miércoles, 24 de diciembre de 2014

Galería de felicitaciones


Ya van cumpliéndose años y felicitaciones y en un día como hoy, si me lo permiten, les ofrezco felicitaciones de otros años, que un día echaron a andar por la red y se me fueron completamente de las manos. Solo me queda la satisfacción de comprobar cómo ha habido quién las ha acogido generosamente. Feliz Navidad a todos.








lunes, 22 de diciembre de 2014

Comida de Navidad del taurinismo

Dónde estará el toro, matarilerilerile, dónde estará el toro...


Anda que no estábamos preocupados con lo de la Venta de Antequera; allí se iba a fraguar el futuro de la Fiesta, el sí o el no de todo este tinglado y por fin parece que ya está todo aclarado. ¡Qué alivio! Les arrejuntan los de la UCTL y don Carlos Núñez sale tan contento él, pues ya han encontrado el bálsamo de Fierabrás, esa pócima que todo lo arregla, la solución a todos los problemas y nos descubre que es lo que más les preocupa a los que supuestamente se encargan de criar el toro y de mantener su crianza con buena salud. La cuestión y su máxima preocupación es el parné.

Que servidor lee estas cosas y empieza a pensar que estos se han ido de merendola, de comida de empresa y que lo del toro es meramente circunstancial. Claro que el dinero es un problema, pero a lo mejor el quiz de todo esto es la forma como se quiere ganar. Que entre ganar dinero y llenar la bolsa hay una leve diferencia. Lo primero es fruto de una actividad planteada según eso de la oportunidad del negocio, su viabilidad y la sostenibilidad en el tiempo. Lo otro no es otra cosa que arramplar con los billetes a mogollón, sea como sea, que luego ya los contaremos y repartiremos el botín entre los demás de la banda. Si hasta han elaborado algo tan moderno, tan útil y tan usado hace milenios en el campo de la Comunicación, como es el DAFO. Eso es poner las cartas boca arriba, apuntas las debilidades que tú crees tener, las amenazas, las fortalezas y las oportunidades. Las que se te ocurran a ti y a tus colegas, eso sí, después de unas concienzudas sesiones de “Brainstorming”. Pensarán que estoy divagando y que no digo nada, ¿no? Pues exacto, eso estoy haciendo, igual que sucede con estos espabiladillos que descubrieron este método en una master en márquetin que se hicieron en un puente de la Constitución en un Resort de Benalmádena. Pero con este barniz pseudocientífico, no hay quien te discuta nada. Es como el que dice que es un experto en hacer paellas porque sabe abrir el paquete de arroz sin que se le caiga ni un granito al suelo. Eso sí, siempre ataviado con su gorro de cocinero y su delantal blanco.

Si quieren empezar a encontrar las debilidades y las posibles fortalezas, quizá deberían empezar a pensar que los Toros hoy en día, tal y como está montado todo esto, es un espectáculo aburrido, caro y sin sentido, pues el elemento fundamental que da coherencia a todo esto está excluido de él, el toro. Ergo todos los que crían animalejos que no responden a lo que debe ser el toro deberían marcharse a su casa. Pero eso no lo van a poner en ese análisis del DAFO. ¿Y qué es lo que realmente puede cambiar todo esto y hacer que vuelva la emoción que atraiga al público? ¡Caramba! Siempre acabamos en lo mismo, el toro. Qué curioso. Pero ellos siguen con su cuadrito de marras, llenándolo de suposiciones subjetivas, de tópicos y de argumentos victimistas, con el objetivo de conseguir que sobreviva su negocio, sin importarle lo más mínimo lo que pueda pasar con los Toros. Seguiremos escuchando y leyendo las grandezas del día a día, que por otra parte aburren y no atraen a nuevos “clientes”, precisamente porque no comprenden cómo eso que no soportan puede ser tan divino. Si eso es lo mejor del mundo, ¿cómo será lo peor? Pero eso no debe caber en el DAFO, igual que no incluirán su deseo de unos aficionados silentes, pacientes y obedientes que paguen y punto.

Están en Cultura, consiguen que se vaya declarando BIC en ayuntamientos y Comunidades Autónomas, hasta parece que se quiere elaborar un nuevo reglamento más acorde con las demandas del momento, se les pide perdón a las figuras para que vuelvan a Sevilla, regalan pañuelos blancos a la entrada de las plazas de toros, se organizan toda clase de eventos para “aficionados prácticos” (que gran expresión), pero volvemos a lo de siempre, se arrincona eso que nunca se debe arrinconar. No me digan que van a ser capaces de saber qué es, seguro que no, ¿sí? El toro. No sé quién habrá sido el del máster en márquetín y comunicación, ese que se ha sacado de la manga lo del DAFO, pero sea quién sea, no les ha dicho que en ese fin de semana el “ilustrado” no fue a todas las clases, sería que estaba vigilando a los malos de afuera que tanto les molestan a los taurinos, sin pensar en los de dentro.


