jueves, 29 de noviembre de 2012

Resumen, escaso, de los toros en una temporada

Si Sánchez Mejías volviera la cabeza...



Qué complicado me resulta empezar. Yo que pensaba hacer un resumen de la temporada lleno de loas, alegorías bíblico taurinas paridas por los dadaístas; revelaciones antropológicas del fundamento de los toros de Gerión, que seguro que eran Juan Pedros; preguntas y respuestas con las que se cernía la amenaza y se albergaba la esperanza de que no se nos desplomara encima la espada de Damocles, que se dice que era una ayuda, que la buena la guarda el mozo en el fundón. Pero claro, si el error parte de la base de la mala elección del tema, pues ya vamos como fastidiados, jodidillo que diría el pueblo llano, pero que yo no me atrevo a decirlo, hasta ahí podíamos llegar.

Pues nada, ¿sabían ustedes que este año ha habido un montón de corridas de toros y novillos en la Plaza de Madrid? Pues yo tampoco, aunque allá por marzo, llegué a creer que así iba a ser. La Feria más importante del mundo, el acontecimiento taurino dónde se reúne los más granado de los toros entre mayo y unos de días de junio. Los ganaderos criando a sus pupilos; unos crían toros y otros productos. Los toros se los matan toreros que tragan con todo y los productos los “atorean” los exquisitos hartistas del G… Desgraciadamente, en las excavaciones arqueológicas no se han encontrado restos de toros de verdad en los días de postín en que aparecían estos mozos, así que pensaremos que no hubo toros, que echarían salmonetes tullidos.

De los otros, aunque con escasez, algo se ha hallado. Una corrida de Baltasar Ibán interesante, pero que se permitió el lujo de mandar un toro por coleta para que alguno se pusiera gallito. Toros que mostraron las dificultades propias del toro, pero que en cuanto se daban cuenta de que allí había pelea, no volvían la cara ni un segundo y para colmo, si alguien estaba dispuesto a pararse y mandarle, hasta se entregaban en la muleta. Pero uno tras otro fue trapaceado vilmente, sin que nadie supiera hacerles el toreo. Spínola decepcionó, Serafín Marín estuvo a lo suyo, que últimamente es poco y Pinar, pues eso, como todos los pinares que se precien, para echarse una siestecilla ala sombra.

Hubo otro día en que se anunciaba una ganadería de esas que tan bien les viene a los empresarios para rellenar y sacar sus buenos duros, arriesgando muy poco, pero cuando los isidros ya estaban acabando de limpiar las bandejas de pasteles, canapés y escurriendo las últimas gotas de güisqui, va y sale un sobrero de Hermanos Domínguez Camacho; que feo era el condenado, cinqueño según decía el papel, pero que parecía un novillote sacado de la inclusa. Pero como pasa muchas veces, el tío no era muy agraciado, pero sí muy salado; empezó a contar chistes por el ruedo, buscando los caballos, empujando metiendo los riñones, sin importarle que le acribillaran allí mismo. Lástima que se doliera de los palos, pero el animalito no paraba de embestir. Morenito de Aranda lo confundió con un Juanpe y no le picó lo que debía. Y lo que pasa en estos casos, que el toro se te va subiendo a las barbas y cuando quieres darte cuenta, zas, ya lo tienes subido a la chepa, con lo que molesta un toro en el lomo. Que si violento, que si incómodo, que si pegajoso, pero la verdad es que el matador no pudo con él y allá que se fue el sobrero con la gloria que no se ganó el torero y la que el torero no le concedió en la lidia.

Se acababa la feria con los toros de Cuadri, esos tan grandones que es imposible que embistan bien, tan “fuera de tipo” que no son aptos para hacer el “harte”, pero mire usted por donde, que año tras año ponen en ridículo a los que con mala idea hacen estas afirmaciones. No fue la corrida tan espectacular como el año anterior, quizá porque le faltara un toro como aquel Frijonero o aquel castaño que levantaron al público de sus asientos. O a lo mejor si salió ese toro, el primero, pero con tan mala suerte que fue a caer en las manos de Rafaelillo; este ya le puso el cartel de “No vale”, en cuanto le vio salir parado y ya ni se fijó en las tres entradas al caballo, dónde se le castigó mucho y mal, ni en la distancia a la que se venía al caballo, ni la forma de empujar, ni en su bravura, ni en la nobleza que tenía dentro el Cuadri, que seguro que con insistirle un poquito, hasta se arrancaba por fandangos. Hubo dos toros más que podrían haber mostrado algo más, mucho más, pero ¡ay! la suerte, la mala suerte, quiso que cayeran también en manos del murciano. Y no digo yo que estos se hubieran lanzado a pegar quejaos, pero pongo la mano en el fuego que al menos habrían acompañado al primero al toque y con las palmas.

Que hartura de San Isidro ¿verdad que sí? ¡Ohú Quillo! si es que no se acaba nunca. Pero a nada que te descuidas, llega lo del Harte y la Kultura, que es como en los condenas, seis años y un día; pero aquí son mil tardes y las del Harte. Que lo único que es, es que nos juntan todas las que se podrían dar en junio y julio, pero todas seguidas. Pero na’ de na’, al menos para meterlo en este resumen, podía a lo mejor uno de Valdefresno de David Mora, pero no, creo que hay que exigir un poquito más, que tampoco mucho. Luego más ciclos de los señores de la empresa de Madrid, que si el Ocho Naciones, el Camino a las Ventas, o como se llamara, las nocturnas que empezaban a las seis de la tarde con un solazo que aplastaba, lo de los encastes del Cretácico para estrellarlos y poder decir que queremos imposibles. Pero miren por donde, que van y se traen una novilladita de Mauricio Soler Escobar y dos de José Escobar, Gracilianos; una hermosura, para el espectador, que para los tres chavales fue un calvario. Era por aquellos días en los que El Juli se autoproclamó defensor de la novillería. Bien presentados, como ha sido casi siempre el novillo en Madrid, y con mucho que torear, pero mucho. Lo que no admitían era el pegapasismo. Encastados y a los que primero había que poder, lidiarles y hacerles las cosas muy bien, porque si no luego te lo echaban en cara, y para oponerles mando, firmeza, torería y ganas de ser. Cualquiera de los tres pudo haber pagado la entrada de una finca en Salamanca o en las Marismas del Guadalquivir, pero la falta de preparación, el poco gusto por lo clásico y la falta alarmante de recursos les hizo que no pudieran ni ver el piso piloto de Urbanización Puerta Grande, a cinco minutos del centro de la gloria, con magníficas comunicaciones a todas las plazas de España y alrededores, y una magnífica zona social a la que se acercarían los señores empresarios para firmar contratos para las ferias más importantes.

