañea el toro y conocer a todo aquel que es alguien entre los taurinos. Pero eso son baratijas comparándolo con lo que se puede sacar de los comentarios del maestro Molés y del maestro Caballero. Se abre la puerta de toriles y ya te dicen si “eso” es toro o borrego, si es guapo o feo, si está bien acabado y si ha acabado el curso de esteticista a distancia, que no es maquillar con el pincel enganchado a una pértiga.

Si hay una cosa que caracterice al mundo de los toros es su particular y precisa jerga. Ya tengo claro lo que es la toreabilidad, ese maldito término que a muchos nos tiene a maltraer, pero ¿qué me dicen de la durabilidad? No creo que haya una expresión que describa mejor el comportamiento del toro durante la lidia. Primero ha de tener durabilidad y después toreabilidad y lo siguiente es tocar el cielo. Pero ojo, que esto no acaba aquí, porque estamos hablando de algo vivo, en continuo proceso evolutivo y con la capacidad de incorporar nuevos términos para nuevos fenómenos. Pero esto no se puede hacer a tontas y a locas, hay que respetar unas normas y la fundamental es añadir el sufijo “-bilidad”.

Siguiendo esta metodología testada en las más importantes ferias del mundo y gracias a la difusión que un medio como la televisión permite, no será difícil tener una idea exacta de una corrida, siempre gracias al relato de verdaderos maestros. Así será fácil conocer el comportamiento del toro en el primer tercio, ese que últimamente estaba un poco abandonado, pero no era otro el motivo, que no se había creado un término apropiado. Así podemos hablar de picabilidad, la capacidad del animal para ser picado o no. Que no tiene picabilidad, pues ya sabemos que no se le pica, porque si se abusa del palo, igual merma la pasabilidad de éste y hace que aumente la invalidezbilidad, resaltando feamente la borreguibilidad. Si el toro se para en banderillas y no acude a la reunión con la suficiente alegría, estamos faltos de banderillibilidad, carencia alarmante en casos de corridas de matadores banderilleros, verdaderos expertos en la carrerabilidad, saltabilidad y toropasadobilidad.


Pero esto tampoco tiene demasiada importancia, lo “güeno” viene con la muleta, donde el astado, con gran pitonibilidad si presenta una gran arboladura, debe dar todo lo que lleva dentro. Ahí tiene que demostrar cuánta toreabilidad lleva dentro. Pero en este mundo de matices, esto no iba a ser menos. Que el toro entra y sale como si estuviera en una puerta giratoria, pues eso es boboneriabilidad, descastabilidad, y según a quien se le pregunte, aburrimientobilidad, que se puede incrementar, o no, con la estirabilidad y retorcibilidad del matador.

Es necesario seguir correctamente estas normas de uso y así cuando un vecino nos pregunte, ¿qué tal la corrida?, cuando nos vea llegar de los toros, podremos decirle que fueron de estimar las altas dosis de coñazobilidad, conjuntada con la mantabilidad de los maestros y la nula orejabilidad durante toda la tarde. Para que el vecino no se piense que te sobra primobilidad, calidad de ser más o menos primo, por eso de ir todas las tardes para nada, le puedes dar en el hocico con la meriendabilidad, la bocadillibilidad y guisquibilidad del tercer toro, como en los pueblos, de la charlabilidad con los fieles del tendido o grada, muy útiles a veces para aguantar el nivel de aguantabilidad de los huesos propios del final inferior de la espalda, y que se fastidie que en una tarde con plena aforabilidad, cuando se llena la plaza, y de máxima reventabilidad de entradas y clavelibilidad, él se ha quedado en casa y tú no. Pero claro si te sale con que él ha disfrutado como un enano con la televisibilidad y tú no, hay estás perdido, tendrás que agachar las orejas y marcharte a casa a ver si esa noche hay cenabilidad o dietabilidad.

miércoles, 27 de abril de 2011

La lidia ante todo



Lidiar es torear



Esta lidia no es aquella compañera de facultad con la que coincidía en el metro cuando iba a clase con la lengua fuera después de comer, aquella chiquita tan simpática que tan buenos apuntes tenía. Esta lidia tiene algunas diferencias y una de ellas es que esta no debe tener unos apuntes tan buenos, con la letra clarita, con sus esquemas, sus gráficos y todo lo importante subrayado.


No estamos nada más que empezando esta feria de abril/ mayo de Sevilla y aparte del desencanto ganadero, que está siendo grande, sobre todo por lo que a Dolores Aguirre se refiere, se está evidenciando que ya no se lidia a los toros. Todo lo que no sea pase, pase y pase ha quedado excluido de la tauromaquia moderna. Lejos ha quedado aquello de muletear por bajo haciendo que el toro se retuerza, con el único objetivo de prepararle para la suerte suprema. Pero no solo es esto la lidia, también es picar bien a los toros, que no quiere decir masacrarlos. En la misma lidia está el medir el castigo y no concebir el caballo como un mero trámite en el que el toro entra dos veces al peto y punto. Se ha podido ver como alguno de los toros habrían necesitado recibir un puyazo más, aunque solo fuera señalándolo, pero que ayuda a ahormar un poco más la embestida o al menos limar la violencia con que luego embiste a la muleta. Y ya si entramos en que se tapa la salida por sistema y se pica trasero como norma, llegaríamos a la conclusión de que se pica muy mal. De la misma forma que se les ve a los de a pie bailar en la cara del toro haciendo un peligroso zigzag con el capote, que no enseña nada bueno y que hace que el marrajo aprenda más de lo que ya tenía sabido.



