lunes, 29 de junio de 2015

Mayorías, minorías, prohibiciones y la ética del señor De Córdoba, alias don Finito


 
Que los toros no sean un simple recuerdo de una minoría nostálgica
Ya sabía yo que siempre habría un taurino o algunos adeptos al taurinismo, que me sacarían de mi letargo voluntario. Y es que uno no tiene voluntad y no se puede aguantar las ganas. Con sorpresa e incredulidad veo cómo manejan las gentes eso de las mayorías y el poder que a estas le otorgan, sin pararse a pensar un segundo en las minorías y lo que es peor, que cualquiera puede convertirse en minoría sin haberlo pretendido. ¡Zasca! Queda usted nombrado minoría en el grado de “ahí te las apañes tú solito”, con distintivo rojo. Porque claro, si eres minoría, lo mismo te imponen, que te prohíben, que te ignoran, que te dan pa’l pelo.

Pocas cosas me parecen más injustas, poco democráticas y sin sentido, que eso del rodillo mayoritario y son muchos los ejemplos que nos encontramos de eminencias que reclaman este derecho de aplastar a los menos bajo la bandera de los más. Uno de los filósofos y pensadores taurinos más eminentes de los últimos tiempos, el señor de Córdoba, don Finito, no hace tanto pedía que se le hiciera caso a la mayoría y que se desterrara de las plazas de toros a esa minoría que según él, no tienen otro fin en la vida que fastidiar al resto de espectadores y a él mismo, aunque esto no le afecte, pues las voces del vulgo no pueden afectar lo sublime y excelso del arte taurino; de lo que no estoy yo tan seguro es de que esa mayoría esté tan de acuerdo con su toreo. Debe haber un ente etéreo que flota en el ambiente y que hace que la percepción sea muy diferente desde el ruedo o desde los tendidos. Pero eso ahora no es lo de menos, a lo que iba es a eso de que los que opinen diferente a la mayoría, si son educados y bien criados, lo primero que deben hacer es callar y a continuación ausentarse. ¿No te gusta? Pues te vas. Que es otro de los discursos que no llego a comprender, si no te gusta, te vas. No cabe lugar para intentar mejora alguna a través de la crítica, o blanco o negro, no hay lugar a matices. ¿Y qué se pretende con esto? El perpetuar el engaño, el que el fraude se haga ley o que la vulgaridad se adueñe de todo esto, beneficiando a esa legión de mediocres y simplones que no incomodan al poder y a los que se compra de por vida por cuatro perras gordas. Y si alguien se pone pesado, vestimos el mal gusto de genialidad y encima se consigue la aclamación populachera. Que mal acomodo tienen los críticos y la crítica en todo este tinglado, ¿verdad?

Pues venga, admitimos que hay que acatar lo que la mayoría imponga, que no quiero decir que no haya que aceptar que lo que esta decida, pero claro, también existe el derecho del pataleo, la protesta y sobre todo el de poder defender el punto de vista propio. Ampliemos el espectro, abramos los ojos y la mirada y pongamos el debate en un foro más amplio. ¿Qué creen que pasaría si ponemos en manos de la mayoría el futuro de los Toros? Que igual tendríamos que estar pensando en ir cerrando el chiringuito, ¿no creen? Pero nada, no se aflijan, si así lo quiere la mayoría, acatamos sus deseos y primero paz y después gloria. “Pero es que eso es otra cosa”. ¿Otra cosa? Otra cosa, porque de repente nos convierten en minoría. “Es que lo pide un partido al que ha votado la mayoría”. ¿Y? ¿Esa mayoría puede llevarse por delante mis derechos? Eso no tiene demasiado que ver con un estado democrático. Luego vendrá otra mayoría y puede decidir hacer callar y acabar con otra minoría diferente y así podríamos llegar a un escenario más propio de la Francia Revolucionaria, de los años del Terror, con mayorías que decidían nada más y nada menos que la guillotina. Evidentemente el ejemplo es demasiado exagerado, está claro y reconozco la trampa, pero a veces hay que llegar al extremo o al absurdo para darse cuenta de lo descalabrado de ciertas posiciones.


No me veo yo admitiendo el que la mayoría europea decida acabar con los toros, sin tener en cuenta ni por un segundo a la minoría que todavía siente esta afición. ¿Tendríamos que claudicar? ¿No tenemos derecho a ser escuchados, a ser respetados y a que se respete todo esto? La respuesta creo que aparte de clara, es rotunda y llena de razones, quizá razones que no comparte la mayoría, pero razones legítimas y respetables. ¿Quién me dice a mí que las corridas de toros no son un ejemplo y una forma de hacer respetar a los animales, al medio ambiente y, aunque esas mayorías no lo entiendan así, al toro. Si esa mayoría social se parara a escuchar a la minoría de los aficionados a los toros, igual llegarían a entender lo que se perdería con la desaparición del toreo por decreto. Minoría, pero con mucho que decir a esa mayoría. Y ya puestos, ¿no podría darse el mismo caso con la minoría crítica y defensora de la integridad de la Fiesta? De minoría a minoría, quizá estaría bien un poco de reflexión antes de enredarnos en lo de las mayorías, minorías, prohibiciones y la ética del señor De Córdoba, alias don Finito.

miércoles, 24 de junio de 2015

¡Ay madre, cómo está padre! Borracho y en la cama



¡Corta el agua! ¡Corta el agua! Y no la cortó
Anda que no está revuelto esto del toro, que casi es mejor no levantarse de la cama, porque si te levantas, es para volverte a acostar.

Por dónde se mire hay líos y jaleos que no se sabe cómo arreglar. La que se ha montado en Alicante; la Comunidad de Regantes de la Marina Alta, la Marina Baixa y la intermedia han presentado una airada queja a quién corresponda, para protestar por el derroche de agua que se produjo en la corrida de “Hogueras” de Alicante, en la que el diestro Josantonio Morante de la Puebla tiró de manguera y se lió a empapar el ruedo en el intervalo de la merienda. “Si al menos se hubiera empleado el agua para que torearan”, ha declarado un portavoz. Según el comunicado de los ofendidos, no les importa que se riegue, siempre y cuando sea por un buen fin, pero no para que los señores anunciados esa tarde se liaran a pegar trapazos. Pero no queda ahí la cosa, porque el conflicto también ha saltado en Sevilla, ya que el Real Betis y el Sevilla C.F. se han visto encontrados y con un motivo más de enfrentamiento, pues los responsables de ambos clubes se querían hacer con los servicios del “neoregante”, para que se encargara de refrescar el césped de sus estadios los días de partido. Quedará por ver quién se lleva el gato al agua.

Grupos antitaurinos pretenden celebrar una manifestación masiva por las calles de Madrid para mostrar su desagrado con los colectivos de profesionales taurinos. Su queja radica en que ven un oponente desleal en estos grupos, a los que acusan de intrusismo, pues desde hace tiempo están desarrollando las funciones propias de los antis. Según ha declarado el portavoz de los antitaurinos, se está jugando con el pan de muchas familias. No es admisible que tras tantos años de lucha y de profesionalidad en las protestas antis, lleguen ahora los taurinos y se pongan a terminar de un plumazo con la fiesta de los toros. Estiman que varios cientos de activistas pueden ir al paro a causa de este intrusismo, que por otra parte, en muy poco tiempo, está alcanzando logros que nunca habría podido imaginar ni el más utópico activista anti. Tantos años de manifestaciones, de echarse al asfalto desnudos y pringados de pintura roja, de encadenarse en las puertas de las plazas, de aparecer en programas de televisión con el esfuerzo que supone el hacer que estos fueran tendenciosos y manteniendo el tipo a base de mentiras, para que en un mes, el de mayo de este año, hayan echado abajo el prestigio de la plaza de Madrid. Y es que el problema parece mayor de lo que se pueda suponer, pues se habla de que varias entidades con sede en los Países Bajos se han planteado un ERE para reducir plantilla de antis en España.

Según se ha sabido, en las próximas ferias de Pamplona, de julio en Valencia, así como en las Semanas Grandes del País Vasco, los aficionados no podrán mostrar, ni manifestar su descontento o simplemente falta de acuerdo con los toreros actuantes en los festejos taurinos. Tal circunstancia viene dada por la no concesión del permiso para protestar por parte de la Asociación de Profesionales Taurinos por la Buena Educación, y más concretamente por su cabeza visible, el señor De Córdoba, don Finito, que tras estudiar la propuesta no ha dudado en rechazarla. No obstante y para evitar tentaciones y que se produzca algún hecho desagradable, los asistentes a la plaza deberán ir pertrechados con el quit del “afisionao educado y cariñoso”, que constará de pañuelo blanco tamaño mantel para ocho servicios, clavel elaborado con fibras sintéticas modo como si no fuera artificial, para lucirlo en las solapas de los caballeros o en las guedejas de las damas, pinzas carrilleras para lucir una bonita sonrisa durante toda la tarde, no pareciendo que esta es forzada, así como un bozal antiexabruptos, por si alguno pudiera caer en la tentación de quejarse en algún momento. No obstante y muy acertadamente, la música sonará con tanta fuerza en las plazas, que no se podrá oír ni el paso de un F-18 en el tendido de al lado. Todo ello por el buen y recto transcurrir de la fiesta.

