martes, 29 de abril de 2014

San Isidro y sus cosas, sus cosos y sus costumbres



En San Isidro se agolpan gentes de todo tipo para sacar su entrada para los toros
Ya no queda na’, es volver del gran puente de San Trabajo y San Daoiz y Velarde y ya nos ponemos a planchar el pañuelo blanco, la parpusa, y los más castizos a practicar ese desencaje del hombro al mover la mano cuando se quiere explicar algo fetén a un ignorante que no está a la última de lo que mola en el foro. ¿Stá claro? Que no es chulería, damas y caballeros, isidros e isidras, que es una forma de ser que chana y mola a tutiplén. Pongan su pronunciación a punto y dispónganse a pronunciar las eses como si fueran un nido de chicharras andante.

Pa’ que ustedes se vayan enterando, los del foro, antes de los toros no vamos de cañas, nos juntamos con los colegas, eso sí, con unas birritas por delante, que es lo que más apetece, porque esa es la costumbre. Ya podrá uno salir de trabajar a las seis de la tarde, tener que ir sorteando y soportando atascos desde Nuevos Ministerios, los Polígonos de Alcobendas, Sanse, Fuenlabrada, Leganés, de donde sea, masticando atascos y llamando dominguero y manta a todo el que no te deje pasar a ti, que vas a lasss Ventasss, que no haya donde dejar el coche en kilómetros a la redonda, que hay que llegar al bar a pegarle un abrazo a la vasca. Pero claro, un madrileño manda a sus naves a luchar contra los enemigos, no contra los elementos. Ya no da tiempo, o corres o no ves el paseíllo; echas mano a la cartera y cuando vas a sacar la entrada te acuerdas de que la entrada de ese día se la diste a tu cuñado, mejor dicho, la perdiste jugando al mus el último domingo. El tonto baba se la ganó con tres reyes y un pito, siendo mano y cuando me cogió el órdago que le eché al juego. Me ca… Pensé que se me iba a achantar el muy. Y encima celebrándolo con la muy… de su novia, a la que no le importaba otra cosa que si le iba a dar el sol o si en lugar de bocadillos, mejor compraban canapés de morcilla caramelizada con perlas congeladas de salmorejo a la brasa. Pues nada, a sacar una entrada, que no parece que hay mucha cola, seis o siete personas. Esto va rápido, o no. ¡Dita sea mi stampa! Un lerdo sacando entradas y sin saber dónde va.

-          “¿Y cuánto cuestan las de la fila 12? ¿Y la quince? ¿Y la veintisiete? ¿Y en la grada se está muy apretado? ¿Pero está cerca la escalera? ¿Y los baños? Es que mi suegro padece de eso y tiene que ir al baño a cada poco. ¿Y da mucho el sol? Es que mi novia es blanquita de piel, ¿sabe? Y si da, ¿da mucho rato?”
-          “Dos toros señor, el primero y el último. A ver si nos damos un poquito de brillo, que parece que está comprando un piso, ¡joer! Orientado al este si es posible”

Y todavía te piden que te calmes y que no hay prisa. ¿Qué no hay prisa? Sacas tu entrada, lo que te den, “deme lo que le quede” “Tendido bajo del 2” La madre que me p… el tonto de mi cuñado y yo echando órdagos como un tolay. Sueltas la mosca y entras a la plaza mientras arrastras la lengua por el piso. Aún llego. Ya llegas a tu puerta y oyes que los acomodadores gritan “¡Puerta!” y te dan con la misma en los nasos, un portazo que te aplasta las “tochas” (narices allende el Foro) y después de dejarte una pasta en la entradita, en el primer toro te quedas fuera y lo vas a ver por la tele, ¡genial! No pasa nada, seguro que lo echan para atrás y mientras lo devuelven a los corrales, me meto.

Vaya hombre, el toro vale. Bueno, a tomárselo con calma y a esperar, al menos podré tomarme una copita en un bar de la plaza. Con tanta carrera me han entrado ganas de ir al baño. ¡Puaj! Esto está asqueroso, ya podían limpiarlo un poco. ¡ufffff! Qué alivioooo. Venga, ahora a ver la corrida. ¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí? ¡eeeeeh! Me he quedado encerrado, ¿hay alguien ahí? ¡eeeeeh! ¡Me cag… en mi p… calavera! Pues a saltar, no te jo… Joer, cómo resbala estooo, ¡puaj! está pringoso y como resbal… ¡Mierda! ¡Qué asco! Todo el pie encharcado, los zapatos nuevos y con este olor a…

-          ¿eh? ¡Señor, señor! ¿Hay alguien?
-          ¿Quién llama? Mande.
-          Que me he quedado encerrado, pida ayuda.
-          No, joven, aquí nunca hay papel, esto es una vergüenza, si quiere le paso un periódico por debajo de la puerta.
-          Nooo, que estoy encerrado.
-          Ya, joven, ya, que prisas, carajo con los jóvenes.
-          Pero no se vayaaaa, ¡noooo!

Qué suerte la mía, me pierdo dos toros y encima tengo que convencer al vigilante de que no me estaba drogando. Será g… Bueno, ahora sí, al fin entro a mi sitio. ¡Venga, venga! No os paréis en el medio, paso libre. Aquí es, pero…

-          Per- do- ne es mi si- tio, sí, si- tio mío.
-          ¿Por qué me habla así?, soy negro, pero no soy gilip…

¡Dios, qué armario! Este me funde aquí mismo.

-          No, perdone, perdone.
-          ¿Me está tomando el pelo!
-          No, no, señor, ni mucho menos, es que es mi localidad.
-          ¿Es que por ser negro, ¿se cree que no puedo pagarme una entrada para los toros? Racista.