No creo que haya salido ningún toro que permitiera florituras y ponerse bonito, ni hacer el toreo artístico y pinturero, eso es más que evidente y no voy yo a decir que corridas como estas son las que necesita la fiesta, menos la de Dolores que la del Conde de la Maza, pero lo que sí requieren es otro tipo de toreo. Tampoco voy a cargar en este caso contra los matadores, no creo que sería justo, pero a eso que alguno afirmó de “lo he probado por los dos pitones” hay que ponerle un prólogo. Está bien eso de intentarlo por los dos lados, pero ante la mala condición para el toreo artístico del toro hay que hacer otras propuestas. Y que conste que incluso puedo admitir que se deje el toro un poquito crudo, esa es una decisión y una apuesta del matador, quien asume una serie de riesgos a la hora de tomar la muleta. Pero si todo se reduce a un vendaval de arreones y embestidas destempladas, entonces hay que echar mano del toreo sobre las piernas, que en ocasiones resulta tan artístico y mucho más torero que el derechazo, natural y derechazo.


Recordaba en “Hasta el rabo todo es toro” Antonio Díaz la faena de Diego Urdiales a un Victorino en Madrid, en la que no recuerdo ningún natural, ni derechazo, pero sí que toreo, todo a base de machetear por bajo a un toro que no admitía otra cosa. El riojano no solo venció en la pelea al de la A coronada, sino que obtuvo el reconocimiento del público y el triunfo, porque aquello fue un triunfo, o por lo menos así lo veo yo. Es más, es una de las mejores actuaciones del riojano en la plaza de Madrid. No recuerdo si hubo orejas o no, incluso si dio la vuelta al ruedo, que creo que sí, pero sí recuerdo que ante un toro imposible, toreó.



¿Por qué resulta tan difícil ver lidiar a un toro? Por un lado, parece que el público no lo asimila, que no el aficionado, y en cuanto ve cómo el matador tiene intención de empezar a machetear ya empieza a ponerse nervioso y a pitar, esos mismos que luego piden paciencia a los que protestan el abuso del pico, el toreo en línea y el cite fuera de cacho. Parece que en su concepción del toreo, esto es el final de la faena, lo que precede a la suerte de matar y no el inicio, en el que se trata de arreglar lo que no se ha conseguido en el caballo, precisamente para intentar dar algún pase con algo de gracia.



Pero no solo el público tiene culpa de esto, también los matadores, quienes no tienen en sus esquemas la lidia, no solo con la muleta, sino con el capote, en el caballo o en banderillas. Y los conatos de lidiar que esporádicamente dejan ver, se reducen a unos trapazos por la cara del toro, sin obligar lo más mínimo al toro. Es un abaniqueo inútil que no les lleva a ninguna parte.


Como en tantas cosas, la solución puede que esté en el toro, que es el único que puede obligar a la torería actual a que aprendan a defenderse y a lidiar contra las dificultades que el ganado descastado, manso, bronco, violento, imposible como dicen ahora. Aunque tal y como están las cosas, es complicado. La norma dicta que estas ganaderías se apartan del circuito y su puesto será ocupado en ocasiones sucesivas por hierros comerciales que no molestan y que van y vienen a la muleta sin problemas. Pero que no se engañen, si las empresas deciden cambiar estas ganaderías, lo más probable es que también decidan cambiar los espadas y meterán a los de siempre, a los pegapases. Quizás si aprendieran a enfrentarse a este tipo de ganado de otra forma, mostrarían que hay otro toreo además del de los mantazos, devolverían la emoción a las plazas y seguro, segurísimo, que ninguna figura intentaría quitarles del cartel.

domingo, 24 de abril de 2011

¡Malditos gabachos!



Ya se nos han adelantado otra vez, pero no del todo, que en eso de Bien de Interés Cultural ya hubo quien tomó la delantera a todo el orbe taurino: doña Esperanza, la señora presidenta de la Comunidad de Madrid; menuda es ella, ¡gabachos a mí! Pero cuidado, que no piensen nuestros vecinos de allende los Pirineos que deben tomar a la presidenta como modelo a la hora de aplicar fórmulas de protección de la tauromaquia como fenómeno cultural. Es más, casi es mejor que si alguien les pasa el programa de actuaciones del BIC, lo cojan, lo enrollen y le peguen fuego, vamos, que hagan una buena lumbre con él. Pero también dudo de que se cumpla la primera condición, que tal programa exista.


Bien es cierto que hay veces que alguien ve tan cotidiano un fenómeno cultural y tan arraigado en su vida y en el acerbo de su país, que no cree que sea necesaria ninguna medida que proteja lo propio. Pero hombre, con la que está cayendo, con lo de Cataluña, con los ataques sanitario- políticos de la Unión Europea, con la creciente exclusión social de la fiesta y con la degradación que ésta sufre desde hace tiempo, ya era para pararse a pensar en hacer algo.


Desconozco el contenido de esta declaración por parte de Francia, pero sí que espero que se le dote de un cuerpo bien sustanciado, y que no se quede en un boceto de buenas intenciones. No parece fácil que la cuestión discurra por esos caminos, sobre todo si echamos mano del funcionamiento de muchas plazas y ferias galas, que se cimientan sobre los pilares clásicos de la tauromaquia, el toro y la suerte de varas. A partir de esto, a mí sencillamente me sobra cualquier declaración, lo que no quiere decir que desprecie esta iniciativa. Ya se sabe que la vida a veces necesita gestos y detalles como este para llegar a todo el mundo.


No creo que Francia se ponga a crear reservas del toro bravo, de encastes en peligro o ni siquiera que a orillas del Ródano funde una ganadería estatal. No es necesario, ni les hace falta porque eso ya lo tienen unos kilómetros más al sur en los campos de Andalucía, Extremadura o Salamanca. Desde hace tiempo los franceses mantienen una actitud que se puede equiparar a todo eso y no es más que contratar esas ganaderías que unos llaman toristas, otros intoreables o imposibles y que suelen corresponder con esos encastes casi desaparecidos en las plazas españolas y que en otro tiempo mantuvieron la grandeza de la fiesta de los toros. Si se le preguntara a José Escolar, Cuadri, Prieto de la Cal y tantos y otros ganaderos qué prefieren, si que les digan cómo criar a sus toros o que les compren sus toros, seguramente que elegirían la segunda opción. La que además garantiza esa variedad que reclama el aficionado, alejándose de esa dañina uniformidad pretendida por el taurinismo y sus figuras.