En otro orden de cosas, se ha filtrado por parte de los diferentes grupos de taurinos profesionales, o como si lo fueran, que se solicitará a los nuevos ayuntamientos radicales, extremistas y populistas que pongan en práctica eso de que se habla de retirar subvenciones a la Fiesta, de prohibir la celebración de festejos taurinos y que si llega el caso, que creen la Taurina Inquisición, para que persiga cualquier asomo de afición a los Toros. Según parece, los taurinos profesionales, o como si lo fueran, no pueden atender todos los frentes que se presentan para atacar la Fiesta, para desprestigiarla y para conseguir que esta se vea excluida de una vez de nuestra sociedad. A ver si ahora se nos van a echar atrás y no se va a poder montar un macrobotellón en las plazas de toros, precisamente porque hay toros. ¡Un poquito de orden!

En la plaza de Las Ventas, antes conocida como Plaza de Toros de Madrid, está prevista la instalación de un escenario de grandes dimensiones, junto con una barra de bar kilométrica, en lo que antes era el tendido 7. A instancia del señor De Córdoba, don Finito, de la Asociación de Profesionales Taurinos por la Buena Educación, quedará abolido, defenestrado, eliminado, prohibido, aniquilado, lacerado, lapidado, torturado y eliminado de la faz de la Tierra dicho tendido 7, no sin el debido respeto y educación, pues las cosas no se pueden hacer así a la tremenda, siempre hay que dejar estas cosas en manos de los que han recibido una esmerada y cuidada educación, como es el caso de Don Finito, siempre tan vigilante de los buenos modos y exquisitez en el trato. La coordinación de las actuaciones correrá a cargo de don José Luis Moreno, muy afín a las maneras del alma de todo esto. Incluso se ha solucionado con bien el pequeño inconveniente surgido de la exigencia de que los trabajadores, becarios, por supuesto y sin sueldo, tuvieran que tener carnet de manipulador. No tardaron ni dos segundos en elevar una airada protesta los locutores y entrevistadores del canal de televisión que opera en esta plaza. Pero todo se aclaró cuando se les comunicó que lo del carnet de manipulador era solo para los que manejaran bebidas o alimentos y que ellos podían seguir manipulando con el mismo descaro que lo vienen haciendo desde tiempos inmemoriales. Si todo es hablar las cosas.


Acaba de conocerse la noticia de que Morante de la Puebla será la madrina de honor del cuerpo de bomberos de Alicante y que durante la “cremá” acompañará en su trabajo de regar los monumentos que el fuego devorará a los miembros de dicho cuerpo y será el encargado de empapar a los asistentes cuando estos le provoquen con ese cántico tan festivo y animoso de “la manga riega aquí no llega”. Y les aseguro que todo lo contado es verdad, aunque no se lo crean, y es que uno se para a pensar un minuto y no puede por más que exclamar ¡Ay madre, cómo está padre! Borracho y en la cama.

lunes, 8 de junio de 2015

Gladiator and the end

Pocas ilusiones llegan tan lejos y duran tanto tiempo, como la de un niño que quiere ser torero. Que no se pierda.


Señoras y señores, damas y caballeros, público en general, esto se ha terminado, se acabó, la burra no da para más, esta maravillosa y grandiosa feria de San Isidro, se ha terminado, que ya saben ese refrán de “No hay mal que cien años dure”; aunque a veces parecía que este mal duraba por lo menos doscientos años. La feria del triunfalismo, la feria en la que para muchos la mejor corrida ha sido Parladé o Juan Pedro, que en verdad ha sido de lo mejor, pero si esto es lo que se considera como óptimo, ¿dónde estamos? Que la faena de la feria es la de Sebastián Castella, premiada con dos orejas sin haber tan siquiera llevado la lidia medianamente, enjaretando un trallazo tras otro, toreando sin poner la muleta plana y con un bajonazo estratosférico. O ese mismo toro de vuelta al ruedo tras mansear en el caballo y dolerse de los palos como un condenado, que hasta el matador tuvo que esperar para comenzar la faena de muleta porque se quería comer las banderillas, a ver si así le dejaban de escocer. Pues así estamos.


Y en la última, una de Miura, que se reduce a que el ganado flojeó mucho, tuvo dificultades, lo que no creo que deba sorprender, y el clamor que levantó Rafaelillo a base de estar ahí a merced del animal, a ver qué pasaba, si le cogía o no le cogía. Ya digo que el entusiasmo fue rotundo, pero esa sensación de estar viendo gladiadores sin recursos, no va conmigo, lo siento mucho. Que dio naturales y pases del desprecio monumentales. Bueno, pues que lo disfruten los que lo quieran disfrutar. Quizá esto sea lo que me hace sentirme absolutamente ajeno y muy alejado de esta juerga, que ya no fiesta, en que se ha convertido este espectáculo, en el que hay muchos señores que se disfrazan de toreros, pero ni se sienten como tales, ni lo son. Se ponen delante de un animal, corren el riesgo de que se lo lleve por delante, que eso es algo que no se debe olvidar nunca, pero esto nada o muy poco tiene que ver con la Fiesta de los Toros que uno conoció disfrutó y que le enganchó. Me podrán dar mil razones, mil argumentos de lo “güeno” que es todo esto, pero a mí no me gusta, así de simple. El puenting, las carreras de motos, las de elefantes bravíos, los encantadores de serpientes, los que se ponen escorpiones en la frente, el descenso de abismos, el buceo a pulmón, todo eso tiene mucho riesgo y lo valoro y respeto como tal, pero no me despierta mayor interés. Pues esto lo mismo. Igual que tampoco me despierta ninguna emoción el ver a Castaño queriendo endilgar pases y pases retorcidos o a Serafín Marín haciendo lo mismo, pero menos retorcido. Muchas, muchas, muchas gracias a todos los que tanto apoyo me habéis dado, me lo habéis regalado. Ha sido una de las cosas más gratificantes y emocionante que me ha tocado disfrutar. Ahora tocar pensar, meditar y dar tiempo al tiempo. Muchos abrazos para todos. Nos vemos más pronto o más tarde, pero aquí se acaba mi feria de San Isidro.

sábado, 6 de junio de 2015

¿Es necesario pasar por esto?

¿Recuerdan a Belador? Victorino seguro que no.


Manuel Jesús “El Cid” ha sido uno de los toreros que más han ilusionado al aficionado en los últimos tiempos, bastaba ver anunciado su nombre para que esa fecha se marcara con una cruz. No se podía faltar, nadie se podía perder la corrida del Cid. Todo el mundo quería ver ese toreo al natural y ttodos querían empujar la espada que se tantas veces no quiso entrar. ¡Cuántos triunfos se fueron por un pinchazo inoportuno! Pero el toreo ya estaba hecho, ahí quedaba la obra de arte. La plaza se lamentaba con él. Tantas veces se escuchó eso de “si no hubiera pinchado” o “si esta hubiera sido la primera”. Si esa estocada hubiera sido la primera, habría salido otras tantas de la Plaza de Madrid sin tocar el suelo, rozando las nubes y con las gargantas rotas gritando ¡torero, torero! Y eso no fue hace tanto, un puñado de años, pero parece que fue hace un siglo. Pareció renacer aquel día en el que las ilusiones de los suyos querían renacer, pero ni aquel día de locura colectiva. Aquello fue solo un espejismo y como tal, se desvaneció, sin soportar la mirada un poco más fija.

Y El Cid, que quería reverdecer aquellos laureles ya secos y pisoteados, como si quisiera acabar con todo aquel pasado y como si estuviera empeñado en emborronarlo todo, se apuntó en solitario a la de Victorino Martín. Aunque tengo que confesar que tengo un runrún que me da que pensar. Evidentemente esta es una sensación personal, que no se apoya en ningún dato, ni tan siquiera en un chivatazo o en un “me han contado”, pero es como si al Cid le hubieran metido en todo este lío otra gente, los mismos que le obligan a mantenerse en esto, a continuar con esta situación de arrastrase por los ruedos. Alguien que prefiere ir arrebañando los cuatro duros que puedan caer, antes que proteger al torero. Si no, no me explico las causas que puedan empujar a un hombre a pasar por este calvario que se repite cada vez que se viste de torero. Podrá haber quién me tache de irrespetuoso, de atacar a un torero que lo dio todo y que es el más grande; bueno, será una opinión, pero no creo que le ayude nada el mantenerle en esta mentira, entre otras cosas, por lo gran torero que ha sido.

