miércoles, 29 de agosto de 2012

Con la “L” se suben a un Ferrari

El pase de las flores, esas que con tanto cariño arrojan a los de las medias rosas



Se está implantando una nueva vía de acceso de nuevos pilotos a la Formula 1; Los aspirantes solo tienen que pilotar un coche en un gran premio y si hacen podium, pues entonces pasan a iniciar su aprendizaje desde las categorías inferiores. Algo parecida es la nueva política de fichajes en el Atlético de Madrid, el que quiera jugar al fútbol de rojiblanco basta con que juegue de titular el primer domingo posible y si marca un gol, pues entonces le mandan a jugar en los equipos alevines, infantiles o juveniles del club. Pero esta corriente innovadora también ha arraigado en el mundo de la política; incluso se dice que los aspirantes empiezan de ministro para probar y aprender, pero de esto no hay pruebas, aunque sí más de una evidencia de la visones de estos señores.

Y ahora que alguien se atreva a decirme que esto es un disparate. Porque si pensamos un poquito y comparamos circunstancias, en el mundo de los toros esa es la fórmula de empezar a funcionar en esto, vamos por lo gordo y luego a por lo demás; y me explico, pocos son los que se echan las manos a la cabeza al ver como a unos chavales muy poco rodados  son acartelados en la plaza de Madrid, con el único propósito del “a ver si hay suerte”. Lo mismo novilleros, que matadores de toros. Eso sí, luego nos lamentamos y nos compadecemos de esos pobrecitos que tienen que ponerse delante de unos pavos de cuidado, que no siempre tienen buenas intenciones, ni son la Pelos en el Barrio Gótico.

Los argumentos son concluyentes, es un crimen echar ese ganado a unos chicos que están empezando y que apenas han toreado un par de veces con caballos; o que no hay derecho que a matadores con uno o dos paseíllos, en el mejor de los casos, tienen que pechar con unos perlas encastados y con una lámina para rilarse por las calicatras. Pocas afirmaciones podrán estar cargadas de tanta razón, pero, y aquí viene la segunda parte de la parte contratante, ¿qué pinta tanta visones en Madrid, en la palaza de Las Ventas? Quizás esa condescendencia se podía tener en las becerradas sin caballos, en las que a los actuantes se les supone tener múltiples carencias y alguna que otra virtud, de esas que no se aprenden. Y como decían los viejos aficionados, se veían en la obligación de enseñar e ir formando al aspirante a matador de toros. Pero de ahí para arriba, el que se pase por Madrid se supone que tiene que acreditar un cierto bagaje y haber demostrado méritos suficientes para ocupar uno de los tres puestos en primera línea tras los alguacilillos.

Vale que esto está montado con los pies y boca abajo, empezando la casa por el tejado y que haya pasado a ser algo habitual, pero lo que no puede ser es aceptado, porque no es aceptable, ni lógico. Baste con pensar en otros campos y en otras actividades para darse cuenta del grado de insensatez que hay en todo esto. Y las figuras, esas que siempre miran para adentro, esos que parece que viven ajenos a todo lo que no sea su bolsillo y su comodidad, en un arranque de humanidad y compañerismo se lanzan a la piscina cuando no tiene agua y claro, el trompazo es tremendo; y mientras se levantan tambaleándose y sacudiéndose la ropa, hacen como si nada hubiera pasado y como si antes del salto ya supieran que iban a chapotear contra los azulejos del fondo. Si es que se meten en unos charcos, con perdón.

¿Y qué piensa unos cuando El Juli saca la cara por los novilleros poco rodados? Qué hay gato encerrado, que de alguna forma se está cubriendo las espaldas y puede que hasta se le conceda algo de razón. Pero claro, como además de tener el don de la oportunidad, también cuentan con la desaprobación de los dioses taurinos, el domingo siguiente salen unos novillitos de juguete, pero con un puntito de casta suficiente para descolocar a una legión de aspirantes a figuras del toreo. ¿En qué quedamos entonces? ¿El problema es el tamaño, las intenciones del toro o la falta de pericia y conocimientos de la torería de hoy? Pues hombre, con un poco de lo último, igual lo otro, ese volumen aterrador y esas dificultades para darle pases al negrillo, no se verían como si fuera un monstruo de siete cabezas.

Uno contempla domingo tras domingo como los que quieren ser figuras no saben llevar el toro al caballo, lo que les supone un esfuerzo extremo y sin conseguir el fin deseado. ¿Cómo no se les va a hacer cuesta arriba, si algo tan básico como fijar al toro es un imposible? No lo fijan, se hace el amo del ruedo, no miden el castigo en el caballo, pidiendo el cambio de tercio mecánicamente al segundo encuentro, haya sido picado poco, mucho o nada, no tienen en cuenta los terrenos y actúan como autómatas, sin pararse a echar cuentas de las condiciones del animal, vamos que aquello de la lidia es un concepto utópico, más propio de la mitología taúrica, que del cotidiano discurrir de la corrida. Lo de la colocación sería de risa, si no fuera por el peligro que esto provoca. Con el toro en el peto, lo mismo se colocan a la grupa del caballo, que a dos metros del estribo derecho, que a ocho y ante las voces que atruenan con el “a tu sitioooo”, los mocetones rodeados del paisanaje parecen interrogar con la mirada para ver si alguien les sopla cuál es el sitio ese. Tres cuartos de lo mismo ocurre en el segundo tercio, sin pararse a pensar en que los de los palos pueden necesitar auxilio antes y después de entrar a clavar y que aquello no es una simple pose para la foto, ni una pantomima ¿o sí?

