jueves, 31 de mayo de 2012

El mansote quiere marcha, marcha…


La suerte de varas siempre que se hace de verdad, emociona


Esto no hay quien lo entienda, el día anterior íbamos a ver una bronca y casi acabamos con los pañuelos secándonos las lágrimas y en la de Carriquiri íbamos pensando en la despedida de Frascuelo y nos encontramos con un manso que acude de lejos al caballo. A ver si esto de los toros no es matemática pura. ¿En qué libros pone que un manso puede ir así al caballo? Los bibliófilos se hacían cruces, buscaban y buscaban en su móvil estratosférico y por bravucón no les venía nada. ¿Aplaudimos? ¿Abroncamos? Pues nada a aplaudir. Y el de al lado encima le pega la bronca y les echa en cara que en Madrid se ovacione un manso en el arrastre. Mier… de libros.

La mansada de Carriquiri, de no demasiada cabeza, largos y algunos entrados en carnes, no han sido demasiado colaboradores, que eso sí que viene en los libros. El primero solo se dejó en el caballo, echando la cara arriba y además parado en banderillas. Sosito en la muleta, acabó en la puerta de toriles. El segundo muy suelto, tomó las dos varas en el reserva, fijo, pero sin empujar, ya lo hacía el picador por él. Flojo, casi moribundo, se caía a poco que se le bajara la mano. El tercero, abanto, parecía jugar al pilla, pilla, siempre buscando los espacios sin señores con capotes. Bien colocado en la primera vara, rehusó la pelea, hubo que ponerlo más cerca y se limitó a cabecear y a salir espantado a la primera de cambio. En la segunda fue al relance, flojito, solo se defendió. A mitad del pase echaba la cabeza arriba con mucho peligro, se defendía por ambos pitones y si se le bajaba la muleta para intentar solucionar este problema, caía rodando por la arena. El cuarto vivió lo que se llama vulgarmente una capea, muy suelto por el ruedo, pero sin que nadie intentara sujetarle con un capote. La primera vara la recibió casi en toriles, según salían los caballos, para marcharse en cuanto notó el palo. La segunda fue al que hacía la puerta, marchándose con un respingo. Hubo tres entradas más, levantando mucho la cara, corneando el peto y yéndose suelto. El quinto fue otro que se paseó por el ruedo a su voluntad. Se le picó primero tapándole la salida, pero acabó marchándose; en la segunda vara el de a caballo se salió picando hasta el mismo centro del ruedo. Se emplazó en los medios esperando a los banderilleros. En la muleta pegó arreones de manso y por el izquierdo buscaba las tablas a la salida de cada pase, hasta que acabó en la puerta de chiqueros. Y salió el toro marchoso, un manso que despertó a todos los presentes. Se fue a por el caballo según salían los montados al ruedo, tirando derrotes al cielo, para acabar saliéndose suelto. Castaño lo recogió bien y lo puso de lejos al caballo. El animal se arrancó, le picaron trasero y continuó cabeceando. La tercera vez, más lejos, pero con el mismo comportamiento. Acudió bien al caballo, pero con menos alegría. Hubo un cuarto encuentro, esta vez desde la misma boca de riego y con más alegría que las ocasiones precedentes, empujando como siempre echando la cara muy arriba. Se dolió de las banderillas. En la muleta se fue parando poco a poco, quedándose a mitad de viaje y derrotando peligrosamente, acrecentándose estos defectos a medida que avanzaba el tiempo. Se defendía descaradamente, pero hubo quien en el arrastre solo se quedó con las arrancadas al caballo y le ovacionó como si fuera bravo.

Frascuelo, el torero de Madrid, empieza a distanciarse demasiado de la tauromaquia que otras veces ha mostrado. Sin acabar de entregarse, parece que está más merced de las circunstancias y sin ser él que controle lo que pasa en el ruedo. Más inhibido de la lidia que lo que era habitual, soso con la muleta, no pareciendo demasiado capaz de estar a gusto en la cara del toro. Seguro que el maestro tiene suficientes argumentos para decidirse a seguir en los ruedos, pero la sensación del espectador es que quizás debería pensarse si le merece la pena emborronar la imagen que se ha ganado después de muchos años de sacrificio e injusticias. Yo siempre he sido un fiel seguidor de este torero, pero desde hace ya un tiempo, no le veo a gusto, ni con recursos y eso no me agrada.

Ignacio Garibay es un torero mexicano que vino el año pasado, recibió una cornada y ha vuelto este para intentar revalidar la aceptable imagen que dejó en la mente de algunos aficionados. En su primero estuvo reservón, tanto con el capote, con el que no se pudo hacer con el toro, como con la muleta, dando vueltas alrededor de su oponente, como si no supiera por donde atacar. En su segundo tuvo que aguantar los arreones del manso, a veces para echarse a temblar, pero tampoco supo oponer ninguna solución para amainar el temporal.

Castaño era esperado en Madrid. Sus últimas actuaciones le han presentado como un seguro lidiador en franca progresión. En su primero quiso empezar luciendo al toro, aunque después tuvo que echar mano de la efectividad y si para ello era necesario meter al toro debajo del peto, pues se metía. Luego con la muleta siempre citó cruzado, muy asentado y sabiendo lo que se traía entre manos, un manso complicado que quería coger las nubes con los pitones. En el último de la tarde, aunque el de Carriquiri empezó campando a sus anchas, enseguida se hizo con el mando. Todo hacía indicar que era un manso más, pero sin dar nada por supuesto, lo puso al caballo de lejos y ¡Oooh! sorpresa, el toro se acercó. Bien es verdad que no dio la talla en el caballo, ni mucho menos, pero lo volvió a colocar dos veces más, una incluso desde el centro del platillo y el toro seguía yendo al peto. En este apartado merece la pena señalar el toreo a caballo de Tito Sandoval, aunque no estuviera demasiado afortunado a la hora de clavar el palo, generalmente trasero, cuando no caído. Con la muleta, Castaño estuvo firme, aguantando la progresiva complejidad que ofrecía la embestida del toro. Volvió a cruzarse en cada cite, jugándosela en cada envite. Realmente corroboró todo lo que se venía oyendo de él; no es un torero artista, ni pinturero, porque eso no es lo único, pero demostró que tiene cabeza y que quiere torear con la verdad.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Se apagó el toreo


Julio Aparicio, el toreo que se va consumiendo


El torero ya no está, pero no por eso dejará de ser torero. Julio Aparicio enseñó a todo el mundo que el toreo no se aprende en los libros, que no es solo pegar pases, cortar orejas y salir de cualquier manera por la puerta grande, el toreo es mucho más, es un sentimiento, es una filosofía y una forma de vida. Aunque unos viven para el toro y otros del toro, pero eso ahora queda aparte. Todo queda a un lado cuando un torero decide cortarse ese exclusivo distintivo que identifica a los toreros. Muchos verán que solo es un añadido, una parte del vestido de torear, pero la coleta simboliza lo que es ser torero; torero no se es de la noche a la mañana, como el que decide cambiar de camisa, de zapatos o de bar para tomar el café. El torero se va haciendo poco a poco, a fuego muy lento, tan lento como tarda en crecer esa coleta, después de mucho tiempo, después de muchos enganchones, para al final acabar portando esta extensión como el que carga con una larga vida delante del toro. Por eso al pedir a tu peón de confianza, a un familiar o amigo de verdad que tome las tijeras es pedirle que te ayude a cerrar una historia llena de ilusiones, sufrimientos y que el torero vive como un sueño, una lucha contra la muerte para sentir la vida. Pero el torero, cuando alcanza llega a serlo, nunca se despoja de esta distinción. Y Julio Aparicio lo será para siempre, igual que Julio Aparicio padre, con quien me crucé a la salida, y que como los grandes, como los toreros buenos, no podía reprimir el que los ojos se mojaran las mejillas de los recuerdos del niño vestido de luces. Será por esto que el toreo es tan grande.

Pero ya digo que esto no se aprende en los libros, ni lo pueden enseñar los que ven en esto solo un negocio o la satisfacción de una vanidad mundana alimentada por la ignorancia y la estupidez. Quien no sé si ha aprendido o no esta forma de vivir es David Fandila, El Fandi, uno de los toreros más toscos del escalafón y de lo que menos pureza tienen a la hora de mover los engaños. También puede ser que no dé para más que para lo que hace. Muchas facultades, simpático como el que más, pero autor de un toreo superficial y vacío. Recibió a su primero con una larga de rodillas y varias verónicas rectificando siempre. Galleo por chicuelinas citando y apartándose un paso a un lado, en lugar de desviar la trayectoria del animal. A su primer inválido de las Ramblas no se le pudo ni picar, le colocó bien en el segundo encuentro, para recibir un segundo picotacito. Luego en banderillas solo confirmó una cosa, que corre mucho. A toro pasado, a veces pasadísimo. Pero lo malo no son las carreras en el segunde tercio, lo peor de todo es que cuando coge la muleta tampoco se para, se mueve hasta cuando está pasando al toro, es como si sufriera vigorexia taurina o el baile San Vito, versión muletera. Luego si nos ponemos a añadir, podríamos hablar de esos pases en los que no torea y que vacía allá a lo lejos, apuntando a las Alpujarras. Al segundo, que empujó con la cara muy alta en el caballo y que le dieron para ir pasando en la segunda vara mientras le tapaban la salida, le tanteo con mantazos de capa. De nuevo cogió los palos y demostró su ansia de superación, si en el primero ya estuvo para taparse, en el segundo estuvo aún peor, con un tercer par en que se fue tanto que no encontró toro ni en la primera, ni en la segunda pasada. Faena de muleta casi calco de la del segundo de la tarde. El toro iba y venía a su voluntad, pues jamás el granadino le indicó “por aquí”. Se puede decir que lo mejor de su actuación fue el momento en que cortó la coleta a Julio Aparicio, aunque una voz mal pensada cerca de mi le decía que esta vez no se desviase tanto como lo hace con los palos, no fuera a ser que le cortara una oreja al compañero.