Ya ven, es hablar del toro de verdad y a uno se le va el santo al cielo. A ver si va a ser verdad que a uno le gusta esto de los toros y que lo que le ponen delante tarde tras tarde no tiene nada que ver con la Fiesta de los toros. Qué uno hasta se emociona cuando un toro se comporta como tal, y que no lo puede evitar, porque esa chispa salta de repente, sin tener que pararse uno a medir con una regla si la pierna, si el peto, ni nada de nada, la verdad te pincha y saltas del asiento, al contrario que la farsa, que te aplasta y te fatiga. ¿Qué es muy poca alegría para tanta juerga? Pues sí, porque de esas sesenta y tantas tardes, es muy triste que nos quedemos con los nombres de cuatro ganaderías. Pero luego oiremos y leeremos las bobadas de los ejes de la Fiesta y todo eso, pero ya digo, eso son supremas bobadas, que aún dudo si el autor lo pensaba en serio o estaba en el Festival del Humor.

PD.: ¿ustedes creen que merece la pena hablar del público y su comportamiento durante esta temporada pasada? Según me manden, así haré.

martes, 27 de noviembre de 2012

Madrid se empequeñece, ¡El derecho a mi grada!

Tanto se molió los sesos el genio de Gelves en el diseño de Las Ventas y a lo mejor a los señores de Taurodelta les bastaba con el aforo de la Carretera de Aragón.



Qué bonita está quedando la obra de la tapadera de la plaza de Madrid, qué gran obra, tapar la plaza de toros de las Ventas del Espíritu Santo; ¿será para que no se escape la pestilencia de lo que allí dentro están cociendo unos negociantes sin alma, ni afición y que han demostrado con largueza el tamaño de su ineptitud? Solo han sabido hacer negocio a base de recortes en los derechos de los aficionados, en la grandeza de la Fiesta y ahora ya no únicamente en la integridad de la que se decía que era la primera del mundo, sino en su capacidad. Además de contar con la complicidad de la administración autónoma, rebajándole el canon, permitiendo que apliquen el incremento del IVA con una diligencia propia de los sabios, haciendo oídos sordos, cerrando los ojos y aceptando una programación de festejos infame e insultante dando asilo a toda la vulgaridad que campa por la Fiesta. Miren que ya no digo nada de la reducción de festejos, que también, pero cuando uno se estrella con el coche, se rompe la pierna por tres sitios, sufre lesiones internas en riñones, intestinos, bazo, estómago y pulmones, despierta a duras penas del coma inducido y tiene que pasar más de un mes en cuidados intensivos, ¿le va a preocupar un esquince en la muñeca? Pues esa merma de festejos, comparado con el resto, es un esguince de muñeca.

Qué pena que toda esta hermosura que heredamos de nuestros mayores, ese vínculo que nos mantiene unidos a los que ya se fueron, que reúne a amigos, que establece unos lazos muy especiales con los que vienen detrás, que produce el encuentro entre generaciones, entre regiones, ciudades y gentes de ambos lados del mundo, todo esto, todo, ha caído en manos de unos inútiles con malas intenciones, apoyados y coreados por estúpidos que se creen las necedades que quieren convertir en el nuevo dogma de la Fiesta.

Uno no deja de escuchar a toda esa panda de idólatras del becerro de oro de la empresa de Madrid, que son un prodigio de gestión, de organización y de todo lo que se nos ocurra acabado en “ción”, pero si nos detenemos unos momentos en analizar a grandes pinceladas su labor en Madrid, nos damos cuenta de que son los gestores y organizadores idóneos de la ruina que ellos mismos han creado. Es como si desde el primer día hubieran puesto todo su esfuerzo en hacer de la plaza de Madrid una plaza a su medida. Lo contrario de lo que podría pedir la lógica, que ellos alcanzaran el nivel de exigencia y compromiso propio del coso de la calle de Alcalá. Empezamos con un declive notable en cuanto al ganado anunciado. En un principio la excusa era que querían dar a conocer nuevos hierros, lo que no está mal del todo, pero hecho con mesura y conservando lo mejor de los ya conocidos, sin llegar a exiliarlos de Madrid. Pero enseguida se les vio el plumero. Lo que pretendían no era otra cosa que comprar barato y venderlo como si fuera bueno. Si tantas ganas tuvieran de descubrir nuevas vacadas con posibilidades, no se empeñarían en traer año tras año a ganaderías que han fracasado estrepitosamente cada mes de mayo, incluso hasta dos veces. ¿Qué me dicen si no de Núñez del Cuvillo? Aunque después de las bobadas que he leído que dice el propietario de este hierro, uno ya está preparado para todo. Si uno además se para a ver lo que sale de cada camada por esas plazas de Dios, no tiene que fijarse mucho para darse cuenta de que a Madrid ya no viene lo mejor de cada casa. Pero claro, es que los bombones hay que pagarlos, no solo bien en cuanto a la cantidad, sino a tiempo. Ellos apalabran y apalabran pero no sueltan la mosca y si entre medias asoman los mozos peñistas de Brazabuey y ponen la tela por delante, ¿a que no saben donde irán los toros que apalabraron los señoritos de Taurodelta?
Monta su peña de San Isidro, el Aniversario/ Arte y Cultura/ Timo de la estampita y Otoño y ya se han cansado. Ya la ciencia no les da para montar corridas de toros en junio, ni casi en julio, se inventan rollos macabeos para disfrazar los detritus taurinos con apariencia de novilladas con novilleros que están más para aprender a coger los trastos que para torear en Madrid, y así van trampeando. Porque no nos engañemos, lo de la feria en mayo es poner sobre la mesa los toreros afines, los que apoderan ellos mismos o los capos de otros clanes que harán lo propio con los suyos, sin opción a poder ver a José Tomás o a otros toreros del gusto de Madrid, aunque cobren dos pesetas. Lo del ganado no supone ningún inconveniente, porque si no vienen los figurines con sus mochuelos debajo del brazo, siempre habrá una de cada hierro de los Lozano, de las franquicias Fraile o todo lo de Juan Pedro, bien por vía familiar, bien por vía ladrillera de nuevo rico con ansias de figurar.

