domingo, 31 de mayo de 2009

Victorino se apunta a la vulgaridad

¿Dónde están las alimañas de Victorino? Pues parece ser que en el limbo o lo que es lo mismo, en los vídeos de hace diez o quince años, si no más, en las crónicas que duermen en las hemerotecas y en la memoria de los aficionados. Estoy seguro de que él, que conoce el toro bravo como nadie, sabrá explicarnos lo bien que tuvieron sus toros y lo mal que los entendieron los espadas que se enfrentaron a ellos.

La bondad del ganado es difícil de entender, aunque si es verdad que a alguno se le podía haber toreado más y mejor, pero tampoco hay que exagerar. Urdiales pudo haber realizado un mejor trasteo con el primero y El Cid no se acabó de entender con el segundo, al que fue capaz de empezar toreándole bien con la derecha, pero por las buenas cambió de pitón y desaprovechó las escasas fuerzas del animal en el pitón malo. Por su parte Iván Fandiño no entendió que a su segundo había primero que poderle y luego ya se vería. Con esto ya queda dicho que los tres matadores no tuvieron su mejor día, pero seguro que Victorino también vio lo que dieron de si sus toros, poco.

Los terroríficos Victorinos se han convertido en unos toros flojos, que se paraban en la muleta y que si tenían que elegir un camino, éste era o el del peligro o el de la sosería. Si esto se lo contamos a un señor camino de la plaza hace quince años, pensaría que habíamos perdido la chaveta, pero sí, los Victorinos se ha apuntado al grupo de los sosotes.

Ha sido el broche ideal, para una feria ideal. En una sola tarde se ha visto reflejado todo lo que han sido las veinticuatro tardes pasadas. Un ganado de renombre que ha defraudado estrepitosamente al aficionado y tres matadores que no han sido capaces de superar el más mínimo obstáculo, porque están acostumbrados a ir repitiendo la misma faena a todos los toros, sea cual la plaza. Y eso que los tres que han cerrado la feria han sido de lo mejor y más interesante que ha pasado por Madrid, y si no han conseguido más, es porque el toro tampoco se lo ha permitido.

No ha sido la feria de El Cid, eso es evidente, pero tampoco hay que crucificarlo por eso. ¿Qué tendríamos que hacer entonces con los figurones que han paseado su palmito y su incapacidad por las Ventas? Diego Urdiales ha sido protagonista de una de las actuaciones más interesantes de la feria e Iván Fandiño se ganó esta sustitución a pulso. Aunque insisto en que los aficionados no debemos dejarnos envolver por discusiones de detalle, que si aquel toro, que si aquel pase, que si aquel quite , que si, que si, que si… La feria ha sido lo que es la fiesta ahora, un fraude, un fracaso, un aburrimiento, una gran vulgaridad con patas y una gran, gran mentira. Seguro que los taurinos no están de acuerdo con esto, faltaría más; empezarían con sus argumentos de siempre, el respeto, que una persona se juega la vida, que ha habido llenos casi todas las tardes, que si la tele, pero yo les pido que reflexionen sólo un minuto. En muchos pueblos se están eliminando los toros del programa de fiestas, el aficionado empieza a abandonar las plazas, y si no sólo hay que pasarse por las Ventas el primer domingo después de la feria. Nadie está contento con el resultado de la feria y además se está extendiendo como una idea generalizada, que los toros son un auténtico aburrimiento y que para ver algo que merezca la pena, hay que ir mil y una tardes a los toros. Y una más, de la que los taurinos saben sacar partido: en las plazas de por ahí, se ven mejores toros y no búfalos y los toreros se hinchan a pegar pases y a cortar orejas. O sea, traducido al castellano esto quiere decir que son mejor los toros pequeñitos y cómodos, que la calidad se confunde con la cantidad y que si hay orejas, todos contentos. La verdad que el panorama no es muy halagüeño, pero es lo que hay, vulgaridad.

sábado, 30 de mayo de 2009

Ídolos con pies de barro

En esto se han convertido los toros de Adolfo Martín. Siempre esperados por la afición, llevan acumulando decepción tras decepción, lo cual tiene que hacer reflexionar a alguien. Un año puede ser mala suerte, pero ya no es un año. Al igual que otras ganaderías consideradas duras en otro tiempo, como Dolores Aguirre o Celestino Cuadri, aunque este tuvo la fortuna el año anterior de echar el mejor toro de la feria, entre una manada de mulos inmóviles.

Quizás Adolfo Martín cayó en la tentación de intentar dulcificar a sus toros, pero como viene demostrando el tiempo, quien entra en ese camino ya no puede volver atrás y además, durante largo tiempo, debe estar vagando por los infiernos. Los infiernos del burro con cuernos, de la pérdida de casta, de la flojera y hasta de la mansedumbre de sus pupilos. De una forma resumida a esto es a lo que se reduce el comportamiento de los adolfos en la feria de San Isidro, y de los sobreros que completaron el festín.

Un ganado con el que se estrellaron los espadas elegidos para la gloria que no llegó. Un Frascuelo que fue recibido en loor de multitudes, quizás no tanto como reconocimiento de méritos anteriores, que los hay, sino como respuesta de la afición ante tanta vulgaridad y aburrimiento. Es una forma de decirle a esa troupe de modernos que lo suyo nos cansa, que queremos clasicismo y verdad, y que no haya que dar vueltas y vueltas para justificar lo injustificable.

En el filo de la navaja están matadores como Rafaelillo, quien a veces parece que quiere hacer el toreo de verdad, pero que a la mínima se zambulle en este horroroso vanguardismo del pico, la pierna atrás, el trapazo largo pero no profundo y el bajonazo imperante. Con los adolfos no ha estado ni mal, ni bien, sino todo lo contrario. A lo mejor tiene que agradecerle a los toros el que no mostraran sus deficiencias. A lo mejor incluso, esto es lo que hace el resto del escalafón, refugiarse en mulos paralizados, para que no se vean sus deficiencias.

Y el último era el salmantino Javier Valverde. Extraña trayectoria la de este chico, que de novillero puntero pasó a matador poco ambicioso, aparentemente, y que cuando ha querido hacerse un sitio ha sido a base de corridas duras, cornadas y estrellarse contra mulos como estos. Lo intentó, lo intentó y lo intentó, pero con lo que él no contaba era con que no tenía que vérselas con un ganado duro, encastado y que le fuera a poner mil y una dificultades, sino que iba a tener que ver salir una moruchada. Lo único que dependía más de él que del toro era matar bien y la verdad que en los dos cumplió, con dos estocadas enteras, la segunda desprendida, que hizo que sus toros cayeran fulminados sin poder dar más de dos pasos. Pero que nadie piense que se han acabado las borricas tontas, porque hay varias ganaderías que hace tiempo que entregaron la solicitud de ídolos de barro, entre ellas la de Victorino. Pronto sabremos si le ponen el sello de aceptada o no.

viernes, 29 de mayo de 2009

Con este ganado, todo está perdido

Así no vamos a ninguna parte. Porque si lo primero que falla son los toros, apaga y vámonos. Y si lo siguiente que falla son los toreros, pues para que seguir. Nos encontramos con una bueyada infame que salía como para meter miedo, pero que en el primer encuentro con el capote ya se había desfondado. En el caballo no empujaban ni para coger sitio, se quedaban allí, algunos incluso parecían empujar, pero esto no se pueden considerar cumplir y con nota, en el primer tercio. Esto es lo que nos mata, lo que no puede ser y de lo que se aprovechan los taurinos, de que nos enredemos en matices tan pequeños y sutiles, que lo único que consiguen es desviarnos de lo fundamental. Y lo fundamental es que el conjunto de la lidia de cada toro, el conjunto de la corrida y el conjunto de la feria, no aguantan el más mínimo análisis, por muy bondadoso que sea, y lo mismo ocurre con la fiesta en si.

Nos quieren embobar con que si un toro se cae una vez o vez y media o vez y tres cuartos, si un torero se refugia en el toro escandalosamente, si la audiencia de los toros en la tele es mucha o poca, si la reventa se pone por las nubes el día de las figuras, pero la verdad es que esto no hay quien lo soporte. Y para colmo oigo hoy a Miguel Ángel Perera hablar por la radio de la verdad de la fiesta, del buen momento que atraviesa, de los figurones que “llenan” plazas, y de que hay fiesta para muchos años. Pero ¿dónde viven estos chicos? ¿Cómo se dejan engañar de esta forma? ¿Cómo pueden ser tan sumamente ignorantes? Si estas afirmaciones las hacen, tanto Perera como el resto de toreros, periodistas y demás taurinos, o una de dos o son unos indocumentados, u otra cosa peor.

Y dentro de este circo de plastilina que tienen montado, en cuanto hay alguien que se desmarca le crucifican; véase sino a José Tomás, que ha demostrado lo que es ese mundo y el precio que tiene el querer desmarcarse de él o Morante de la Puebla, que de momento les molesta menos y hasta le toman por loco, pero que en definitiva entiende el toreo con más verdad que toda esta tropa.

Ya en su momento nos parecía una verdadera basura la feria que la empresa de Madrid había montado y la Comunidad aceptado. Y el caso es que el tiempo nos está dando la razón, los toreros no sólo no tienen ni idea de lo que es el toreo de verdad, sino que además no saben enfrentarse con un tipo de toro que no sea la tonta del bote, y si no, echemos cuenta al número de heridos. Quizás alguien pensará que es que el toro empieza una fase ascendente y de mejora, pero no, que nadie se confunda, los ganaderos no han conseguido de momento una embestida mejor, ni incrementar la bravura, ni recuperar la casta perdida, de lo único que se han preocupado es de que no se les caigan, algo perfectamente comprobable si se ha seguido regularmente la feria. El que luego vayan al caballo, que metan la cabeza en los engaños o demuestren cierta clase, eso ya lo harán otros. Mientras vamos pasando y aguantando las protestas, los gritos y los disgustos de los aficionados, porque siempre habrá toreros como los de ayer y anteayer, que con su ignorancia desvían la atención del público. Mientras, ellos a lo suyo, a la cifra de número de abonos renovados, a que se llena todas las tardes, lo cual tampoco es cierto, a que estamos en un momento estupendo con un montón de figuras del toreo y a que hay fiesta para rato, pero si seguimos así y mientras no aparezca el toro, realmente estamos perdidos.

jueves, 28 de mayo de 2009

Increíblemente, Israel tuvo suerte

No me he vuelto loco, ni me he dado un golpe en la cabeza, pero a medida que pasan las horas y viendo las noticias que se van conociendo de la cogida de Israel Lancho, hasta tuvo suerte. La primera impresión fue que el pitón le había destrozado por dentro, que no había órgano al que no hubiera llegado el cuerno, pero afortunadamente no fue así y sólo se ha visto afectado el pulmón.

