domingo, 30 de mayo de 2010

Nos están robando la afición

No sé que pretenden estos taurinos que están empujando la fiesta a un precipicio. No sé que idea tienen ellos de montar una buena feria de San Isidro, no sé que idea tienen ellos de hacer disfrutar al aficionado, pero lo que sí sé es que nos están robando la afición. Los que pagamos nuestra entrada religiosamente somos unos convidados de piedra que no podemos ni rechistar y a los que además nos quieren obligar a dar nuestra bendición.

Otro día estaría consultando mis notas y me dispondría a intentar dar mi visión de la corrida, pero hoy no necesito apuntes, ni acordarme de esto o de aquello. Hoy todo se resume en “ha sido una basura” y la feria de San Isidro del año 2010, también ha sido una basura. Nos prometían que iban a hacer un esfuerzo mayor por conseguir subir el nivel de la feria de Madrid, lo cual ya es un contrasentido. ¿Es qué hasta entonces no se habían hecho todos los esfuerzos posibles? Se supone que es la feria más importante del mundo, se supone que los matadores punteros y las ganaderías más importantes se matarían por estar en Madrid. Pues no. Nos han hecho tragarnos unos carteles que entre los tres toreros juntaban cuatro tardes el año anterior, matadores que en lugar de venir a satisfacer al aficionado, venían a intentar salvar su temporada, en el mejor de los casos, o su carrera, como ha quedado patente en muchos casos. Las ganaderías eran verdaderos saldos más propios del matadero que de una plaza de toros y las tres o cuatro que han merecido saltar al ruedo para que sus toros fueran lidiados como un toro bravo, se han encontrado con ineptos pegapases, que no distinguen entre lo que es torear y lo que es protagonizar una pantomima del toreo. Ineptos semidioses que desconocen los más mínimos fundamentos de la lidia. Ineptos semidioses que tras fracasar estrepitosamente lo único que se les ocurre decir es que el ambiente estaba muy en contra, o que ellos no vienen a matar ese tipo de ganado o que están muy orgullosos porque han dado todo lo que llevan dentro. Pues o tienen un interior muy vacío o muy pequeño.

Pero aparte de la afición, nos roban cualquier posible esperanza de que eso pueda cambiar y que empiece a mejorar. A los que pensamos y hablamos en los términos en que yo lo hago en este momento nos tildan en el mejor caso de idiotas, cuando no de reventadores con premeditación y alevosía, además de ignorantes y desconsiderados. Nos quieren bajar a los infiernos porque no hemos toreado nunca un toro, porque no sabemos el miedo que se pasa y lo difícil que es esto del toreo. Pues muy bien, seguid así y entonces las plazas de toros estarán sólo abiertas para vosotros, para esos que os habéis puesto delante de un toro. Estupendo, pero pensad que no se cobra lo mismo cuando en una plaza entran 24.000 personas, que cuando sólo caben 200 a todo meter. Y si esto es para expertos, quizás a las televisiones no les interesará pagar para retransmitir un festejo a 10.000 personas, incluyendo en esta cifra a los vendedores de refrescos. Quieren un espectáculo de masas mudas, ciegas, sordas y tontas, pero que paguen.

Nunca me habría pensado que se me pasara por la cabeza no volver a renovar mi abono. Esto que para mí es parte de mi vida. Esto que es parte de mí, mis libros, mis dibujos, mis cuadros, mis paseos viendo toros por el campo, la ilusión de ir el domingo a los toros porque te interesa tal o cual ganadería, o tal o cual torero. Esta afición en que todavía te ilusiona llevar a la plaza a tus hijos pequeños de la mano, con la esperanza de que se lleguen a aficionar y que disfruten y sientan la misma emoción que alguna tarde has podido vivir en los toros. Esa ilusión de ver todos los meses de abril el taco de entradas para toda la feria. Todo eso nos lo están robando

Nos quedaba el clavo ardiendo de José Tomás, el único que en la actualidad podría rescatar la fiesta del muladar al que la han arrojado. O Morante de la Puebla, aunque éste parece que ya sólo hace arte ante cabritas aborregadas. Pues un toro en Aguascalientes nos ha cortado toda posibilidad de ver torear este año a alguien en Madrid. ¿Y los sustitutos? Pues uno Miguel Ángel Perera y el otro el Juli. Uno, el extremeño, la vulgaridad con medias rosas que no ve más allá de sus narices o de los alrededores de la burbuja en la que vive y que no le permite comprender a nadie que no le aclame como un dios. El otro, el de Velilla, un joven con amor propio, pero incapaz de hacer arte delante de una bobona y mucho menos de un toro. Ninguno de los dos ha visto un toro de verdad de cerca desde hace años y si hablamos de toro encastado, ni saben lo que es, bueno sí, una especie a la que habría que mandar al matadero. Pero al final, los que vamos a ir al matadero somos nosotros, los aficionados que van a los toros a ver torear, no a ver pegar pases y mucho menos a merendar, pero esta panda del lumpen del toreo nos están robando la afición.

sábado, 29 de mayo de 2010

La gloria de dos banderilleros

Empezamos con que si sólo había cuatro Palhas, que si los toreros no llegaban entre los tres a diez festejos el año pasado, que si la presencia de los toros portugueses, que si galgos, que si podencos y en éstas que un banderillero sale trompicado de un fallido primer encuentro que le cuesta salir por los aires. El banderillero era Carlos Casanova, un subalterno que, como decía Juan Espinosa (gracias a Xavier González Fisher por sus enseñanzas y por compartir sus vastos conocimientos conmigo) no es sub de nada, pide los palos de nuevo se va hacia el toro y dejando que el toro le llene la cara de baba, clava un estupendo par en todo lo alto. A continuación el tercero de la cuadrilla, Jesús Arruga, se encara con el de Palha, se va hacia él por el otro pitón y clava un par tremendo, del que sale muy justito, tanto que el toro le raja la taleguilla con si fuera papel. Pero aún quedaba cerrar el tercio. Casanova vuelva de nuevo armado con los palitroques, inicia la carrera y asomándose al balcón clava otro impresionante par, dejando que el toro le toque, pero a él sólo le preocupaba meter los brazos, dejar las banderillas y salir de allí lo mejor que se pudiera.

Así se resume el mejor momento de esta eterna feria de San Isidro en la que parecíamos cirujanos, separando lo poco bueno de lo mucho malo, como si trabajáramos con un bisturí. Como ocurre con la torería, la afición, el valor y el orgullo de sentirse torero, estos dos banderilleros nos han despertado con el huracán que es lo que se hace de verdad en el toreo.

En cuanto a los Palha no han reeditado lo vivido el año anterior. Más que justos de presentación, más que justos de pitones y más que justos de comportamiento. No se puede hablar de animales intoreables, de bobonas que van y vienen, pero tampoco d aquellos seis toros encastados que nos maravillaron hace un año. Entre aquellos los había más o menos bravos u mansos, pero muy encastados. Estos todo lo han hecho con discreción. Iban al caballo sin más, o con cierta alegría, pero luego empujaban de lado y con la cara alta o simplemente cumplían y se dejaban picar. Sí es verdad que han presentado complicaciones, pero no insalvables, nada que una buena lidia no pudiera solucionar; lo contrario de lo que se ha visto en el ruedo durante toda la tarde. Capotazos y más capotazos sin orden ni concierto y lo mismo dejaban que fuera suelto al caballo, que lo ponían dentro de la raya del tercio, que lo dejaban a su aire.

La misma receta de caos, desorden y falta de dominio le han prescrito a los dos del Torreón, muy corralones, sobre todo el quinto y que han cumplido mejor en el caballo que sus parientes lejanos de Portugal.

Los matadores encabezados por Jesús Millán han sufrido las consecuencias de su inoperancia en la lidia. Jesús Millán, empeñado en levantarle la cabeza a sus oponentes con banderazos y más banderazos, estirando el brazo, sacando el culo y con un pie más para allá que para acá, más retorcido que un contorsionista y permitiendo hacer al toro todo lo que se le antojaba.

Fernando Robleño, el triunfador de la tarde, ha adolecido del mismo defecto que sus dos compañeros de terna, el mal educar a sus toros. Más banderazos que un guardiamarina, trapazos sin mando y abuso de pico. En su segundo, el del triunfo, ha aplicado la misma medicina. El toro tenía su complicación, pero el madrileño se ha empeñado en que tenía corto el viaje, que era verdad si se acortaba la distancia de la forma que él lo ha hecho. Para que el animal acudiera a la muleta había que darle más distancia y tragar las dos primeras embestidas llevándolo muy toreado. Él ha optado por el encimismo y por el unipase, con el inconveniente de que el toro se le ha ido haciendo dueño de la situación al notar que allí no había quien mandara. Acabó revolviéndose a mitad del lance, defendiéndose y poniendo al matador en un compromiso.

Francisco Javier Corpas ha evidenciado su falta de corridas; el año pasado una y este de momento ya ha igualado esta cifra. Será este el motivo por el que no ha puesto nunca al toro al caballo, o por las mismas se ha visto superado por su Palha y su retal del Torreón. Hubo un momento en el que parecía que podía dar la sorpresa, al inicio de su primera faena de muleta, recogiendo al toro por bajo rodilla en tierra, con derechazos y trincherazos de valor, pero inmediatamente se venía todo abajo en cuanto desplegaba su toreo con el pico, citando fuera de cacho,… lo de todos los días y lo de todos los toreros fieles a esta tauromaquia postmoderna.

Pero al menos ha sido una tarde en la que nos hemos entretenido, aunque como ya he dicho otras veces, en otros tiempos la corrida de Palha habría sido calificada como mala y sin trapío, pero ahora, en estos días de mayo, en cuanto olemos algo de casta y emoción nos damos con un cantito en los dientes. Y que conste que en esto de emoción no incluyo los tres pares de banderillas. Eso ha sido mucho más que simple emoción, eso ha sido “la gloria de dos banderilleros”.

viernes, 28 de mayo de 2010

Mientras vaya colando…


A pesar de los tres sobreros seguidos, hubo quien salió satisfecho. Incluso ha habido quien ha señalado al tercer toro de Javier Pérez Tabernero, como un gran toro. Así están las cosas, un gran toro el que se fue como loco en busca de la salida al picador que hacía la puerta, o el mismo que empujaba al caballo de medio lado y que doblaba las manos con el simple choque con el peto, o que se quedaba esperando a los banderilleros. Otros señalaron al cuarto, aquel se quedó en el peto con la única idea de cumplir y que no le regañaran en el cielo de los toros. Pero así fue la corrida de este ganadero que cría toros para no molestar al torero, según sus propias palabras. No se puede decir que fue una mansada descarada, ni que no tuvieran ni un ápice de casta, ni que buscaran a los toreros. Simplemente estuvieron por allí. Y si de la presentación casi anovillada hablamos, seguro que se echaría mano de esa excusa de que eran muy bonitos, bajitos, muy bien hechos y muy finos. Lo que significa que eran chicos, chicos y más chicos, lo justito para que fueran colando.