Con estos mimbres no resulta difícil echar cuentas de los toros que se marchan al desolladero sin haber recibido ni un pase, ni un lance en el que hayan sentido el dominio de un capote o muleta que les hayan obligado solo un poquito. Y luego nos dicen que ahora se torea mejor que nunca. ¡Ay! Señor, señor, a cualquier cosa llaman torear. Pero que no cunda el pánico y que nadie se crea que una figura va a enarbolar la bandera de la verdad, la autenticidad y el toreo eterno, mientras con un pecho fuera guía a los taurinos ciegos por el destello que esto produce en los ojos de los pecadores. Sería mucho esperar de quien nadie ofrece a favor de la fiesta. Seguirán bramando por los tamaños tan exagerados de los animales con aquella coartada tan recurrente de que los toros grandes no valen, aquello del sacarlos fuera de tipo, lo de los kilos, lo de caber en la muleta y no sé cuántas… ocurrencias más. Atacarán a todo lo que no se corresponda con el borreguillo corretón tan necesario para enaltecer el toreo de zanahoria, el de la Tauromaquia 2.0. Y mientras todavía habrá algún insensato que pretenderá correr en Monza con la “L” colgada del alerón trasero.

viernes, 24 de agosto de 2012

Señores taurinos, ¿de qué lado están?

El volapié o vuela pies, la diferencia entre ser artista o matarife



El decir que la Fiesta de los toros está siendo atacada por varios, demasiados, frentes, es una obviedad que a nadie le pasa desapercibida. Cataluña, San Sebastián, Ecuador, Galicia, los bien organizados y disciplinados grupos antitaurinos, las opiniones que regularmente salpican los medios de comunicación, el olvido de estos mismos que solo se hacen eco de desgracias y sucesos rocambolescos, y tantos y tantos ejemplos que nos dicen que esto puede encontrar su fin muy a corto plazo. Que no creo que sea la absoluta desaparición de las corridas de toros, no, para eso igual queda mucho, pero no nos engañemos, esos restos más testimoniales que otra cosa, no supone la permanencia de la Fiesta de los toros. Para esto es necesaria una vitalidad y una pujanza que ya no tiene, la Fiesta se nos ha ido por el desagüe mientras discutíamos como taponarlo, uy no se nos ocurrió otra cosa que poner las manos, sin caer en la cuenta que un simple picor de nariz era el final de una bella historia.

Un panorama lleno de penumbras y sombras esperpénticas, de murmullos de muerte y de risas cadavéricas, pero… ante todo esto ¿qué hacen los taurinos? Pues aparte de nada, el ridículo; no se sabe muy bien si es mejor que actúen o que se queden donde están, porque a veces más parecen actuar como colaboracionistas del movimiento abolicionista. Incluso se podría decir que caminan por el camino que estos le marcan, como cabestros que se dejan llevar dócilmente por la manga que les conduce al encierro. Resulta que deciden que hay que humanizar la fiesta y se ponen manos a la obra para modificar los fundamentos que durante siglos han sustentado todo esto. Ahora resulta que hay toreros que se atreven a afirmar que no les gusta ver sufrir a un animal, admitiendo que el toro sufre durante la lidia, otros utilizan el argumento de adaptarse a los gustos del momento, suponiendo que esos gustos coinciden con esa “disneylanización” en el trato con los animales.

Los taurinos han ido avanzando pasos hacia ninguna parte, sin un rumbo definido hacia la verdadera salvaguarda de la Fiesta de los toros, todos más de cara a la galería, que con un contenido real que ayude a fortalecerla y potenciarla. La pataleta que se pillaron con lo de Cultura, como si aquello fuera a ser el no va más, lo que los políticos han sacado pecho con las declaraciones a favor de la Tauromaquia, que si Bien de Interés Cultural, Patrimonio Inmaterial, luego las reivindicaciones de los derechos de imagen con argumentos muy retorcidos, que si los ganaderos se plantaban, que se unían unos chiquitos y formaban sucesivos grupos que empezaban por “G”, pero ¿y al final? Pues al final uno se da cuenta de que no han hecho absolutamente nada, pero nada de provecho. Cada uno mira por sus cosas y le importa un pito lo que le pase al vecino, al colectivo o a la Fiesta.

Se han pedido ayudas económicas que solo sirven para mantener el negocio de unos señores que no quieren dejar de ser unos privilegiados, el Juli ha tomado la decisión de invitar a los toros a los jóvenes, como si eso fuera todo, sin pararse a pensar ni por un segundo si lo que ofrece interesa a alguien que los que se aprovechan de mantener esta indignidad, Talavante parece que tiene intención de apoyar esa medida, si hacemos caso de lo que dice en Twitter, para ganarse el aplauso de los públicos y con menos sentido autocrítico que el de su compañero. Y es que una cosa es predicar y otra dar trigo. Les tienen viviendo enana burbuja de elogios, para que aguante la trata de borregas moribundas y descastadas, para ver hasta donde da lo de las teles y si los ayuntamientos deciden volver a dar festejos, con el resultado artístico y económico que sea, porque eso es lo que menos importa. Señores taurinos están escribiendo su gloriosa historia del toreo con un soplete, sobre una barra de hielo. Y tan ciegos quieren estar, y tan ridículos, que además se sienten orgullosos de cómo les está quedando su obra de arte.

Viven establecidos en la queja, en limosnear, sin asumir ninguna responsabilidad, como niños caprichosos y malcriados, que es lo que son. Se hacen las víctimas ante los antitaurinos y se echan las manos a la cabeza de lo perversos que pueden llegar a ser,  porque quieren acabar con la libertad de la gente para ir a la plaza, quieren mandar a otros muchos que viven del toro a las listas del paro y por si fuera poco, pretender acabar con una tradición de siglos ¡Miau! A otro perro con ese hueso. Eso les trae al fresco o como diría un castizo, se la bufa, se la sopla, se la trae al fresco, se la pela, se la trae floja o tantas expresiones que significan lo mismo, que esa no es su guerra.

