domingo, 30 de septiembre de 2018

Espabila niño, que se te va el novillo


Que bien hacían al toreo los peones parando los toros.

Después de la novillada de Fuente Ymbro en Madrid, quizá los actuantes hayan corrido suertes diversas al acabar el festejo. Los menos afortunados quizá hayan tenido que cargar con el peso del halago fácil, del bien torero y del vas a ser un figurón. Pobres, con lo que se han dejado ir y que aún les diga algún desalmado que han estado bien. Que traicionera es la vida. En cambio, los más afortunados, si es que hay alguno de los tres que tenga la suerte de tener alguien que les quiera de verdad y que a su vez sepa de que va esto del toro, les habrán puesto las cosas claras y hasta les habrán zarandeado pidiéndoles que se quiten la tontería de encima, que ocasiones así no se pueden dejar pasar y menos en la plaza de Madrid. Te toca la Primitiva y con el boleto ganador te lías un pitillo, disfrutando de ese placer de echar humo por la nariz, sintiéndose un tío grande y con arrestos. Y si te van a decir que estás quemando millones a bocanadas, solo se te ocurre echar anillos de humo por la boca, mientras ese que te quiere echa el humo por las orejas y no formando bonitas volutas con formas caprichosas.

Esto de Fuente Ymbro a veces resulta que sale caprichoso, será cosa del maíz, de los Corn Flakes o vaya usted a saber. Feotes, demasiado justitos de presentación, pero quitando los dos últimos demasiados justos de energías, siendo devuelto el quinto a los corrales, igual que debía haberlo sido el sexto. Por lo demás, los cuatro primeros, cada uno de diferente condición, parecían preparados para lanzar al espacio a todo aquel que les presentara capote y muleta con decisión. No eran bobonas, incluso sacaron su genio, en especial el primero, pero aptos para que triunfara todo novillero que tiene la ocasión de estar en Madrid, suponiendo que a Madrid se venga suficientemente preparado en el arte del toreo y no en la artimaña de querer cortar despojos a costa demostrarse vulgar, adocenado y provinciano. Al luso Juanito se le marchó el primero de la tarde, quizá el mejor, sin que el chaval se enterara de lo que había pasado por allí. El mozo que venía en plan fino y elegante, con verónicas de recibo a pies juntos, toreo de pitiminí y a la segunda se le marchó el novillo suelto. Demostró cierto ímpetu en la primera vara, más aplomado en la segunda, para después en banderillas apretar a los de los palos y complicarles el trámite. Después, en el último tercio siguió sacando su genio y le complicó la existencia a Juanito. Mucho, pase, mucho pico, muy fuera, enganchones y el chaval cada vez más aperreado. Medio respiró cuándo al animal ya le flojeaban las fuerzas, cuando embestía al paso, pero la oportunidad ya volaba al limbo.

Poco cambió el panorama en el segundo del portugués, un novillote panzudo y chiquito, al que ya de salida el propio matador le acortaba el viaje con capotazos a medio hacer. Se le fue suelto al caballo que hacía la puerta, para recibir a modo. Ya en el de tanda el Fuente Ymbro apretaba cuando la cosa iba hacia afuera. Poco o nada en el trasteo de muleta, trapazos digno de cualquier capa de los pueblos, muletazos apelotonados, con el pico, desde muy fuera, para acabar tirando de repertorio ramplón y vulgar, arrimón, trapazos, pico insultante y bernadinas tropezadas para concluir. Que igual el muchacho habría pretendido que el respetable le jaleara su adocenamiento con mayor entusiasmo, pero es que estos chicos, a veces esperan demasiado de la providencia, cuando lo único que les puede venir del cielo es un negocio de recambios para frigoríficos y así asegurarse un futuro.

El serrano Pablo Mora recibió a su primero con capotazos que mejor es que los den los peones, que no es mala cosa que estos paren al toro. Apenas se les dieron dos picotazos al novillo. Inicio de faena con enganchones que culminaron en un desarme. Trapazos dando aire al mundo, sin poder con el toro, que a medida que pasaba el tiempo iba sacando su genio y hasta empezaba a orientarse demasiado. El matador no paraba un segundo quieto y el de Fuente Ymbro cogiendo más sentido cada vez y ese intento de macheteo final ya nada podía arreglar de lo hecho. En el quinto, mucho capotazo ineficaz, sin saber por momentos a dónde llevar al toro. Poco castigo en el caballo, con un puyazo en su sitio y otro trasero. Ya en la faena de muleta Pablo Mora se vio sorprendido en varias ocasiones por el novillo, mucho pico, siempre muy fuera de cacho, excesivamente perfilero y echándoselo por fuera. Ya quemando sus últimos cartuchos tiró de invertidos y trapazos plenos de vulgaridad, que animaron al paisanaje, para al final, nada y menos. Que mala cosa si para ser algo hay que esperar el halago del primo, del vecino o el partidario del pueblo de al lado. Que cómo decía aquel, a los niños hay decirles la verdad.