Los tres matadores eran del gusto del aficionado que desesperadamente busca alguna cualidad en un torero, a los que lo único que no se puede discutir es su honradez y generosidad por poner todo lo que tienen, pero ya.

El Fundi fue el que abrió plaza, ausente de esta plaza el año anterior por los motivos que todo el mundo conoce. El volverlo a ver de luces era un motivo de satisfacción, se le veía mucho más maduro, pero de ahí a tildarle de maestro como he venido oyendo desde hace tiempo, me parece una exageración. En su primero se le pasó el tiempo viendo si conseguía cogerle el aire al toro y en el segundo no quedándose quieto y resbalando la pierna para atrás, dando la sensación de que cargaba la suerte, excepto en una serie más templada por el pitón derecho, pero nada más. Tampoco se le pueden exigir gollerías. El Fundi ha sido un trabajador de esto, muy honrado, un ejemplo de superación, pero nunca fue artista.

Sergio Aguilar es de esos toreros en los que siempre se busca algo que nos haga ilusionarnos, incluso por momentos demuestra valor, como en unas gaoneras en las que se quedó clavado al suelo, o en la forma de tirarse detrás de la espada en el quinto, pero esto son excepciones de su generalidad, en la que predomina el toreo con el pico y estirando el brazo para que el animal pase lo más lejos posible. Pero que no duda en meterse entre los cuernos para demostrar su valor, cuando el toro se le para, pero torear es otra cosa. Al torero además de valor, hay que pedirle algo más, si no estaríamos hablando de un gladiador, y esos no se vestían de luces, ni se planteaban hacer arte.

Y cerraba el cartel el colombiano Luis Bolívar, ese torero que parecía que iba a convertirse en el paradigma de la valentía, que a veces da la sensación de que sigue apuntando en ese sentido, pero al que no le duelen prendas en citar con el pico de la muleta, en atrincherarse en la pala del pitón y en llevar la embestida del toro dejando entre ambos espacio para que pase un tren. Será por la precipitación, será por las ganas, le cuesta tranquilizarse y templar, algo esencial en el toreo para no parecer una veleta.

Como decía, hubo quien incluso salió satisfecho, hasta llegaron a pedir una oreja, pero será por lo largo de la tarde, será por lo largo de la feria, será porque ya es demasiado el hastío, también los hubo que salieron hartos. Por su parte los empresarios, ganadero y toreros se irían tranquilos a sus casas pensando que la cosa no va mal, mientras esto vaya colando.

jueves, 27 de mayo de 2010

“Ma’n birlao” una oreja


Que escándalo más escandaloso, a Juanjo Padilla le han negado una oreja. ¿A dónde vamos a ir a parar? ¿Qué va a ser de la fiesta si se niegan las orejas? ¿Podrá dormir tranquilo el señor presidente el resto de su vida? Estoy compungido, pero voy a hacer de tripas corazón y reponiéndome a las adversidades, voy a continuar. Juanjo, estamos contigo.

Después de esto, ya nada tiene valor. Contar que los mulos del señor Flores se comportaron como tales, manseando, aunque lo de los dos últimos fuera más evidente, sobre todo por el peligro que tenían. Sólo el cuarto ofreció algunas embestidas aprovechables, esas con las que Juanjo Padilla se ganó su oreja que el presidente no le dió, pero después me explayaré con tamaña injusticia. Los toros de Samuel Flores volvieron a poner en evidencia al que elige las ganaderías para la feria de San Isidro y como viene siendo habitual, el ganado adoleció de falta de fuerzas, mansedumbre, falta de clase y un estilo más parecido al del mulo de un Belén, que a un toro bravo.

Se anunciaban tres toreros que estaban más que dispuestos para que el público se divirtiera, sólo les faltaba invitar a canapés y calimocho. El primero de ellos, Juan José Padilla, Juanjo para los más fieles, se aisló del mundo y empezó a desplegar todo su repertorio y no fue obstáculo para él el que su primero no tuviera fuerzas ni para respirar; él a lo suyo, cogió banderillas como para invitar a sus compañeros de terna y allá que se fueron los tres a dar volatines delante del inválido. Intentó contorsiones casi imposibles para caldear el ambiente, pero su toro era el cuarto. El Samuel iba y venía permitiéndole a Juanjo sacar lo que lleva dentro. El jerezano es el que mejor sabe convertir la incompetencia y vulgaridad en locura colectiva y convertirlo en algo favorable para sus intereses. Pone banderillas a toro pasado a la velocidad del trueno, no coge toro y pone una sola, pero no pasa nada, se pone un par más y ya está, y para más INRI, al violín. Con un chapucero segundo tercio ya consiguió encauzar la plaza, que ya vio que iba a ocurrir algo histórico con el recibo con las tres largas de rodillas. Brindis “mu sentío” al público de Madrid, aquel con el que Juanjo tuvo sus cosas, pero al que le iba a dar todo. Con ese murmullo del crujir de las pipas, Juanjo se lió a dar mantazos con el pico, intercalando espasmódicas carreras entre trapazo y trapazo. Siempre citando fuera de cacho, con la muleta muy oblicua y metiendo la punta en el testuz, para no acabar el lance, cortándolo de golpe, seguido de una carrera para recolocarse y prepararse para perpetrar el siguiente natural. Yo en este momento eché de menos el poder escuchar a la banda de música desgranando las notas de Paquito el Chocolatero, mientras los tendidos coreaban un rítmico ¡je! ¡je!. La oreja ya estaba ganada, ahora a matar, pues por eso no va a ser. Juanjo se retorció delante del torillo, sería para buscarle la muerte, y de repente se tiró como una exhalación para cobrar un infame bajonazo atravesado que causó la muerte fulminante del Samuel. Era la locura, empezaron a verse pañuelos y a oírse voces y más voces, que es como se piden las orejas más sentidas. Pero nadie contaba con que el señor presidente no iba a sacar el pañuelo blanco, ¿qué le costaba? Menuda plaza, seguro que en cualquier pueblo de por ahí, le habrían dado esa oreja y el rabo si hacía falta. La locura se tornó decepción y ni tan siquiera le pidieron a Juanjo que diera la vuelta al ruedo. U oreja o nada, menudos somos nosotros para esto de la verbena.

Pero hubo dos toreros más, Luis Miguel Encabo, que por momentos no parecía creerse que estuviera en Madrid, como muchos otros, y que cuando quiso meterse en ambiente ya estaba ante el mansurrón y cornalón quinto de la tarde. Su primero no pensaba en otra cosa que irse a toriles y el segundo, marcharse por la puerta de toriles. Tendrá que esperar a otra ocasión y a otra ganadería y si le vuelven a ofrecer los de don Samuel Flores, que se invente una excusa o que diga que prefiere los Cuadri o los Palha, que aunque salgan mansos, tienen casta y todo se valora mucho más.

El tercero fue Iván García, el torero madrileño que atesora suficientes méritos para verse anunciado en la feria de San Isidro. El aficionado los desconoce, pero seguro que los atesora. Puede que fuera porque él como ninguno es capaz de moverse en este ambiente verbenero y triunfalista, encendiendo la caldera con multitud de mantazos con el pico, llevando al toro muy lejos, y sin parar de bailar mientras trapacea al bovino. Con la plaza a favor, pues Juanjo se la había dejado a cien, se enfrentó al último manso, con el que tardó en confiarse y en ver que le podía “sacar” pases. Mucha carrera entre pase y pase, muy mal colocado y mucha vulgaridad, jaleada por la parentela y los que aún se relamían con la faena de Juanjo. El bueno de Juanjo que aún estará rumiando esa idea que desde las ocho y media le ronda en la cabeza: “Ma’n birlao” una oreja.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Nos toman por tontos


Vaya por delante que yo no acudí a la “tradicional corrida de la Prensa” y creo que pasarán muchos años hasta que vuelva a asistir a la que en su tiempo fue la segunda corrida más importante del año, por lo menos en la plaza de Madrid. Como era de prever, les ha estallado el globo en la cara. Se montaron un circo que no tenía ni pies ni cabeza, se inventaron mil y una maniobras para hacer pasar como legal el invento de la elección de los y como todo el mundo suponía, menos ellos mismos, la cosa salió mal.

Nos han querido convencer de la legalidad de no sortear los toros, que si tal artículo se lee así o del revés, que si esto se lleva haciendo de toda la vida, lo que quieras, pero aparte del resultado, que eso no hay quien lo mueva, si se considera algo legal porque lo cogemos por los pelos, lo que puede que no sea es honesto; y el que algo lleve haciéndose desde hace mucho tiempo, lo único que quiere decir es que se lleva engañando al público desde hace mucho tiempo.

Pero como todo estaba tan bien preparado, también se habían pensado las excusas ante el fiasco anunciado. Una de estas es que el ambiente estaba muy en contra. ¿Qué esperaban? Es el colmo de la desfachatez, montan el timo del tocomocho y encima pretenden que se les invite a café y pastas. A esto tenemos que añadir que las sospechas se fueron confirmando a medida que iban saliendo inválidos por la puerta de toriles. A ver si la culpa va a ser del chulo toriles por dejarlos salir, o porque no espero año y medio para ver si se les pasaba la borreguez.

Como si se tratara de un castillo de naipes, las excusas se montaban unas sobre otras, aunque eso sí, tenían que tener en cuenta que como se cayera una, todo se venía abajo. La siguiente es que en Madrid es muy difícil triunfar. Toma no. Pero esto tiene dos vertientes. Una es que si lo que se monta es un despropósito, es muy difícil que acabe saliendo bien. Si eliges un mal ganado para andar más comodito y con mayor seguridad, ¿qué esperas? Y si se lleva dando vueltas a lo mismo, y desde el primer momento se palpa el descontento de la afición, ¿qué esperas? El otro matiz que se les escapa a los taurinos es que, lo que vale y se aclama por esas plazas de Dios, en Madrid no cuela. Esas faenas tediosas, aburridas, que no son más que una sucesión de pases ante un mulo o una lagartija, no sólo no gustan, sino que exasperan.

