martes, 28 de septiembre de 2021

Nos quieren dóciles, ciegos y mudos

 

La Plaza de Madrid que los mediocres quieren dócil, ciega y muda, ha dejado muy claro en muchas ocasiones que cuándo se entrega, lo hace como ninguna... pero solo con la verdad, nunca con la mentira.

Esta vez el señor Martín, don Victorino, no ha expresado sus deseos, ni sus ataques con una de sus gloriosas e incisivas cartas que no interesan a nadie, salvo a su grey. Esta vez, como era para hablar del que le paga sus juergas, del que paga para ver sus “productos”, no era preciso escribir nada, bastaba con vomitar bilis, con pegarse esa pataleta de niñato maleducado, caprichoso y al que sus papás, el aficionado, nunca le negó nada, le rio todas las gracias. Pues hasta esos consentidores parecen haberse hartado de esos cuentos que este señor lleva años contándonos. Pues igual ya ha sobrepasado más de una línea y a lo mejor eso de hablar de los Domecq de Victorino ya es aceptado hasta por las vacas que pastan en las Tiesas.

Que quizá no ha sido ahora cunado Victorino ha traspasado esas líneas, quizá las traspasó hace mucho, pero es ahora cuando no le da pudor alguno en hacerlo público. Que ahora resulta que está harto de la plaza de Madrid, que resulta que el aficionado que exige está acabando con esta plaza. Y como argumento de peso para respaldar esta opinión, nos viene con que él también es aficionado, que tiene no sé cuántos abonos y que lleva vistos más toros en este ruedo que el reloj de la plaza. Que yo no dudo, ni soy nadie para dudar, de su afición, sería un estúpido monumental, pero hay una cuestión importante que hay que tener muy en cuenta. El señor Martín, don Victorino, quiere estar al caldo y a las tajadas, quiere estar en dos bandos, los taurinos y los aficionados de la plaza de Madrid que se esfuerzan en defender su plaza contra quién sea. Pero el señor Martín, don Victorino, parece que quiere ser como esos jefes que pretenden serlo y además un empleado más, como los profesores que quieren ser claustro y alumnado, como los sargentos que quieren ser mando y tropa y eso… Eso no es posible. Y quizá podría haberlo intentado, pero sus hechos lo han delatado, no ahora, desde hace mucho tiempo. Si como ha manifestado, la plaza buena es la de Sevilla, con sus silencios, es que no ha entendido nunca ni a Madrid, ni a su afición. Y líbreme la providencia de pretender que Sevilla sea diferente de cómo es, faltaría más. Pero en esto, si a uno le gusta una u otra plaza más y se siente más identificado con ella, solo hay un camino, seguir los dictados del corazón.

Dice el señor Martín, don Victorino, que protestas sí, pero con respeto. A ver, no recuerdo ninguna protesta en la plaza de Madrid que no haya sido con respeto, pues este es uno de los sellos de esta afición. A veces una protesta dura, muy dura, pero siempre con respeto, quizá mucho más del que los taurinos le dedican. Pero claro, hay una cuestión que puede ser muy nuestra, muy del carácter ibérico y es que no soportamos una crítica y la mera crítica ya se considera una falta de respeto. ¡No hombre, no! Que no es agradable que nos digan que así no queremos los toros, que nos digan que has traído un encierro infame, que ese ganado al que tantos desvelos y dinero has dedicado es una farsa inválida, que incluso muchos de los que se visten de luces son unos tramposos, que los que montan los carteles parecen unos thrileros, pero falta de respeto, ninguna. Eso sí, como afirma el señor Martín, don Victorino, ellos querrían que esa afición callara y en consecuencia otorgara. Así nos quieren y esos son los únicos derechos que nos reconocen, el de pagar, callar y aplaudir, para que ellos, los señoritos del toro sigan viviendo a placer la demolición de la fiesta y por supuesto, la demolición de una plaza que la afición de Madrid siente como parte de su ser, como parte de su forma de entender no la fiesta, la vida misma.