Francisco de Manuel parece ser que para algunos es la gran esperanza del aficionado a los toros, en él tienen puestas todas sus esperanzas de futuro para sujetar el cetro del toreo moderno, apoyados en tardes de triunfo pasadas, sustentadas en el ánimo y motivación de parientes, amigos y simpatizantes del barrio. Que resulta chocante que a los cuatro novillos que el madrileño decidió parar, pues dos fueron devueltos a los corrales, a todos recibió con la misma desgana, la misma sosería y la misma carencia de recursos lidiadores. En el tercero se organizó una animada capea, en la que llevaron al Fuente Ymbro a estrellarse contra el burladero. En el primer tercio el toro plantó cara, descabalgó al jinete y tales ímpetus hicieron que el público le recompensara con palmas al picador, quizá por aguantar por allí. Tomó las banderillas, mostrando como único mérito el aguantar los viajes y el tener al menos el decoro de no tirar los palos y dejarle llegar al novillo. Ya con la muleta, se esforzaba por estirar demasiado el brazo, brazo largo y pico aún más largo. Toreo demasiado moderno, nunca con verdad, siempre con mañas poco admisibles para un novillero. En todo momento estaba a lo que el toro le marcase, viéndose obligado a tenerse que recolocar demasiado, exceso de carreras. Quizá el pinchazo le salvó de la afrenta de una oreja nunca merecida. Y ese vicio de soltarle la muleta al toro en la cara en el momento de enterrar la espada. Eso sí, se dio una vuelta al ruedo con toda la parsimonia imaginable. Para poderse quedar con el sexto sobrero de Hato Blanco, antes tuvieron que salir uno de Fuente Ymbro y otro El Cotillo. Cuatro toros a los que parar, para que se disiparan las dudas sobre sus limitaciones manejando el capote, que son muchas, tantas como la sosería con que lo trata. Si los dos precedentes se desecharon por inválidos, este no lo era menos que sus antecesores. Mucho tirón con la muleta, siempre torcida, sin renunciar nunca al pico. Primero series de trapazos sin lógica alguna, era un gastar los mantazos, para no llevarse ninguno de vuelta al hotel, para acabar cazándolos aquí y allá, de uno en uno, intentando encontrar el sitio entre uno y otro, para acabar con un pinchazo más allá de mitad del lomo y una entera igualmente trasera. Que seguro que de regreso al hotel los más desafortunados habrán escuchado esa vacía salmodia del “has estado cumbre”, “bien torero”, incluso lo del “te han robado una oreja”. En cambio los más afortunados habrán tenido la suerte, la inmensa suerte, de que alguien que quiere de verdad su bien les dijera sacudiéndole de los hombros lo otro, lo que le tendrían que haber repetido una y otra vez durante toda la tarde, eso tan claro de espabila niño, que se te va el novillo.

sábado, 29 de septiembre de 2018

Hay que cambiar de camello


El toreo surrealista, que parece que es, pero que no es

Estaban tan preocupados el Charly y el Teclas, que pensaban que el Tarumba les había pegado el cambiazo; que ellos que habían pillado para estar a tope en los toros y nada, que no había manera. Que allí veían al personal con olés y bieeeennnes y ellos, como si nada. Que aquello no les decía nada. Que solo veían unos animalejos infames y unos señores pegando trapazos destemplados y corriendo la maratón de Torrecillas de la Cuesta con una muleta en la mano. Y mira que preguntaban a unos y a otros, “¿a ti quién te pasa?” “¿Qué te metes para estar tan de subidón, colega?” ¿Sería esos vasos de yintonis hasta arriba de felicidad y con mucho hielo? “Pero es que con lo que cuesta un peloti en los toros, nos corremos una buena en el barrio”, decía el Teclas. Y allí andaba el Charly con los ojos como ventanales de oficinas de las torres Kio. “Me está dando la bajona Teclas”; cómo no, a él a casi cualquiera sin ese entusiasmo que provoca ir a pasar una tarde a los toros.