Piden que se organicen menos festejos, que la temporada empiece más tarde, que acabe más pronto, claman por evitarse las novilladas del verano porque dicen que no son rentables, que no va nadie; lo cuál es absolutamente cierto, pero claro, es que el aficionado de Madrid va a los toros a ver toros, no a pasar la tarde. Si lo que le dan no interesa ni a los mozos de Brazabuey, ¿cómo van a pretender que vayan los más fieles a la piedra venteña? Y ahora se inventan lo de la tapadera, pero dejando fuera las gradas y andanadas. Hace unos años se hablaba de posibles soluciones para ampliar el aforo de las Ventas y ahora lo reducimos drásticamente, ¿pero qué es esto? Cuando no empiezan los sesudos taurinillos a pedir que se disminuyan las dimensiones del ruedo. Señores, la cosa está muy clara a estos caballeros les viene todo esto muy grande. Si empezamos quitando calidad en la tela del traje, reducimos el forro, eliminamos el chaleco, aunque se pierda elegancia, los zapatos los compramos en un mercadillo, hay que cortar las mangas, la pernera del pantalón y meter de la sisa, entonces blanco y en botella, que les viene muy, muy grande, que ellos iban para organizadores de fiesta camperas y les han tomado por empresarios taurinos. Pues si todo esto no les vale, márchense, déjenlo, olvídense de nosotros y de nuestra plaza, instálense la tapadera en el baño de su casa, inviten a sus torerillos a una barbacoa en su jardín y que se lleven allí a sus mascotas para hacerles cucamonas, déjennos en paz. Que no pedimos más, que lo único que queremos es poder ir a los toros y ejercer el derecho a sacar nuestra entrada de grada o andanada. Que porque a ustedes los dedos se les hagan huéspedes y no les dé su solvencia para manejar una plaza con casi 24.000 asientos, no es para que lo suframos los demás. Ustedes se preparan bien, se pasan unos añitos estudiando, hincando los codos, y luego vuelven, pero mientras, quédense en sus artes, sus culturas y sus mandingas ferroviarias. Que lo único que consiguen es que aficionados que viven para esto, que arrastran a la familia, que les aguanta su pasión con santa paciencia, que envenenan con el toreo a amigos y conocidos, que nos plantemos y digamos ¡ABOLICIÓN de la TAUROMAQUIA 2.0, YA! 

domingo, 25 de noviembre de 2012

Resumen artístico de la temporada de Madrid



Solo un par, el de David Adalid, hizo retumbar la piedra de Madrid
La temporada de 2012 comenzó en la plaza de Madrid allá a finales del mes de marzo, más tarde que nunca y se cerró el 12 de octubre, antes que otros años, más que nada para hacerles una gracia a los señores empresarios que rigen el coso capitalino. Una temporada en la que a pesar de todo se han dado 61 festejos, que ahí es na’; de lo que un servidor, muy humildemente, solo ha podido rescatar el segundo tercio de David Adalid a un toro de Palha, en el que se acopló a las condiciones del animal, que no quería pasar la raya del tercio por nada del mundo, obligando al rehiletero a poner dos pares arrancando al hilo de las tablas, para clavar de dentro a afuera en la cara del animal, Lo que hizo levantarse a toda la plaza con un sonoro y unánime olé. Cabe también recordar las actuaciones de Luis Carlos Aranda, también con los palos, especialmente la tarde del 2 de mayo, ante un nefasto encierro de los Bayones.

Y punto, no hay nada más, tantas tardes para dos tercios de banderillas. Podría pararme a explicar cualquier cosa, pero creo que la falta de argumentos taurinos expuestos por los señores que calzan taleguilla y lucen castañeta, es más que evidente, y yo no tengo ganas de darles más coba. Perdonen mi racanería, pero es lo que me sale. Podría sacar el bisturí, cómo muy acertadamente hacen otros compañeros de blogs y profesionales de la pluma, pero uno no está para aparentar. Lo siento. Once líneas de presentación y narración y ocho de despedida. Una vergüenza que me hace decir con más fuerza que nunca ¡Abolicición de la Tauromaquia 2.0, ya!

martes, 20 de noviembre de 2012

Adjudicados los premios taurinos Toros Grada Seis




Manolete mira de reojo a la Fiesta del momento
Pocas cosas son tan satisfactorias como ver reconocido el esfuerzo, el espíritu de superación y la entrega a una causa. Corren tiempos difíciles para la Tauromaquia, tan difíciles que casi es mejor protegerse de las figuras y taurinos que les orbitan, que de otras amenazas malintencionadas, pero mucho menos letales. Pero al mismo tiempo esto supone para mí un ejercicio de humildad ante las gestas de los que viven del toro. Además me congratulo de que en este segundo certamen ya hayamos podido contar con afamadas firmas que se han echado a la arena y se han decidido a patrocinar algunos de estos galardones; y realmente, coincidirán ustedes conmigo en que en algunos casos, ya hay que tener ganas.

Premio brebajes Don Simón “Arte y Cultura de Mercadillo para borrachuzos”, otorgado a Taurodelta, en la persona de Simón Casas, en reconocimiento a la instalación de esa carpa tan horrorosa que se instaló en la explanada de las Ventas durante la feria de San Isidro, con el agravante de querer hacerlo pasar como un espacio cultural, simplemente porque había colgadas cuatro fotos y por celebrarse allí unas “conferencias”, a cobro revertido.

Premio Adonis de Poliexpan por “la Composición muy Descompuesta y Crispada”, a José María Manzanares, por ese arte que despliega a borbotones, tenso como una estaca, aguantándose los calambres, esperando que le ilumine algún día la gracia de la naturalidad.