Hay que ver, le creía muchísimo más inteligente, además de prudente, al señor Martín, don Victorino, que si cómo afirma lleva viendo toros en las Ventas desde que tenía diez años, le ha aprovechado muy poco para llegar a conocer la idiosincrasia de esta afición, una afición que fue mucho más dura y numerosa de lo que es en la actualidad. Debería saber que es una afición que se entrega sin reservas a quién solo lo intenta, porque si lo intenta, sabe esperar hasta que lo consiga. Eso sí, como huela un atisbo de que les quieren tomar el pelo o decir blanco, dónde es negro, ahí se revuelven como un Victorino, pero no de los de ahora, sino de aquellos que él mismo, el señor Martín, don Victorino, se ha esforzado en extinguir; y vaya si lo ha conseguido, que si no fuera así, igual no estábamos en estas de que no aguanta a la afición de Madrid y la afición de Madrid ya no le soporta ni un timo más. Pero que nadie se crea que esto es cosa solo de este señor, ni mucho menos, esto es algo tan extendido como la lava incandescente entre los taurinos. Es algo que llega a los que se visten de luces, aunque aún transiten por la novillería, entre los empresarios, los ganaderos del sistema, los voceros, los palmeros y todo aquel que pretende sacar un duro de este engendro que tanto se empeñan en mantener y es que, si no nos ha entrado en la cocorota, que nos entre de una vez, que esta gente, estos taurinos, nos quieren dóciles, ciegos y mudos.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros del 26 de septiembre de 2021:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-26-audios-mp3_rf_75964533_1.html

lunes, 27 de septiembre de 2021

Se da por clausurada la camada de este año o igual…


A veces hay que echar mano de recursos que nos ayuden a recordar cómo era aquello de Victorino, lo de Albaserrada y que su vástago se empeña en borrar con tanto empeño.

Si usted está pensando en celebrar un bautizo, una boda, una comunión, un cumpleaños, las bodas de oro o de plata con su pareja o simplemente organizar una merienda cena con sus amistades y quiere amenizarla con una corrida de Victorino, no desespere, porque malo ha de ser que no le queden seis ejemplares, seis, de lo que sea, para que usted tenga una celebración redonda. Tan redonda casi como caían al suelo los elegidos para la corrida de la feria de Otoño de Madrid. Y junto con la corrida, el ganadero le adjuntará una carta de su puño y letra, lo mismo alabando su buen gusto por comprarle la corrida, que censurándole como bautiza a sus mascotas, que afeándole el que saque la basura a la luz del día, como que haga proselitismo por un partido o por una asociación de vecinos. Y todo ello, avalado por la fundación que él preside, siempre y cuando no estén organizando un festejo por esas plazas de Dios.

Que igual Victorino está ahora más volcado en lo de ser empresario en la sombra o en lo de cultivar el género epistolar, pero lo de criar toros no creo que vaya a dejarlo de lado. Como para dejarlo, año de pandemia, muchos ganaderos mandando reses al matadero y él, más listo que nadie, lidia toda la camada al completo. Para que luego digan. Y para la feria de Otoño de Madrid tenía una corrida de seis toros, seis, que bueno, han salido como han salido. Flojones que a una mirada intensa se venían abajo. Eso sí, también hay que reconocerle que ha habido algunos, segundo, cuarto y sexto, a los que se les ha dado lo de los demás. Bien presentados, casi todos, si exceptuamos la cabra que se coló en tercer lugar, pero ya digo, justitos de fuerzas y alguno más propio de salir con andador, que de poder pelear durante una lidia. Eso sí, no seré yo quién le diga al señor Martín lo que tiene que traer a Madrid, porque como se rumorea que ha dicho en esa primera fila del tendido bajo, él puede traer lo que le salga de su santidad.

Domingo López Chaves se encontró con un primero que ya de salida no podía con su alma, que se derrumbaba con mirarlo y al que el salmantino intentó pasar de muleta dándole un poquito de distancia a cada muletazo, a ver si así… pero nada. Tenía que estar más pendiente de que no rodara, que de torearlo, con cuidado de no bajarle la mano ni un dedo, so pena de desplome, lo mismo por uno que por otro pitón. En cambio, al grandón que hacía cuarto sí que le dieron en el caballo, mientras solo peleaba con el pitón zurdo, para en el segundo encuentro ya tirar derrotes al peto. En la muleta a nada que se le exigía que caminara un pelín ya renqueaba de las patas, como amagando una sentadilla, mientras el espada más parecía estar dejando pasar el tiempo antes de tomar la espada.