La gente se me va a echar encima, qué vergüenza, cómo iba yo a…

-          Por favor, siéntese caballero, que el toro ya está en el ruedo. Primero se droga en los baños y ahora la quiere montar aquí, ¿no?
-          No, no, señor vigilante, no es eso.
-          Y además quería molestar a este caballero por que es de color, es un racista.
-          No, señora, que no era eso…
-          Siéntese o tendré que desalojarle del recinto.
-          Pero si yo…

Una pasta que me han sableado por la entrada, me pierdo dos toros, me lleno de mierda hasta la rodilla, me toman por toxicómano, por racista, ¿no sé qué más me puede pasar?

-          Ahí va, ¡Alegría! Perdone caballero, es que la cerveza venía con fuerza y ya sabe, pero no se preocupe, que la cerveza no mancha, hombre y con este calor, tampoco viene mal refrescarse un poquito, ¿no?
-          Pero si me ha puesto empapado, perdidito de cerveza, si los cuatros pelos que me quedan se me van a poner rubios…
-          A ver, el calvo ese, que se siente, un poco de respeto, que todos tenemos calor, pero no nos echamos la cerveza por encima.
-          ¡Yo no estoy cal...!
-          Le dije que se sentara, acompáñeme
-          No, si yo…
-          Vamos, acompáñeme.
-          Venga hombre, fuera, que desde que ha llegado no ha hecho más que molestar; muy bien, lléveselo detenido, ¡Fuera!

Qué vergüenza, nunca me había sentido tan mal, me han tratado como un trapo, me siento gil… No me jod… ¿Mi cuñado? ¡Mi cuñado!

-          Paquito, ¿qué haces aquí fuera? ¿Por qué no estás dentro viendo la corrida?
-          No, es que he salido un momento a ver si…
-          Ya ves, al final me he venido solo, a mi churri esto no le gusta demasiado, la llamó una amiga para irse a su casa a ver el Sálvame y me ha dejado solo, ya sabes, así son las tías.
-          ¿Y tú?
-          ¿Yo? A mí tampoco me gusta esto, mira que en los tres que llevamos la gente estaba como loca, que si al picar el toro se arrancaba desde muy lejos, el del caballo y los otros han dado la vuelta al ruedo, han cortado dos orejas cada uno, les han dado la vuelta ruedo a los toros, vamos, según decía uno de tu lado, te has perdido lo mejor que se ha visto nunca, pero a mí esto, ni fu, ni fa. Te cogí las entradas por no hacerte un feo, pero es que no. Pero… no llores, ¿Qué te pasa? Paquito, ¿qué tienes? ¿Es algo con mi hermana? ¡Dios! ya le dije que al final acabarías enterándote de que aún sigue liada con el profesor de Fitness, pero tranquilo, que aunque ella se quede con la casa, tú te vienes conmigo, tú no te quedas en la calle.
-          Pero, ¿qué dices?
-          Venga, entra otra vez y ves los dos últimos, que es mejor empezar a olvidar ya, anda tira. Además, ¿no te huele a ti un poco mal? Como si estuviéramos en unos servicios públicos. Y chico, arréglate un poco, que llevas una pinta de pordiosero y estás todo mojado, ¡Uff! Qué pestazo a alcohol, ¿no te habrás drogado?


Bueno, no todo tiene que ser malo en los toros, hay días mejores y días peores, pero sobre todo, ustedes no pierdan los nervios, ni la compostura. Si esto es muy fácil, basta con ir con tiempo a los toros, con calma, disfrutando del momento, ocupen plácidamente su localidad, no se levanten del asiento mientras esté el toro en el ruedo, ni se le ocurra jugarse las entradas a las cartas y si tienen algún compromiso de esos que pretenden levantarle la entrada, díganle que nanay, que no, que ni hablar, que se las de Rita, que ni loco, ni borracho, ni jarto de gominolas, que ni hablar del peluquín, que luego igual hasta te toman por un monstruo, un drogadicto, un borracho, un bronca, un racista, un agitador social, o cualquier otra cosa peor.

jueves, 24 de abril de 2014

Joselito, Belmonte, el Juli, Morante, la Chata, doña Esperanza Aguirre y la madre que parió a Panete

¿Estaría conforme Joselito con las comparaciones a las que ahora se ve sometido?


A ver por donde empiezo sin que me enrede a la tercera línea; y es que servidor lleva unos días que ya sin escribir se enreda solo y luego necesita el auxilio social de voluntarios y buenos samaritanos para que me deslíen y me pongan cada cosa en su sitio, quitar el brazo derecho del ojo izquierdo y ponerlo en su sitio, no sin antes quitar de ahí la pierna izquierda, que no puede recolocarse sin que se desenganche el brazo izquierdo, ya que en su sitio esta otra pierna izquierda, ¿o es la derecha? No sé, va a haber que empezar otra vez. El brazo derecho…

Perdonen mi desorientación, pero es que no hay manera, fue escuchar eso de que El Juli es poco menos que la reencarnación de Joselito y Belmonte, que no digo yo que no, pero tampoco digo que sí, y se me hizo un nudo todo mi ser. De Joselito tiene el querer mandar en la Fiesta, pero muy a su pesar, se limita solo en manejar en beneficio propio, huyendo de lo que es la verdad del Toreo, de la torería del que se viste de luces y de la vergüenza torera del que se atreve a enfundarse el vestido de torear. Si será osado su afán de manejo, que al no conseguir alcanzar esa autoridad que conquistan los más grandes, pretende adueñarse de la ganada con honra por dos de los pilares sobre los que se edificó la Tauromaquia moderna, sin tan siquiera plantearse si, además de hacer el ridículo, estaba profanando el mausoleo del Toreo. Qué más da, todo con tal de ganar adeptos a su fe, que como todas, exige ceguera y creencia sin reparos de los dogmas que dicha fe impone. Pero lo que igual no acaba de entender es que con estas salidas de tono, al aficionado le hace encastillarse más en su postura, quizá intransigente para unos, pero para otros no es más que la fidelidad a los principios del Toreo que fue mamando desde niño a la sombra de sus maestros.