Hasta ese terrible instante, la corrida transcurría con un marcador claramente a favor de los Palhas, que otro año puede volver a convertirse en la mejor corrida de la feria, incluida la todavía no iniciada del “Cumpleaños”, aunque el año anterior los jurados de expertos prefirieran la de Peñajara. Pero esto no quiere decir que fuera fácil estar delante de estos toros, aunque si lo era el triunfar, y me explico. El toro bravo no permite que un señor se ponga a darle pases sin ton ni son, sin tener en cuenta la colocación, los terrenos, las distancias el castigo recibido en el caballo… Resumiendo, hay que estar en torero, o sea lo que no estuvieron los encargados de vérselas con ellos. Los tres se pensaban que era tirar de repertorio moderno y para adelante, sin preocuparse de más.

Por un lado, Paulita evidenció desconocimiento y desgana, lo cual resulta poco comprensible, ya que no creo yo que le sobren los contratos, a no ser que se conforme con torear en el Pilar, en la feria de Centruéñigo y en alguna más de los alrededores. Algo parecido le ha ocurrido también a Serranito, aunque éste ha estado más pendiente de hacer el toreo bonito, que de hacer el toreo, y como a su compañero, le ha preocupado muy poco dejar al toro dónde cayera, en lugar de ponerlo bien en suerte en el caballo. Pero a pesar de todo, a pesar de que hemos tenido que aguantar como un peón dejaba al toro para el primer encuentro entre las dos rayas, mientras el matador deambulaba por allí, o que los pretendían meter debajo del peto, hemos visto a toros que acudían solos a la distancia que ellos requerían, sin hacer caso de ineptos capotes. Era la autolidia, se arrancaban desde lejos, empujaban en el peto, acudían prontos al caballo y luego a la muleta, pero al final exigían su sitio y su lidia. A lo mejor ya se nos ha olvidado, pero a un toro, aunque sea bravo, noble y bondadoso, si no le damos su distancia y su sitio, no embiste como debería. Si se les ahoga la embestida, tal y como gustan los toreros de hoy, el toro se defiende, si no se le pone la multa donde debe, el toro tarda, pero todo eso parece que ya no tiene importancia.

Y dentro de esta gran corrida que mandó el ganadero, apareció el último, un toro que ya empezó empujando en el peto con la cara alta, que puso en aprietos a los banderilleros por el mismo motivo, en especial por el lado derecho. Quizás se le picó poco, a pesar de que Israel Lancho insistiera en cambiar el tercio y poco a poco, se fue adueñando de la situación, pareciendo por momentos que arrinconaba a su matador, que evidenció lo poco toreado que está. Puede que esas mismas ganas de triunfar y de salir de Madrid con fuerza, le hiciera temer que se le pudiera caer, pero no fue así, no fue así en toda la tarde, y ese defecto tan molesto se fue acrecentando. Así hasta llegar el momento de entrar a matar en que pasó lo que todos sabemos. Cada uno que lo vio revivió sus particulares recuerdos de otros matadores y de otras tragedias. Y es que realmente, se pensó que aquel era su último momento, porque a cada derrote que el toro soltaba para quitarse ese peso del pitón, éste calaba aún más en el pecho de Israel Lancho. Afortunadamente las noticias de su estado son más optimistas a medida que pasa el tiempo, de lo cual yo me alegro.

A propósito, a lo mejor ya no es momento, pero quizás para la Beneficiencia se podrían anunciar estos toros con los triunfadores de la feria, Miguel Ángel Perera, Manzanares, Daniel Luque, Castella, Emilio de Justo o El Capea, ¿no? Aunque yo me apuntaría mejor a un cartel con este ganado, con Morante, Urdiales e Iván Fandiño. Tiene buena pinta ¿verdad? Pues no nos hagamos ilusiones, la Beneficencia ya está cerrada desde hace meses, y la torearan tres matadores que no deberían torearla, el fenómeno del poder, Juli, el arte y elegancia más sublime desde Lagartijo el Grande, Manzanares y el ciclón de la moderna tauromaquia, Miguel Ángel Perera. ¡Ahí es na’!

miércoles, 27 de mayo de 2009

Me niego a ir a estas corridas de la prensa

¿Me puede decir alguien el fundamento del cartel de ésta corrida? La que antes era una corrida extraordinaria, se ha convertido en un pegote que nos quiere colar a los abonados de la plaza de Madrid y, cómo parece que quedó claro, no nos dejamos engañar. Un cartel de pueblo para un público poco habitual.

Creo que cada día está más claro, la élite empresarial quiere manejar todo a su antojo, incluido el gusto de la gente, y hasta la posibilidad de administrar los triunfos de depende que torero. Porque si quitamos a Uceda Leal, torero del gusto de Madrid, aunque unas veces esté bien y otras menos bien, los otros dos eran para una plaza de tercera, que no gusta del toreo de verdad y que su objetivo es merendar en el tercer toro y que corten muchas orejas, después de ver muchos pases. Lo de la merienda hasta puedo entenderlo, porque a esas horas hay hambre, para que negarlo, aunque lo que no me entra en la cabeza es que sea justamente en el tercer toro. Y que nadie piense que el tercer toro acaba a las ocho en punto. Sin ir más lejos, el otro día eran las ocho en punto y estábamos picando al segundo. Pero lo de las orejas ya me sobrepasa, a mí que me lo expliquen. ¿Qué beneficio material o espiritual obtienen de eso?

Recuerdo otras corridas de la prensa cuando quien la montaba intentaba interesar a los aficionados y ofrecerles un cartel con el atractivo suficiente como para que decidiera ir a los toros, después del atracón de la feria. Pero claro, es que muchas de esas personas, a lo mejor también iban a los toros los domingos de junio, julio y agosto. Y no es que entonces se ataran los perros con longaniza, no nos equivoquemos, pero el aficionado encontraba más motivos para pasarse la tarde sentado en la piedra de las Ventas. Aparte de los toreros que se habían anunciado en San Isidro, había otros que tenían su interés, El Inclusero, Sánchez Bejarano, Bernadó, José Fuentes, José Luís Palomar, Gabriel de la Casa e incluso Curro Romero, Julio Robles o Roberto Domínguez. Y la susodicha corrida de la prensa se montaba o con una mezcla de estos toreros que siempre interesaba ver, con otros que no estuvieran mal en la feria, y con un ganado con ciertas garantías, no como en la Prensa 2009, que se anunció una de Parladé, que no logró ni que se le admitiera la corrida completa.

De la de este año ya me he enterado del supertriunfo de Daniel Luque, aquel novillero que iba a torear a los pueblos y que exigía el afeitado de sus novillos, bajo amenaza de no torear y quien en un pueblo de Salamanca, el alcalde invitó a la Guardia Civil a la fiesta del niño. Parece que al final se resolvió con “es que he estado malito”, bueno pues este supertriunfador, que pudo haber sido súper súper triunfador. Pero claro, uno también tiene sus amistades y lee aquí y allá y, extrañamente, dónde otros vieron la gloria vestida de luces, otros vieron la vulgaridad aplaudida por los transeúntes eventuales de la plaza de Madrid. Pero a pesar de todo, o cambia la filosofía de esta devaluada corrida de la prensa o seguiré negándome a ir, por los siglos de los siglos. Y como yo suelo ser un futurólogo de pacotilla, seguro que el año que viene soy el primero en ponerme en las taquillas de la calle Alcalá, pero para eso aún queda mucho.

martes, 26 de mayo de 2009

Lo que se complican las cosas con la casta

Eso debieron pensar los tres novilleros cuando se vieron delante de los de Guadaira. O quizás ni eso, igual pensaban que había una fuerza maligna que había abducido a los novillos para fastidiarles a ellos y no dejarles salir por la Puerta Grande o ni tan siquiera cortar una oreja, una mísera oreja. Pero que nadie se piense que era una corrida dura, dura, que va. Eran unos novillos con casta, y eso es algo que los jóvenes maestros no saben lo que es, pero vamos, ni de lejos. Y les pasa como les ha pasado, que a la mínima dificultad se vienen abajo o deambulan desorientados por el ruedo o como si nada, se ponen a dar pases como hacen habitualmente. Pues no, hay que torear y no dar solo pases.

Sí es verdad que los hubo que tenían sus complicaciones, pero no ninguna que no se pudiera ir arreglando a lo largo de la lidia. Pero si cuando sale el toro nadie es capaz de pararlo, de fijarlo en los capotes y además se le pegan cuatro mil capotazos, pues el toro encastado lo acaba acusando. Eso fue lo que le pasó a Francisco Pajares, quien además agravió la situación con sus dudas y desconfianza, con los continuos cambios de terrenos y con la falta de temple, permitiendo que le tocara la muleta en casi todos los pases. Si juntamos todo esto, lo removemos, lo metemos al horno y lo servimos frío, el resultado es que el toro te levanta, con evidente peligro en el segundo, cuando se tiro a matar detrás de la espada, como si sólo viera morrillo. No tuvo una buena actuación, pero esa forma de entrar a matar por lo menos demuestra vergüenza torera y ganas de ser alguien, aunque antes tenga que aprender los fundamentos más básicos de la lidia.