A Alberto Lamelas algunos le esperábamos con cierta expectación, pero ya saben, a veces, el que espera, desespera. Y desesperante fue por momentos su actuación. Recibió a los dos a portagayola, que como declaración de intenciones está muy bien, pero todo con moderación, que lo poco gusta y dos portagayolas cansan. Aún así, recogió decorosamente a su primero, pero a partir de ahí fue todo un dejarlo a su aire. Le dieron en el caballo y el animal se limitó a dejarse sin más. Con la muleta, demasiado pico, demasiado fuera y echándose el toro más para afuera, que no tardó en entrar a los engaños con un desesperante paso mortecino, sin decir nada a nadie. Quizá el quinto fue el más potable de la corrida. En esa portagayola le llegó muy parado y a continuación fue un contener la respiración mientras Lamelas le capoteaba cómo podía, viéndose un pelín apurado. Le pusieron de largo en la primera vara y al notar el palo trasero, el de Victorino quería más irse, que pelear. A pesar de este feo gesto, daba la sensación de que se podía haber quedado un buen toro para la muleta; bien lidiado por Marcos Galán, quién en un momento descubrió lo que era el toro, poco para los adentros y mejor para los medios. El peón intentó cambiarle los terrenos en un momento, pero el toro solo hizo caso cuando el viaje iba hacia afuera. Había que aprovechar esa tendencia, citar cruzado y sin atosigarlo, pero el espada no optó por ello y su trasteo fue un ahogarlo, no mandarlo y hasta algún banderazo por entre medias, para acabar viendo marcharse la oportunidad detrás de las mulillas.

Fue un placer volver a ver de luces a Jesús Enrique Colombo, siempre lo es con todos los que se visten de toreros y quizá más con aquellos que conocieron de primera mano la extrema dureza de esa vocación, del tan alto tributo que a veces exige el toro. Pero una vez que están pisando la arena creo que hay que juzgarles con justicia, se lo merecen y no somos nadie para negarles este derecho. La actuación de Colombo ha seguido las líneas que siempre mostró, superficial, con capacidad física, pero con poco fondo, con escaso fundamento. No pudo de salida con el menos presentable del encierro, que aún con síntomas de flojedad obligó al venezolano a tener que darse la vuelta y perder terreno hacia los medios, no siendo capaz de sujetarlo. Ni se le picó, apenas un refilonazo, lo que no impidió que el espada ignorara tan flagrante falta de fuerza para someterlo a un tercio de banderillas pleno de carreras y de pares a toro pasado. Con la muleta, aún sin que el toro mostrara resuello para oponer resistencia, no paró un momento quietos los pies sobre la arena. Es más, hasta pareció en algún momento que se aperreaba con el inválido Victorino. En el sexto hubo la ilusión de contemplar un gran tercio de varas, pero quizá esta solo se ciñó al segundo encuentro del toro con el jinete, cuando este intentó torear con su cabalgadura, citando a distancia, con una arrancada alegre y un leve picotazo apenas señalado, lo que no borra el marronazo en el primer puyazo, caído quizá en exceso, tapando la salida, pero habías ganas de dar palmas. Otro tercio de banderillas a base de carreras y pares a toro pasadísimo y casi tirados con arco, muy horizontales. Trallazos para iniciar la faena y un exceso abuso del pico de la muleta, tanto que el animal se iba directamente al hueco entre la tela y el bulto. Se puso pesado y demasiado vulgar, sin poder en ningún momento con el animal, al que si acaso intentó torearle en línea y sin parar quieto un momento. Pero bueno, lo mejor se lo ha llevado el ganadero, que en estas en que nos encontramos, con pandemias, escasez de festejos y demás inconvenientes, puede decir todo feliz, contento y salvando los muebles, que se da por clausurada la camada de este año o igual…

Enlace Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros del:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-26-audios-mp3_rf_75964533_1.html


sábado, 25 de septiembre de 2021

Primero acabar los estudios y luego…

 

Las escuelas de toreo moderno estarán haciendo su agosto, pero las de toreo clásico deben estar criando telarañas.