Que ya de salida algo se respiraba en el ambiente. Que no digo yo que oliera a nada que pareciera que se estuviera quemando el Retiro, pero el personal venía motivado. Hicieron saludar a Talavante, ¿motivo? Hay tantos, ¿no? O igual no. Que no creo yo que fuera por encerrarse con una de Victoriano del Río, ni por pedir que le abriera plaza un compañero; había que corregir el pequeño desmán de las dichosas bolitas. Y así fue Pablo Aguado por delante, voluntarioso e incluso con un manejo de capote con cierto aseo en el recibo a su flojo y regordete primero. Toros de Victoriano del Río, ¿no? ¿Y qué esperan, que me ponga a contarles el tercio de varas? ¡Hombre! tampoco le pidamos peras al olmo, ni toros con poder a don Victoriano. Un poco de sensatez. Vara simulada yendo al paso y raspalijón a medio lomo. El animal se dolía de todo lo que le pinchara. Faena de Aguado queriendo aguantar al toro e intentar que este se moviera. Muletazos muleta al bies y la pierna al revés. Incluso probó a darle distancia, pero en ese pegar pases, que no torear, casi acaba echándoselo encima, para acabar cazando trapazos, por aquí vas, por aquí la pongo. Entera traserísima y la tarde libre hasta el sexto.

Al que hizo segundo, primero de Talavante no le había dado el tercer capotazo y ya andaba que no andaba. El pobretico hasta quería pelear en el caballo, pero no había fuerzas para tanta ambición táurica. Tampoco estaba de acuerdo con que le dejaran unos palos en el lomo y lo hizo ver, vaya que sí. Y allí se fue el bueno de Talavante, que por capricho de matilla, este año tiene turno doble en la feria de Otoño. ¡Qué cosas! Te dejan tirado y acabas en Madrid dos fines de semana seguido y sorteando como si fueras un quinto esperando África, Cerro Muriano o la Marina. Faena que empezó tomando aire, el que Talavante le daba a su antagonista a base de menear la pañosa. Pico y lejanías, lo mismo con la diestra que con la zocata, aire y más aire. El entusiasmo empezaba a desbocarse y el Charly y el Teclas que no se coscaban de la movida, miraban al ruedo, miraban la birra, la olían y nada, convencidos que les habían cambiado la priba por un barreño de valeriana. Un pinchazo y una entera caída impidieron que el jolgorio condujera a la oreja y que los dos colegís se fueran a poner una queja al Trinidad. Trinidad, ¿qué nos has pasao? Que nosotros siempre fuimos de legales contigo, ¿sabes? Pero lo que arregla un pinchazo. En el quinto que hacía cabra, perdón, en la cabra que hacía quinto, hasta pensaron que se les había venido encima la bajona, pues ya veían con toda claridad que aquello era un animalejo sin presencia y que el maestro se limitaba a sacudir el capote a los ausentes vientos de Madrid. No se le podía picar al de don Victoriano, que peleaba, pero por no desmoronarse allí mismo. Sin castigo en el caballo, a no ser que el pica le dijera algo feo así por lo bajini, pero con el palo, na de na. Y la bajona le debió llegar a todo el mundo al tiempo, pues ya protestaban hasta los de los yintonis, que se deshacen los hielos y la felicidad se transforma en una mala baba del copón. Muletazos aliviados sobre el pico, transitando por las lejanías del espada, quedándose a medio camino del muletazo, quizá por aquello de recuperar fuerzas para seguir, aunque en estas, ¿para qué seguir?

El Charly y el Teclas flipaban, quizá lo mismo que Fortes, al ver como no había recibido ni un capotazo y el de don Victoriano ya no se aguantaba a pie firme. El novillote avanzado iba por el ruedo a su aire y quizá pensaban los de luces que si intentaban fijarlo había peligro de desmorone, que lo dejaron por aquí y por allá. A lo más que llegó el animalito es a derrotar una vez en el peto. Muletazo por alto y al suelo. Salió correteando por el ruedo, hasta que llegó Fortes para mostrarle el pico de la muleta, carreras y más carreras, pico, trapazos insulsos. Hasta pareció que el animalito le apretaba, ¡pobre! Invertido, tirones y… se acabó. El quinto no es que fuera el más inválido de la tarde, simplemente fue el que el amo del palco decidió echar para atrás, para que saliera un zambombo del Conde de Malladle, el único que mostró fijeza en el caballo, pero sin ímpetu ninguno en el peto. Marronazo en mitad del lomo y rasguño señalado. En el último tercio el animalejo sobrero se arrastraba penosamente por el ruedo, gateaba ante el trapo rojo. Fortes a lo más que llegaba era a andarle por allí. El toro se empezaba a poner reservón, con el peligro de soltar un derrote en el momento más inoportuno. Pinchó de primeras el matador y cuando consiguió enterrar la espada, quedó prendido de los pitones del zambombo, lo soltaba y recogía del suelo como un pelele, lo tenía a su merced, hasta tres veces me pareció contar, sin que nadie fuera capaz de echarle un capote y acabar con aquellos segundos que no se terminaban. Que no sé si llamar a esto falta de compañerismo, me parecería muy duro, quizá dejémoslo en ineptitud, falta de afición. Afortunadamente, fíjense bien, afortunadamente todo quedó en una fractura, poco para lo que podía haber sido. Lo único claro es que otra vez, este torero acaba en la cama.