Algo parecido pero con otro estilo, es el caso de Juan Carlos Rey, que no es capaz de poder al novillo que le sale pegajosito, ni de mandar, ni de templar. Ausente de la lidia cuando le sale un novillo corretón, como su segundo e incapaz de torear de otra manera que no sea con el pico de la muleta y a base de tirones.

Y el tercero, esperado por muchos por la cantidad de éxitos obtenidos por esos mundos de Dios, era Pablo Lechuga, que se llevó uno de los sustos de la tarde, cuando le cogió el novillo y le hizo dar la vuelta en el aire, como si él fuera las aspas de un molino. Pero como todos los chicos modernos, no duda en meter el pico y liarse a pegar trapazos como si fueran hondos muletazos. Eso fue en su primero, en su segundo tuvo bastante suerte y explico porque. En este segundo, a pesar de tener la vista de hacerle ir por tres veces al caballo, era un toro al que había que poderle, tenía mucho que torear, pero Lechuga no le toreó, y la suerte fue que tal y como estaba el animal, tocándole constantemente la muleta y cabeceando aquí y allá, logró salir indemne del envite. Como se suele decir, no pudo con él. Pero que no desesperen, seguro que mañana, pasado o al otro, les sale un torito tonto al que hacerle sus cucamonas de siempre y cortan un montón de orejas y la gente les dice ¡ole torero! O quizás la gente se canse, dejen de ir a verlos como figurones de la tauromaquia y acaben de cajeros en la sucursal del banco su barrio, y es que la vida... es así.

lunes, 25 de mayo de 2009

Mulos de carga para Madrid


Eso es lo que eran los pupilos de don Samuel Flores y familia, unos mulos con cuernos y con peligro, a veces con mucho peligro. Esta que fue en su momento una ganadería muy del gusto del aficionado, se ha convertido en lo que se ve ahora. Aquella ganadería que empezó a ser vista con ojitos por enrique Ponce, ha quedado en un montón de carne para filetes.

Y para lidiar con estos bueyes mandamos a tres toreros con posibilidades, pero no con este ganado, porque con estos samueles estaban condenados a estrellarse. Eso fue lo que le pasó a Domingo López Chaves, aunque tampoco hay que ocultar que estuvo quizás excesivamente desconfiado. Los toros no eran para confiarse, no, pero si vienes a Madrid, a San Isidro, una única tarde, hay que venir con otra disposición.

Quien si vino con otra disposición, con muy buena disposición, fue Diego Urdiales, quien ante un manso como los demás, se obcecó en hacerle faena. Faena que el toro no tenía y que poco a poco, a base de firmeza, fue arrancándole como con sacacorchos. Empezó con tandas de derechazos de bastante mérito, en los que aparte de las precauciones lógicas para que no le cogiera, tenía que evitar que echara la cara arriba, especialmente por el pitón izquierdo. Hay que señalar que estas joyas, gazapeaban, escondían la cara entre las manos y esperaban y esperaban, pero cuando creían que tenían la presa en su mano lanzaban unos derrotes escalofriantes. Pero Diego Urdiales solventó este problema con mucha cabeza, con trincherazos y pases siempre por bajo. Pero a pesar de todo se echó la muleta a la mano izquierda y le dio unos buenos naturales, aunque al toro le costaba mucho más, pero también se los llevó puestos. Al final no mató, le costó deshacerse de esta infamia con cuernos y seguro que perdió la oreja, pero lo que no perdió es lo que hizo con ese mulo.

Javier Valverde hizo también suya la causa de Urdiales y se fue decidido hacia su segundo; estaba claro que no quería desaprovechar la tarde y después de no poder hacer nada con su primero, apostó el resto en su segundo. Lo recibió de rodillas, y como el toro no embestía, quiso embestir él, pero la cosa no estaba para florituras, y lo pudo comprobar en carne propia cuando le levantó los pies del suelo y le tuvo a merced de sus cuernos un buen rato. Al final todo quedó en un susto monumental y en unos puntazos, que seguro que no le impedirán volver en unos días a esta misma plaza.

Como último apunte quiere señalar la actuación de Pedro Cebadero, el tercero de Javier Valverde, quien además de poner dos buenos pares en los dos toros, demostró como apartar al toro que se iba suelto al picador reserva, sin dar ni un solo capotazo. Simplemente se dejó ver, llamó la atención del mulo y se lo llevó a otros terrenos. Igual si le hubiera indicado dónde tenía el carro aparcado para que tirara de él, le habría hecho caso igual, pero de la forma que lo hizo tiene mucho más mérito.

sábado, 23 de mayo de 2009

Pero… ¡qué malos son!


Estas figuritas a las que la afición espera y que desde hace tiempo empieza a desesperar. Un Juan Bautista al que sí es verdad que hemos visto torear bien en algunas oportunidades, pero que con su frialdad y sus devaneos con el toreo moderno le convierten en un torero vulgar. No se puede pretender actuar en la plaza de Madrid subido en el pico de la muleta, ni citando fuera de cacho, ni echándose el toro fuera y cuando ve, o alguien le sopla, que el toro debe marcharse sin las orejas, pues la estrategia es ponerse encimista y pesado.

Algo similar o quizás incluso peor, es el caso de Miguel Ángel Perera, uno de los tres o cuatro toreros que tienen que llegar a figuras por decreto. Un torero al que constantemente se le está justificando por sus triunfos hasta en plazas de carros, pero que cuando se encuentra una papeleta, no difícil, sino que no se ajuste a su vulgaridad, se pierde y no sabe por dónde seguir. Y es que aquel torero valiente, que se ponía en el sitio de la verdad y que intentaba hacerlo de la misma forma, se ha diluido como el Cola- Cao en la leche caliente, incluyendo los grumos y todo.

Desde que sale el toro, su toreo es un sin sentido plagado de triquiñuelas de torero de verbena. Con el capote no hay pase en el que no eche el paso atrás o, en su defecto, para disimular esta carencia junta los pies perdiendo un pasito. No sabe seguir la lidia, no pone el toro al caballo, lo deja donde le pille y si se tiene que quedar en el culo del caballo y pasar entre éste y las tablas al otro lado, pues lo hace, bien por desconocimiento de dónde debe colocarse y por dónde salir del remate, porque para él todo se centra única y exclusivamente en la muleta o por pura ignorancia. Y su fuerte, la muleta, no es precisamente para tirar cohetes. Porque aparte de empezar sus faenas con ese pase por detrás en el que le marca la salida al toro desde antes de que se arranque. Eso de pase cambiado, de citar por un lado y a pocos metros cambiar el viaje del toro es ciencia ficción en el toreo de este chico. Sí, es verdad que hay gente que aplaude a rabiar, pero realmente es algo que no llega. Y con la muleta muchos pases, incluso sin moverse, pero sin guiar la embestida del toro, citando dándole el culo y despidiendo al animal fuera de jurisdicción, sin importarle dónde caiga. De lo de las distancias, terrenos y querencias ya ni hablamos, eso es para toreros que por lo menos tengan afición. Y lo peor de todo es que este torero empieza a relatar una odiosa salmodia de excusas: “He estado por encima del toro”, “Con ganado así es imposible” “Tenía un peligro muy molesto para el torero” ¿Y si probara a dar a cada toro la distancia que éste le demanda y a citarle en su sitio y a tirar de él rematando el pase atrás? Él verá lo que quiere ser de mayor, de momento un pegapases infumable.

Y el tercero en discordia era ese extraño caso de Jekyll y Hyde que es Alejandro Talavante. Lo siento, pero yo no me creo que lo que hizo de novillero y después de matador en esta plaza fuera de casualidad. Quien toreó en su día como él lo hizo, no puede ser que no sea capaz de repetirlo. Pero su desgana es tanta, que parece como si no fuera con él la cosa. Quizás sea duro decirlo, pero pienso que a lo mejor debería alejarse de este mundo de los toros durante un tiempo, el que él decida, el que él necesite, un mes, un año, dos, los que sean, pero que se piense lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que quiere poder hacer. Lo que está claro es que no se puede seguir arrastrando así por los ruedos. Creo que Talavante no se puede permitir ese lujo y confío en que sea inteligente y tome la mejor decisión.

viernes, 22 de mayo de 2009

A ver si os enteráis, lo que queremos es esto

Ya esta bien de querer encontrar virtudes donde no las hay. Morante ha pegado un espléndido sopapo de arte y torería a todos esos vividores del toro, a esa panda de cortesanos de la vulgaridad. Morante empezó como un torero y acabó como el Mesías de la fiesta, porque él nos ha dado lo que pedimos tarde a tarde, a aquellos que no saben que el toreo es esto, no pegar pases.

Desde que asomó por la puerta de cuadrillas ya estaba en torero, mejor dicho, desde que se levantó por la mañana a mirarse la cara de dormido en el espejo. Porque este es el ejemplo más claro de que el ser torero no es una profesión, es un sentimiento y como tal hay que vivirlo.

No sé si se sentirá frustrado o no por no haber cortado dos orejas y no haber podido salir por la Puerta de Madrid, pero me da la sensación de que le importa un pito, porque él mejor que nadie sabe lo que ha hecho, porque él sabe distinguir entre pegar pases o dar una tarde de toros, no para ganar una medalla, sino para acuñar toda una colección con cada verónica, cada media, las chicuelinas, los ayudados, los derechazos y hasta como se fue con el capote de paseo al hombro a por el de brega.

Morante es torero, tiene arte y eso que por ahí abajo llaman duende, pero lo de ayer no lo esperaban ni los más optimistas; y es que es muy complicado tener esa inspiración durante más de dos horas. Empezó recibiendo a su primero, cuando éste le puso en dificultades, pero ni corto ni perezoso, cogió el capote a una mano y le enjaretó tres pases de pecho. Pero lo grande vino en el cuarto. Unas verónicas nos despertaron de la vulgaridad. Unas verónicas que parecían las últimas de nuestras vidas, pero que seguían produciéndose, hasta que Morante llegó al centro del ruedo para decir: toma una media y si quieres, te llevas otra más.