Demasiado complicado tienen los jóvenes su porvenir como para andar perdiendo el tiempo por ahí. Que luego vienen los lamentos, que si colgué los libros por un no sé qué, que si perdí la matrícula de aquel curso. Primero los estudios y luego lo demás, que no podemos estar viviendo a costa de los papás eternamente, que hoy en día entre veedores, apoderados, cuadrillas, mozos, palmeros y cronistas afines, se dilapidan todos los ahorros de los padres, los ahorros de toda una vida. Que sí, que los padres de Manuel Diosleguarde, Isaac Fonseca y Manuel Perera tendrán mucha ilusión por ver a sus niños de matadores de toros, pero, ¡ojito! No perdamos la perspectiva. Y esa perspectiva la da el toro. En este caso los novillos de Fuente Ymbro, tres demasiado anovillados y tres que igual podían pasar por toros de alguna corrida televisada esa misma tarde en el canal de los toros. Que si hacemos caso de los revolcones habidos en la novillada, los seis eran seis marrajos con aviesas intenciones, pero… Calma, no nos precipitemos. Que ya veo a alguno empezar con eso de que con este ganado los chavales pierden la ilusión. No, hombre, que como pierdan la ilusión con esto, igual es que no tenían tanta ilusión. Que tampoco se crean que el público era el de una tarde de esas que no consienten una muleta atravesada, una pierna retrasada o un enganchón de nada. ¡Madre mía! Entre paisanos del salmantinos e impresionables por los revolcones, el público era una congregación de madres corriendo detrás de las criaturas para darles la merienda a bocaditos pequeños.

Manuel Diosleguarde, por muchos años, es un prototipo del toreo moderno, vulgar, adocenado, pesado, sin noción de la lidia, dando trapazos a diestro y siniestro, dispuesto a tirar de recursos chabacanos sin sonrojarse y con una legión de seguidores dispuestos a descoyuntarse el brazo pidiendo orejas con un entusiasmo desmedido, quizá empujado por el paisanaje, que se queda hibernando cuando les toca el turno a los de otros lugares del mundo. Venga trapazos y trapazos y más trapazos, echándose el animal para afuera y mostrándole solo el pico de la muleta, sin mando alguno, yendo detrás del novillo allá donde fuera él. En el cuarto, un novillo más serio que hubo quién aplaudió en el arrastre, quizá porque en el último tercio iba y venía sin más, pero olvidando su fea pelea en el caballo tirando derrotes al peto, pero que permitió al salmantino poner posturas flamencas y hasta en el tercer muletazo de algunas tandas por el derecho, desmallarse. Quizá la estocada fue la que impidió que el usía denegara el despojo que pidieron con ansia paisanos y no tan paisanos. Bueno, que la aproveche, pero que no le ciegue como a ese paisanaje que a veces queriendo hacer un bien, perhudican más que nada a los chavales.

Isaac Fonseca también debió notar la presencia de algunos compatriotas, pero estoy convencido de que no fue ese el motivo por el que en su primero se quedaba quieto como un poste, si bien es verdad que se le notaba su bisoñez cuando el toro se le venía encima y no tenía recursos ni para mandarle las embestidas, ni para aliviarse. Sufrió varios percances el mexicano, aunque hay que reconocerle su insistencia y ganas de agradar. Coladas, achuchones y el novillo que parecía que se iba a hacer el amo. Quizá, quién sabe, le habría venido un picotacito más en el caballo, el que montaba Jesús Vicente y al que hay que agradecer su empeño en hacer bien la suerte y los esfuerzos por no tapar la salida del Fuente Ymbro. En el cuarto estuvo Fonseca más que discreto. Inicio muleteril vistoso, variado, pero a continuación fue un continuo no acoplarse, trallazos destemplados, ahora te cito aquí, ahora te cambio para allá, tirones, enganchones, encimista, pero ninguna aportación que pudiera decir algo en el tendido.

Manuel Perera sí que tiene recursos, maneja todos los resortes efectictas de las plazas de carros, pero de toreo, entre poquito y menos. Sufrió un feo percance que le dejó visiblemente conmocionado. Volvió a la cara del toro y empezó a tirar de un toreo vulgarote, con mucho pico, echando al novillo para afuera, permitiendo que le tocara las telas en exceso. Una verdadera máquina de soltar trapazos y más trapazos hasta a una máquina de coser. En el sexto quiso mostrar su disposición yéndose a portagayola, pero el intento quedó en una especie de plancha de portero de fútbol playa. Desentendido de la lidia, en el último tercio gracias a su repertorio de vulgaridad tras vulgaridad, consiguió desesperar al personal, que después de meses de no toros, ya no aguantaba la dureza de su piedra en sus relajados glúteos. Que a ver si después de una tarde tan plúmbea, algunos, aunque sea el portero del Wellington a la llegada de los toreros a la puerta les dice al oído que primero acabar los estudios y luego…

Lalo la lona


A puntito han estado de tener que torear en las marismas, porque parece que nadie avisó al operario con un Lalo la lona.