Las figuras, los empresarios, los ganaderos y empresarios fashion, la prensa palmera y los aficionados que esperan que algo les caiga, parece que están viendo cuánto aguanta este chollo que tienen y una vez que se agote el pozo, pues eso mari…n el ulti. Si hasta ellos debe extrañarse de que todavía puedan seguir chupando del grifo, aunque con tanta demanda, no sé si su idea es la ser los primeros en llevarse la tajada más grande y el que venga detrás…, que hubiera espabilado. Van con tanta prisa que hasta han adelantado por la derecha a los grupos antitaurinos en la demolición de la fiesta. Ya se sabe, no peor cuña que la de la propia madera. Ellos con sus discursos mentecatos, mientras ustedes van dinamitando los pilares sobre los que se ha sustentado la Fiesta de los toros. Nos quitamos de en medio el pasado, ridiculizamos al toro de antaño, a los maestros que plasmaron su historia con letras de oro en el libro sagrado del toreo, a los que dejaron escritas aquellas hazañas, nada vale. Y todo aquello lo cambian por un sucedáneo mal logrado, a partir de la trampa, el fraude y la mentira; eso sí, que ha calado profundamente entre el público. Ya ni los colores de los ternos nos valen. Ya he llegado a escuchar el color “maquillaje”. ¿Y para cuando irán vestidos de desprecio y azabache?

Pero lo que son las cosas, la Fiesta será una historia inacabada sin continuidad, como si su camino acabara bruscamente, después de que la crecida del río de la vulgaridad se lo hubiera llevado por delante, sin dejar rastro de la dirección que llevaba, ni donde acababa; los pocos cascotes que aún queden solo serán la prueba fehaciente de que allí hubo algo. Mientras, sus nombres brillarán con letras de oro en los anales de los grupos antitaurinos, como los verdaderos ejecutores de los toros. Pero no saquen pecho, no, porque esos antitaurinos no les agradecerán que les hayan hecho el trabajo tan a conciencia, se burlarán de ustedes, les seguirán despreciando y no les ofrecerán el más mínimo reconocimiento. Así que si aún no se han puesto a pensar de qué lado están, olvídense durante un momento de su cartera, si es que pueden, y piensen si matan a la gallina de los huevos de oro, luego no habrá más, ni se la podrá resucitar. Es más, aunque no muera, si aprietan mucho, puede que hagan que no vuelva a poner jamás.

Al inicio de este escrito les hacía una pregunta ¿de qué lado están? Esperando que supieran contestarme, pero ahora sinceramente tengo serias dudas de que sepan hacerlo, porque me da la sensación de que el dinero, la avaricia, el desprecio y falta de afición a esto del toro les ha hecho perder el rumbo y ni ustedes saben dónde están. Pero tranquilos señores taurinos, que yo se lo digo, pero igual que se lo podría decir cualquier aficionado cabal, ustedes están enfrentados al toro, a la verdad, al aficionado y a la razón, que es lo único que puede salvarnos de la puntilla. Miren a su derecha e izquierda, que igual comparten mesa y mantel con los que vencieron en Cataluña, con los que aspiran a hacerlo en Galicia y con los que aseguran que lo harán en San Sebastián. Y no se equivoquen, pero yo sí pido la abolición, ¡Abolición de la Tauromaquia 2.0, ya!

lunes, 20 de agosto de 2012

400 entradas y ninguna salida




Uno que esperaba celebrar mi entrada número 400 con los fastos que merece el caso, con un corrida goyesca, con presentación del cartel a los medios de comunicación, con asistencia de las máximas figuras luciendo sus excéntricos ternos de calle que a veces llevan en el ruedo, luego en la plaza con todo el bullicio de los “importantes” de la fiesta, Carmen Lomana, Miguel Bosé, los políticos que tanto hacen por ella, Vittorio & Luchino, la de Alba, Carlos Herrera, vamos, el sustento de todo esto. Pero de esa idea, nada de nada.

Incluso se me pasó por la cabeza lo de intentar hacernos pasar todos por jovencitos y acudir a una de las plazas en las que actúe el Juli. Después solo nos queda lo de la merienda en un pan de dos metros de lardo, una bota de 50 litros con el logo de la peña santiaguesa de Tobarra y una camiseta verde puñeta para cada uno. Lo del pañuelito y sombrero de paja ya es opcional, como el cubata o cerveza, por si la bota no da para todos o cuando uno quiere pasar esa barrera que separa a los festivaleros de los claveleros. Ojo, que eso ya son palabras mayores.

También tuve la tentación de organizar algo que limpiara la imagen de los buenos aficionados, esos que reciben los dardos, tomatazos y hasta escupitajos, dependiendo del lanzador, de antitaurinos de taurinos, de palmeros de las figuras, de feligreses de la iglesia del padre Molés y demás pancistas que no perdonan su dosis de toros, una vez al año. Mira que resulta difícil convencer a todos estos señores que no somos tan malages como ellos nos ven. Que cada uno decida de quién es la autoría de cada una de estas ideas; unos están convencidos de que nos frotamos las manos viendo como se le clavan al toro pinchos y puyas, hasta convertirle en un monigote sangrante que nos provoca el delirio, la carcajada y el desenfreno orgiástico en los tendidos, mientras corre el alcohol y la pitanza, al tiempo que los asistentes dan suelta a sus más bajos instintos, sean del tipo que sean. ¡Mi madre! Eso no lo he visto yo ni en una película de Buñuel. Y uno sin enterarse, creyendo que ya era bastante lujo el llevar la almohadilla de casa y una botellita de agua fresca. Será que uno no es muy de ir de un lado a otro para ver toros y que en la plaza de Madrid somos unos sosos incorregibles.

Pero ojo, que por el contrario, también corre el rumor de que algunos aficionados, de los que muchos son habituales de Las Ventas, exigimos toros descomunales, fuera de toda razón, más próximos al uro primitivo, con un cruce del Minotauro, que a poco listo que ande el torero, acabará devorado por semejante criatura. Y no conformes con ello, nos pasamos la tarde, que digo la tarde, la vida entera, empujando y achuchando al pobre coletudo a ser engullido por este monstruo de las cavernas. Incluso, los que aún conservan su condición de sensibles seres humanos, cuando un torero es volteado y llevado a la enfermería, no paran de gritar a esos talibanes de corazón de piedra eso de: “¿Ya estaréis a gusto, no? Ya lo habéis conseguido”. Que mala entraña tiene que tener uno para desear que un toro empitone a nadie ¿no? Casi tan mala como los que piensan que esos deseos puedan caber en el corazón de otras personas. Y todo, porque unos quieren volver a ver aquello con lo que otrora se emocionaron y otros porque quieren saber que era eso que a esos raritos les impulsa a seguir yendo a la plaza a pesar de lo que ahora se ve los días de corrida.