Los malos están fuera, los problemas vienen de fuera y es todo una consecución de tópicos que no por repetidos acaban por ser ni el auténtico problema, ni la verdadera solución. Yo me imagino a estos señores del taurinismo, entre los que se encontraban ilustres personalidades que en su terreno y en su momento hicieron mucho por la grandeza del toreo, mirándose el ombligo y comentando sus sensaciones con el compañero de la silla de la derecha, sin levantar la cabeza y como si les hubiera abducido un bucle victimista. Les invito a que lean esas “ocurrencias” que aparecen en el dichoso gráfico, que si la gastronomía, que si los antis, que si la administración es rígida, que el turismo taurino, que si la pasta, que si los costes, que quieren salir en la tele, que los que salen en los medios no son “profesionales”, pero al final volvemos a lo mismo, el origen y el motivo de todo esto, el único que puede hacer que esto renazca no aparece por ningún sitio, ese que paradójicamente vuelve una y otra vez a la mente de los aficionados, pero al que los taurinos deben considerar un mero atrezzo para mantener su negocio, el TORO. La conclusión de todo este numerito que han montado en estos días no parece otra sino que como si fuera una empresa más, se han montado su la tradicional “Comida de Navidad del taurinismo”.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Arrastrar la muleta u obligar al toro

El natural, natural, la máxima expresión del toreo en el que se obliga al toro, se le domina y se le manda, imponiendo la velocidad, el temple, al que el matador quiere que vaya el toro. Cualquier otra cosa es eso, otra cosa.


Si hay un hecho que se valore especialmente en el toreo moderno es el de llevar la mano muy baja, porque según parece, así será más fácil que el toro vaya arrastrando el hocico por la arena. No diré que esto no sea así, ni tan siquiera me atreveré a quitarle valor a tal “acontecimiento”, pero lo que si me permitirán es expresar mis dudas y la necesidad de que alguien, uno o varios, me ayuden a despejarlas. No ocultaré que en esta, como en cualquier otra reflexión, asomarán mis gustos y preferencias personales. Y tengo que partir aclarando que detesto esos contorsionismos tanto en el cite, como en la ejecución del pase. Curiosamente esto se realiza con la muleta y no con el capote, que no digo yo que no estaría bonito ver a un espada recibir al toro tocando la arena con la frente. Pero en ese trance se produce casi exactamente lo contrario, pues rara vez se ve al espada entregado en el lance y sin estar más pensando en marcharse de allí que en realizar el toreo y sujetar al toro. Lo del capote es la eterna historia del “me echo pa’trás”. Si estos retorcimientos se realizar ya de primeras, reconoceríamos a los toreros no ya por la coleta, que dejó de ser signo de dignidad torera hace mucho, sino por las marcas que lucirían en la frente, como si se tratara de un castizo y cañí ojo de Shiva.

Pero la cuestión de esto del arrastre está en la muleta, como ocurre con casi todo lo que juzga y se valora en el toro hoy en día. En estas dudas que me planteo hay varios aspectos que me gustaría abordar. Al toro se le echa la muleta abajo, haciendo que ya de entrada tome la muleta muy humillado. ¿No se nos hurta una parte del pase? Y me explico. Quizá luciría más, aunque también sería más complicado y de mayor riesgo, el hacer que el toro se arrancara a un objeto que está a una altura natural, sin necesidad de forzar posturas, para una vez encelado, bajar la muleta como parte del natural, por poner un ejemplo, con las dosis necesarias de mando y de llevar toreado al animal. En ese preciso instante ya se obliga a modificar el viaje. Ya digo que no es nada sencillo esta manera de iniciar el pase, que por otra parte, en sentido estricto, sería el segundo cambio de dirección, aunque no siempre sería posible llevarlo a cabo, que es cuando el toro viene derecho al bulto y adelantando la pierna de salida, cuando ya se ha iniciado la embestida, con la muleta se le desvía en primer lugar hacia afuera, empezando a describir un arco en torno al torero.