No me voy a detener en los detalles de su actuación, no creo que sea necesario, pues cada toro fue un calco del anterior, si acaso cada vez un poco peor. Los recibía con el capote para cumplir el compromiso e inmediatamente deshacerse de él esperando el peón que le auxiliara o dejando al animal a su aire. Solo en el cuarto aguantó más, dándose la vuelta y llevándolo hasta los medios cediendo terreno, algo que podría haber hecho el peón de brega. En el tercio de varas tampoco se le vio, el poner un toro al caballo era la excepción, pues se dejó a los toros muy sueltos durante toda la tarde. A lo que venía el Cid era a cumplir con la muleta, a cortar orejas. En los primeros intentó ese toreo de última hora, queriendo estar erguido y dando muletazos al aire, pero los animalejos de Victorino no se lo permitieron, no tanto por la fiereza, que no existió, sino por carencias del propio matador, que por momentos se veía sorprendido por un derrote, cuando el engaño iba más adelantado de lo que el viaje del toro indicaba. Durante los tres primeros toros aguantó más o menos el tipo y en ese tercero es como si se decidiera a quemar la pólvora que le quedaba, quizá queriendo convencerse a si mismo, el péndulo, muletazos de uno en uno queriendo transmitir emoción, desplantes sin venir a cuento. En el cuarto y gracias a la inestimable colaboración de la cuadrilla, reventó la santabárbara, primero con un desquiciante tercio de banderillas, con pasadas y pasadas en falso, dejando un palo que luego se caía, otro en vaya usted a saber donde; el presidente cambió el tercio con solo tres palos y por una vez y sin que sirva de precedente, incumplió el reglamento con criterio. Aquello había que cortarlo y más pasadas solo habrían empeorado la situación, pero eso sí, a esa cuadrilla habría que decirles algo, no sé si en forma de multa o enviados al rincón de pensar. Pero este desastre se repitió en el segundo tercio del quinto y en el primero del último de la tarde. La plaza se convirtió en una auténtica jaula de grillos, broncas, líos, peleas, los toreros desquiciados y El Cid sin poder dar ya pie con bola, muletazos sin pararse quieto, trapazos, carreras, miradas, dudas, pero aquello no tenía arreglo posible y al torero se le obligaba a pasar ese quinario hasta el sexto y último, dando una imagen de impotencia que a mí personalmente ni me ofendió, ni me sacó de mis casillas, ni me sentí estafado, ni con fuerzas, ni ganas para la protesta, solo me dio mucha pena, lástima, lo que todavía era peor, pues me resistía y me resisto a que un torero me dé pena y más un torero como El Cid. No me parece justo el que tenga que estar pasando por todo esto, pero él o alguien insisten en prolongar este vía crucis. Y lo que tampoco pueden esperar del público es que le consientan todo por ese pasado tan glorioso.

Igual que tampoco puede esperar Victorino que aguantemos sus animales en silencio, por un pasado de victorias, ya muy lejano. Que no lo olvidamos, es más, cada vez que sale uno de estos, que aún son cárdenos, echamos la vista atrás, comparamos y nos echamos las manos a la cabeza. ¿Cabe mayor destrozo? ¿No sienten un mínimo de vergüenza por echar estos bichos a las plazas? Ni degollados salen ya los Victorinos. Eso sí, nunca falta la expresión de que estos toros no son de pesar mucho, que siempre han sido más bien tirando a pequeños y que lo que pasó es que los sacaron de tipo, ¡Y un c...! Perdón, el calor. A otro perro con ese hueso, a ver si nos vamos a creer las pamemas del padre cuando no tenía toros para Madrid y pregonaba que los toros más chicos iban mejor. A ver si ahora resulta que aquella corrida del siglo eran albaserradas anovillados. Y quizá, viendo el panorama, les vendría mejor el volverlos a sacar de tipo, sobre todo del tipo salmonete escuálido y si ya recuperáramos la casta, entonces, la Fiesta del Corcho. Pero de momento tendremos que seguir aguantando los comentarios súper autorizados de Victorino Martín hijo y soportar esta ruina, cárdena, por supuesto, año tras año. Al primero casi no se le picó, contando como puyazo un marronazo cerca de la penca del rabo, salió pegando respingos al notar las banderillas y en la muleta, ante la falta de mando del matador y exceso de trapazos, acabó viniéndose arriba. El segundo en tipo, pero mucho, en el tipo que gusta a los taurinos, tanto que podría pasar tranquilamente el reconocimiento en una novillada, aunque no se explica muy bien como lo hizo para corrida de toros. Acudió al caballo andando, sin prisas, defendiéndose en el peto, con la cara alta. Muy flojo, sin fuerzas, le costaba mantenerse, pero en el último tercio, donde no se le sometió, acabó viniéndose arriba, comiéndose al matador. Al tercero se le dejó suelto por el ruedo, a su aire y en esas que se fue solito a por los caballos cuando salían al ruedo. Se dejó pegar, pero sin meter la cara. Se vencía por el pitón izquierdo, defecto que siguió acusando durante la faena, en la que acudió a la muleta como una bobona. El cuarto, grandullón, pero con un aspecto caprino irreprochable, se dejó en el caballo, para salirse suelto, En el segundo encuentro ya le pegaron bastante, muy mal lidiado, con capotazos en exceso, Esperaba en banderillas, lo que no justifica el mitin que se montó en el ruedo. El quinto salió regateando el capote del Cid, mientras él le menaba el engaño por la cara. Dos picotazos para irse a escape del peto y un tercer puyazo desde dentro, del que también salió huyendo. Nefasta la lidia, con otro escándalo en banderillas. El sexto, otro feo y agalgado de don Victorino Martín, que se comía al Cid cuando este intentaba recibirlos con capotazos muy alborotados. Le dejaron muy suelto, se fue al picador de puerta, empujaba mientras le tapaban la salida. En la segunda vara, ya en su sitio, se arrancó de lejos, pero sin exageraciones, para cumplir en un puyazo trasero. Se ovacionó a Tito Sandoval, quizá más por ver su nombre en el programa, que por lo espectacular de la vara. La lidia fue una capea y con él se acabó yendo la tarde, las ilusiones de un hombre que una vez más quería renacer, las de mucho que querían ser testigos de ello, pero también fue la evidencia de lo que desde hace tiempo viene viviendo El Cid, un gran torero, que parece que quiere emborronar todo su pasado lleno de glorias. Y así muchos se preguntan, ¿es necesario pasar por esto?


viernes, 5 de junio de 2015

Que se callen los que protestan

Hasta una verónica nos dejaron ver


Llegó la tan esperada por algunos, corrida de Adolfo Martín, que podrá ser calificada de muchas cosas, pero no de buena, ni de bien presentada, ni encastada, ni dura de patas, tan siquiera, aunque tampoco se podrá acusar al ganadero de aburrir y provocar el bostezo en el tendido. Pero esto no es como para sentirse orgulloso. A la corrida le ha faltado muchas cosas que el ganadero seguro que tendrá en cuenta, no me cabe duda. En casos como este se pueden tomar dos opciones, la de callar y engrandecer lo que no ha sido, que es lo que no nos gusta que hagan los triunfalistas de la Tauromaquia 2.0, o decir lo que ha ocurrido de verdad y esperar que sirva de ayuda para que hierros como este sigan progresando y manteniendo esa lucha con otro tipo de toro que avergüenza al aficionado y daña notablemente la imagen de la Fiesta. Descubramos las carencias y colaboremos para que desaparezcan, porque en caso contrario, las miserias se acabarán comiendo lo bueno, lo mucho bueno, que hay en el toreo, convirtiendo a aquellas en los cotidiano y habitual; que esto es lo que justamente está logrando esta tauromaquia inadmisible y mentirosa.

Resulta muy habitual que estos idólatras de la tauromaquia 2.0, los profesionales y los que una, dos o hasta tres veces al año se pasan por una plaza de toros a merendar, se molesten con las protestas o inconformidad de cuatro levantiscos y que les quieran imponer el silencio y a veces también ordenar el modo entusiasmo con situaciones que no tienen un pase. ¿Motivo? Pues que el torero es paisano, que son hooligans de una figura, que van una vez a los toros y quieren vivir un triunfo, que están con el bocata liados y no les gusta que les incomoden mientras pastan, que no se concentran mientras twittean a los colegas sus impresiones del gintonic con virutas de mortadela flambeada con licor esencia de Don Simón, que no escuchan bien cuando llaman por teléfono al cuñado para decirle: “Síii, estoy en las Ventas”. Son muchos los motivos que hacen que les incomode la protesta. Aunque como le ha ocurrido hoy a servidor, a un joven castigado por la solanera le molestaba que tomara notas y mucho más que pudieran servirme para escribir en un blog. ¡Caramba!

Pero no han sido estos señores los que han mandado callar a los subversivos, también lo han hecho Diego Urdiales y Manuel Escribano, pero eso sí, bendita forma de callarnos; uno porque el toreo te deja mudo y el otro porque la emoción, el valor y la gallardía del que se siente torero te deja sin palabras. Urdiales, la pureza, el temple, la profundidad, llevar al toro, en muy escasa medida, casi no daba ni para un culín de vino, pero algo es algo. Y Escribano no amilanándose antes las dificultades de un toro, y sabiendo de sobra lo que allí había y lo que el Adolfo podía darle, no ha dudado en echar para adelante, sin importarle lo que pudiera venir.