Ya ven, me ponga como me ponga, no voy a ser capaz de agasajar a todos esos que tienen el vicio de pasarse por esta Grada del 6. Aunque si hacemos caso de lo que dicen esas malas lenguas, taurinos y locutores de la tele incluidos, me parece que no se merecen muchos homenajes. Que estoy por inflingirles el más duro castigo que una mente cruel y retorcida pueda imaginar. No sé ¿Una semana seguida viendo a los geses sin parar con toda la camada de Cuvillitos, Zalduendillos o Garcichicos? Mañana, tarde y noche. Solo pensarlo hace que me salga esa carcajada cavernosa de las películas de terror, cuando se ríe el malo. Pero quizás es demasiada crueldad la mía. Pido perdón; no solo no les ofrezco la celebración que merecen, sino que encima les castigo de esta forma. Ya me gustaría poder contarles tardes de gloria, como aquella de Juan Mora, como la de las verónicas de Morante o la de las cuatro orejas de José Tomás. Seguro que ahí sí que disfrutábamos.

Siento no poder estar a la altura de los visitantes, de esos que lo mismo quieren curar aquí su demencia, viniendo desde México, otros tienen la santa paciencia de ver lo que pasa en la plaza y luego leerme, otros por la tele desde toda España, los hay que incluso se pegaron una buena tunda de kilómetros para acompañarme en Linares, los amigos de siempre de la grada que hasta leen lo que escribes, como si no fuera bastante soportarte dos horas cada día. Los que te visitan en tu localidad, los que viajan desde sitios como Sevilla, Logroño o Estremera. Cuanta gente, maestros que saben de verdad de que va esto, familias a las que no puedes agradecer todo el cariño que te dan. Todo esto es lo mejor que he sacado de este Toros Grada Seis. Aficionadas ejemplares que luchan contra la adversidad de la incomprensión, los que viajan en Tartanillas, los que les acompañan, los del otro lado del mundo, del otro lado del Atlántico, de la grada del 7, del 8, de los tendidos y andanadas, desde la Malagueta, la plaza de Pignatelli, el Bocho, Iruña, el Mediterraneo, los artistas, el maestro de Pontevedra, del Cabaco, de toda la Andalucía taurina, la Rioja, Aragón, Portugal, Castilla y hasta de Madrid. Por el blog he conocido verdaderos sabios del toreo, he hecho amigos, muy buenos amigos, he disfrutado con las opiniones de los demás, con sus respuestas, he sentido su respeto, su cariño. Me han mantenido vivo en momentos muy malos, he podido compartir también las alegrías y hasta me han regalado sus críticas para hacerme más fuerte, menos soberbio y engreído y para darme cuenta que de esto, del toro, no sabe nadie y servidor menos que nadie.

Pues nada, damas y caballeros, ya que lo del homenaje no parece estar a mi alcance, me tendré que conformar con el agradecimiento, aunque si veo la más mínima posibilidad de hacer algo grande, no duden que les avisaré. Igual no le importa a la Comunidad de Madrid cederme las Ventas para organizar un evento lúdico taurino; para que se hagan a la idea, algo parecido a la Beneficencia o la corrida de la Prensa. Ya les avisaría yo en caso de que la cosa progrese. Habrá más entradas, espero que superen otras 400, aunque eso sí, de estas próximas 400 entradas, espero que al menos veamos una salida. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Los verdaderos sabios chapotean en la ignorancia


¿Nos iluminará la luz de los faroles?


¡Qué caros están los sabios! Nunca abundaron demasiado: hubo siete en Grecia; los de Salamanca decidían los destinos del reino en Castilla,  y otros eran los únicos con el privilegio divino de saber rectificar. La tauromaquia no iba a ser menos y también cuenta con sus propios sabios, aunque con todos sus conocimientos y lecturas, como único logro solo pueden decir que han alcanzado la ignorancia más absoluta.

Qué dura es la vida del aficionado a los toros y en especial la de sus escasos sabios. Se han pasado toda la vida viendo toros, ganaderías de todos los colores y pelajes, toreros de todos los estilos, estrellas rutilantes, fugaces, estrellas que han mantenido su luz por encima del tiempo; han aguantado modas, fenómenos pasajeros, fenómenos de cartón piedra, de todo y hasta comprobaron cómo el tiempo y el toro ponían a cada uno en su sitio; pero ahora, después de todo eso, se dan cuenta de que son unos ilustres ignorantes. Contemplan el panorama taurino con perplejidad y pensando que les traicionan sus ojos, que en realidad no están viendo lo que creen ver. Contemplan atónitos como unos señores que se hacen llamar artistas se dedican a caricaturizar el toreo, mientras escuchan las aclamaciones de los públicos de todos los rincones del reino. Como en otros días, esperan que sea el toro el juez que ponga las cosas en su sitio; los valientes en el ruedo, los artistas a su lado, los vulgares al tendido, los mentirosos a su casa y los correplazas al limbo. Pero ¡oh, sorpresa! Este toro no es capaz ni de ordenar sus instintos. Cuando busca la casta, no la encuentra, la fuerza no la conoce, el ímpetu y la fiereza la ha desterrado y solo se queda con una bobonería que algunos confunden con la nobleza. Pero ¿qué es esto? claman los sabios. Pero si en esta Fiesta en la que el toro era el protagonista, ahora es solo un mero acompañante del torero, si casi se ha convertido en atrezzo, en un elemento puramente decorativo. Los públicos tampoco reclaman ese orden natural de la Fiesta de los toros, esa jerarquía, esa escala de valores en la que en la cúspide siempre figuraba el toro.