Me cuesta explicar con palabras todas estas dudas y lo que es peor, no sé si conseguiré hacerme entender, pero bueno, sigamos. Ya tenemos al toro que ha metido la cabeza en la muleta y ahora hay que decidir la dirección que va a tomar y las condiciones en las que va a realizar el trayecto. Hay quien se queda embobado viendo como entra como un tren de mercancías, a dos por hora y sin desviarse ni un poquito, ni inmutarse aunque le quiten la muleta de golpe, él sigue el carril y cuando se haya pasado tres pueblos y caiga en que ya no sigue nada, igual se gira. Lo que me gustaría que me explicaran es el motivo por el que uno se conmueve cuando lo que ve es al toro ir como un Talgo a velocidad supersónica, para frenarse ante la tela y seguirla girando alrededor del que maneja la tela, rozándole las lucecitas que brillan con la luz, enroscándose en torno al torero, retorciéndose, pero sin dejar de querer coger eso que nunca acaba de alcanzar, hasta que una muñeca se rompe y lo deja colocado para el siguiente viajecito; dos tre, cuatro veces y cuando el toro piensa que va a hacer presa, le cambian el pitón y lo despiden por alto con el de pecho.


La muleta traza una línea descendente completando ese arco en torno del torero, que a través de la ligazón dibuja espirales de arte y emoción, para terminar con el de pecho. Pero siempre al ritmo que marca el torero, no al que al toro le vaya bien, porque el toro no decide el ritmo, la inteligencia se debe imponer a la fuerza bruta y en algunos casos, hasta consigue que esta parezca arte. Y, ¿por qué será que a mí me gusta más esto? Ya decía que son muchas mis dudas. Y el matador siempre erguido, marcando la pauta, bajando la mano, que no partiéndose el espinazo en ese empeño de llevar la tela a rastras, pero sin erigirse en dominador del pase. Simplemente es un dejarse llevar, un mero acompañar, que no me recuerda al toreo. No entro en más disquisiciones, pues haciendo todo esto, creo que no es posible conseguirlo sin cargar la suerte, pero cargarla de verdad, poniéndose en el sitio por el que la inercia llevaría al toro, al que se aparta con la levedad que procura un muletazo, para acabar devolviéndolo a su ruta inicial, pero haciendo escala en ese retorcerse que logra el mando y que quebranta al animal de tal forma, que este no puede por más que pedir la muerte. para mí el momento en que la gloria y la muerte se cruzan enganchados en la muleta.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Animalistas, animabestias... o simples salvajes

No permitan que los animalistas decidan mi futuro.


Son muchos los que no están de acuerdo con los Toros, los que muestran una actitud displicente o incluso los que muestran una indiferencia extrema, pero si hay algo que me ocurre con los animalistas, opositores acérrimos a esta pasión, es que no dejan de sorprenderme y además me cuesta un mundo entender sus argumentaciones. No creo que tenga nada que ver el que se apiporren a lechugas y acelgas, con las que por otra parte no muestran ningún sentimiento fraternal. Qué curioso, tienen con las berzas el mismo comportamiento que con las personas a los que nos gustan los toros, a ambos nos quieren hincar el diente y si pueden, nos tronchan como si fuéramos hojas de rábanos. Y ruego me perdone Andrés de Miguel al compararle con una zanahoria, pues él ha sufrido en sus carnes la humanidad de estos amantes de los animales, que no quiero decir con ello que practiquen la zoofilia, ni mucho menos, que todo hay que aclarárselo a estos... a estos... a estos activistas en la defensa de los animales, de todos los animales.

Ya sabrán de la agresión sufrida por el propio Andrés de Miguel, que fue el que peor salió del suceso, Yolanda Fernández Fernández- Cuesta y Rafael Cabrera Bonet, durante la conferencia que estaba pronunciando la presidenta de la Asociación del Toro de Madrid. Según cuentan, unos individuos pretendieron boicotear el acto y como esto les debió saber a poco, ya sabemos que ellos están acostumbrados a grandes bocados, se liaron a mamporros. Había que callar “democráticamente” a quien utilizaba la palabra para hablar de algo con lo que no están de acuerdo. Por supuesto que los métodos deberían observar la proporcionalidad que requiere el enfrentarse a aficionados a los Toros. Doña Yolanda, una señora que osa hablar apasionadamente del toro; don Rafael, que como un violento anarquista se encierra entre libros, hasta tal punto, que puede que sea el más erudito bibliófilo taurino del momento; y Andrés de Miguel, que necesita sus casi dos metros para que le pueda caber tanto saber y tanta bondad. No hace mucho me crucé con él por la calle Arenal y acabé aterrorizado, iba paseando buscando rincones taurinos de Madrid. ¡Escalofriante! ¡Intolerable!