Miguel Ángel Perera, este torero que se llama igual a uno que hace unos años interesó al público de Madrid, no se sabe si vino a torear o a castigar a la parroquia venteña. Exquisito tomándose precauciones y aliviándose hasta para mojar las telas, no vaya a ser que tengamos un disgusto que no buscamos. Bastante disgusto demuestra él durante toda la tarde; parece que viene “obligao”, y no se da cuenta que para venir así, preferimos que no venga, que no hay que pasar malos ratos sin necesidad. Al tercero, pobre de cabeza, lo recibió a pies juntos, no vaya a ser que al abrir el compás suceda algo irremediable y bochornoso. Lo de llevar al toro al caballo no entraba en sus planes, así que no insistiremos sobre ello. En el primer puyazo, perdón, en la primera simulación de puyazo le taparon la salida, mientras el animalito se quedaba roque apoyado de lado contra el peto. En el segundo no llegaron ni a señalarle el puyazo. Quite por chicuelinas de Perera, con menos sentido que una nevera en el Polo, como los muletazos que siguieron, esparcidos en cantidad por la arena de Madrid. Con una parsimonia desesperante para ensalzar su labor, lo malo es que lo que ensalzaba era para esconderlo debajo de la alfombra. Pero fue en el sexto en el que se encontró a gusto, con novillote entrado en carnes, como nos gusta en esta plaza, los cebones más propios del matadero e ideales para sacar filetes gorditos. El pobre animalito iba escasito de fuerzas y tropezaba con el aire, aunque también puede ser que los areneros dejaran hoyos intencionadamente; esto habrá que analizarlo detenidamente. Suerte tuvo el matador de que el animalito no tuviera ni casta, ni malicia, sino podría haberse lamentado de sus dudas con el capote, haciéndole garabitos en la cara, pero el de Las Ramblas ni se enteró. Fue tocar el peto y ¡brrroooummmm! se derrumbó. Venga otra vez al caballo, a ver si ahora va a ser posible. Allá que fue y ya el picador tomó sus precauciones y casi ni le tocó con el palo. Eso es consideración. Acto seguido el extremeño tomó la muleta y comenzó el segundo pase de su actuación. Mantazos con el pico, mandando al toro allá a lo lejos, incluso más lejos de lo que se lo pasaba, retorcido. Al natural imagínense un corta y pega de lo anterior y de lo anterior y de lo anterior y… Lo siento, me contagié. Solo acompaña las embestidas y tanto abría la ventana, que el toro se le viene al hueco, pegándole un incómodo achuchón. Pero ya estaba caliente, se desmelenó y empezó con su repertorio más popular, alcanzando las más altas cimas de la vulgaridad, el destoreo y el sinsentido. Arrimón y mantazos que hacían vibrar a los paisanos que tanto le quieren y que no le tienen en cuenta los defectos, le quieren como es, que así debe ser el cariño. Pinchazo y entera, petición de oreja que el presidente no concedió, con toda la razón del mundo, porque a veces se nos olvida que un pinchazo o estocada defectuosa hacen que se pierda un trofeo, precisamente el que otorga el público y que la segunda oreja, o la primera en este caso después del fallo, es por decisión del usía del palco.

El que abría plaza, que hoy lo he dejado para el final, era Julio Aparicio. Volvía a Madrid en una situación incómoda después del escándalo del último día. Se decía que no vendría, pero allí estaba. Empezó con ganas, parecía que estaba decidido a limpiar su imagen, unas verónicas a su estilo, pero con pasito atrás, excepto en una por el pitón izquierdo. El manso fue al caballo para no parar de cabecear el peto, queriéndose quitar el palo como fuera. Mientras el matador andaba por allí, mal colocado. Más cabezazos en la segunda vara, en la que el toro se rompió un pitón; ¿de qué estará hecha la guata de los petos? Los pitones parecían dos platanitos inofensivos. Bien Ángel Otero con los palos, para dar paso a los muletazos de tanteo, más para perder tiempo que para ver cómo iba el animal. Bajonazo fulminante y se acabó. Al inválido cuarto le sustituyó uno de Fraile Mazas; corretón, bien parado por Ángel Otero, mientras el matador se inhibía de la lidia. En los dos encuentros con la acorazada de montar le dieron más castigo del esperado y hasta del necesario. Trapazos de aliño para machacar al toro, media estocada, dos descabellos y fin de una historia. Este Madriledo, número 15 de Fraile Mazas, 527 kg., ha sido el último toro que ha matado Julio Aparicio.

No nos quedaremos ni con la escasa fuerza, presencia y mansedumbre de sobra de los de Las Ramblas, ni con el continuo ir y venir y volver a venir de El Fandi, ni con la parsimoniosa vulgaridad de Perera, hoy será el día en que Julio Aparicio se cortó la coleta, el día en que al abandonar la plaza unos le aplaudieron como reconociendo a una carrera, al torero que ha sido, mientras otros no veían más allá de sus almohadilla y abroncaban al torero que apagó el toreo.

martes, 29 de mayo de 2012

Cuidadito, que luego crecen


La torería de Fernando Sánchez y David Adalid con los palos


Que alegría da ver a los novilleros cuando están en eso, en novilleros que es lo que son. Y da más alegría cuando la norma habitual sea que se comporten como figuras ya consagradas a punto de cortarse la coleta, con una dilatada carrera en el toro. Pero cuando salen a comerse el mundo, a hacer quites, a buscar el triunfo y a no dejarse ganar la delantera por el compañero, pues hay algo dentro que te sube el ánimo. Pero cuidado, vale que a los novilleros hay que darles un margen, que tienen que aprender, que están empezando y que hay que criarles con mimo, pero tampoco se les puede malcriar. Si desde niños ya dan muestras de ciertos vicios ahora universales, pues habrá que intentar reconducirlos y no aplaudirle las gracias, no vaya a ser que de matador siga en las mismas y empiece con que hay ciertos sectores en la plaza que no le entienden. De la misma manera que si hace algunas cositas de mérito, convertirle en un genio, o en este caso en una figura del toreo; que son varios los casos de novilleros que en un momento determinado agradaron al personal y con eso solo bastó para convertirles en los herederos de Mazzantini.

los novillos de Gavira, bien presentados, en un principio nos hicieron dudar, pensando que era día de figuras del G- 10 y no de una de las novilladas de feria. Tantos días seguidos, tanto toro y tanto mantazo, que al final te pierdes y no sabes ni quién torea, pero no, al final fueron tres los novilleros que se las vieron con este encierro. Los tres primeros mansearon en el caballo y se dolieron en banderillas, sin ningún complejo, flojitos y sin malicia, aunque el primero no cesaba de echar la cara arriba por el pitón izquierdo. El cuarto en cambio, mostró de principio cierta fijeza en el caballo, para luego declarar lo que era, cabeceando el peto sin parar. Se arranco pronto en la segunda vara, pero su actitud ya estaba clara. Luego siguió echando los pitones al cielo, gracias a la colaboración de Alberto Durán. El mejor de todos fue el quinto, muy bueno en los engaños, aunque en el caballo simplemente se dejó, o si queremos ser bondadosos, digamos que cumplió sin más. El sexto tardó algo más en declaran su mansedumbre, aunque al final no pudo por más que mostrarnos su condición.

De los novilleros, Alberto Durán, Gómez del Pilar y Damián Castaño, quien más decidido estuvo fue el madrileño Gómez del Pilar, quien desde el primer momento hizo su declaración de principios al irse a la puerta de toriles. No es que yo sea muy partidario de este número, donde no hay nada que ganar, pero se acepta como eso, como el querer decir “esto va en serio”. Intentó estar variado, incluyendo en el repertorio un quite por zapopinas, lopecinas en España, retirándose de un respingo cuando venía el novillo. Inicio de rodillas con la muleta, que acabó un poco embarullado. Muchos derechazos y naturales, pero siempre largando el toro hacia fuera, llevándolo enganchado en el pico, pasándoselo a lo lejos. Mucho trapazo y nada de toreo. Acabó con unas bernadinas y dos de pecho sacándoselo por la hombrera, que fue lo mejor de su actuación. Dos pinchazos y un bajonazo y punto. En el segundo volvió a portagayola, esta vez con mejor fortuna, aunque lo mejor fueron las emocionantes verónicas que siguieron a la larga de rodillas. Insistió en esa variedad con unas chicuelinas apartándose y con demasiado amaneramiento. Con la muleta empezó instrumentando unos naturales templados con la pierna retrasada, una tanda más con las mismas características, aunque en ambos casos el mejor muletazo fue el segundo de cada serie, cuando se quedaba mejor colocado y sin retrasar la pierna, intentando rematar atrás. Y como norma, los de pecho buscando la hombrera contraria. En unos casos saldrán mejor y en otros peor, pero la intención de llevarlo toreado ya es de agradecer. por el pitón derecho había menos limpieza, con enganchones, mientras abusaba del pico y de esconder la pierna contraria. Para cerrar quiso tirar del repertorio populista, que si algo podría conseguir era soliviantar a parte del personal, aunque los isidros siempre se entregan al arrimón, los invertidos y esas cosas que entienden y valoran más en otros sitios. Cerró con abaniqueo, algo ya caído en desuso, pero que sirve para mostrar al público que el novillo se ha acabado de entregar sin reservas. Y sin reservas se tiró sobre el morrillo, para pinchar feamente. Después una estocada rinconera y tendida y una oreja. Oreja que habría perdido con ese fallo con la espada, pero que ni el público ni el presidente tomaron en cuenta. ¿O es que pensaban haberle dado dos orejas? Ahora a ver si su entorno, la prensa y los taurinos le dejan tranquilo y no empiezan a tener las prisas que no harían más que perjudicar al chaval. Déjenle que se acabe de formar, y luego ya veremos.

Alberto Durán estuvo menos en novillero que su compañero, mantazos con el capote, descolocado durante la lidia, más trapazos con la muleta, fuera de cacho, sin torear y simplemente acompañando la embestida, lo que luego le costó un susto al ver como el novillo se le venía encima, recordando un vicio antiguo, el de echar la cara arriba por el pitón izquierdo. Quiso calentar la parroquia con un arrimón que no venía a cuento, pero lo mejor fue el intento de matar recibiendo, cobrando una media muy eficaz y de buena colocación. En su último novillo en la feria se complicó él solo la vida con un novillo que se le coló una y otra vez al ver el hueco que quedaba entre el engaño y el bulto, de tanto que torcía Durán la muleta. La indecisión se apoderó de él, agravada por el defecto del novillo de levantar la cabeza. Acabó de un triste golletazo.

Damián Castaño puede que esté pagando ahora aquellos triunfalismos de otra época cuando le consagraron como el rey del natural, cuando otros creían que tenía mucho que aprender y más todavía que pulir. En su primero tomó la muleta tras un espléndido par de David Adalid entrando en los terrenos del toro más pendiente de no abandonar los terrenos próximos a las tablas, que de los que andaban a su alrededor con los trapos rosas. Castaño empezó la faena echándose de rodillas para dar unos derechazos más templados que los que a veces se dan de pie. Después se perdió en la vulgaridad y defectos de la Tauromaquia 2.0, con excesiva presencia del pico y la lejanía entre toro y torero. Su manso segundo fue la continuación del primero, con retorcimientos, pico y sin tan siquiera intentar rematar los pases.

Quizás en junio, julio y agosto volvamos a ver a todos los novilleros de esta feria en un ciclo al que llamen “la Oportunidad”, “El 40 Naciones”, “Madrid busca un torero”, “Oé, oé,oé, el torero ya está aquí” o como se le ocurra al departamento de marketing de Taurodelta. Pero que tampoco se agobien, que piensen que si avanzan los planes que parece que tienen sus jefes, siempre según dicen las malas lenguas, porque no hay nada oficial, por supuesto, pues los señores marquetinianos tendrán que pensar en un futuro en “Los veranos de Tauroidelta”, incluyendo un ciclo de bandas de música, folklore finlandés, el reguetón en la Villa y Corte o la orquestina de gogos y coristas vestidas de areneros y personal de plaza, más que nada para rentabilizar los uniformes actuales; pero no se hagan ilusiones, porque estos no parece que los hayan renovado desde bastante tiempo. Bueno, habrá que esperar.

lunes, 28 de mayo de 2012

El chucuchú del tren, que oímos al pasar


Solo El Chano dejó buen sabor al aficionado, excepto cuando porta ese capote tipo ala Delta


Uno no sabe en que quieren convertir Las Ventas los señores de Taurodelta. Aparte de ese club de alterne que se ve en la lejanía deshaciéndose de todo lo que pueda oler a toros, a la fiesta de siempre y dinastías de trabajadores transmitiendo un sentir que no se estudia en los libros, ahora parece que también van a poner una estación de tren. Pero no del AVE, ni el de la Fresa, ni tan siquiera de RENFE; será la estación de las grandes oportunidades, pero ¡ojo! que este tren no espera a nadie, hay que subirse en él con decisión, precisamente la que les ha faltado a Fermín Spínola, Serafín Marín y Rubén Pinar, para empezar a salir de ese pelotón de los indiferentes en que se encuentran ahora.