Si calculamos la circunferencia de la Tierra, después el radio de esta en el vértice de un triángulo rectángulo cuya área es el cuadrado del número áureo multiplicado por la fecha de cumpleaños del que ordenó que se quitara la chepa del ruedo de Madrid, porque si no él no toreaba, el resultado nos da la fecha del inicio de la feria de Otoño postpandemia, pero leído al revés. ¿El resultado final? Pues que si lo consultamos para extender una lona sobre la arena de las Ventas, como caigan cuatro gotas se nos llenará de agua y barro hasta los tobillos y nos podremos hacer la ilusión que estamos en una playa de Cádiz con la marea baja. Eso sí, no pretendan después que nadie les cuente lo sucedido en esta primera de feria, porque ya saben, con marea baja no se puede torear.

Son temporadas de ciclones, de huracanes y de galernas en el Cantábrico… pero no en Madrid. Que bueno, que sí, que llovió de noche con fuerza, pero tanto, tanto y tanto tiempo como para que se inundara el ruedo venteño, no sé. Que en otras ocasiones ha caído mucho más, durante más tiempo y sin dar un segundo de descanso, pero la cosa no desembocaba en catástrofe como ha ocurrido en esta que inauguraba la feria de Otoño. Igual es que… A ver, pensemos un ratito. Que lo mismo era que antes… va a ser eso. A ver si la cuestión es que el ruedo se desalojaba de agua más rápido gracias a la chepa que desde los medios bajaba hasta debajo de los estribos de las tablas. No me digan que aquella chepa servía para algo; para algo tan útil como que no se formaran charcos por toda la plaza sin que estos fueran absorbidos por el drenaje del que tan bien se hablaba por todos los rincones. del orbe taurino, pero se le antojo al señor de la Puebla que la quitaran, para él no volver después por aquí. Así es el señor genio.

Faltaban unos minutos para las cinco de la tarde y allí andaban unos señores operarios empujando el agua para acá y para allá por encima de la lona. No había que preocuparse por el agua, pues la lona habría hecho su función a la perfección. Pasadas las cinco el que parecía que mandaba más que nadie decidió que había que atacar la lona. Tú de aquella esquina, vosotros al medio, tú y tú al otro lado y ahora… ¡Vamosss, todos a la vez! Empezaron a plegar la lona Todo estaba controlado, no pasaba nada porque unas gotitas de nada resbalaran hacia la arena. Lalo, que igual unas gotas, lo que se dicen unas gotas… lo mismo… Seguían plegando y venga a verterse agua o quizá es que ya estaba vertido. La lona iba desapareciendo y a medida que el plástico blanco desaparecía los charcos nos miraban a los que ya estábamos en los tendidos como diciendo: ¡Qué bien cubro! Traedme el mundo que lo tapo todo. Se iba acercando la hora del festejo; si hasta el sol picaba y todo. Se avecinaba una gran tarde de toros. La lona ya era solo un mal recuerdo. Entonces comenzó la sesión de volquetes y excavadoras entrando y saliendo con su carga de arena para tapar aquella marisma de Bricomanía, hecha en casa. El tiempo avanzaba y allí seguían aquellos señores jugando en la arena. Que porque amenazaba lluvia, que si no, la cosa estaba para montarse un campeonato interbarrios de castillitos de arena. Huy, casi las seis y los vehículos venga a traer arena y más arena, que otros caballeros extendían sobre los charcos, pero el barro seguía allí. ¡Atención! Van a hablar. Ah, sí, que las practicas van de tal a cual hora. A cada vez que hacía su entrada una de estas máquinas, el público reaccionaba con júbilo. Uno y otro y otro, pero nada, que no. Las seis y ni las rayas se podían pintar, que la cosa era más de poner boyas, que de pintar rayas en el suelo.