El sexto y volvía pablo Aguado de sus días de permiso a la corrida de don Victoriano del Río. Lo recogió el hispalense con el capote mostrando cierto oficio, lo que no impidió que el toro se fuera suelto al reserva, antes, el que guardaba la puerta. No se pudo más que recetar un amago de picotazo. Inicio de trasteo a una mano y el bicho por los suelos. Trallazos, más caídas, enganchones y en el mejor de los casos, acompañando el viaje. Pico, tiralíneas, carreras y más carreras, trapazos de uno en uno, repertorio populachero, enardeciendo los ánimos con una tanda de empalmados, que no ligados, abrazado al lomo del toro. Enganchones de frente, pero allí ya se había abierto la grieta orejera, ¡adelante con los faroles! Que el Charly y el Teclas ya redactaban su hoja de reclamación al Trinidad, cuando vieron que el del palco regalaba el despojo. Mientras, otros recordaban esa sabia sentencia del ganadero, esa de que mandaba vacas al matadero por bravas; que sí, que se lo juro yo. Y es no sé si serán el Charly y el Teclas, don Victoriano, el usía, los de los pañuelos o servidor de ustedes, pero está claro que hay que cambiar de camello.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Referéndum taurino, claro que sí


Quizá podríamos imaginar lo que votaría este caballero y sus entregados intelectuales, pero eran otros tiempos

Como decía mi padre, vuelta la mula al trigo. Ahora el señor Iglesias propone un referéndum para decidir si los toros deben prohibirse o no. Bueno, es una opción, pero si nos ponemos a pedir referéndums, igual no acabábamos nunca. Que conste, que a mí, personalmente, todo lo que sea votar me parece muy bien y además está bien que se pueda votar todo, pero cuando votamos en las elecciones generales, también lo hacemos para que unos señores tomen decisiones, que a veces, los encastados de la casta y los descastados de enfrente, también se tienen que mojar un poquito, ¿no? ¿Qué usted no quiere que haya toros en su patria? Muy bien, es muy legítimo, pero dígalo con claridad, que así no tendrá que hacer el papelón cuando vaya a “jugar al hormiguero” y soltar una ristra de tópicos típicos para no mojarse el culo. Que aquí nos conocemos todos y ya sabemos de qué palo va cada uno. ¿No quiere toros? Pues dígalo.

La verdad es que no soy nada partidario de eso de “con la que hay montada en el país y se dedican a esto de los toros” , no, pero la verdad, ganas me dan de decirle que si esto es lo más importante o simplemente ha visto un camino propicio para colgarse la medalla del buenismo naturista. Que ya puestos a convocar referéndums, se me ocurren unos cuantos para proponer: Monarquía o República, que ahí también se puede usted lucir; el poder tener animales no domésticos en las casas y las condiciones para tener los domésticos; la proporcionalidad entre el salario más alto y más bajo en las empresas; un estatuto que sirva para exigir responsabilidad a los políticos por sus actos demenciales, aunque legales, cuando ostentan el poder; legalización de la marihuana; regulación de la prostitución; un modelo estable de enseñanza; un modelo estable sanitario y de pensiones; la eutanasia; el sistema territorial español; si los bomberos pueden sacar un calendario luciendo sus cuerpos esculturales; si en las cabalgatas de Reyes se admiten ocas y demás animales o no. Anda que no hay cuestiones que nos tienen divididos a los españoles, aparte de otros que no, pero que como afectan a unas minorías, resultaría muy fácil quitárselos de encima con una votación. Que ya puestos, votemos para prohibir la capa española, que al fin y al cabo son cuatro los que la portan y siempre podrían tirar del goretex. O prohibir los sombreros, especialmente los de ala ancha, pero cuidado, que por esto y menos, casi queman a Esquilache.