Ya de salida Diego Urdiales parecía dispuesto a borrar el mal sabor de boca de su última tarde. Desplegó el capote para recibir al de Adolfo Martín con verónicas, echando el paso atrás, excepto en una, ganándole terreno al animal, pera acabar rematando en los medios. El toro fue suelto al caballo, casi no se puede decir que ni al relance, como sin querer, que se encuentra con el caballo. No atina el de aúpa y el toro se lleva un picotazo, y eso que casi echa la montura abajo, o para ser más exactos, el caballo a poco decide echarse al suelo. En la segunda le deja Urdiales con una larga, y el animal se va despacito y andandito al peto. Igual le rozó el palo, pero no me atrevería a asegurarlo. Igual le arañó. Parado en banderillas, comenzó el trasteo el riojano sacándoselo de las tablas por abajo y con un molinete para rematar. Muletazos de uno en uno, con el toro al que le costaba arrancarse y el matador que no acababa de dar ese pasito hacia adelante. Derechazos desde la pala, con el pico de la muleta. Pases sueltos, sin cruzarse y sin tirar del toro, para acabar muy encimista, arrancando muletazos de de uno en uno, sin ligazón. Cambia al pitón izquierdo, pero por ahí se le queda todavía más, natural lento al marmolillo, detalles en los remates y una insistencia en querer seguir con la derecha, consiguiendo desesperar más que entusiasmar, demasiado encimista y haciendo que el respetable deseara verle tomar la espada. Su segundo era una raspa muy cornalona, que dejó clara su flojedad en los primeros encuentros con los capotes. Se lo sacó Urdiales hacia fuera metiéndole en el capote. ya en el caballo el animal se lió a pegar cornadas desesperadas al peto, todas con el pitón derecho. No quería capotes, saliéndose de ellos en busca de paz. Nueva vara y la misma pelea, esta vez con el pitón izquierdo, pitón por el que cortaba en las embestidas. Se lo sacó más allá del tercio con la muleta, con dos derechazos más que aceptables y el de pecho con la izquierda, embebiendo mucho al toro en la tela. Nueva tanda con uno muy de verdad y con el tino de comenzar las series con un molinete, lo que hacía que el toro tomara el engaño con más decisión. Muletazos más al hilo del pitón y el toro acostándose por ese lado. Por el izquierdo no hubo manera y a partir de ahí, aunque cambió de mano, ya nada hubo que hacer. La estocada la cobró tirándose sin reservas detrás de la espada, el único momento en el que el torero decide si sí o si no. Urdiales es un torero con un gusto y una pureza fuera de dudas, pero en demasiadas ocasiones da la sensación de no avanzar, de quedarse atascado, de preferir que el toro se pare, no dejándole la muleta puesta para poder ligar. Quizá sea más una sensación propia y que alguien podrá aclararme, pero el caso es que a uno le deja con ganas de un poquito más.

Se apuntó Castella a esta de Adolfo, pero sin saber muy bien cómo van las cosas con este tipo de toros, con los que no hay que andar dando trapazos y más trapazos para que pase el tiempo, las cosas se hacen y punto. A su primera raspita le sacudió el capote en la jeta y en cuanto pudo allá que lo dejó. Muchas dudas para ponerlo en el caballo y con las dudas, capotazos y capotazos, para dejarlo en el sitio que estaba o peor, haciendo que el animal se fuera del sitio. En la primera vara el animal se arrancó esquivando al caballo, yéndose por el lado opuesto del peto, evitando que se le pudiera picar. En la segunda más capotazos sin sentido y cuchillada en la paletilla. Se vuelve a dar la vuelta y no hay manera de clavarle la puya. En la tercera, tardeando, se arrancó al caballo y se le pudo al menos picar mínimamente. Con la muleta Castella rondaba y rondaba, pero no sabía si era por aquí o por allí. Trapazos por abajo con poca decisión. Tanda de derechazos con el pico, para en seguida acortar las distancias y desplegar su repertorio, el péndulo, muy encimista y como se dice ahora, vendiéndolo. Otra cosa es que tuviera algo interesante que mercar. Intenta por el izquierdo, pitón por el que ya cortaba en banderillas y en cuanto que el animal vio el hueco que el francés dejaba entre tela y bulto, para allá que se fue. Cambio de mano y haciéndose muy pesado. Afortunadamente en esta ocasión no tiró a matar en los bajos, lo que es de agradecer, aunque tras un pinchazo, la estocada definitiva sí que cayó muy atrás. Al segundo suyo, un toro muy cornalón, le recibió con dos mantazos y se le marchó, para luego darse la vuelta e ir cediendo terreno hacia los medios, algo que mejor sería que lo hubiera hecho un peón y a partir de ahí, con el toro ya fijado, que hubiera ido el maestro a probarlo con su capote. Incapaz para poner el toro al caballo, capotazos y más capotazos. Bajo el peto solo le aguantaron el palo sobre el lomo, mientras le tapaban la salida y aunque mostrando fijeza, el animal se limitó a dejarse y estar allí. La siguiente solo fue señalada. Ya con la muleta, lo recogió por ambos pitones con la rodilla flexionada, para rematar la bienvenida con la izquierda. De vuelta a la diestra, pico y enganchones, con mucha carrerita para recuperar el sitio. Y una recomendación, si me lo permiten, si están dispuestos a mostrar su desacuerdo con cosas como estas, tengan en cuenta que puede haber quien esté en plena merienda o apurando el gintonic y se sienta molestado. Que no lo digo yo para que se callen, que ya se lo ordenarán ellos, sino para eso, para que sepan que a estos señores no les gusta que se opine diferente. Pero volviendo a Castella, siguió encimista, derrochando pases y más pases, sin saber a dónde quería ir a parar. Esperemos que el año que viene nos lo explique el gran triunfador de esta feria, el que ha estado presente en el momentos de mayor vergüenza desde hace mucho, aquella vuelta al ruedo a un manso, aunque en este caso, la culpa debe recaer casi exclusivamente sobre el señor Cano Seijo, que de momento sigue presidiendo corridas en esta plaza.


Si he de ser sincero, no esperaba demasiado de Manuel Escribano, pero me sorprendió y para bien. Se fue a portagayola en su primero, un gesto o una declaración de intenciones, como se dice ahora, pero que no acabo de entender, pero ahí ya dejó algo claro, que sabía desenvolverse. El toro de salida no le hizo caso, pero el torero se recompuso y le dio la larga al hilo de las tablas, pero sin quedarse perdido en el intento. El animal se estrelló varias veces contra las tablas, lo que hacía pensar en que podía estar reparado de la vista. En la primera vara simplemente se dejó, aunque prácticamente no se le castigó, mientras se le taba la salida. El segundo puyazo se redujo a un picotazo apenas señalado. Tomó las banderillas el matador, un numerito poco soportable y de mal gusto casi siempre, pero sin clavar con una pureza notable, sí se le vio que dejaba llegar mucho al toro y esa facilidad de parear por ambos pitones. Tanteo con la muleta a una mano por los dos pitones, con coladas por el pitón derecho incluidas, aparte de que se le quedaba. Cambió al pitón izquierdo y las coladas eran todavía más peligrosas. Volvió a portagayola en el sexto y una vez dada la larga, ya en pie, colada de cuidado por el pitón izquierdo. Poco cuerpo y mucha leña del Adolfo, que andaba muy suelto por el ruedo. En el primer puyazo le taparon la salida, el animal empujaba y le pegaron bien en el caballo. Un segundo puyazo trasero y el animal ya se empezaba a defender bajo el peto, señalándose sin más la vara. Volvió a tomar Escribano los palos. Dos primeros pares, cada uno por un pitón y en el tercero, escarbando y esperando mucho por el derecho puso en serios apuros al matador, que no pudo dejar ningún palo. Pero volvió a la cara del toro y le dejó un par por el otro pitón, aseado y sin mítines. El pitón derecho era para enmarcar, no había por dónde meterle mano por ese lado. Se echó la muleta a la izquierda, por ahí apretaba, la cosa se ponía fea, vuelta con la derecha, a nada se le colaba por ahí, naturales tragando quina, aguantando, el toro se quedaba debajo del matador a mitad del viaje, pero Escribano con mucha decisión le va arrancando los muletazos por ese imposible pitón derecho. Naturales a pies juntos a fuerza de tesón y de exponer, para acabar con una casi entera, tras aguantar el arreón final del Adolfo. Se le concedió una oreja que aunque no se hubiera pedido, no se podía protestar, porque en el toreo no todo es arte y composturas; si hay verdad, en el toreo caben muchas interpretaciones, pero con el toro y con la verdad. Escribano nos dejó sin palabras, pero sin mandar callar a nadie, que eso es de muy mal gusto, represor y sobre todo estúpido. Aunque siempre estará presente esa absurda aspiración de los mediocres, para que se callen los que protestan.

jueves, 4 de junio de 2015

Los reyes de Vulgaria

¡Viva Vulgaria!


Corrida Extraordinaria de la Benficencia, con asistencia del Jefe del Estado o del suplente que este considere que vaya, que antes reunía en un mismo cartel a los triunfadores de San isidro de ese año y que ahora ya se cierra en diciembre o enero, de acuerdo a los caprichos de la empresa, con el beneplácito de la Comunidad de Madrid. Y este año nos han regalo regalado un cartel de verdadero lujo, con la presencia de los reyes de Vulgaria, acompañados de su corte de palafreneros, palmeros, voceros, guardia pretoriana y seis elegidos ejemplares de su zoológico de perversidades y degeneraciones taurinas. O lo que es lo mismo, Julián López, alias “El Juli”, y Miguel Ángel Perera, con seis de don Victoriano del Río Corporated, que no Limited, porque no hay manera de que se le agote esa factoría de desechos taurinos, y en caso de escasez, los Toros de Cortés. Pero ya estamos, siempre hay quien no está conforme con tantos esfuerzos para poder arrejuntar un mismo día a El Juli y Perera, los reyes de Vulgaria, algo que se empeñan en recordar a la concurrencia en cuanto tienen ocasión, obsequiándonos con los productos típicos de su reino, el destoreo, el trapazo destempaldo y ventajista, el poner la muleta torcida, pasarse el toro a una distancia mucho más remota de lo aconsejable y de lo decoroso, siempre con ganado  propicio bien seleccionado por ellos y eso tan suyo de ausentarse durante las lidias de estos animalitos tocados por el dedo de sus majestades. Dirán que todo esto no sea justo, pero solo dejo un detalle y es que cuando la ente se les rebela, cuando les protestan y se ponen levantiscos, como castigo utilizan su propio toreo, alargando las faenas innecesariamente. Eso sí que es saber lo que uno tiene en casa. El castigo impuesto por ellos mismos es su propia vulgaridad. Apaga y vámonos.