Resulta chocante, quizá demasiado burlesco el ver como estas figuras, estas pretendidas reencarnaciones de Joselito y Belmonte, se devanan los sesos para elevar a la categoría de idea magistral y transcendental, las simples ocurrencias de una tarde de botellón, jaleadas por esos incondicionales del maestro, siempre y cuando el maestro les “obsequie” con un “gesto” que premie su servilismo. Que la torería no reside en el saber estar delante de un toro, ni mucho menos, la torería es llegar a la plaza subido en un coche de los años veinte del siglo pasado, en fumarse un puro entre toro y toro, justo cuando los compañeros andan faenando con su lote, en tomarse un cafelito, por aquello de calentar el buche. Y qué me dicen de eso de llevar cada uno sus toros, sin necesidad de sorteo, ni na’ de na’, o anunciarse en una plaza de primera sin que se le diga a los señores aficionados la ganadería que va a ser lidiada. ¿Es eso torería? ¿Es eso emular y no faltarle al respeto a la memoria de José y Juan? Pues parece ser que sí, que hasta los profesionales de la pluma le quitan importancia a eso de callarse el hierro a lidiar, total, ¿qué más da? Si lo importante son las figuras, que irán en automóvil de hace casi cien años. Luego ya pueden salir cabras montesas desaliñadas, que si el artista pega una media de esas hipnotizadoras, cualquier engaño está más que justificado.

No sé dónde vamos a ir a parar, pero yo me pregunto, ¿nadie se sonroja con estos derroches de falta de respeto, bravuconería pandillera y desprecio por el rito? Parece ser que no. Que yo no digo que un señor periodista, uno de esos que tanto hacen por su fiesta, la de los billetes y privilegios a cambio de vaya usted a saber qué, no pueda declarar sus amores taurinos; eso es muy digno y muy respetable, por supuesto, pero hay una frontera que no se debería traspasar, la de la dignidad de este espectáculo y por supuesto, la del toro, el único imprescindible en todo esto y que puede poner el mundo patas arriba. Que luego vendrán esos acomodados o los que mendigan un lugar en  el taurinismo y dirán que posiciones como estas pretenden que se acaben los toros, que somos el gran problema y mucho peores que los antitaurinos. Pero tranquilos, no hombre, no sean ustedes tan simples y maniqueístas, no vean en nosotros una amenaza para la continuidad de la Tauromaquia, y perdón por atreverme a incluirme en este grupo que quiere que la Fiesta recupere su esencia y los fundamentos clásicos. Eso sí, tengan por seguro que lo que sí queremos que se derrumbe, y por ello lucharemos aunque les escueza más que el vinagre en un ojo, es su negocio, esta infamia que se han preparado con tanto descaro y que pretenden perpetuar por los siglos de los siglos. ¿Qué se les acaba el chanchulleo? Pues lo sentimos mucho, ¿qué se le va a hacer? Que igual echan ustedes de menos ese compadreo untuoso y apestoso, pero hace falta que corra el aire puro en el mundo del toro. Lo que son las cosas, tanto los taurinos, como Julián y Morante coinciden con José y Juan en su idea de perpetuar y engrandecer una idea. Estos, especialmente José, vivía en una continua búsqueda por la mejora y acercamiento del espectáculo a la mayor cantidad de gente. Belmonte aceptaba lo dispuesto por José y no volvía la cara ante los compromisos que el momento exigía. Aquellos, los que soportamos mientras nos tapamos la nariz, lo único que quieren perpetuar es su negocio, mientras ellos estén dentro de él, lo que venga detrás ya no es cosa suya. Comodidad al precio que sea, aunque para ello haya que vender el alma al diablo.


Pero que nadie se piense que los “arrimaos” terminan con esta panda de taurinos y aspirantes, ni mucho menos, siempre nos encontraremos con el político aprovechado que eche su cuarto a espadas para sacar tajada a cuenta de los Toros. Y en esto que va doña esperanza Aguirre, la otrora lideresa, y como resulta que la Fiesta no tiene suficientes detractores, ni gente que no sabe de que va esto pero que a poquito que les meneemos se nos ponen en contra, va  y suelta eso de que el que va contra los Toros lo hace porque quiere atacar las esencias y la identidad española, y por si no fuera suficiente, que representa la identidad propia de lo español. Demasiado simplismo, ¿no? Doña Esperanza se arremanga la mantilla y como si fuera la Chata, la Infanta doña Isabel de Borbón, se erige en campeona del casticismo más rancio y astracanado, como si anduviéramos allá en los años veinte, en la época del coche con el que los dos maestros se presentaron a las puertas de la Malagueta. No se puede negar la maniobra política de los políticos catalanes a la hora de vetar las corridas de toros en Cataluña, ni que el toro es uno de los símbolos más reconocibles de nuestra cultura, pero no hagamos una bandera exclusiva de ello, entre otras cosas, porque dicho acerbo cultural y las tradiciones de esta península son mucho más que solo esto. Pero ya sabemos que esto enerva a las masas y se las puede manejar como arma arrojadiza contra el oponente político, sin que importe que ocurre después con el Toreo, porque para entonces ya habrán pasado elecciones, disputas políticas o situaciones que se pretende que pasen lo más desapercibidas que se pueda. La Chata se presentaba una tarde en los Toros en la plaza de la Carretera de Aragón, en la de San Sebastián o en la Pradera de San Isidro y ya se tenía ganado el favor del pueblo, hasta tal punto que hasta los republicanos la eximían de tener que marcharse al exilio. Igual que doña Esperanza, que de repente decidió declarar los Toros Bien de Interés Cultural en la Comunidad de Madrid, mientras por otro lado permitía y auspiciaba los abusos de Taurodelta, temporada tras temporada. Y que no se me enfaden los simpatizantes del partido de doña Esperanza; quizá se quedarían más satisfechos si les pegara un buen palo a sus oponentes políticos, que ya me gustaría, pero de momento ya saben que ni están, ni se les espera en esto del toro. Quizá cuando se quiten ese complejo absurdo de que los progresistas no pueden ser aficionados al toro. Allá ellos. Igual es verdad para los políticos que no se quieren bajar de la silla, pero como en tantas cosas, el pueblo, nosotros, llevamos las aficiones como mayor naturalidad y, será porque hacemos las cosas guiados por nuestra conciencia, no tenemos que andar constantemente con absurdas componendas, que al fin y al cabo, no es otra cosa que vivir zambullidos en la mentira y ya se sabe, en la vida y en el Toro, las mentiras no llevan a ningún sitio.