Madrid ya pasó para El Juli y Perera y ya pueden proseguir su tour de becerradas por toda la geografía taurina. Total, el año que viene ya se verá, lo mismo montamos otro circo, ya con sus leones y todo y si no gusta, pues seguirá sin pasar nada. Cualquiera puede entender que en Madrid somos muy raros y que no gusta nada. En lugar de hacer un poco de introspección seguirán a lo suyo, haciendo cabalas que no hay por donde cogerlas y viendo como seguir llenando sus bolsillos a costa del espectador, sea el aficionado inconformista o no, y seguirán tomándonos por tontos, un año más. Yo, si todo sigue igual, seguiré sin ir a la Prensa un año más. Eso sí, si quieren les espero en julio o agosto, sentado en mi grada del seis.

martes, 25 de mayo de 2010

¿Qué enseñan en las escuelas?


Resulta difícil encontrar un matador de toros o novillos que no haya pasado por una escuela de tauromaquia y en la misma proporción se hace muy complicado encontrar un torero con personalidad y que realmente conozca los secretos de esta profesión. La consecuencia es lo visto en la tercera novillada de la feria de San Isidro y en las dos anteriores; unos muchachos que en el mejor de los casos se limitan a pegar trapazos al novillo, pero que como todos sus compañeros no saben como resolver el más mínimo problema.

No se puede decir que los novillos de Guadaira fueran complicados, las complicaciones justas que se pueden encontrar en una tienta. Nobles, que iban y venían a las telas, e incluso alguno al que hacerle las cosas bien para ganarse la confianza de la afición. Una afición que sin quererlo va haciendo señales que nadie tiene en cuenta. Hace años dejó de lado las corridas de rejones y ahora ya los hay que empiezan a tomarse este día como un descanso entre este maratón de la vulgaridad y el aburrimiento. La ilusión que despertaba la novillería está pasando a mejor vida.

Se anunciaron ante la ganadería de Guadaira, Arturo Saldívar, Luís Miguel Casares y Cristian Escribano. Empezando por el principio, el ganado que saltó al ruedo nada tenía que ver con esa leyenda de los novillos en Madrid. Ese novillo que podría pasar por toro en muchas plazas, se ausentó y no dejó ni un teléfono, ni una dirección donde poderle localizar. Es más, casi hasta podrían haber hecho pensar a algunos que tampoco iban a salir los de a caballo.

Arturo Saldívar venía empeñado en mostrar el repertorio capotero del que en México se sienten tan orgullosos, pero además de saber la teórica y la práctica de salón, hay que poder ponerlo en práctica con majeza y torería delante del toro y no perderse en enganchones y dejarse embarullar. Quizás mejor le iría con saber torear bien a la verónica y aprender a poner el toro en suerte en el caballo y quedar él a su vez bien colocado. Colocación que, como a casi todo el gremio, también le falta en su toreo de muleta; perfilero, tirando de pico, sin temple y con demasiados trallazos. No se puede traer el pase hecho desde casa, que es lo que parece que hace el mexicano.

Pero los defectos de uno se fueron repitiendo en sus compañeros. Luis Miguel Casares estuvo por allí, lo que no se sabe con mucha certeza es para qué, porque gastarse el dinero en traje de luces, o vestido de torear como prefieren algunos, y dedicarse a pegar banderazos, pues casi mejor que se comprara el guardiamarina y que le cambiaran la muleta por banderas de colore. Eso sí, siguiendo la doctrina imperante de las figuras, si la cosa no marcha, pues arrimón. Pues ni con esas, porque si no se ha toreado, este recurso lo único que hace es añadir aún más vulgaridad sobre lo ya hecho.

El tercero Cristian Escribano, haría bien en relajarse y abandonar ese toreo eléctrizante que sofoca al más tranquilo. Ausencia total de temple, de mando y toreando dando el culo en lugar del medio pecho, pechear como dice mi amigo Pepe Luis Bautista, y como todo rasgo de personalidad el inicio de faena con no sé cuantos pases por detrás, que el día que a los Perera o “Castela” les dé por patentar el pase, se van a forrar.

Y lo que son las escuelas taurinas, que aparte de enseñar a destorear y pegar trapazos, tampoco se detienen un segundo en enseñarles el único rasgo que les distingue de todos los demás que pisan el ruedo, la suerte suprema. Porque se puede haber estado mal, pero lo mínimo exigible es tirarse a matar y dejar la espada en lo alto. Pues no. Como decía mi hija de siete años, al ver el desastre estoqueador, ¿por qué no se entrenan con eso que es como un carro con una rueda y que tiene unos cuernos? Pues no sé, sus motivos tendrán, o será porque en el plan de estudios de las escuelas, la estocada está en el último tema y con tanto tiempo que dedican a la suerte de trapacear, pues nunca llegan al final del libro.

lunes, 24 de mayo de 2010

El mérito que evidencia carencias


¡Qué corrida hemos visto! Hacía mucho tiempo que las llegadas de Cuadri a Madrid se traducían en una bueyada con un toro superior y ya, pero este año el cambio, o el acierto en la elección de la corrida, ha sido sustancial. La presencia ha sido la habitual en esta ganadería, sin tacha, toros grandes, hondos y por delante para asustas al miedo. Incluso hemos podido disfrutar de una de las rarezas de la ganadería, el castaño que salió en quinto lugar.

En líneas generales, la corrida se puede calificar como brava, aunque el toro es cambiante y hemos podido ver como un toro daba evidentes signos de mansedumbre de salida, incluida una galopada escapando del caballo nada más sentir el palo, pero que a partir de ahí se desengañó y empezó a ir en busca de los engaños con auténtica ansiedad, lo que tampoco nos debe confundir, porque por ejemplo en el caballo no disimulaba su condición y se quedaba parado debajo del peto. El caso contrario lo protagonizó el castaño, que en la primera vara se puso por montera a caballo y picador y se los llevó puestos hasta que se toparon con las tablas, pero en la segunda vara ya remitió su arrogancia y en banderillas se dolió de los palitos que le molestaban.

Pero también hay que reconocer que los Cuadri que han salido en Madrid no son toros para los matadores de estos tiempos. Un toro que busca la muleta, que repite, que cada vez se va venciendo más y al que si no se le manda se acaba convirtiendo en un problema, no se ajusta a las condiciones y expectativas del torero actual. Yo les reconozco a los tres matadores el mérito de haberse mantenido en pie delante de estos animales, pero quizás ya hemos bajado definitivamente el listón de exigencias y esto colma todas nuestras expectativas.

Insisto en que reconozco el valor de los matadores, pero los toros que salieron por los toriles eran perfectamente toreables; la diferencia es que no admitían las faenas al uso que nos endilgan tarde tras tarde. Si lo que esperábamos es que el toro fuera al “toque”, que pasara y que hasta el siguiente “toque” dejara colocarse y recolocarse al espada, pues ahí creo que nos estamos equivocando. Para poder con este tipo de toro hay que torearles y no darles pases. El torearles significa que hay que mandar en la embestida, tirar de él y llevarlo al lugar en que mejor convenga para poder ligar el siguiente lance. Y además hay que medir el número de pases, porque a cada uno que se le da, el toro se va venciendo más y más y la única salida posible es el obligado de pecho. ¿A alguien le suena esto? Va a resultar que con el paso de los años vamos a tener que darle la razón a don Juan Belmonte García . Y aquí llego a donde empecé, los toros de Cuadri evidenciaron las carencias no sólo de López Chaves, que se defendió, de Salvador Cortés, que se perdió o de David Mora, que si no es por un infame bajonazo, probablemente habría cortado una oreja, aprovechando que en tardes como esta el público se pone del lado del matador, al que valora su esfuerzo, pero ¿no habría que valorar también la capacidad y el conocimiento de sus dotes lidiadoras?

Pero de la misma forma, estos toros exigen que se les mande desde que salen por la puerta de toriles. Ahí empieza un pulso en el que no se puede ceder ni un milímetro y para ello hay que contar con las cuadrillas; cuadrillas que no desentonaron y que encontraron más dificultades de las previstas en el tercio de banderillas del segundo de la tarde, que se arrancaba con prontitud y que les comía terreno que era un gusto.

Como ya se ha dicho otras veces, el toro es el que manda y el que hace que las cosas sean de una o de otra forma. El tercero hizo emplearse a fondo Raúl Cervantes, que le lidio estupendamente, o que propició el lucimiento de Rafael González al tener que aguantar su embestida y conseguir clavar los palos en la cara exponiendo mucho. O como los picadores, espectadores de lujo la mayoría de las tardes, que desgraciadamente picaron trasero, pero en el caso de Agustín Romero soportó la entrada al caballo del castaño y aguantó la tarascada agarrado al palo, hasta que chocó con la barrera, le descabalgó y tuvo que seguir defendiéndose sentado en la barrera.

Los Cuadri nos han dado una estupenda tarde de toros, han conseguido que todo lo que se les hiciera fuera más meritorio, pero también han evidenciado que en el toreo actual al lidia casi ha desparecido y todo se limita a que el matador se ponga delante a merced del toro, dejando que éste lleve el control de la situación. Como todo, también tiene su mérito, pero también evidencia las carencias de cada uno.

sábado, 22 de mayo de 2010

De penalty injusto en el último minuto


Al fin hemos presenciado una tarde en la que el arte ha hecho acto de presencia en varios momentos en el toreo de Julio Aparicio, Morante de la Puebla y El Cid. Y el caso es que tendríamos que estar locos de alegría y encantados de habernos conocido y de que nosotros hayamos tenido la suerte de haber poblado los incómodos tendidos de la plaza de Madrid. Pero nuestra felicidad no puede ser completa, a mí por lo menos me queda un ligero resquemor por dentro. Es eso, como si tu equipo hubiese ganado una copa que tenías muchas ganas de tener, pero después de que hiciese un mal partido y gracias a un penalti que no es en el último momento a favor de los tuyos. Tienes la copa, pero no la disfrutas de verdad.