El tren, marcado con el hierro de Baltasar Ibán, tenía vagones de primera, de cómodas y repetidas embestidas, con un magnífico servicio de cafetería, donde se ofrecían fincas a tutiplén, servidas con hielo triturado, unas cucharaditas de azúcar y el ligero picante ce un grano de pimienta. Así han sido el 2º, 3º y 4º, uno por pasajero, para que ninguno pudiera reclamar ningún agravio comparativo, llevando el mismo tipo de billete. El segundo, que en la primera vara fue al relance, empujó bien en el caballo y recibió su buen castigo, especialmente en el primer encuentro. Se dolió en banderillas, pero quedó con un dulce sabor en la muleta, aunque no empalagoso. A medida que fueron pasando los trapazos, y por no ir removiendo el azúcar del fondo con mando y dominio, el de Ibán empezó a achuchar a su barman, que poco a poco veía como le rebosaba la casta de su oponente. El tercero se arrancó con alegría al caballo, luego empujó de lado y acabó marchándose suelto, como en la segunda vara, donde se limitó a cabecear el peto. En el último tercio siguió arrancándose de lejos, lo que le daba un sabor fresco y revitalizador al cóctel; con un buen pitón derecho, pero que no fue aprovechado por Rubén Pinar, quien desparramó todo sobre la mesa en una curva del itinerario, por aplicar un mal torero, ventajista y en el que el toro nunca se sintió sometido. El cuarto cabeceó en el peto primero, para después arrancarse con alegría, aunque con poca fuerza. Se dolió mucho al mezclarlo con dos buenos pares de banderillas de El Chano, pero otra zona de curvas hizo que Spínola derramara la casta y nobleza por el suelo. El Ibán on the Rocks que pedía que le torearan de verdad, con mando y bajando la mano y se encontró con un cursillo rápido de banderazos y pases sin poder.

En los vagones de segunda no se crean que los asientos eran de listones de madera que se clavaban a lo largo de todo el espinazo. El primero estaba pegadito a los coches de primera y casi contaba con los mismos servicios y comodidad que estos. Muy parado de salida, escarbando y cruzándose por el pitón derecho, empujó con fijeza en el caballo, soportando el castigo que estaba recibiendo. Tras el marronazo en el segundo encuentro, se limito a estar allí debajo, sin codicia ninguna, doliéndose y sin entregarse en banderillas, aunque si dejaba ver el dulce sabor de su pitón izquierdo, aunque había que aprovechar los primeros tragos por ahí, antes de que la falta de fuerzas hiciera aflorar un  sabor insípido, para quedarse completamente parado. El quinto pudo parecer que un tanto esaborío en los primeros achuchones en el capote, pero luego se le vio su alegría para ir al caballo, empujando con fijeza, aunque se le tapara la salida. Luego en la segunda vara ni el del caballo picó, ni el toro empujó. En la faena de muleta quizás el catador no supo saborear lo que llevaba dentro y en lugar de tomarlo a la temperatura adecuada, con sorbitos cortos, lo mezcló con gaseosa y se lo pretendió embuchar de un trago. El que cerraba el festejo fue más desabrido y áspero, con ese sabor amargo de los toros que mansean y que piden una lidia firme y eficaz. Ya apretó en los primeros lances con el capote, desarmando a Rubén Pinar. En el caballo ya estaba parado, cabeceando aún más en el segundo encuentro, mientras se le tapaba la salida, que en el primero, escarbando y tardeando. Se dolió muchísimo en banderillas, para acabar esperando a ver que decidía su matador, que no acababa de tener claro como se tomaba aquella mezcla con fuerte sabor a licorazo de quemar.

A lo largo del viaje el tren cesó en su chucuchú efectuando varias paradas. En la primera a Fermín Spínola se le esperaba con cierta ilusión, a ver si repetía lo hecho en la última corrida de la temporada anterior, pero quizás se dejó obnubilar por ver la estación hasta los topes de gente, que se limitó en su primero a dar derechazos sin temple, desde la pala del pitón, dejando que el toro le tropezara la tela. Con lo bien que le había ido en los primeros y suaves pases de tanteo con los que se lo sacó un poco más allá del tercio. Gastó las pocas embestidas que tenía en el pitón derecho, ignorando que el más potable era el contrario. Demasiado encimista, se pasó el toro muy lejos, estirando demasiado el brazo. Al menos acabó con una estocada hasta los gavilanes, yendo muy derechito y haciendo rodar al toro en segundos. Ahí casi pierde el tren, al que se subió como pudo, sin poder ocupar de nuevo su cómodo asiento, quizás en el otro, pero en ese otro empezó embrollado al final de las primeras tandas y otra vez por el pitón derecho. Brazo largo y banderazos, abuso de pico y carreras para recuperar su sitio, citando siempre desde muy fuera. Un bajonazo descarado fue el triste final de una de las pocas esperanzas que algunos teníamos en esta feria.

Serafín Marín, el solitario del Parlament, no acaba de remontar el vuelo. Ya a la verónica en el segundo, exhibió una serie de mantazos a la verónica, con pasito atrás incluido en algunas de ellas. En su inicio de faena continuó con más trapazos por ambos pitones, para seguir por trallazos con el pico, basto, acabando el pase con banderazos, estirándose mucho, pero sin mando, ni poder. El toro venía en los coches de primera, pero tan mal se le hicieron las cosas, que empezó a venírsele arriba y a decir aquí estoy yo. La misma canción al natural y unas manoletinas zarrapastrosas para acabar. y si en los vagones de primera se dedicó poner los pies en la tapicería, a tirar papeles al suelo y a apagar los cigarrillos en la moqueta, con el quinto la cosa se complicaría. Ya empezó apretando al entrar al capote. Con la muleta se limitó a ese toreo moderno con los vicios ya conocidos y tantas veces repetidos, muy encimista y teniendo que colocarse a cada momento pegando una carrerita. Acabó con un medio mitin con la espada, no echando la muleta al suelo y un definitivo bajonazo vergonzante.

Rubén Pinar, la joven esperanza de Tobarra a la que hay que soportar año tras año, sí o sí, corrió suerte parecida a sus compañeros de viaje, pero según el estilo propio del albaceteño, ese del toreo vulgar y más apto para otras plazas que para la de Madrid, aunque esto ya ha cambiado mucho. A su primero tuvo la generosidad de darle distancia, aunque ese rasgo de torería se desbarataba en cuanto se apartaba y metía el pico de la muleta, para acabar los pases desairadamente y por alto. Cambio al izquierdo y más de lo mismo y lo que podía haber sido algo importante, acabó convirtiéndose en un “a ver como me quito esto de encima”. Conclusión: el Ibán se le fue sin torear, pero muy trapaceado. En el sexto, que era más complicado, tras tener que tomar el olivo en los primeros capotazos, ya decidió que aquel viaje no era para él, que bastante tenía con el cercanías de su pueblo a Albacete y vuelta. Con la muleta se limitó a dar vueltas a ver por dónde le metía mano a aquello, sin ocurrírsele por un momento intentar lidiarle con la muleta para ver si le ablandaba un poco el corazón y ese carácter de manso con casta.

Y así se nos fue la tarde viendo pasar el tren haciendo chucuchú y como, al querer volver a subir los tres espadas, el revisor les frenó y les echó de los vagones de primera de segunda y de cualquier compartimento del tren en el que se pudieran acurrucar. Y allí se quedaron los tres, sin poderse subir de nuevo para seguir ruta y, lo que es peor, sin saber si volverá a pasar otro o no, aunque seguro, seguro, que no será ni tan cómodo, ni tan lujoso como el de Baltasar Ibán Railways.

sábado, 26 de mayo de 2012

El futuro es la huelga


¿Habrá que ir a ver los toros a los museos de ciencias?


Novillada de feria con toros de Fuente Ymbro, remendados con dos de Navalrosal y un sobrero de Espartaco, para Sergio Flores, Javier Jiménez y Fernando Adrián. Muy probablemente estos nombres corresponderán a algunas de las más destacadas promesas de la novillería del momento. Pues estamos arreglados. Quizás ellos y sus mentores, más sus seguidores, familia y paisanaje no pensarán lo mismo, pero repito, estamos arreglados. Todos estos habrán salido felices con la actuación que más directamente les toca y seguro que no habrán hecho oídos sordos a la convocatoria de huelga del personal de plaza, para varios días de aquí al final de la feria.

pensarán que qué tienen que ver el cu… con las témporas, pues tiene que ver y paso a darles mi versión de todo esto. Hasta el momento, en muchos casos, este personal está unido a la Plaza de Madrid desde tiempos de sus padres, abuelos o tíos, desde la plaza de la Carretera de Aragón. Lo mismo areneros, que monosabios, porteros, mulilleros, chulo de banderillas, de toriles, corraleros y tantos otros que hacen posible que se celebre una corrida de toros sin que tengamos que preocuparnos de nada más. Seguro que dependiendo a quien se escuche, tendremos una versión distinta. ¡Qué barbaridad! En los tiempos que estamos y estos querrán más dinero, trabajar menos o vaya usted a saber. Seguro que hay quien lo piense y además nos fastidiarán los toros de esos días. Conociendo como conocemos a la empresa Taurodelta ¿ustedes creen que la huelga es para pedir dinero o para conservar privilegios? Conociendo como conocemos a la empresa Taurodelta ¿No creen que detrás de todo este jaleo los empleados de la plaza saben o adivinan movimientos extraños que primero irán directamente contra ellos, después contra el aficionado más fiel y por último contra la Fiesta de los Toros? Y además, después del último pliego, no creo que podamos tener esperanzas en que la CAM y su presidenta doña Esperanza Aguirre vayan a mover un dedo por el mundo del toro. Eso sí, se llenarán la boca con lo del Bien de Interés Cultural y por detrás apuntillarán a una fiesta viva y llena de emociones, para convertirla en un sainete “Tipical Spanish” para los turistas. Primero cambiaron al personal taurino por otro, para los días de concierto. Claro, es mucho mejor tener de porteros y acomodadores a jóvenes modernos con pinta de poligoneros y a espléndidas veinteañeras de cacha lustrosa, que a los señores que te cortan la entrada ahora o que te dicen cual es tu sitio. Pero claro, ¿por qué no dejamos a estos pimpollos también para los días de toros? Y además, también podríamos renovar el parque de los demás empleados, el equipo humano que dicen los emprendedores. Cuéntenme para que queremos areneros. Firmamos con una contrata y que nos manden becarios o voluntarios, que además en un momento determinado pueden hacer de ”boys”y “gogos” en los tiempos muertos de los espectáculos. ¿Y los de las almohadillas? Fuera también. Se encargarán risueños jóvenes que te ofrecerán el cojín como la solución anatómica para disfrutar cómodamente del espectáculo. O los mulilleros, se contratab unos chavales con quads y o se llevan al toro o te dan un sesión de suido, polvo y batacazos. Lo siento por los monosabios y mozos de cuadra, porque como la suerte de varas va a ser de lo primero que desaparezca, pues directamente se quedan en sus casas, aunque estos ya vayan por una contrata aparte y no por Taurodelta, pero que al final seguro que correrían la misma suerte; los trabajos indirectos que dicen en las noticias.