Parece mentira que en algo tan genuinamente español o ibérico, se nos adelanten nuestros vecinos. Una vez más tenemos que copiarles y tomarles como modelo, pero no porque se hayan inventado nada más allá de lo de la feria dedicada al tercio de varas, de las sucesivas rayas en el ruedo para colocar el toro al caballo y de pocas cosas más, que solo hacen que destacar y subrayar elementos fundamentales y que siempre han presidio la tauromaquia. Y como digo, han inventado muy poco, han hecho algo mucho más importante y trascendental, se han ido a beber a las fuentes, han vuelto a retomar el camino en el punto de la verdad y la integridad; lo que para mi tiene más mérito que cualquier invento carnavalesco. En caso de duda, integridad.


En Francia no han dudado en reconocer su ignorancia, muy al contrario que lo que vemos en España, donde el ignorante es el de enfrente. ¿Que el público protesta? Eso es porque no sabe lo difícil que es estar delante de un toro ¿Que no se conceden las orejas? Eso es porque no han sabido ver la profesionalidad y la importancia de un torero ¿Que el aficionado no quiere ni ver ciertos hierros en la plaza y que reclamo otros casi exiliados de éstas? Es que no saben ver la toreabilidad de unos y la imposibilidad de otros. Y como decía, los franceses se declaran ignorantes; ignorantes de los gustos del aficionado, al que piden su opinión para tenerla en cuenta al elaborar los carteles, de los motivos que hacen que un toro encastado empuje en el caballo y cree arte de verdad y para descubrir este misterio repiten esas ganaderías año tras año. Pero cuidado, que en Francia también hay empresarios que sufrimos aquí abajo, que allí tampoco atan los perros con longaniza, pero de momento parece que ya han puesto las bases para que la fiesta de los toros no sea una farsa y una pantomima. Otra vez se nos han vuelto a adelantar ¡Malditos gabachos!

miércoles, 20 de abril de 2011

Las colas no son para tanto

¡Qué injustos somos! Llevo días leyendo lo de las colas para renovar el abono en las taquillas de las Ventas, que si horas de espera, que si colas interminables, que si maltrato. Si es que nada nos parece bien. Allá que me fui a por el taco de entradas, me despedí de mi mujer, de los hijos, subí a decirle adiós al vecino de arriba y a agradecerle su presencia y las consecuencias que el de abajo tiene que padecer estoicamente.


Allí me planté bastante antes de la apertura de ese ventanuco que te obliga a inclinarte, como si le estuvieras haciendo una reverencia permanente al expendedor de entradas, parapetado detrás del muro y al que casi no se le oye, pero más bien por culpa de la falta de agudeza auditiva del personal que del operario de Taurodelta. Pero para llegar a esto hay que ser paciente y manso “¡Compro abonos sueltos!” Para mí ha sido una verdadera satisfacción estar en esa cola formada por verdaderos aficionados, quitando algunos que cuando ya llegaban a la ventanilla se han marchado y han dejado su puesto a un señor elegante y pulcramente vestido, con unos ademanes de caballero español “¿Sobran entradas? ¡Compro entradas y abonos sueltos!

El rato, que ahora no puedo precisar, que he estado en la cola me he sentido rejuvenecer. Yo, que llegué a ver torear en esta misma plaza a El Viti, hace más de treinta años y casi podía ser el hijo de casi todos. Tanta gente y, quitando un “chavalín” de unos treinta y tantos, yo era el más joven de todos. Si ya lo dicen mis amistades, estoy hecho un chaval. Que no digo yo que a la afición a los toros se les estén clareando las sienes, que sí, más bien será que los jóvenes no saben de las satisfacciones que da hacer cola de una hora u hora y medioa frente a la plaza de toros. “¡Compro entradas y abonos sueltos!”

Otra de las ventajas de la espera es que San Isidro nos iguala a todos, lo mismo se ve a un matador de toros retirado que aprovecha que hay un conocido unos puestos más adelante para irse a hacerle compañía y a aliviarle la espera, que se te plantan dos tallos rubios y de piel sonrosada por las noches blancas del norte de Europa, preguntando si hay “show” y “at what time the show? Y como la fila humaniza mucho siempre hay quien le aclara elevando la voz “aquí solo para abonados”. Hasta ahí podíamos llegar, que cualquiera se pudiera poner en la fila por las buenas y pasar el buen rato con que la empresa de Madrid nos obsequia una vez al año a lo grande y otra en otoño, pero a menor escala. A veces te mojas, otras te amodorras al sol y otras te pasmas de frío “¿Sobra algún abono?”

La tensión y la emoción se hacen más palpables en el ambiente cuanto más próximos estamos a la ventanilla. ¿Veis como todo llega? Hora y pico después ya hasta se les adivina la cara a los taquilleros, incluso se llega a ver a los que se dedican a deambular por detrás de ellos, sin hacer nada aparente, aunque seguro que están trabajando en beneficio del aficionado. “¡Es señor se ha colado, oiga!” “¡A esperar como todos!” Y siempre te encuentras con el que se quiere perder el placer de compartir espacio con buenos aficionados, pero que se salen por donde pueden con eso de “solo iba a preguntar una cosa” o “solo iba a pedir un cartel”. Pero siempre está presto al quite el “segurata”, quien cierra la cuestión volviéndose al público y diciéndole en voz alta: solo iba a preguntar una cosa” o “solo iba a pedir un cartel”. ¡Ah bueno! “¡Compro abonos sueltos!”

