miércoles, 15 de febrero de 2023

La televisión pronto llegará

Los toros ya están aquí, pero, ¿cómo se van a poder ver por televisión?


Según dicen, las retransmisiones taurinas, a partir de ya van a correr a caro de una nueva empresa, One Toro. Solo falta saber si se sumará alguna feria más, pero Madrid y Valencia ya han firmado. Ahora solo falta saber cómo podrán firmar también los que quieran apuntarse a ver los toros por el nuevo canal, lo que todavía es una incógnita, aunque lo mismo esta tarde, mañana por la mañana o al otro, ya se tendrá que saber. Aunque quienes vivan en la Comunidad de Madrid y nadie más, ya tienen seguro que el canal autonómico televisará un gran número de festejos, hasta catorce. Eso sí, el 16 de mayo no hagan planes de toros, que ese día las Ventas cierra por descanso del personal. Un detalle, un mal detalle. Pero claro, la llegada de One Toro ha provocado la desaparición del anterior canal que retransmitía las ferias de la temporada. Que si sigue habiendo toros por la tele, bueno, el mal el menos, pero ahora viene otra duda. ¿Harán los de la nueva tele que se cumpla eso de “detrás vendrá quien bueno te hará”? Pues Dios quiera que no, porque entonces, apañados estamos. Que si aquellos comentaristas tan melosos, tan a favor del torero, tan a favor del medio toro, tan comprensibles con la vulgaridad, ahora van a acabar pareciendo exigentes, como ya sucedió con ellos y con Manuel Molés, ¿pues ya me dirán? Que sí, no se crean que he perdido la chaveta, pero si este fue uno de los que más daño hizo a la fiesta con un micrófono en la mano, quien le sustituyó le superó con creces. Que el triunvirato formado por los periodistas que conducían la retransmisión, fuera el que fuera, el agotador Maxi Pérez y ya fuera Emilio Muñoz, Cristina Sánchez o Dávila Miura, era para mesarse las guedejas y hacer una pasmina con ellas.

Los nuevos, que tampoco son tan nuevos, lo mismo siguen engrosando ese neodiccionario taurino para el que hace falta un diccionario Taurino- Castellano, Castellano- Taurino que algunos no solo no entendemos, sino que preferimos no entender, por aquello del sonroja, la vergüenza ajena y el cabreo grado sumo. Que los nuevos tendrán que superar a los anteriores en justificar lo injustificable, en ese positivismo extremo que supera la necedad pretendiendo hacer bueno lo malo y pasable lo pésimo. Que igual es mucho pedir, que lo mismo estamos pidiendo imposibles, pero ya les digo yo que si empezaran por no darle la enhorabuena a todo aquel al que acercan el micrófono aunque hayan pegado un petardo monumental, pues ya la cosa mejoraría. Que si en lugar de decirles eso de “no ha podido ser”, empiezan por un simple “no has visto al toro o no le has entendido”, ya se daba más de uno con un canto en los dientes. Que no es tan difícil. Que igual bastaría con que pensaran con que la empresa que les paga ha puesto una pasta por delante y que eso ya debería bastar para exigir un espectáculo de calidad. Pero… anda que cuando nos ponemos a soñar.

Que no voy ahora a ponerme a cuestionar si tanta tele sí o tanta tele no, porque en primer lugar me quiero poner en el sitio de quienes no tienen el privilegio de vivir a cinco estaciones de metro de las Ventas, por poner un ejemplo; de esa gente que quiere vivir los toros, pero que vive lejos de dónde dan toros y mucho más de dónde dan toros de verdad, si es que queda alguno. De esa gente que llegan las ferias y se plantan delante de la televisión y a pie firme aguantan lo que les echen y además tienen que escuchar esos comentarios que… Pues todos esos seguro que quieren saber cómo van a poder ver los toros, cuánto les va a costar, si lo podrán ver por la tele, el ordenador, el teléfono o mirándose en las rayas de la mano. Si para contratar van a tener estudiar “teleco” o si bastará con llamar a un teléfono, entrar en una web o si lo podrán comprar en los chinos del barrio. Que no hay que tener prisa para nada, pero que como no se apuren, al final les ca a pillar el toro, nunca mejor dicho, y que no les vale con esa promesa de que la televisión pronto llegará

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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jueves, 9 de febrero de 2023

Acomodarse no es evolucionar

En lugar de acomodarse, mucho mejor enseñar al toro y acomodar su embestida. Pero eso ya quedó lejos, porque de aquello se ha pasado al colaborador para que el torero esté cómodo.