martes, 22 de abril de 2014

Es bueno tener amigos hasta en Taurodelta

¡Eh, toro! Oui çe moi?


Me ha costado abrir la temporada taurina, pero después de no pensarlo ni un minuto, porque igual era peor pensárselo, me fui a la corrida del Domingo de Resurección. Una fecha marcada en el calendario por muchos aficionados como propicia para hacerse un viaje a Madrid para ir a los toros, lo que a algunos nos ha venido de perlas para encontrarse con amigos de otros punto de la geografía. Siempre son agradables estos encuentros, muy agradables, igual que lo es acordarse de otros que están lejos en kilómetros, pero muy cercanos, tanto que los hay que te escriben un texto en su blog y te dejan sin palabras, más los comentarios de otros o los que se te presentan en la grada para saludarte y animarte a seguir en el lío y que te dejan con los ojos como platos, pero con el ánimo por las nubes. Perdón por este pasaje personal, pero tenía que decirlo.

Si es que no hay como tener amigos, ya lo decía aquel. Que se lo digan al señor ganadero de Los Bayones, que le contratan una corrida y todo parece indicar que por no tener amigos en Taurodelta, o igual por tener algún enemigo en el triunvirato, vio como le echaban la corrida para atrás. Que ya resulta chocante que a alguien se le ocurra traer a este hierro a Madrid con los antecedentes de esta vacada en esta plaza, pero eso no justifica que se atropellen sus derechos, una vez cerrado el trato; tanto que hasta se anunció como cierta su presencia. Incluso hasta parece ser que se echaron para atrás algunas reses ya aprobadas en el pasado. Uno no acaba de entender lo acontecido, pero igual es que el señor Matilla no estaba muy dispuesto a ver eso de “Toros de la ganadería de los Bayones” en las paredes de las Ventas.

Pero no es este ganadero el único que necesita un amigo en Taurodelta y si no, que se lo pregunten al ganadero Gerardo Ortega, siempre tan leal al poder taurino, pero que en esta ocasión se le coló por la derecha un encierro de Gavira. Aunque no parece que fuera que uno es más amigo que el otro, más bien parece que la cuestión fue cuestión de dineros, ya se sabe. Uno que según comentaba en el apartado podía ser la última vez que viniera a Madrid con una corrida de toros y el otro que vio como volvían para Huelva sus toros, sin que tan siquiera se hubieran bajado del camión para estirar las patas. Total que al final saltaron al ruedo seis ejemplares más dispares que una orquesta de sordos, que evidenciaban el origen de aquella corrida, la limpia de cercados de la Ganadería de Gavira. Una espléndida mansada, descastada y que pretendían esconder su flojera y tipo de vaca de Milka detrás de unas encornaduras escandalosas, como si fueran los renos de Papá Noel. Habrá quién quiera ver en eso trapío, pero para mí, el trapío es otra cosa; igual que no lo es un buey de 600 o 700 kilos si no tienen más que peso, tampoco lo es un ciervo con cuerpo de vaya usted a saber qué. El primero y el último es verdad que eran otra cosa, pero que tampoco nos creamos que fueran para esculpirlos en mármol.

Los tres espadas también contarán con amigos en Taurodelta, sobre todo el bueno de Antonio Nazare, del que se empeñan algunos en decir que es artista y que él mismo pelea por contradecirlos. No me voy a extender sobre lo ocurrido durante esta corrida del Domingo de Resurección, porque para ser la primera de mi temporada, con los motores aún sin afinar y la vista sin tenerla adaptada a las contorsiones y lejanías, uno ya ha hecho su esfuerzo intentando recordar lo que pasó en el ruedo. Allí donde Curro Díaz iba a deleitarnos con sus chispazos de arte y gracia que tienen los elegidos, pero que él parece haberse dejado olvidado en un taxi, para parecer uno más. Uno más que da pases insustanciales, despegados, abusando del pico de la muleta y descargando la suerte, uno más que no manda jamás en las embestidas de sus toros, uno más que se desentiende de la lidia y no es capaz de fijar al animal en los capotes, uno más que empieza a no merecer que sus seguidores recorran una montonada de kilómetros para verle en Madrid. Eso sí, el sablazo que pegó a su primero envainando la espada por el pellejo fue para contarlo, pero para pensarse otra vez eso de coger el coche para apoyar a Curro.