Pero no creo que usted se haya metido en este lindero así, porque esta mañana la mermelada le recordó la sangre del toro en la plaza y le pareció una imagen a suprimir. Quizá ha visto una vía directa al éxito, al suyo, y ya se ve triunfante, entogado y coronado de laureles. Que bien, ¿verdad? Pero ahora le pregunto yo, ¿y después? Sale un sí en el referéndum por la prohibición de las corridas de toros y, ¿qué hacemos al día siguiente? ¿Lo tiene pensado? Espero que no tenga como asesora a Lucía Echevarría, porque entonces la cosa se nos iba a complicar a todos y las urgencias de los hospitales no iban a dar abasto. Usted, que por sus iniciativas parece un amante de los animales y en consecuencia de la naturaleza, ¿qué tiene pensado para las miles de cabezas de ganado que estarían abocadas sin remedio al matadero? ¿Qué tiene pensado para esos campos en los que el toro vive en unas condiciones de privilegio tal y como lo hacía hace miles de años? Aparte de la gente que se dedica al toro y que vive de ello, aunque eso tampoco es problema, porque montamos una cadena de montaje de bolis en la provincia de Soria y les ponemos a colocar capuchones a todos los que antes ponían fundas en los pitones- a propósito, pitón es la parte del toro que más pupa hace, no haga caso a Lucía Echevarría, aunque le diga lo contrario-. Que oiga, igual es la solución y así sacamos a no sé cuantos miles de trabajadores, con sus familias, del medio rural y los reubicamos en un arrabal de una gran ciudad y las dehesas de bravo las dedicamos a montar parques temáticos en pro de la defensa de la naturaleza, ¿no? Que a los niños igual les convence de lo útil y bonita que es una encina, pero, ¿y los señores de una constructora, de una mina, ideadotes de macrocentros del ocio, urbanizaciones? Esos que revolotearían como buitres queriendo especular y hacer negocio con los terrenos en los que ahora vive el toro de lidia y todas las especies que lo hacen en el ecosistema en el que él es el motivo de todo. Piénseselo, medítelo y luego decida, que igual el enemigo lo tiene en casa y es el que mismo que le dice para esto de los toros eso de: referéndum taurino, claro que sí

Enlace programa Tendido de Sol del 23 de septiembre de 2018:

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Las rayas, para el fútbol y la Copa Davis


Poco pintan las rayas cuando hay verdad

Andamos por Madrid en esto de los desafíos ganaderos, que parece que es como una especia de Champions League de ganaderías o un Europa América, pero en versión toros y con hierros que a las figuras no les suenan ni del “Saber y Ganar”. La verdad es que el señor casas, don Simón, se lo ha tomado muy en serio, será por preparación. De los resultados taurinos, pues hay de todos, bueno, malo y regular, porque es lo que tiene esto de los toros, afortunadamente. Y en cuanto a la asistencia, pues reconozcamos que con el trabajo que se ha tomado el señor empresario, casi sube por encima del cuarto de entrada habitual. Mis felicitaciones, aasí podrá seguir argumentando falazmente a la Comunidad de Madrid para que se elimine la temporada de Madrid y de la misma forma, la Comunidad de Madrid tendrá razones para eliminar la temporada y convertir esta plaza en una ferianta más del panorama taurino. Y todos tan contentos, los domingos por la tarde o siesta o mus o cuñados o quedarse con cara de imbécil añorando el poder ir a los toros de marzo a octubre, todos los domingos y fiestas de guardar, ferias aparte.

Pero si hay una aportación a valorar en esto de los desafíos ganaderos, esa es la de las rayas. Menos mal que nos ponen las rayas, como si estuviéramos en esas plazas del sur de Francia, en esos reducidos ruedos, en los que casi no les cabe ni el ojo de la cerradura que nos pintan en Madrid, pero aquí nos cabe eso y veinte rayuelas para los niños. A ver si con la reducción del ruedo que pretende el señor Casas, don Simón, las rayitas quedan mejor. Que me dirán que estas no valen para nada ¿Cómo que no? Para que el personal se ponga de manos y vocifere cuando el caballo la roza o cuando el toro no está centradito. Y no hablemos de ese jalonado que indica la distancia al penco. Que miren ustedes si nos habremos vuelto cómodos, que ya no sabemos diferenciar si a un toro se le pone de lejos o si se le mete debajo del peto, si no es por las rayas, que al final van a tener que contratar a jueces del salto de longitud para que den fe de si el toro va de lejos o no. Que ya puestos, que instalen un cronómetro y que cada diez segundos pegue un pitido, para que sepamos si el toro puesto en suerte tardea o no. Porque entonces, a ver quién tiene bemoles a discutir que un toro no ha sido pronto, cuando se arrancó a los ocho segundos, cuatro décimas de dejarlo en medio del cono de las rayas.