Pero es lo que tienen los toreros, que abren el grifo y lo inundan todo. Más verónicas que no es posible explicar, con la pata pa’lante, muy lentas, embarcando mucho al toro, llevándolo muy toreado y ligando con la siguiente. Un galleo para llevar el toro al caballo, una revolera casi con desprecio para ponerlo frente al peto, chicuelinas y vámonos al burladero que hay que poner banderillas. Se le notaba muy pendiente y se le vio como pedía a sus peones rapidez, que no se le molestara en demasía al toro. Morante cogió la muleta y empezó el segundo movimiento de su concierto para capote y muleta, número uno. Como si volviéramos treinta años atrás, empezó con unos ayudados por alto, consintiendo al toro, alegrándole y dejando que se desahogar, pero por si se confiaba demasiado le dio una ajustada trincherilla y un kikirikí y para cuando el toro quiso darse cuenta, ya estaba en el centro del ruedo cara a cara con aquel señor que tan suavemente le estaba volviendo loco. Y ahora vamos a torear, y Morante toreó, dos tandas con la derecha muy ajustadas, llevando muy toreado al animal y rematando los pases muy atrás. No fue lo mismo con la izquierda porque el toro no se lo permitió, y eso que lo intentó, vaya que si lo intentó, pero el animal ya no tenía más, había que firmar la obra de arte, con un pinchazo y una estocada rinconera. ¡Al fin habíamos visto torear! Lo demás ya daba igual, ¿qué se podía comparar con lo que acababa de pasar? Luego siguieron dos chicos por allí que no se enteraron de nada, no se enteraron de que eso que habían visto era torear, que eso que habían visto es lo que queremos ver, y que tenemos claro que algo así es imposible que se dé todas las tardes, pero hay que intentarlo y no con lo que ellos y otros tantos nos “obsequian” tarde tras tarde, feria tras feria y año tras año. Así que ¡a ver si os enteráis!

jueves, 21 de mayo de 2009

Si algo puede ir a peor, tranquilo, irá a peor

Parecía que después de la corrida de Núñez del Cuvillo se había llegado al punto máximo de miseria taurina. Pues no, la de Peñajara ha demostrado que no y seguro que la de Juan Pedro hará que esta miseria sea aún mayor. Pero aunque nos quejemos, aunque tengamos que aguantar casi dos horas y media de inválidos y de toreros maestros en vulgaridad, seguimos encantados de la baraja de toreros tan buena que hay en la actualidad y de esos toreros poderosos que son capaces de someter a cualquier tipo de borrica con cuernos. Eso sí, el que lo vea por la tele, puede verlo en alta definición, que no se si quiere decir que lo malo se ve menos malo o que se ve mal, mal, mal.

Y la cosa parecía que no empezaba mal, con El Payo recibiendo al primero sin echar la pata atrás y queriendo hacer el toreo a la verónica, pero el toro, que parecía tener una buena embestida, daba señales de evidente flojera. Entró al caballo empujando bien, pero una nueva caída le mandó de vuelta los corrales. No pasa nada, casi todos los días de echa un toro a los corrales, después sale otro y ya está, la fiesta sigue. ¿La fiesta sigue? La fiesta no había hecho nada más que empezar. A partir de ahí empezaron a salir un inválido tras otro. Uno se estampaba contra la arena, otro rodaba como una pelota nada más salir del caballo, otro se retorcía después de clavar los pitones en el suelo y otro se tambaleaba como si volviera a casa después de una noche de juerga.

A El Payo se le vieron ganas y generosidad, como la que tuvo en los quites en su primer toro, invitando a replicarle y contrarreplicarle a Miguel Abellán, algo insólito, sobre todo en los tiempos que corren. Pero a que el toro no era un prodigio de la naturaleza, había que unirle que los dos matadores tampoco lo fueron. Gaoneras, verónicas, chicuelita, delantales, pero como si nada. El mexicano cerró la tarde de su confirmación con una buena estocada y una vuelta al ruedo y con la sensación de que hay que volverlo a ver con toros, no con moles de carne.

Pero aunque parezca mentira, había dos espadas más. Uno Miguel Abellán, que siempre parece que la cosa no va con él, distante, aburrido y sin gracia, que se pasó la tarde levantando el capote para que los inválidos no se cayeran y que cuando cogía la muleta sólo podía entrar a matar, cosa que hizo bastante mal, por cierto.

Y el tercero en discordia el catalán Serafín Marín, adalid de la torería en tierras hostiles a este arte. Y yo me pregunto, ¿por qué no deja solo a José Tomás para que muestre lo que es el toreo? Quizás los que abogan por la abolición podrían entender mejor porque nos volvemos locos cuando un torero hace las cosas de verdad, pero con Serafín… tengo mis dudas. Pobre Serafín, que se pasó enfurruñado toda la tarde, es que encima tuvo la mala suerte de que le tocara el único toro bueno y uno de los que mejor han embestido en toda la feria y él a lo suyo, a torear muy lejos. Pero no muy lejos de darle distancia y hacer que brillara por su bravura, no, que va, el alejamiento era en cada pase, que por la distancia a la que pasaba el toro, metro más o metro menos, se diría que podría pasar el AVE Madrid- Barcelona. Pero no seamos malos, sólo el de ida. Y después de una maratón de inválidos, como aquellas maratones de cine de antes, nos fuimos para casa pensando que la siguiente sería mejor, pero, ay el pero, el pero es que en la siguiente llegan los juanpedros y otra de esas figuras emergentes, el niño de Manzanares, al que todos quieren hacer un figurón. Pues nada, que Dios no pille confesados y que reparta suerte, porque como reparta justicia…

miércoles, 20 de mayo de 2009

Dios nos libre de los taurinos y sus figuritas de papel

Estos son los que van a salvar la fiesta, esto son los que llenan plazas allá donde vayan, los que cortan orejas a espuertas y los que, tarde tras tarde, indultan toros de ganaderías como la del supercartel de la feria que nos tocó sufrir. Luego nos quieren hacer creer que los antitaurinos quieren acabar con nuestra fiesta y nos molesta que un partido político pida que se declare Cataluña como espacio sin toros. Pero si se lo estamos poniendo a huevo. Si es que les estamos poniendo en bandeja argumentos que nunca habrían sido capaces de encontrar por si mismos.

Este cartel tan redondo, con ganado por el que toda la torería es capaz de cualquier cosa y toreros capaces de soportar sobre sus espaldas todo el peso de la fiesta, empieza a derrumbarse cuando para encontrar seis toros, tienen que traer a toros y toros y más toros, eso que se conoce como baile de corrales.

Y ya estamos sentados en la localidad rodeados de los habituales y de los habituales chalanes con la copa en la mano y el canapé en la solapa, más preocupados de que el siete u otros que no queremos comulgar con ruedas de molino les fastidiemos “su” tarde. Yo también les entiendo, van una vez al año a los toros, se gastan una pasta en la reventa y están viviendo su día de toros desde mucho antes de las siete en los bares de la zona. Para que luego llegue un listo y le diga que esos toros no son para Madrid y que de los mil pases que dieron sólo se salvo uno y que para más INRI, no lo dio el torero de su pueblo.

Pero lo preocupante es que las figuras actuales sean estas. El primero El Juli, a quien decidieron convertirle en ídolo y hacerle cargar con el título de figura estelar, pero al que esto le cae muy grande. Porque un torero con tantas corridas, tantos triunfos y tantas gestas, no puede permitirse el lujo de dejar deambular al toro por la plaza esperando que llegue el momento de coger la muleta. Entonces sí, él a lo suyo, a pegar trapazos con el pico y fuera de cacho, en faenas interminables que puede cerrar con una estocada en medio del lomo, como ha sido el caso de su primero. Y si no le dan las orejas, pues nada lo volvemos a intentar en el segundo y si no, en la corrida siguiente y si no, pues el año que viene y si no, pues y si no, no pasa nada, porque mientras va por toda España como si fueran los “Coros y Danzas” de otra época.

Otra de las figuras es El Cid, torero considerado en Madrid, donde siempre ha dado el callo y donde nos ha regalado tardes de verdadera torería, pero si se empeña en participar de estas pantomimas se arriesga a que lo equiparen con estos fabricantes de mantazos con toros infames. Él verá si le compensa. Económicamente y a corto plazo seguro que sí, pero… pero él tendrá que decidir si elige el lado oscuro de la fiesta. Pero como el que tuvo retuvo, fue el único capaz de instrumentar un natural como Dios manda, llevando embarcado al toro y despidiéndolo detrás de la cadera, pero repito, fue el único. Una gloria exigía que a lo mejor tiene que compartir con El Boni, a quien le podríamos dar ya el título de lidiador mayor del reino.

Y llegamos a la gran figura emergente, al que le da igual torear en Madrid que en la feria de Zafra, y que esto no se interprete como menosprecio, pero en cada plaza se piden unas cosas y un toro distinto, eso es evidente. Miguel Ángel Perera que tiene la faena tipo y que la suelta en cuanto puede a cualquier tipo de espectador, igual que el mal estudiante que sólo se prepara los Reyes Católicos y que le pregunten lo que le pregunten suelta los Reyes Católicos, con su conquista de Granada y todo. Pues eso, en el mundo del toro de siempre, no vale. No se puede recibir a un toro por verónicas echando descaradamente el paso atrás o juntando los pies perdiendo terreno, no se puede tirar el toro al caballo, allá donde caiga, suerte también practicada por El Juli, y quedarse en el culo del mulo esperando a ver qué pasa. La cosa es que todo pase rápido, que hay que ir a la muleta. El número fuerte: la muleta. Con esos pases por detrás, como si la tragedia y el dramatismo nos paralizara, pero como todo lo que hace este chico, con mucho, mucho truco. Ya desde cuando cita de lejos le está marcando por donde salir al toro: Por aquí ¿eh? Por aquí. Y a partir de ahí, el mundo del trapazo en toda su extensión, pico por aquí, vaciado de embestidas por allí, pierna atrás descaradamente escondida, retorcimientos para que el toro pase lo más lejos posible y cuando la burra se para, arrimón. Y el paisanaje loco, y los que no somos paisanos, sin dar crédito a lo que tenemos delante y al lado. Pero es lo que tienen las ferias y más la de Madrid, plaza incluida en el tour “Usted es un taurino de pro”. Pues de esa nómina de taurinos de pro, a mi que no me pongan.

martes, 19 de mayo de 2009

Esos novillos y estos novilleros


Esos novillos de la Quinta, los santacolomas, esos que iban venían y volvían otra vez, se nos han quedado un poquito parados, justitos, justitos de fuerzas. Y sí es verdad que ha habido alguno que nos hacía pensar que la cosa iba a cumplir con las expectativas que teníamos puestas en este ganado, siguiendo la muleta allá donde ésta fuera, pegajositos y agobiando a los novilleros. Daba la sensación de que los novillos iban acorralando poco a poco al torero, hasta que éste se lo tenía que quitar de encima como buenamente pudiera.