Premio Duracell “Yo sigo a lo mío porque yo lo valgo”, a Enrique Ponce, al que le llenan el ruedo de almohadillas y se piensa que es para protestar del señor del trombón por desafinar una nota, mientras su toro interpreta la famosa canción de Mátame muy suavemente.

Premio “A Gladiador y Cabezota no me gana nadie”, para Iván Fandiño, esperando que pague un curso acelerado de toreo artístico y que se olvide de matar los toros a cabezazos, o tirándose en plancha sobre ellos.

Premio Huevo Kinder “Joeeer que chasco”, a David Mora, porque tanto esperar para ver que había dentro y al final es una porquería de juguete que se desmorona en los juegos de los niños.

Premio Máquinas de escribir Olivetti “Para lo que hemos quedado”, a los miembros del G10, perdón, del G10-1, no, no, perdón del G10-2… Bueno ¿nos acabamos decidiendo? ¿o qué?

Premio “Las Trompetas de Jericó”, a Taurodelta, por su labor destructora de la Fiesta, de la plaza de Madrid y de todo lo que se les ponga por delante, menudos son ellos.

Premio “Manolo el del Bombo” al Hooligan más exacerbado, Manu Caballero, por lo bien que disimula al hacer creer que le gusta todo lo que ve en la tele, que todo es grandioso, fenomenal, sensacional, de frenopática, semanal, casual, manual y todo lo que acabe en al, incluido el adverbio nefasto, que ni es adverbio, ni acaba en “al”, pero Manu ni se entera. A ver por qué se va a enterar de esto sí y de la basura que retransmite con Moles, no. Me lo expliquen.

Premio All Bran Me zampe un limón y se me quedó cara de “Sigo cada vez más mosqueado porque tú eres tonto y no me entiendes”, a Miguel Ángel Perera, el torero que no ha podido olvidar que un día le llamaron guapo y no entiende porque no lo repite el público tarde tras tarde, a pesar de los muchos pases que da, a ver si así alguien se lanza.

Premio “El no lo haría” o “el Torero al que le daban pena los toros”, a Sebastián Castella, quién recibirá una donación especial para poder llevarse todos los toros a su casa después de cada corrida, para cuidarlos, curarlos con Betadine, amamantarlos de su propia mano y luego poder enseñarlos a saltar por un aro de fuego, mientras caen en una cama de púas incandescentes, con descargas de 5.000 watios… para que el animal no sufra. No soporta verlos sufrir.

Premio “Yellow Submarine” Tan bien se está en el fondo que le he pillado gusto, a El Cid, por su maestría para navegar en lo más profundo del toreo y conseguir que todavía haya empresas que le sigan contratando, mientra para bajarle el caché le repiten eso de “con lo que tú has sido”.

Premio “Te abandonó el desodorante” Te quedas más solo que la una, para Curro Vázquez, que si quiere enredar en los sorteos, a partir de ahora tendrá que ir al Salón de Loterías y pegar una patada a los bombos, a ver si se desparraman todas las bolitas, para que haya que contarlas de nuevo.

Premio Relojes Bulgari “Hartista de la Kultura”, a Josantonio Morante de la Puebla y su facultad de parar los relojes, pero los de las tiendas de los chinos, los otros no.

Premio “A buenas horas…Hay alguien Ahí, ¿dónde está mi cámara? M'an dejao solo”, a Julián López El Juli, que años después por fin ha visto claro lo de la tele, los derechos de imagen, el que te repitan las corridas más que el ajo y que a veces hay que mirar más a lo lejos y no conformarse con lenteja, cuando dos pasos más adelante te espera una olla hasta arriba.

Premio “La Espiga de Oro” por la postura del Segador que se parte los riñones cada tarde, de nuevo Julián López El Juli, con esa maestría suya para doblarse hasta límites insospechados, manteniendo el tallo completamente paralelo al suelo y las piernas perpendiculares, sin caerse de morros contra la arena. También recibe una mención especial del Colegio de Fisioterapeutas de la Mancomunidad de pueblos del Alto Tajo.

Premio “Cuánta Ilusión” Trabajo menos que Papá Noel y los Reyes Magos, a José Tomás, del que siempre se dice que este año toreará la de Cuadri de Madrid, la camada de Victorino al completo y sucesivos mano a mano con todos los espadas del escalafón que tengan algo que decir, acabando con seis toros para él solo en la Feria de Otoño de Madrid. Mola ¿eh?

Premio Cometa Halley De Pascuas a Ramos y de Higos a brevas me aparezco a los mortales, a José Tomás, que con tres tardes al año y con una mañana de trabajo, deja a todos en evidencia. Incluso con los mismos novillotes que los demás, tiene todavía tiempo de dejar a todos a años luz de él. Ya es triste la falta de reacción del pelotón ¿no?

Premio “Factoría de Ficción”, para Núñez del Cuvillo, con el reconocimiento especial para todo el sector del transporte urgente de ganado por carretera. A esa ganadería que no cría toros, sino que vende productos, que a muchos les hace tener la ilusión de que son toros, pero que nadie se engañe. Quizás saldríamos de dudas si pudiéramos ver la inscripción que tienen detrás de la oreja en que pone: “Made in Taiwan”.

Premio Tocapelot... “Quita, quita, que me descubres”, para Diego Urdiales a quien hay echarle la bronca, castigarle sin postre y sin ver la tele, por esa perra que le ha dado por descubrir el truco de los demás que se visten de luces y que se autoproclaman figuras, artistas, fenómeno cultural y no sé que más mandingas. Y a este riojano no se le ocurre otra cosa que torear toros, darles su lidia, tener una cabeza muy bien puesta y hacer todo con pureza y sentimiento. Habrase visto el tío este. Y para más INRI, yo no le considero profesional, eso es para otros, profesional es un arquitecto, un panadero, un chófer, un médico, este es simplemente torero, ni más, ni menos.