Morenito de Aranda tiene ese toque de artista, sin ser excesivamente pinturero, y ese halo de torero castellano que hace años ayudaba a identificarlos solo con verles coger el capote, pero le falta el acabar de convencer y el convencerse a si mismo. Igual es un punto de vista demasiado optimista y benévolo con el burgalés, pero esa es mi sensación. La misma que se diluye cuando se le ve deambular por el ruedo al son que le marca el toro. Pases sueltos de uno en uno, acompañando, que no dominando, con eso que dicen ahora de “componiendo”, pero no toreando. Bien es verdad que aparte de tener que pechar con los mulos de Gavira, también tuvo que pelearse con el viento de Madrid, que aparte de continuado, era frío como la m… Echemos la culpa de los enganchones al aire, que puede ser excusa, pero no sirve como tal. Igual que no debe consagrar a Antonio Nazare una faena con dos tandas de naturales retorcidos en los que toro y torero iban cada uno a su ritmo. Un prodigio del toreo moderno, sin saber cuál era su sitio durante la lidia, sin preocuparse de lo que ocurría hasta el momento de coger la muleta y con una disposición bárbara a llegar a los mil muletazos en una tarde. Y si esto no es posible, pues a pegarse el arrimón, eso tan eficaz para que uno se arranque a dar palmas él solito, como si fuera el único al que le ha iluminado la gracia del torero, para acabar siendo secundado por los demás al que el pionero de los aplausos ha abierto los ojos. Es lo que hay y puede que sea una muestra de lo que se nos viene encima, que luego uno escucha las conversaciones de algunos y le entra un ataque de depresión profunda, creyendo que no se ha enterado de nada, que ha tenido delante a la reencarnación de Chicuelo, Domingo Ortega y Manolo Vázquez y no se ha enterado. Y no digo de Belmonte y Gallito, porque esa reencarnación ya tiene dueño. Ese que tiene amigos por doquier y que pasado el tiempo, igual hasta los tiene también en Taurodelta, pero de esto de las reencarnaciones ya hablaremos otro día, que la cosa requiere que se reflexione sobre ello.

martes, 15 de abril de 2014

El arte puede perjudicar seriamente la salud

Cuidado con dejarse deslumbrar por el arte, que no es oro todo lo que reluce


Tranquilos que nadie se asuste, no se precipiten, a ver si alguno impaciente va a enganchar un hacha y se va a meter en el Museo del Prado a hacer jirones las Meninas, por aquello de que su contemplación pueda provocarnos dermatitis nerviosa complicada con un ataque vanidad esquizoide. Que lo mismo hay quién tampoco lo ve tan mal, como a todo lo que parezca un embolado, se le puede añadir eso de que así se reduce el déficit público y se crearían miles de puestos de trabajo. ¿Qué no tiene nada que ver una cosa con la otra? Pues claro, como en todo lo demás. Servidor más bien se refiere al arte taurino, a ese que nos aseguran que despliegan los fenómenos con unos torillos más fenomenales aún.

Si usted quiere inundar cualquier tipo de manifestación o actividad de artificiosidad, amaneramiento, rigidez, monotonía una ausencia total de espontaneidad, naturalidad y sencillez, diga que eso es un arte y una expresión cultural. Y es muy posible que se encuentre con un bodrio de colosales proporciones. Porque claro, en estos casos no se excluye absolutamente nada, cabe todo. Es como si el arte y la cultura tuvieran una boca enorme, unas fauces como las del lobo de Caperucita y engullera lo mismo la Capilla Sixtina, que un monigote hecho con el seis y el cuatro, la cara de tu retrato. O eso de la cultura del vino, donde tantos meten el brick de Don Simón con cola, el famoso Brut Kalimotxo, Gran Reserva, de las bodegas Dom Botellón.

Pues vayamos al grano. de repente se nos ocurre que todo lo que tenga que ver con el toro, pues es cultura y, por supuesto, arte. Permítanme ustedes que lo dude y acto seguido me retuerza de las carcajadas que esto me produce. Es evidente y no admite discusión alguna, o eso pienso yo, que alrededor del mundo del toro, de la Tauromaquia, de las corridas de toros, nació, creció y se mantiene en continuo crecimiento, un hecho cultural en el que se incluye la pintura, la fotografía, la literatura, la escultura, el cine, la arquitectura, teorías psicológicas, sociológicas, antropológicas, económicas, biológicas, ecológicas, morales, zoológicas y tantas y tantas disciplinas que deciden zambullirse en este apasionante universo taurino. El toreo es fuente inspiradora de arte y su desarrollo en si mismo es un arte; pero midamos bien los terrenos, porque no todo lo que nace o se inspira en esta pasión que compartimos, puede considerarse arte.

¿Y cuál es peligro? Pues muy sencillo, que la vulgaridad, el fraude, la mentira y unos niveles ínfimos de calidad contaminen lo que realmente conmueve, conquista y enamora a quien tiene la oportunidad de tomar contacto con el Toreo de siempre. Mala cosa es cuando uno se planta delante de un extintor y a su lado está su creador intentando convencer a todo quisque de que aquello es una obra de arte que representa al pueblo oprimido dentro de una pieza cilíndrica que se supone que es el poder de la tecnocracia que utiliza la burocracia en contra de los ciudadanos. Eso sí, como no esté vivo, se puede llevar algún tortazo que se le escape a alguien que se imagine que le están tomando el pelo. Y ay de ti como se te ocurra decir que eso es una castaña pilonga, pero pilonga, pilonguísima. Que si te pones tonto, igual hasta te tienes que comprar la obra titulada “Presione aquí en caso de incendio”, y subtitulada “Fecha de caducidad 15 mar. 2017”. Vamos, que te lo envuelven para regalo y te vas para casa con la firme convicción de que te han tomado por un primo. Pero esto no se reconoce jamás, al primero con el que te cruzas se lo intentas endilgar a un precio de risa, haciéndole ver que es una ganga y por ser tú te lo deja en 4.000 euros, mil menos de lo que te costó a ti.