Mensaje por megafonía, que traducido era: Esto es un infierno y no se ve el fin. Y venga a pelearse con el barro. ¡Atención! Alguien decide modificar la estrategia, más máquinas acarreando arena, más palas esparciéndola, uno con dos palas, más arena, venga arena, ¡traed arena, es la guerra! Nadie sabe cuánto se demorará el comienzo, han dicho unos minutos, pero no cuántos. Lo mismo parecían pararse aquellos señores provistos de palas, que aceleraban el ritmo. Y cuando el personal ya se estaba desesperando de tanto esperar, al fin, como caídos del cielo, aparecen los tres espadas por la puerta del patio de caballos. Ahora, ahora sí que sí, esto se arregla en nada y menos. ¡Oh, oh! Empiezan a caminar por el ruedo, se les hunden los pies en aquel lodazal, gestos con la mano, gestos con la cabeza, atraviesan el ruedo; ¡huy! Que esto no pinta bien. Paran las palas, las máquinas. Se ponen a quitar barro desesperadamente, pero nada, la suerte estaba echada. Que se aplaza el festejo. ¿Se aplaza? ¿No es suspensión definitiva? No, solo se aplaza. Que más bien parecía que tanto despropósito buscaba la suspensión, pero no. ¡Oh sorpresa! Y la pregunta es: ¿No podían haber aparecido los actuantes a la hora del festejo y evitarnos la espera? Era evidente que allí no se podía torear, pero lo que también parecía evidente es que no se había tomado ni una medida efectiva para que allí se pudiera torear. Más bien daba la sensación de todo lo contrario. Pues nada, habrá que esperar una tarde más y quién quiere ver el remiendo de Jandilla y Victoriano del Río, con Urdiales, Manzanares y Ureña, que espere al ocho de octubre, que seguro que hará mejor tiempo, ¿no?. Aunque ya nos podríamos dar con un canto en los dientes si de aquí para entonces han aprendido a poner bien y a quitar mejor la lona y que no haya que andar con eso de Lalo la lona.




martes, 21 de septiembre de 2021

La responsabilidad del aficionado

Aunque no lo parezca, el aficionado no es del todo una masa a la que se pueda llevar de aquí para y zarandearla a gusto del poder. 


Es algo sabido y resabido que cuando las cosas se tuercen, unos intentan buscar soluciones y otros se conforman con buscar culpables, que por supuesto siempre son ajenos a ellos mismos. Que se les incendia la casa y la culpa no es que una velita aromática prendiera en las cortinas, sino de los cortineros que no utilizan tejidos ignífugos, como la piedra, el agua, la nada estampada; se les inunda el baño y la cuestión no es haberse dejado el grifo abierto, sino que este no tenía un dispositivo inteligente que o bien cortara el agua o que gritara “¡Te has dejado el grifo abierto, melón! Que no sé si será condición del ser humano, del carácter hispano o cosas del tan extendido infantilismo, del “señorita, yo no he sido”, pero resulta que esto ocurre también, faltaría más, en esto de los toros. Es más, es acepado incluso por los que en principio pueden resultar más que afectados de las tropelías y desmanes de los que mueven los hilos de este gran teatro de títeres.

Que ahora resulta que los señores taurinos se quejan de que no se llenan las plazas. Tantas ganas de toros y resulta que el aficionado no se ha tirado en desesperada estampida a las taquillas del mundo. ¡Será posible! A ver dónde están esos que clamaban por los toros, porque se abrieran las puertas de las plazas del mundo. Que tenían que sacar los boletos de seis en seis, para que los empresarios y taurinos en general se quedaran a gusto. Eso es lo que deberían hacer. Pero un momento, paremos un momentito, no vayamos tan deprisa. Que lo que el aficionado pedía a voces eran toros, que no es lo mismo que reclamar el ir a los toros. Y me explico. Para ver toros es imprescindible ir a los toros. Eso lo entendería hasta… cualquiera. Que eso de ir a la plaza está muy bien, incluso para algunos, muy bien. Que si comidas, copas antes, copas después, macrodiscoteca en las Ventas al finalizar los festejos, pero que no se nos olvide que esto es una gamba en la paella. Que esto no puede ser el motivo, sino que el origen debe ser, debería ser, el toro. Y si se anuncian unos carteles, como los de la feria de Otoño de Madrid, ya puedes dar canapés a la entrada, a la salida y en el medio, que es muy difícil que la gente vaya sin más.

Pero volviendo al principio, no podemos pensar que el aficionado no va porque no tiene palabra o porque no cumple con su sagrada obligación de sacar el abono a costa de lo que sea, a costa de que le anuncien unos carteles más para el gran público y para la gran plaza de la televisión, que para la plaza de Madrid. ¿Qué pretendemos, que cada abonado saca entradas para todo el portal, calle o barrio? Que los que se quejan tanto del no cumplimiento del aficionado con ese sagrado compromiso, podían pararse a pensar y lo mismo es que han puesto una velita encendida junto a las cortinas de la afición o que se han dejado el grifo abierto y ha permitido que la fiesta, nuestra fiesta, se vaya por el desagüe, mientras se buscan culpables a los que cargar el mochuelo de este desmadre taurino.