Para no empezar con sobresaltos, de primeras salió la sardina Venancia, un bonito ejemplar recién sacado de una lata de conservas, escurrida ella, a la que tapaban un poco los pitones. Julián I de Vulgaria le recibió con sus mantazos de compromiso, para inmediatamente desentenderse de aquello. Primera vara al relance, picotazo y el toro, si me permiten la expresión, se marcha echando pestes. En la segunda le dejaron por allí tirado. Muy bien simulado el que picaban, cuando solo le aguantaban el palo apoyado en el lomo. Recibido por el monarca por abajo, ya asomando el pico de la muleta, que tanto protagonismo tendría a lo largo de la tarde. Por el pitón derecho o por el izquierdo, todo se reduce a lo mismo, toreo distante en línea recta, rematando delante de la cadera, retorcido, sin someter jamás, siempre desde la pala del pitón y alargaaaaaango la faena como castigo a los disconformes. Media estocada trasera.

El tercero, el segundo suyo, ya tenía más apariencia de toro, lo que no quiere decir que lo fuera, que las apariencias engañan. Mantazos con el pasito atrás, que ya es mala pata el no calcular nunca o no saber manejar al toro con el juego de los brazos, para dejarle suelto a su antojo. Cabecea en el peto y se marcha; en la siguiente vara en la que fue al relance, le cogieron trasero, cabeceaba el peto, le tapan la salida y solo le aguantan el palo, pero en cuanto vio el campo libre se fue suelto. Aún el toro volvió a una tercera vez al caballo por su cuenta, mientras que el Juli andaba por allí, a sus cosas, igual estaba esperando el momento de fijar al de don Victoriano ya de una vez. Quite por... quite y el toro acaba refugiándose en tablas. Latigazos en los primeros muletazos, aunque hasta llegó a dar la impresión de que en alguno de ellos llevó al toro toreado. Sin parar quieto, derechazos con mucho enganchón, carreras, lo mismo por uno que por otro pitón, haciéndose el tour de Francia detrás del animal por todo el ruedo. Protestas de los sublevados extremistas. Pues hala, como castigo, a alargar la faena sin motivo, ¿qué mayor castigo que una dosis extra de vulgaridad”. Pa’que sepan quien manda aquí.

A su último toro en Madrid hasta el año que viene, porque no le veo yo al Juli apuntándose a la del 15 de agosto, se destapó con mantazos más para quitar la polilla de los capotes, que para fijar y meter al toro en los engaños y enseñarle a desplazarse lejos y con temple. Sin ponerlo en suerte le propinan un picotazo y sale espantado; en la segunda vara, en la que sí que le colocaron debidamente, antes de irse se dedicó a cabecear con descaro al notar el palo. Vuelve, el picador se agarra con él, le tapa la salida y le pica algo más. En banderillas iba con la cara alta, sin amago de humillar. Trapazos por ambos pitones, para volver a lo de siempre, pases y pases abusando del pico, teniendo que recolocarse a cada pase, estirando mucho el brazo, ya con no demasiadas ganas, rondando al toro, que por otra parte iba a la muleta como el que va por un paso a nivel. Otro sablazo yéndose de la suerte y aprovechando su carrera hacia la izquierda para clavar el acero.

Perera II de Vulgaria, el que le disputa el trono de la vulgaridad a Julián I, y además con méritos contundentes sobre la mesa, también se encontró de primeras con una bella cabra de don Victoriano del Río. ¿De dónde sacaría el ganadero la corrida de hace unos días? Será cosa de la casualidad. A lo que íbamos, salió la chiva frenándose, mantazos sin fuste, para dejar al animalito a su aire por el ruedo, para llegar al picador reserva primero, y pillar al de tanda cuando andaba por el dos. A picotazo por castoreño, para que el toro continuara su gira, La lidia se convierte en un auténtico despropósito, a lo que colabora con empeño el matador, que considera que en esas dos refriegas ya se ha picado al toro y mira como pidiendo el cambio. ¿Qué sentido de la lidia y el toreo tiene este hombre? Pero ya a contraquerencia, a la chiva le señalan el puyazo, tapándole la salida y entre cabezazos al peto del animalejo dolorido. Carreras y más carreras por el ruedo, un segundo tercio demencial y sin dejarnos respirar nos metemos en los trapazos al aire del comienzo de la faena de muleta, para que el toro se marche de nuevo. Podría hacer un corta y pega de cualquiera de las faenas de otros días, de otras ferias, de otros año o simplemente de las del Juli. Toreo muy distante, muchísimo pico, el toro suelto y pases aquí y allá, sin parar quieto un segundo el torero. Se empieza a quedar el chivo, pero Perera sigue y sigue, carreritas, pases en línea recta, enganchones, aprovechando el viaje del toro que pasaba por allí. Pinchazo y media en los bajos más profundos.

El cuarto, un torazo con demasiado peso y que cualquiera podría confundir con un buey. Mantazos y enganchones y es que parece que don Miguel Ángel no anda demasiado suelto con el capote. Llega el toro al paso al caballo, picotazo escaso y se marcha pidiendo auxilio. Llega al de puerta y nota el hierro y, ¡hala! En la segunda vara, la suerte del “arrime el piano a la silla”, yendo el caballo al toro, que no al revés. Puyazo trasero, solo señalado, echando el toro la cara arriba. Mientras el toro se entretiene en escarbar, Julián I y  Perera II se enzarzan en un encarnizado duelo de quites con el capote. Julián por chicuelinas, Perera por gaoneras, dejando al toro una eternidad en toriles, hasta que se decide, aunque hay que valorar dos cosas, la primera que se eche el capote a la espalda dando un lance y la segunda el que no se conviertan en una sucesión de trallazos desacompasados a base de tirones. Perera pierde el duelo por ser el rey de la vulgaridad, aunque gana en el de al menos intentar el toreo. Lo uno por lo otro. Banderazos a una mano, le dasarma, para seguir con con tandas de derechazos con pico, pico, pico y muchos más pico. Dos naturales y el toro se le viene, más intentos y según sale del pase, el toro escapa, apuntando hacia toriles. Entera saliéndose muchísimo de la suerte y según los más agudos de vista, hasta cantaron a la guardia real de Perera II.


El último de su feria, de la de Perera II, un sobrero de Montalvo, por estar averiado el de don Victoriano. Sin fijar al toro, le dejan suelto, mucho capotazo, aunque mostrando alguna buena condición por el pitón derecho. Puyazo sin castigo ninguno, en terrenos del nueve, desde muy cerca. Dubitativo, lo tira al caballo para la segunda vara, perdón, picotazo, ofreciendo pelea el animal, pero cuando no siente el palo. Tiene que irse a toriles para sacarlo de allí con la muleta. Pases echándoselo fuera y la misma historia de siempre. Todo con la mano derecha, mucho trallazo, pasa a la mano izquierda y el mismo panorama. Ya parado el animalito, entra al engaño como un mulo. Trapazos por los dos lados y estocada entera a capón. Se reúnen el King de los Whopper, el rey del Pollo Frito, el Rey de Bastos, del de Copas con la sota y todo, el Rey León, El Rey y yo, El Rey de las Madalenas y toda la Hartistocracia más harta del Mundo Mundial y al final no se aclara nada, Julián I Perera II, desparramando su vulgaridad a destajo para alzarse con el título como más vulgar entre los vulgares, tendrán que seguir compartiendo trono y convivir en buena armonía como los reyes de Vulgaria.

miércoles, 3 de junio de 2015

No fue día ni para emociones fuertes... ni paños calientes

Si Revisor levantara la cabeza, ¿qué diría de sus compañeros de cercado?


El día de Cuadri en San Isidro está marcado a fuego en el calendario de los aficionados y, por supuesto, en el de los ganaderos, ejemplo de honradez, honestidad y afición. Todos esperamos esta corrida con la ilusión de ver la casta, la bravura y la fiereza del toro de lidia, pero también sucede que esta ilusión empieza a venirse abajo a medida que van saliendo los toros, hasta que al doblar el último toro ya no hay forma de mantenerla a flote. No he escuchado al ganadero hablar al ganadero, pero no me cabe duda de que no habrá puesto ni un paño caliente a la decepción sufrida. Su extrema afición no se lo permite y su honestidad con la Fiesta no se lo permitiría. Ni la aparición del castaño que salió cuarto le valdrá de consuelo. Si acaso, le podrá servir de ayuda para saber dónde ponerla mirada para que las cosas no vuelvan a salir del modo en que han salido. Estaría bien que los matadores también hicieran examen de conciencia y reflexionaran sobre lo que ellos han aportado al fiasco de la corrida de Cuadri. Porque a ellos no se les puede responsabilizar de las condiciones del ganado, pero sí de como conducen la lidia, o mejor dicho, de cómo no la conducen. Pues en su debe está el no haber tenido recursos para poder a la corrida. La conjunción planetaria toros toreros se puede resumir en: “se juntó el hambre con las ganas de comer”.