Imagínense a estos sabios sentados en las duras piedras de los tendidos, tomando notas, casi sin saber de qué, intentando poder establecer las oportunas comparaciones entre el toreo clásico y el toro, con esto de ahora, el bailecito y el monigote. O esos aficionados que aprendieron las cuatro letras del toreo de la mano de sus mayores y que a partir de ahí fueron escribiendo con rectitud las líneas del libro de su afición; viajaban a Sevilla, se enamoraban de su plaza, recorrían kilómetros y kilómetros para respirar el aire del campo bravo, iban a las casas de sus ídolos a rendirle respeto, cuando no, se postraban delante de la televisión para recibir el jubileo del toro, tarde tras tarde. Y ahora gritan con profunda convicción para que todo el mundo lo sepa, que renuncia a la fiesta, su apostasía de aquello que les dio la vida. Ya nunca más, se acabó. Y ¿por qué se acabó? Porque esto no tiene ya nada que ver con lo que ellos conocieron; lo llaman igual pero solo para confundir al público y hacerles pasar por taquilla, aunque luego se vayan a sentir engañados y cuando se vean tan profundamente defraudados abjuren de su fe. No hay fe de la que abjurar. Ellos hablan de una cosa y los otros se limitan, en el mejor de los casos, a aplicar una terminología mil veces oída y ninguna comprendida, aunque en nada se ajuste el referente primigenio descrito por las palabras, a ese esperpéntico e insustancial espectáculos.

No es que se haya modificado la escala de valores de la tauromaquia, la han dinamitado, haciendo desaparecer toda la rica y expresiva ornamentación que la convertía en una de las artes más pasionales y apasionadas, para sustituirla por planchas de metacrilato desdibujado, que ya vienen arañadas de origen. Dicen que esto es mucho más práctico que lo de siempre; tengo mis dudas, pero vamos a dejarnos convencer, pero ¿para qué nos vale eso? También podríamos coger las Meninas, hacemos una copia exacta fotográficamente y punto, si el original se deteriora, pues que se deteriore, ¿no tenemos una foto magnífica? Lo que no entienden es que cuidando el original, limpiándolo, contemplándolo, queriendo saber el por qué y conociendo el cómo, se sabe mucho más de él, de su autor, de su tiempo, del momento, de los materiales, de lo que aguanta y como soporta el paso del tiempo, de tantas cosas que una copia ignora. ¿Cómo se sentirá un estudioso del arte ante esa copia exacta de las Meninas? Como un verdadero ignorante, porque no puede ver nada que no vean el resto de los mortales. Él siente que eso no va con él, si acaso con un estudioso del arte de la fotografía, pero no de la pintura. “Pero oiga, ¿qué dice? Si es la misma obra. No, no es lo mismo, aunque lo parezca. Una nace de la mano y la cabeza de un genio en el dibujo, en la proporción, la profundidad, el comportamiento del color, de los tintes, de los soportes, de la mitología y hasta del carácter de un rey que le encargó la obra. Lo otro…

Entonces, ¿qué podemos esperar de los sabios del toreo? ¿Qué de repente dejen de serlo y se conviertan en sabios de las fotocopias de mala calidad? Porque es que además no es que esta Tauromaquia 2.0 sea una magnífica copia del original, es que además es una fotocopia de aquella en que lo blanco era blanco, el gris clarito blanco también y el resto salía negro, negro oscuro, negro negro, sin matiz alguno. Se ponen a buscar el toro y ven una mancha negra, se detienen en el torero y es una prolongación de lo anterior. Entonces no es que se sientan unos profundos ignorantes, es que lo son, se les pone cara de ello y hasta lo reconocen abiertamente. Eso sí, siempre habrá una mente privilegiada que no sabe lo que eran las Meninas, n Velázquez, ni el que lo fundó y se burlan de nuestros sabios. Entonces sí que queda claro quién es el ignorante. Desprecian aquel remoto referente pintado sobre un lienzo y valoran cono esa borrosa fotocopia puede reinventarse una y mil veces, siendo siempre igual la primera a la número mil. Y si el marco es mayor o menos, el defecto está en el marco. A mí esto no es que me parezca absurdo, es que no me parece que pueda pasar jamás, pero… pero está pasando cada tarde en la que se dice que va a haber una corrida de toros o novillos.

Señores sabios, no le den más vueltas a las cosas, a ver si se caen de una vez del burro; su mayor error, igual que el de otros muchos, Es querer pensar que esto que vivimos es la Fiesta de los Toros. No, y seguro que me van a entender, por algo son ustedes los sabios, aunque me sienta avergonzado de dirigirme a ustedes de este modo. Será su afición, el recuerdo de días pasados o el no resignarse a que algo tan querido desparezca, pero como si fuera un primer amor, van buscando a esa compañera que tan feliz les hizo en los rostros de todas las chicas jóvenes que pasan a su lado. Eso ya no es posible. Buscan el toro y no lo encuentran, buscan el arte y no lo ven y claman por el valor, la emoción y el desgarro, que desapareció sin dejar rastro. Y además tienen que aguantar que les llamen de todo, porque no saben ver todo aquello en esto que no se parece en nada a una Fiesta que un día fue grande. Ustedes que iban a los toros y que camino de la plaza se tiraron por la primera calle a la derecha y resulta que era por la segunda. Lo que vino después ya lo saben, se metieron en una corrida de toreadores y no en una de toros. Y dejen de buscar el toro, dejen de querer encontrar una explicación a todo aquello; no la encontrarán, ¿saben por qué? Porque en esto chocolate sin chocolate, ustedes, los verdaderos sabios chapotean en la ignorancia. Y que sea por mucho tiempo.

viernes, 10 de agosto de 2012

Con semejante descaro




Había una vez un Concha y Sierra... ¿lo seguirá habiendo?