Para estar plenamente satisfecho hay que cerrar los ojos en demasiadas cosas, o mejor dicho, en una sola, lo que ocurre es que es tan importante, que es lo único que justifica todo este tinglado, el toro. Los Juanpedros, que nunca defraudan, han respondido plenamente a las expectativas, sin fuerzas, algunos justitos de presencia y que parecían más un ciervo que un toro. Y es que no debemos olvidar que han tenido que salir al ruedo tres sobreros, pero que podían haber sido alguno más. Y lo que ha salido tampoco era un dechado de casta y bravura. Con solo decir el nombre de los hierros ya nos podemos hacer una idea, Gavira y Carmen Camacho. Como todas las tardes, se ha venido simulando la suerte de varas a unos animales que a los que sólo se les mantenía la puya sobre el lomo, haciendo que hacían pero sin hacer. Así llegaban al último tercio sin fuerzas ni para moverse un metro.

Julio Aparicio se destapó con unas verónicas por el pitón izquierdo marca de la casa, igual que la media que cerraba la serie por el mismo lado. Pero un traspiés inoportuno ha provocado la gravísima cornada que el toro le ha inferido en el cuello, sacándole el pitón por la boca. Ahí se cortaba de un tajo cualquier ilusión que el aficionado pudiera tener por ver a Julito Aparicio y ahora sólo permanece el deseo de que el diagnóstico de muy grave vaya cambiando para mejor.

A pesar de la grave cogida de Aparicio, Morante de la Puebla y el Cid se han podido reponer a las circunstancias y nos ha dejado ver su toreo. Morante sólo ha lucido en el capote, con esa forma de torear que tiene echándoselo adelante y trayéndose enganchado en sus vuelos al toro, para acabar el lance en la cadera. O en un quite por verónicas muy arrebatadas y con mucha emoción, sin bajar del todo las manos, pero con mucha emoción. Pero esa condición de los toros le han impedido lucir con la muleta. La falta de fuerzas ha vuelto a ser la culpable. La misma falta de fuerzas que nos ha robado una suerte de varas y un tercio de muerte que habíamos pagado al adquirir la entrada, pero que no se nos ha dado.

Si a muchos de los asistentes les dicen que hoy El Cid iba a despertar, seguro que habrían tomado por un loco al portador de la noticia, pero es verdad, al menos daba la impresión de que a lo lejos veía la salida. Sus primeras verónicas de la tarde llevando al toro muy por fuera y despidiéndolo de la suerte se fueron ajustando poco a poco durante toda la tarde. En su segundo arrancó su primeros olés desde hace más de un año. Pero los buenos augurios se han debido más a la disposición del matador que al toreo en sí, muy perfilero, con naturales seguidos por esa horrible carrera para colocarse, ya que con la muleta no lo hacía con el toro. Y como no podía faltar en el toreo actual, también apareció su majestad el pico, no podía faltar.

Lo mejor de El Cid llegaría en el último de la tarde, el último juanpedro, al que recibió bien por verónicas, las que nacían del pitón izquierdo, una media y otra más estética y más forzada. Pero la realidad era obstinada y se empeñaba en no permitirnos ser completamente felices; el toro sucumbía debajo del peto ante el castigo del picador, que se limitaba a un cachete y una regañina. Y llegaba la faena de muleta basada casi exclusivamente en el pitón derecho. El Cid instrumentaba derechazos estimables, aunque lejos de aquellos en los que se llevaba el toro hasta detrás de la cadera. En estos le faltaba eso, más hondura, la que sí tenían los pases de pecho, que dejaban de ser un trapazo telonero para ser un lance en el que se mandaba en el toro. En este peregrinaje hacia la confianza acabó consiguiendo algún redondo rematado marca de la casa, en el que se quedaban colocados toro y torero, e incluso parecía tener la cabeza lo suficientemente lúcida para pensar en la cara del toro y plantearse el torear sin pegar pases. Entre serie y serie nos recordó lo que antes hacían los buenos toreros y que era muy valorado en su tiempo, andarle a los toros. Ese tener al toro pendiente del matador, manteniendo la tensión de la pelea, pero dejando que el animal se refrescara. Algo muy lejos de las prisas y obstinación actual por pegar pases y pases y más pases y tres de pecho seguidos y uno del desprecio, que el toro un día acabará diciendo ¡Vale ya, déjame respirar! ¿No? Y una orejita concedida por el señor presidente. Así que salimos contentos, que no satisfechos, vimos cosas bonitas, pero dentro de nosotros no se nos removieron las entrañas. Era el mismo tipo de alegría que cuando nuestro equipo gana de penalty injusto en el último minuto.

viernes, 21 de mayo de 2010

¿Qué deudas estamos pagando?


Otra pantomima pseudotaurina más y sin sentido. Un cartel que no tiene ni pies ni cabeza y que no servirá para esgrimir ninguna reivindicación a favor de las corridas de toros ni aquí, ni en Cataluña. Incluso puede que alguien la utilice para atacar a la fiesta. De nuevo un ganado infame, manteniéndose en esta línea en la que los taurinos se desenvuelven tan bien y tres matadores de los que sólo puede justificar su presencia Luis Bolivar, a modo de segunda oportunidad, pues el que fuera una promesa con futuro se ha convertido en un miembro más del club del tostonazo padre.

Abro esta entrada con una pregunta y el por qué se debe a la inclusión en la feria de San Isidro de Eugenio de Mora y Serafín Marín. No paro de darle vueltas y no encuentro un motivo lo suficientemente sólido que me lo haga entender. Pues entonces sólo me queda una opción, un intercambio de cromos, tú me pones a este y yo luego pondré a aquel o iré a tal sitio gratis o por menos dinero del habitual. Además de esta forma conseguimos montar una corrida, cerramos una fecha más en la feria y nos sacamos nuestros buenos duros. Reducimos los gastos y mantenemos los ingresos.

A partir de ahí asistimos a la repetición del festejo de todos los días. Ganado de Baltasar Ibán sin fuerzas, sin casta y con la presencia justita. La suerte de varas como si se hiciera de verdad, pero en el que los picadores vienen practicando un truco que hace parecer que es de verdad. Dejan que el toro se estampe contra el peto y colocan el palo sobre el toro, no aguantando la embestida, sino simplemente manteniéndolo en contacto con el animal, sin apretar. Y así una y otra vez. Parece como si todos se hubieran puesto de acuerdo para tomarnos el pelo. A parte de la artimaña, los toros se quedaban, en le mejor de los casos, bajo el peto, cuando no se iban sueltos.

La terna de actuantes pasó sin pena ni gloria y con ganas de que aquello acabara rápido, poniendo en práctica todo el repertorio del toreo moderno, el abuso del pico, que ya se está convirtiendo en un clásico, el citar fuera de cacho y en muchos momentos escondidos en la pala del pitón, aprovechando el viaje del anterior lance. En esto Eugenio de Mora dio una auténtica lección sin rematar el pase y uniéndolo con el siguiente, que no ligando. Con esta práctica sólo aguanta una embestida, lo siguiente es aprovechar el viaje e irse colocando para alargar el trapazo. Mucho estiramiento, mucha lejanía y retorcimiento. Luego cada uno elige si se pone pesado y se mete entre los pitones o no. Bajonazo y a otra cosa. Las únicas dos variaciones a todo este sopor fueron los mantazos d Eugenio de Mora de rodillas y el conato de cartuchito de “pescao” de Luis Bolívar. El resto fue una continuación de la línea de vulgaridad que se viene manteniendo durante toda la feria.

Y si alguien siente curiosidad, que eche otro vistazo a las corridas que quedan y entonces verá cuantos cromos nos quedan por pagar, empezando por los que se deben a la televisión oficial de la feria, para los que lo único escandaloso es que el señor presidente no conceda una oreja entre el tumulto de los isidros.

jueves, 20 de mayo de 2010

El orgullo de la vulgaridad


Cada uno se siente orgulloso de lo que es, unos de su patria chica, porque no hay otra mejor; otros de ser bajitos, como su padre, su abuelo, herederos de una dinastía de bajitos; otros por ser el que mejor hacía redondeles en su barrio; otros por ser los adalides de la vulgaridad y como todo motivo de orgullo, no lo esconden, lo flamean a los cuatro vientos para que todo el mundo vea ondear su bandera. Ahí encontramos a Miguel Ángel Perera, el torero que en sus inicios pretendía ser un torero de verdad y en el que la verdad en el toreo fuera su modus vivendi, pagándolo más de una vez con su sangre y recibiendo a cambio el respeto y reconocimiento del aficionado. Aunque si nos ponemos a echar cuentas, igual sale más rentable torear quinientas corridas sin mirarnos en si metemos el pico, nos estiramos y nos retorcemos y abanicamos el hocico a una bobona con cuernos, es otra opción.

Miguel Ángel Perera ha demostrado en Madrid que le importa un pito la afición que paga religiosamente su entrada, él va a lo suyo. Y lo suyo es pegar muchos pases utilizando el pico de la muleta, citando muy fuera de cacho, hacer que el toro pase muy lejos dejando un horroroso espacio entre ambos, para no rematar el pase y unirlo con el siguiente. Aquí se olvida de la parte del lance que hace que éste se convierta en una obra de arte o en un borrón; y es que el unir los pases no es lo mismo que ligarlos. Pero si el espada torea de oído y desarrolla su labor dependiendo de las aclamaciones populares, puede que estas voces le lleven al abismo, por dejarse embrujar por los cantos de la sirena. Luego con matar, sin más, sin preocuparnos de donde caiga el estoque, ya podemos optar al premio deseado, la oreja, que le valdrá para que los que sólo contemplan los números y no los interpretan, vean que en el casillero correspondiente a Madrid figura “1oreja”.