Apartarse que va a pasar un grupo de turistas, mira, esos deben de ser de un colegio de por ahí fuera. Pero no hay que despistarse, porque en cualquier momento el “segurata” te puede mirar fijamente y se puede dirigir a ti para decirte eso de: “El siguiente” y al señalarte con su índice parece que te engancha con un cordel invisible y dirige tus pasos hacia la ventanilla libre. Y ¡pobre de ti como no estés ojo avizor! Como la concurrencia se percate de que no respondes a la señal, inmediatamente te está reprendiendo, ¡qué le toca! ¡Señor, qué va usted! o un escueto ¡Oiga!

Y allí estás tú inclinado, dando voces y pegando la oreja al cristal, mientras desparramas tu tarjeta de abono, el carnet de identidad, la fe de vida, el seguro del coche, la ITV, la cartilla de la seguridad social y una montonada de billetes que te salen del alma, para pagar la certeza de que durante mil tardes solo vas a ver vulgaridad, más vulgaridad y más vulgaridad aún. Y como puedes te pones a un ladito, a ver si puedes comprobar que van todas las entradas, intentas meter la nueva tarjeta en la funda de plástico que te dieron hace años, recoges el cambio, el DNI que intentas guardar en la cartera y, además, aguantando al plasta de turno de “¿Le sobra un abono?” “Compro entradas sueltas, compro las de los caballos”. ¡Qué no, no y no! A ver si después de aguantar estas colas de muerte no me voy a dar el gustazo de tragarme, un año más, toda la feria como un bendito y, además, ¡Estoy harto de esperar tanta cola!

lunes, 18 de abril de 2011

Silencios en Sevilla, broncas en Madrid

La eterna pregunta, ¿Sevilla o Madrid? ¿Madrid o Sevilla? Pues yo, como parroquiano de Madrid solo tengo una respuesta: las dos. Como diría el clásico, de toda la vida de Dios cada plaza es como es. Otra cosa es que se pretenda uniformar el comportamiento de todas las plazas del mundo y que nos dé lo mismo torear en Sevilla, Madrid, Valencia, Valverde del Camino, provincia de Huelva, o Tamames, provincia de Salamanca. Menudo chollo. Ya bastante han conseguido los “educadores” oficiales de televisiones de pago o autonómicas, de radios afines al movimiento taurino o prensa del sector. Pero, como en todo, se encuentran con una china en el zapato, la que podría constituir la plaza del Baratillo y la de Las Ventas del Espíritu Santo. El coso sevillano casi han logrado desactivarlo y qué mejor manera que crear un tópico, elevarlo a la categoría de dogma y encuadrar en esa idea a todo un colectivo, el cual actuará así mismo como arma represora para que nadie se salga del guión. A pesar de todo el empeño que las voces con altavoz han puesto en ello, no creo que la plaza y la afición de Sevilla sean unos ignorantes taurinos. Pocas blasfemias pueden ser tan gordas como esta. Pero ¿qué forma hay de silenciar su voz? Pues hacer sentirse orgullosa a la masa de tragar con todo lo que le echen. Y esa masa va y se lo cree y asume la responsabilidad de vigilante de los cómodos silencios, que convierte en una falsa bandera de toda una afición. Y no digo yo que el aficionado de hispalense se muera de ganas de levantarse y empezar a agitar un pañuelo verde para reclamar el escaso trapío de un borreguito. Pero tampoco me creo que se sientan cómodos con esta situación, que como ha ocurrido en los países árabes, se ha visto en alguna ocasión con ciertas protestas. Eso sí, conocidos por todos los silencios de Sevilla, cualquier protesta adquiere una dimensión mucho mayor que en otros cosos. En el punto opuesto está la plaza de Madrid, esa de la algarabía constante, esa intransigente y que en su intransigencia llega a la injusticia, al desconocimiento y a la incomprensión por parte de los sesudos taurinos. Los mismos que pierden la compostura cuando no se pide una oreja con la fuerza que la figura merece, o que se pone de pie diciendo no con el dedo al que pasea el apéndice no merecido. ¿Cómo desarticular esa actitud de no callar ante la trampa, el fraude o la mentira? Pues haciendo la misma afirmación que acabo de mentar, la permanente intransigencia. Y para que la plaza no se encastille al sentirse atacada por los taurinos, señalamos a un sector determinado: el siete, y toda opinión que parta de ahí carece de criterio y validez. Aunque no solo el siete es el sector crítico de las Ventas, hay muchos más repartidos por los otros tendidos. Pero tanto a unos como a otros se les intenta callar y se les dedican todo tipo de voces de esos que proclaman que las Ventas es la primera plaza del mundo, la más entendida y que en el momento en que cruzas su umbral ya te has convertido en un profundo conocedor de la fiesta. Pues no. Igual que en Sevilla no son unos tuercebotas, en Madrid tampoco son los genios de los genios. Y si no, solo hay que ver las orejas que aclaman los isidros, o con que pasión piden que se devuelva un toro por manso, o permanecen callados ante la simulación del tercio de varas. Pero estos a los que tanto molestan las protestas del vecino, esos que pretenden negar toda credibilidad a los que no se conforman con cualquier cosa y aquellos para los que es un infierno tener que pasar el trago de Madrid, todos se apuntan al carro de la importancia de lo hecho en esta plaza cuando estos críticos aplauden a su torero. Entonces sí que saben, ¿no? Pues tampoco. De esto no sabe nadie, pero lo que sí que tiene Madrid muy claro es lo que le gusta y lo que no le gusta, que no es poco. Cada plaza es un mundo y cada mundo es diferente. A cada una se le quiere aplicar una medicina para desactivarla y para que los taurinos sigan haciendo lo que les dé la gana, pero que no nos venzan ni los silencios, ni las broncas: hagámonos oír.

jueves, 14 de abril de 2011

La Quinta gesta



Yo es que me pasmo. Se pone uno a echar un vistazo a los medios oficiales del taurinismo y uno se encuentra con que los plumillas profesionales no caben en sí de gozo de poder ser testigos de un acontecimiento tan memorable como el que se prepara para Málaga. Ponce, Juli y Manzanares con toros de la Quinta. Aunque no habrá nadie que no me diga que no es un acontecimiento histórico. La de fotocopias que habrán tenido que romper al cambiar el nombre de cabecera. Venga a borrar eso de Núñez del… o Zald… y cuando no les quedaba ni tipex, ni pelos en el pincel, han tenido que optar por tirar todo a la basura. Lo mismo que harían, si estuviera en su mano, los aficionados de Madrid, Sevilla, Castellón, Valencia y tantas y tantas plazas.