Premio “Erre que erre, yo quiero ser torero”, para Javier Castaño y Fernando Robleño. Uno con muchas limitaciones artísticas, a veces hasta soso y aburrido, vulgarote y que parecía que no iba a ningún lado, pero en esos momentos de tinieblas aplicó la mejor virtud, en caso de duda “el toreo”.  Tomó la vía de sacrificarse por el toro, por lucirlo, por convertirlo en protagonista y, ¿qué consiguió? Crecer como torero, ganarse el respeto de la afición y demostrar que esto no es pegar pases y punto. Generoso con su cuadrilla, generoso con el toro, humilde con todos, pero sintiéndose torero. Algo parecido a lo que le pasa al bueno de Robleño, que este año se ha ganado con justicia el maillot de “Rey de la Montaña”, escalando los puertos más empinados de las ganaderías más duras, Escolares, Victorinos, Moreno Silva y hasta una corrida de leones del Serengueti se habría matado él solito. Pero siempre tirando de las normas de la lidia clásica, esa que sirve para poder a casi todos los toros, y que resulta imprescindible para el resto.

Premio Hamlet “Estoy indeciso, ¿o no?”, a Victorino Martín, que no acaba de saber si prefiere anunciarse como Victorino Martín (Albaserrada) o Victorino Martín (Albaserrada, vía Domecq) y todo esto sin que en su finca haya entrado una res de los bodegueros. Ya es mérito ¿verdad? Pues igual él lo consigue.

Premio Balón de playa “Oye que yo he cumplido”, versión ¿te quejarás como te trato? Tendido Cero, Tele Molés, Toros para todos y todos los programas, revistas y gacetilleros que tan bien se pliegan a los deseos de los dinamiteros de la Fiesta, basta con llenarles la barriga y vaciarles el cerebro.

Premio Trastorno Bipolar El Migue “No hay quien os entienda”, a esos malajes de la Afición de Madrid, que piden unas cosas imposibles y que no se enteran de las maravillas maravillosas que tienen ante sus ojos, ni aunque se las señalen con el pico de la muleta. ¡Cómo son!

Premio Zas en toda la jeta “Es que no aprendemos”, A la plaza y empresa de San Sebastián, que no aprenden en cabeza ajena y han tenido que esperar a que Bildu les ponga el cartel de “Cerrado por cierre de negocio”. Han sido pocos años, pero no han gastado ni un minuto en intentar darle seriedad a Illumbe, ni en cimentar una afición que desde hace años no tenía ningún arraigo con la Fiesta en su ciudad. Y eso del triunfalismo, parece que aquí tampoco ha servido como atracción del público.

Premio a la ingratitud “Ni en México lindo y querido”, a Enrique Ponce, al que unos desalmados osaron llenarle el ruedo de almohadillas por el descontento que les produjo su actuación, aunque el maestro parece que manifestó, completamente convencido, que la bronca no era para él. ¿Alguien tiene por ahí un perro lazarillo y un bastón blanco. Es que ya ni las gafas de culo de vaso le valen al señor Ponce para ver la realidad.

Premio Tocomocho “Me los quitan de las manos, a cala y a prueba”, para Núñez del Cuvillo, que vende toda la cosecha de melones, aunque la mayoría salgan pepinos, pero como unos espabilaos dicen que son dulces y enteritos, pues los demás a tragar. Y cuando viene a Madrid, siempre la misma excusa, es que me compran los que yo no quiero. Joer, pues no los vendas.

Premio ¡Señor, señor! “Al aguante y al estoicismo” versión “no vuelvo más, a mí que me desapunten”, a los lectores de este blog, que no tienen bastante con ir a los toros por esas plazas de Dios, con ver Tele Molés y sus hooligans, que encima vienen a leer aquí a ver si hay alguien tan mosqueado como ellos. Pues igual sí. A todos un abrazo y como digo siempre, seguro que habrá algún premio que alguien eche de menos. Pues nada, lo añadimos y punto. Y enhorabuena a los premiados y a los que no, otra vez será, porque aquí hay para todos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Maniatados por los pliegos

La cantidad de recuerdos que se nos vinieron a la cabeza al ver aquello de la variedad de encastes



Ya acabada la temporada de Madrid, que esperemos que no sea la última o la penúltima, en otras circunstancias lo mismo estaríamos haciendo memoria de las grandes cosas que hubieran pasado desde el lejano mes de marzo; grandes faenas, soberbias lidias, toros de ensueño y una afición satisfecha con lo sucedido en la arena de la plaza de la calle de Alcalá. Pero nada de eso destaca como el sol en el horizonte, más bien son nubes amenazadoras cargadas de agua como para arrasar todo lo que se le ponga por delante.

Este año comenzaba con la curiosidad de los aficionados por conocer el pliego de condiciones que iba a regir la gestión de la plaza en una temporada que parecía empezar movidita. Pobres ingenuos y nos pensábamos que iban a cambiar unas cuantas cosas de todo este embrollo que es la Fiesta. Lo que se complicó la Comunidad de Madrid para elaborar unos pliegos, que además de favorecer al que tocaba, pudieran ser recibidos por el aficionado con unas gotitas de esperanza. Si ese tocho de papeles hubiera caído en manos de un marciano recién aterrizado en la Guindalera, pues a lo mejor se felicitaba por la serie de cosas que parecían lo que no eran y esos buenos propósitos que jamás se pensó en sacar adelante.

Todo regulado, marcado y estructurado a la perfección. Tantas corridas con tantos matadores del grupo especial, ganaderías de prestigio poniendo especial énfasis en los hierros de distintas procedencias. Magnífico, las intenciones poco se podían mejorar, pero claro si en el grupo Especial figuran los matadores con tantas actuaciones el año anterior, nos encontramos que tenemos que tragar con lo que indica el pie de la letra, César Jiménez, El Cid, Daniel Luque, Cayetano y otros tantos que no son santo de devoción de la afición madrileña. ¿Se cumple el pliego? A rajatabla, pero, ¿el resultado es satisfactorio? En absoluto. El resultado es un timo. Se montaron carteles perfectamente acordes con los pliegos, pero no con el sentido común. Podrían haberse admitido algunas excepciones, previa consulta a la CAM, para anteponer el sentido común a la letra escrita y conseguir que el aficionado fuera el gran favorecido. Pero claro, como todo indica en apariencia que la confección de carteles no obedece a criterios taurinos y al gusto del que paga y sí a criterios estrictamente económicos y que no admiten variación posible, pues así nos pasa, que se cumple el pliego, creando un verdadero disparate.