Pero esto no ha sido lo peor que ha mostrado el extremeño, lo peor vendría más tarde cuando ante el inválido penúltimo de la tarde, ese mismo al que tiró contra el caballo, al que sólo tocaron con el palo y que nada más notarlo en su segundo encuentro se derrumbó bajo el peto, a ese de Núñez del Cuvillo se le puso a dar mantazos sin ton, ni son, primero a favor de al querencia de toriles y después a favor del calor de las palmas del sol. El resto de la plaza bostezaba y hasta protestaba su actitud desafiante cuando varias veces podría haber cogido, con toda lógica, la espada de verdad y haber acabado con aquel esperpento. Pero no, él que sabe lo difícil que es eso de torear, no nosotros que no nos hemos puesto delante de un toro, él que sabe el mérito que tiene lo de los doscientos pases, no nosotros que no somos capaces ni de dar uno en toda nuestra vida, él se empeñó en darnos una lección que no queríamos aprender, pero en cambio aprendimos algo que seguro que él no quería mostrar, que no respeta ni al animal al que se enfrenta, que no respeta a la afición y que es un torero adocenado, vulgar, sin cualidades para ser figura y mucho menos maestro. Porque esta farsa no creo que les haga gracia ni en Zafra, ni en Don Benito, ni en Moralzarzal, ni en la Luna, porque las plazas pueden ser de primera, segunda, tercera o de carros, pero a la gente no le gusta que le tomen el pelo, y Perera nos lo ha tomado. Esperaremos a su siguiente actuación y comprobaremos si con los Cuvillos tuvo sólo un mal día o si esta va a ser su forma de actuar a partir de ahora.

De los Cuvillos poco se puede decir, que son de los mejores toros con cuatro años cumplidos para ser toreados sin caballos. Bueno, perdonen por la inexactitud de mis palabras, caballos hubo o más bien pasaron por allí; salieron, se dieron su paseo por el ruedo y para adentro. Justitos, justitos de trapío, en esa línea tan fina en que pasan el reconocimiento del veterinario, pero no el del aficionado, que sólo reconoce que son unas borregas descastadas y sin fuerza ni para tenerse en pie, que van y vienen como un sonámbulo por un jardín.

Pero había más toreros, uno subido en un caballo, Joao Moura (hijo), al que le tienen que explicar que los rejones y banderillas no hay que clavarlos en la paletilla del toro, y que una cosa es torear con temple y otra pegar carreras recortando constantemente la embestida, hasta conseguir que el animal se quede parado.

Y completaban el cartel Curro Díaz, que no nada pudo hacer con los toros que le tocaron a los que no se puede ejecutar el toreo clásico porque no lo aguantan. Si a estos torillos les pegan un natural de arriba abajo, y de dentro a afuera, los reventarían y no haría falta ni puntilla. Mejor suerte tuvo Alejandro Talavante, ese torero que hace años nos entusiasmo y que después nos desilusionó y nos hizo perder casi toda esperanza. Pero parece que poco a poco se va recuperando; al menos se le ve que por momentos intenta hacer el toreo y que de cuando en cuando se ven destellos de buen gusto. Le seguiremos esperando, aunque ellos no sepan que sensaciones se tienen cuando uno está orgulloso de su vulgaridad.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Pero… ¿Cómo los quieren?

Llevamos una feria que nos tiramos de los pelos pidiendo toros que metan la cabeza, que tengan pinta de toro y cuando salen, nos dedicamos a bailar el chachachá. Hoy volvían los del Puerto de San Lorenzo y bien es verdad que han estado justitos de fuerzas, sobre todo el quinto, pero que seguían la muleta con fe ciega. Muy nobles, se han marchado al desolladero sin hacer ni un extraño y con las orejas puestas. Pero los tres matadores no han estado tan confiados o tan entregados como requería la ocasión.

Cabe destacar el que abrió plaza y el que cerró el festejo. El primero que empujó con fijeza en el caballo, aunque se le castigó muy poco, seguía la muleta de El Cid allá dónde éste la pusiera, que la dejaba a mitad de viaje, la punteaba, que corría la mano, pues hasta el final del lance, que le levantaban la mano, levantaba la cabeza. Pero lo que peor llevó el del Puerto fue el que le ahogaran la embestida y que no le dieran la distancia que él mismo se encargaba de marcar al torero. El sexto por su parte se permitió el lujo de levantar al caballo por delante a base de empujar y a pesar de todos los capotazos de más que recibió en el segundo tercio, al final aún le quedaron ganas para querer comerse la muleta de Rubén Pinar. El animalito embestía una y otra vez para ver si al final podía entregar las orejas a su lidiador, pero éste estaba en no parar de moverse incluso a mitad del lance y en ver como aguantaba la primera embestida de cada serie sin salir corriendo de allí.

La torería actual está tan robotizada que si le cambian lo más mínimo el guión, ya no saben seguir. Si un toro les pide distancias, pues que se jorobe, yo toreo subido en el toro, que un toro les pide mando, tres cuartos de lo mismo, yo a mis trapazos, que quiere que se le crucen y le pongan la muleta plana, nanay, lo primero la fidelidad al pico y al fuera de cacho. Pero los toros salmantinos del Puerto de hoy consentían hasta eso, y si tenían ganas de rebelarse y poner en problemas al matador, se las aguantaban y seguían embistiendo, eso sí, siempre y cuando quedaran fuerzas, que ese ha sido su único punto negro.

El Cid continúa esa peregrinación por el desierto sin saber que rumbo tomar. Indeciso, desconfiado, descentrado, vulgar y ausente, como si la cosa no fuera con él. “Monsieur Castelá” vive encastillado en su mundo de sensibilidad prototípica, que a veces parece más propia de la ópera Carmen, que de la tauromaquia clásica y verdadera. Él se limita soltar su repertorio y si el toro y el público se adaptan, pues mejor para ellos, porque a él esas cosas mundanas ya no le afectan. Por su parte el bueno de Rubén Pinar, torero que seguro que tiene intacta la ilusión y ambiciones del que está empezando en esto, ha llegado a matador de toros dando la sensación de que nadie le explicado los fundamentos del toreo. Así en el ruedo a veces parece más un contorsionista ventajista que una joven promesa que quiere ser torero. Al albaceteño le afecta muy poco el toro que tenga delante, él emulando a las figuras del momento, larga su repertorio, caiga quien caiga y a quien le moleste, que no mire. Retorcido, estirando el brazo hasta límites insospechados, con más peligro de sufrir una elongación que una cornada. Sin preocuparse por conducir y mandar en la embestida y explotando ese vicio tan de ahora de pegar un trapazo en el primer lance de cada serie, como si ese no contara. Y luego, para no desentonar, más trapazos, mucho pico y no rematar nunca el pase detrás de la cadera.

Mi amigo Jose, ese que dice que no sabe de esto, pero que las caza al vuelo, me repite muy a menudo que me olvide de lo de la muleta plana y torear con la panza. Yo, como él, no me resigno a que esto no cambie, pero quizás mientras las escuelas no piensen en enseñar a torear y no a pegar pases, y a lidiar toros bravos en lugar de ganar billetes, mientras tanto, esto seguirá igual o peor.

Pero de momento tendremos que seguir oyendo eso de que ojalá les salga un toro que embista y se le puedan dar miles de pases. Pero cuando les sale un toro que sirve, que horror de expresión para un toro, no saben que hacer con él y es que yo no sé cómo los quieren. Y que me perdonen los sevillistas, pero hoy deseo con toda mi alma que gane mi Aleti y que podamos volver a Neptuno a celebrar que somos campeones.

martes, 18 de mayo de 2010

La ignorancia y la soberbia

Al acabar la novillada de José Joaquín Moreno Silva decidí que no iba a ser yo quien hiciera leña del árbol caído de los fracasados novilleros que se pusieron delante de ella y así hice en mi colaboración en Opinión y Toros, pero ahora y después de leer la opinión de Paco Chaves, mi decisión ha cambiado.

El ganado fue duro, difícil y complicado por la casta y mansedumbre de los novillos, pero no hay nada que justifique el espectáculo que se dio en el ruedo de la s Ventas. No se puede venir a Madrid igual que se va a cualquier otra plaza. Si usted va a pasar el examen más importante que ha tenido hasta el momento, por lo menos hay que saber coger el boli. Eso de salir el novillo y dejarlo correr hasta que se pare y como mucho mover el capote a ver si se queda, aquí eso no vale. Los toros, novillos o cualquier animal con cuernos que paste en las dehesas hay que intentar fijarlos, recogerlos y empezar a enseñarles el camino. Por supuesto que los hay que se dejan más y otros se niegan, pero eso es el toreo y no poner posturas de espejo con una banda sonora de fondo que repita “bieejn torero, bieeejn”. Y aunque parezca mentira, alguno de los mansos, como el segundo, permitía el ser toreado con quietud, pero los toros encastados son caprichosos hasta para eso. Si lo que se les ofrece es un trapo que vuela, al final se desengaña y dice que no está para juegos tontos. Eso sí, si se le manda, se le baja la mano y se tira de él, si se le planta cara y se le hace pelear, entonces sí que busca la muleta, el capote y lo que le digan. Es lo mismo que ocurre cuando a un toro bravo se le ahoga la embestida, que se queda parado y no hay manera. Truco del que se valen muchos coletudos para no tener que aguantar los embates de muchos toros boyantes.

Miguel Hidalgo en ese segundo quiso templar y tirar del toro, pero sin ángel, igual que si estuviera rellenando el impreso del padrón y con el quinto, un manso que no estaba para nadie, al que costó un triunfo meterlo en el caballo, al que persiguieron por todo el ruedo y al que nadie pudo sujetar, sembró el pánico en la cuadrilla granadino, que no dudaba en soltar el engaño y echar a correr. Y si el toro corría, el matador corría y el peonaje corría, ¿quién iba a matar aquel bicho? Pues al final corrieron también los tres avisos y corrieron los chicos de Florito para llevárselo vivo a los corrales.

Antonio Rosales fue el que tuvo más suerte, no por su labor en el ruedo, sino porque aparte de su inoperancia y de poner esa cara de “por dónde tiro”, si con la derecha o la izquierda, a ver si le meto el pico, a ver si me pongo bonito, contó con la cuadrilla más eficaz y cuando las cosas estaban feas de verdad, los picadores engancharon al de Moreno silva y le dieron para que dejara de corretear. El ruedo seguía siendo un caos, pero por lo menos el de Leganés se pudo parar para dejar una estocada casi entera y trasera y quitárselo de en medio, que tal y como iba la tarde ya era bastante.