Un acontecimiento, sí, pero igual que lo es que el Barcelona juegue con el Alcantarilla en la Copa del Rey o en el trofeo del Coscorrón pero, de ahí a considerarlo una gesta... Lo que han cambiado las cosas, el cumplir con las obligaciones de matador de toros es una gesta. ¿A dónde hemos ido a parar? Y que conste que no seré yo el que desprecie el ponerse delante de un toro santacolomeño, ni mucho menos, pero a priori no se me ocurriría elevar a los altares a los osados coletudos.


Cada cosa tiene su justa medida. Este tipo de toro no suele ser un animal que se coma a nadie ya de salida, es más si se come algo es la muleta, pero eso sí, cuidadito con el pequeño, que de tonto no tiene un pelo. Es una sangre exigente, que pide un torero que le mande y le diga como son las cosas. Suele mostrar ciertos inconvenientes y ciertos problemas de inicio que el matador tiene que solventar poniendo en práctica todos sus conocimientos lidiadores y estando ojo avizor en todo momento. Para ese puntito de picante que estos mozos llevan dentro se precisa firmeza, mando y aguante y así, hasta puede que lleguen a exhibir una embestida bonancible, pastueña y por qué no, noble.


Igual la gesta es de los picadores, que por una vez y sin que sirva de precedente tendrán que emplearse con el palo y olvidarse de eso de simular la suerte. Todo sea que pidan un plus en su sueldo por hacer aquello para lo que se supone que están contratados. Pero como los “héroes” no se espabilen y se percaten a tiempo de que aquello no es una bobona, podrán comprobar en sus carnes como el torillo les come terreno, se pone pegajoso, les aprieta y no consiente esas faenas de mil y un pases lineales y matando moscas. Y lo que solo era un problemilla de inicio se convierte en un infierno en el que el toro es el amo y la causa de tener que visitar la enfermería. Y es que eso es la fiesta, la fuerza bruta contra la inteligencia y conocimientos de un ser humano, que paga sus errores con su sangre.


Pero… siempre hay un pero. ¿Serán estos de la Quinta lo que el aficionado espera? ¿O ya se habrán puesto en marcha todos los mecanismos cosméticos que las figuras exigen que se apliquen al ganado al que se van a enfrentar. Me gustaría pensar que no, pero han sido tantos los casos en los que se ha domesticado la sangre brava, con el consiguiente quebranto en la casta para generaciones posteriores. Podemos recordar algunos nombres, como Sepúlveda, Samuel Flores o el Puerto de San Lorenzo; una lista de hierros que años después de sufrir a las figuras, o han desaparecido del panorama de las ferias o arrastran las consecuencias de atender los caprichos que en cada momento estas le plantearon. Y si no accedieron a ellos, lo que sí es evidente es que adaptaron su toro a lo que estas exigían.


Si la Quinta ha entrado por este aro sería un golpe demasiado duro para el aficionado y para la fiesta. Un paso más en esa adecuación constante que marcan los poderosos y que parece que no tiene nada en cuenta que no sea la comodidad y continuar con este irrefrenable proceso de degradación. Nada se sabe de competencias en el ruedo, del orgullo de los toreros, de la vergüenza torera y de tantas cosas que han sido sacrificadas, con el único fin de buscar la extrema comodidad de los que torear toros supone una gesta.

martes, 12 de abril de 2011

Tres maestros y tres evidencias para la reflexión

El toro, el rey
La Fiesta depende de cuando manden unos u otros. Si es el aficionado el que lleva la batuta, el espectáculo mantiene firme sus raíces, pero si las masas devoran a los aficionados, todo el toreo se tambalea.

Pepe Luis Vázquez


El origen de la actual degeneración y corrupción del toreo es la falsificación del toro.

José Bergamín.


“Las corridas de toros son o no son. Mantenerlas con vilipendio es mil veces peor que suprimirlas (...) Lo peor sería que se nos fueran de las manos por no saberlas llevar, por no mantener la verdad; esto sí iría contra usted, ganadero, contra usted, empresario, contra usted, torero y contra usted, aficionado, nieto de aquellos que empeñaban la capa para ir a los toros...”

Gregorio Corrochano


Me he permito hoy el lujo de hacer que otros hablen por mí, dándole la palabra a maestros del toreo, mentes privilegiadas y espectadores de excepción y que cada uno asigne estos papeles a quien mejor le cuadre. Las tres sentencias, la de Pepe Luis, Bergamín y Corrochano se pronunciaron hace años, pero si no citamos a los padres de éstas, podría parecer que responden al momento actual de la tauromaquia.


Pepe Luis Vázquez ya vaticinaba la situación de los públicos de los toros, en que el bocadillo y el güisqui se han enseñoreado en los tendidos de todas las plazas, donde lo primero es divertirse. Y que mejor que tener la panza repleta para que todo se vea con otros ojos y que el juicio del espectador sea más benevolente. Pero lo que podría parecer un panorama preocupante, que lo es, ha sido abrazado y recibido en loor de multitudes por todos los taurinos, que ven cómo se les limpia de chinas el camino, aunque parecen no enterarse de que esa recta, sin cuestas y sin baches, que cada vez va acentuando la cuesta abajo, desemboca en un precipicio que lleva al abismo y que devora todo lo que se despeña por él. La actitud de estos taurinos parece la de aquel ingenuo que piensa que a él no le va a tocar el desastre, que además su semidivinidad le permite afrontar con éxito cualquier adversidad por grande que sea y que si hubiera algo malo al final, que no se lo acaban de creer, pues que lo arreglen los que vienen detrás.