¡Señor, señor! Qué malo es el verano, uno no tiene nada que hacer, y si lo tiene, pues se lo evita con esa tan excusa tan definitiva “es que con esta caló”. Pues eso, si es que es tanta la galbana, que ni ganas de echar la siesta te dan de lo que aplasta la pereza. ¿Vamos al parque a pasear? ¡Puff! ¿Ahora? ¿Y si lo dejamos para octubre? Uno desconecta todos los sentidos que puede, que no le son necesarios para respirar, pero claro, lo que no es posible es desenchufarse por completo. Si es que el ser humano no es perfecto y el hombre menos que nadie y si ya hablamos de servidor, pues para qué hablar. Uno se concentra y pone todo su empeño y espíritu de superación para no mover nada, nada, nada, que pueda hacer notar la sensación térmica con alta gradación, o sea, “la caló”, pero cuando más a gustito estás, entre dormido y aletargado, va alguien y te lo j… todo. Anda que no he hecho esfuerzos de no entrar al trapo de lo manifestado por don Julián, por los taurinos, por los ganaderos, revisteros y demás asalta plazas que la divinidad nos ha puesto en el camino.

Empieza el Juli y se queja del crimen que se comete con los novilleros en Madrid, chavales que están empezando y a los que se mete con unos novillos con más trapío que lo que en otras partes se echa como toro, especialmente si por medio están las figuras. Será que el madrileño también se avergüenza de las comparaciones y en lugar de pedir él el toro, se queda con el novillo y a los chavalines que les pongan el becerrote. No sé si esto es bueno o malo; puede ser bueno si pensamos que los hay que todavía tienen conciencia, que no es algo que tenga todo el mundo, yo mismo la perdí y no se dónde me la dejé, o malo, si nos quedamos con que el mal y el fraude acaban imponiéndose.

Luego aparece uno de los Chopera y dice que hay que reunirse y ponerse manos a la obra para rebajar los beneficios de la Fiesta. O sea, lo mismo que decir que se les pagará menos a toreros, ganaderos y demás personal que viva del toro, para que los empresarios puedan quedarse con lo que no pagan a estos, con lo que les rebajan las administraciones en cuestión de cánones, con lo que suben las entradas a los panolis que seguimos yendo a la plaza pasándonos por taquilla y con lo que se llaman atípicos, que son los típicos ingresos que vienen de la tele, los bares y puede que hasta de un porcentaje de lo que se les deja a las señoras que mantienen limpios los baños de señoras. Pues nada don Chopera, a mandar.

Será cosa de familia eso de las declaraciones solemnes sin sonrojo. Hace meses, allá cuando se estaban jugando a la pocha el destino de la plaza de Madrid, cuando salió don Choperita y dijo aquello de que se iban a celebrar varios festejos con ganado de diferentes encastes. ¡Bueno, bueno, bueno! Como para no ilusionarse. Por fin tendríamos la oportunidad de volver a ver esos fósiles vivientes de la tauromaquia. Lo que no quiere decir que con ellos también se nos apareciera el toreo de siempre, que como mucho lo podemos ver en sueños o después de un buen atracón de calimocho. Los meses fueron pasando, se anunciaron corridas de toros, de novillos, de borregos, borregos desmochados, mulos descastados y nada, Domecq, Ñúñez, Núñez, Domecq, Domecq, Domecq, Domecq, Domecq, Victorino, Domecq, Domecq, Domecq, Domecq, las toristas clásicas de Madrid y más Domecq, Domecq, Domecq. Y ahora se nos descuelgan con que viene una novillada de Concha y Sierra. ¡Yuuujuuu! Ha sido leer la noticia y al aficionado ya le hacen los ojos chiribitas, y no es para menos, ustedes me dirán. Pero uno no se fía de este gesto de buena voluntad ya acercamiento de Taurodelta, auspiciado en sus actos por la CAM, y me da por pensar que o hay gato encerrado o que el Don Simón anda que vuela por las oficinas de Las Ventas. ¿Por qué no echan un cuarto a espadas con convencimiento y se comprometen a anunciar este año y el que viene una novillada de este hierro y de otros tantos en parecidas circunstancias? Algunos pensarán que por qué. Pues yo lo veo muy claro; el aficionado pertinaz, esa mosca testicular que no para de dar la barrila ni los domingos de julio, esos que van a la plaza haya lo que haya, los toristas talibanes esos, para entendernos, que si quieren Coquillas, que si Buendías, Patas Blancas, Saltillos, Veraguas, los pupilos de Moreno Silva; ya saben, esos hierros que no tienen toreabilidad, los imposibles esos que nos gustan a los faltos de sentido taurino. Pues a lo que iba, ahora nos querrán tapar la boca con este anuncio y si la corrida no es el paradigma de bobonería y docilidad, ya pueden los ganaderos ir pensando en afilar la puntilla. Y luego que si nos empeñamos en un imposible, que si no tiene sentido el mantener estos restos de un pasado idealizado y falseado por muchos de nosotros, que por otra parte parece que padecemos una pertinaz ceguera que no nos permite ver la maravilla del presente, esa reinvención del espectáculo, apto para todos los públicos, excepto para esos que quiere llegar a ser aficionados de los de siempre. Así, si al menos el compromiso llegara al año próximo, al menos podría caber la posibilidad de volverlos a ver y comprobar si ha habido mejoría o no, o si el primer año no lucieron por incapacidad de los lidiadores, que entre otras muchas cosas, será lo que ocurra.

