miércoles, 30 de diciembre de 2009

Herederos de una afición


Probablemente un porcentaje muy alto de los aficionados a los toros se sentirá identificado con la figura del “heredero de afición” o lo que es lo mismo, el que empezó a saborear el veneno de los toros en pequeñas dosis administradas por sus padres. No era extraño ver al orgulloso padre entrando lleno de orgullo en la plaza con su retoño de la mano. Antes ya le había llevado a ver llegar a los toreros en aquellos coches enormes y redondeados aplastados por el esportón que viajaba en la baca en compañía de un significativo botijo. Luego padre e hijo mataban el tiempo contemplando el monótono caminar de los caballos de picar y tras un paseo por las galerías de la plaza pasaban a los tendidos zambullidos en la luz del sol del verano.

Entonces se nos abría este mundo de los toros en la creencia del respeto, respeto de toreros y ganaderos al público, del público a los semidioses vestidos de luces que eran los toreros y respeto de todos al toro. El toro, de quien creíamos a pie juntillas que era tratado con un mimo extremo, en la cría, en el transporte y en el trasiego por los corrales de la plaza, y al que había que contemplar en silencio, como si fuera una ceremonia religiosa. Sentados en el tendido oíamos atentamente las faenas de éste y aquel, del capote de Manolo Escudero, de cómo toreaba un tal Pepe Luís, de la debilidad por Manolo González, de la faena de dos orejas de Juan Posada sin llegar a entrar a matar o la alternativa de El Viti en el año sesenta y uno.

Pero sin entrar en más detalles ni llegar a valorar aquello, lo que nos encontramos hoy en día es muy distinto. ¿Qué les contamos a nuestros herederos de afición de hoy? ¿Qué les decimos? ¿Que nuestra fiesta de los toros está dando sus últimos estertores? ¿Que esa fiesta que nos deslumbró de niños, que nos maravilló de adolescentes y que nos enamoró de mayores ha sido desplazada a codazos por un vulgar sucedáneo? Ahora hay que empezar explicando a los niños que esas cosas raras que llevan en los pitones son unas fundas para que no les echen el toro para atrás en el reconocimiento, y que se le quitan y ponen previo paso por el mueco; que en el transporte les administran la dosis justa de tranquilizante, que a veces es más de la justa y provoca el triste espectáculo de ver a un toro tambaleándose por el ruedo como si tuviera una curda de impresión.

Lo que antes eran ídolos, los toreros, ahora son muñecotes obsesionados por cortar orejas y rabos, como si hubieran sido poseídos por el espíritu de Jack el Destripador. ¿Qué hazañas puedo contar de los matadores de hoy? ¿Que en un año toreó quinientas corridas conduciendo su avioneta particular o una moto de gran cilindrada que a veces también utilizaba en el segundo tercio? Resulta difícil hacerles comprender que a los toros ahora se va a ver si salta la liebre. El aficionado a la fiesta de los toros de antes, de unos quince o veinte años para atrás, o quizás más, se ha tenido que olvidar de ir a ver toros, buenos, malos o regulares, pero toros a los que el torero tenía que poder, someter y, si podía, torear con arte y al que había que ver en el caballo. Ahora el fenómeno más fenómeno es ése al que le sale un burro parado y a base de trapazos le hace seguir el trapo rojo, haya o no cumplido en el caballo y haya sido lidiado o no con el capote por el matador de turno. Un fenómeno muy aplaudido por los nuevos aficionados y prensa del movimiento, que lo explican con esa falacia de ir de menos a más.

A mi se me hace muy difícil explicar por qué voy a los toros en la actualidad, sobre todo cuando tarde tras tarde me siento engañado y defraudado. Se me hace muy difícil tirar de mis hijos para llevarles a los toros, porque cuando se acaba el deslumbramiento de los trajes de luces, de los picadores dando vueltas y vueltas con el caballo antes de la corrida, y de lo que llaman “el ambiente de los toros”, todo se viene abajo cuando sale el toro que se desmorona por la arena a las primeras de cambio y cuando su oponente es un señorito que pone posturas y que no hace nada que pueda emocionar a nadie, porque el dar pases y pases no emociona, pero el torear… ¡Ay, el torear!: el torear te hace perder la cabeza. Y la pierdes tanto, que por verlo de tarde en tarde, eres capaz de aguantar basura y más basura. Eso sí, lo complicado es hacerlo entender a tus herederos de afición y que se apunten a tu secta de locos. Feliz Año a todos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Gracias señores antitaurinos


Seguro que alguno ya me ha oído relatar cómo “el Más Grande”, Marcial Lalanda, en su día agradeció a los antitaurinos su labor dentro de la fiesta de los toros, aunque seguramente que éstos no acababan de saber si el reconocimiento era sincero o se la estaban colando por toda la escuadra. Pues no seré yo quien contradiga al maestro de Rivas. Es más, incluso me atrevo a justificar este agradecimiento. Probablemente nadie en el “Planeta de los toros” haya puesto tan de acuerdo a tanta gente al mismo tiempo como lo han hecho los que han elevado la propuesta de abolición de la fiesta de los toros en Cataluña, la ILP dichosa.

Puede que esto nos haya hecho ver a todos que lo que considerábamos uno de nuestros tótems más sólidos de nuestra cultura puede tambalearse como si fuera un dominguillo. ¿Quién se iba a atrever a plantarle cara al arte de Cúchares, a la inspiración de Goya, de Lorca, de Picasso y de tantos otros genios? Pues los osados han sido un grupo de ciudadanos residentes en Cataluña y será porque consideran esta fiesta “española”, que lo es, o porque la consideran sangrienta, que también lo es. Les han llamado de todo lo imaginable e inimaginable, pero ellos han puesto sus argumentos sobre la mesa, aunque algunos sean peregrinos y erróneos, y han conseguido que el Parlament los someta a voto.

No obstante parece que no acababan de tomarles en serio; incluso el PSC permitió a sus parlamentarios que votaran “en conciencia” y, vistos los resultados, han decidido que en futuros sufragios la conciencia será la que marque el partido, no vaya a ser que irritemos a los votantes de otras comunidades con un sentimiento taurino más a flor de piel y que se organice un enorme pitote por dos verónicas y tres naturales. No hay más que ver el conato de debate planteado en Madrid por un asambleísta autonómico de IU, que inmediatamente ha sido desautorizado por la dirección del partido. “Cuidadín, cuidadín, que perdemos votos” habrán pensado sus superiores.

Pero lo que el antitaurinismo militante nos debe enseñar es que tenemos que salvaguardar el espectáculo en toda su esencia e integridad, ya que esta es la única manera de defenderlo, protegerlo y hacerlo fuerte. Más vale que pidan prohibirlo porque el toro es picado, lidiado y muerto a estoque, que porque vean a un animalito inválido, sin fuerzas, rodando por la arena mientras un señor vestido de colorines pone posturas histriónicas delante de su hocico.

El espectáculo de los toros siempre ha sido y será controvertido, pero es de verdad, donde la vida y la muerte bailan en pareja y a veces hasta hacen acrobacias que sobrecogen el corazón. Pero pocos son los que logran sustraerse a esa emoción y a la pasión de la tauromaquia si se les presenta con toda autenticidad delante de sus ojos. Es verdad que tiene mil caras, mil matices y tantas formas de entenderlo como aficionados existen en el mundo, pero hay algo común a todos, entendidos, no entendidos, turistas, advenedizos puntuales y profesionales del gremio y es que cuando en el ruedo surge el arte o aparece la casta y la bravura, a todo el mundo le llega. Pero esta fiesta es tan sincera y tan honesta, que cuando lo que se muestra es la mentira, la vulgaridad y el toro desaparece, entonces deja de interesar, deja de ser verdad para convertirse en una burla.

Precisamente en este punto, en plena lucha entre la verdad y la mentira, la honestidad y el engaño, es donde se separan los caminos del aficionado y del taurino. Los primeros que viven la fiesta como una forma de sentir, no quieren ceder lo más mínimo a favor del fraude y los segundos, que viven como reyes a costa de la fiesta, pretenden crear una falsa ilusión triunfalista en la que se crean ídolos para manejarlos a su antojo, bajo la apariencia casi divina de maestros en tauromaquia. Pues bien, esta batalla debe acabar. Los que enarbolan la bandera de la mentira están obligados a claudicar y entregar las armas al verdadero aficionado. Que cada uno asuma su papel, el ganadero criar el toro bravo íntegro, el torero conocer los secretos de la lidia y del arte del toreo, el empresario montar carteles con lo mejor que en cada momento sea posible, la prensa ser absolutamente parcial a favor de la fiesta y no a favor de los toreros afines y el aficionado seguir acudiendo a las plazas. Quizás ahora mismo éste es el único que cumple con su parte. Porque de momento parece que pueden salvarse los toros en Cataluña, aunque estén en la cuerda floja, pero si dejamos que se abra esta puerta, puede que no la podamos volver a cerrar.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El espíritu de la fiesta

En estas fechas en las que al que más y al que menos se le enternece el corazón en algún momento, a unos la noche del 24 cuando notan la ausencia de un ser querido; a otros el 31, cuando echan de menos a esa persona que querrían tener a su lado o los que la mañana de Reyes recuerdan este o aquel juguete que les marcó para siempre.

Yo he querido traer un vídeo de las corridas a la portuguesa, donde creo que se expresa lo mejor de la fiesta, la emoción, la pasión, el compañerismo y sobre todo la verdad que encierran las corridas de toros. Como no hay lugar para muchas palabras, ahí está y que cada uno haga las reflexiones que quiera.