Parece que lo de Cataluña, ha sido un accidente que en breve se reconducirá y todo volverá a ser como debe ser. La gente va abandonando las plazas y quitando José Tomás, no hay torero capaz de llenar la plaza por sí mismo, pero ellos solo se plantean la subida del precio de las entradas y maltratar, más si cabe, al aficionado, que es el menos dócil de toda esta comedia, pero el más fiel.


José Bergamín por su parte une directamente la decadencia del toreo a la del principal protagonista: el toro. Y no hay más, podremos darle al asunto todas las vueltas que queramos, pero la solución y el problema van unidos al estado de salud de la cabaña brava. No hay más que abrir las páginas de un periódico para comprobarlo, bueno de un periódico no, porque ya casi no existe la sección de información taurina, pero también puede ser viendo la televisión, bueno tampoco sirve el ejemplo, ni la radio, ni el NODO. Pero siempre se puede pedir auxilio de los portales taurinos en Internet, aunque vistas las tendencias triunfalistas de la mayoría de ellos. ¿Quizás los blogs taurinos? Pues me voy a reservar la opinión, pues aquí también hay de todo, como en botica y frente a los que se oponen a casi todo, están los seguidistas del punto opuesto. Este que cada uno lo coloque donde mejor le cuadre. Pero si realmente queremos ver el estado de la fiesta y la debilidad o fortaleza del toro, puede que lo mejor sea sacarse una entrada para una corrida con un cartel de postín, con toreros de la parte alta del escalafón y con toros de una ganadería que lidie muchas corridas al año. Si hay alguien que se lance a esta aventura, entonces sí que va a saber lo que vale un peine y podrá comprobar en sus carnes lo que significa la afirmación de José Bergamín.


Por último la afirmación de don Gregorio no deja lugar a medias tintas. Esto es o no es. Sobran los experimentos del velcro, del sí pero no, de humanizar la vida de los animales, precisamente en un espectáculo que debe ser presidido por el toro. El toro que no puede dejar de serlo en su comportamiento, y hasta en apariencia, para favorecer un supuesto y sublime arte que tampoco lo es y que no llega ni a simulacro de lo que el aficionado entiende como tal. Un arte en el que también han estado presentes las modas, como en los demás, pero que al contrario que en la literatura, pintura, música o escultura, se ha producido un alarmante alejamiento de los fundamentos sobre los que se construyó este espectáculo que, citando a Xavier González Fisher, algún día fue grande.


Tres afirmaciones que cualquier podría decir que son tres perogrulladas, pero que conviene recordar para evitar esta decadencia consentida y aclamada de la fiesta de los toros. El lector podrá decir que lo que dicen Pepe Luis, Bergamín y Corrochano ya lo sabe todo el mundo; es posible. El inconveniente es que estas perogrulladas no se toman en cuenta. Son tres afirmaciones que estaban ahí, pero que son ignoradas por el taurineo. No sé si por ese complejo de superioridad que tienen los ignorantes cuando se enfrentan al pasado y a sus habitantes, porque piensen que una cosa es predicar y otra dar trigo o porque sencillamente no tienen capacidad para llegar a esos mínimos de exigencia que se le deben exigir a todo profesional.

jueves, 7 de abril de 2011

La expulsión o la ruina


Después de oír y leer las intenciones de los taurinos empeñados en subir el precio de las entradas a los toros, especialmente en Madrid, y de ver lo que tiene que desembolsar un aficionado sevillano para sacar o renovar su abono, no puedo por más que echarme a temblar. Estamos ante otra evidencia más de la batería de torpedos que recibe el aficionado a los toros, especialmente el más fiel el abonado, por parte de todo el que vive del toro: taurinos, toreros y apoderados, empresarios, políticos y medios de comunicación que cada día dejan sus vergüenzas al aire para que se les vean su intereses económicos en las principales ferias del país.


Una vez más todo el mundo se confabula para salvar al poderoso y para que el señorito no deje de serlo y pueda seguir ostentando el título de terrateniente y oligarca mayor del toreo. Si es necesario se le arranca el terruño a los ganapanes que cultivamos nuestra afición a fuerza de pagar nuestras entradas y seguir sacando el abono. Pero cuidado señores, que todo se acaba, todo tiene un límite. Por muy sólida que sea la afición del pagano, su bolsillo tiene un límite y si todo incentivo para empeñar el colchón, como se decía antes, son carteles como los de la próxima feria de San Isidro, o la de Abril, Fallas, Castellón y las que quedan por venir, pues va a ser que se van a llevar un gomazo en toda la jeta. Si pretenden seguir estirando de la goma esténse muy atentos y no se entretengan en mirar para otro lado, mientras comentan y se carcajean de los ilusos que seguimos poniendo los billetes uno de tras de otro, porque a lo mejor acaban con un ojo a la funerala.


Pero me da la sensación de que aunque se mueran de ganas de perpetrar semejante fechoría contra la afición, en el caso de Madrid la Comunidad y Asuntos Taurinos no lo van permitir ¿verdad que no? Ellos siempre se han preocupado por la defensa de la fiesta, solo hay que echar mano de las declaraciones de Bien de Interés Cultural, de las trabas que ponen para aceptar los carteles de las ferias, de la promoción que hacen de la fiesta en toda la región y de las veces que podemos ver a los responsables políticos en los tendidos de las plazas de Madrid; y digo en los tendidos previo pago de la entrada, no de gañote en el superpoblado callejón de las Ventas, ese que según Pepe, mi compañero de localidad, tendrían que hacerlo de dos pisos, pero ¿también incrementarían el precio de estas “localidades”?