Que no confundamos los términos, que no es lo mismo querer ver toros, que querer ir a los toros. Que cuando aquellos faltan, lo demás sobra. Que no nos pongamos en modo empresario y pensemos que con los esfuerzos que han hecho para dar esta feria, ahora la afición no responde. ¡Noooo! Quizá mejor pidamos a los que mandan que se pongan por un momento en nuestro lugar. Que igual es momento para que pensaran en que hab confeccionado unos carteles que no son para Madrid, lo que evidencia su absoluto desconocimiento de lo que es esta plaza, con un ganado que no es que no agraden, es que indignan, con toreros a los que últimamente se les ha querido preparar un triunfo absolutamente artificial, para justificar su contratación. Que sería bueno qué pensaran en la forma en que han puesto a la venta los abonos, con colas interminables en el primer momento, quizá no tanto por querer ir a los toros, sino por garantizarse cada uno el poder ir a su sitio de siempre o lo más próximos a él. Sí es verdad que se podían sacar los abonos por internet, pero… A ver, un minuto de reflexión. Si vemos el perfil de gran número de aficionados, mayores, prototipo de eso que llaman la brecha informática, ¿aún esperamos que hagan un curso acelerado para sacar su abono? Personas que a lo mejor tienen sus abonos de temporada, más accesibles, de andanada y que ahora pretendemos que se pongan a enredar por las redes, que paguen la entrada más cara de lo habitual y con el sobrecoste de la gestión. Mucho, ¿no? Y que la no obligatoriedad de sacar el abono les ha hecho ver el cielo abierto, todo sea dicho de paso. Pero claro, si quieren, ellos o quién sea, ir una, dos o cuatro tardes en fines de semana diferentes, se ven obligados a sacar el paquete completo del fin de semana. Todo facilidades. ¿Y todavía la gente se asombra y se indigna porque el aficionado no ha volado a sacar sus entradas? Pero, ¿estamos tontos? ¿Tan estúpidos nos creen? ¿Hasta dónde creen que llegan nuestras tragaderas? Un poquito de mesura, de sentido común y reflexionemos profundamente sobre cuál es realmente la responsabilidad del aficionado.

 

Enlace Programa Tendido de Sol del 19 de septiembre de 2021:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-19-audios-mp3_rf_75649417_1.html

 

martes, 14 de septiembre de 2021

La fórmula maldita

 

El ingrediente principal de esta fórmula maldita al que pocos quieren delante

En esto del toreo se pasan la vida queriendo inventar las sopas de ajo y aún no han llegado ni a enterarse de que hay que prepararlas con ajo. Quizá porque no les gusta el ajo, que es algo que puede pasar. Están que si innovar, que si no sé qué de modernizarse, que si adaptarse a la sociedad, pero no llegan a ninguna parte, porque los taurinos ni quieren innovar, ni modernizar, ni preparar sopas de ajo. Lo que ellos buscan incesantemente es cómo hacer esto más cómodo a los de luces de su escudería, cómo co0nseguir que los que crían animalejos descastados puedan producir más para sus toreros y ya de paso, meter debajo de la alfombra sus miserias, hacer desaparecer todo lo que pueda incomodarles y poner en peligro su negocio y gracias a la tele, con los telepredicadores televisivos, extender por el mundo su doctrina del medio toro, del toro mentiroso y la fiesta verbenera, triunfalista y más mentirosa aún.

Que lo mismo ustedes piensan que cómo es posible que desprecie la innovación y la modernidad así, con esta soltura y sin pararme a pensar un minuto. Pero claro, juzguen ustedes mismos. Que ahora la modernización es más estética y formal, que ética y de fondo. Lo primero, nos olvidamos del toro; y luego nos centramos en lo aparente. Nos ponemos a inventar que si una corrida picassiana, en la que lo único que se varía son los trajes, que no se crean que salen toros y toreros cuadrados, con los dos ojos en un lado y con manos desproporcionadas con los dedos gordos como morcones. Que si la magallánica, que si la pinzonizana, que si… y allí ni un nudo marinero te enseñan. De nuevo, toda la innovación es disfrazarse. Que no es que uno esté en contra de este tipo de conmemoraciones, ni mucho menos, pero que no me lo vistan como la gran innovación de la fiesta. Que cualquier día van a inventarse la corrida disneyniana y me veo a los toreros vestidos Micky, Pluto o el Pato Donald. ¿Se imaginan? A mí me cuesta. O la corrida marxista y ya estoy viendo a Ferrera, Perera y el Juli de Groucho, Harpo y Chico; y repartan ustedes los papeles. Pero tranquilos, que nadie dice “na de na”, todo vale, porque es moderno.