No se puede decir que los de Cuadri hicieran cosas feas, feas, pero tampoco las hicieron buenas. El primero ya salió escarbando y a continuación se puso a sacar astillas del burladero, se desplazaba largo por ambos pitones en las verónicas de Encabo, que hasta aguantó firme en alguna de ellas. Se le picó trasero en la primera vara, sin castigo apenas, tapándole la salida, mientras el toro simplemente se dejaba. Desde un poco más lejos en la segunda, de nuevo puyazo trasero y en muy mal sitio, pues el animal sangraba exageradamente. El matador puso banderillas, quizá con el único mérito de parear por los dos lados y sin que tuvieran que estar colocándoselo milimétricamente. La faena la inició por abajo, pero en el de pecho, con el brazo muy estirado y echándoselo para afuera, ya dio una idea de lo que podía venir después. Abusando del pico, tomó la muleta en la mano izquierda, hasta que se le coló por el amplio hueco entre el bulto y el engaño; muchas dudas, más pico y además dejando la muleta retrasada, para acabar atosigando al animal. El cuarto un castaño de los que antes no se veían en esta casa, embestía bien por los dos pitones. La primera vara fue un despropósito, sin que el jinete encontrara toro con el palo, lanzando picotazos allá donde pillaba. Mejor en el segundo puyazo, yendo el toro desde un poco más lejos, pero sin exageraciones y sin poder afirmar que le pusieran de lejos. Pero el castaño no se arrancaba; hay que agradecer a la cuadrilla y matadores que eligieran ese momento para acondicionar sus capotes, muy cerquita del piquero. ¿No habrá forma de que cuando el toro esté frente al caballo, ellos estén en los arrabales de Pernambuco? ¿No hay forma de que se haga la suerte en condiciones? Al final acabaron metiendo al toro entre las dos rayas, quizá para evitar que el golpe fuera mayor, pero no se pudo evitar. El toro desmontó al jinete, que se llevó un impresionante batacazo, quizá le tiraron el mismo toro y el pánico, como comentaba un vecino de localidad. Pero ya se sabe, el miedo es libre... y a veces, peligroso. Cambiaron el tercio sin que el toro estuviera picado y el primero que lo sufrió fue Ángel Otero, que a pesar de todo, dio un ejemplo de torería y si les digo que solo clavó un par y que en dos entradas dejó solo uno y de mala forma, lo mismo creen que servidor ha perdido la chaveta irremediablemente. Pero yo les cuento y ustedes juzgarán. En su primer par, Otero clavó con dificultad y exponiendo, un buen par por el pitón derecho, aguantando que el toro le echara la cara arriba. El tercero, su segundo, se barruntaba que iba a ser de órdago. Y un órdago sí que echo. Citó dejándose ver, con el toro muy fijo en él, se arrancó el toro, al que ya de por si era jod... complicado ganarle la cara, llegaron al momento del embroque, el torero se cuadró y el toro lo desbarató todo echando la cara arriba defendiéndose. Los palos volaron como palillos. El usía cambió el tercio, pero Ángel Otero, que veía pisoteado su orgullo de torero, pidió permiso y de nuevo los palos y volvió al toro. Dejándose ver todavía más, solos el toro y él y “naide pa’ estorbar”. Solo el matador bregando y poniéndoselo en suerte a su banderillero ¡Toro! Y el de Cuadri que se arranca, Otero en su busca, cuadra de nuevo, permitiendo mucho al animal, pero otra vez los pitones a las nubes y de mala manera solo dejó un palo. ¿Fracaso? No se puede fracaasar cuando se pone tanta afición y tanto corazón. No salió la cosa, de acuerdo, pero no puede decirse fracasado al torero que con torería quiere vencer un imposible. Si de primeras vio su orgullo pisoteado, al final no tuvo que sentir otra cosa que el agradecimiento y admiración del público. Ya llegarán otros toros en los que seguir demostrando lo que es, un torero. Y es que no es lo mismo el que te vengan con la trampa queriendo hacerte el tocomocho, a que se te presenten con tanta verdad. El toro se había quedado muy complicado. Comenzó Encabo por abajo e inmediatamente quiso empezar con la mano derecha. El toro se arrancaba pronto y exigía que se la dejaran puesta, pero eso era fácil decirlo. No daba tiempo, se volvía muy rápido, queriendo coger la tela. Muletazos regañados alargando mucho el brazo. El toro no dejaba de tomar la muleta, pero dando mucha sensación de incertidumbre, como si no acabara de entregarse del todo. ¿Emoción? ¡Taquicardias! Pero en cuanto veía el trapo rojo, allá que volvía, al tiempo que se había echo ya casi con el mando de la situación, mientras Encabo no podía ya mucho más. Cambio a la mano izquierda, pero por ahí el matador iba peor, y ya con intenciones de ahogar aquel vendaval desde las cercanías. De nuevo al derecho, pero ya nada hubo que hacer. El matador no estuvo a la altura, eso está claro y creo que es evidente, pero yo tengo que reconocerle el que anduviera por allí ante este castaño muy complicado y al que había mucho que torear. ¡Lástima! No se le toreó.

Robleño volvía con los de la “h” tumbada, quizá ya habrá olvidado a aquel Brigada. Su primero, el segundo de la tarde, salió frío, muy parado. En el caballo se limitó a pelear sin entusiasmo, solo con el pitón izquierdo, le hicieron la carioca y al final se durmió en el peto. Así, en el segundo puyazo se dejó sin más, acudiendo al peto al paso, para recibir una vara muy trasera, casi simplemente señalada. Sin meter la cara en banderillas, cortando una barbaridad por ambos pitones. Muletazos por abajo, en los que Robleño colaboraba para cortarle el viaje. Derechazos levantando de forma poco aconsejable la mano. Si accidentalmente se la bajaba, el toro se entregaba más, pero la tónica fue el banderazo continuo, para acabar acortando distancias y cambiando de mano una y otra vez. Arrimón y trapazos ya con el toro demasiado cerrado en tablas. El quinto, bien presentado, como todos, no parecía un Cuadri al uso. Se quedaba más corto de salida; puyazo muy trasero, derribando al caballo y, ¿cómo no? el audaz monosabio que sale a colear al toro. Es como un castigo, parece el mozo osado del pueblo que sale en las capeas del día de la fiesta mayor a exhibir su valor. Señor monosabio, quédese quietecito, que hay señores con capote que están para citar al toro, para hacer los quites y sobre todo, para que usted se esté quietecito. Que la muchachada le jalea, pues que le jalee, pero quietecito. Si acaso en Brazarrobledo le ovacionen y le pongan una calle por sus méritos, pero en esta plaza, al menos de momento, métase las manos en los bolsillos y deje de colear a los toros de una... vez. Justito de castigo en la segunda vara y al levantarle el palo, el toro se crecía en la pelea. Cortaba por el pitón derecho y por izquierdo apretaba que era un gusto. Mano alta para comenzar Robleño el trasteo, dando la sensación de estar a merced de lo que quisiera el Cuadri. Muchas dudas, sin ver claro por donde meterle mano al animal, muletazos de uno en uno, más para reponerse él del trance, que por que el toro lo exigiera. Toro complicado, aunque tampoco merecía el bajonazo tan infame con el que el matador se lo quitó de encima.


Alberto Aguilar ha sido un matador que en su momento contaba con cierto agrado del público, pero a cada oportunidad que le dan se ocupa de hacer que esto se vuelva del revés. Ya de salida a su primero le recibió con una sarta de capotazos sin parar quieto, bailando permanentemente. El animal de momento seguía los engaños de buena manera. Primer puyazo muy cerca, pero bueno, es el primero, marronazo en la paletilla. El toro cumple sin más, empujando con fijeza. De nuevo muy cerca para la segunda vara, impidiendo que se pudiera ver al Cuadri, que tardeó antes de ir al peto. Y esto lo puede contar a la perfección Rafael González, que no se despegaba del caballo. Cuando quizá todos hubiéramos agradecido que se fuera veinte metros pa’llá, justo en las proximidades de Pernambuco. Ya con la muleta, Aguilar se lió a pegar trapazos muy distantes, estirando el brazo hasta descoyuntarse. El toro se le venía hacia el hueco entre él y el engaño, teniendo que salir de espantada del compromiso. Mano alta, deambulando por el ruedo y no consiguiendo otra cosa que desaprovechar lo que pudiera tener el toro, que no era mucho, pero con esta forma tan demencial de lidiar, es muy difícil que un toro le responda. Naturales metiéndose en las orejas antes de que el toro hubiera acabado de pasar. Ni para perfilarse a matar se quedó quieto el madrileño en este toro. Su segundo, como casi todos sus compañeros, salió siguiendo los vuelos del capote. En el caballo fue con la cara alta, sin emplearse y cabeceando el peto cuando le tapaban la salida. En la segunda vara el caballo fue al toro y no al revés, ya saben, que arriman el piano a la silla y no la silla al piano, pero bueno. El toro cortaba por el pitón derecho, mientras la lidia fue un auténtico calvario, haciéndole las cosas muy mal. Vinieron muletazos levantando la mano, mucho trapazo y demasiadas precauciones por parte del torero, que no estab muy por la labor de aguantar al último Cuadri de la tarde, al que ni se el ocurrió que quizá macheteándole por abajo le facilitaría eso de entrar a matar. ¿Buena corrida? ¿Encastada? ¿Brava? Pues no, ni mucho menos, pero si a esto unimos la poca pericia por parte de los de luces y esas lidias tan poco afortunadas, por no decir desastrosas, pues acabamos como acabamos, que no fue día ni para emociones fuertes... ni paños calientes.