La maniobra de los taurinos es tan burda como pertinaz su esfuerzo para meternos en la cabezota lo que a ellos les interesa. Semanas o meses llevan diciéndonos que los carteles de las próximas ferias van a ser lo nunca visto. Adelantos de carteles, que si lo que ellos llaman figuras vendrán tres tardes cada uno, que si esto, que si lo otro. Para al final endosarnos un montón de ganaderías que más que parecer que se merezcan estar anunciados, parece que repiten curso como los malos estudiantes. Nos plantan a esas figuras en carteles fotocopiados de otras ferias, como si nos compráramos el lote completo, torillos fofos, torerillos flojos, tele, corifeos y almohadilla, todo al fabuloso precio de un riñón y medio, y la temporada que viene…¡Nos quedamos con el otro medio!


Y la de siempre, ¿han tenido en cuenta al aficionado de Madrid? No, señor ¿Han pensado en la integridad del toro y en el fortalecimiento de la fiesta? No, señor ¿Han pensado en el momento tan delicado que vive la fiesta, básicamente por su modo de actuar? No, señor ¿Les importa que esto se hunda definitivamente y que lo de Cataluña sea el camino a seguir? No, señor. Aquí lo único que preocupa es abogar por la libertad de uno mismo y poner la crisis por delante para justificar cualquier atropello. Que los toreros quieren ganar más, ¡toma y yo! Pero ¿por qué no se les pueden ajustar las tarifas a los toreros? Y no me estoy refiriendo precisamente a esa legión que va a venir por cuatro reales y que en muchos casos son los únicos que demuestran vergüenza torera y dignidad en la plaza. Pues no les rebajan sus emolumentos porque no les da la gana, porque son jueces y parte y forman parte de ese circo carroñero que va rapiñando por todas partes. Eso sí, como el que pida dinero es Julio Aparicio, vete dando por excluido. ¿Por qué no cobran dependiendo de su poder de convocatoria?


Y en estas estamos en las que hasta el canal oficial de la feria en boca de su locutor estrella, afirma que los toros son muy baratos en Madrid. Lo que puede ser verdad, pero ¿acaso saben estos señores de donde se quita el abonado el dinero del abono? Del alma; y precisamente cuanto más barato sea, puede que más esfuerzo tengan que hacer los aficionados para poder ir a los toros en mayo. Y tanto es así que muchos se ven obligados a renunciar a San Isidro y matan su afición el resto del año, durante esa temporada que los Choperitas y la Comunidad de Madrid están como locos por cargarse de un plumazo. Parece evidente que quieren que el aficionado abandone el abono, quitándose ese molesto sector crítico que ya molesta hasta a los isidros claveleros que van a los toros dos veces al año o a los señoritos también claveleros a los que no les importa pagar un abono que no usan, excepto en las tardes de postín, cuando van en metro a la plaza para que se les vea lo campechanos que son. Los simples mortales parece que estamos condenados o a la expulsión o a la ruina. Pero, ¡ojo! que, a lo mejor, cuando nos necesiten ya no estaremos ahí, igual ya habremos apostatado de nuestra fe taurina.

domingo, 3 de abril de 2011

Hace falta valor… y más, para San Isidro


Que sorpresa más grande la de los carteles que con tanto cariño y empeño nos han preparado los Choperitas. Y habrán acabado cansados. Anda que no se nota el esfuerzo que hacen para hacer una feria tan redonda, aunque así, a simple vista, parece que les ha quedado un poco picuda. Habrá quien piense al leer el titular que este año, en lugar de feria nos iban regalar la vista con el nuevo programa de Canal Sur, ese en el que se puede ver mano a mano a la señorita Janeiro, la Jesulina, con el Koala. Pues igual nos divertíamos, que es a lo que se va ahora a los toros. Y ya puestos, otro mano a mano podía ser entre Mourinho y Carmen de Mairena, o Belén Esteban y Arguiñano, o el Mono Burgos y lady Gagá; todo sea por la universalización de la fiesta y por la consagración del espectáculo.


Si empezamos por el ganado estamos de enhorabuena. Se han premiado los bodrios del año anterior en esta misma plaza, aquellos en que salía el toro anovillado al que no se le podía ni enseñar la vara de picar, que no se tenía en pie y que en bastantes ocasiones no conseguían juntar seis toros para una corrida, aunque siempre encontraban cuatro mocitos, evitando la engorrosa devolución de las entradas; y por supuesto, obviando la mansedumbre y falta de casta, que ya parece algo intrínseco al toro feriante. Volveremos a tragar con Bañuelos y sus caídas; Alcurrucén por si suena la flauta,; Garcigrande por si… por si ¿qué? porque esto no pasa ni empanándolo; los novillotes de los Bayones; la flojedad del Puerto de San Lorenzo; los casi sí, casi no de los Cuvillitos, pero que por ahí hacen como si dieran el pego; los artistas de Juan Pedro, a pesar de todo; los Samueles que ni recuerdan lo que eran; Javier Pérez Tabernero con sus toros que están, pero como si no estuvieran, para satisfacción de su dueño; los Espartales, Vellosino, más Cuvillitos, Victoriano del Río, Ramblas y tantos que completan la lista y que se pueden aplicar las mismas virtudes y defectos que los ya nombrados. Aunque más vale no hacerse ilusiones y no esperar casi nada bueno. La esperanza la tendremos que poner en los Palha, a ver si lo del año pasado fue un accidente, José Escolar, que siempre merecen la pena, Partido de Resina, por lo mismo y para ver si se confirma todo lo bueno del año anterior, los novillos de Flor de Jara y por supuesto los Cuadri, que todavía nos tienen conversando de lo que pasó aquella tarde de junio en Madrid. Lloraremos la ausencia de doña Dolores y los novillos de Moreno Silva, aquellos cárdenos intoreables que tanto tenían que torear, pero que unos jovenzuelos no supieron ni por donde empezar. De momento, los de don Joaquín seguirán en el campo, como los de Prieto de la Cal, Miura, Santacoloma, Gracilianos, Coquillas, Albaserrada y, por supuesto, Barcial. Pero tranquilos, que no faltarán los incombustibles Domecq.