Este tipo de ganado sirve para saber la medida de quien se pone delante ellos; seguro que cuando sean matadores, figuras o figurones, no se volverán a encontrar con unos elementos como estos. Y si se volviera a dar el caso, sólo tienen que hacer lo que hacen ahora sus mayores, desentenderse de la lidia y torear a base de trapazos y mentiras. Aunque por lo demostrado ayer, van por buen camino en eso de poner el toro al caballo, o mejor dicho, abandonarlo en las inmediaciones del picador, para después escapar como raterillos por la puerta de atrás del penco.

Pero aunque los tres novilleros estuvieron, como dicen los taurinos, por debajo del toro, hubo alguno que se quedó muy al fondo. Un ejemplo de esto fue Daniel Martín, empeñado en dar pases, muchos, pero todos malos, muy malos y pesado, muy pesado, aunque delante tuviera un novillo que embestía y embestía, sin fuerza, pero embestía. Pero seguro que alguien habrá que le jalee con esos ¡bieeeeen! salidos muy de dentro. Ellos sabrán si quieren que el chaval aprenda o que siga nadando en la vulgaridad.

Pero también hubo quien en algunos momentos dejó ver algo de gusto, como fue el caso de Mario Aguilar, aunque tuvo la mala suerte de tocarle otro buen novillo, el segundo, que seguía la muleta como un niño un caramelo. Y lo que son las cosas, el propio matador se ocupó de estropearlo. Sí lo estropeo, lo estropeo a base de citar sin distancia y mal colocado, y dejando que le tocara la tela una y otra vez, cosas que acusó el toro hasta el final de la faena. Quizás lo más destacado fue la forma en que terminó con el quinto, macheteándole por bajo con sabor antiguo, para prepararle para la espada.

Por su parte, Miguel Ángel Delgado fue el “triunfador” de la tarde, por lo menos eso decía la gente que ya se frotaba las manos pensando en la oreja que le iba a pedir y que el presidente le iba a dar. Es verdad que dibujó muchos pases con gusto y muy, muy despacito, pero siempre caemos en los mismos defectos del toreo moderno, el pico, la descolocación… Y para colmo casi no fue capaz de matar a sus novillos, pero de forma literal. Al primero, después de varios pinchazos, lo avió con el descabello y al último casi ni eso. Alguien tendría que juntar unos euros, comprarle un carretón y tenerle horas y horas practicando, porque el torear bonito está muy bien, pero como no se mate, ¡ay como no se mate! Como no se mate no se hace nada.

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Está el toro? Pues que se ponga

Al fin una corrida de toros. Con toros bravos, menos bravos, buenos, menos buenos y hasta un manso, pero esto es el toro de lidia, animales con un comportamiento variable, no tan solo entre distintos ejemplares, sino en el mismo, que va cambiando a lo largo de la lidia.

Pero esto tan poco habitual en la actualidad en las tardes de toros, hizo que los matadores estuvieran un tanto desorientados. Ellos que esperaban alimañas que supieran lo que se dejan atrás, toros tobilleros y que recortaran, se encontraron con todo lo contrario, si exceptuamos al quinto, que fue el más complicado del encierro. Casi todos cumplieron en el peto, unos con más estilo que otros, pero en líneas generales cumplieron. Así el primero acudió tres veces al caballo y tuvo una embestida noble, que su matador Rafaelillo no supo como convertir en algo importante. Su desconfianza le hizo torearle a larga distancia, como si esperara el derrote que nunca llegó, acabando con una media, soltando la muleta, artimaña bastante fea, pero que al público en general le importa un pito, con tal de que la estocada entre donde sea, como si le tiran confeti por encima. Y Rafaelillo se encontró con otro muy potable, no tan cumplidor en el caballo, pues se lo pensó y escarbó antes del segundo encuentro, pero que seguía la muleta como un niño un caramelo. Y el murciano se empeñó en toreo encimista, queriendo hacer ver que el toro no iba, pero ya se habían visto las condiciones de uno y de otro.

Fernando Robleño vio las dos caras de los de José Escolar, el bueno y bondadoso al que toreo a base de tirones, cuando la receta que pedía el segundo, más flojo que el primero, era el temple, la distancia para ir a buscar la muleta y la suavidad. Pues bien, de esto no hubo nada. Distinto fue el quinto, el más peligroso y manso para más señas, y que encontró a Juan Carlos García como su peor enemigo, ya que le obligó a entrar en el capote y a humillar en el capote. Robleño empezó con buenas intenciones, macheteándole por bajo y después se puso a torear. Pero el animal no quería poner ninguna facilidad y aunque lo único que se podía hacer era coger la espada y abreviar, Robleño se empeñó en el pegapasismo, poniéndose pesado.

Y el último que se puso en evidencia ante los de José Escolar fue Sánchez Vara, quien se debía pensar que estaba en una de las plazas de sus triunfos, Brihuega, Moralzarzal o Velilla de San Antonio. Y pasaron delante de él dos toros de triunfo. Un primero flojo, pero que seguía la muleta como un parvulito y el último de la tarde que, aunque en el caballo se dejaba pegar sin ninguna codicia, luego en la muleta entraba al trapo preguntando cuándo le iban a cortar las orejas.

Fue una tarde de toros, de toros que mantuvieron el interés hasta que dobló el último de la tarde y que descubrieron a quien sólo sabe pegar pases. Seguro que habrá tardes con toros de más calidad que estos, pero si todas las tardes fueran como esta, yo lo firmaba ahora mismo. Y lo que estoy seguro es de que más de una figurita de esas que no entendemos en la Plaza de Madrid, se tendrían que ir para casa.

sábado, 16 de mayo de 2009

Se van a quedar solos


Con tanta vulgaridad, tanta verbena y tanta mentira, al final los taurinos se van a quedar solos mirándose al ombligo y diciéndose unos a otros lo buenos y sabios que son. Nos han preparado una feria no mala, absurda, sin ningún interés para nadie que pretenda ir tres tardes seguidas a los toros. Y es que un día se puede aguantar, si a lo que vas es a merendar, tomar cervezas, reírte con tu colega, que va a lo mismo que tú, y hasta el año que viene. Porque estos son los muy aficionados que ven las corridas por la tele y que todos los años van a los toros por San Isidro, una vez, y si pueden, también van a los caballos.

A estos herederos de Díaz Cañabate les importa un pito que salgan toros pequeños gordos y sin pitones, como los tres primeros de ayer, o que no aguanten casi ni un puyazo y que salgan sueltos del peto, luego si han ido a la muleta se les aplaude como si fueran el paradigma de la bravura y la casta brava. ¡La casta! Esa utopía casi desaparecida de los ruedos.

Y es que todavía se escucha eso de que Ferrera pone muy bien banderillas, aunque las ponga a toro pasadísimo y sea incapaz de torear medianamente regular con el capote y mucho menos con la muleta. Su toreo es de lo que hoy llaman espectacular, pero que se traduce en no templar lo más mínimo, meter el pico, aliviarse constantemente y no rematar ni un pase atrás, bueno, ni delante. Se limitan a vaciar la embestida allá donde pille. Y como lógicamente después del trapazo se queda descolocado, esto lo arreglamos con una “graciosa” carrerita. Todo esto coronado con una infame estocada, como mucho, desprendida, cuando no es un infame bajonazo.

Pero el espectáculo no es sólo Ferrera, el espectáculo lo es también Matías Tejela, caso típico de lo que es el toreo moderno clásico, ¡que incongruencia! Va de clásico porque se maneja por la plaza con unas maneritas de torero de la Carmen de Bizet, pero con los mismos defecto que todos, pico, carreritas “graciosas”, ignorancia absoluta para lidiar, ignorancia absoluta para colocarse y estocadas en los blandos. Pero este sí, este sí que corta orejas, ese bendito objeto de culto por el que más de media plaza sería capaz de cometer una locura. Una locura que no será volver mañana y al otro y al otro y al otro a los toros. Para eso estamos los demás, que además nos quejamos y protestamos y pensamos que nos están robando tarde tras tarde.