Y vamos a hablar un ratito, no mucho se Paco Chaves, el aspirante a Fandi II o a Platanito III. Hacía mucho, pero mucho, que no me encontraba ante tanta ignorancia, inoperancia y altivez vestida de luces. Puede ser que porque no suelo visitar las capeas de los pueblos. Este señor que lo mismo dejaba r el toro al picador de tanda que al reserva, venía con el guión hecho desde casa y decidió seguirlo al pie de la letra; que ponía que había que parear, pues a parear a todo correr, cuando el toro ya había pasado hacía un rato largo, y corre que te corre, a tomar la muleta, que había que dar muchos trapazos. El toro, poco picado, le hizo correr más de la cuenta, pero todavía no le había hecho sudar ni la mitad de lo que le quedaba. A ver si se entera que para matar hay que clavar la espada en el toro, no al aire, como en su primer encuentro, y que hay que procurar que ésta no le haga guardia, sobre todo por el trabajo que le dio para quitársela y volver a entrar a matar, con el reloj corriendo hasta que sonaron uno, dos y tres avisos. El toro para adentro. En su segundo nos quiso amedrentar con el recibo a portagayola, recurso muy oportuno para los pueblos en fiestas, donde se saben reconocer éste y otros gestos parecidos. Otro mitin en el caballo, mientras él dirigía la operación desde el centro del ruedo, pero poco decidido a predicar con el ejemplo. Eso no es para maestros. Otra vez las banderillas y otro ridículo al alcance de muy pocos. Un tercio que se quedó en dos tercios, pues después del par al violín y casi descoyuntarse para llegar con los palos al morrillo, como el toro no se dejaba parear por tercera vez y después de tener que salir de najas tirándole los palos a la cara, decide que ya vale. Con dos pares es suficiente, y si los he puesto yo, pues “pa’ qué mas”. Decidido que estaba él se fue a por la pañosa, le probó, aunque poco o nada y decidió que a matar, que el hijo de su madre no estaba allí para pasar malos ratos. Navajazos traseros soltando la muleta y a otra cosa mariposa, que tenemos la temporada hecha.

Pero como la ignorancia es osada, luego le ponen un micrófono delante y dice:
“Mi lote no lo he visto, prefiero ni hablar. Creo que es evidente que el torear es otra cosa e incluso ni para lidiarles servían” o “No pasa nada, salgo con moral y yo lo que busco es una tauromaquia de profundidad y de querer torear bien y con esto es imposible” para acabar “ganaderías de éstas no debían ni de existir o por lo menos si existen que no exijan pegar un muletazo a un toro sino andar con ellos". Pues bien joven, torear también es esto. Para torear bonito están otros toros, pero para ver la medida de los toreros, Dios inventó la casta. Nadie le pidió que diera pases bonitos, pero sí que toreara, que es algo muy distinto. Y esta es al fiesta y las ganaderías que de vez en cuando gustan al aficionado. A mí y a todo quisque nos gusta el toreo con arte y pellizco, pero si el pellizco se tiene que convertir en zarpazos por que el toro lo requiere, pues adelante con ello. Que usted se vaya satisfecho o no, eso ya es cosa suya, igual que si quiere ser torero o preparar una oposición o montar una mercería, pero si hay alguien a su lado que le quiera sólo un poquito, debería ponerle en un rincón a pensar, a ver si se da cuenta de lo que ha hecho en la plaza de Madrid. Que a usted le vaya bien.

PD.: Se me olvidaba una cosita sin importancia. Me gustaría ver con estos mismos novillos, no hace falta que sean toros tan siquiera, a los quince primeros del escalafón. Por curisidad na' más. Si fuera así, igual esto pegaba un vuelco que no lo iba a conocer ni ... nadie, no lo iba a conocer nadie.

lunes, 17 de mayo de 2010

Joselito, a los noventa años


Estaba tentado y lo he meditado mucho el hacer una referencia al aniversario de Joselito en la entrada de la corrida en que se conmemoró este hecho, pero creo que el recuerdo al maestro de Gelves, el verdadero maestro del toreo, merece un capítulo aparte.

Belmonte cambió el toreo y Joselito la fiesta. Cambió el tipo de toro, la lidia y hasta concibió cómo debía ser la plaza perfecta, que cosas de la vida, él nunca vio en pie, la plaza de Madrid. Y aquí en Madrid se guarda año tras año, un respetuoso minuto de silencio, tal y como dicen por megafonía, por el Matador de Toros, José Gómez Ortega, Joselito. Lo rotundo que era el término y lo vacío que se ha quedado. Tan vacío como tantas cosas en el toreo actual Evidentemente existe una gran distancia entre el mundo de ahora y aquel en que Joselito perdió la vida y conceptos de entonces no son aplicables al siglo XXI, pero lo más eterno y lo más clásico es el más despreciado por los coletudos de ahora, la torería.

Lo habitual es quedarse con lo superficial, lo anecdótico, y como torería muchos identifican la chulería, la arrogancia y la soberbia. En cambio desprecian el conocimiento de la lidia, la correcta ejecución de las suertes, y el orgullo de enfrentarse a todas las ganaderías, el poder con ese toro y el querer ser el mejor en el ruedo. Algo muy alejado de lo que nos toca vivir, donde el orgullo es no haber tenido que enfrentarse nunca a tal o cual hierro, se desentienden de la lidia y sólo esperan el momento de coger la muleta, no hacen el toreo de verdad porque es de locos o suicidas y si tienen que vetar a un compañero o pueden evitar encontrárselo en una plaza, pues lo evitan. Y que cada uno saque sus propias conclusiones.
El año próximo se volverá a guardar otro minuto de silencio, volverá a haber quien diga que quién era ese, volverá a haber quien piense que para qué, si ya son 91 años y habrá quien piense que en cada conmemoración estamos un año más lejos de la verdad del toreo. José Gómez Ortega, Joselito, noventa años después, D.E.P.

Un domingo de agosto en mayo




Con un cartel que por los nombres que se anunciaban parecía más del mes de agosto, que del mes de mayo, probablemente nunca se habrían imaginado los Gabriel Picazo, Emilio de Justo e Israel Lancho que harían el paseíllo en Madrid con la plaza casi llena y con unos torillos como los de los Bayones y el remiendo de José Luis Pereda. Y más después del corridón del día anterior con esos figurones que cortan la respiración y a los que conocen e idolatran hasta los ermitaños del Tibet. Aunque estos mandones del toreo se lo pusieron muy fácil a cualquiera que viniera después en la feria.

Como ya he dicho, tocaban torillos, de los Bayones, lo que nadie esperaba era el peligro que desarrollaron por momentos y las dificultades que ofrecieron, ni las facilidades que presentaron algunos de ellos. Aunque en líneas generales fueron mansos, sin fuerzas y descastados, echando la cara arriba en el caballo y sin entregarse nunca, pero también los hubo que permitieron ser toreados, aunque sin confiarse, en esta corrida sin caballos, o con caballos que se daban la vuelta al ruedo y se marchaban con las mismas casi sin tan siquiera haber regañado al toro o haberle propinado un cachete.

Gabriel Picazo parecía apuntar buenas intenciones y sin estar bien, tampoco era para tirarlo al Manzanares, por lo menos consiguió que se le esperara y se viera que podía dar de si. No ponía la muleta plana, pero tampoco renunciaba al pico, estaba en el filo del toreo entre la verdad y la vulgaridad. Pero la fuerza del lado oscuro es grande y acabó decantándose por esta última, dando toda una exhibición de vulgaridad y toreo de plaza de talanqueras. Cantidad de pases en los que no toreaba, sólo acompañaba la embestida, siguiendo al toro por toda la plaza hasta que este le guió hasta la puerta de toriles.

Emilio de Justo hizo lo mejor y lo peor. Salió muy dispuesto y en el primero de Picazo no regaló un bonito quite por chicuelinas, toreando al de los Bayones, dándole el capote, no sólo la puntita y sin prisas. Pero en su primero la cosa cambió y no dudó en emplear el pico con descaro, en estirar el brazo y en despedir al toro en cada lance, lo que le obligaba a tener que colocarse a la carrera para el siguiente pase, lo que casi le cuesta un disgusto cuando se tropezó a mitad de carrera y cayó al suelo a merced del toro. Siguiendo los usos de la modernidad alargó la faena innecesariamente hasta recibir el primer aviso antes de que se pensara lo de entrar a matar. Y ahí empezó su calvario. Seis pinchazos y suena el segundo aviso. Ni bajaba la mano izquierda, ni metía la derecha, ni el corazón le empujaba hacia el morrillo; seis pinchazos más, varios descabellos y el toro al corral. Eso que muchos clásicos decían de “gracias a Dios, nunca me echaron un toro al corral”, en parte con orgullo y en parte con alivio, pues eso ya no lo podrá decir Emilio de Justo. En una tarde tan importante para él, en Madrid, en San Isidro y con la plaza “abarrota” pega el mayor petardo de su vida. En el quinto quiso redimir su culpa y entregar su alma al público, pero la presión de lo ocurrido, las prisas y que el toro tenía sus cosas, que él se empeñó en acrecentar dejándose enganchar la muleta constantemente, no le dejaron lavar su imagen. Eso sí, esta vez no se durmió en el pegapasismo y no hubo que decirle que a matar, porque ya se había ocupado él de coger la espada y dejar una estocada entera, traserilla, que con un descabello valió para no pasar penas.

Israel Lancho volvía a Madrid después de aquella espeluznante cogida de hace un año, pero 365 días después no ha mostrado demasiada mejoría en su toreo. Ni con el capote, ni con la muleta. Y no es que tenga más o menos arte, técnica o clase, es que está a merced del toro. Las ganas las derrocha, pero carece de recursos para poder a un toro y si este además tiene dificultades, como fue el caso del sexto, que recortaba por ambos pitones, muy especialmente por el izquierdo, y que no paraba de echar la cara arriba, pues ahí se pierde. La corrida le sirvió para agradecer en forma de brindis las preocupaciones de todo el mundo hace un año, pero nada más.

Tarde en la que se lucieron en distintos momentos los subalternos como Vicente Herrera o Lipi en banderillas, Domingo Navarro haciendo un quite muy oportuno o Guillermo Marín cuando cogió bien al último de la tarde, picándole adelantado. Y resultó que le día después de las figuras ofreció más seriedad y dignidad en los actuantes y que sin ser una tarde ni tan siquiera regular, ofreció más que el día del patrón.

domingo, 16 de mayo de 2010

En Madrid ya se protestan los mansos


Habrá quien me diga que es una mera anécdota el hecho de que la gente se ponga como una fiera a protestar la mansedumbre del que cerraba plaza. Algunos incluso se apoyaban en un argumento concluyente: esto no pasa ni en mi pueblo. Como si en Madrid se les hiciera pasar a los toros por un examen antimansedumbre, exclusivo de la primera plaza del mundo. El único examen para esto es del la suerte de varas, ese que está desapareciendo y se hace en el ruedo a lavista de todo el mundo. Pero empieza a tomar importancia cuando esto es uno de los cimientos de “su“ fiesta de los toros y de la concepción que tienen de ésta.