Pues nuestro extintor ni es rojo, ni representa la opresión de nadie, ni mucho menos es un bloque de mármol de Macael de donde surgirá un joven apolíneo encajado en la curva de Praxíteles, esa que expresa la tensión, la belleza y la armonía de la obra escultórica. A nosotros nos ponen delante un Cuvillito, un Garcigrande, un Zalduendo o cualquier animalito de la factoría Juanpedrista que ahora resulta que también es artista. ¡El no va más! Mientras, el supuesto artista, aquí pongan el nombre que más rabia les dé, mientras, decía el creador se encuentra allí con su cincel a punto de reventar el botellón “colorao” de un mamporro creativo. ¡Cataplúm! el extintor sale volando, rompe el espejo del pasillo, de rebote arranca la cabeza de ese gaitero de porcelana de Lladró, todo brillante él, que pasa de ser uno de los preciados adornos de la abuela, a la expresión de la espontaneidad liberada de la ira del genio creativo del artista.

Con semejante panorama, ¿no creen que esto puede perjudicar la salud mental de los artistas, de los espectadores que se plantan para contemplar esa liberación creativa, de los galeristas y hasta del mismísimo López Ibor? Esto no puede ser bueno, ni por un segundo. Pues hala, abandonémonos al despilfarro intelectual y admitamos como arte la primera cucamona que un señor haga frente un moribundo animalejo que casi ni se sostiene en pie. Que los Toros pueden haber pasado al Ministro de Cultura, pueden incluso ser declarados Bien Inmaterial, Bien de Interés Cultural o lo que se quiera, pero lo que no es arte, nunca lo podrá ser y nada puede ser considerado como tal por decreto, el arte brota y cuando lo hace no necesita que nadie tenga que empeñarse en hacerte ver lo que no se puede ver, ni descalificarte de golpe, ni colgarte el sambenito de insensible, intransigente y anti lo que se les ocurra en ese momento. Y por si faltara poco, van y se te descuelgan diciendo que fulanito tampoco era artista o que menganito, el menganito de ahora, ha alcanzado la perfección que aquellos haces años nunca soñaron. Enrevesado, ¿no? Pues sí, pero así parece que está la cuestión. De repente te cambian los criterios, los modos, los fundamentos y los cánones estéticos. “Pero a mí me gusta eso que a ti te aburre”. Bien, estupendo, pero no me vengas a decir que el cartel de “Oferta, 1 kg. de babilla y uno de filetes de aguja, por 4,5 €” es arte o la creación nacida del ego rebelde del carnicero; si acaso la rebelión de los hijos, que piden comer, ropa, zapatos, extraescolares y tantas y tantas cosas que un niño necesita para crecer. No nos dejemos llevar por la corriente del “Todo vale”, porque no es así y hasta puede que nos veamos arrollados por la vulgaridad , siendo empujados al fondo con tanta violencia que lo mismo ni tenemos opción de sacar la cabeza para tomar aire. Mucho cuidado, y no lo olviden: El arte puede perjudicar seriamente la salud.


martes, 8 de abril de 2014

Si al Toreo lo volvemos del revés

Si esto se lo hacen a un torillo se esos que hay cuidar, lo parten en dos


Siempre ha existido el estudioso del Toreo, el que quiere investigar en el por qué de todo lo que rodea al toro, su crianza, los requisitos que se le piden para favorecer el espectáculo, las suertes y capacidades de los de luces y cómo se puede mejorar en un continuo progreso hacia la utopía. Esto ha sucedido desde los años de Mari Castaña y sigue pasando, aunque por momentos, uno no sabe si siempre se busca el camino hacia delante o si lo único que se pretende es encontrar una justificación supuestamente plausible para tapar las carencias de un tipo de toro, un tipo de torero y hasta un modelo de Fiesta. Incluso hay quien, cogiendo el rábano por las hojas, pretende trasladar un momento histórico a otra época, como si hubiera comparación posible con una diferencia de 50 años, cuando no más. Allá cada uno con sus conciencias y con las intenciones con que a veces nos quiere hacer creer que el pulpo es un animal de compañía.

Mi postura creo que está suficientemente definida a lo largo del tiempo, no solo no la he ocultado, sino que además me he empeñado en que se conociera, como si pudiera interesarle a alguien, pero que al menos puede servir para que nadie se sienta engañado. Es verdad que siempre intento ser imparcial, pasando todo a través del tamiz de lo que un día me enseñaron que era el toro y el Toreo, y a partir de ahí, que sea lo que Dios quiera. Mi propósito en este caso es intentar enfrentar lo aprendido, eso que se da en llamar la Tauromaquia Clásica, sus fundamentos, lo que siempre se ha entendido como los pilares de la Fiesta, ante las apreciaciones o justificaciones que parece que buscan una coartada más o menos convincente para que admitamos lo que a día de hoy nos encontramos en las plazas de toros. Como si fueran afiliados a un partido y tuvieran que aplaudir como si estuvieran convencidos, como uno de sus líderes escapa de la policía, como otro tiene cuentas en Suiza, como cobran en negro, como cobran comisiones por obras públicas, como desvían fondos a su bolsillo, como recortan derechos fundamentales, tantas y tantas infamias que cuesta digerir. Pues en el Toreo pasa lo mismo, unos señoritos están hundiendo todo esto y encima los hay que se molestan porque se les llama tramposos, mentirosos, ladrones, descarados, desahogados, caraduras y todos los adjetivos que a ustedes se les puedan ocurrir y que encontrarán la misma respuesta: no falten al respeto. ¿Quién falta más al respeto al prójimo? ¿El tramposo o el engañado? Saquen sus propias conclusiones.

Según se  decía tiempo ha, el fin último de toda la lidia era preparar al toro para la muerte, para el momento de la suerte suprema, y el torero tenía que poder al toro, dominarlo y someterlo; eso como fundamento básico, para a continuación, el que pudiera, crear arte, desarrollando su cometido de una forma armónica, elegante, sin estridencias y creando belleza, la que nace al imponerse la inteligencia del hombre, los conocimientos atesorados durante décadas y transmitidos a lo largo del tiempo, sobre una fuerza de la naturaleza, el toro, quién no duda en acometer contra aquello que siente que le acecha o que entra en su dominio, creciéndose en la lucha y peleando hasta su último suspiro. Quién ha sido alguna vez testigo de esta conjunción mágica, de este conflicto entre la belleza y la bravura del toro vive unas sensaciones que no puede ni controlar, ni racionalizar y que siempre estará deseando volver a revivir, con la misma intensidad.