Pero después del “faenón” de hace dos días, estos “aficionados de tele” esperaban a Luís Bolívar, quien se presentó con la cornada tierna y sin haber podido curarse. Y yo me pregunto, si a lo largo de la lidia se sintiera indispuesto por una recaída por el incidente del otro día, tuviera que irse a la enfermería y dejarnos sin verle en uno o en los dos toros, ¿a mí me devuelven el dinero? ¿a él le quitan la parte proporcional de lo no toreado? La respuesta en ambos casos es no. Este es el respeto que piden a los que no nos tienen ningún respeto. Nosotros que no tenemos ningún derecho, excepto el de pagar y callar. Pero claro, si se cae un torero del cartel, tenemos derecho a la devolución de la entrada, lo cual igual no es conveniente para alguien que seguro que merece mucho más respeto que nosotros. Y después del “gesto”, el señor Bolívar se limitó a pegar banderazos, a permitir que el toro se le fuera viniendo arriba y a ver por dónde podía meter mano a sus oponentes. Es que nos sacan de la borriquita tonta y estamos perdidos. Este y la inmensa mayoría de los que se anuncian hoy en día, no son capaces de resolver la más mínima dificultad que les puedan presentar los toros. De momento este año ya se ven bastantes calvas en los tendidos. Y es que al final se van a quedar solos.

viernes, 15 de mayo de 2009

El triunfo de la modernidad


Sebastián Castella ha salido a hombros por la Puerta de Madrid. Esto así dicho, suena fuerte y fuerte ha sido, aunque quizás no tan rotundo como pueda parecer. Fuerte porque el francés ha tenido que inventarse una faena que el toro no que quería que existiera. Se tragaba el primer pase a regañadientes, en el segundo ya iba desengañado, pero el tercero ni atado, salía escapando. Pero esto que podría haber parecido una pelea llena de épica, con un toro pleno de fuerza y poderío, ha sido una pelea con un toro al que sólo se le han podido dar dos picotazos y con el trapío justito, justito, vamos, tan justito que era hasta algo chico. Y todo esto coronado con una estocada entera desprendida y trasera.

Este ha sido el primer capítulo de Sebastián Castella, el segundo, y que fue el que desencadeno la apoteosis en el entregado público, empezó con un toro abanto, manso, que con sólo notar el roce de la puya salía como alma que lleva el diablo. Y mientras, los toreros andaban por allí, aplicados en dar una mala lidia a este quinto de la tarde. Pero esto no importa en el toreo moderno, en el toreo moderno lo importante son las orejas, así que vamos, vamos, y a la muleta. Y a la muleta que nos fuimos, con un inicio de faena escalofriante, cuando Castella se plantó en el platillo, citó para un ayudado por alto y en esto que el toro se arrancó como un autobús, directamente al cuerpo del torero. Pero éste sin inmutarse, se limitó a mover la muleta y levantarla como un telón. Realmente creo que el toro le esquivo, que en el último segundo decidió rojo, en lugar de lila y oro. A partir de ahí una faena basada en la mano derecha, con pases de calidad, pero que en ocasiones se desvalorizaban cuando antes de citar echaba exageradamente la pierna contraria atrás, lo que hacía que los lances parecieran más profundos, y el remate del pase a veces era casi inexistente. Y cuando ya teníamos la salida a hombros garantizada no podíamos tirarlo todo por la borda, había que asegurar y ¿cómo se asegura? Matando de una estocada caída. El toro cae y oreja. Todos felices, tanto que incluso aplaudieron el arrastre de un manso, la Puerta Grande ya era realidad. El toreo moderno había triunfado.

Pero en esto del toreo también tiene su huequecito el toreo clásico, poco hueco, pero lo tiene. Y de ello se ocupan toreros como Morante de la Puebla, quien hace un tiempo inició un viaje hacia la pureza, la excentricidad y la afirmación de una personalidad poco frecuente. Y en estas que salió Morante al ruedo en una tarde en que no se puede decir que estuviera bien, porque no lo pudo estar con el ganado que tuvo delante, pero lo que sí es verdad es que todo lo que hizo tuvo sentido, intentando dar a cada toro lo que este requería. En un primero muy distraído contó además con la ayuda de una cuadrilla que llevó a cabo una lidia muy aseada y eficaz. Luego sólo pudo dar dos derechazos sueltos y una media estocada que hizo que el toro se derrumbara a los dos pasos. En su segundo en la lidia se acusó el desorden originado después de la cornada de Rafael Cuesta, con un toro nada claro, que se repuchó en el caballo y al que Morante sólo pudo dar una bonita tanda de derechazos.

Y de Alejandro Talavante ¿qué? Pues de Alejandro Talavante, nada. Porque una cosa es frialdad, sosería incluso y otra esa desgana que pasea por el ruedo, esa sensación de que la cosa ni le va, ni le viene. Esa sensación de que lo mejor sería que se pensara un tiempo si quiere ser un viajante de feria en feria, o volver a ser aquel torero que de novillero primero y ya de matador después, cogía la muleta y se ponía a torear de verdad, como el que se toma un café. Aquel que era la demostración práctica de que los naturales se pueden rematar atrás, ligar con el siguiente y acabar con el forzado de pecho. Será cuestión de tiempo, tiempo que de momento aprovecha el toreo moderno para instalarse en entre nosotros.

jueves, 14 de mayo de 2009

El toreo en moto

Esa es la especialidad del número uno en números, el Fandi, quien es capaz de empezar con el toro siguiente, mientras torea a otro con la muleta. El único torero del mundo capaz de salir en todas las fotos movido. Y si para mejorar las estadísticas eso está muy bien, para perpetuar su arte en esto del toreo, no es lo mejor. Estoy seguro que por ahí cortará orejas a espuertas, sobre todo después de ver como se entusiasmaban los isidros en los dos vulgares tercios de banderillas. No se puede parear al toro a base de carreras, carreras antes de la reunión, carreras en la reunión y carreras después de la reunión. Y con tanta carrera es muy difícil medir donde se producirá el embroque y llegar en el momento justo en que, delante de la cara del toro, se meten los brazos, se clava y apoyándose en los palos se sale de la suerte… andando. Y lo mismo ocurre con la muleta, donde siguen las prisas, la mala colocación y la ausencia absoluta de temple. Como comentaba ayer con Antonio, otro sempiterno compañero de grada, si en ese momento alguien le grita a El Fandi: ¡Templa! Seguro que se vuelve y te suelta un sopapo, por pensarse que es un insulto. La verdad es que es la pura reencarnación del toreo moderno eso que ahora dicen que es un espectáculo, y para que la gente se divierta. Y si se desaprovecha uno de los pocos toros que hasta el momento habían embestido, pues se siente, que lo primero son las palmas y las orejas, lo de torear queda para los pobres.

El contrapunto de este electrizante espectáculo ha sido Juan Bautista, todo desgana y aburrimiento de si mismo, sin intentar el toreo de verdad, colocándose en la pala del pitón, alargando el brazo y metiendo descaradamente el pico de la muleta. Precisamente por alargar tanto el brazo, ha tenido un buen susto cuando se disponía a dar un pase de pecho. Y Juan Bautista acabó con sus dos antagonistas y nos quedamos como estábamos, pero más amodorrados.

Y llegó Luís Bolívar dispuesto a sacudirnos el sopor. Incluso en bastantes momentos, hasta acelerado. Pero que conste que no tenía nada que ver con la cámara rápida de El Fandi. Ya desde el principio se le vieron las ganas, intentando entrar en quites, pero sin lograr el objetivo de enamorarnos con su arte. Tuvimos que esperar hasta el sexto, el último de Las Ramblas, que acudía a los engaños, pero que no era ninguna bobona. Ya en las verónicas de recibo, en las que echó el paso atrás, aunque fuera ganado terreno hacia los medios, al rematar con dos buenas medias se fue cogido.

No se puede decir que sea un fenómeno llevando la lidia. El toro empujó en el caballo y quedó preparado para la faena después de dos buenos, rápidos y eficaces pares de Gustavo Adolfo García. Y Luís Bolívar empezó la faena con una buena tanda de derechazos, tirando del toro y llevándolo toreado, pero a partir de ahí le pudo la ansiedad, la falta de serenidad y la tentación de volver al toreo con el pico, atravesando la muleta, lo que le volvió a costar otro revolcón, al quedarse al descubierto iniciando el pase antes de embarcar al toro en la muleta. Fue una faena emocionante y con el público de Madrid entregado, un público especialmente sensible después de una cogida, especialmente si el tiempo de la faena se mide por el reguero de sangre que va dejando el matador. Y en la misma línea, el colombiano se tiró a matar en el mismo hoyo de las agujas, aunque perdiendo la muleta, algo que ya no se valora, pero que siempre hay que tener en cuenta.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Y es que no se enteran de nada


O lo que es peor, que no se quieren enterar. No se quieren enterar los que montan una feria no se sabe para quien. La cosa es muy sencilla, tan sencilla que hasta un niño de seis años lo entendería. Si tenemos un montón de toreros que se anuncian en todas las plazas de mundo, de los que sólo cuatro o cinco son para dejarlo todo, familia, equipo de fútbol, novia o querida, y quitamos tres, ¿qué pasa? Pues que quedan uno o dos. En otras palabras, si de ese pelotón de toreros quitamos a José Tomás, Cayetano y… Julio Aparicio, nos quedan los Perera, gran figura y especialista en arrimones, faenas a base de pico y en echar la pierna atrás. Talavante, que de momento está desaparecido en la abulia. Manzanares, al que se empeñan en hacer figura y otros tantos que torean mucho, muchísimo, pero que son fieles apóstoles del toreo moderno. Ojalá abjuraran de esta fé y negaran tres veces el pegapasismo, picotoreo y descargasuerte.

Y en estas que seguimos sufriendo la feria de la primera plaza del mundo. Y los que parece que no se enteran nos traen tarde tras tarde, un ganado que más que ganado es perdido, que nos hace perder la tarde, la paciencia y la afición. Y en esto que vas con la ilusión de ver el toreo de capote de Morenito de Aranda, rara avis en la actualidad, y te encuentras que se estrella con unos burros con cuernos, mansos, malos y peligrosos, a los que sólo pudo dar uno o dos pases sueltos. Pero como siempre digo, el toreo no son pases, es torear.