La fiesta de los toros de este público se basa en que la labor del toreo se valorará por la cantidad de pases que sea capaz, la cantidad de pases que “arranque” a un toro que no los tenía y poco más. El toro pasa a segundo plano, la suerte de varas es más que un trámite, un inconveniente a reducir hasta la mínima expresión, la lidia del toro deja de existir y se convierte en una serie de pasos obligatorios hasta llegar a la faena de muleta y la suerte suprema se ha convertido en una dualidad, el toro se muere o el toro no se muere.

Pues con estos mimbres nos hemos encontrado para hacer el cesto de la corrida del día de San Isidro. Una corrida muy apañadita de Garcigrande, parcheada con dos toros más de la casa, de Domingo Hernández, muy del gusto de figuras como el Juli, Castella y Daniel Luque. El resultado, aparte de las posibles orejas o no, era previsible.

El Juli venía a reeditar su fastuoso triunfo de Sevilla y desde el paseíllo se podía notar que el público también, y evito decir el público de Madrid, porque tengo mis dudas. Nacieran dónde nacieran los espectadores de ayer no eran “el público de Madrid”. Como viene siendo habitual entre las figuras, los dos primeros tercios son un mero trámite y el de varas hasta un molesto trámite. Lo bueno es la muleta, el resto, ¿pa’ qué? Pues ahí el Juli desarrolló una faena muy similar a la de la plaza del Baratillo, muy similar a todas, con muchos pases retorciéndose, enganchando al toro con el pico de la muleta, citando fuera de cacho y rematando delante de la cadera, quedando descolocado para el siguiente lance con la consiguiente carrerita. Todo esto en mayor o menor medida. Los habrá que digan que no metió tanto pico, que sólo fueron dos pasitos, que el lance fue dos centímetros pasados de la cadera, lo que quieran. La conclusión es la misma, este toreo no es de verdad.

Tampoco es de verdad el toreo de Sebastián Castella, perfilero, utilizando de cara el recurso de los pies juntitos, escupiendo al toro de la suerte y con todos los vicios y las pocas virtudes que he comentado con el Juli. Del torero francés siempre he tenido la misma sensación que tengo con los toros bravucones. Estos mansos y cobardes, por momentos parece que se quieren comer el mundo, pero en cuanto pueden se quieren refugiar en las faldas de su mamá. Pues con “Castelá”, como me enseñó a decir ayer una aficionada de algún lugar pasados los Pirineos, es lo mismo, parece que derrocha una valentía escalofriante quedándose quieto a pesar de todo, pero luego no duda en alargar el brazo todo lo que le da la manga, se esconde para citar fuera de cacho, mete el pico y lleva el toro a varios metros de distancia de su pulcra taleguilla. Pero como destaca por su generosidad en el número de pases, pues todos tan contentos.

Por último, tuvimos que sufrir una actuación más de ése que hicieron fenómeno y que él con toda honradez se ha preocupado en dejar las cosas en su sitio, evidenciando su vulgaridad y desconocimiento, Daniel Luque. Mucho tiempo ha transcurrido desde que en un pueblo de Salamanca, Tamames, se plantó y dijo que sin afeitar los pitones, él no se vestía de torero. Pues parece que no ha mejorado demasiado y si sigue por este camino, igual quiere volver a Tamames y ya no interesará a nadie. Desafortunadamente para mí, yo nunca supe apreciar su calidad, esa que otros cantaban a voz en grito. Tiene todos los defectos del toreo moderno, superados y acrecentados por su bisoñez, y también gracias a la inestimable colaboración de su inepta cuadrilla, que campa por el ruedo detrás del toro en un a ver si te pillo y te pego un capotazo, te clavo una banderilla o te indico dónde está el caballo. Además Luque se pasa la lidia con cara de “qué cabreo tengo” y haciendo aspavientos de descontento, como si él sí que supiera hacerlo y los demás no. Lo que demostraba con creces cuando cogía la muleta y se dedicaba a ir detrás del toro, dejando que éste marcara el itinerario por el ruedo de las Ventas. Lo demás, poco hay que contar. Lo único que me queda es recriminar “al público de Madrid” por su falta de sensibilidad, porque en estos tiempos de crisis, en los que lo que va mal va a peor y lo peor a pésimo, ¿por qué se ponen a protestar un manso para que lo devuelvan a los corrales? Entonces, ¿de qué van a vivir los que con tanto mimo y cuidado hacen banderillas negras para que las luzcan los mansos en lo alto de sus lomos?

sábado, 15 de mayo de 2010

Cuando no hay toreros, hay toritos


En la de Alcurrucen de la víspera del patrón casi se puede aplicar el dicho popular de “Cuando hay toros no hay toreros y cunado hay toreros, no hay toros”. Pero a esta sentencia hay que hacerle alguna puntualización. En lo de los toreros no voy a entrar, de momento, pero llamar a eso toros, eso es mucho decir. Si se hubieran estado quietos, muy paraditos, podían haber pasado como tales los tres primeros, que incluso podían estar un poco pasados de kilos, pero al ver los tres últimos se entendía todo. Aquellos parecía que se habían comido la merienda de los tres últimos del encierro, escurridos y con aspecto de cabra montés. El balance de los de Alcurrucén se puede resumir en tres palabras, blandos, mansos y nobles. Más que justitos de fuerzas, se pasaron más tiempo rodando por el suelo que de pie, mal que se acrecentaba si tenemos en cuenta que los enfermeros de turno se olvidaban del temple y utilizaban la fea técnica del tirón, ideal para que el toro se pegue un atracón de arena. En los caballos lo mismo se dormían bajo el peto, que echaban la cara arriba, lo corneaban o se querían quitar el palo aunque fuera a bocados. Y más de lo mismo, la desastrosa lidia generaliza, el no fijar al toro en su momento y el no ponerlo en su sitio, provocaron que lo mismo salía el toro buscando a los caballos para toparlos en el 10, que escapaban despavoridos hacia el que hacía la puerta, hoy el reserva. Y si les pidiéramos su opinión sobre las banderillas, a los toros, seguro que dirían que es una cosa que les dolía mucho, que picaba, a juzgar por lo que se dolían de los palos. Pero al llegar a la muleta, como dicen hoy los entendidos, los toros servían; pero ojo, que nadie se piense que estamos ante la corrida del siglo, se dejaban pegar muletazos mientras las fuerzas aguantaban, pero lo ya dicho, el temple hoy tenía hora en la “pelu” y no se dignó a pasarse por las Ventas.

¿Los coletudos? Pues de todo hubo, un Uceda Leal que parece estar más pensando en unas vacaciones en el Caribe, El Cid, que ya debe tener hecha la reserva en un spa para relajarse y Miguel Tendero, que no sabe si quiere ser torero de verdad o el más famoso de su pueblo. Uceda Leal parecía que había quedado y que quería solventar el compromiso a toda prisa, con trallazos y sin temple, lo que ayudaba bastante a que el inválido del Torreón no levantara cabeza y que pasara más tiempo rodando por el suelo que en pie. El animalito incluso tenía cierta codicia, pero la falta de fuerzas y de casta que las supliera, dieron el resultado que ya conocemos. En su segundo Uceda recetó más de lo mismo y sin más ni más, decidió acortar por la calle de en medio y se fue por la espada para despedirse del público de Madrid.

El Cid salió al ruedo entre la expectación del público que estaba ansioso por ver en qué estado se encontraba su ídolo de no hace más de dos años. Las verónicas de recibo y la media por el pitón izquierdo nos hacía frotar las manos, pero esto fue un puro espejismo. Falto de sitio y sin confianza, citando con el pico de la muleta, lo que confirmaba que su mal momento sigue siendo una realidad. La muestra más evidente fue en su segundo, que no fue el toro de la feria como algunos han querido ver, pero que en otro momento habría podido ser un toro de triunfo para El Cid. Lidiado muy bien por El Boni, parecía que se reeditaban los viejos tiempos, esos en los que coincidía lidia del madrileño y triunfo del sevillano, que casualidad ¿verdad? El toro pegaba arreones si los pases se daban de uno en uno, pero si se le aguantaba firme después del primer lance, el toro tomaba bien la muleta, pero había que tragar saliva para aguantar esa segunda embestida y quedarse en el sitio, no casi en la pala del pitón como hizo el de Salteras. La tarea se acabó con un bajonazo que lo dice todo del momento de este torero.

Miguel Tendero, una de las grandes figuras emergentes del toreo moderno, se plantó con el descaro de un torero ante la afición de Madrid, ¡Miau! Aunque habrá quien no se lo crea, yo estoy convencido de que este chico puede ser torero y que hasta tiene facultades para ello, otra cosa es que se lo crea él mismo. Él parece que como toda aspiración sólo piensa en que le aplaudan según pasea por las calles de Albacete y l e dejen pagado un café en todos los bares de la ciudad. Este es el típico caso en que sus seguidores son más un inconveniente que una ventaja. Se le jalea su toreo vulgar y ventajista y, como la carne es débil, Tendero se deja querer. En su noblote primero fue tirando por la ventana una por una las embestidas que tenía el de Alcurrucén y seguro que si no hubiese sido por sus fallos con la espada, hasta le habrían pedido la oreja. En su segundo más de lo mismo, pero en un momento de la faena se paró y templó toreando con la derecha a un toro muy mal lidiado y que hasta se puso peligroso, pero el albaceteño demostró lo que ya he dicho, que podría ser mejor de lo que es. Terminó con una media soltando la muleta, una muestra más del concepto que tiene de esto y de lo que le aplaude su entorno, que el que tiene entorno hoy en día ya es alguien. Los que no tenemos entorno nos tenemos que conformar con los amigos y la familia. Y me voy que hoy hay que honrar al santo, que es su día, San Isidro labrador, pájaro que nunca anida.

viernes, 14 de mayo de 2010

Estrellados contra jamelgos


Otra de tantas, otra vez la peor corrida de la feria como cada día. Todos los días nos encontramos con la peor corrida que he visto en años, aunque esto sea cada tarde. Había ilusión por volver a ver a Diego Urdiales, curiosidad por el alternativado José Manuel Más y ni ilusión, ni curiosidad por Matías Tejela. Pero los tres vieron, sin poder remediarlo, como les estrellaban con una corrida infumable. Ya me mosquea este fenómeno que se vengo observando que se repite desde hace mucho tiempo; tenemos un torero que empieza a molestar haciendo evidentes las carencias de otros, de los tejemanejes que se urden en torno a ellos, pues vamos y hacemos que se estrelle con unos mulos. No sé si será el azar o no, pero es así. Y lo que a nadie se le escapa es que Diego Urdiales venía demostrando que no es lo mismo torear, que dar pases y que si uno se pone acaba pudiendo con muchos más toros que si no se pone.