Pero llega la modernidad y estos términos se ponen boca abajo. Ahora resulta que el fin supremo es el arte, esa idea santificada a la que todo queda supeditado, todo vale en función ello, todo, incluida la demolición de aquellos principios clásicos y la conversión del toro de lidia en un animal dócil y fácilmente maleable. Hemos pasado de trabajar la obra en mármol, a hacerlo en latón de mala calidad, que se abolla al más mínimo roce con la verdad. A los artistas no se les exige que lo demuestren, se les considera como tales per se, casi por el hecho de poder vestirse de luces. Se les valora más que por la calidad de la creación, por la extensión de esta. No hay pelea posible, el toro sale ya dominado, se le cría para ello, se crea un animal sumiso al que no hay que poder, hay que cuidar, y todo aquel que no entienda esto es in intransigente, un bárbaro, una antitaurino, un ser empeñado en que esto desaparezca y un insolidario con aquello que pretenden su continuidad, aún a costa de mantener una caricatura ridiculizada de lo que siempre fue el Toreo. Vamos, que si nos pillan Manuel Vicent o Alaska, Olvido Gara, nos convidan a merendar chocolate con picatostes.

Siempre había conocido la preocupación del aficionado a los Toros pretendiendo garantizar el respeto al toro, garantizando su integridad, su casta y la fiereza intrínsecas a su especie, y si a esto además se le podía unir la bravura, miel sobre hojuelas. Pero ¡amigo! Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, como grajearía don Hilarión; el respeto debido ya no es al toro, al que en pos de ese supuesto arte, arte abstracto en la mayoría de los casos, el respeto se debe a esos artistas, jartistas, como diría mi querido Xavier González Fisher. A estos se les permite vejar, burlar y maltratar sin rubor al toro, para mayor loor de sus divinidades. Así imágenes tan bochornosas como esa de cinco o seis figuras haciendo un desplante a un novillo moribundo, son celebradas por los más fieles al régimen presente. El que un señor se ponga a cantar es porque le sale, porque así lo pide su sensibilidad. Ellos son los verdaderos protagonistas, lo demás, simple atrezzo.

El tercio de varas, pieza fundamental en este rompecabezas de la lidia, ha pasado a ser un trámite molesto, como tantas veces se ha repetido hasta el hartazgo, que incluso “aficionados” encuentran justificación para prescindir en según que casos de esta suerte. Según nos contaron, eso de picar a los toros, aparte de hacerlos sangrar, tenía dos fines, por un lado comprobar la bravura, para lo que parece necesario que al menos haya dos encuentros con el caballo. Como dicen los que saben, la primera vara la toman todos, o casi todos; la segunda ya le hace ver que allí no se reparten caramelos y en la tercera, si la toma bien y de lejos, al menos quiere decir que no rehúye la pelea. Incluso los hay que deberían acudir una cuarta vez, para poder ver al toro en todo su esplendor. Qué cosas cuento, la suerte de varas; parece una fábula fantástica. Y además de todo esto, la puya ayuda a ahormar la cabeza del toro y a atemperar la embestida de cara al tercio de muerte. Pues bien, olvidemos todo esto y pensemos que aparte de lo pintoresco que es ver un caballo con faldas, el único objetivo de esto es quebrantar las fuerzas del animal. Si tenemos en cuenta la flojedad manifiesta, la falta de casta y la excesiva nobleza de estas bestias corruptas que se crían en magníficas factorías, se les pica como para colocar un piercing, o menos. Pero ya digo, si el toro sale ahormado, pues, ¿para qué picarle? Ya puestos, si sale picado, ahormado, lidiado y medio muerto, ¿para qué torearlos y matarlos a estoque? ¡Aaaah! Por la cosa del arte, lo había olvidado, perdonen mi descuido.

En banderillas todo se ha reducido a un número festivo gimnástico circense en el que los atlet… los toreros demuestran sus facultades y lo alto que pueden apuntar con los palos, arqueando el cuerpo hacia atrás, para lanzarse como un resorte, consiguiendo algunos formar un ángulo recto una vez ha pasado la cabeza del toro. Que no quiere decir que esto no tenga su excepción, que banderilleros de plata hay que la ejecutan con pureza, dándole ventaja al toro, con majeza y personalidad, aunque lo del saltito, más o menos exagerado, es un mal demasiado extendido.


Y llegamos al último tercio, cuando el torero se enfrentaba al toro, dispuesto a pasarle de muleta y si es necesario, para limar la aspereza que pudiera quedarle en la embestida, después de los dos primeros tercios. De nuevo nos encontrábamos con la pelea del hombre contra el toro, la inteligencia y el conocimiento ante la irracionalidad de una fuerza de la naturaleza. Paso a paso se iba ganando la gloria, el triunfo y el dominio de la situación, culminando con la estocada, el definitivo cruce con la muerte. Que lejos está esto de eso de cuidar al toro, no molestarle, consentirle o dejarle a su aire para que no se venga abajo. ¿Qué es esto? ¿Una broma de mal gusto? Parece que nos avergonzamos de la presencia de la muerte, de la permanente presencia de la sangre y del riesgo cierto que supone para todos los que visten de luces. Nos acusan de ser más dañinos para la Fiesta que los propios antitaurinos, pero son ellos los parecen hacer escuchar atentamente los argumentos de aquellos y se afanan en “humanizar” y “dulcificar” la Fiesta para que resulte menos… ¿ofensiva? Y sobre todo, más acorde con la sensibilidad de los tiempos. Que ya puede acabar esto pareciéndose más a un episodio de Doraemon, que si los taurinos y aspirantes a ello pueden seguir viviendo de esta farsa, siempre encontrarán un argumento que echarnos a la cara para acusarnos de que trabajamos por la desaparición de las corridas de toros, justo, justo eso en lo que ellos ponen todo su empeño. 