Feliz Navidad y un Año Nuevo muy, muy taurino.



Las imágenes corresponden al grupo de forcados Amadores de Vila Franca de Xira, Portugal. Esperemos verles pronto por nuestros ruedos.

martes, 15 de diciembre de 2009

Maestro Esplá, estoy hecho un lío


Estoy hecho un lío y me gustaría que alguien me lo resolviera, bien el maestro Esplá o cualquier otro que sepa entender el mundo de los toros. Ya comenté anteriormente mi opinión sobre la famosa y cacareada entrevista de Tendido Cero al maestro de Alicante. Recuerdo que una de las quejas de éste era, según su parecer, el excesivo volumen del toro actual y su escasa movilidad y casi llegué a interpretar que los matadores del momento son más víctimas que nadie y que no están a gusto con este cambio del toro. Entonces la demanda del profesional es la del toro no demasiado grande, bravo, con movilidad e incluso con alguna que otra complicación ¿no? Pues no. Y la prueba evidente es lo que vivimos en estos días y lo que llevamos viviendo desde hace años. Leemos, además de la desaparición del hierro de Atanasio, la de la amenaza bajo la que está el encaste de Coquilla, y más concretamente el hierro de Sánchez Fabrés. Un toro no demasiado voluminoso, corto de cuello, y con nervio, pero al que no se ha apuntado ninguna de las figuras, no sólo ahora, sino desde hace años, demasiados. Y esto es condenar a muerte a una ganadería, porque como en todo en la vida, el toro bravo se va modelando poco a poco, se va viendo y se corrige y mejora a partir del examen que supone la lidia en la plaza. Habrá quien me diga que eso también se puede hacer en el campo, en plazas y con toreros de menor categoría, pero también es comprensible el hecho del desánimo que produce el no ser reconocido, aparte de que todo esto se tiene que cimentar sobre una cierta holgura económica. Porque una cosa es la afición y otra que ésta te lleve al suicidio y a la ruina. Y tampoco es lo mismo “atorear” en Centrifuelles de Arriba, que en Madrid, Sevilla o Valencia por poner un ejemplo.

Otro ejemplo de esta ausencia de demanda, por decirlo con delicadeza, son los santacoloma, bajo cualquiera de los hierros que se han anunciado. Los Flor de Jara de hoy son los herederos de aquellos que como mucho han visitado las plazas de segunda y que vienen asiduamente a Madrid en novilladas que descubren a los novilleros que quieren ser algo en el mundo de los toros y a los que sólo quieren pasar el rato o entrar en alguno de los círculos de poder de la fiesta. Seguro que el maestro Esplá sabe de las dificultades de estos cárdenos no muy grandes, pero con un corazón de bravo enorme. Pero la generalidad es que la gran mayoría de los matadores actuales no sólo no han matado casi ninguna corrida de Miura, Pablo Romero, Albaserrada, en cualquiera de sus hierros, o Santa Coloma, si no que además esto que en otros momentos podía ser un motivo de vergüenza, hoy en día lo es de orgullo.

Con estos dos ejemplos tan pequeños como simples, vemos que una cosa es lo que todos, incluidos toreros, empresarios, taurinos o aficionados, decimos y otra lo que hacen todos los que viven del toro. Una cosa es predicar y otra dar trigo, como dice la sabiduría popular. Eso sí, si todas estas cosas nos las dicen muy serios, delante de una cámara de televisión y con un gesto de sincera que abruma, casi podemos llegar a creernos estas coartadas que sólo valen para seguir con ese trágala que está carcomiendo los fundamentos de la fiesta. Pero seguro que volveremos a escuchar al maestro Esplá o a cualquier otro maestro que tenga un don de la palabra parecido y tendremos que volver a pellizcarnos para caer en el embrujo del canto de las sirenas.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Aficionado, ese gran ignorante


¡Qué lástima que en la fiesta de los toros haya aficionados! Si escuchamos a profesionales y taurinos en general, nos damos cuenta de que quieren una fiesta en la que no haya nadie que se interese por ella más de la cuenta, no vaya a ser que descubran lo que no hay que descubrir. Estoy siguiendo con mucha atención el folletín/ entrevista del maestro Esplá en Tendido Cero, el único programa de toros en la televisión pública, del que yo particularmente podría prescindir, porque, para enfadarme, ya encuentro motivos yo solito.

Pues bien, si se escucha con atención, a parte de apreciar su conocimiento de esto de los toros, también podemos ver cómo arrima descaradamente el ascua a su sardina, siempre con la estimable colaboración de su peón de brega, el señor entrevistador, que le hace las preguntas para dejárselo a huevo, como diría cualquiera. En esta entrevista resulta que el toro ha cambiado no por culpa de las exigencias y abusos de los matadores de hoy en día, sino porque el público sólo quiere ver kilos, lo que se convierte en la principal causa del aborregamiento del toro, que, por otro lado, hoy en día es bravíiiiiiiisimo. Eso sí, si por bravísimo, según interpretación propia del que escribe, hay que entender que va y viene y entra en la muleta como un cordero, olvidándonos si ha cumplido en el caballo o no. Por eso no dudó el maestro Esplá en pedir la vuelta al ruedo al toro de su triunfo la última tarde de Madrid, aunque en el caballo no diera muestras de merecer tal honor.

Eso del peso es una mentira, y muy gorda. El aficionado, ese eterno ignorante, no quiere kilos, quiere trapío y eso que él decía, cara de mala leche, cara de hombre. Vale que el señor sea bajito, calvo y sin muchos kilos, romana como dicen los que saben, pero que tenga cara de decir: “Ven aquí si tienes… valor”. Algo parecido a lo que ocurre con los santacolomas, como muy bien apuntaba el maestro Esplá, pero si a Madrid se trae ganado de esta ganadería con carita de niño, pues estamos en las mismas y si el trapío no acompaña, pues apaga y vámonos. Pero es que hay otro detalle que no conviene olvidar y es que para ver el trapío del toro hay que verle los ojos. Pues antes de la corrida se hace una rueda de reconocimiento y ya está. Algo parecido a lo de ir a ver las corridas al Batán, pero con un cristal de por medio y con la seguridad de que el toro no nos va a esperar a la salida. Según esto, igual lo de exponer las corridas antes de ser lidiadas no era mala cosa, pero puede que esto, como esa absurda costumbre del aficionado madrileño de ir al apartado, sea dar demasiadas pistas al que casi sólo tiene el derecho de pasar por taquilla y dejarse sus buenos euros.

También se tocó el tema de los años del toro, y resulta que se debería volver a la lidia de utreros, como los sabios e ignorantes aficionados de antes denunciaron en innumerables ocasiones. Pero la tecnología punta que hace que el toro se haga mayor antes de tiempo es lo que nos condena a no poder disfrutar del toreo clásico. Tan buena es la crianza que hoy en día desarrolla una arboladura demasiado grande para poder ser toreado y lidiado con arte, lo que obliga a las pobres y resignadas figuras del toreo a vaciar las embestidas allá a lo lejos, a hacer un toreo de tiralíneas y en consecuencia a torear a distancia, con el pico de la muleta y descargando la suerte. Pero ¿qué me cuenta maestro Esplá? Eso sí en lo que probablemente tiene razón es en eso de que las cornadas de ahora son más fuertes que las de antes. Lógico, si el toro es un marmolillo parado, cuando tira el derrote lo hace con más certeza que si lo hace a la carrera. A esto también hay que sumar el desconocimiento de la lidia de los “toreadores” actuales y la apatía de la peonada y compañeros de escalafón que durante la lidia están más pendientes de sus cosas que de lo que pasa en el ruedo.

Pues señores maestros y taurinos, ya que son ustedes los que realmente saben de esto, no sigan pasando penalidades, ni hagan caso al ignorante aficionado que no sabe lo que quiere, ni lo que pide, y sigan sus instintos artísticos, exigiendo un toro encastado, que se mueve por el ruedo yéndose detrás de todo lo que se mueve, que empuje en el caballo, al que entre como mínimo tres veces y que pida cuenta a todo el que no sepa los secretos de la lidia del toro bravo, de los terrenos y del comportamiento propio de cada encaste, tal cual lo hicieron otros que, aunque no toreaban tan bien, ni eran tan grandes como los maestros de hoy; aquellos pobres ignorantes como Camino, el Viti, Puerta, Rafael Ortega, Domingo Ortega, Manolo González, Pepe Luís. ¡Cuánto ignorante vestido de luces!

Y para completar el disparate no quiero olvidar la referencia a El Fandi, al que, según los bien documentados presentadores de Tendido Cero, hay que valorar como el maestro que es. Pero resulta que el aficionado siempre ignorante no es capaz de apreciar lo que lleva dentro. Pues si lo bueno está en el interior, ¡pélalo! Como decía el chiste. Yo de momento no llego ni a ser ese aficionado ignorante que no se entera de nada, pero ya me gustaría alcanzar esa categoría, ya me gustaría.

martes, 1 de diciembre de 2009

La tele me mata


La televisión, ¿aliada o enemiga? Pues como todo, depende de quien la perpetre. A nadie se le escapa que podría convertirse en una herramienta ideal para mostrar lo que es la fiesta de los toros y para desempeñar una importantísima función docente. ¿Y qué es lo que tenemos? Un artefacto al servicio casi exclusivo de intereses económicos, de los toreros, empresarios, cadenas, ayuntamientos, anunciantes o vaya usted a saber quien más.