 

Llevamos años, demasiados, que tenemos que soportar eso de que el toreo evoluciona. Muy bien, bienvenida toda evolución, porque eso es progresar, avanzar, pero lo que nos cuentan nada tiene que ver con ello, sino con crear unas condiciones que permitan que todos los agentes de la fiesta, a excepción del aficionado que paga, vivan más y más cómodos. Esa supuesta evolución es alejar cualquier posible riesgo, tanto físico, algo inherente a esta actividad, como económicos, y ahí viene eso de las fundas, por poner un ejemplo. Que hay que felicitar a estos caballeros que han sabido encontrar el término ideal: evolución. ¿Quién se negaría al progreso? ¿Quién se negaría a que las cosas mejoren? Evidentemente, nadie, pero, ¿y si bajo eso de evolución nos quieren colar el timo del tocomocho?

Aunque igual hay que admitir que esto realmente es una evolución, porque han ido adaptando la fiesta a lo que a unos les va bien. Evolución es desterrar la casta y sustituirla por nobleza y así pasa, que el toro entonces tiene que tener embestidas formales y se convierte en un colaborador, ni tan siquiera oponente. Y como tal colaborador, él tiene que salir ya sabido, sabido de cómo tiene que ir a los engaños, de cómo colocar la cabeza -que expresión tan horrorosa- , de cuándo ir y cuándo no; que el siguiente paso va a ser que se toree solo. Se ha eliminado evolutivamente eso de enseñar al toro a embestir, de conducir y mandar en las embestidas. Así, de un plumazo han echado abajo el por qué de esto de los toros. Pero de la misma forma que se ha “evolucionado en el comportamiento, se ha hecho en las hechuras del animal. Ya podemos olvidarnos de esos toros imponentes con una arboladura de impresión. Ahora toca el toro bonito y que, por supuesto, quepa en la muleta. Eso sí, no nos faltará el que quiera confundir tamaño con trapío o arrobas por seriedad.

Pero aquí evoluciona todo quisque. Evolucionan los empresarios, confeccionando carteles, perdón, repitiendo carteles una y otra vez hasta la saciedad, siempre con los mismos hierros y con los mismos coletudos. Eso es evolucionar; curiosamente un inmovilismo insoportable, tedioso y que entroniza hasta límites insospechados a la vulgaridad. Que el aficionado pide que se contraten otras ganaderías y no las de siempre y te salen con que esas que el aficionado quiere “no embisten”, lo que en otras palabras quiere decir que no colaboran, que igual sacan una pizquita de casta y el artista de turno se puede “expresar”. Pero las del sistemaya pueden estar rodando por los suelos, que venden las camadas al completo, estén cómo estén. Todo para que los de luces estén “cómodos”. Y en esos carteles cerrados a cal y canto tampoco pueden entrar otros toreros y tener otra oportunidad porque… ¿qué más da el por qué? No se les pone y ya está. Que los hay que a lo mejor no han hecho demasiados méritos, pero claro, comparando, comparando, es que los oficiales han hecho menos. Entonces, ¿cuál es el criterio de la evolución?

Pero claro, si en este escenario de extrema comodidad para el que cría, que lo vende todo, todo y repite aquí y allá las veces que haga falta, comodidad para el que contrata, porque entre lo que controla uno y el colega de enfrente se montan mil ferias sin que nadie les ponga un pero, ya sean los maestrantes, la Comunidad de Madrid o la Parroquia de San Telmo, y además se ponen de perfil con la bajada de asistencia a las plazas, que luego ya acomodarán la estadística para que parezca lo contrario. Eso sí, poco a poco se van dando menos festejos, menos corridas de toros, las cuales, como ya se ha apuntado, copan los de siempre. Y lo s más cómodos de todos, los de luces, que además exigen esa comodidad y se escandalizan y apostatan del toro de verdad. Ellos quieren al animal dócil, al colaborador, el que les permite ponerse bonitos, expresarse y estar cómodos. Que si lo pensamos dos veces, sin quererlo, ellos mismos están tirando abajo su prestigio como toreros. Porque claro, si el torero está cómodo porque ya le viene todo dado, ¿qué sentido tienen ellos, su profesión, el espectáculo y la madre que trajo a la comodidad y la maldita evolución? Pero no se me agobien, que son masa los que están encantados con esta evolución. Eso sí, se quejarán de que haya desaparecido el toreo de capote, que la suerte de varas sea apenas un simulacro, pero no caerán en la cuenta de que los toros sean una máquina de ida y vuelta, porque mientras que en la muleta “se muevan” y permitan a los de luces “expresarse” y “estar cómodos”, todo va bien. Y si se les rechista, igual empiezan con que cada uno tiene su tauromaquia, con que es lo que hay y tenemos que acostumbrarnos y si se les aprieta, hasta te soltarán eso de que esto ha evolucionado, pero, ¡ay, amigo! Que no nos la den, porque acomodarse no es evolucionar.

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viernes, 3 de febrero de 2023

Eso sí que es una chirigota

Esperando a los chirigoteros de pega. Con estos pocas risas.