Y después de todo esto, ¿para qué mantener la temporada de Madrid? Si lo interesante son las ferias, porque a los abonados se les obliga a comprar cualquier porquería, y así solo se trabaja dos veces al año, en mayo se repiten los bodrios del año pasado y en otoño los que no interesan a nadie. ¿Y la temporada? A la temporada ya le pueden ir dando mucho por ahí. En verano montarán conciertos sin tener que montar y desmontar escenarios, pondrán terrazas Vips en las terrazas exteriores de la plaza, restaurantes en las salas ya abiertas y quien nos dice que no pondrán una guardería con piscina de bolas y todo, en las cuadras de caballos y en el desolladero. Y andando el tiempo, esto será una verbena para turistas y emprendedores que se quieran lucir, pero que aplaudirán encantados todo lo que pase en el ruedo, entre otras cosas, porque no les importa. ¿Entienden ahora porque molesta tanto el aficionado crítico y protestón.

Pues ese aficionado protestón ve que en el ruedo no se plantea ninguna solución al futuro de la Fiesta y que además sienten el aliento de la avaricia e inmoralidad de los que rigen todo esto. Después de esta parrafada, espero que entiendan que hoy no me extienda demasiado con lo que ha pasado en la novillada. Los de Fuente Ymbro han flojeado bastante en los caballos, no se les ha picado prácticamente, aunque luego en la muleta se han venido arriba, siguiendo el modelo Tauromaquia 2.0, aunque con un escasito puntito de casta, que les ha hecho complicados para los verdes novilleros, que ignoran que es eso de mandar y poder al toro. De ahí las coladas, el que los novillos se acostaran por un pitón para acabar cruzándose peligrosamente sin que nadie pusiese remedio a eso. Mansearon buscando las tablas y hasta los toriles para ir a morir y campearon a sus anchas sin que nadie les dijera que aquí, así y por aquí. Faltaría más. Y lo que son las cosas, los de Navalrosal y Espartaco tuvieron un comportamiento casi calcado; curioso ¿no? Viva la variedad de encastes.

Sergio Flores fue el único que en unos naturales abrió el cofre de la esperanza, llevando al toro metido en la muleta y mandándole a base de bajar la mano, pero poco dura la dicha en casa del pobre. Luego vinieron las carreras, el pico, los estiramientos, el no rematar los pases y esa larga letanía de defectos modernos de todos los días. Javier Jiménez, con complejo de guardiamarina, se hinchó a pegar banderazos, si bien es verdad que en una tanda de derechazos, aunque muy toscos, pudieron con el novillo, pero rápido volvimos a las andadas, a las carreras, los retorcimientos, pico… Fernando Adrián demostró dos cosas, que sabe poner posturas muy galanas y artificiales y que cuan do se arranca el toro es capaz de pegar un respingo y echar a correr para salir de allí. Muy moderno, casi pasado de moderno, digno discípulo de la escuela de El Juli. Esto resume una novillada en la que mucha gente estaba más pendiente de el por qué de esa huelga y el dónde quieren colocar la fiesta Taurodelta, doña Esperanza Aguirre, el Partido Popular que prometió ayudar a la fiesta y de momento solo lo hace de palabra y permanece con los brazos cruzados, el PSOE, que teme que por apoyar mínimamente a la Fiesta alguien les acuse de no ser progresistas y que esto les haga perder más votos todavía, IU, que le importa un pito esto de los toros, porque ellos son muy del futuro y así, entre todos la mataron y ella sola se murió. Y seguiremos escuchando esas bobadas de que esto es muy español, es una tradición de siglos, que es arte y cultura y que además nunca va a desaparecer. Pues esperemos que todo esto no haya que ponerlo en pasado y decir que era una tradición, propio de la península ibérica y demás. Al final… el futuro de los toros igual está en dos o tres plazas de Francia, pero que tampoco se anime mucho el personal, que si algo puede empeorar, llegará Taurodelta y lo empeorará.

viernes, 25 de mayo de 2012

Como apiolar mascotas


Manolo Martínez, un torero mexicano que sí sabía lo que se hacía

Esto está tomando un rumbo tan extraño, tan impredecible, que a priori es complicado atisbar donde está la meta; por no saber, no se sabe si hay meta o no. Algunos dicen que al final hay un precipicio, otros que cuanto peor, mejor, pero lo que sí es cierto es que uno cada día se acuerda más de aquello de “ver para creer”. En la corrida de los Cuvillitos escuché como una señora pedía que no se le picara más al torillo, que pobrecito; mientras jaleaba todo lo que hacían los de las medias rosas, como si estuviera viendo a su niño y sus amigos del colegio jugando en el patio con un perrito al que mareaban. En cualquier momento esperaba que la señora les regañara a los toreros y les dijera que ya valía con jugar con el toro.

Visto así, como si estos traviesillos estuvieran molestando al perro de la vecina, esto de los toros se parece ya más a una travesura de niños; los que meten la mano en la pecera, los mismos que molestan a un gato, le dan chocolate al hamster, sueltan al canario por la habitación, o le dan vodka al conejito blanco de la abuela. La corrida de toros es simplemente como fastidiar a una mascota. Una mascota dulce, bonachona y de peluche.

Algo así han son estos animales de Cuvillo que tanto se seleccionan; aunque que no se me malinterprete, que no es que sean minuciosos en la tienta, que no lo parece, sino que para juntar seis hay que ver la intemerata, para luego echar al ruedo una cosa indecente que quieren que pase como toro de lidia. ¡Qué bromista es este chico! Ya sabemos que hoy los toros no se pican, ese es un mal muy extendido, ya sabemos que cuando aparecen las figuritas, la tónica es hacer que se aprieta, pero sin apretar, pero estos rebasan el límite de largo. El primero, que fue el que más lámina de toro lucía, más por la cara que por la caja, recibió un puyacín de lado y trasero y otro ni señalado. Molesto con las banderillas, muy flojito, iba y venía mientras se esperaba que se fuera al suelo en cualquier momento. El segundo no se aguantó en pie y fue sustituido por uno de Carmen Segovia al que nadie logró fijar en los capotes, se quiso quitar el palo, primero fue al relance y luego lo metieron casi debajo del peto, al que corneó sin compasión. Esperando en banderillas, doliéndose de estas, entraba a la muleta como un mulo, sin humillar y sin codicia. El tercero, con pinta de ciervo, inmediatamente se refugió en tablas; dos picotazos y a dejar pasar el tiempo bajo el peto. En la muleta incluso llegó a molestar a su matador. El manso cuarto apretó un poco al salir, aunque más por la falta de pericia del matador, que por su mala condición. Picotazo trasero del que escapa y vuelve de nuevo, cabeceando, y un arañazo trasero como segunda vara; en el último tercio se hartó de ir y venir, permitiendo que el matador diera un curso completo de vulgaridad, llegando el público a aplaudir a este manso en el arrastre; quizás por ser la mascota que querrían tener en su casa para ponérselo sobre las piernas mientras ve la tele. Al quinto ni se le regañó en el caballo, a lo que respondió dando cabezaditas al peto. Siempre amenazando con echarse, al final aguantó en pie hasta que recibió un pinchazo trasero. El sexto, una sardina abecerrada fue devuelto y suplido por otro de Salvador Domecq. Mal lidiado o mejor dicho, nada lidiado, empujó en el caballo con la cara alta y cabeceando. Aunque manso, al final se vino arriba en la muleta y le complicó las cosas a Diego Silveti, entre coladas y desarmes.

Los matadores estuvieron a la altura de las circunstancias, o sea vulgares, superficiales y sin dar un solo pase bueno de verdad, tanto con el capote como con la muleta. Monsieur Castelá se mantuvo en esa burbuja místico artística en que vive, ajeno a todo lo que pasa a su alrededor. Él llega, se pone delante de este ganado infame y se pone a pegar pases echándose para atrás con el capote, escondiendo la pierna con la muleta, sin templar, a base de trallazos y sin idea de confeccionar una faena con algo de lógica. Pases y pases sin orden ni concierto, siempre sin rematar, estirando el brazo, lejos del toro y por supuesto siempre con el pico de la muleta. Descolocado durante toda la lidia y permitiendo que el ruedo sea un mercado persa en el que se echan el toro de unos a otros, sin preocuparse de fijarlo o de colocarlo en el caballo. Pero él a lo suyo, unas chicuelinas apartándose siempre o un bajonazo tras el cual se adorna como si hubiera matado como Mazzantini. En su segundo se hartó de pegar pases. Empezó citando de lejos y pegando banderazos ante las embestidas del Cuvillito. Pases sin rematar, retirando la muleta de golpe, los pases por detrás, derechazos y naturales citando muy fuera de cacho, mucha carrera, arrimón final, vulgar, aburrido, hasta oír el primer aviso antes de entrar a matar. Un bajonazo y una entera trasera, lo que no desanimó al público a pedir la oreja. Un vecino de localidad afirmaba incluso que era la mejor faena de la feria ¡Vágame Dios! Y volvieron a ovacionar, esta vez calurosamente, a un manso.

Daniel Luque no sé si debería hacerse banderillero o sacárse una carrera con futuro, una de esas de CCC, para que no tenga que salir de casa, no vaya a ser que se encuentre con alguien que le anime a volver a torear. Solo unas verónicas aseadas, lo demás toreo moderno en toda su plenitud incurriendo en todos sus males imaginables, sin hacer caso al toro y retorcido; arrimones, pico, lejanías y esa larga retahíla tan repetida. Hasta hizo eso de matar con el descabello y no con la espada. Un primor.

El confirmante, otro más, Diego Silveti, se puede aplicar el cuento de los demás, aunque aún cabe la esperanza de que mejore. Parece difícil, pero no imposible, bastaría con que aprendiera a dominar a los toros y que no se le subieran a las barbas al tercer muletazo. Lo de la variedad con el capote está muy bien, pero haciendo las suertes como se debe, no al aliguí. Otra tarde más en la que muchos aficionados se plantean muchas cosas sobre esto de las corridas de toros. Quizás la primera debería ser la segregación de la fiesta de siempre de este espectáculo vacío de contenido y sin sentido. Apartarnos de todo lo que se parezca a esos torillos que podrían alimentarse con Catshaw, de esos toreritos de pitiminí, tan ignorantes como inoperantes, necios y soberbios, y por supuesto de esos ganaderos a los que les vale todo y que sacan pecho cuando una masa ignorante les aclama mientras se hinchan a pipas y cubatas.

jueves, 24 de mayo de 2012

¿De Cruz Roja y oro o de fraude y azabache?