Existe además una idea, equivocada según mi parecer, y es que todos los que hablan en televisión deben reprimir su sentido crítico. Según algunos, estos deben limitarse a contar lo que ven, pero dentro de mi ignorancia yo me pregunto: ¿dentro de ese “lo que se ve” no se incluye también lo malo? Pues está claro que no. Pero esto no es lo peor del caso, lo peor a mi juicio es la resonancia que tiene lo que se dice y se oye en este medio. Para comprobarlo no hay nada más que pararse a escuchar a esos “aficionadísimos” de fina piel que cuando hablan de toros parecen “talmente” la voz de su amo. Unos hablan del tranco del toro, otros de “poner en valor” y otros del terno “purísima y oro”. Seguro que más de uno le pone cara y canal a cada una de estas expresiones.

La televisión podría ser un medio estupendo para la buena difusión de la fiesta y para empezar a construir sobre los cimientos de la verdad del toreo y la integridad del toro. Quizás así se podrían empezar a crear verdaderos aficionados que distinguieran entre el toreo profundo y los pases largos, entre cargar la suerte y esconder la pierna. A lo mejor también se conseguiría discernir entre una babosa parada que el matador hace que embista y el poder de un toro que se quiere comer los engaños y al que hay que dominar. Quizás habría menos orejas, menos indultos y menos verbenas en las plazas de toros, pero no hay que desesperar porque si hay toro, eso sólo duraría un tiempo. Eso sí, lo que cambiaría serían las caras de los protagonistas. Igual veríamos como desaparecen del escenario taurino esos finos y elegantes estilistas del “pegapasismo” o dejaríamos de oír las sandeces de los “toros artistas”.

Pero tal y como está montado este tinglado, no creo que vayamos a ver una revolución desde las distintas televisiones. En primer lugar es difícil porque en la televisión pública los programas taurinos parecen emisiones clandestinas en horarios clandestinos y las retransmisiones taurinas son cosa de otro tiempo. En los canales autonómicos los programas taurinos suelen ser claramente tendenciosos, aunque algunos nos permiten ver otras facetas de la fiesta, pero que realizan retransmisiones de corridas con carteles de poco interés y que sea como sea deben acabar en triunfo. Algo parecido a lo que ocurre con el canal de pago que tiene en el triunfalismo su principal seña de identidad, bajo la apariencia de una falsa exigencia apoyada en la opinión de profundos conocedores de los secretos de la fiesta de los toros. Pero ese rigor y esa seriedad para algunos resulta ser una exposición de juguetes rotos que se convierten en títeres a las órdenes del maestro de ceremonias en que se convierte el comentarista de dicha retransmisión. ¿Qué podemos pensar los que aclamamos un día a Antoñete como maestro absoluto del toreo al oír sus “valoraciones” en radio y televisión? ¿Es que él toreaba con la vulgaridad que no se cansa de alabar? ¿Era esa la idea de toreo que realmente tenía dentro o la que nos mostró con capote y muleta en mano? ¿Y qué podemos decir de los Ruiz Miguel o Joaquín Bernadó? Dos toreros que cada uno en su estilo eran la honradez vestida de luces, el de la Isla sumando corridas de Victorino, una tras otra cuando esta ganadería era dura de verdad o el catalán que si tenía que torear en Madrid en los meses de verano lo hacía desplegando esa elegancia de verdad y no la de ahora de pitiminí.

La televisión se ha convertido en un nuevo Saturno que devora a sus hijos y que ya está preparando la mesa pensando en Joselito. Los más fieles pensarán que el torero del barrio de las Ventas no cederá a las presiones del medio. Él, que no dudó en enfrentarse a quien fuera por mantener su dignidad; él, que dio una de las más memorables lecciones de tauromaquia; él, que siempre ha sabido decir las cosas como se deben decir sin una palabra de más, ni de menos. Esperemos que siga siendo tan torero en la tele, como lo fue en la plaza.

lunes, 23 de noviembre de 2009

A los toros y… a divertirse


Qué cosa más grande eso de ir a los toros a divertirse. Sólo hay que prepararse una buena, suculenta y abundante merienda, no olvidarse de la bota y pa’ la plaza; eso sí, en compañía de los amigos de la peña de petanca del barrio o del pueblo, porque la diversión en buena compañía es más diversión. Evitando que se nos pegue el típico seta que va a los toros a sentir el toreo o a ver el toro. Hasta ahí podíamos llegar. Y si el cartel está compuesto por una terna de matadores postineros de los que salen en la tele o de los que torean seiscientas veinticinco corridas al año, mejor que mejor; y si, además, alguno es un matador banderillero, ¿pa’ qué más? Que hay que divertirse hombre y pocas cosas divierten más que ver a un toreador pegar mil pases por faena y si encima corta orejas y sale a hombros. Bueno, ya me parece el colmo de la rijosidad.

Puede que a algún aficionado le parezca esto una barbaridad, lo cual no es nada descabellado, aunque lo malo es que no se lo parece al oscuro orbe del taurinismo imperante. Lo peor del caso es que esos taurinos, ya sean matadores de moda, periodistas de la prensa del movimiento o ganaderos vendedores de ganado bravo al peso, nos quieran convencer de que este es el futuro de la fiesta y que no podemos luchar contra el “progreso” ni ir al revés de los tiempos.

El engaño actual es tan grande y está tan bien montado que se hace muy difícil, imposible diría yo, pelear contra este montaje. Nos tienen entretenidos con cosas accesorias en las que nos hacen entrar a todos. Un ejemplo es lo de Morante y Curro Vázquez: que si van durar dos días, que no es posible esa unión, que si Cayetano va hacer esto o lo otro, o que si Morante se va a coger el cesto de las chufas a la primera de cambio. Pero ya estamos en lo de siempre, nos detenemos en lo accesorio y obviamos lo fundamental. ¿Qué más nos da que se quieran o que salgan tarifando? Los que más lo pueden sentir son los propios interesados. Pero la cosa cambiaría si tanto el apoderado como sus dos pupilos decidieran hacer algo importante por la fiesta, aunque está claro que tendrían que contar con algunas ayudas. Por ejemplo, si hubiera algún tipo de acuerdo con un torero como José Tomás, ya sí que podrían empezar a plantar cara al taurinismo de la vulgaridad que gobierna los destinos actuales de la fiesta. No sólo se enfrentarían con el resto de toreros del escalafón de matadores, manejados como avanzadilla del cuerpo de empresarios/ apoderados/ ganaderos/ yo me lo guiso yo me lo como, sino que la prensa del movimiento podría ver tambalearse los cimientos de su supervivencia e incluso esa masa que va a los toros a divertirse pensaría que se le acabó el ir a merendar.

Qué casualidad, estos que van a los toros a divertirse son los que no son capaces de saborear el toreo de arte. Ya les pasó con Curro Romero, al que había que ir a tirar almohadillas y que se quedaban descolocados si el “Faraón” les obsequiaba con unas verónicas o naturales marca de la casa. Son estos mismos que ven en Morante al heredero de ese toreo que son blanco de sus iras, que no soportan a José Tomás porque no sale en la tele y porque además le cogen los toros. Amigo, es que es lo que tienen los toros, que cogen, ya sean grandes pequeños o medianos, pero si uno se pone, puede verse con los pies por alto.

Pero no sé si podemos exigir a alguien que dé ese paso adelante; que en conjunción con media docena de ganaderos de verdad organizaran treinta corridas al año en las que se viera la verdadera fiesta de los toros, aunque no nos vayamos a divertir, pero que estoy seguro de que arrastrarían mucho más público que esas meriendas multitudinarias organizadas como si se tratara de un botellón. Qué malas perspectivas se ven en el horizonte, mientras no dejemos de oír que esto es lo que hay mientras nos atruena esa cantinela de que a los toros hay que ir a divertirse. Y yo me pregunto si eso realmente les divierte.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El triunfador del año

Todos los números y todas las estadísticas nos dicen que el triunfador del año 2009 ha sido Sebastián Castella, pero esto no quiere decir que tengamos que caer rendidos a lo que nos dicen los números. Los números son muy útiles para medir distancias, contar unidades o medir el tiempo, pero ¿el arte puede valorarse en números? ¿es mejor artista el que pinta cuadros más grandes? ¿es mejor artista el que vende sus cuadros por más dinero? Yo creo que. Y la siguiente pregunta que se me viene a la cabeza es si los toros son un arte o no, o simplemente como consideran los turistas, un deporte. Yo soy de los que aún creen que el toreo es arte y de los que se espantan cuando alguien intenta hacer el más mínimo paralelismo con la actividad deportiva.

No sé si será justo o no, pero yo voy a recordar lo que Castella hizo en la plaza de Madrid, de donde salió dos tardes a hombros, una el 12 de mayo y otra el 3 de octubre. Y en ambas fue aclamado como el gran maestro del toreo de hoy, de ayer y de siempre. Pues bien, en mayo se limitó a arañar una orejita a cada uno de sus toros a los que despachó con un bajonazo y una estocada entera desprendida y trasera. Menudo bagaje. En octubre la cosa fue parecida o peor, porque una faena pródiga en trapazos con el pico de la muleta y escondiendo exageradamente la pierna contraria, fue merecedora de las dos orejas, no se si para premiar al francés o para agraviar a Morante, quien o bien repetía la sinfonía de capote de San Isidro o se le castigaba por haberse atrevido a molestar a la “figuronería torera imperante”.