Pero si hubo alguien que no se entera de nada y que todo el mundo se daba cuenta que no se enteraba de nada, pero que iba a lo suyo, ese era Antonio Ferrera. ¡Ay pobre! Él que vive del pegapasismo como el primero y que bebe de la fuente de la vida gracias a sus banderillas, va y en su primero pone dos pares a cabeza pasada, pasada, pasada, pero muy pasada oiga. Pero bueno, como puso uno al quiebro, hasta escuchó algunas palmas. Nos enjaretó su prototipo de faena infumable, larga y sin saber a dónde quería llegar y a otra cosa. Pero en su segundo se superó, en ese inválido que no se aguantaba en pie demostró a todas luces que no se entera. Mientras el toro se revolcaba por la arena del Manzanares, él muy decidido pide los palos: “Niño, las banderillas”. El niño se podía haber estado quietecito. Cogió “sus” banderillas, que parecían cómodamente más cortas que las de la plaza, y mientras la gente le abucheaba él seguía a lo suyo. Y lo suyo en este caso no es asomarse al balcón, lo suyo parece que tiene videoportero, que para que se va a asomar si ve quién es la visita de lejos. Pero como todo tiene su fin, después de la bronca, decidió abreviar con la muleta y dejar las cosas como estaban.

Y salió el siguiente toro, otro buey para Morenito de Aranda. Un manso que no quería ni oler el caballo. Unas veces iba al de tanda y otra al reserva, en toriles, pero ni allí entraba al caballo. Y en estas estábamos, moviendo el caballo a favor de querencia del siete al seis y por aquí íbamos cuando… de nuevo emergió el infalible Ferrera. Asumió su función de director de lidia, lidia management, y mandó devolver el caballo al siete, vuelta atrás y al revés, e incluso pidió permiso para que el caballo saliera a los medios, o al menos eso parecía. Creo que ya no hacen falta más comentarios.


Pero hubo quien si se quería enterar de algo, de todo, quería saber lo que pasaba allí y quería que nos enteráramos los demás. Era su día, después del día de su primera comunión, el día más grande de su vida. Iván Fandiño quería que no nos olvidáramos de él. Fue el único que pudo dar dos tandas de derechazos bastante aceptables que remató con los dos mejores pases de pecho de la feria y quizás desde hace mucho tiempo, pero lo bueno lo guardaba para el final. Cuando ya no quedaba tarde y la mansada ya estaba consumada, cuadró al toro, se perfilo y se fue detrás de la espada como un león. ¡Qué estocada! Aunque cayera dos dedos trasera. Mira por donde en el último minuto, como Iniesta o el Aleti, nos dejó con la miel en los labios, deseando volver a verle. Y por favor, si hay una sustitución a lo largo de la feria, pongan a este, no a uno de esos que cortan orejas y más orejas, pero que no se enteran de nada.

martes, 12 de mayo de 2009

Duros de pelar


Los novillos de Montealto podían ser muchas cosas, menos tontos y facilotes. Seguramente que la mayoría de la gente que decidió ir a la novillada, pensaban que iban a ver otra cosa. El primero yo, que me tengo que tragar mi predicción de ayer; a propósito, la bola de cristal la vendo a buen precio. Pero es que en este mundo, quien manda es el toro y es el que decidió por donde iba a discurrir la novillada. A todos nos hubiera gustado ver a unos chavales que se iban a comer el mundo, atropellados a veces e intentando hacer el toreo bonito y variado que les deben enseñar en las escuelas. Y por esas andaba José Manuel Mas intentando hacer un quite variado, pero lo que nos esperaba era otra cosa. Los de Montealto no estaban para fiestas, estaban esperando a unos toreros que les plantaran cara y les demostraran lo que es la tauromaquia clásica, que para días como este tiene más de una receta, y buena.

Una de las primeras enseñanzas es que a los toros hay que picarlos, que si el castigo se le administra bien, luego será más fácil no sólo torearlo, sino simplemente el estar delante de él. Esta parte no la han leído ni Mas, ni Tendero. Y otra que puede parecer un capricho, pero no lo es, es todo lo referente a la colación de matadores y subalternos a lo largo de la lidia. De que sus compañeros no conocieran este capítulo, el que salió desafortunadamente muy perjudicado fue Gimeno Mora, al ir a banderillear al segundo de la tarde. Inexplicablemente, no había nadie a la salida del par por ninguno de los dos pitones y lo más inexplicable es lo que tardaron en hacerle el quite. Bien es verdad que el manso segundo, una vez que notó que tenía la presa al alcance de la mano, no veía otra cosa que a Gimeno Mora. Pero en estas circunstancias no se puede uno limitar a mover el capote y decir eje. Aunque insisto que lo principal es la colocación previa.

Quién sí salió decidido a demostrar que quiere ser torero fue Javier Cortés, muy firme, buscando la pelea y queriendo salir victorioso. Empezó por el pitón derecho porque por el izquierdo era imposible dar un solo pase, pero incluso después lo intentó para ver si ese defecto se había corregido algo, pero no, ni tan siquiera en los pases de pecho. Javier porfió en el empeño, pero cada vez que lo intentaba o se le colaba, o se le venía encima o se le revolvía. Al final mató mal, pero seguro que se sintió satisfecho y lo que es más importante: torero.

De distinta escuela, no sólo porque sea aquel de Madrid y este de Albacete, es Miguel Tendero, al que le tocó lo menos imposible de la tarde, pero como parece ser que lo suyo es torear con el pico, ir dando pases por donde el toro le quiera llevar y arrancar el aplauso fácil a los transeúntes de cada tarde, pues quedó en nada. Quedó en que no sé si llegará a ser torero, seguro que sí, pero o cambia, o será uno más, un vulgar torero moderno como hay tantos.

De José Manuel Mas no puedo decir mucho porque no se supo dónde quiere llegar, si se quiere apuntar a torero, a pegapases o a otra cosa, así que otra tarde con mejor ganado le veremos y sabremos si se decide. Lo que es decidido, decidido, no lo ha estado mucho. Pero los que si han estado muy decididos han sido los peones que han lidiado y banderilleado a esas joyas de sangre Domecq. Con las banderillas Carlos Hombrados, en un par en el que ha concedido todas las ventajas al novillo, Julio Campano y Niño de Santa Rita, que tuvieron que saludar montera en mano, o Alberto Molina. Y Agustín Collado que tuvo que trabajar para poder hacerse con el quinto que aunque empujaba en el caballo, al final salía buscando refugio. Todo esto me ha enseñado una cosa y es que de adivino tampoco sirvo. Seguiré probando, Aunque lo que si tengo claro es que torero, ya no me hago.

lunes, 11 de mayo de 2009

Los toros no se pican


Realmente no sé si esto es una pregunta o una afirmación. Será una cosa u otra dependiendo de dónde venga. Si describimos lo que ha ocurrido con la corrida de los recitales, esto es una afirmación y si nos encontramos con un turista de Wisconsin que se hubiera venido a España a conocer nuestras costumbres, el flamenco, la paella, el jamón de Salamanca y los toros, entonces esta frase podría convertirse en pregunta: ¿los toros no se pican?

En una tarde de toreros artistas, modestos pero a los que la afición esperaba con ilusión, no salió nada a derechas. Los primeros que no han dado la talla han sido los toros, sin fuerza y a los que los picadores sólo les han podido dar un cachete y un “anda venga, a embestir un poquito”. Y la verdad es que si que embistieron, lo que ha hecho que algunos se confundieran. Si que algunos han tenido una embestida que daba para más de lo que se visto, pero creo que no se debe olvidar el detalle de la falta de fuerza y su carencia ante el caballo.

Pero como digo, embistieron y aquí es donde llegó la segunda desilusión, en la incapacidad de los toreros para hacer el toreo, que estoy seguro que saben hacer. Curro Díaz, que quizás contó con el lote menos favorable, se limitó a ponerse fuera de cacho, allí cerquita de la pala del pitón, estirando el brazo y metiendo el pico de la muleta descaradamente. No ha podido dejar su sello si tan siquiera en detalles, esos que hacen ver que ahí hay un torero. Y reconozco que a lo mejor se me nota un poco mi debilidad por este tipo de toreros y por este en particular, sobre todo porque con los figurones ya levantan bastante la mano otros, que se desahogan con toreros como los de hoy, que no tienen la fuerza, ni el apoyo de las grandes escuderías.

Otro de los toreros artistas era Ambel Posada, quien sí pudo dar una pequeña muestra de su forma de hacer, aunque sin continuidad, un pase ahora, otro luego y otro… Quizás incluso hasta se le pudiera ver un poco acelerado y ya se sabe, el arte tiene que ser pausado, especialmente si no te llamas Hussein Bolt. En otros tiempos se diría que "tuvo detalles".

Y por último Iván Vicente, que parece que tiene trazas de poder torear bien, pero que insiste hasta la desesperación en torear con el pico de la muleta y en dar pases y más pases y cuando ya te piensas que va a entrar a matar porque se ve que esa faena ya no tiene futuro, él sigue y sigue y sigue. Y luego le pasa que le tocan el primer aviso sin haber entrado a matar. Vamos, que ni lo había pensado. Y al segundo toque te entran los nervios, no atinas con el descabello y ya ves como los cabestros se llevan tu honra a los corrales, pero afortunadamente acertó y afortunadamente la corrida se acabó.

A ver si en la novillada podemos ver trabajar un poco más a los picadores y por lo menos la ilusión de los chavales, aunque voy a hacer un pronóstico. Y ya digo que me encantaría equivocarme y encintrarme con mil comentarios llamándome bocazas. A ver si hay alguien que tenga la sensación de que los tres novilleros ya tienen dos cortijos, sesenta contratos para esta temporada y una carrera taurina ya montada. Tiempo al tiempo.

domingo, 10 de mayo de 2009

Pero... ¿en qué país vivimos?


Un mal intencionado podría decir: ¿Pero qué pasa, en Madrid ya corta orejas hasta el Capea? Pero tampoco es así la cosa. Es verdad que le han dado una oreja por no aprovechar un toro al que le podría haber cortado dos, pero seguro que hay orejas peores que la de hoy y eso que ha sido un auténtico regalo, coronado con una entera trasera y tirando la muleta, lo cual tampoco le importó mucho.