Toros en el campo (Obra de Luis López. Tercio de Pinceles)

Uno ya no sabe si le están birlando la cartera, si le están tomando el pelo, si no dan más de sí, si son unos míseros arrastrados o si un poco de todo. A lo visto en la tarde de los Juan Pedros, ¿qué hacemos? Podemos guardar silencio y al acabr cada toro callarnos o hacer ¡Uuuuuuuuuh! Y nos vamos a casa y a quién nos pregunte que qué tal en los toros, le podemos decir bajito al oído: no ha sido una tarde óptima, ni está dentro de los parámetros de lo deseable, según el paradigma de la corrida de toros enunciado por Heideger. Y nos vamos a casa, cerramos la puerta y nos ponemos a cag… en todo lo que flota; En el Titanic no, por supuesto. No me negarán que no es una actitud cuanto menos, cívica aunque también un tanto cínica.

Pero no todos tenemos el temple a prueba de bombas, porque claro si uno va oyendo y leyendo que logran completar una corrida a duras penas, lo que menos puede esperar es una gran corrida de toros. Ya te hueles que te la están liando para que no haya tres toros de otra ganadería y para que así no se pueda devolver la entrada en taquilla. Y que curioso, todos estos fastos de la Tauromaquia 2.0 se producen justo el día en que nos visitan las figuras, en este caso los dos pilotos estrella de la escudería de Curro Vázquez. O sea, que me vais a pegar el timo del siglo, trayendo una corrida impresentable y con unos torerillos con los que no se puede ir ni a la puerta de casa. El año anterior medio nos engaño la casa madre de esta franquicia de la desvergüenza que es lo de Juan Pedro, pero este ya no han podido y han acabando sucumbiendo a lo que realmente son, una basura con aspecto de toro, siendo muy benévolo. Una corrida en la que la mayor preocupación era la de auxiliarles para que se derrumbaran sobre la arena, que no podían dar un paso, fofos, blandos, mansos, descastados, feos y muy anovillados. Habrá quien me explique lo del trapío y lo de no sacarles de tipo, pero hombre, visto lo visto, les podían sacar un poquito, a ver si al menos aparentan ser toros. Que no se preocupen, porque es complicado que puedan parecer elefantes, como dicen algunos. Igual que es complicado que los de luces puedan parecer toreros.

En esta ocasión no quiero separar el comportamiento de los toros, y que estos me perdonen por tratarles igual que a esos seres de Juan Pedro, junto con la evolución de los que salieron con medias rosas al ruedo, para que no se pueda aislar el fracaso y la responsabilidad compartida de unos y otros. Encabezaba el cartel Morante de la Puebla, el máximo exponente del arte taurino, ese al que comparan con Curro Romero. ¿Cómo se puede ser tan ignorante y desinformado para afirmar semejante cosa? No insultemos a uno de los más grandes de la historia. Un señor que lo más que ha dado en Madrid son unas verónicas; casi perfectas, pero ya está, el Faraón las daba perfectas con una sublime imperfección. Y la gente tan tranquila con el petardo del de la Puebla, como es artista. Un aprovechado y un desahogado es lo que es, una bailarina sin afición, que pone poses y caras como si estuviera haciendo algo.

A su primer bichito, muy justo de trapío, lo recibió a la verónica, echando el paso atrás. Sería para que pasase la “tremenda” arboladura que lucía. No se fijó al toro, que andaba a su aire por el ruedo. Se puso a duras penas delante del caballo, donde al final recibió un puyazo trasero y sin apretar. En la segunda vara solo se puede hablar de un raspalijón. Se dolió en banderillas y para cerrárselo al maestro, los peones lo estrellaron contra un burladero. Derechazos al hilo del pitón, trapaceo por la cara al moribundo que ya aguantó demasiado para lo que se esperaba. Seis pinchazos y una estocada trasera. Una filfa, pero como es un artista, hay que aguantárselo. A su segundo, que ya salió parado y oliendo la arena, costó sacarle de toriles y cuando tomó los capotes lo hizo echando las manos por delante. En el primer puyazo se quedó dormido bajo el peto y en el segundo hizo intento de empujar, pero si no hay fuerzas, no hay suerte que valga; a mantenerlo en pie y que no se caiga. Dos pases mayestáticos y ridículos al animalejo que tenía delante, lo que no era óbice para que el sevillano no se confiara. Mantazos pseudoartísticos al hilo del pitón, con el pico  y la pierna escondida. A la hora de entrar a matar el novillo no podía ni levantar la cabeza, demasiado humillado.

La figura estelar que suplía la ausencia de Cayetano fue Alejandro Talavante, aquella esperanza que se pensaba que podía descabalgar a José Tomás, se ha quedado a vivir en el reino de la vulgaridad. Recibió a la primera cabra con mantazos sin convencimiento. El Juan Pedro fue al caballo al relance, sin que poder ni apretar el palo en la primera vara y en la segunda casi ni se le señaló. Y si lo s arañazos los consideramos un puyazo, pues entonces recibió dos varas, pero teniendo muy en cuenta esta premisa. Recogió al moribundo con unos estatuarios, para seguir con naturales y derechazos todos llevando al animal con el pico, citando al hilo del pitón y con bellos desplantes cuando el toro se despanzurraba en la arena. Muy encimista, como si quisiera transmitir algo de emoción, lo cuál no fue posible. Un pinchazo y un bajonazo, tirando la muleta en los dos encuentros. A su segundo, con un lamentable trote cochinero ya de salida, apenas le enseñó el capote. El animal en el peto cabeceó, mientras el de arriba no picaba, solo mantenía el palo, trasero, por supuesto. Si seguimos el criterio del arañado, también recibió una segunda vara, que no fue más que un picotazo. Al mansito, que se dolió de los palos, lo sacó Talavante hacia fuera con trapazos desangelados, para seguir con el pico, sin entregarse y queriendo convencer al respetable de aquella farsa era algo importante, mientras el moribundo bastante hacía con aguantar en pie. varios intentos con la espada, con una media atravesada, una entera y cuatro pinchazos.

Juan Pablo Sánchez venía a confirmar la alternativa aprovechando ese puente aéreo México- Madrid, Madrid- México. Y uno no está en contra de este intercambio de coletudos, pero tanto para allá, como para acá, se debería exigir un mínimo de cualidades para que merezca la pena el viaje. Y si no, que confirme en agosto. En su primero, un novillo feo y encorvado que corneó el peto mientras le acariciaban el lomo y que en el segundo encuentro solo le señalaron la caricia, no hizo más que bajarle mínimamente la mano, cuando se le vino al suelo. Juan Pablo no oreaba, agitaba la tela echando el toro hacia fuera. Pico, carreritas, soso en consonancia con su oponente y demostrando ser fiel seguidor de las figuras. Estocada muy derechito y en buen sitio, que hizo que el toro rodara inmediatamente. Al segundo no fue capaz de ponerlo en el caballo y decidió dejarlo para que el picador fuera a buscarle. Aunque se podían haber evitado tanto esfuerzo si solo le iban a dar un rasponazo trasero y un picotazo. Con la muleta muy torcida y toreando hacia fuera, igual por la derecha que por la izquierda, alternó el pico con más carreritas que delataban su falta de mando y mala colocación. Acabó metido entre los pitones, aburriendo al personal, vulgar y empeñado en querer dar pases a un mueble.

Gran tarde toros y toreros, pero grande, en que a unos les faltaba llevar la bata blanca y las vendas y a los otros el lucir un SOS en el lomo, a ver si alguien se apiada de ellos y les invita comer una buena fabada. Pero no pasa nada, todo va bien, estupendo y podemos estar orgullosos del estado de esta fiesta, una fiesta que podría desaparecer mañana mismo. y si hubiera referéndum yo votaría que sí, porque creo que siempre hay que votar contra los antitaurinos y estos, los taurinos, son los más eficaces y destructores enemigos con los que tiene que luchar la fiesta de los toros.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Clases de teoría taurina para intransigentes


Si los descendientes de Gaona pidieran derechos de autor...

A menudo se dice que si el público de Madrid es tal o cual cosa, que es difícil decir como es en realidad; pero sí que tiene buenos conocedores que saben de sus necesidades y su condición, especialmente a aquellos a los que esta plaza encumbró y puso en circulación en el orbe taurino. Y si no, solo hay que ver a dos de las figuras del G-10, que preocupados por lo que había en los tendidos, no se enteraron de lo que tenían delante. Es que no se puede estar a todo, si te entretienes en charletas, no te centras en el toro, y si te centras en el toro, ¿para qué hacen falta las charletas?

Se anunciaban los Núñez de Alcurrucén, quizás de los mejores de la Tauromaquia 2.0, esa en que el toro saca los colores a sus criadores, pero que son aplaudidos en el arrastre por las cabezas sin memoria. Es un toro que hasta casi podría valer para la tauromaquia de siempre. Si serán buenos, que las figuras los siguen pidiendo, aunque les acaben dejando en ridículo y con el pandero al aire. La tónica general fue que mansearan en el caballo, pareciendo incluso que en cualquier momento iban a expirar junto al peto, pero después de las banderillas revivían comos los bebés con una cucharadita de jarabe y no tenían ojos nada más que para la muleta.

Al primero hasta se le intentó hacer la lidia como manda la ley del toreo; se le colocó en el caballo, yendo una primera vez pronto, aunque al notar el palo buscó el estribo izquierdo del caballo; En la segunda tardeó y hubo que ponerle de nuevo antes de que se arrancara y cuando lo hizo y notó el palo en sus lomos cantó la gallina. Parado en banderillas, doliéndose de los palos, pero cómo buscaba la muleta; ni el bálsamo de Fierabrás. Iba y venía detrás del pico de la muleta de él Cid, que no supo agradecerle la resurrección de otra forma que con un bajonazo que podría acarrearle cárcel. El segundo arrastraba las patas ostensiblemente, se fue al caballo al relance para recibir un puyazo trasero, saliéndose como alma que lleva el diablo, aunque acto seguido volvió contra el peto, para liarse a pegarle cabezazos. Unas cucharaditas de bálsamo y a embestir detrás de los picos, sorprendiendo en más de una ocasión al matador con sus alegres arrancadas. El anovilladito tercero fue suelto al caballo a por una vara en medio del lomo, solo señalada. Un picotacito trasero y cambio de tercio. Será mentiroso el de Alcurrucén, que hizo pensar que se moría y lo que le hacía falta era un puyazo más, pues las dos caricias le dejaron muy entero, lo que unido al poder hipnótico y revitalizador que produce la muleta en estos toros, hizo que al matador se le complicara un poco más de lo previsto el trasteo. El cuarto fue por su cuenta al caballo, ya que nadie le sujetaba, pues él solito se lidiaría. Ahora entro aquí y empujo de lado, ahora me voy, vuelvo una segunda vez y como no me pinchan ni para un análisis, me vuelvo a marchar suelto. Y a esperar el último tercio; ¿A qué no adivinan que pasó? ¡Bingo! Es la hora de embestir y seguir el trapito sin parar. El quinto, al que no se picó, escapó de los caballos, aguanto dos quites, tardeó en banderillas, pero nada más que para guardar energías para el tercio final. Lo que no quiere decir que el encargado de su lidia y muerte supiera valorar el esfuerzo del animal para llegar a este momento en las mejores condiciones. El último de nuevo a su aire por el ruedo, se encuentra al picador y lo derriba del caballo, y eso que al notar el palo ya estaba pensando en la huída. Segunda vara testimonial, que deja al Núñez sin picar. Se duele al ser pareado y para la muleta se queda un poco crudo, le faltaba un vuelta y vuelta más, pero Fandiño no aprendió en testa ajena y tuvo que aguantar la bronca embestida y la codicia del toro.