Parecía que la cosa podía ser de otra manera, sobre todo en el primero de Urdiales al que se vislumbraba un pitón derecho con alguna posibilidad, pero siempre es más la intención de querer ver lo bueno, que la dura realidad que se impone dándote un sartenazo en las narices. Algún derechazo estimable, pero esto no es el toreo, el toreo no supone esperar a ver si hay un muletazo o dos, el toreo debe ser una línea regular en la que todo vaya discurriendo dentro de una normalidad lógica y con las suficientes gotas de emoción que se suponen cuando hay un toro de lidia de por medio.

Matías Tejela se encontró con el único toro que era capaz de seguir los trapos, pero con mala colocación, el abuso del pico y esas distancias tan largas entre toro y torero, cuando aquel pasa junto a éste, han convertido su actuación en todo un derroche de vulgaridad. Este toro puede ser tomado como la buena imagen de la fiesta actual para los modernos de turno. Una corrida de jamelgos más parados que el caballo de un fotógrafo y de repente sale uno que va y viene como un corderillo, un señor que se pone delante a agitar unas telas delante de él, la masa que se viene arriba y gran triunfo del maestro, del que se dirá que ha estado por encima del toro, un triunfo prefabricado. Pero, de momento, los ánimos están tan bajos que eso ya no vale. Y digo de momento porque ya veremos cuando aparezca el sumo sacerdote del dominio y la torería, el Juli. Ahí no sé si se levantará el espíritu del respetable o si vendrá levantado desde casa.

El tercero, José Manuel Más, pues ni blanco, ni negro, ni todo lo contrario. Tomaba la alternativa no sé si como si fuera su clavo ardiendo para ver si echamos para arriba y nos colamos en el circuito, si por estar en una de las casas fuertes del sector o un poco por todo. El caso es que es tan soso como tantos, tan vulgar como la mayoría y sin una personalidad definida, como casi todos.

El caso es que si alguien nos cuenta que los toros han derribado en el caballo, podríamos llegar a pensar que allí había toro, pero no, lo que no había era caballo, bueno sí que lo había, pero era de esa magnífica cuadra de la plaza de Madrid que es notar el golpe del toro y se desploman como un castillo de naipes. Los habrá que busquen alegorías, metáforas o retruécanos en estas imágenes desoladoras, pero que no se rompan la cabeza, lo único que hay es basura, desidia, inoperancia y ganas de llenar la bolsa a costa de lo que sea.

jueves, 13 de mayo de 2010

Una copa para los niños del Aleti



Podía decir que los atléticos hemos disfrutado de este triunfo como nunca, pero no, lo hemos disfrutado como siempre. Da igual el tiempo, porque ese tópico del sentimiento atlético, anoche quedó muy claro que es verdad. Después de comerme las uñas durante más de dos horas, cogí el coche y me fui con mi hijo mayor a que viera qué pasa cuando gana su equipo. Echamos a andar por la calle de Alcalá y en seguida empezamos a ver gente de rojo y blanco. Yo me daba cuenta de que los ojos de mi hijo se iban agrandando y cuando llegamos a la Puerta de Alcalá casi se le salían de las órbitas. Iba callado, mirando a todo el mundo y alucinando, no sabiendo que se le venía encima. Hasta que se puso a nuestra altura un monovolumen con una mamá con seis o siete niño de no más de 9 años, que de repente se pusieron a gritar como locos Aleti, Aleti, Aleti. Y ese sentimiento atlético contagio a mi acompañante y ya no le paré casi hasta que nos volvimos a casa. Más Aleti, más voces y más desenfreno.

Esta copa es para esos niños que seguramente no se creían las hazañas del Aleti que les contábamos, de esas fiestas en Neptuno, de la grandeza de un equipo que era respetado y admirado por todo el mundo del fútbol. Si hijo, todo lo que yo te contaba era esto. Pero que nadie se equivoque, no somos del Aleti por estos triunfos, los triunfos vienen porque nosotros y muchas más familias como nosotros, somos de l Aleti.

El ser del Aleti es el orgullo del humilde que se codea con quien sea, como el bajito de las películas del oeste, que entra en el saloon y hace que se aparten todos los matones porque allí está él. Y todo esto ha llegado de la mano de un “vikingo”. Un vikingo que creo que ya está curado y que se siente tan atlético como el que más. Eso es el sentimiento atlético. De un equipo descuajaringado ha conseguido modelar a un campeón, ha hecho que jugadores preparados para el desguace o ancianos que ya no tenían nada en su futuro hayan levantado una copa europea, que llevan ganando desde hace varias eliminatorias. Sufriendo y peleando hasta el último minuto del partido, para explotar de alegría al final, eso es el sentimiento atlético.

Pues sí, esta copa es para nuestros niños, los niños del Aleti que hoy iban al cole con cara de felicidad, y reventando de orgullo su camiseta roja y blanca, que se durmieron pensando en como celebrar el título con sus compañeros, y que ya están pensando en el miércoles que viene. Y por supuesto que me acuerdo del Niño, que me habría encantado que ayer hubiera podido celebrar este título con nosotros, pero tuvo la mala fortuna de hacerse mayor y marcharse de casa para ganar títulos y que vio como su equipo de siempre se llevaba su ilusión de victoria para alborozo de todos los demás niños del Aleti.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Pero… ¿Sabéis lo qué estáis haciendo?


Señores taurinos, y ahí incluyo a toda esa urdimbre de vividores con los ojos vendados que medran alrededor de los toros, realmente ¿sabéis lo que hacéis? Ese afán de acomodar el mundo a los cuatro que llaman figuras está carcomiendo los cimientos y las paredes de este maravilloso palacio que es la tauromaquia. Por mucho que repitáis las maravillas que estamos viviendo, ya nadie se lo cree, porque hasta los transeúntes de los tendidos, esos que van a una corrida en San Isidro o a lo sumo a dos, y que luego se sientan delante de la tele para recibir doctrina, hasta esos se están cansando de todo esto.

Realmente no sé a dónde nos quieren llevar, porque es que no les creo ni tan necios, ni tan tontos, para pensar que no ven la que están liando. Poco a poco están desmontando todo lo que se ha construido durante años. Todo con el único objetivo de tapar mentiras, de poner parches para que no se note su incompetencia. Recuerdo cuando se decía que los toros de verdad se veían fuera de la feria, en las duras corridas de julio y agosto. Está claro que eso es ya un sueño del pasado. Otro de los tópicos que obedecían a una realidad, era que en las novilladas se veía el toro de verdad, aquellos novillos toros que hacían palidecer a los chavales que venían a Madrid para hacerse toreros. Creo que no hay mucho comentario, sólo hay que recordar lo de la primera novillada de feria. Y por último se han decidido a terminar con esa idea de que cuando venían las figuras empezaban los bailes de corrales y aparecía el medio toro. Ahora todos los días hay medio toro y baile de corrales. Y que nadie piense que me he olvidado de la corrida de Dolores Aguirre, donde sí hubo parcheo, pero que puede que sea la excepción en una feria que ya se hace eterna.

La Martelilla ha sido la última muestra de este derribo continuado de la fiesta de los toros. Un ganado infame, sin tipo, sin trapío, sin fuerzas, sin casta y sin todos los “sin” que al aficionado se le pueda ocurrir, incluido el sin vergüenza. Y para enfrentarse a semejante bazofia, que mejor que dos fantasmas taurinos, el Abellán y el Jiménez, que llevan años sin mostrar un mínimo de clase y torería, que han jalonado su carrera con un pegapasismo y ventajismo vergonzante, y que la única virtud que han mostrado en casi toda su carrera ha sido entrar en una de las casas importantes del taurinismo, que mueve ferias, ganaderías, plazas, toreros y a lo mejor hasta medios de comunicación. No voy a juzgar lo que hicieron los dos madrileños en la corrida de ayer, y no lo voy a hacer porque yo pretendo hablar de toros y no de esa pamema que nos preparan. Seguro que alguien me empezará con eso del respeto, de que se juegan la vida y todo ese rollo recurrente, pero les respeto tanto o más, que ellos a mí y de acuerdo, se juegan la vida, pero es que un torero se la tiene que jugar mucho más que estos señores, es su trabajo y ellos lo han elegido así. Si no quieren correr riesgos que se suban a la grada conmigo, que allí el único riesgo es que se me caigan al suelo las chuches que reparten María José y Pepe.

Pero la tarde nos tenía traía una sorpresa desde México, Arturo Macías. Nos impresionó el valor de ese chico, quieto como si se clavara y a veces demasiado tremendista, pero que dejó claro que lo de torear ya era otra cosa. Es una opción válida la de este torero, yo me planto, y a ver qué pasa. Esa no es la idea de torero que yo tengo, pero bueno, lo respeto. Pero que nadie quiera compararle con José Tomás. Este se planta y torea, haciendo ir al toro por donde quiere y haciéndole que sortee su pierna sin que le coja. El señor Macías no, el señor Macías es casi pura temeridad. Muy variado con el capote, fiel a la escuela mexicana, pero más perpetrando que ejecutando las suertes. De todas formas, en una única corrida y con los burros de la Martelilla, puede que sea precipitado emitir un juicio sobre su toreo.

Y por una vez y sin que sirva de precedente, permítanme desearle a todos los atléticos mucha suerte y que hoy nuestro Aleti nos haga vivir las emociones que se niegan a ofrecernos en los toros y que podamos volver a cantar eso de ¡Campeones, campeones, oe, oe, oe! Aúpa Aleti.