Que hay que dejar que la modernidad entre en el mundo de los toros, que si el caballo de picar no se pone justo, pero justo, justo, frente a la Puerta de Madrid, está mal, no está realmente a contraquerencia, aunque se ponga frente a uno de los pilares de la puerta. Que ya sabemos que resulta molesto, pero es que el aficionado con telemetría en el iris no puede evitar levantar la voz para aquello de: ¡picador, a tu sitio! Que si está en las rayitas, no pasa nada, pero, ¡ay como te salgas de ellas! Que te gritan lo de picador que malo eres, pero con una inquina. Luego da igual que circule en sentido contrario, que barrene como un salvaje, incluso que levante el palo y se apoye en la arena con él, como haría Moisés tras cruzar el desierto, pero las rayas, las rayas, ni me las toques.

Que si le damos tal importancia a las rayas, esto habrá que oficializarlo y darles una función real y que el no respetarlas fuera motivo de castigo. Que te las pasas por el arco del triunfo, una pasta; que las pisoteas, pero como sin querer, menos pasta; que las pisas, pero no las pisas, una colleja; que las rozas, al rincón de pensar. Pero claro, entonces esto tomaría un cariz, una tensión, provocaría unos debates interminables y eso no puede ser. Pues ya está, la solución nos la han puesto en bandeja, para los casos en los que no se sabe si el toro está en la segunda rayita o si se ha adelantado el solo a la primera, si se ha salido del ojo de la cerradura o se ha metido solo, al bar, perdón, el VAR. Y ahí estarían vigilando para decidir el Maxi, Esplá, Fernández Román y Amón y Zabala decidiría lo que a él se le pusiera y los demás a callar. Y allí que saldría el señor alguacilillo dibujando un cuadrado en el aire, para contar a la concurrencia lo que había ocurrido y cómo. Pero claro, lo de las rayitas con el caballo, eso requiere de una mayor exactitud y para eso, nada mejor que el ojo de halcón. Allí me veo al otro alguacil subido a una silla de dos plantas, que a las primeras voces echaría mano de la cámara y veríamos como la animación nos mostraría la pezuña avanzando hacia la raya y… ¡Huuuuuuuuuuy, síiiii! Rozó la rayita. Al rincón de pensar. Que ya puestos, esto del ojo de halcón, una vez comprado, también se podría usar cuando asomaran las figuras y que en un santiamén te dijera si el hipermercado que cabe entre toro y torero sería con parking de superficie o subterráneo. Aunque, ¿ustedes creen que esto lo admitirían los taurinos? No por lo ridículo, ni por lo absurdo, sino porque igual algunos ya se percataban de eso de pasarse el toro allá por la carretera de circunvalación, con sus rotondas y todo. ¿Y creen ustedes que los aficionados no serían capaces de ver si el caballo está en su sitio, si el toro está en suerte o no, si lo ponen en largo o en corto, incluso sin las rayas del tercio? Que a ver si va a ser que se puede prescindir perfectamente de las rayas, las de siempre y las del ojo de la cerradura. Que uno se pone a pensar y pensar y cae en la que cuenta de que mejor las rayas, para el fútbol y la Copa Davis.

Enlace programa Tendido de Sol del 16 de septiembre de 2018:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-16-septiembre-de-audios-mp3_rf_28613821_1.html

viernes, 14 de septiembre de 2018

Nos estamos haciendo mayores


El toro además de parecerlo, tiene que comportarse como tal

Los años pasan, pero no siempre nos damos cuenta de ello, queremos mantenernos jóvenes, queremos seguir el ritmo que nos marca este mundo, pero tarde o temprano nos sacude la realidad y caemos en que el tiempo pasa y que ya nos cuesta mantener la velocidad que la vida misma nos impone. ¿Qué cómo se traduce esto? Pues por ejemplo, que uno no es capaz de acomodarse a las nuevas modas, al último grito en cuestión de gustos. Y, ¡qué cosas! En esto de los toros cada vez me pasa más. Que ya no es solo eso de que los toros ahora solo se llaman tauromaquia, así a lo general, sino que la cosa va más lejos.