La respuesta por parte de taurinos, empresarios y políticos es muy sencilla: Para los tiempos que corren son unos carteles redondos, elaborados con mucho esfuerzo. Falta la parte final en la que debería seguir “para forrarnos de pasta hasta reventar”. Esto se lo preparan allá por febrero, si no antes, se junta los capitostes del negocio, intercambian sus cromos de plazas, toreros y ganado y así en un plis plas, se montan todas las ferias del orbe taurino. Que si la de las figuras, la de los artistas, los mediáticos, los atletas, la obligada del parche, los desgraciados que tragan lo que les echen y los que sirven para cuadrar los presupuestos y llegar a las cifras de beneficio deseadas por empresa y administración.

Los pliegos lo regulan todo, el número de festejos, mayores, medianos, aburridos, muy aburridos y aburridos del copón; los puestos a cubrir por unos y por otros, las tardes que tenemos que pagar religiosamente bajo la amenaza de perder el abono, esa valiosa tarjeta que nos da derecho a seguir padeciendo este purgatorio en la tierra. Quién gestionará los destinos de la plaza, la medidas de altura, peso, pecho, talle, número de calzado, del tiro del pantalón, capacidad de entreabrir en cesárea las tragaderas del personal, ya sean ganaderos o toreros para poder ser anunciados en las Ventas, ya sea de los aficionados, para ver si logran mitigar sus ansias de toros. A veces, hasta da la impresión que los que redactan el pliego, que se dice, se supone, que son los señores de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, les han leído el pensamiento a los empresarios que serán los adjudicatarios de la plaza. Que nadie olvide los desvelos de esta administración a causa de la Fiesta de los toros; hasta se preocupan en poner los medios necesarios, sin recortes ni racanerías, para acabar con la temporada, la afición y cualquier cosa que pueda oler a Fiesta con un futuro prometedor. Que si una cubierta para poder dar festejos matinales en invierno, pero que los evitará seguramente en el verano y primavera, justo hasta San Isidro. Pero como nadie es perfecto y los políticos y empresarios menos que nadie, resulta que cuando ya se va terminando la temporada, se recibe una llamada en las altas esferas taurinas de Madrid y se oye que alguien dice por el otro lado del teléfono “¿Falta la corrida concurso, ¿Cuándo pensáis darla? Si no, sabed que incumpliréis el pliego de condiciones”. Y Zasca, corrida concurso de ganaderías con novillos y novilleros, novilleros más verdes que un chiste de Jaimito.

La variedad de encastes se resuelve con un ciclo que un lince bautizó como de encastes minoritarios; hace falta valor. Quizás habría sido más completo llamarlo “Ciclo de encastes minoritarios y novilleros desplazados y poco placeados”. Pero oiga, el objetivo ya estaba cumplido, parecía como si hubieran ido marcando cada una de las casillas del pliego que había en el apartado “Cosas que hay que hacer obligatoriamente”. Lo malo es que la parte más importante de todo iba en una hoja suelta y se traspapeló. Era el apartado donde se añadía que tanto las ferias, como los ciclos, como corridas fuera de abono, como todo el conjunto de la temporada, debía estar cargada de sentido común, el menos común de los sentidos. En aras de cumplir el pliego se han cometido verdaderas barbaridades que nos han venido estallando en la cara a los aficionados, con el inevitable daño que esto produce a los cimientos de todo este chocolate que desde dentro están empeñados en aguar.

Hay señores de Tapadelta, de Simóndelta, Matillasaldos o Choperitas todo para mí, hagan el favor de no cumplir el pliego, cambien tanta legalidad extrema por un poquito de afición. Si es que están en una posición envidiable, aficionados a los toros, como debería ser pensando con lógica, tienen en su mano el traer al ganado que les apetezca y poner enfrente a los toreros que mejor les parezca en ese momento. Un privilegio del que hacen uso, pero interpretando muy mal lo que significa la gestión de las Ventas. De acuerdo que el aspecto económico es importante, pero hombre, no puede ser lo único. Eso si, en este caso nos ajustamos estrictamente a lo marcado por el pliego y nos lavamos las manos. Antes podía darse el caso de que si surgía un matador con cierto interés por esas plazas de Dios, se le veía con más rigor y acababa haciendo el paseíllo en Madrid. O si un cartel triunfaba, tres cuartos de lo mismo. En Madrid, pliegos aparte, se veía lo mejor de cada momento, lo que más atraía al aficionado y sin olvidar los nombres de siempre, tanto si se hablaba de toros, como de toreros.

Habrá quien diga que sin un pliego de condiciones estricto y riguroso, estamos perdidos y abocados a la catástrofe. Pues tiene toda la razón y no me estoy desdiciendo de nada de lo anterior; y ¿por qué? Porque quizás sea la única forma de intentar poner coto a unos negociantes que no tienen ni afición, ni cariño por el mundo en el que se desenvuelven. Si luego son habas contadas y en una temporada hay sitios para todos, pero claro, montar tantos meses de toros solo con lo que se compra en los chino, es muy complicado. Y así nos salen lo mismo gatos que mueven el bracito, como pijamas con lentejuelas, pero que no entusiasman ya a nadie. Y lo que mejor y más barato les sale son las esposas, para tenernos… maniatados por los pliegos.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

“El Rosco” en una plaza sin dueño

Ni los areneros de Las Ventas son los amos, ellos se limitan a sentir el orgullo de pisar ese ruedo



La que lió don Iván Fandiño en la última feria de Otoño. Una faena acelerada y otra dando distancia al toro, pero con la misma aceleración, fue suficiente para que el vasco enfrentara a El Rosco, aficionado de sobra conocido en Las Ventas y alrededores taurinos, con parte de la afición madrileña. ¿Y cuál fue el motivo? Pues que ante la duda de los que aplaudían y los que no, el matador miró al sitio de este aficionado; este le indicó, mientras se rompía las manos a aplaudir, que diera la vuelta al ruedo sin miedo. Fandiño entonces no lo dudó y para allá se fue, para desagrado de muchos; “es que me ha dejado El Rosco”. Pero Iván, ese señor es un aficionado más, aficionado cualificado, si se quiere, pero un aficionado más, uno de los muchos y buenos que se sientan en la plaza en marzo y se marcha a la fuerza en octubre. Pero, aunque sí uno de los que más se hacen notar, él no es el dueño de la plaza. Madrid no tiene dueño y si lo tuviera, quizás sería un ganadero o un torero, pero siempre dependiendo de las circunstancias, no se le hará devolver el título de propiedad.