Y así seguimos, teniendo que tragarnos estos sapos que nos sueltan a la cara nuestros taurinos que Dios nos guarde, esos que se tapan entre ellos, que se quieren como hermanos, como hijos y padres, pero que cuando encuentran un punto de divergencia se tiran unas dentelladas al cuello como si fueran alimañas peleando por la carroña. Tan pulcritos ellos con sus americanas de sport y sus camisas de marca sin corbata, con sus trajes cruzados, sus zapatos italianos y sus mocasines para ir arreglados, pero informales; auténticos brazos de mar de las dehesas del interior y de las marismas, pero ¡ojo! que no les toquen el bolsillo y para ensanchar la boca. Pero si la cosa entre las familias está en paz, entonces hay que prepararse para escucharles soltar las mayores barbaridades del mundo, pero arrimando el ascua a su sardina… con un descaro. Y aquí termino, que con las pocas ganas que tengo, que no tengo ganas ni de acostarme, voy a seguir con mi siesta que empiezo a las dos de la tarde, hasta las once, porque luego me voy a acostar, eso sí, sin madrugar. Que descansen.

lunes, 6 de agosto de 2012

De la Fiesta al show, o viceversa




Uno no acaba de dar crédito al rumbo que desde hace tiempo ha tomado este tinglado, que uno ya no sabe si denominar Fiesta, espectáculo, show o hasta show Business, para que vean que uno es moderno; pero lo que sí tengo claro, es que esto no es el rito que muchos concebíamos al hablar del toreo. Aquello de la Fiesta de los toros era algo serio, muy serio, en ocasiones una ceremonia monacal, preñada de la pasión, la tensión y la audacia que provocaba el peligro que nacía de la presencia del toro; y después de todo esto, el final podía ser el júbilo, la alegría desbordante y la admiración al ídolo triunfador, el torero.

Se llegaba a la plaza con el respeto a toro y torero, con la admiración al toro y el deseo de proyectarlo al torero al final del festejo. Ahora se nos exige ese respeto y esa admiración al torero, sin espacio a la crítica, que se vuelca sistemáticamente en el toro, pues aparte de ser un ser irracional, no tiene un ganadero con orgullo que se atreva a descubrir las carencias del coletudo. Solo se admite alabar al toro cuando se presta a la pantomima y a las carencias del torero. Y si se nos cuela un medio encastadito se le cuelga el cartel de inservible o imposible. Los otros los encastados, los más parecidos al toro de siempre, directamente se les marca con el sello de duro, imposible, sin “toreabilidad” y esas bobadas que se han inventado para desacreditar al toro.

Si uno se acerca a la plaza antes de una corrida de postín, podremos comprobar la locura que provocan los toreros de moda, una mezcla de delirio sensual, con la carrera por cobrar la pieza de hacerse una foto con el ídolo. Casi es como si antes del paseíllo ya se le empezara a sacar a hombros. Lo del ruedo ya importa bastante menos, ya habrá quien de argumentos para validar cualquier ejercicio atlético o de contorsionismo extremo. Y el toro, ¿el toro? eso importa un bledo, si parece un toro, como si parece el hombre mosca con cuernos. Resulta chocante escuchar a aquellos que echan a otros en cara eso de llevar un pañuelo verde, como signo irrefutable de su predisposición a la protesta, pero hombre, que se miren ellos antes un poquito, que da la impresión de que ya van preparados con una faja lumbar y un almohadón para el cuello, para que el maestro haga cómodo el trayecto triunfal hasta más allá de la Puerta Grande. ¿O es que el ir pertrechado de gallinas, gigantescos ramos de flores, puros descomunales o panes de dos metros, no es ir ya predispuesto al triunfo a poco que las cosas se den medianamente?

El show se aderezará con gestos irrelevantes, falsos y para que el público se percate de ello. Empiezan a hacer estiramientos como si el apoderado sentado en el banquillo le dijera aquello de “chico calienta”. Eso ya empieza a caldear el ambiente, luego vendrá o no, eso de sacudir el capote pata quitarle el polvo, y en el mejor de los casos, la culminación del show con unas chicuelitas. Que nadie se moleste en medir las distancias entre toro y torero, ni los metros que traza el coletudo apartándose del viaje del toro una y otra vez. Igual que en los musicales hay un número que da descanso a las vedettes, en esta representación ocurre lo mismo cuando sacan un caballo con faldas y los ojos tapados. Luego empieza el número final, seis por tarde, en el que cada quien interpreta su ejercicio mímico bufo, tantas veces repetido y en el que se estudia cuando volverse al tendido con cara de tenso enfado, con una sonrisa o impávido, como si no le quedaran fuerzas ni para mandar en los músculos de su rostro. Aquí acompañamos el movimiento que simula un pase con un largo y sonoro “Eeeeeeeeeh” o ese “Vámonos” que tanto anima, pero del que no se puede abusar, no vaya a ser que el respetable obedezca cuan dócil borreguito y se vayan de la plaza.

En este show caricaturesco hay que tener en cuenta un elemento que en otras plazas, aparte la de Madrid, es protagonista y objeto de discordia según su aplicación, la música. Uno la verdad es que no se maneja ni bien, ni mal en esto de cuando debe actuar la banda, no se maneja, pero oyendo las trifulcas de Sevilla y otros cosos, no debe ser cosa menor. Pero mientras, el ejercicio gimnástico del coletudo prosigue a los gritos de “biejnnnn”, que no del anticuado ¡olé! que ha quedado solo para algunos nostálgicos sin remedio. En los Juegos Olímpicos, los gimnastas cierran el ejercicio con un espectacular volatín, clavando los pies en la colchoneta y extendiendo los brazos. En la plaza clavan la espada allá donde les venga bien y el maestro extiende histéricamente los brazos mientras nos regala un encadenado de volatines.

Luego las orejas, que se piden agitando un pañuelo blanco y gritando, gritando mucho, lo que tampoco me parece muy bien, porque parece que juegan sobre seguro, piden la oreja y la protestan al mismo tiempo. Igual por eso hay presidentes que no la conceden, porque a poco pesimistas que vayan a la plaza, puede más en ellos la protesta que la aclamación. Aunque en esto de las peticiones, como podrán comprobar, tampoco estoy muy ducho. Igual que lo de las salidas en hombros o a cuestas, en las que es imprescindible para todo buen aficionado que se precie, irle arrancando el traje de luces al triunfador. Que no tiene importancia si la gloria es en Madrid o Sevilla, pero ¿se imaginan lo que supone que a un maestro le destrocen el vestido de torear en Brazuelos de Yeltes?