Dos tardes de triunfo más que cuestionado, pero que sirvieron para engrosar la particular numerología de Castella y para ser utilizadas de coartada para justificar la supuesta de grandeza de un torero que no lo es. Quizás muchos estarán de acuerdo en el hecho de que no acaba de zambullirse en la vulgaridad en que se mueven otros colegas suyos, incluso por momentos parece que va a despreciar el “lado oscuro del toreo” y que se va a inclinar por la verdad de este arte, que no deporte. Pero no se puede vivir eternamente de las faenas iniciadas con el pase por detrás, la quietud y un tedioso toreo con el pico de la muleta y la pierna contraria atrasada, ni con matar de cualquier manera con tal de no soltar las orejas. Quizás si Sebastián Castella se olvidara de los números y decidiera beber en las fuentes clásicas de la tauromaquia, llegaría a ser un gran torero. No sería considerado el triunfador de la temporada, seguro, pero si como un gran torero. A lo mejor debe romper con su entorno actual y pensarse también en irse con Curro Vázquez y si muchos tomaran esta iniciativa, el torero de Linares podría montar una escuela homologada y organizarse sus propias ferias en el salón de su casa.

martes, 10 de noviembre de 2009

Esta fiesta es para ellos


¿Y quiénes son ellos? Pues yo se lo voy a decir, ellos son esos que quieren montar una fiesta a su medida, cómoda y sin que nadie les dé el más mínimo problema. Son esos empresarios que hagan lo que hagan siempre tienen razón y que montan los carteles con el mejor ganado y los mejores matadores imaginables y quien no lo ve así es que o no sabe de esto o tiene mala fe. Luego si el cartel o la feria es un auténtico desastre se limitan a recaudar y a hacer “mutis por el foro”.

Otra de las patas de este grupo son los toreros, verdaderos expertos en esgrimir estúpidas coartadas que a fuerza de repetirlas y repetirlas parece que se las acaban creyendo. Contra los críticos a su actuación o a su forma habitual de hacer se limitan a decir eso de que el toro era muy peligroso pero el público no lo ha sabido ver o nos hablan del mérito de estar delante de un toro, que es verdad, pero que excluye a cualquiera que no vista el traje de luces, de poder esbozar tan siquiera una crítica.

A continuación tenemos a los periodistas, verdaderos maestros en el arte de escribir o relatar lo contrario a lo que el resto de los mortales ha visto y encauzar las cosas de tal forma que “su” torero o “sus” toreros parezcan auténticos héroes mitológicos. Bien se agarran a las cifras, con esa frase tan de moda de que fulanito ha puntuado, o si se da el caso convierten al matador en un genio lidiador. Pero lo que es casi peor es que si el torero en cuestión no pertenece a su cuerda, son capaces de desprestigiarlo e incluso, dependiendo de la ignorancia y desfachatez del periodista, ridiculizarlo. Y si no, no hay más que ver la rapidez con que su lupa gana aumentos cuando se trata de no valorar lo bueno y resaltar lo malo, aunque escaso, de toreros como Curro Díaz, Diego Urdiales y no digamos de José Tomás. Es que ya se sabe, es mejor caer en gracia que ser gracioso. Por el contrario, nos cansamos de leer y oír las excelencias de los Ponce, Castella, Fandi, Fundi, Juli y el resto de toreros del régimen. Estos son los que no dudan en llevarse a su terreno a aquellos matadores que de una u otra forma un día admiramos y aclamamos como toreros de una pieza y les hacen quedar en ridículo ante la audiencia, haciendo que su leyenda se vaya emborronando retransmisión a retransmisión. Ahí están los ejemplos de Bernadó, al que daba gusto ir a ver a la plaza, al valiente Ruiz Miguel, honrado donde los hubiera y sobre todos a Antoñete, del que no hay que decir mucho más. Y ahora puestos a destruir mitos, también han fichado a Joselito, quien siempre habló claro pero ¿se atreverá a criticar la labor de un compañero en público? No lo creo.

Por último están los ganaderos, que a su vez se clasifican en los que mandan y en los que asienten, sin querer decir que estos últimos no se llenen bien los bolsillos, precisamente por saber a quien decir “amén, Jesús”. Lo de elucubrar sobre lo divino y lo humano del toro de lidia y de los experimentos genéticos con cebúes del Himalaya lo dejan para los listos que buscan el encaste perfecto del siglo XXI. Pero todos coinciden en lo mismo, en que el público no ha sabido ver este o aquel toro y lo justo que ha sido éste o aquel indulto, aunque a mi me gustaría hacerles una pregunta, y es si todos los toros indultados los echan a las vacas de su propia ganadería o no. Imagino que nadie me contestará.

La conclusión es que en este mundo maniqueísta de buenos listos y malos tontos no cabemos los demás, prefieren un listo inútil, como suelen ser muchos de esta tribu de taurinos, a los tontos útiles, que somos el resto. Parece que no nos queda otra opción que pagar, callar, aplaudir y seguir callados porque tal y como está montado este circo, los demás sobramos. Y no me refiero a todos los aficionados, porque aquí también hay un grupo de estos que sirven como coartada para toda esta caterva de iluminados, y con toda la desfachatez se autoproclaman portavoces de una afición muda. Y es que todo esto que llamamos fiesta de los toros es para ellos. Pero ¿qué pasará el día en acabemos marchándonos y se queden solos con su coro de pelotilleros y rufianes interesados?

miércoles, 28 de octubre de 2009

Recuerdos del mes de mayo


La feria de San Isidro de 2009, fue, tal y como viene siendo habitual, un chasco monumental, que por otra parte no pilló a nadie por sorpresa. Unos carteles pésimamente montados permitían vislumbrar el futuro que se avecinaba durante todo un mes de toros. Pero como en casi todo, en los toros también hay excepciones y sorpresa agradables. Y esa sorpresa saltó el 21 de mayo, el día en que Morante recuperó el toreo de capote. Sí que es verdad que el aficionado tenía puestas sus esperanzas en esa tarde y más concretamente en poder ser testigo del arte derrochado por el de la Puebla.

Aquella tarde nos permitió a muchos volver a casa con ese orgullo que siente el aficionado el día que ve algo destacable y que camina como si él mismo hubiera sido el autor de las verónicas, chicuelinas o naturales que le hicieron levantarse de su asiento. Morante, torero tan artista como personal e imprevisible, desparramó todo su sentimiento a la verónica, echando el capote “pa’lante” y trayéndose al toro enganchado en los vuelos de la tela, para pasárselo por la faja y dejárselo colocado para el siguiente lance y rematar con la media. Pero no sólo fueron verónicas, también nos obsequió con chicuelinas, galleos y recortes plenos de inspiración, pero muy válidos para conseguir poner el toro en suerte con gracia y evitando capotazos innecesarios.


El toreo con la muleta no desmereció lo hecho en el primer tercio, pero resulta tan caro ver hoy en día torear bien con el capote, que parece que esa tarde no hubo nada más. Hubo toreo profundo en redondo, no tanto al natural por las condiciones del toro y hasta una oreja, aunque esto casi es lo menos importante de una tarde en la que pudimos ver torear. Pero lo mejor en este caso es detenerse en contemplar el vídeo y obviar las palabras que en este caso sólo pueden distraer. Al final de este vídeo editado por la empresas de la plaza de Madrid, aparecen unos lances de José María Manzanares en ese empeño oficialista de convertirlo en un torero artista y con clase, aunque si las comparaciones siempre son odiosas, en este caso resultan elocuentes. Ya aviso que después de Manzanares ya no sale más Morante, así que si alguien quiere aprovechar para llamar por teléfono o irse a beber agua, que lo haga.


domingo, 25 de octubre de 2009

Vivir en torero


Eso es lo que parece que es el día a día de don Francisco Rivera Ordóñez, torero dinástico y héroe de masas; y he dicho de masas, que no de aficionados al arte del toreo. Este referente del arte torero se descuelga ahora con unas declaraciones contra el presidente del gobierno, que puede que ayude o no ayude a la fiesta de los toros, pero una cosa es hacer una crítica de su gestión y otra soltar un alarido de los que cualquiera puede soltar en la calle o en la barra de un bar, aunque dadas las esferas en las que este señor se mueve, seguro que sería en la celebración de un té en el palacete de cualquier amiga.

Todo el mundo tiene derecho a criticar a los que nos gobiernan e incluso algunos tienen hasta la obligación, pero si el opinante es un matador de toros, bueno o malo, debe fundamentar esta crítica con solidez y diciendo dónde y cuando se debe apoyar a la fiesta. Pero para que vean los sesudos miembros de la administración que le dieron la medallita que de desagradecidos está el mundo lleno. Le quisieron contentar con una condecoración que aplaudían los taurinos y los seguidores de las revistas del corazón, su público, y que censuraron los aficionados al toro.

En esas declaraciones deja una estupenda fotografía de lo que él es y de su idea de lo que es la fiesta de los toros. Compara tramposamente las corridas en Portugal con ese invento de Las Vegas. Compara una tradición que poco a poco parece que quiere irse abriendo hacia la corrida con toros de muerte, con el negocio de un espabilado al que le importa un pito que, una vez que haya hecho caja, se cierren todas las plazas del mundo y se lleve al matadero toda la cabaña de bravo del mundo. A lo mejor es que al señor Rivera Ordóñez le pasa lo mismo.