La terna actuante es o ha sido en algún momento torero de Madrid, pero ya se sabe, no hay peor cuña que la de la propia madera. Primero les mimas y cuando se ven mayorcitos se te revuelven. Cría cuervos y tendrás muchos más. O ¿por qué no? también puede ser que algunos señores de Madrid se hayan quedado anclados en el pasado y no han sabido evolucionar al ritmo de los tiempos y carecen del entendimiento necesario para saber saborear esta Tauromaquia 2.0. El Cid incluso nos obsequió con unas medio aceptables verónicas, pero donde se vació fue con la muleta. Todo un recital de toreo con el pico de la muleta, acelerado, repitiendo el mismo show varias veces, tanto con la derecha como al natural, tomando todas las ventajas para si y mostrando toda la vulgaridad que le mana de dentro. Un bajonazo insultante, el de la cárcel de antes. Pero para limpiar su imagen le sacudió otro más, aunque este no llevaba cárcel, solo era para presentarse todas las semanas en la comisaría. En su segundo tuvo un comienzo aseadito, pero la pierna retrasada y el pico lo enfangaron todo de nuevo, pases sin rematar, vueltas y más vueltas como si fuera el Giraldillo, más pico aún al natural, hasta llegar al punto en que ya no sabía por dónde seguir; tanto esfuerzo para que nadie se enterara de lo buen torero que es. Afortunadamente él se ofreció por televisión a darnos unas clases de teoría taurina. Ya le tomaremos la palabra.

Miguel Ángel Perera hizo el esfuerzo de enfrentarse cara a cara con esta panda de intransigentes que pueblan los tendidos, gradas y andanadas de la plaza de Madrid. Yo añadiría que además, también es desagradecido, porque no valoraron el quite eterno por chicuelinas al primero, ni el que aunque su primero le sorprendiera varias veces viendo la tele, acababa poniendo la muleta para que pasara por allí. Pero creo que estos intransigentes le reconocieron el mérito de ser uno de los geses más ventajista de todos. Y ese no es un mérito menor, que ahí hay mucho aprovechado. Y puestos a ponerle medallas, también se gana la del más pesado del orbe taurino. Vulgarote, no supo apreciar las repetidas embestidas del toro, que iba a todo trapo que le pusieran por delante. Bajonazo y a otra cosa. En el quinto Perera se calentó, vaya si se calentó; hasta entró en competencia con Fandiño al responderle con uno de frente por detrás, previa colocación del capote a modo, para acabar haciéndonos pensar lo guapo que estaba quietecito a pie de burladero. El original comienzo de faena pasándose el toro por detrás, por delante y por detrás y… con el añadido de quitarse como pudo del viaje del toro. Igual no sabe como hacerlo con la muleta en la mano. Luego un curso rápido de toreo de talanquera, con invertidos incluidos, metido entre los pitones, cosa que siempre es muy eficaz si antes no se ha estado a la altura, para acabar con un pinchazo y un solemne bajonazo.

Es posible que en algún momento Iván Fandiño se pensara “¿qué hago yo aquí?”. O eso es lo que creeríamos algunos y él simplemente tenía la creencia de ya estar en la órbita de los elegidos, de las máximas figuras del momento, los que tienen derechos e imagen. Se mostró demasiado perfilero en líneas generales, aunque no quita que intermitentemente diera algún buen muletazo, pero pocos y de forma aislada. Tirando del toro con el pico de la muleta y acabando los pases delante de él. Menos de perfil al natural, consiguió instrumentar al menos uno con calidad, bernadinas aturulladas y sin limpieza, pinchazo y entera tirándose encima del morrillo, que quedó trasera e hizo que el toro tardara en doblar. en el sexto no pudo con el toro ya de salida, permitiendo que esta campara a su antojo por el ruedo. Se equivocó al pedir el cambio en el caballo y luego tuvo que tragar con las violentas y repetidas embestidas del de Alcurrucén. Enganchones, carreras para recuperar el sitio, mientras el toro iba tomando el mando de la situación. Evidentemente, no pudo con él, más bien al contrario. Estocada muy trasera y para casa. Seguro que los tres soñarán con los toros y sus inagotables embestidas y pensarán que aunque este hierro es de los que gustan a las figuritas, tienen su guasa y no siempre son tan… bobonas como otros que campan por ahí.

martes, 22 de mayo de 2012

¡Cuidado! ¡Cuidado! un novillo bravo


Vaya torito, ¡ay! torito bravo, lleva botines...

Con lo felices y tranquilos que estábamos, con esa tranquilidad que nos inundaba, a lo más que nos arriesgábamos era a que un torete achuchara un poco a un torero. Nosotros llegábamos a nuestro sitio, empezábamos a charlar con los compañeros de andanada y así hasta que desinflábamos la almohadilla en el último de la tarde. Pero en la tarde más larga de lo que llevamos, fue precisamente en el último cuando salto la liebre.

Se anunciaban toros de Bañuelos, de los que se echaron dos para atrás, y pudieron haber sido más, si no es por eso de no tener que devolver el dinero de las entradas. Luego en el ruedo se devolvieron otros dos más, convirtiendo la corrida en una feria de muestras del ganado. El primero, del hierro titular, se cruzaba por el pitón derecho. En el caballo cabeceó el peto de principio, empujando de lado, para después sucumbir y dejarse sin más. En la segunda vara, ya con la boca abierta, se volvió a dejar, para después salirse suelto. Avanzando la lidia también empezó a cortar por el pitón izquierdo, defectos que no se le corrigieron, y mucho menos con los banderazos de Zotoluco. Salió otro Bañuelos en segundo lugar, que fue devuelto en banderillas cuan do el señor presidente se dio cuenta de que no iba a colar. En su lugar un veragüeño de Aurelio Hernando que salio olisqueando, muy rebrincado y defendiéndose. Un primer puyazo yendo suelto, derribando al piquero y buscando refugio en terrenos del 1. En la siguiente vara evidenció su mansedumbre corneando el peto y empujando más con genio que otra cosa. Peligroso esperando en banderillas y sin querer nada con la muleta. Recortando por el derecho, violento y derrotando continuamente, medio admitía un primer pase, pero nunca el segundo, revolviéndose muy rápido. El tercero, que era del hierro titular, cayó redondo al dañarse una mano, fue apuntillado en el ruedo y fue sustituido por uno de Carmen Segovia que salió muy parado, esperando en toriles a ver qué pasaba. No quería capotes, cabeceó mucho en el caballo y se fue rápido en el segundo encuentro. Se dolió mucho en banderillas y solo admitió los muletazos en terrenos de toriles. El cuarto, el otro de Bañuelos que completó la lidia, acudió al caballo con alegría, se le tapó la salida y en cuanto pudo se fue suelto. En la segunda vara, desde más lejos, tardeó y cuando se arrancó derribo al caballo. Le volvieron a llevar una tercera vez, recibiendo un buen puyazo en todo lo alto por Nacho Meléndez, para a continuación volver a irse suelto. Notó para mal los palos y no se le quitó el vicio de venirse por el pitón derecho. La falta de mando propició que se adueñara de la situación, ganando la partida totalmente a EL Zotoluco. El cuarto de la tarde de Couto de Fornilhos, basto de presencia, cabeceó en el peto empujando de lado mientras le tapaban la salida, para recibir un picotazo en el segundo encuentro. Esperando en banderillas ya mostró su condición, quedándose parado el resto de la lidia.

Y salió el sexto, otro de Couto de Fornilhos, que recordaba al novillo de días antes. Pero tuvo que ser devuelto tras despanzurrarse debajo del caballo. Si ya se habían marchado muchos espectadores, esto ya fue definitivo, más desfiles por escaleras y pasillos. Iba a salir uno de una ganadería que ni se veía en el cartelón, que por otra parte casi ni nos lo dejaron ver. Era de Hnos. Domínguez Camacho. Y salió un cinqueño con pinta de novillo. Protestado mientras correteaba por el ruedo, con mucha codicia buscando los capotes, acudió al caballo para recibir un puyazo muy trasero; empujaba con verdadera saña, metiendo bien los riñones, muy fijo, le taparon la salida y le dieron bastante y bastante fuerte. Volvió al caballo con alegría, esta vez con el palo en buen sitio. Continuó empujando, encelándose mucho en el peto. A nadie le quedaba duda ya de esa bravura y casta que atesoraba en su interior, aunque escarbó y se dolió en banderillas. Pero de nuevo disipó las posibles dudas al querer comerse la muleta de Morenito de Aranda, a Morenito de Aranda y cualquiera que hubiera pasado por allí. La falta de castigo, a pesar de lo que recibió en el caballo, y la falta de capacidad para la lidia de su matador, no ahormaron la embestida y no le quitaron n molesto calamocheo, ni esas embestidas rebrincadas. Al final él fue el verdadero triunfador de la corrida, un novillote llamado Estío, que no alcanzaba los 490 kg. pero que despertó a todo el mundo, siendo hasta el momento el toro de la feria.

Quien no creo que vaya a obtener ningún premio es El Zotoluco, perdido toda la tarde, esperando el toro dócil y sin ser capaz de lidiar a ninguno de sus toros, permitiéndoles que poco a poco se le subieran a las barbas, sin decidirse tan siquiera a machetear por bajo a sus oponentes. Quizás a la vista de esto, alguien se pensará volver a traerle a Madrid, no solo en San Isidro, sino en cualquier festejo de la temporada.

Se esperaba a Diego Urdiales como agua de mayo, uno de los toreros más serios y con mejor aptitud de todo el escalafón. En su primero trató de meterle en la muleta, pero lo más que consiguió a pesar de la porfía, fue darle el primer pase apurado, para en el segundo contentarse con esquivar las arremetidas del Veragua, que se revolvía de mala manera. Muchos intentos que al final no tuvieron fruto. En su segundo ni eso ante un toro muy soso y parado. Lo intentó y hasta llegó a ponerse pesado, como si no quisiera aceptar la evidencia de lo que tenía delante.

Morenito de Aranda fue el triunfador de la tarde y el que al mismo tiempo desaprovechó una oportunidad única. En su primero, el sobrero de Carmen Segovia, demostró lo que es cuidar un toro, que no quiere decir que se le aguante para que no se caiga y conseguir que cuele el inválido. Antes las dificultades que presentaba el veragüeño se fue a meterle en los vuelos del capote, recogiéndolo por bajo y rematando con una media muy torera. ¿Quién ha dicho que la lidia, la efectividad y el arte no pueden ir en el mismo paquete? Pues Morenito demostró que esto es posible y hasta necesario. Aguantaron al toro sin llevarlo al burladero del seis a derrotar. Se le puso en suerte en el caballo con pulcritud, incluso venciendo las dificultades que opuso cuando ya sabía lo que daban allí. Ya en el último tercio se lo fue sacando de la querencia con suavidad y muletazos por ambos pitones. Instrumentó un tanda de naturales con altibajos, en los que el toro le protestó. No había otro remedio que darle sus terrenos y se fue a toriles. Una primera tanda por el derecho aseada, otra mejor con buenos muletazos y una mejor aún por el mismo lado. Después de una estocada algo delantera y de descabellar, no sin complicaciones, recibió una oreja.