Y no digo yo que este aficionado no pueda decir lo que le de la gana, hasta ahí podíamos llegar, solo faltaría que le obligáramos a callarse, como hacen los isidros del sol durante la feria de San Isidro, haciéndolo con más ahínco a medida que se van alejando del 7. Tampoco voy a entrar a juzgar como aficionado a El Rosco, sería estúpido  por mi parte, de necios y de ignorantes, pues a lo largo de años ya ha dejado claro el concepto de toreo y el tipo de toro por el que se inclina. Hasta puedo decir que muy a menudo puedo estar de acuerdo con él, pero no siempre, por supuesto. Será por esto por lo que ni yo, ni otros cuántos estemos dispuestos a delegar nuestra representación en su persona, tampoco merecería don Faustino semejante castigo, ni tampoco tenemos por qué renunciar a nuestro derecho a opinar y ser oídos. Bien es verdad que el ser humano tiende a simplificar las cosas, especialmente los que no conocen la plaza de Madrid, los que se dejan llevar por la primera impresión, las apariencias y los comentarios de los falsos expertos en Venteñología.

Bien es verdad que en los últimos tiempos la plaza ha sufrido una degradación importante; muchos buenos aficionados se han acabado marchando hartos de tanta basura y tanta pantomima; los que han ocupado su puesto ni son tan buenos aficionados, ni tienen tantos conocimientos como creen y presumen, utilizando la plaza de Madrid como una pasarela para lucir modelo, mozo o moza los días de expectación; luego puede ocurrir que se pierdan lo verdaderamente interesante y no sepan quién es Urdiales, Fandiño o Sergio Aguilar, hasta que no se lo cuente la prensa. Pero a pesar de todo, la afición de Madrid no se reduce a un señor con voz potente. Tomémoslo como es, él opina y punto. Ni tiene in certificado que le acredite como la voz única, ni el encargo de nadie para que le represente. Aunque los transeúntes consideren a este aficionado y al tendido 7 el mal de la plaza, de la Fiesta y la imagen viva de la maldad en el mundo, eso no es así. Esa obcecación llega a que ya pueden estarle berreando a la oreja de uno de Villatontoles quince señores del 5, que no se entera, pero es estornudar el Rosco y ya la tenemos liada.

Esa obsesión llega al punto de mirar de quién es amigo, con quien va a los toros, si aplaude a unos o a otros, si a unos les protesta más y a otros nada por un crimen mucho más grave, que si lo sacan en la tele a ver cómo se manifiesta. Le censuran que vaya a los toros acompañado de un ganadero amigo, al que luego no protesta ni un toro, que mantenga una relación amistosa con un torero u otro y que luego se mantenga callado cuando pega un petardo o que a la mínima de cambio y entre una gran pitada de muchos, anime al matador colega a dar esa inmerecida vuelta al ruedo. Realmente es libre de hacer lo que quiera y yo abogo porque así sea. Y que nadie le tome en serio todo lo que haga o diga, porque sin poner en duda sus conocimientos, que los tiene de sobra, ya sabemos que es humano, afortunadamente, que no es un robot y que valora más la amistad que la lealtad incondicional a la Fiesta de los Toros. Lo cuál es muy digno y loable. No es ni criticable, ni digno de elogio, es y vale.

Quizás por todo esto tanto toreros, como ganaderos, como público, como prensa especializada, deberían olvidarse de este hombre, dejarle en paz y no pretender interpretar cada uno de sus gestos, u obedecer ciegamente a sus sugerencias. No es ni mucho menos portavoz de la afición de Madrid, especialmente porque esta no creo que lo acepte como tal, yo al menos no lo acepto, pero ni a él, ni a nadie; cada uno ya somos mayorcitos para saber expresar nuestra opinión y si nos apetece y nos atrevemos, ser capaces de manifestarla en público. No simplifiquemos señores. Si los pitos suenan a multitud, tapémonos un poquito y no nos enganchemos al trole que nos lleva alrededor del ruedo, aunque nos lo ofrezca el Papa de Roma. Si un encierro es ampliamente protestado, que no se hinchen de orgullo los señores ganaderos. Y que conste que estoy más cerca, mucho más cerca de El Rosco, que de los isidros y autobuseros que vienen a ver al paisano; a veces hasta me puede parecer un blando el bueno de don Faustino, pero por eso tampoco se me puede hacer caso a mi solo, la afición de Madrid es mucho más, aunque cada día es menos, gracias a tantos transeúntes que parece que pretenden transplantar esas plazas de Dios a la que por el momento da toros en la calle de Alcalá. Que la de Madrid, por el momento, es una plaza sin dueño.

sábado, 3 de noviembre de 2012

A ustedes es que no les gustan los toros

No sé cómo no les gustan los toros.



Anda que no llevamos tiempo de disputas, intercambio de opiniones contrapuestas, tertulias, entradas en los blogs, comentarios, comentarios a los comentarios, disertaciones, conferencias, charlas de bar y aparte de que unos hablan de una cosa y otros de otra, lo que cada día me está quedando más claro es que a los nuevos aficionados, los que aclaman esas cosas tan raras que a otros nos horrorizan y los propios protagonistas que las perpetran no les gustan los toros. Así de simple. Y no solo no les gustan, sino que no paran de cargar continuamente contra todo lo que ha supuesto la base y los pilares de la fiesta. Lo cual me parece más grave, porque yo entiendo que les guste el show ese de la “tauromaquia”, que ya no son “los toros”, ahora es “la tauromaquia”; que el término es correcto, pero no se usaba a la primera de cambio. Solo falta que te digan “¿Hay hoy tauromaquia en Las Ventas?” o “¿Televisan hoy la tauromaquia desde Benidorm?” Aunque todo llegará, no se angustien por ello.