Como ya saben los que alguna vez me han honrado con su visita en este blog, salvo en rarísimas ocasiones suelo ilustrar mis comentarios con trabajos míos, pero hoy esto ni es posible, ni me apetece. No tengo ganas de dibujar un redondo con el pico y ventajista de este matador de toros. Para ello he buscado fotos por Internet y no he encontrado ningún lance que mereciese la pena y lo que no iba a poner es la portada del Hola, Diez Minutos o Qué me dices, pero rebuscando he encontrado una imagen de su hermano, quien hasta el momento sólo tiene en su currículo el haber estado bien en Madrid, pero luego no duda en hacer un desplante torero a una borrica rebozada en la arena en la plaza de Arévalo. ¿Esta es la idea de fiesta que ustedes atesoran en su corazón? ¿Este es el toreo que merece una medalla de la administración? Pues creo que no hay más que hablar. Espero que esta sea la última vez en que tenga que opinar sobre el sentimiento torero de don Francisco Rivera Ordóñez.

jueves, 22 de octubre de 2009

Otra temporada más


Cuidado que al que no esté vivo le pillamos las manos con el cierre. Cerramos el kiosco y no lo abriremos hasta allá el mes de febrero, cuando en los telediarios salgan las primeras imágenes de Valdemorillo o Ajalvir y los no taurinos te digan eso de “ya ha empezado la temporada ¿no?” Y tú con el mejor humor que puedas dirás que sí, que ya empiezan los toros otra vez.

Pero antes de llegar al febrero que viene vamos a pararnos en el presente. Si hacemos caso a los profesionales, lo más destacado de la temporada parece ser que ha sido: la indiscutible maestría de Ponce que todo el mundo alaba con eso de la elegancia, la técnica y no se que más, la indiscutible hegemonía del líder del escalafón de matadores, el Fandi, el único torero que podría torear dos toros a la vez, en dos ciudades distintas, la perversidad de los palcos que convierten en auténticos desalmados a los que los ocupan, que niegan las orejas a los pobres muchachos que se las trabajan con verdadero afán y, para colmo, en los palcos se adelantan los relojes, con el consiguiente perjuicio para los matadores, que ven como se les manda un aviso antes de disponerse a coger la espada. Y por último la perfidia de los que no entienden de las maravillas del toreo y quieren acabar definitivamente con las corridas de toros en Cataluña, es más, igual ya no se vuelven a oír los clarines en las plazas de esta comunidad.

Son formas de ver la fiesta. Para mi destacaría en primer lugar la ascensión y afianzamiento de Diego Urdiales, demostrando la diferencia entre torear y pegar pases, con el mérito añadido de hacerlo en plazas como la de Madrid. Los destellos de arte con que Morante nos ha deleitado, como fue el caso de su actuación con el capote en la feria de San Isidro. La despedida de Esplá de Madrid, premio a una carrera de honradez y compromiso con la fiesta, siendo sobre todo, diferente, huyendo de la vulgaridad imperante entre sus colegas de la coleta postiza.

Pero la temporada también nos ha traído una cierta frustración. Frustración como es la provocada por el hecho de no poder ver a José Tomás en las grandes ferias y en mi caso en la de Madrid. Parece evidente que se prefería que no viniera, pero también ha quedado demostrado que no hay ningún torero en la actualidad que llene y que interese como él. Ni figurones, ni figuritas dan lo que él ofrece y parece que incluso las empresas se empiezan a caer del burro, como él mismo que ya asegura que a partir de febrero volverá a las plazas en las que no debe faltar. A lo mejor así veremos a quien le interesaba más si ausencia.

También nos hemos pasado el año esperando que el Cid superara el bache en el que se ha visto sumido toda la temporada, salvo destellos esporádicos de esperanza, muy semejantes a los de Alejandro Talavante que empezó haciendo apuestas arriesgadas desde el principio con el deseo de remontar el vuelo, pero que no ha acabado de convencer. No obstante habrá que seguir esperando por lo menos un año más y ver si vuelve al camino recto o definitivamente se inclina por “el lado oscuro del toreo” para vivir sólo de orejas cortadas, orejas negadas y corridas toreadas. Pero para todo esto habrá que esperar unos meses

martes, 13 de octubre de 2009

¡Qué vivan los fenómenos postmodernos!




Señoras y señores, con ustedes el nuevo adalid del toreo postmoderno, el delfín del rey de los toreros, la figura emergente que más pasiones levanta: Miguel Ángel Perera. Está claro que cada uno tiene sus gustos, en esto que nos ocupa que es el toreo, y en todas las manifestaciones artísticas que adornan nuestra vida y animan nuestro espíritu.

Desde hace mucho tiempo he escuchado pacientemente comentar las virtudes de este torero, quien en sus inicios verdaderamente las tuvo.Pero de aquellas tardes en Madrid en las que salía decidido a triunfar con el toreo de verdad o a visitar la enfermería,y la imagen que aquí muestro, hay mucha diferencia. No me gusta que esta entrada haya coincidido con que le hayan echado un toro a los corrales, porque considero que esto puede ser un accidente, igual que lo tuvieron otros toreros. Sí es verdad que de siempre ha sido considerado como un pecado imperdonable, pero también hay que entender cuál era el orgullo y la vergüenza torera imperante en otros tiempos.

En la imagen que fue tomada en la pasada feria de Logroño se puede ver claramente la personalidad de Perera al torear con la derecha, la pierna contraria muy atrasada, casi escondida, el brazo estiradísimo, la muleta completamente torcida y tirando del toro sólo con el pico, que a su vez tiene un pitón a cada lado. Además el toro pasa muy alejado del torero, a tal distancia que podría pasar otro toro entre ambos, o un encierro completo con sus garrochistas y todo, y esto sin meternos en consideraciones sobre el trapío del animal.

Pero que tampoco se tome esto como algo personal, porque esta imagen la podría protagonizar, y de hecho así es tarde tras tarde, cualquiera de los fenómenos que van por ahí indultando toros, vacas y máquinas de tricotar si se da el caso.

En el caso particular de Miguel Ángel Perera, creo sinceramente que no está todo lo bien aconsejado que debería estar y que quizás alguien lo ha alejado de la realidad de los toros, porque insisto en que aún recuerdo cuando venía a Madrid dispuesto a lo que fuera y lo único que ponía sobre la mesa era su valor, que era mucho, su honradez y sus ganas de hacer el toreo de verdad. En cambio hoy se puede leer su queja sobre el presidente de las corridas de Zaragoza: en una le “escamotearon” una oreja y en la otra le dieron los avisos muy rápido. ¿Qué es eso de “muy rápido? ¿Se los dieron a los nueve minutos, a los dos y medio y a los treinta segundos? Pues si es así, hace bien en denunciarlo y si no…

Aquí dejo esta imagen para que sea contemplada y valorada por todo el que quiera o por aquel que sienta que se le remueve algo dentro al ver perpetrado semejante derechazo.

lunes, 5 de octubre de 2009

Entre torear y dar pases, la diferencia es Urdiales


Nos hemos hartado de repetir eso de que torear no es lo mismo que dar pases y Diego Urdiales, muy amablemente, ha demostrado la diferencia con una clase práctica. Sin estridencias, sin histrionismo y de una manera natural, el riojano se plantó delante de dos infames victorinos que, igual que el resto de los cinco que pasaron el reconocimiento, ni tenían presencia, ni clase, ni bravura, sólo malas ideas. La tarde anterior presenciamos una faena tipo de lo que es dar pases. Ya no me meto en si tiene mérito o no, me da igual, pero el caso es que con los pases me quedo frío y con lo que hizo Diego Urdiales por momentos me quedaba helado. Me quedaba helado al ver como se desenvolvía ante dos toros que ponían todas las dificultades imaginables y las no imaginables, también.

En su primero, Diego Urdiales ya lo recogió con mimo y poder, consiguiendo meterle en los engaños y demostrando para que vale ese trapo grande, rosa y pesado. Lo llevó al caballo después de aguantar unos amagos del victorino zigzagueando inciertamente mientras se lanzaba en busca del capote o del que estaba detrás del capote. Allí sobre el caballo esperaba un deslomaburros que no tuvo el menor reparo en picar en mitad del lomo. ¡Qué mal se pica! O se tapa la salida y se hace la carioca, o sólo se señala el puyazo y casi siempre se pica trasero. Pero a pesar de la poca colaboración del “pica” el riojano cogió los trastos de matar y allá se fue. Empezó doblándose muy bien por ambos pitones para que el mal victorino supiera desde el primer muletazo que allí había un torero. A base de cruzarse mucho intentó arrancar algún muletazo, pero allí no había nada que rascar, parones revolviéndose a mitad del viaje, derrotes y brusquedad era todo lo que daba el toro de si. Probó por el izquierdo, pero la cosa era todavía peor y no quedaba otra que doblarse de nuevo para prepararle para la muerte. Un pinchazo y una entera un pelín rinconera. La gente, con ese afán orejista tan suyo, se enfadó porque el usía no sacara el pañuelo blanco, pero ¿qué más da? Diego Urdiales dio una vuelta al ruedo que le debe saber a gloria, una vuelta al ruedo ganada y no regalada y toda la plaza rendida a sus pies. En su segundo todo siguió por los mismos derroteros, pero si el primero ayudó poco, éste ayudo aún menos con la cara alta desde que salió de toriles, incierto y con esa dificultad de no humillar, incluso a pesar del macheteo que le recetó su matador.

Los otros dos espadas anunciados, José Luís Moreno y Sergio Aguilar, son un ejemplo de esos que se limitan a estar ahí, que intentan dar pases, que unas veces se ponen pesados y otras muy pesados. Que parece que van a ponerse a torear y a someter a su oponente, pero que a la mínima ocasión que tienen se ponen a meter el pico y a torear a distancia. En este caso y con el ganado que tenían delante no es para ponerse exquisito, lo único es que con estos vicios tan arraigados desaprovechan lo poquito que los animales llevan dentro. José Luís Moreno se lió a dar pases y más pases e incluso instrumentó una buena tanda de derechazos a su primero, pero ahí se acabó todo. Sergio Aguilar por su parte, daba la sensación de estar a merced de sus no victorinos, y de entre tantos pases, muchos sueltos y sin ligazón, sólo consiguió alguno algo estimable.