Fue en su segundo donde comenzó su calvario. Incluso podría pensarse que se confió ante ese novillote de los Hnos. Domínguez Camacho, pegajoso y complicado de quitárselo de en medio. En banderillas el público hizo saludar a Luis Carlos Aranda tras un par marca de la casa y su matador le reconoció su labor públicamente, brindándole el toro. Empezó su labor por abajo, pero quizás lo debió hacer con mayor contundencia, con más castigo y hasta que el toro hubiera dado muestras de estar preparado para el toreo bonito. Entraba a la muleta rebrincado y calamocheando, Morenito le instrumentó dos derechazos templados y con mando, pero a partir de ahí se vio superado por ese vendaval de bravura y cuando quiso reaccionar, el novillote ya se había hecho el amo. Pocas cosas hay más emocionantes que un toro bravo y encastado. Pero esto no sacia la sed del aficionado, todo lo contrario, se quiere más y más y puestos a pedir y siendo generoso, yo todavía espero esa novillada de Moreno Silva en manos de cualquiera de los del G- 10. Pero si alguien comparte este deseo, que espere sentado. Yo ya tengo el sillón preparado y hasta un banquito para estirar las piernas.

lunes, 21 de mayo de 2012

Toreo con aletas y escafandra


Los toros azules y los toreros empapados

Que feliz nos hizo la empresa de Madrid al dar la corrida de la feria de San Isidro, la más importante del mundo, en la que más se cuidan los detalles, del domingo 20 de mayo. Se les veía preocupados antes de la hora del festejo, aunque más por pensar en la posibilidad de la suspensión y de tener que devolver el dinero de las entradas, que por el estado del ruedo o porque con tal chaparrón se desluciría considerablemente el espectáculo. Dieron las siete y con esa voz solemne que da los anuncios por megafonía, esa que es raro el día en que no se atasca, y nos avisó que se retrasaba el comienzo 15 minutos. Bueno, no está mal, esperarán que amaine y recompondrán el piso; JA- JA- JA.

Yo les explico lo que probablemente pasó, y no puede afirmarlo con rotundidad, porque igual descubriría a quien presenció la escena, y tampoco creo que deba. Pues se reunió el comité de lluvias a cántaros, compuesto por matadores, presidente y empresa. El presidente pidió parecer a los tenían que correr el riesgo, de estos, el que menos tenía que ganar y más que perder, que al final perdió, aseguraba que el ruedo estaba impracticable y que no era conveniente torear en esas condiciones, pero claro, los otros dos que no andan sobrados de contratos, y que tienen que medir muy mucho lo que hacen o dicen, no vaya a ser que no se vuelvan a ver en ningún cartel más. Y en esto que el portavoz de la empresa dice: ”les voy a hacer una oferta que no van a poder rechazar”. Y no la rechazaron. Se esperaría ese cuarto de hora y para adelante. El matador reticente cedió y no tuvo más remedio que liarse el capote de paseo. Que ya se habían devuelto demasiadas entradas por el cambio de toros, como para que devolvieran el resto. Que eso es algo para lo que la empresa Taurodelta y Amigos no está preparada. Lo que les cuesta y lo que se tarda, pero eso lo hablaremos otro día, igual que de la apertura de dos o tres ventanillas para la venta los días fuera de feria.

Ganado de Guardiola Fantoni, unos de los no bodegueros que quedan. No tuvieron una buena tarde, aunque a mí me gustaría verlos otra tarde dentro de la normalidad requerida para el buen desarrollo de una corrida de toros. Algunos los vieron demasiado grandes, pero otros les vimos más chicos que los Guardiola que recordábamos. Sobre su comportamiento creo que toda afirmación se debe poner en cuarentena, pues si otras veces la mala lidia era achacable a la incapacidad de matadores y cuadrillas, en este caso uno cree que bastante tenían con aguantar en pie, como para esperar más gollerías. Dentro del callejón aquello parecía un mercado persa, los que tenían zapatillas con tacos se las prestaban a los que no y luego estos se las devolvían, incluido el mismo Fundi. Al pisar sin estar ante el toro se les notaba el cuidado que llevaban para no resbalar.

El primer Guardiola se arrancó con alegría al caballo, empujó fijo, aunque de lado. En la segunda vara tardeó  y solo se arrancó cuando el picador le pico desde lejos a toro parado. Ahí ya empezó a mostrar su condición y cabeceó en el peto, mientras le tapaban la salida; empezó a llover y en la muleta solo respondió a los tanteos con la muleta de su matador. El siguiente, suelto por el ruedo, se fue a recibir un picotazo en terrenos del 2. Después ya recibió un puyazo en buen sitio, pero tapándole la salida. Bajo una tromba de agua impresionante, en banderillas el Guardiola se quedó muy parado, como si esperara que se suspendiera aquel martirio. En la muleta anduvo a sus anchas, pues Uceda poco más podía hacer que estar ahí, sin poder casi pararse, ni mandar en la embestida. El tercero saltó a la piscina con aletas y flotador. Se le picó poco, en la primera vara solo se dejó, sin más y la segunda solo fue testimonial. En el último tercio empezó cruzándose peligrosamente por el lado derecho. El cuarto, que volvió vivo a los corrales, empujo en el caballo a base de cabezazos y en el segundo puyazo acudió al paso y no mostró ninguna codicia en el peto, además de mostrar las pocas fuerzas que tenía. Después de una faena corta, empezó a resabiarse demasiado al ir notando los pinchazos de Fundi, hasta que se cumplió el tiempo y se escucharan los tres avisos. El quinto, como casi todos, se dejó picar sin más, le taparon la salida y empujó de lado. Como sus hermanos no humillaba, no metía la cabeza, aunque este puede que fuera el que más alta llevara la cara.

Los matadores y las cuadrillas estuvieron allí y creo que tardarán mucho tiempo en irse de vacaciones a un sitio de playa, y no les importará que ya tengan práctica en eso de correr sobre el barro. Sinceramente creo que hay que valorar el esfuerzo de todos, incluido el Fundi, o quizás más que ninguno, precisamente el de El Fundi. En la que iba a ser su última tarde en Madrid, pasó un verdadero quinario. Al primero se limitó a tantearle, para decidirse por tomar la espada y tras 5 pinchazos a paso de banderillas, logró quitarse de en medio al Guardiola con un golpe de verduguillo. En su segundo incluso se permitió dar algunos pases con su toreo habitual, doblado y con muchas carreras entre pase y pase. Luego vino una larga serie de pinchazos, un metisaca muy caído, multitud de descabellos, cada vez con más complicación, pues el toro se iba enterando de lo que iba aquello. Y el tiempo fue pasando, sonó un aviso, dos y el tercero que le ordenaba retirarse del ruedo. Mala forma de despedirse y sobre todo creo que muy injusta con el fuenlabreño y con una trayectoria honesta en la que ha dado lo que tenía. Luego está lo que opine cada uno. Están los que le han ascendido a maestro y los que no sabemos el motivo, pero aún así, no se merecía este castigo. Luego se rumoreaba que si volvería en una sustitución en Otoño, no sé cuando, pero debe volver. Parece como si él hubiera sido el que pagara los platos rotos, sin haber estado en la fiesta.

Uceda Leal se mostró decidido bajo una tromba impresionante e incluso fue capaz de dar una tanda de derechazos, con alguno más que aceptable. En su segundo hay que destacar el recibo a la verónica, con una muy buena por el pitón derecho y dos excelentes por el izquierdo. El inicio de la faena tuvo mucho sabor, en especial un trincherazo. Luego se complicó el trasteo con un toro que no humillaba y que se marchó decididamente a refugiarse a los toriles. Es conocido el arte de Uceda en la suerte suprema, a lo que hay que unir la efectividad. Pues bien, en el primero necesitó de cinco intentos y en el segundo, muy aquerenciado y huyendo dando la vuelta al ruedo, llegó a escuchar hasta dos avisos. Esto puede dar una idea de la situación que se estaba viviendo.

Rubén Pinar pudo haber sido el pescador que mayor ganancia sacara en un río tan revuelto, y no es un decir. En su primero, tras aguantar los envites iniciales se lió a pegar pases, pases que en otros momentos habríamos tildado de trapazos y banderazos, pases de uno en uno y teniendo que rectificar constantemente. No obstante esto alegraba al paisanaje, que no dejaba de jalearle. Pero conceder una oreja tras un infamante bajonazo, a pesar de todas las adversidades, era abusar de la paciencia y benevolencia del público madrileño. En el siguiente ya evidenció más claramente su toreo con el pico y hacia fuera, además de tener que aguantar los achuchones al torcer exageradamente la muleta. Más carreras entre pase y pase, le desarma, más mantazos y mantazos, hasta que se decide a tomar la espada. Un pinchazo, sale apurado y no hay un capote que le libre del toro hasta casi recorrerse el ruedo de lado a lado a escape libre, tal y como estaba el piso de embarrado. Esto es lo que dio de si una tarde que, pensando en los toreros y en el aficionado, nunca debió haberse celebrado. No debió empezar, pero ya iniciado, no se justifica que el presidente no parara aquel dislate.

domingo, 20 de mayo de 2012

Y yo que me había quitado las medias



 Sólo José Manuel Zamorano estuvo a la altura con sus dos pares de banderillas


Gran cuestión en las señoras eso de quitarse las medias cuando ya llega el calor, algo importante de verdad, porque por no sé que motivo, una vez que se las quitan, tienen que esperar hasta el invierno para poder volver a hacer uso de ellas. Los hombres en cambio no tenemos esos problemas, nosotros somos mucho más prácticos, donde vaa parar; si nos quitamos los calcetines y nos ponemos las chanclas y sale un día como el de hoy, fresco y lluvioso, no pasa nada, nos ponemos otra vez los calcetines y encima las chanclas. Con esa discreta elegancia que nos caracteriza.

Nosotros no estamos todo el día pidiendo algo y cuando se nos concede nos queremos echar atrás. Qué va; nosotros con nuestra idea, hasta donde sea preciso. Y si se nos concede un deseo, pues a aprovecharlo. Bueno, no todos, hay sus excepciones. Los toreros por ejemplo, se pasan la vida repitiendo esa salmodia atornillante: “qué salga un toro que se mueva y que se deje pegar veinte o treinta pases”. O aquella de: “un toro bonito, proporcionado, que quepa en la muleta”. Pues ahí los tenéis los seis de Torrestrella. Porque no me dirán que no aguantaban esas embestidas, ni que fueran los elefantes esos que nos cargan como un mochuelo a la afición de Madrid. Pero ya lo decía el Santo Patrón, o quien fuera, una cosa es predicar y otra dar trigo.