Hoy al menos no ha sido ese sopor de otros días. Y la razón no es otra que el toro. Aunque no han sido bravos, ni excesivamente boyantes, lo que no han sido son la tonta del bote. Han sido toros a los que si no se les medía el castigo, después iban a traer de cabeza a su matador y que si no se les picaba en los terrenos adecuados, luego lo acusaba a lo largo de la lidia. Pero tampoco quiero que nadie piense que eran alimañas, es más, eran hasta noblotes, de esos que cogen y se quedan quietos mirando lo que han hecho, como el niño que rompe el jarrón de la tía del pueblo.

Incluso se han podido ver aceptables pares de banderillas que han hecho entusiasmarse al respetable, que incluso ha pedido desmonterarse al peonaje. Según los taurinos, eso es señal inequívoca de estar ante un entendido. Como ovacionar al Jaro al correr el toro a una mano, lo cual es de agradecer en los tiempos que corren.

Pero el climax ha llegado con la oreja, después del trasteo a base de trapazos del Capea y de ver como este liquidaba al animalito de una sola estocada, fuera como fuera, y de que éste cayera fulminado, sólo había un camino: pedir la oreja. Pero como en todo, ha habido quien no ha estado conforme y ha protestado. ¡Qué afrenta, protestar una oreja! Con lo que esto anima. Y entonces he escuchado algo que me ha hecho pensar: “Si fuera José Tomás, seguro que decían nada” (sic) ¡Mi madre! Si los que hacen desmonterarse a un banderillero y aplauden al Jaro no ven la diferencia entre el toreo de José Tomás y el de hoy del Capea, ¡apaga y vámonos! Si no diferenciamos lo que es tirar del toro y llevarlo por donde él no quiere, con estar a su merced y darle pases donde él quiere, es que algo falla. Si no distinguimos entre cruzarse y cargar la suerte, con ponerse fuera de cacho metiendo el pico de la muleta, lo cual le ha hecho sufrir una voltereta, entonces si que es para decir: Pero… ¿en qué país vivimos?

sábado, 9 de mayo de 2009

Torean burros, como si fueran toros




Eso es lo que nos han echado esta tarde en la plaza de Madrid, unos marmolillos infumables, sin casta ni bravos, ni mansos, para que fueran toreados, picados y muertos a estoque, como si fueran toros. ¿Y quiénes iban a ser los encargados de mostrarnos todo lo que los de Gerardo Ortega y el remiendo de Sepúlveda llevaban dentro? Pues por un lado Antonio Barrera, al que nadie puede discutir su honradez como torero, que se encontró con un primero que echaba la cara arriba como si quisiera llegar a la bandera, pero que en cuanto se le bajaba un poco la mano se comía el suelo y un segundo imposible, al que sólo se le podía entrar a matar los más dignamente posible. El segundo de los alternantes, como diría aquel cursi, era Leandro, antes Leandro Marcos, quien nos recordó cómo era eso que llamaban toreo a la verónica, sin echar la pata atrás y ganándole terreno al toro. Pero después de una lidia no muy afortunada se limitó a esbozar apuntes de torero artista, pero sin orden ni concierto. Y el tercero Sergio Aguilar, que no pudo engrosar su currículo. Sólo un intento de gaoneras que le pudieron costar un disgusto y un quite muy oportuno a Paco Peña, a la salida de un par de banderillas.

Pero a esto hay que añadirle la inoperancia de los toreros, de oro, de plata y hasta de bronce si los hay. Seguimos en las mismas, en no saber seguir la lidia, en no conocer los terrenos del toro y torero y en la falta de recursos para ejecutar las suertes, cuando el toro presenta ciertas dificultades. Y en estos casos siempre hay alguien que protesta y que exige que al menos haya un cierto orden, y alguien que protesta a los que protestan. Estos son esos amantes de los silencios sevillanos, esos amantes de esos respetos mal entendidos, según mi parecer. Pero esto es una parte más de ese tratamiento de domesticación del público al que los taurinos nos quieren someter.

Hoy es sólo el segundo día de feria, pero quiero dejar una idea para que cada uno reflexione, y que conste que el ejemplo no es mío, se lo he cogido prestado a Pepe, mi compañero de localidad desde hace muchos años. La idea es la siguiente: si tenemos unos albañiles trabajando en casa, alicatándonos el baño por ejemplo, y vemos que está poniendo los baldosines al revés, ¿qué hacemos? ¿Esperamos a que termine? O, si nos damos cuenta en la primera fila, ¿se lo decimos inmediatamente? Que cada uno saque sus propias conclusiones, aunque si nos quejamos en cuanto vemos el error y los albañiles empiezan con eso de: por favor, un respeto que me estoy jugando el pillarme un dedo, es que el baldosín me mira por encima de la llana o aquí vienes a poner unos baldosines, pero al final no sabes los que vas a poner. Puede que muchos no me entiendan, especialmente “la gente del toro”, pero los que pagan religiosamente su entrada seguro que sí. Sobre todo esos a los que les quieren hacer pasar burros por toros.

viernes, 8 de mayo de 2009

La primera en la frente


¡Qué alegría ya es San Isidro! Llega la primavera, el buen tiempo, las alergias, la feria y los isidros. ¿Y qué puede salir de todo esto? Pues lo de ayer. Unos matadores que o bien se encuentran en una situación complicada sin saber si van o vienen, o que quieren abrirse paso en este complicado mundo del toro, en el que el más noble es precisamente el toro. Toros que ayer unos eran gordos y sin presencia, otros grandullones y otros con alguna complicación, que los espadas se empeñaron en que cada vez fuera mayor.

Parece mentira que en los tiempos que corren, con escuelas taurinas aquí, allí y dónde nos venga, aún veamos que los matadores y peones no saben colocarse en la suerte de varas. Uno a un lado del caballo, otros al otro y el matador, Eugenio de Mora en este caso, deambulando por allí como alma en pena. Y luego vemos que en banderillas, a la salida del par, igual se pone uno en cada pitón o no. Eso sí, cuando de meter el pico y dar derechazos de trata, a mansalva. Matadores elegidos para abrir la “Primera Feria del Mundo”, ¡ahí es na’! Que a lo largo de la lidia no son capaces de solucionar los problemas que les pueda presentar el toro. Y lo que es peor, consiguen que cada vez sea más difícil meterle mano a su oponente.

Pero el plato fuerte lo iban a servir en el sexto, un último toro que se tambaleaba, pero que el presidente decidió que siguiera en el ruedo. Cosas de los señores presidentes, pero que le sirvió a Emilio de Justo para que le dieran una orejita de rebajas. Y el pañuelo verde que el presidente no sacó para echarlo al corral, lo convirtió en blanco, para alegría de la concurrencia. Y a mi realmente me da igual que le den una oreja, dos, seis el toro entero. Lo que pasa es que si mañana hay una sustitución, pues ahí que me le veo a bueno de Emilio, a liarse a dar derechazos, a citar muy, muy fuera de cacho y metiendo el pico todo lo que le daba el brazo. Pero el efecto conseguido fue la satisfacción de la parroquia al ver que “habíamos cortado una oreja”.

¿Y no protestó nadie? Claro que sí, incluso aparecieron pancartas protestando por la feria que nos ha preparado la empresa con todo el cariño del mundo. Y hoy veo en un periódico de gran tirada, el que en su día contó con el mejor crítico de los últimos años, y en el que su sustituto se queja de las protestas y las pancartas y compara la plaza de Madrid con un gallinero. Pobre Joaquín Vidal, ¿qué han hecho con tu página de toros, esperada por aficionados y no aficionados como si fuera el bendito maná?

¡Pues que bien! Pero con todo lo bien que va la fiesta de los toros, la verdad es que ayer había muchas calvas en los tendidos, algo impensable hace unos años y que los reventas parece que pueden convertirse en especie protegida, aunque yo sería partidario de que desaparecieran de una vez. Este año o comen entradas, con pan por supuesto, o se montan un chiringuito y las ponen a precio de saldo, como las orejas.

lunes, 4 de mayo de 2009

Rafael de Paula

Existe una cantinela aplicable a todos los aspectos de la vida, que la verdad es que en la mayoría de los casos resulta hasta molesta y es eso de “lo de antes era mejor”. Y si lo llevamos al campo de los toros, todos hemos oído que “antes sí que había toreros” o “ya no hay toros como los de antes”. Y la verdad es que estas expresiones no están faltas de verdad.

Pero también hay que tener en cuenta que a lo largo de la historia ha habido toreros irrepetibles, verdaderos maestros que han pasado a engrosar el Panteón de la Fiesta Brava. Unos han sido beatificados por su arte, por el dominio de las suertes, por el conocimiento de los toros y su capacidad para poderlos a casi todos, por su toreo de capote o por su maestría en ejecutar la suerte suprema.

Y el caso de hoy es el de un artista irrepetible, con una personalidad muy particular, un torero que sin torear cien corridas por temporada, sin cortar orejas a diestro y siniestro, que además no le gustaba porque decía que estaban llenas de garrapatas, y sin ser un habitual de las puertas grandes ha pasado a la historia del toreo. Este es Rafael de Paula, el arte de bien torear. Arte que puso en práctica no demasiadas veces, pero que consiguió que todos los que le vimos “torear”, aunque sólo fuera una vez, lo tengamos marcado a fuego en nuestra memoria. A mí esto me ocurrió cuando le vi torear de capote una feria de San Isidro, a finales de los setenta o principios de los ochenta, como no he vuelto a ver torear a nadie. Unas verónicas lentas, muy lentas, ganando terreno en cada lance y acabando cogido casi en la misma boca de riego, cuando remataba con la media. Y la otra tarde en la que me tocó el Gordo de la ONCE fue en una feria de otoño, cuando reinventó el toreo de frente al natural, con tanto desgarro y dramatismo, y con tanto sentimiento, que hizo que no le quedaran fuerzas ni para entrar a matar. Seguro que muchos recuerdan la foto de Rafael sentado sobre el toro, una vez que este dobló. Pues este es el personaje del que podemos disfrutar unos minutos, gracias al vídeo. Como diría aquel: “fijarnsen”