Parece que la leyenda de Victorino Martín ya es sólo eso, leyenda, y ahora echa toros con tan poca presencia como los demás, tan descastados como los demás y con tan poca clase como los demás. Igual es que esta ganadería va lanzada a ser una como las demás. ¡Qué lástima!

domingo, 4 de octubre de 2009

La fiesta es para los otros


¿Quiénes son los otros? Pues muy fácil, los toreros que no tienen ni el más mínimo sentido crítico y que se sienten satisfechos con las orejas, hayan o no hayan hecho el toreo. De los taurinos que se ven beneficiados de esta verbena de orejas, indultos y salidas a hombros. De la prensa, que no duda en deshacerse en elogios a toreros que viven en la más absoluta lejanía de lo que es el clasicismo taurino e incluso se desenvuelven permanentemente en la más triste vulgaridad. De esos “aficionados” de clavel, canapé, televisión y de acudir a la plaza una o dos veces por año, caiga quien caiga, que para eso son unos grandísimos aficionados. De todos estos, a mi que me borren.

La plaza de Madrid se ha vuelto loca con un vulgar Sebastián Castella que ha repetido una de sus faenas clónicas de pase citando en la pala del pitón y abusando del pico, sin torear nunca y dando pases y más pases. Seguro que esto tiene su mérito y a lo mejor hasta es mucho, pero a mí me dice tanto como una máquina de tabaco con eso de: su tabaco, gracias. Yo no voy a los toros a ver cortar mil orejas o a eso que dicen los que justifican tanta vulgaridad: ir a divertirse a los toros. Yo no quiero divertirme, yo quiero pasarlo bien, emocionarme, asustarme, ver a un torero como puede con un toro, pero para divertirme me voy a la montaña rusa o juego una partida de mus con los amigos. ¿Qué satisfacción se puede encontrar aplaudiendo como un poseso un par a toro pasado? ¿Qué divertimento es ese de pedir la vuelta al ruedo a un toro que al ir al caballo la segunda vez sale espantado al notar el roce de la puya? ¿Qué disfrute hay en ver a un señor vestido de colores y con unas medias rosas salir de la plaza subido a un tío, entre los alaridos de sus leales?

Con lo visto y vivido en la plaza de Madrid en la corrida de Núñez del Cuvillo he colmado mi vaso del aguante y del aislamiento. Esta sensación la llevo teniendo hace tiempo, pero en las últimas semanas se me ha venido acentuando. Estoy un poco cansado de tener esa sensación de marciano loco que no se entera de las maravillas que pasan delante de sus ojos. Enhorabuena taurinos y taurinillos, ya tenéis a la prole domesticada, ya comen en vuestra mano. Luego os extrañaréis de que esta basura sea prohibida en Cataluña, pero ¿qué queréis? Se lo habéis puesto a huevo a los antitaurinos. Esta nos es la fiesta que a mí y otros cuantos nos transmitieron nuestros padres, abuelos o tíos aficionados a los toros. Seguro que habrá quien piense lo mismo que yo, que es un marciano, pero yo de momento no le voy a quitar esa idea de la cabeza, porque a lo mejor es verdad y es un marciano. Y para colmo, Pepe mi eterno y buen compañero de localidad me ha soltado: Quique, hazte a la idea de que eso de cruzarse ya se ha acabado. Que razón tiene, como casi siempre. Y este es de los que no se cansan de decir que no tiene ni idea. O mi amigo José Luís Bautista, el de Linares, que más de una vez en sus correos me dice que esto es para “ellos” (taurinos, prensa, etc...).

¿Qué hemos hecho con la herencia que nos dejaron Camino, El Viti, Domingo Ortega, Manolo González, Pepe Luís Vázquez y tantos otros? La herencia de Antoñete él mismo la está malgastando con sus comentarios en la radio y en la televisión. Si un torero, que fue el clasicismo y la pureza vestida de luces, hace los comentarios que hace y se rinde ante la vulgaridad de forma incondicional, ¿qué podemos hacer los demás? Pues a lo mejor sólo podemos callarnos y aguantarnos.

Pero un último comentario. En tardes de triunfalismo desenfrenado, si alguien, como es mi caso, comenta en voz alta la infamia de este espectáculo, nadie es capaz de abrir la boca y responder y mucho menos de hacerme ver la grandeza de aquello que les hace delirar. Como mucho dicen entre dudas: lo ha hecho bien ¿no? Pues no. Muchas gracias por vuestra atención en un día en el que Sebastián Castella estará tan orgulloso de ser un icono del toreo postmoderno y en el que no hemos podido ver el arte que se les supone a Julio Aparicio y Morante de la Puebla. Otra vez será ¿no?

lunes, 28 de septiembre de 2009

Y en esto que Rafaelillo se va de gira


Tarde de Palhas y tarde en la que muchos depositadas todas nuestras esperanzas después del antecedente del mes de mayo. Pero en esta ocasión el resultado ha sido muy distinto. Un ganado duro, muy duro, que no ha permitido lucirse a ninguno de los tres matadores, aunque alguno de ellos haya podido salir más satisfecho, como es el caso de Rafaelillo. Después de haber salido ileso de su primero y de despacharlo con un bajonazo, se enfrentó a su segundo un toro nada claro que parecía otra cosa en su primer encuentro con el caballo, donde se le vio empujar, pero a la segunda vez que notó el hierro dijo que ni de broma y tomó las de Villadiego. Bueno, el mejor escribiente echa un borrón, pero los borrones se sucedieron en banderillas, echando la cara arriba y recortando terreno descaradamente. Rafaelillo tomó la muleta y fue capaz de enjaretarle varios redondos, quizás con algo de precipitación, llenos de emoción y que no se podían juzgar con la regla y el tiralíneas; bastante era estar allí intentando hacer faena ante tanto genio y tantas embestidas violentas. Mató de un pinchazo y un bajonazo y tras leve petición, el murciano decidió darse una vuelta al ruedo por su cuenta y riesgo, a pesar de las protestas del público. Como ya digo, la faena tuvo el mérito de estar allí, pero en primer lugar no merecía una oreja, y en segundo lugar, tras un bajonazo hay que taparse un poquito y no hay que pavonearse como si fuera el mismísimo Mazzantini. Hay que respetarse a uno mismo un poco más. Quizás le podían haber dado la oreja, pero según mi parecer, lo que hizo va más allá de una oreja o de seis. Rafaelillo se enfrentó a un toro, lo que ya da valor a todo lo que se haga, le sacó lo que no tenía y salió andando del embite. Pinchjó y mató mal, mala suerte, pero esto no se puede emborronar con una gira por el ruedo de Madrid. Rafaelillo, tú vales para mucho más que para eso.

El segundo que se anunciaba era Javier Valverde, al que considero un torero que sabe de que va esto, pero que no acaba de dar el campanazo. Tiene el suficiente conocimiento como para darse cuenta en su primero de que si no se cruzaba el toro se le venía al cuerpo y así le obligaba a no embestir en línea recta con el peligro que esto tenía. Pero por el contrario en su segundo dejó que el toro se adueñara de la situación y se enterara demasiado de lo que pasaba allí. Cerró con una entera trasera bien ejecutada, aunque nos habría gustado ver algo más.

Iván Fandiño venía a confirmar las buenas expectativas de San Isidro y si no fue posible un triunfo rotundo, sí demostró que es un torero al que se puede ver y que le salga bien, mal o regular, intenta hacerlo de verdad. En su primero, un toro complicado al que no había manera de meter en los engaños y al que tampoco le dieron la lidia que pedía, no paraba de repartir tornillazos por allí donde estuviera y haciendo hilo con todo lo que le pasara por delante, Fandiño parecía decidido a torearle con la muleta sí o sí, pero el toro opinaba que no. Fue una faena de esas que parece que se traga ahora un muletazo y casi otro más y a la siguiente uno, otro más y casi un tercero, pero no, era un muletazo descompuesto y no dejar colocarse al torero. Y en estas que le logró arrancar un derechazo profundo, llevando toreado al animal, pero ya. El Palha no estaba para más y sólo quedaba pegarle el estoconazo que le llevó sin más por al desolladero. En el último de la tarde, un mozo con metro y medio entre pitón y pitón, intentó lucirlo poniéndolo de lejos al caballo, ¡gracias! Parecía que iba a quitarnos el mal sabor de boca del resto de la corrida. Se empezó desplazando largo en el capote, en el caballo fue pronto y con cierta alegría, animado por Rafael Agudo que toreó a caballo. Es verdad que en la segunda vara se le fue de primeras el palo a la paletilla, pero rectificó e intentó medir el castigo, al menos su intención era la de hacer bien la suerte. Al empezar la faena Iván Fandiño no dudó en echarse la muleta a la mano izquierda desde el primer muletazo e incluso apuntó algún natural limpio, pero la luz se fue apagando hasta que nos quedamos a oscuras; tan a oscuras que casi no pudimos ni ver el bajonazo con que se despachó al último de la corrida. Una corrida en la que no hubo sopor y que no se nos hizo interminable porque había toros, malos, peligrosos, sin calidad, pero eran toros y la verdad es que no me gustaría ver toros así muy a menudo, los prefiero bravos, nobles sin ser tontos y que se coman los capotes, pero entre esto y la bobona de las figuras, las figuritas de mazapán llenas de trampas y el toro rodando por los suelos con un semipuyazo, yo prefiero esto. Si este ganado saliera más a menudo igual esas figuritas tenían que aprender a usar el capote para defenderse y ahormar las embestidas de toro y eso que llamamos “lidia” dejaría de ser sólo el nombre de la vecina de arriba.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Les queda mucho que aprender


A pesar de lo que puedan pensar muchos novilleros, incluso algunos matadores, todavía les queda mucho que aprender. Pero esto tampoco puede ser una coartada para hacer que todo valga. En la primera de la Feria de Otoño a la que la empresa de Madrid, Comunidad Autónoma y Sumsum Corda nos obligan año tras año, incluso a pesar de los carteles, hemos sido testigos del hacer de tres prometedores novilleros.