Es posible que los salvajes, como lo son las amapolas, los leones de la sabana, los cocodrilos del Nilo, las hienas y demás alimañas de la naturaleza y estos mismos delincuentes, pensaran que en una conferencia sobre Toros solo habría ancianos y seres timoratos que al primer golpe de viento meten la cabeza debajo de la mesa camilla no vaya a ser que se lleven un tortazo. Que no digo yo que alguno hubiera y que todavía esté temblando, pero lo que sí había era gente que vive una afición, que disfruta con ella y sobre todo, que no tiene que esconderse por ello y que no permite que unos zampaberengenas les pisoteen la dignidad. Estará Andrés tragándose el dolor, seguro, pero lo que no soportará es el pensar que alguien quiera imponerle una opinión y robarle su libertad a fuerza de golpes. Resulta paradógico, los animalistas que abogan por la no violencia, por esa paz y amor con las criaturas del reino animal, tratan a los seres humanos salvajemente, empleando la violencia verbal y la otra, la que fractura huesos, cuando les viene bien. Baste con no darles la razón y no acatar sus dictados, para que se líen a empellones. No creo que quieran poner en práctica lo que tantas veces vociferan, eso de que nos muramos, que todos los toreros tenían que estar muertos y lindezas parecidas, pero viendo sus reacciones, cualquiera diría que buscan la paz y el equilibrio con el Universo.


Cuando me enterado del suceso no puedo más que reconocer que me he indignado y habría pagado con dos cajones de nabos por habérmelas con uno de estos indeseables, sobre todo pensando en el talante de las tres personas que más sufrieron las consecuencias de la agresión y en especial al ver la imagen de Andrés de Miguel siendo agredido por estos animabestias, pero ahora ya más reposado, al menos puedo reflexionar sobre entes como estos. Pero yo les digo que no vayan a estos actos en los que la asistencia no puede ser multitudinaria, más por razones de espacio, que no por el interés que despiertan estas charlas, acudan a la plaza, vénganse un día a los toros, saquen su entrada y allí dentro podremos hablar, cada uno expondremos nuestros puntos de vista y estoy convencido que los aficionados a los toros tendrán un amor a los animales y a la naturaleza mucho más arraigado que ustedes, incluso comiendo chuletones de Ávila, viendo corridas de toros y haciendo la matanza allá por San Martín. Piensen una cosa, de los animales destinados a la lidia, el que menos vive lo hace dos años y en libertad, después de estar uno entero junto a su madre. Si este espectáculo desapareciese hoy mismo, la primera consecuencia, que no la única, es que en menos de una semana desaparecerían cientos de miles de cabezas, todo dependería de la saturación de los mataderos. Y uno de los primeros que lamentaría este holocausto sería precisamente don Andrés de Miguel, al que junto a Yolanda Fernández Fernández- Cuesta y a Rafael Cabrera Bonet dedico este escrito, mis mejores deseos y mi solidaridad. Seguro que ahora, desafortunadamente, son perfectamente capaces de discernir entre Animalistas, animabestias... o simples salvajes.

jueves, 4 de diciembre de 2014

La ceguera se castigará con penas de prisión

Decía que era de Triana, pero no era verdad, Belmonte venía del mismo Olimpo de los dioses del Toreo, aunque este bien podría tener una sucursal en Triana.


Hasta hace un tiempo esto de los toros respondía a sensaciones, emociones, la incertidumbre, la perfección de lo imperfecto, el impulso que escapa del alma y el permanente deseo de volver a experimentar aquello que vivió una tarde, o quizá muchas, pero como si cada natural, cada verónica o cada estocada fueran lo que hiciera que cada uno perdiera la virginidad. Pero eso es imposible, ¿no? Exacto, pero, ¿no parece imposible el Toreo? Es más, el Toreo es un imposible. Su pureza, su verdad, el riesgo y la emoción que se le atribuye hacen que sea eso, imposible. Pensarán algunos que al final he visto la luz y no he tenido más remedio que reconocer que lo que tanto tiempo llevo pidiendo desde aquí y que tantos otros también demandan desde otras ventanas, es imposible de realizar por el ser humano. Quizá habrá quién se sienta defraudado, lo siento y pido perdón. Permítanme que les pida que reflexionen, que lo piensen con detenimiento y puede que saquen las mismas conclusiones que yo, el Toreo que llamábamos “Clásico”, es imposible, es una utopía.