martes, 2 de junio de 2015

Primos lejanos, que no unos primos y panolis

Los toros bonitos ahora son feos y poco agraciados


Corrida de abono de la feria de Madrid, toros de Pablo Romero, lidiados por Gregorio Sánchez, Victoriano Valencia y... ¡Huy, perdón! No sé por qué, pero he tenido la sensación viajar en el tiempo más de cincuenta años atrás. Que malos son los años, que terca es la vejez y que mala señal cuando uno empieza a recordar lo remoto y se olvida de lo inmediato, pero claro, entiéndanme ustedes. Si pudieran, ¿no se darían un garbeíto por otras épocas?  Aunque solo fuera para dejar a un lado esta decadencia que se ha apoderado del Toreo. Tiempos en los que los toros no parecen tales; los toreros más bien recuerdan a caprichosos niños maleducados que a matadores de toros; los empresarios, apoderados y ganaderos podrían dar lecciones de como construir una urbanización de adosados, en lugar de hablar sobre el toro; la prensa se doctora en la manipulación de la verdad; y la afición sigue las doctrinas oficiales, negando vista y oídos a todo lo que no siga tales directrices, apartando a todo aquel que se resiste a tragar con ruedas de molino, o con indultos, orejas y triunfos construidos sobre enormes bancos de arena, que un día cederán y no podrán evitar que todo esto se nos venga abajo. ¡Ojalá! que yo no lo vea jamás, pero me parece a mí que...

Qué bonito sonaba el nombre de “Pablo Romero”, las vicisitudes que corrió esta vacada para al final lograr mantenerse viva. ¿Seguro? ¿Realmente se mantiene vivo lo de Pablo Romero? ¿El Partido de Resina sigue llevando la sangre de aquel hierro mítico? Pues si nos agarramos a la genética y esas cosas, los adeenes, la genética y todo eso, igual sí, pero no nos engañemos, igual que tantas cosas, el toro, el toreo, los toreros o la Plaza de Madrid, este hierro también ha desaparecido. ¿Derrotista? Quizá, no lo niego, pero asómense a la realidad, si me permiten que les haga tal sugerencia, y decidan ustedes mismos.

Se anunciaba lo de Partido de Resina en la Plaza de las Ventas, que cada vez me cuesta más llamar la Plaza de Madrid y me cuadra mejor el llamarla la Plaza de la Globalización o del canal taurino de televisión. Eduardo Gallo, Sebastián Ritter y Rafael Cerro venían dispuestos a lidiarla y matarla a estoque. Ya empezamos mal con eso de lidiarla, va a haber que ir cambiando la terminología. Porque no se puede decir que la corrida haya salido buena, ni mucho menos, es más, ha sido mansa de solemnidad, pero lo que sí requería era alguien que hiciese precisamente eso, lidiarla y no tres coletudos que a todos lo más que aspiraban era a pegarles pases a tutiplén, a cumplir con el mandato de la Tauromaquia 2.0: pegar pases. Lo demás sobra y ahí está el origen del fracaso, que la cosa no era para dar pases. Puede que ni los antepasados de Pablo romero lo hubieran permitido, al menos de inicio, luego, con el discurrir de la lidia, puede. Los del Partido de Resina, visto lo visto, no pasan de ser primos lejanos de aquellos, tanto por presencia, como por comportamiento.

De primeras salió un novillo cárdeno, que más parecía una sardina famélica que un toro de lidia. Tampoco es que le echara muchas cuentas su matador Eduardo Gallo, que le permitió deambular suelto por el ruedo. Fue al caballo en el uno, probó el hierro y salió de najas, se lo pensó, volvió para cabecear debajo del peto, mientras le levantaban el palo, Ya a contraquerencia, volvió a notar que le hacían pupa y adiós muy buenas. Gaoneras de Ritter, que como destacable solo tuvieron lo que se empieza a repetir tarde tras tarde, que parece que se impone la moda de echarse el capote a la espalda dando un lance ¡Aleluya! En banderillas el cárdeno ni asomo de meter la cara, aparte que esperaba a los rehileteros, entre escarbar y escarbar. Gallo empezó desconfiado, con trapazos por el lado derecho, levantando la mano, con enganchones muy fuera y carreras. Lo mismo que repitió intentando el toreo al natural. Más naturales, citando de frente, pero el del Partido se iba, especialmente cuando avistaba madera cerca. El cuarto salió recorriendo cada palmo de barrera, enterándose de lo que allí pasaba, que si le llegan a vendar los ojos, seguro que te hace un plano de la plaza. Entraba a los engaños sin convencimiento alguno, para en cuanto podía, marcharse, pero dejando ver que por el pitón izquierdo atajaba el viaje. Allá donde se pudo, se encontró con el caballo, para no picarle, solo se le señaló el palo trasero. El caos se hizo dueño del ruedo. Segunda vara yendo muy suelto, se vuelve, se va, pero a fin de cuentas sin haber sido castigado lo más mínimo. Mucho capotazo, arreones por parte del toro, que se iba enterando de todo y en consecuencia poniéndose más complicado. Algunos habríamos agradecido y valora el que Eduardo Gallo se hubiera doblado con él, el ver como con su muleta podía hacer que crujiera el antes Pablo romero, pero no, la receta era la de siempre, muletazos y más muletazos. Menos mal que de cuando en cuando le bajaba un poco la mano. Poco a poco el toro fue tomando la ruta de toriles, saliendo de los muletazos como un burro, plantándose a contemplar los tendidos. Y cuando se notaba más cómodo a favor de su querencia, hasta se permitió pegarle un achuchón al espada.

Sebastián Ritter apareció por Las ventas, no se sabe en virtud de que méritos pasados, que a más de uno se nos hacía complicado llegar a entender. A la segunda raspa de la tarde, primera de su lote, el colombiano la recibió con trapazos, hasta que se cansó y decidió dejar al animal a su aire. Mal puesto en suerte, de lejos, para que el toro acudiera al paso. Puyazo apenas señalado. Para la segunda vara empezó dejándolo de lejos, pero acto seguido llegó el peón para dejarlo en unos terrenos más lógicos, desde donde se arrancó con cierta soltura, no caigamos en triunfalismos y hagamos creer que fue al caballo con alegría. Ni le señalaron la vara. Primeros muletazos y el toro parecía que se iba a comer al matador, que inmediatamente tiró de banderazos y trapazos. Parecía que seguía la muleta hasta con cierto genio, que solo fue capaz de contrarrestar con pico, sin llevar al toro nunca toreado, sin correr la mano, quedándose al descubierto, carreras y carreras. El de antes Pablo Romero se toreaba solo y Ritter a lo suyo. Ni las manoletinas finales le jalearon al torero. Un pinchazo extraño, entera recibiendo, que hizo guardia, hasta que un bajonazo infame se llevó por delante al animal. Salió de quinto un cornalón que impresionaba. Muy suelto, se fue él solito al caballo que hacía la puerta, desde casi los terrenos del diez. Tras topar con el peto, siguió la gira por el ruedo. De nuevo topó en la segunda vara, para seguir pegando cornadas al peto y amagando con irse, hasta que se fue sin despedirse. Siguió su viaje, para volver una tercera vez al caballo, pero como en las otras ocasiones, tampoco se le picó. Mucho trapazo sin sentido para iniciar el trasteo, dejándose tocar mucho la tela. El toro entraba con la cara alta, como un mulo en la noria, al paso, pegando derrotes y poniéndose más complicado a cada muletazo que le daban. Con un hábil bajonazo, Ritter terminó su San Isidro, sin demostrar nada de nada. Si acaso, muy poco sitio y el querer dar pases y más pases, sin criterio, ni sentido de la lidia alguno.


Rafael Cerro era aquel prometedor novillero al que decidieron convertir en figura y al que como a otros muchos, le hurtaron la posibilidad de seguir progresando y cubriendo las etapas que marca el sentido común, sin prisas, esas prisas que a quien más perjudican es al propio torero. Y aquí estaba el extremeño delante de esta corrida de lo que fue un día Pablo Romero. Ya empezó a enterarse de qué iba la cosa al recibir a su primero que se frenaba y apretaba para adentro una barbaridad. Se dio la vuelta, teniendo que ceder terreno hacia los medios, metiéndole la cara en el capote, por abajo, para cerrar con una media con sabor campero. El toro, a pesar de todo se dedicó a vagar suelto por el ruedo. Así llegó al picador que hacía la puerta, donde se le pegó mientras le tapaban la salida. En esta ocasión ofreció cierta resistencia y peleó en el peto, lo que no se repitió en el segundo puyazo, al que acudió al relance. Se dejó sin más, estando más pendiente de marcharse de por allí. En banderillas fue bien por ambos pitones, ofreciendo la dificultad de sacarle de las tablas, dónde se encontraba más a gusto. Esta circunstancia se mantuvo durante toda la lidia, apretando cada vez que la salida era hacia adentro. El animal tenía mucho que torear y no permitía devaneos modernistas, pero Cerro, al contrario de lo que parecía indicar la lógica, empezó levantándole la mano. El toro, incierto, por el izquierdo se comía al matador y por el derecho se revolvía que era un gusto, poniéndose cada vez más y más peligroso. Al feo sexto, y como parece costumbre, también le dejaron muy suelto, aparte de la propia condición de los animales, abantos y distraídos, buscando siempre la salida. En cuanto notó el palo salió huyendo, igual en el segundo encuentro y ya una tercera vez lograron administrarle cierto castigo. Eso sí, en esta ocasión, al picador no se ocurrió taparle la salida. Hay cosas que no se llegan a entender. Una lidia desastrosa, con todos los toreros muy mal colocados en el segundo tercio, especialmente los matadores que debían asistir a los de los palos. Rafael Cerro tuvo un tímido comienzo toreando por abajo al perla de antes Pablo Romero, queriendo meterle en la muleta en las dos primeras tandas con la mano baja, pero sin constancia. Colada por el pitón derecho, cambio de mano y por el izquierdo se le vencía  bastante. Tiró del pico, es cierto, pero la faena era más de pelea, que de lucimiento. Alargó demasiado la faena y cuando el toro notó que llevaba dentro media estocada caída, arrollaba a los peones. Se nos fueron las ilusiones de ver recuperado a lo que antes fue Pablo Romero, ahora Partido de Resina, que si acaso podían llegar a ser primos lejanos, que no unos primos y panolis.