El primero de los tres, Javier Herrero, se encontró con un noble y buen novillo al que se dispuso a pegar trapazo tras trapazo, ignorando las buenas condiciones del animal. Es verdad que intentó lucirlo en la faena de muleta citándole desde muy lejos, cosa que demuestra su generosidad y que además es de agradecer, pero torear es algo muy distinto que pegar pases. Pases dio muchos, pero ninguno de calidad y en ninguno toreó. Trapazos y trapazos sin ton ni son a un buen novillo, justito de fuerzas pero bueno, que acabó tropezando se con la muleta y enganchando la tela que le presentaba Javier Herrero. Era el colofón a una oportunidad desaprovechada. Habrá quien me diga que era un chaval, que es un novillero, pero si se llega a Madrid y te sale uno como el de Montealto, hay que hacer crujir los tendidos. Y la prueba más clara es lo que ocurrió en su segundo, un jabonero peligroso, muy peligroso que no estaba para alegrías y que más que embestir, arrollaba. Protagonizó un caótico tercio de varas en el que uno de los caballos salió en estampida atravesando el ruedo, para acabar estrellándose contra las tablas de forma estrepitosa. Después de este triste espectáculo el de Cuéllar cogió la muleta y se fue para el toro a intentar torearle, pero la cosa pintaba en bastos. Después de un tremendo revolcón, el matador se rehizo y volvió a la cara del toro, pero al segundo tantarantán el animal le echó mano y le caló; una cornada grave que le impidió continuar en el ruedo. Una lástima y un alto precio para pagar la lección de que las ocasiones que se van ya no vuelven.

El segundo era Pablo Lechuga. Una figura incipiente del escalafón novilleril y que como tal se comportó. Pero no como una figura del toreo de verdad, como una figura de esas de ahora que pasean altaneramente su ignorancia y que se limitan a aplicar todas las triquiñuelas que les inculcan sus mentores, aunque según he oído uno de ellos está desde ayer o anteayer en el Gran Hermano. Eso si que es aprovechar la ocasión. Pero esto tampoco puede ser excusa. No creo que a Lechuga se le haya olvidado colocarse, poner la muleta, tirar del toro y rematar el pase atrás sólo por ver a su apoderado en la tele, encerrado en una jaula de grillos. Quizás lo de este novillero sea más de actitud que de aptitud, aunque de esto también haya algo.

Y el tercero era un francés, Thomas Jouber, con ese no se qué que parece sacado de un libro de Teófilo Gautier. El hombre lo ha intentado durante toda la tarde. Ha entrado en quites, ha recibido a su primero en los medios, aunque el toro no lo sabía, y ha intentado un toreo con los pies quietos, muy vertical, muy amanoletado, pero como si no pensara las cosas en el momento, como si ya las trajera pensadas de casa. Era como aquel cómico que repite los mismos chistes de leperos una y otra vez porque son con los que más se ríe la gente, pero que va a actuar a Lepe y no cambia de repertorio. Pero yo, sinceramente, entre este Jouber y la suficiencia de los maestros postmodernos, prefiero al francés. Éste al menos tiene ganas y parece que quiere aprender. Si se da cuenta de sus carencias, estará más cerca de superarlas y volverá a Madrid y veremos sus progresos y nos encantará ver como ha avanzado en esto de la torería y lo adoptaremos como torero del foro y… Jouber, ¿ves cómo no hay que correr, ni precipitarse? Como decía el gitano, el correr es de cobardes. Así que poquito a poco, que esto de ser torero y torear bien, como decía Joaquín Vidal, además de ser muy difícil, es muy peligroso.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Vamos a ganar dinero, tralará

Si no fuera por lo que la frasecita lleva detrás, podríamos hasta tararearla con los niños, para enseñarles que en la vida hay que ganarse el pan de cada día, todos agarraditos de la mano y dando vueltas alrededor de un cerdito hucha. Pero la cosa no es tan inocente, sobre todo si hablamos de esta pasión nuestra que es la fiesta de los toros. Cualquiera que esté un poco al tanto y tenga un mínimo de sentido crítico es consciente del estado en que nos encontramos. Un panorama en el que los empresarios nos dan gato por liebre tarde tras tarde, los toreros parece que corren en estampida para convertirse en una caricatura de lo que siempre ha sido un matador de toros, los medios de comunicación oficialistas se matan por entrar en el coro de aduladores de las figuras y el principal protagonista, el toro, es un marmolillo desfondado, sin raza y sin casta, con excepciones por supuesto. Pero como el negocio iba bien, pues no pasaba nada. Y que conste que la cosa iba bien, o va bien, sólo para unos pocos, porque lo que no se puede negar es que las plazas ya no se llenan, toree quien toree. Perdón si que se llenan, incluso con la reventa haciendo su agosto, pero sólo hay un torero que lo consigue tarde tras tarde: José Tomás. Pero como decía el Gallo, hay gente pa’to y hay quien le niega el pan y la sal, incluso llegando a ridiculizarle como el otro día en una corrida televisada hizo el doctor en periodismo, rama tauromaquia, don Miguel Ángel Moncholi. Eso sí, el doctor se volvía loco viendo pegar trapazos a los coletudos de turno.

Pues lo que parece que era una maravilla se puede convertir en cataclismo. Según “fuentes bien informadas”, esta temporada se van a quedar en el campo alrededor de dos mil cabezas de bravo. Que catástrofe, el negocio no va a poder ser tan redondo, lo demás no cuenta. Si el toro se derrumba, si se parece más a un burro que a un toro bravo, da igual, el problema es que no se va a ganar tanto como se tenía previsto. Ya lo vimos en el último San Isidro, José Tomás no podía venir a Madrid porque en dos tardes el negocio no lo era tanto. Tanto de taquilla, tanto para pagar toros y torero y las cuentas no salen, pero... ¿y lo de la tele? ¡Calla niño! Pero es que la tele paga… ¡Niño qué te calles!

Esto de los toros es un negocio muy bien montado, para que lo vamos a negar. El problema es que está estupendamente montado para unos cuantos y para poco tiempo, o lo que es lo mismo, pan pa’hoy, hambre pa’mañana. Pero en el hoy ya hay quien empieza a ver encenderse algunas luces rojas. Este año sobran dos mil toros, pero ¿y el qué viene? Con la excusa de la crisis muchos ayuntamientos han prescindido de los festejos taurinos y han decidido ahorrarse el dinerito que tenían que poner por decreto. Y tenían que poner dinero porque el dinero recaudado, en caso de cubrir el aforo, no daba ni para cubrir gastos. Pero es que tampoco parece muy lógico que todo pueblo, aldea, villa o caserío quieran ver en su casa a las figuras del momento o de la prensa rosa, que por una causa o por otra, cobran su dinero.

Está a punto de acabarse una temporada más. Pasará el Pilar y cada uno empezará a sacar sus conclusiones, unos que menudo temporadón de fulanito, con ciento veintisiete puertas grandes, de las que ciento veintiocho han sido en plazas de carros, otros que menganito ha indultado cuarenta y siete toros, a los que el ganadero no sabe si acogerlos de nuevo en su finca y presentárselo a las vacas o regalárselo al maestro para que le cuide los niños y otros se quejarán de no haber ganado todo lo que tenían previsto y se prepararán para el año siguiente para cantar eso de: Vamos a ganar dinero, tralará

viernes, 11 de septiembre de 2009

El natural, la verdad al natural

El natural no sé si definirlo como el rey de los lances, o el lance de los reyes, de los reyes del toreo, se entiende. Podría haber comenzado por los pases tradicionales con los que se inicia la faena de muleta, pero dados los tiempos que corren en los que escasea la verdad y la naturalidad, habrá que echar la “pata alante”, adelantar la muleta poniéndola plana y cogiéndola sólo un poquito más atrás del centro del palillo, tragar saliva y esperar la arrancada del toro para embarcar la embestida, correr la mano con mucho temple y rematar el pase detrás de la cadera, para quedar colocado para el siguiente lance.

Esto mismo se puede hacer dando el medio pecho, como lo hizo Antoñete, el Viti o Curro Romero, por ejemplo, o de frente dándole todas las ventajas al toro, igual que Pepe Luís y Manolo Vázquez o el mismísimo Paula aquella tarde de la feria de otoño de Madrid, rompiéndose por la mitad, mientras se resquebrajaba la plaza de emoción.

Luego ha habido especialistas en torear con la mano izquierda, especialistas como José Ignacio Sánchez, que nos duró muy poquito vestido de luces, o el Cid o José Tomás, quienes nos regalan sus mejores tardes cuando se les desentumece la zurda. Casualmente se da el caso de que los mejores “naturalistas” suelen ser unos fieles intérpretes del toreo clásico.