Exigimos a toreros que ahora son las máximas figuras, como El Juli, El Cid, Manzanares, Luque, Perera, Castella, incluso Morante o Talavante, que por momentos parecían acercarse a esa utopía, que hicieran algo que no está al alcance del ser humano. Es hasta una exigencia desmedida, cegados por ese ideal, por eso que se dio en llamar “Toreo Clásico”. Y por si fuera poco, con el agravante de pedir un toro que no ha lugar, que no permite a los hombres alcanzar ese grado de perfección que deseamos. Malos aficionados somos, muy malos, si no sabemos medir las posibilidades de los actores. Creo que esto nos debería hacer recapacitar y tratar a todos estos toreros con la humanidad que merecen.

Este ha sido nuestro gran error, un error de dimensiones colosales, pedir un imposible a simples seres humanos. Claro que sí. Pero también es verdad que si esto siempre hubiera sido cosa de simples mortales, a lo mejor no nos habríamos entregado a esta afición del toro. Lo mismo, ni nos habría interesado. Va a ser que los que se llaman aficionados y los que aspiramos a serlo somos menos constante de lo que aparentamos. ¿Y cuál es el motivo de haber estado entregados a esta pasión? Pues les voy a exponer mi teoría, aunque lo más probable es que esté equivocada, como todo lo aquí escrito hasta el día de hoy. Creímos en una ilusión, que un toro salía al ruedo, un toro fiero, encastado, unas veces bravo, otras manso y otras las dos cosas y ninguna de las dos a un tiempo y que vestido de torería y oro se le enfrentaba un hombre para dominarlo, imponer su mando y acabar creando una de las artes más bellas que los dioses pudieran haber imaginado crear. Y aquí radica el error, los matadores de toros parecían hombres, se movían como hombres, hasta tenían sentimientos, miedos y arranques de valor como si fueran hombres, pero no eran hombres. Los matadores de toros eran dioses, hijos de Zeus y Afrodita, Zeus y Deméter o Zeus y Europa. Luego nos convencían de haber visto la luz en Sevilla, Borox, Salamanca o Madrid, incluso, los más atrevidos decían que venían desde México, Aguascalientes, Monterrey, León. Pero no, nos engañaron y esa mentira la hemos llevado al extremo y pretendemos que otros nacidos en Velilla, Badajoz, Xátiva o Móstoles, puedan emular a los venidos del monte Olimpo. Pobres ignorantes, pobres necios que pasean su necedad por el mundo. Aunque no sé si lo es más el que no distingue entre dios y hombre, o los que pretenden que el hombre supere al dios.

Los pobres mortales se tienen que conformar con ser “figuras del toreo”, ¡qué lástima! Que próximas están sus metas, que corto recorrido se marcan antes de tomar la salida, “figura del toreo”. Y los aficionados encima mostrando su insatisfacción permanente, su eterno desacuerdo con eso que hacen los hombres en la arena, exigiendo que alcancen a los dioses. ¿Puede haber mayor injusticia? ¿Cabe mayor crueldad? Basta estrechar la mano a un matador de toros para darse cuenta de que allí hay algo sobrenatural, algo que sin poderlo remediar, nos empequeñece. Son esas sensaciones que a uno le remontan a su infancia, cuando le llevaban a la puerta del patio de caballos a ver llegar a los toreros. No había esas aglomeraciones de fans enloquecidos que tan frecuentes son en nuestros días, ni esa histeria desmedida, como desmedidos son estos tiempos. Llegaban un grandes autos redondeados, los Hispano Suiza, con el esportón aplastando la capota y el botijo guiando la nave hacia la plaza. Se detenía y al abrirse las puertas se aparecía el maestro, seguido de su cuadrilla que, sentados en un tra
sportín que se desplegaba de la espalda del asiento delantero, acompañaban al maestro desde el hotel. Los más atrevidos saludaban al matador. Iban a torear, el toro les esperaba dentro. El ambiente cargado, lleno de tensión, asombro y admiración. Algunos hasta salían echando un pitillo, educados, ceremoniosos, pero conscientes de que el torero lo era siempre, mientras los pitones le acechaba el corazón y cuando estos surcaban la arena tras las mulas.

Lo pienso ahora y no sé si es mayor la injusticia de pedir a las figuras que se comporten como dioses o la de pensar que a estos se les puede llegar a imitar. En cualquier caso la cuestión es que esto es imposible y hasta peligroso, pues si alguno osara tal hazaña, lo más probable es que acabaría entregando el sable al oponente; pero, ¿y si descubriéramos que aún hay algún hijo de Zeus que paseara de luces por las plazas? Seguro que no nos daríamos cuenta y acabaríamos cometiendo el mismo error, les creeríamos simples mortales, cuando no lo son. Por eso los incautos pecadores deberán someterse a la ley del Toreo, la que dice que “La ceguera se castigará con penas de prisión”.