Pues sigan ustedes con su tauromaquia, y déjennos a los palurdos e ignorantes con “los toros”. Quédense ustedes con eso de torear para el toro, el toro para el torero y el que paga a callar, las faenas eternas, el arte y la cultura de garrafón que repiten una y otra vez como queriendo convencerse de que les gusta lo que les aburre y tantas y tantas cosas a las que muchos no llegamos. Leía yo hace poco cómo un señor muy comprensivo con la Tauromaquia 2.0, se atrevía a plantear una nueva medida para incorporar a la plaza de Madrid, sobre todo teniendo en cuenta los gustos del público del momento, la evolución del espectáculo, que ya no rito, y lo que demandan los hartistas (Xavier González Fisher dixit); esto no era otra cosa que reducir el diámetro de las Ventas en 10 metros, lo que a su vez posibilitaría la ampliación del aforo, añadiendo unas cuantas filas más. Lo que está muy bien, sobre todo ahora que ya no se llena la plaza ni en la feria, y que como mucho se cuelga el no hay billetes dos o tres días, incluyendo en estas fechas la de Paquirri, Fandi y El Cordobés, ahí es na’.

Ya tenemos una modificación de importancia, los ruedos deben ser más reducidos, para que el toro no deambule a su aire por el ruedo, cosa que se resolvería fácilmente en el momento en que hubiera alguien que supiera fijar al toro, algo poco habitual. Así tampoco cantaría tanto la incompetencia de los coletudos, ni la falta de casta y mansedumbre de los mochuelos con plátanos que salen ahora por la puerta de chiqueros. Pero no satisfechos con este hurto a la contemplación del comportamiento natural del toro y a la expresión del instinto e ideas que lleva dentro, como si esto no nos interesara lo más mínimo, queremos dulcificar, disimular o camuflar la suerte de varas. ¡Peligro! no vaya a ser que al final el público descubra la mala condición del toro y que con ello cambie la opinión de una ganadería, una de esas que cuenta sus cabezas casi por millares, que le fabrican los crotales XXXL, para que le entre el número completo; sin importar que lleguen de la oreja al suelo. Pero da lo mismo, si es que no les gustan los toros, perdón la tauromaquia.

Como les van a gustar los toros si enloquecen con la borriquilla de un belén cuando sigue a una lavandera porque está encogida, estira los brazos y lleva un trozo de tela colgando. Pero los pobres se creen muy aficionados al toro y al toreo, aunque cuando sale el picador ya buscan al de los refrescos, con la esperanza de que cuando tengan la cerveza en sus manos, el del jamelgo con faldas ya se haya pirado a molestar a otra parte. Adónde habremos llegado, que ahora se plantean la posibilidad de eliminar uno de los caballos de picar. En serio, que esta idea no es fruto de una alucinación después de ingerir una cantidad importante de psicotrópicos. O sí, pero lo que quiero decir es que la ocurrencia estúpida esta no es cosa mía, sino de los taurinos, esos a los que yo creo que no les gustan los toros. Será por eso por lo que quieren achicar el ruedo de Las Ventas. Será porque quieran poner alrededor una pista de atletismo. Será porque quieran poner un carril bus, o un carril solo bici. Pero que no se les ocurra ampliar las localidades para invitados de postín, porque si no, en el centro no dejarán sitio ni para una piscina de bolas. Eso sí, si al ruedo, grande, pequeño o mediano sale un toro encastado, un galán de esos que exigen un torero que sepa, enseguida le cuelgan el cartel de imposible, a él y a toda la ganadería.

Pero no les pueden gustar los toros, que no, que no se lo cree nadie, si justo en el segundo tercio, cuando el toro se debería definir para el tercio de muerte ellos no tienen idea mejor que ponerse de wasa, no de broma, sino de wasar o wasap o guasup, o como demonios se diga y se escriba y sueltan en voz alta: “Mira, mira, mi cuñao y yo en la despedida de soltero de mis padres”. Que no digo yo que no sea interesante la estampa, pero, ¿no se podrá uno esperar a que doble el toro? ¡Noooo! Esa es la hora de las orejas, eso es importante, lo más importante. A ver si uno aguanta doscientos doce pases, IVA incluido, jaleando “bieeeeeejjjjnes”, para luego no soltarse el pelo agitando sus vergüenzas nasales. Alguien me dirá entonces que esa es una prueba suficiente de que sí les gusta la Fiesta; que es verdad, les gusta la Fiesta, la de Moros y Cristianos, la Tomatina, la Batalla del Vino, los Zancudos de Anguiano o el Octoberfest de Munich, pero no la de los toros. Porque su exaltación no se debe al derroche de arte, poder y dominio de un hombre ante un animal fiero, encastado y de una presencia imponente y que da miedo al más pintado. Se van calentando a partir del trigésimo cuadragésimo quinto trapazo. Tanto se ciegan, que desprecian el momento final, la culminación de la lidia. Aquello que justificaba todo esto, la cría del toro y su lidia, la suerte de matar, la suerte suprema, que ya es secundaria. No importa la ejecución, ni la colocación del acero, basta con que todo sea rápido. Ya puede haberle pinchado en un callo, atravesado de lado a lado o incluso haberle pegado un navajazo traicionero, es lo mismo, como si sale un matarife o una tribu del Kalahari, la cosa es que el toro caiga rápido, no se recrean en el momento en que el torero se cuadra, echa la muleta hacia delante, se tira detrás de la espada y tras clavar en lo alto del morrillo sale con limpieza del encuentro. Y, ¿por qué? Muy sencillo, porque no les gustan los toros, les gusta otra cosa, que llaman tauromaquia, pero que solo se parece a la Fiesta de siempre en que unos señores se ponen medias rosas sin que se avergüencen de que les vean miles de personas, que encima, no reparan en este pequeño detalle. ¡Señores! Que… a ustedes… es que no les gustan los toros.