Pero incluso en el toreo al natural se puede incorporar alguna innovación, como lo hizo Joselito, José Miguel Arroyo, la tarde del 2 de mayo. Innovación y clasicismo unidos, porque realmente Joselito no inventaba nada cuando toreó al natural con la derecha tirando el estoque al suelo, pero que con su forma de hacer provocó una verdadera revolución.






Si habitualmente mis comentarios son la expresión de una forma personal de ver los toros, con mis recuerdos, mis sentimientos, mi utopía en tauromaquia y la fidelidad a lo que mi padre me fue inculcando desde que me llevaba a los toros en pañales, en esta ocasión es todavía mucho más personal si cabe. Por eso me encantaría que esta entrada la completaran los buenos aficionados que me siguen, que me consta que los hay muy buenos y además muy humildes, que incluso llegan a dudar de su sabiduría, lo que demuestra que la tienen, y que sean ellos los que a los demás nos hagan acordarnos de este y aquel torero y de esta y aquella tarde. ¡Va por ustedes!









jueves, 3 de septiembre de 2009

Los ganaderos han dimitido

Al hacer esta afirmación no quiero decir que todos los ganaderos de bravo hayan decidido abandonar sus fincas y dejar el ganado de la mano de Dios. Quizás eso sería más honroso que lo que la mayoría viene haciendo hace bastante tiempo. Han pasado de ser criadores de bravo a vendedores de reses. Puede que haya quien no encuentre diferencias entre una y otra cosa. Lógicamente, el ganadero de bravo tiene que preocuparse de vender sus productos y al mejor precio posible que puedan obtener. Pero no pueden centrar toda su actividad en esta parte del negocio. Hay que pensar en el por qué de su existencia.

El ganadero ha pasado de ser un actor básico y orgulloso de serlo en la fiesta de los toros, a ser un sirviente de empresarios, toreros y prensa, encantado de que las figuras del momento ridiculicen lo que ellos crían durante años, de que esas figuras se anuncien con sus toros y de que les corten tres orejas por cabeza. Los hay incluso que permiten que esas figuras, llevadas de la mano por sus apoderados, gestores o como se les quiera llamar, metan mano en la selección que hay que hacer para ellos vivir más acomodados. Permiten eso de los ”veedores” y que estos decidan si este toro vale o no, o mejor aquel. Parece no importarles demasiado pasar la vergüenza de ver como cuatro, cinco o seis toros son rechazados en plazas importantes, no pudiendo ser capaces de reunir seis toros que cumplan las exigencias de ese coso. Y si ellos tienen que cargar con el baldón de ser el motivo del fracaso de un torero, pues cargan. Que horrorosa excusa me parece eso de “yo he estado por encima de los toros y es que cuando el toro no va, es imposible”.

Parece mentira que muchos ganaderos lleven unido su nombre al de la ganadería. Resulta muy fácil echar por tierra el nombre de una ganadería porque una figura ha sido incapaz de darle la correcta lidia. Ahora los toros tienen que adaptarse al torero y no al revés. Y si algún ganadero se niega a pasar por el aro se le tilda de excéntrico, de ingenuo y de ignorante, además de tener que cargar con el castigo de no poder vender ni una corrida.

Antiguamente los toreros, no las figuritas, alardeaban de que habían matado tantas de Miura, tantas de Pablo Romero, tantas de Graciliano, aparte las que a ellos les venían mejor para su forma de torear. Y entre estos toreros estaban los Pepe Luís, Camino, Marcial Lalanda, el Viti, Domingo Ortega y un largo etcétera de nombres que no es que hayan sido alguien importante en la historia, es que sin ellos no hay historia que valga. Desde hace unos cuantos años el cuento es muy diferente, nuestras figuras se vanaglorian de no haberse encontrado nunca con uno de Miura, por ejemplo, o si acaso, torearon una vez una corrida de ese hierro. Como para ver que pasa, pero ya, no vaya a ser que esto cree adicción.

Se nos ha olvidado a todos que esto que nos hace sufrir, disfrutar, enfadarnos, emocionarnos y experimentar muchas más sensaciones, la mayoría contradictorias como la misma fiesta, se llama fiesta de los toros, no de los toreros y que si esto falla, ya nada tiene sentido. Empezando por el nombre.

viernes, 28 de agosto de 2009

¡Manolete ha muerto!


Esta madrugada a las cinco y siete minutos de la madrugada, Manuel Rodríguez “Manolete” ha dejado de existir. A consecuencia de la cornada de dos trayectorias que le asestó Islero, quinto de la tarde de la corrida de Miura celebrada en Linares ayer 28 de agosto, donde alternaba con Gitanillo de Triana y Luís Miguel Dominguín. Islero, negro entrepelado y bragado, de 495 kilos y marcado con el número veintiuno, prendió a Manolete en el momento en que entraba a matar, introduciéndole el pitón por el triángulo de Scarpa. Entró en la enfermería de la plaza en estado de shock y tras ser operado allí mismo parece que incluso llegó a recuperar la consciencia.

Posteriormente el diestro cordobés ha sido trasladado al Hospital Municipal de Linares, siempre acompañado de una extensa corte de amigo y seguidores, entre los que estaba D. Álvaro Domecq, de quien se le ha practicado una transfusión de sangre de brazo a brazo. Se dice que Manolete incluso ha llegado a hablar, mientras se esperaba que llegara de Madrid un novedoso suero que se esperaba que le ayudara en su recuperación. Pero todo ha sido inútil, casi inmediatamente después de inyectarle dicho suero, Manolete se desvaneció y murió.

Según la opinión de varios testigos del festejo, Manolete entró a matar muy despacio, lo que aprovechó el de Miura para cogerle, otros dicen que ese fatídico suero fue el motivo determinante para que el “Monstruo” expirara. De cualquier forma, el único hecho indiscutible es que en Linares se fue uno de los fenómenos taurinos más importantes de la historia, que trascendió más allá de las plazas y que todos los agostos desde hace sesenta y dos años, muere en el recuerdo de los aficionados.

lunes, 24 de agosto de 2009

Tarí tarí tarí… el toro ya está aquí


De eso se encargó Ana María Cascón, de criar, elegir y mandarnos un toro de verdad, que nos hizo olvidarnos del tremendo calor que hacía en la plaza de Madrid. Pero que esté tranquila la ganadera, que no le vamos a pedir que todos sus pupilos sean igual de aplicados. Eso es como pedir a la Consejería de Educación que todos los niños nos salieran como Einstein o Picasso.

El joven con cuatro añitos cumplidos en julio, se llamaba Buscón y ya de salida le dio que hacer a Francisco Javier Corpas, que no fue capaz de fijarlo en su capote a base de mantazos. En esto que asomaban los picadores y allá que se fue el toro para empujar como un león, o mejor dicho, como un toro bravo. El picador, José María Expósito, debió pensar que se le venía encima un mercancías, pero sin amilanarse lo más mínimo, le cogió muy bien y aguantó los embites en la puerta de toriles, evitando un derribo que ya estaba cantado. Podía parecer que Buscón apretaba a favor de querencia, pero en la segunda cita con el caballo totalmente a contra querencia empujó igual o mejor y casi consiguiendo descabalgar al picador. Pudo haber habido una tercera vara, pero ésta quedó en el limbo del señor presidente. Tal brío no era fácil de convertir en arte, aunque el de Ana María Cascón sólo pedía que alguien se plantara delante suyo con los pies clavados en la arena y le dijera por dónde tenía que ir. El encargado de ello era Francisco Javier Corpas, quien se limitó a poner la muleta y a dar trapazo tras trapazo. Sólo en una tanda de naturales estuvo un poco a la altura de las circunstancias. A un animal con esta categoría no se le puede andar intentando engañarle con el pico de la muleta aceleradamente. No se puede estar todo el día pidiendo que el toro se mueva y cuando sale nos rebasa por delante y por detrás y por la derecha y la izquierda. El cierre a tal recital de trapazos y de embestidas de enorme calidad no fue otro que una media caída, ¡a la suerte contraria! ¿El premio? Una oreja, y como aquí a lo que se viene es a eso, pues ya está, lo de torear es otra cosa.

El confirmante Carnicerito de Úbeda, con nombre de regusto torero, evidenció la falta de contratos. Apuntó que su idea del toreo no es la misma que la de Corpas, pero no lo pudo demostrar con ninguno de sus dos toros. En el primero algo más claro no acabó de confiarse y sólo nos dejó varios naturales que nos hizo esperar más y con el segundo no se podía hacer demasiado. Si con uno se vieron detalles, con el otro sólo pinceladas. Pero como se decía antes, no me importaría volver a verlo, aunque creo que no nos lo permitirán.

Serranito reivindicó su condición de torero modernista que se mueve como pez en el agua entre retorcimientos, toreo desde la lejanía, abuso del pico de la muleta para vaciar las embestidas hacia fuera e intercalando esas feas carreras entre mantazo y trapazo.

Pero también hubo una corrida de Juan Luís Fraile muy en el tipo Graciliano, que no respondió a la expectación que tuvo en otra época, pero que fue una corrida de toros de verdad, con sus problemas y dificultades, incluso a veces con toros complicados, pero al fin y al cabo fueron toros y como tales, dignificaron a sus tres matadores, porque lo hicieran mal, bien o regular, tuvieron que enfrentarse a toros. Eso sí, sin indultos, ni tratamiento de ¡Oh, Augusto Máximo de la Tauromaquia!