Que me fui yo tan confiado al primer desafío ganadero en Madrid, Saltillos y Valdellanes como reclamo para aficionados y esos que se hacen llamar toristas, que Dios les asista. Lo que no sé es si también se animaron los que llaman toreristas, los amantes del jarte y las posturas de pitiminí, quizá prefirieron otro divertimento; peor para ellos, porque puede que tarden en encontrar otra oportunidad de aficionarse a los toros. Pero otra cosa, toristas y toreristas; que yo me pensaba en aficionados a los toros ya entraba todo eso, pero no, la tauromaquia debe decir lo contrario.

La verdad es que esto de los desafíos no deja de parecerme un recurso, con su atractivo, claro que sí, con ese toque de competitividad entre ganaderías, pero que no me convence como lo hace una corrida completa. Que no sé si será algo personal pero entre este tres y tres, y el clásico seis toros seis, lo tengo muy claro. Lo que no quiere decir que no reconozca lo bueno y en este caso de Satillos y Valdellanes el resultado fue magnífico. Ya nos gustaría a muchos que de cada cinco tardes, una saliera así. Pero lo que digo de la edad, que lo que uno piensa que fue una buena corrida de toros, sin estridencias, para otros fue casi un hito en la historia de la tauromaquia. Igual es esa la cuestión, lo de la tauromaquia de ahora y los toros de toda la vida, el toreo.

Será tanta la carestía de toro y toreo, que una buena corrida se la quiere subir a los altares de lo sublime. Una corrida bien presentada, tanto los tres del uno, como los del otro, una corrida a la que se dio cera a modo, que a uno solo de los animales, al que ustedes elijan, se le repartió más que a toda una camada de Danieles Ruiz, Cuvillos, Zalduendos o Garcigrandes. Y para colmo, luego hasta eran capaces de regalar unas pocas tandas de muletazos. Admirable, pero también hay que tener en cuenta que a pesar de tanta estopa, poco más que se dejaron sin más. Seis toros y solo uno de ellos se arrancó al caballo con un mínimo de codicia. Una corrida noble, que no es malo, pero con esa chispa que hace que todo lo que se haga delante de ellos tenga valor. Ahora por esto se les hace saludar a los mayorales. Que mala es la edad, a algunos, o a mí solo, me parecía un exceso innecesario, entre otras cosas, porque que no se nos olvide eso de los tres y tres, que no seis toros seis. Que siempre es bonito ver descubrirse a un mayoral, claro que sí, pero ya puestos, también los hay que afirman lo bonito de las orejas, triunfos e indultos a tutiplén.

Que lo que más me recordó a mis mocedades fue la bronca que se le pegó a Venegas, primero por dejar que le trituraran su primero bajo el peto, mientras él solo acertaba, desde la lejanía, a sacudir la mano al viento y decir eso del vale, vale. ¡Hombre de Dios! A un picador nunca, jamás, se le puede pedir que levante el palo con el negrillo bajo el peto. Uno está atento, va al caballo e intenta sacar al toro, impidiendo, si es menester, que el de aúpa tape la salida. Eso sí que se le puede exigir al montado. Después, en el tercio de muerte, el gentío se iba soliviantando cada vez más, a medida que aquel animal embestía con franqueza una y otra vez; esta para el primer plazo de la finca, esta para pagar el arreglo de los cercados, esta para la casa, esta para adecentar las cuadras, esta para comprar una punta de vacas, así, embestida a embestida, Venegas se podía haber ido montando su finquita, toda cuca ella, pero esta se fue camino del desolladero, arrastrando sus ilusiones y las de los aficionados, al compás de los trallazos de los mulilleros.

Si con ese magnífico toro de Saltillo parecía que se volvía a tiempos pasados, de nuevo me vi mayor, fuera de onda, cuando a Robleño se le jaleaban muletazos destemplados, cazados allí dónde mandaba el toro; con el riesgo que la casta siempre genera, pero yo me pensaba que torear era otra cosa mucho más enjundiosa, algo mucho más estremecedor que ver a un torero cazar muletazos aquí y allá, intercalados por innumerables carreras, como los que dio Cristian Escribano, que como en tiempos pasados, le premiaron con una oreja por la espada, la misma que le falló cuando terminó de correr por el ruedo de Madrid. Que uno ya se marchaba pensando que lo había visto todo, tan feliz por haber visto una corrida de toros, cuando un compañero de localidad me mandó un mensaje con lo de los mayorales y entonces regresó esa puñetera sensación de que lo que pasa es que algunos ya no entendemos nada, porque nos estamos haciendo mayores.