Si seguimos por los de luces, pues más de lo mismo, una larga lista de toreros de esos que hacen exclamar a uno eso de “¿Pero qué pinta este aquí?”, que parecen justificar su presencia por ser necesarios para el trueque de cromos que nos taladra el alma, para abaratar los carteles a favor de incrementar los beneficios de los señores empresarios de Madrid y de los señores políticos de la Comunidad de Madrid, o en último caso para que no se resienta la audiencia televisiva, captando la atención de aquellos lugares de procedencia de algunos de estos insignes coletudos; si no, nadie se explica lo de los Tejela, Luque, Pinar, Abellán, Tendero, Padilla, Ferrera, César Jiménez, Cayetano, Adame, Eugenio de Mora, Cortés, Víctor Puerto, Capea, Fandi o Salvador Cortés. Con todos los respetos para su familia, su patria chica y por supuesto para sus personas, pero ¿no les daría igual pasarse por las Ventas en julio o agosto? Así no tendrían que estar con el alma en vilo por si llueve o hace viento. Que se vengan en verano, que el tiempo ya ha asentado en Madrid y a todo lo más que les puede pasar es que se pillen una insolación. Vale que las “figuras” vengan tres tardes, de lo que me declaro partidario, pero las figuras de verdad, no estos.


Luego está el grupo de los que tampoco se les puede negar el pan y la sal, los que puede que en cualquier momento den la sorpresa o esos que algunos les consideran figuras y que tampoco vas a darles con la puerta en las narices porque entiendan el toreo de aquella manera, más próximo a ser declarado deporte olímpico que un arte, como son los Perera, Talavante, Juan Bautista, Monsieur Castelá, Manzanares hijo, que parece que vendrá ya de una vez, el todopoderoso Juli, Rafaelillo, que puede con todo, Robleño, Aguilar, para ver si confirma todo lo bueno que se dice de él y que dan ganas de verlo en Madrid, el eterno Uceda, David Mora, Bolívar o Leandro, que unos días parece que sí y otros que no.


Y por último esos toreros que ya han demostrado en la arena de Madrid lo que es torear y a los que se les espera con cierta ilusión a unos y con muchas ganas a otros. Ahora solo cabe esperar si a estos que nos conquistaron el corazón les han “escogido” el ganado para triunfar o para estrellarlos y evitar así que puedan hacer sombra a las figuras que todo lo pueden. Aquí tenemos a Diego Urdiales, Morenito de Aranda, Curro Díaz, El Cid, Iván Fandiño, Morante y, por supuesto, Juan Mora. Ahora solo queda que el ganado y su disposición les acompañe.


De estas largas listas siempre habrá quien cambie los nombres de un lado para otro, para eso están los gustos, pero por mucho que se cambie, me da que la cosa no va a mejorar, porque si tenemos un ganado infumable por un lado, salvando tres o cuatro hierros, y lo mezclamos con tanta vulgaridad vestida de luces por otro, lo que resulta ingenuo es pensar que vaya salir algo bueno. Lo que no quiere decir que se vayan a cortar mil doscientas treinta y tres orejas, pero toreo y emoción, nada o casi nada. ¿Pesimista? Puede, aunque yo me inclino más por lo de ser realista. Yo la verdad es que no acabo de encontrar alicientes suficientes que me despierten la ilusión. Es verdad que es lo que hay, pero ahí está el problema más grande de todos, que básicamente es lo que hay. Aunque también creo que se han excluido nombres de toreros y ganaderos por no interesar al gran público, por no interesar a la tele oficial de la feria o porque simplemente están al margen del circuito de coros y danzas en que se ha convertido este circo.


Entre las ausencias parece lógico que el público se detenga en la ya tradicional de Ponce, que a un servidor le parece más que escurre el bulto que otra cosa, allá él. Julio Aparicio es un caso crónico de desencuentro, los empresarios no le consideran suficientemente atractivo para hacer un esfuerzo suplementario para traerle a Madrid, y la afición venteña siempre espera verle dando naturales en su casa. Pero seguro que más de uno querría ver a Frascuelo o Pauloba de nuevo, pero eso no parece posible en la torería actual, no resultan rentables desde el punto de vista comercial; siempre es mucho mejor ver a Daniel Luque o Perera, ¿dónde va a parar? Pero las ausencias llegan hasta el escalafón inicial, esa cantera de figuras en la que los señores novilleros imitan en todo a sus mayores. Ahí está Juan del Álamo, la gran esperanza del toreo moderno y que rehúsa pasarse por Madrid, aunque solo sea para decirnos que sus últimas actuaciones fueron un mal accidente y que él es mucho más que aquello que nos dejó fríos. Allá él.


Ojalá que los rectores de los destinos de la plaza de Madrid se pararan a pensar un poquito más en sus clientes, los abonados que cubren más del 80% de la plaza. Que bien estaría que a cada tarjeta de abono le asignaran un código y bien por Internet o con un cupón en la revista que publican mensualmente, nos permitieran elegir a diez matadores y diez ganaderías y que en el momento de empezar a confeccionar los carteles tuvieran en cuenta los resultados. Pero eso no sé si lo verán nuestros ojos.

Recogiendo una iniciativa de un buen aficionado, J. Carlos, durante la feria de San Isidro y del Aniversario, que yo trato como una unidad insoportable e inseparable una de la otra, acudiré a los toros con un brazalete negro para mostrar la pena que siento por el estado en que ha caído la fiesta de los toros, y su representación en la primera feria del mundo. Y si alguien me acompaña en este sentimiento, pues que se amarre a la tela negra y le diga todo el mundo que para tragarse todo este culebrón, el mejor de la historia de los Taurodelta, hace falta valor. Y que Dios reparta suerte, porque como reparta justicia…