Pero que nadie le venga a estos señores amantes el show deportivo taurino con esas tonterías de que la petición de trofeos será de exclusiva competencia del Presidente, que tendrá en cuenta la petición del público, las condiciones de la res, la buena dirección de la lidia en todos los tercios, la faena realizada tanto con el capote como con la muleta y, fundamentalmente, la estocada; que en los indultos el toro merece tal premio por su trapío y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia, sin excepción? y además, una vez concedido el indulto, se simulará la suerte con una banderilla y no con una colleja de coleguita enrollado en el morrillo; que los indultos son un mérito del toro y no del espada; que los pinchazos y desarmes no se aplauden; que el primer tercio no es el momento de levantarse y gritar: “¡Eeeeh, jefe! Dos cervezas y una Coca; que al aficionado le importan un pito las declaraciones y reivindicaciones de ANOET, ASM, SMS, ABC, UHF, VHF, FM, FIAT, OPEL o EXIT; y por último, ¿cuándo aprenderemos que eso de no poder entrar o salir durante la lidia de cada toro, es para todo el mundo, incluido tú y tu novia o tú y tu colega, o tu colega y tu novia? Quizás sean unos finos matices los que diferencian la Fiesta del show, pero sería bueno que alguien nos lo aclarara, para que al menos tuviéramos la certeza de no acudir a un show y si a emocionarnos con eso que se viene llamado la Fiesta Brava.

jueves, 2 de agosto de 2012

Andrés Vázquez es viejo y torero


El ayudado por alto, aquella forma clásica de empezar las faenas de muleta


¿Qué se creerá este tío? Cumple 80 años y no se le ocurre otra cosa que encerrarse con un novillo más que respetable, en la plaza de Zamora. Así no se puede ir por la vida ¡oiga! Estas cosas no se hacen. Llevamos una eternidad queriendo que lo de ahora cuele como lo mejor de la historia de la tauromaquia, con eso de que se torea mejor que nunca, con el toro más grande que nunca, con lo de la técnica sublime que adornan a los que hoy en día visten la taleguilla y llega este octogenario, falto facultades, por supuesto, y se pone a derrochar torería a raudales. ¡Qué falta de respeto a la vulgaridad y al adocenamiento! No podemos consentir que el señor Vázquez, don Andrés, se permita el lujo de poner en ridículo a los que no llenan las plazas, a los que exigen como si lo merecieran y a los que insultan y desprecian a los que no les aplauden a rabiar, ni entienden su arte, por mucho que se esfuercen.

No voy a decir que la actuación de Andrés Vázquez fuera memorable, aunque, ¿por qué no? Si resulta que con sus limitaciones físicas, con el tiempo que hace que no torea en público va y se inventa unas verónicas sin enmendarse, muestra como se colocaban los toreros viejos y como con esa mismas carencias física sabe como adaptar su toreo a las circunstancias y hasta da algún pase estimable, pues entonces, que cada uno ponga el adjetivo que le apetezca a este viejo de Villalpando.

Lo fácil que habría sido hacer el ridículo en un día así, un compromiso que hace meses aireó por los medios de comunicación, es difícil aspiración de querer matar un toro al cumplir ocho décadas. La verdad es que a mí estas cosas me dan pánico, porque pienso en el torero y en que no necesita de estos gestos para ser reconocido como un torero importante, en una época complicada, con otro toro que no es la bobona al uso y con unos duros competidores. Pero ahora, qué nos quiten lo “bailao”. Este viejo que siempre se ha caracterizado por decir las cosas tal y como él las ve y las siente, que reparte cera para el que quiere alumbrarse, que dice cómo se hacen las cosas delante del toro, por si alguien quiere tomar nota y aplicarse el cuento. Un viejo que molesta y que como un Albaserrada encastado, se revuelve ante la injusticia y muestra nobleza y bravura, sin querer perjudicar a nadie de forma gratuita. Y para una ocasión que muchos pintaban calva para pedirle cuentas y exigirle silencio, va e ilustra sus palabras con hechos. Insisto, que se le notaban los años, pero es que este viejo, aparte de ser torero, don Andrés Vázquez, es un simple mortal. Si a esa edad no se le notan los tacos pasados, entonces habría que buscar en el ático de su casa a ver si se oculta un cuadro que envejece por él, o también podría ser que hubiera encontrado su Sangrila. Pero no hay nada de eso, él simplemente observa la vida desde Villalpando, el pueblo que también se encargó de situar en el mapa, con esa afición, esas vivencias y ese duro camino que tuvo que recorrer hasta hacerse torero y convertirse en torero de Madrid.

Ese viejo que peleó en los ruedos con el toro, que nunca le volvió la cara y al que le aplicó esa lidia seca y austera de la tauromaquia castellana, cuando los toreros todavía tenían personalidad. Los años quitan agilidad, reflejos, galanura si se quiere, pero lo de personalidad o se tiene o no se tiene. La misma que el otro día le empujó a recibir al novillo con un ayudado por alto, la misma que le permitió meter la mano para dejar la espada, la que en un momento de apuro le hacía dar uno de pecho sin alardes, con una quietud extrema. Ay el viejo este de los… pelos canos. Que ni eso ha perdido el condenado. Igual es por eso por lo que las envidias empujaron a algunos a intentar arruinar el festival, el homenaje y todo lo que oliera a Andrés Vázquez. O lo mismo es por lo molestas que pueden ser sus sentencias, especialmente en este mundo de trampas y mentiras, en que unos exigen ser llamados artistas sin merecerlo, otros se limitan a fotocopiar carteles y a contratar a los afines y otros crían unos animalejos vergonzosos a los que otros aclaman como si fueran toros.

Pues nada, don Andrés, siga usted así de viejo, y con muchos más años encima. Y que conste que he procurado evitar decir que parece viejo, lo que no es verdad, y me he limitado hacer dos afirmaciones perfectamente demostrables, que es viejo, motivo por el cual se celebró el festival en Zamora, y que es torero, lo que resulta aún más evidente que los años con los que el maestro carga a sus espaldas. Gracias por demostrarnos que eso que algunos pedimos y echamos de menos, no es una locura, ni un estado de locura transitoria que nos atrapa a los que queremos ver el toreo clásico, ese propio de los viejos y de los toreros de una vez.