Enlace programa Tendido de Sol del 9 de septiembre de 2018:

jueves, 6 de septiembre de 2018

Lo que se llama cobrar por objetivos


Si se pasara el capote, como en otros tiempos, lo mismo no les daba ni para un traje de luces completo

Se quejan los señores empresarios que resulta muy caro y complicado montar un festejo taurino y no voy a se yo quién se atreva a contradecirles, aunque si es por esfuerzo, estoy seguro que es mucho mayor el que tienen que hacer en las plazas de los pueblos por juntar diez o veinte mil euros, que en otras por llegar a los sesenta o noventa mil, cuestión de capacidades. Por otro lado están los toreros a los que les cuesta Dios y ayuda poder verse anunciados. Y estoy hablando del proletariado taurino, no esos que se compran novilladas por doquier. Ni qué decir tiene los que se acautelan por menos de lo que son los mínimos. Aquí hay un problema enquistado de muy complicada solución, porque este nudo cada vez se aprieta más y más. Cuatro cordones, o más, que se entrecruzan y de cada punta tiran unos y otros con todas sus fuerzas: empresarios, empresarios con toreros y toros, ganaderos, ganaderos apoderados, toreros, toreros de casas poderosas, toreros independientes a conciencia y toreros independiente por narices, más los voceros, representantes de ayuntamientos, correveidiles, taurinos, aficionados que quieren figura; cuenten los cabos y piensen en el nudo , en la que tenemos liada.

Que en esto de los toros las cosas unos días funcionan mal, otros peor y algunos hasta ruedan a placer, que no hay otra. Pero claro, si ya de por si todo está complicado en exceso, vamos y nos encontramos con esos toreros que un día y otro y otro y otro más, se levantan con el pie cambiado, que esa plaza de ese día no se merece que ellos desplieguen su jarte, su saber, su dominio, esa donosura que les asimila a querubines celestiales. Que ya empieza el desdén con el ganado, unas veces chico, otras gordo cebón y demasiadas con butifarras por pitones y bobonería que les viene de reata, ampliamente corroborada tarde tras tarde, desde que les eligieron esas figuras del jarte. Y ahí andamos, que salen estas figuras y deciden que hoy es el del no y es que no; que asomo, hago el paripé, pongo cara de circunstancias y para casita, que hace frío. Y ya si eso, mis representantes pasarán a cobrar lo mío.

Pero, ¿se imaginan que estos mandamases del toreo cobraran según la satisfacción del respetable? Que lo mismo el respetable se ponía un pelín más serio y dejaría un ratito de lado su triunfalismo militante. Acaba el toro y sin mediar palabra, los señores subalternos pasearían los capotes agarrados por las puntas, esperando que cayera la soldada del maestro y la suya propia. ¿Locura? Puede ser, pero lo que fue bueno para muchos que en otros tiempos quisieron abrirse camino en esto, también puede serlo para los que pretenden perpetuarse per saecula saeculorum. Que ya puestos en esto de los bombos y demás, pues implantemos lo de cobrar por objetivos. Estaría bonito ver que los palmeros oficiales un día tiran de cartera y se dejan una montonada de billetes para premiar el fiasco del ídolo, otro también y hasta un tercero, pero que visto lo visto, al cuarto empiezan a apearse de la romería y la montonada empieza a ser una amable colaboración para los gastos, y quién nos dice que en fechas sucesivas no abandonara la localidad de privilegio, esa tan propia para el pintoneo y figurar y empiezan a querer hacerse hueco en gradas y andanadas. Y tiempo al tiempo, que no acabaran sumándose a los grupos de protestones y alborotadores.

Que no estaría mal la fórmula, porque los mismos figurones se darían cuenta como sus pamemas cada vez convencen menos, al ritmo que se fueran vaciando los capotes, hasta llegar al punto de que la colecta cabría en un pañuelo de los que alivian los nasos cuando arriban los fríos. Que esto es un imposible, desde luego, entre otras cosas, porque seguro que Hacienda no estaría dispuesta a mandar un inspector a pie de ruedo para que contara las ganancias; esto para el torero, esto para la cuadrilla, esto para la Seguridad Social, esto para Hacienda, que somos todos, esto para la Fundación del Toro, que son solo ustedes. Y así se repartiría la mosca con claridad resplandeciente. Y para el señor empresario y el ganadero, pues un buzón a la salida y que cada uno valorara su labor con su diezmo, más o menos generoso. Vamos, en este mundo tan liberar, tan del libre mercado, tan entregado a lo que este dicta, sería lo que se llama cobrar por objetivos.


Programa Tendido de Sol del 2 de septiembre de 2018:
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