lunes, 1 de junio de 2015

Que embistan, que tengan movilidad y una cosechadora con aire acondicionado

Ni la estocada, única posibilidad de mostrar las ganas de un torero


Pensarán que qué tiene que ver esto con una cosechadora con aire acondicionado; pues realmente, nada, ni de lejos, ni buscando toda una vida alguna semejanza. Casi lo mismo que el deseo tantas veces escuchado a los toreros de que quieren un toro que embista y que tenga movilidad, con lo que de verdad desean. Es mentira, huyen del toro que embista y con movilidad, no lo quieren ni en pintura; lo que realmente quieren decir es que se pirran por una bobona que vaya y que venga y que no tengan que andar pendientes de si aquí me va o si no, si a esta distancia va a venirse o si se me va a parar, que ya salgan lidiados del cajón y que no tengan que romperse la cabeza con esas historias. Su ideal es que puedan dejar a un animal rondando el ruedo los dos primeros tercios y en el tercero que siga a la tela como los cachorros de Rin TinTín. Y punto. Y además, eso es también lo que quieren muchos de los que van a las plazas, que no les compliquen la vida y que puedan valorar la bravura, la complicación o las condiciones que sean del toro, simplemente viendo como baila detrás de la muleta. Y no le demos más vueltas.

La corrida de Baltasar Ibán ha ofrecido muchas posibilidades a la terna que ha tenido delante, otra cosa es que los tres coletudos estuvieran dispuestos a recogerlas. Ellos quieren ser como los que torean cincuenta corridas al año y punto, nada de querer ser toreros. A otro gato con esa raspa. Corrida dispar de presentación, destacando por arriba los dos últimos, de los que el sexto ha tenido que ser devuelto a los corrales por dañarse una mano. El primero, de Fernando Robleño, salió echando las manos por delante, mientras el matador se lo sacaba a base de capotazos, hasta que decidió cortar y dejar al toro a su aire. Hasta se tuvo que colocar el solito frente al caballo. El picador ni atino en el animal, para después picar trasero, sin castigo, con el toro de lado contra el peto. Para la segunda vara ya le dejaron en su sitio, pero cerca, para recibir un puyazo trasero, también sin castigo apenas y dejando que el ibán se estrellara contra la guata antes de poner el palo. Mientras se dolía de las banderillas Robleño inició el trasteo por ambos pitones y el toro quizá demasiado crudo, por esa manía de no querer picar ni los picadores, ni los matadores. Primeros derechazos con el pico y echando el toro hacia afuera, viéndose obligado a recolocarse casi en cada muletazo y lo mismo al natural. Vuelta al pitón derecho y la misma cantinela, mientras el de Ibán seguía embistiendo y marcaba el paso al torero, que en ningún momento toreó con un mínimo de mando y dominio. Pico y más pico, para acabar acortando en demasía las distancias, a ver si así se terminaba ese suplicio de embestidas sin interrupción. Acabó cerrándolo por abajo, muleteándolo por ambos pitones, para cerrar con una entera caída. A su segundo le recogió con mantazos muy inciertos. Le dejó tirado para la primera vara, traserísima y sin pegarle apenas, mientras el toro demostraba cierta fijeza. Escarbó y tardeó en el segundo encuentro con el caballo. Igualmente el palo muy trasero, con el toro pegando cornadas con el pitón izquierdo. Se dolió en banderillas y aunque no sin complicaciones, daba la sensación de poder ofrecer posibilidades a Robleño, siempre y cuando toreara lo mucho que le animal tenía que torear. Pero la faena ya empezó con el espada merodeando, a ver por donde le metía mano al pastel. Trapazos a diestra y siniestra, muletazos regañados, pero sin mando ninguno, simplemente un sacudir las telas por el hocico, para no llegar a ninguna parte. Pero al final ha dejado marchar dos toros que tenían mucho más que una sinfonía de destoreo desesperante.

Pero esto no es exclusivo de Robleño, Serafín Marín lo viene practicando de siempre y a estas alturas no iba a cambiar sus modos. El recibo a su primero fue con mantazos enganchados, sin que él supiera calmar los ímpetus de salida del toro. Le dejó suelto, a su aire y así fue al caballo, para recibir un puyazo en buen sitio y midiéndole el castigo. El ibán peleó, pero cuando más se enceló con el peto fue precisamente cuando le levantaron el palo. Sin colocar en la segunda vara, ya no se le castigo nada. Buscaba el refugio de toriles y se dolía sin disimulo de las banderillas. La faena de muleta empezó muy vulgar, con pases apelotonados y muy fuera, hasta que Marín optó por el arrimón, ahogando la embestida, con la pierna de salida muy escondida y llegando a ponerse verdaderamente pesado. Su segundo lucía una arboladura entre impresionante y para impresionar. Sin fijarle, faltaría más, le dejaron a su aire. Le meten debajo del caballo sin más, para que le dieran a base de bien, barrenando como ya no se ve, mientras le tapaban la salida; el toro cumplió en esta primera vara. De nuevo desde muy cerca, le siguieron pegando. La lidia era pésima y nadie hacía por remediarlo. Se dolió mucho de los palos y en el segundo tercio esperaba una barbaridad por el pitón derecho, lo que añadido a las precauciones excesivas del personal, complicó más las cosas. Vuelta al pico, a los trapazos, sin mando alguno, igual por uno que por otro pitón, con lo que la única opción que se le ocurrió a Serafín Marín fue la de ahogar las embestidas, a ver si así parecía amainar el temporal, lo que no dice demasiado de su labor. Quizá esperará a otras tardes y a otras ferias, si es que llegan.


Luis Bolívar asomó dispuesto con unos lances rodilla en tierra, pero inmediatamente cambió de opinión y decidió que los mantazos eran mucho más cómodos erguido. Mantazos para dejar al toro en el caballo entre las dos rayas. Ni le señalaron el puyazo. Capotazos en exceso, pero al menos para la segunda lo puso en suerte, llevándolo con un galleo con el capote. Tampoco se le castigó, la verdad; lo que ocurrió a continuación tuvo su cosa. Robleño fue a sacar el toro del caballo, ¡bendición! un matador que se apresta al quite, pero anda que tardó Bolívar en meterse por medio, que casi le arrolla el toro, impidiendo algo a lo que tiene perfecto derecho su compañero y que el público habría agradecido. Dejémoslo en que el matador no estaba demasiado enterado de lo que es hacer un quite sacando el toro del caballo, ni del turno de quites durante la lidia, que digo que es un derecho, aunque quizá lo más correcto sería hablar de obligación. El toro se dolió bastante de los palos, como toda la corrida. Le citó el colombiano con la muleta plegada, para dar un pase cambiado por la espalda, desplegando el engaño con el toro ya entrando en jurisdicción. Siguieron telonazos a dos manos, más una serie de trapazos. El toro iba de lejos con alegría, para que le cayera encima un chaparrón de pases sin mando, sin torear. El animalito parecía un avión, obligando al espada a estar permanentemente recolocándose. Lo mismo con la izquierda, mientras el animal se mostraba codicioso, queriendo coger la muleta. Urgentemente había que parar aquello, así que como tantos, a ahogar al toro. No era capaz de dejarle la muleta ni por asomo, desarmes, el torero desbordado y el de Ibán, sin torear. Al sexto, su segundo, le devolvió el señor presidente al corral, por dañarse una mano. En su puesto salió uno de Torrealta, feo de lámina, pobre de cabeza, que tomó las telas rebrincado. Bolívar largaba trapo como podía, teniendo que darse media vuelta y ceder terreno hacia los medios. Lo tiró de mala forma en el caballo. Le taparon la salida, mientras el sobrero solo peleaba con el pitón izquierdo. En la segunda vara solo se la señalaron, tapándole de nuevo la salida. Trapazos acelerados, banderazos, distante y echándolo para afuera, vueltas y más vueltas, más que un giraldillo. Desarmes, carreras y siempre a lo que el toro quiere, con el agravante de echarle la cara arriba. Pero luego les escucharemos clamar por toros que embistan, que tengan movilidad y una cosechadora con aire acondicionado.