6 toros 6 de la afamada ganadería de Torrestrella, propiedad de don Álvaro Domecq, variada de capas y presentación, pero con un comportamiento bastante uniforme. Esto ya es rizar el rizo, de colorines y todos muy parecidos entre si durante la lidia. Podríamos incluso pensar en algún momento que eran bravos, pero si nos fijamos a su comportamiento en el caballo, enseguida salimos del error. Es verdad que en líneas generales fueron bien a la muleta. Unos se paraban antes que otros dependiendo de las fuerzas almacenadas, pero podían soportar sus 20 o 30 pases. La prueba definitiva es el caballo; el primero cabeceó con desesperación al notar el palo en la primera vara y ya mostró más fijeza en la segunda vara, pero sin empujar: luego derrotaba en los engaños y se volvía antes de tiempo por el lado derecho y si a eso añadimos que su matador no le marcó nunca el camino, la conclusión es que este defecto no se le corrigió. El segundo, que quizás fuera el mejor para el torero, también se quiso quitar el palo corneando el peto, en la siguiente recibió un picotacito escaso; eso sí, siguió los engaños con nobleza, haciendo caso hasta cuando no se le hacían las cosas bien.  El tercero de la tarde, desastrosamente lidiado, fue suelto al caballo, se le picó trasero, como ya es norma, y en el segundo encuentro no hubo más que un leve picotazo. En la muleta se comió a El Payo, pero viendo las condiciones de éste, tampoco podremos decir que fuera por la codicia del de Torrestrella, más bien fue la inoperancia del azteca. El cuarto simplemente se dejó en el caballo, saliendo suelto de la segunda vara; alegre en banderillas, sin fuerzas en el último tercio, con la mala suerte de caer en manos de Juan Bautista, que se limitó a tirar a la papelera las suaves embestidas del animal. El asardinado quinto anduvo muy suelto por el ruedo, se fue a por el caballo casi en toriles, defendiéndose y en cambio, cuando acudió al caballo a contraquerencia empujó mejor. Luego los trallazos destemplados no hicieron tampoco justicia con lo que requería el toro. El último casi ni lo vimos, una lidia desastrosa por parte de las cuadrillas, contagiadas por esa apatía de su matador. Un picotazo y un marronazo y el toro mostrando fijeza en el peto. Luego, como todos, el animal esperaba que le mostraran la tela para ir a por ella, pero El Payo no estaba para eso.

De los matadores casi está dicho todo. Juan Bautista aburrido y ventajista, mucha carrera y pases sin temple, pegando tirones que daban con el toro contra el suelo. Me parece digno de admirar que se favorezca a los compatriotas en el caso del francés, pero no sé, que le dé un puesto como vendedor de almohadillas, como arenero para llevar la espuerta o como acomodador en los tendidos de sol, pero no cos tardes en plena feria de San Isidro.

Matías Tejela puede que haya cerrado su mejor actuación en Madrid, pero ojo, que nadie eche las campanas al vuelo. Estar mejor que nunca no es estar bien. Aceptables fueros sus verónicas de bienvenida a su primero, sin enmendarse y saliéndose hacia los medios. Intentó un galleo para llevar el toro al caballo, pero más bien parecía un velocista que un torero. Exceso de carreras para arreglar lo que no hacía con las telas. Chicuelinas apartándose e intentos de mostrar cierta variedad con el capote, lo que es de agradecer, pero que no culminaron con una buena ejecución de las suertes. Inicio voluntarios con pases por detrás y por delante, las primeras tandas en las que el pico entraba pero muy tímidamente y aunque citaba adelantando la pierna en el primer muletazo, a partir del segundo si que la escondía retrasándola. Poco temple y trallazos. Variado, pero sin sustancia. Una estocada entera pero tendida, puede que fuera el motivo del enfriamiento de muchos por lo que el alcalaíno no cortó una oreja. en su segundo parecía una veleta dando vueltas mientras que no templaba, se aceleraba y se limitaba a agitar la muleta. Trallazos al natural y con la derecha. No se le puede censurar en exceso, pero sí es verdad que ha perdido una estupenda oportunidad para revalorizar su cartel.

El Payo no estuvo, durante toda la tarde mostró una incapacidad más que notable. En ningún momento recordó a aquel estupendo y prometedor novillero que nos encandiló hace años. No aparentaba no tener capacidad para el toreo, aunque estuvo completamente perdido, más bien era como el que está en otra cosa y de repente se encuentra delante de un toro. Y no es que el ganado fuera especialmente complicado, pero no fue capaz de nada más que trapacear por la cara para acto seguido coger la espada y despachar de mala manera a sus oponentes, tan mala que hasta atravesó a su primero en una estocada que hizo guardia. Una lástima de tarde, que sin haber sido memorable, nos podría haber dejado ver el toreo relajado que muchos prometen. Eso sí, desde el primer muletazo, por cuando toreros como Juan Bautista se preparaba para lucirse, a partir de la tercera tanda, al animal ya no le quedaba nada dentro. ¡Ay! esos vicios de la tauromaquia moderna, que necesitan 30 pases para acoplarse y 100 más para pretender haber toreado con cierta calidad.

sábado, 19 de mayo de 2012

Florito y sus “Chearleaders”


Ese toro, o torero, enamorados de la luna


En la NBA, la mejor competición de baloncesto del mundo, para sus ratos libres tiene unos grupos de bellas bailarinas que alegran a la concurrencia, les animan a poyar al equipo y festejan cada canasta, tapón o robo de balón; pues bien, en la plaza de Madrid, en la que dicen que es la mejor feria del mundo, tenemos a Florito y sus cabestros, a modo de “Chearleaders”. Cuando estamos adormilados en tendidos, gradas y andanadas, el señor presidente saca el pañuelo verde y ¡empieza el espectáculo! Allá que va la muchachada de este domador de cabestros. Salen felices y alegres al ritmo de un pasodoble, haciendo sonar sus cencerros en lugar de esos pompones que no habría forma de agitar. Eso sí, podrían hasta cantar lo mismo que las chicas americanas: dame una T, dame una O, dame una R, dame una O, T-O-R-O. Y como pasa en la NBA, seguro que nadie haría caso a lo que piden. No llevan ceñidos tops, ni mínimos shorts, ellos salen con un pijama que siempre parece que les queda grande. Al contario de lo que ocurre con la mayoría de los toros que van saliendo en esta feria, que parece que llevan un maillot que les queda chico.

Y el número fuerte es cuando los chicos se marchan y dejan solo al mago de  toros, cabestros y otros seres de sienes armadas; dejan al toro solo en el ruedo, pensando que donde estará ese grupo coreográfico tan animado. En esto un chaquetilla se agita por encima de ese muro rojizo. ¿Una chaquetilla! y allá que se va el torillo. Florito va tirando del animalote por la barrera entre el clamor del respetable, del público también, esquiva un pilar, esquiva otro y ya está casi en la boca de toriles; uno de pecho que deja al de Bohórquez apuntado hacia la manga y otro más templado y largo que lo hace desaparecer por los chiqueros. La plaza boca abajo. Se acabó lo bueno, ahora a seguir con la corrida. Algunos pensarán que ¿por qué no estar mandando toros al corral durante toda la tarde? Pues porque a don César Gómez Rodríguez no le pareció conveniente. Que no digo yo que no tuviera sus razones, que seguro que sí, pero los que pagaron su entrada no lo entendieron demasiado bien. Y anda que no salieron inválidos. Qué cosas tiene esta Tauromaquia 2.0, llevan clamando porque el toro no esté fuera de tipo y van los de Bohórquez, toro que era hondo y con caja, y salen con la apariencia zootécnica asardinada y de cabeza de cabra montés. Como dicen las señoras mayores, “tendrá que ser así”. Y como cuando lo dice mi madre, a mí la expresión sigue sin convencerme.

Hacía mucho que no veíamos este hierro en corrida de a pie, será por eso por lo que llegaban al caballo esperando el rejonazo y al topar con el peto caían redondos, incluido el sobrero de Encinagrande que hizo quinto. El que más pelea presentó al picador quizás fue el cuarto, que al menos cabeceó queriéndose quitar el palo; menos mal, el manso hizo lo que hacen los mansos. Los demás allí se quedaban y los del castoreño, unas veces hacían que apretaban sin apretar, otras hacían ostentación de que solo señalaban el puyazo y otros levantaban en el palo y lo utilizaban de garrota para apoyarse. Que estampas tan bellas y aprovechables para los antitaurinos. Si lo pensamos un poco, con esto les valdría para abolir este circo hasta en la luna. Y a ver quién les explica que eso es fruto de una golfería y no el ideal de lo que debe ser el toro y la suerte de varas. Y para un piquero que se arranca a torear con el caballo, Luciano Briceño, falla estrepitosamente al clavar. Un error lo tiene cualquiera, pero tampoco es para salir ovacionado como si fuera el mismo Badila.

Miguel Abellán salió muy decidido a aburrir al personal hasta la extenuación. Con una parsimonia desesperante, tanto como la sosería a la que también contribuía un moribundo y parado Bohórquez, disfrutamos de mil y una pases por la derecha y por la izquierda con pico, excesiva lejanía, un destoreo casi perfecto. Acabó acortando las distancias para alargar la faena, ante la angustia de los presentes. Pero llegó la hora de entrar a matar y el madrileño se destapó con una estocada recibiendo, un pelín tendida y soltando la muleta, pero hay que agradecerle el gesto. En su segundo siguió tan aburrido como en el anterior, sin cuidar la lidia. Enganchones, pico y trapazo tras trapazo, para terminar de una entera rinconerilla. Quiero destacar su decisión a la hora de la suerte suprema. Igual es que todavía le queda algún rastro de vergüenza torera.

Arturo Saldívar se encontró con otro sosos delante, con el que resultaba complicado lucirse. Asomo de toreo con el pico, pero no muy descarado e intentando mantener siempre la pierna adelantada. Con la izquierda se alivió más en la colocación de la muleta, pero siguió manteniendo esa idea del paso adelante. Al final tiró de arrimón sin sentido, de adornos tropezados y concluyó con una estocada muy tendida, trasera y caída. Poco cuidado en este y en el manso de Encinagrande que se dolió de todo lo que le tocara los lomos. En este practicó el destoreo a base de abanicar al toro con la muleta y abusar del pico. Empezó desde los medios sus tandas de trapazos. Sufrió un revolcón, lo que le hizo acortar las distancias. Quizás habrá que volver a verlo en otra ocasión.

Víctor Barrio es un caso típico de novillero que parecía apuntar cualidades, que incluso parecía que éste ya se le quedaba chico y que era necesario su paso al toro, aunque éste se produjo de una forma poco cuidada y nada espectacular. A su primero le recibió en el centro del ruedo con dos medio tafalleras sin arte, ni emoción. Es un torero que no se preocupa lo más mínimo de estar bien colocado en el tercio de varas y que quizás lo hace todo demasiado mecánicamente. Con la muleta se limita a acompañar y no a mandar en la embestida, lo que casi le cuesta un disgusto en un momento en que el toro echó la cara arriba sin previo aviso. Airea al toro sin torear, dejando que este le enganche constantemente la muleta. Concluyó con un monumental bajonazo. En el sexto repitió los mismos errores y no incorporó nuevas virtudes. Recibió al de Bohórquez con pases por detrás, en un supuesto rasgo de valentía, pero si a continuación se despacha con multitud de trapazos, destormando y sin temple, muy vulgar, pues queda claro que las intenciones reales no son las que parecía. El toro se le caía y el segoviano insistía en desplegar todo su repertorio de toreo adocenado.

No creo que la cosa hubiera cambiado demasiado si en lugar de los de don Fermín hubiera salido la ganadería anunciada de Manolo Gonzáles. No sé cuantos días llevamos en que se dice que se han agotado las entradas, pero sería bueno que echaran un ojo a ese hueco vacío del tendido alto de sol, de los huequecitos que hay por toda la plaza y de la apatía y pesimismo que reina en el ambiente. Que hay crisis económica, pero no lo es menos la crisis de valores, casta, bravura y torería que esto padece desde hace ya demasiado tiempo.