Se nos echa el Carnaval encima y quieras que no, aquí cada uno se inspira en sus disfraces, en las chirigotas en esas tierras del sur, sobre todo alrededor de la Bahía, del Falla y a dos pasos del Mentidero. Pero hay que tener cuidado, que en “Cai” las chirigotas, dentro de su absurdo, presentan un aspecto grotesco, pero en el fondo son muy serias haciendo de espejo distorsionado de la realidad, pero las chirigotas alejadas en unas cuantas leguas de la Tacita de Plata, a veces quieren dar una imagen de seriedad y acaban siendo grotescas. Que unas afinan las letras como estiletes y las otras apelotonan palabros con mal estilo. Y uno no lo esperaba, pero el otro día que me dio por pasarme por la puerta de una tertulia de la Asociación del Toro de Madrid, que seguro que ni de lejos se les había pasado que allí actuase chirigota alguna, pero… Que uno ve llegar al señor Garrido rodeado de su troupe, creo que pude contar hasta cinco, uno repeinao, otro con cara de pocos amigos, otros dos que igual solo iban de palmeros y el jefe. No llevaban guitarras, ni cazúes para el titirirí, sería todo a capela. No lo dijeron, pero parece ser que el nombre del grupo era, o es, “Los carpinteros, porque luego que dan el palo“. Que no se puede decir que no tuvieran tablas, que ya el día anterior habían tenido un éxito rotundo de crítica y público… afín. Que ya me dirán ustedes lo que influye en el aficionado si hacen presentación por todo lo alto de una feria por todo lo bajo o no, que no está mal, pero si nos ponen el filete y la carne está dura y revenía, por muchas patatas que te pongan y por mucho que te lo empanen, eso no hay cristiano que lo trasiegue.

Y habrá quién piense que lo que iba a cantar el señor Garrido era de una novedosísima exclusiva que nadie conocía, pero sí, claro que conocían sus mayores éxitos en los últimos tiempos. Desde antes de empezar ya había entusiastas tarareando esa de “Que suban los precios… pero a los demás” o un clásico del que muchos se sienten orgullosos de saberse la letra de pe a pa, “Me saco una barata y me voy abajo”. Esta casi es coreada a voces por el personal, si no fuera porque los vecinos y más de un aficionado se les podía haber echado a la chepa. Pero había que dar comienzo al acto, con la buena organización de siempre, que en esto la gente de la Asociación tiene quién sabe de técnicas y logísticas. Pero con lo que nadie contaba es que unos fueran a una tertulia en serio y otros a ver una chirigota sin gracia. Que al señor Garrido, vocalista principal, le hacían preguntas muy sensatas, preguntas que revientan en el pecho de cualquier aficionado, que hasta hubo mujeres que preguntaron, ¿adónde vamos a llegar? Pues vaya que si preguntaron. Que el señor chirigotero igual tampoco pensaba que así en dos palabras le fueran a dar una lección de afición y de extremado amor por la fiesta y por la Plaza de Madrid. Pero nada, él seguía con su tralarí tralará, con la coplilla de: ”Que majo soy y no me beso, porque no me llego”. Y las aficionadas seguían y los aficionados no paraban y nada, tralarí tralará y la novedad de “Los lunes al sol, si es que no está nublado”. Que también hubo quién entonó el “A mí me duele el callo, arrégleme lo mío”, pero en eso no entró nadie, que meta el pie en agua caliente con sal y andando, y nunca mejor dicho.

Que seguro que nadie se sintió defraudado, porque seguro que todos, o casi todos, ya sabían el repertorio que traían “Los carpinteros, porque luego que dan el palo“, pero bueno, al menos que se enteraran de que a los aficionados de Madrid les gustan las chirigotas, pero las de verdad, las de “Cai” y que saliéndose de ahí, prefieren otra música, la del toro, la de los toreros de verdad, la de las ganaderías encastadas, la del toro de cinco y el torero de veinticinco -un clásico-, la del respeto a la Plaza de Madrid. Pero esas tendrán que seguirlas entonando por su cuenta, como vienen haciendo desde hace ya mucho, pero que mucho tiempo. Que con los gallos que sueltan estos chirigoteros sin gracia, esta gente no se desanima nunca; bueno, alguna vez un poquito, pero como el toro encastado, siguen peleando en el peto. Y mientras, “Los carpinteros, porque luego que dan el palo“, a lo suyo, pero de momento, a no ser que cambien el repertorio de forma radical, quitando los cuatro entusiastas de “Que suban los precios… pero a los demás” o “Me saco una barata y me voy abajo”, no creo que nadie les coree eso tan del Falla y de la Bahía, del “Eso sí que es una chirigota”.

 

PD.: Muchas gracias a la Asociación del Toro de Madrid por abrir sus tertulias a todo el mundo y además compartirlas en las redes para que nadie pierda detalle.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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