viernes, 4 de abril de 2014

Nueva cronista para las corridas de Manzanares



Vanessa, una cronista admirable por su cu... riosidad taurina

Quiero anunciar una incorporación a Toros Grada Seis, quizá ya era demasiado peso para una persona sola el llevar el blog e intentar da noticia de todo lo que pasa en el mundo del toro. Por este motivo me he decidido a dar el paso y a partir de ahora me acompañará Vanessa Coscolín dos Morros, una joven emprendedora y audaz aficionada que no hace mucho obtuvo su título de periodismo en una universidad privada de las afueras de Madrid. Tengo que confesar que su personalísimo estilo me sorprendió, no sé si por lo heterodoxo, por lo vanguardista que puede resultar o por ese magnífico y espléndido cu… cúmulo de conocimientos taurinos. Han sido multitud de peticiones las que han llegado a la redacción del blog, entre una y ninguna, pero no lo he dudado un momento. De momento se hará cargo única y exclusivamente de relatar lo sucedido en las corridas en que actúe Manzanares, por ser una de las personas que más ha profundizado en su toreo, algo que no me negarán que es de mérito, pues eso de unir profundidad y toreo, el del alicantino, ya tiene su cosa. Precisamente su tesis doctoral versaba sobre este tema, un estudio detallado de su tauromaquia titulado: “Faldas plisadas o falda pantalón”. La cúspide de su talento, que fue precedida por un tratado que ya anunciaba algo grande: “Manzanares y su arte, ¿con chancletas o con babuchas de rafia? Pero creo que lo mejor será disfrutar de una muestra de su prosa casi lírica, de sus odas a la estética profunda, de su cu…riosa y personal forma de expresar su saber. Esto escribió en la última tarde triunfal del alicantino en Madrid:

O sha tía lo flipas

Bueno, alucino, está bueno que te mueres tía, que mono que es, si es que flipas. Tía, con tanta lagarta diciéndole cosas y él, qué mono tíaaa, me muero, él tan guapo, tan modosito, tía, alucino. Se bajó del coche y se hizo fotos con todo el mundo tía, me muero, me muero, a ese sí que le daba yo un beso, tía, flipa. Y tan guapo, vestido de azul, muy repeinado tía y cómo le sienta ese azul así, ¡cómo los zapatos de la fiesta de Chipita Ruiz de la Alcazaba, así. Bueno, me muero, tía. Y no es tan bajito, lo flipo, pero es tan mono. Bueno, en el paseíllo, así con el capote ajustado le marcaba un culo, casi me muero y con ese balanceo, es que está buenísimo.

O sha tía, todas las lobas esas que solo le van a ver por lo guapo que es, que yo lo flipo, gritándole guapo, guapo, macizooo. Y es que está que te mueres. Tan serio vestido de torero. No tiene nada que ver cuando se pone esa falda por debajo de la rodilla, pero también estás para morirse tía. Lo flipo. Con la falda está más así, ¿no? ¿Sabes? De muerte, pero de luces, lo rompe. Los otros pobres en cambio, tía, por mucha gomina que se echen, no le llegan ni a los machos de la taleguilla. ¿Y esa taleguilla? Tía, como marca, que forma de marcar, con ese estilazo y cuando mira al toro así de reojo, me muero, tía. Si es que no respondo. Le sacaron a hombros y ganas me daban a mí de ponérmelo en los hombros y llevármelo a mi casa. Tíaaa, ¿te imaginas? Luego le llevaron a su coche, ¡buah!, qué pedazo coche, me metía allí con él y… tía, yo lo flipo. Al final mis amigas y yo nos fuimos a la puerta del hotel a cantarle canciones de José Luis Perales, tía, qué fuerte. Pero ni se asomó a la ventana, pero claro, tía, estaría cansado, yo es que lo flipo tía, me muero, qué guapo.



Realmente, la fuerza del relato y la expresividad de Vanessa me ha ganado, lo tengo que reconocer. No creo que nadie haya descrito con mayor fidelidad los motivos que muchas tardes han llevado al triunfo a Manzanares. Cuando me mandó algunos ejemplos de su trabajo, tuve mis dudas, no acababa de ver, ni de entender el mensaje de sus artículos, pero cuando se presentó en la redacción del blog, entonces ya no me cabía ninguna duda, tía; perdón, me he dejado llevar. Incluso ha conseguido mostrarme una dimensión distinta del toreo de Manzanares, algo que yo por mi mismo no había sentido. Si es que es leer estas líneas y estoy viendo su cu… su cumplida relación de hechos sucedidos en la plaza. Sabe centrarse en lo importante y desdeña lo accesorio. Con esa alegría, con esa forma de disfrutar la fiesta, centrándose en lo que realmente quiere saber el lector, la mayoría y obviando esos detalles que no van a ningún sitio y que según aseguran, es lo que interesa al aficionado. Todo mentira, el aficionado quiere saber lo que quiere saber. Qué tercios, ni tercios, esto es algo mucho más elaborado, algo que sale del corazón, un corazón que a Vane no le cabe en el pecho, y anda que no tiene para que le quepa, hasta dos corazones si quiere. He caído rendido a su cu… cumbre en el estilo de manejar la pluma. Espero y deseo que ustedes reciban a Vanessa con el mismo entusiasmo con que lo he hecho yo mismo. Eso sí, sin perder la imparcialidad y subjetividad que requiere su cu…, su cu…, su… Bueno, ella entera y punto.