Eso sí, no se le ocurra a usted pensar en montar una feria, de novilladas, por poner un ejemplo; que primero anuncia el ganado, con hierros de esos que quitan la ilusión a los chavales, uno de un encaste, otro de otro y así hasta cubrir los días que se programen y después, una vez anunciados los toros, se ponen a buscar los que irán en cada terna. Lo cual está muy bien, porque así los de luces no se tienen que preocupar de llevar los toros debajo del brazo. Se les libera de esta tarea, ¿no? Que no es justo que los actuantes se tengan que preocupar por lo que van a torear, que bastante tienen los pobres. Que a lo mejor no hay que ponerse a innovar tanto, ni a buscar la modernidad por todas partes. Que, ¿dónde estará la modernidad? No lo sé, pregúntale a tu padre que lo guarda todo en el trastero sin preguntar.

Aunque no sé si algunos prefieren eso de las innovaciones y modernidades, porque eso de anunciar primero las ganaderías y luego que cada uno apechugue, parece una fórmula maldita que solo satisface a los que no gozan y se deleitan hasta el éxtasis con el arte artístico. Y lo que son las cosas, esta fórmula, maldita por supuesto, tiene cabida solo cuando no asoman por los carteles los figurones y rara vez, solo excepciones, en plazas de postín. Esto es ya costumbre en pueblos que, llenos de orgullo, organizan sus ferias de novilladas. Pueblos que meterían en media plaza a todos los habitantes del pueblo, pero que curiosamente llenan prácticamente todas las tardes. ¿Y cómo es eso? Pues muy sencillo, que será cosa de esa fórmula maldita que atrae a esa gente extraña que se regocija con el toro, que son capaces de dejar la familia, cónyuge, niños, suegros y cuñados con la paella en su punto, cogerse el coche y hacerse una montonada de kilómetros para encontrarse con su amante: el toro. Que, aún siendo novillos, ofrecen seriedad y no desmerecen el llamarse toros de lidia.

Pero claro, lo que los taurinos oficiales no pueden permitir es que esta fórmula maldita cunda ejemplo, no vaya a ser que aparezcan por ahí alcaldes y ayuntamientos que decidan hacerla suya y que obliguen a los de luces a ganarse el pan con el sudor de sus taleguillas. Sudor que por otra parte hace sentirse orgullosos a los que después de una tarde de toros salen a pie y sabiéndose vencedores ante el toro, pero el toro de verdad. ¿En contra? En contra hay muchos y a veces se ponen tan fuera de si, que pierden los papeles, las formas, la dignidad y la torería, aludiendo a cosas que dan grandeza a la fiesta, pero que ellos no las practican. Eso sí, quizá solo hay una vía posible para conseguir que esto no se nos vaya por el desagüe y esa no es otra que la fórmula maldita.

 

Enlace Programa Tendido de sol Hablemos de Toros del 12 de septiembre de 2021:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-12-audios-mp3_rf_75332878_1.html

jueves, 9 de septiembre de 2021

La nueva tauromaquia

 

Cualquier cosa del pasado acabará pareciendo un sueño

Renovarse o morir, decían los sabios. Pues nada, nada, a renovarse. Que si todo el mundo dice que esto de los toros está desfasado, parece que el acuerdo inicial está asegurado y que todo el mundo estará abierto a nuevas opciones de divertimento. Porque claro, esto parece más que necesario, pues esos mismos que piden renovación no paran de cavilar fórmulas que aligeren una tarde de toros. Que si hace falta se pasa de seis a cuatro toros, que ya que nos ponemos, que eliminamos lo de los caballos con faldas y, ¿por qué no? Se puede instalar una parrilla con panceta, sardinas, y alitas de pollo para que el respetable entre y salga a buscar la pitanza.

Pero yo les rogaría que no frivolicen con esto de la renovación de la fiesta. Hay algo más, no nos pongamos límites. Porque no podemos abstraernos de usos que en la actualidad se van abriendo paso decididamente y que, aunque ahora no nos demos cuenta, pueden venir para quedarse. Todo sea por dinamizar esta fiesta tan nuestra. Lo primero de todo, hacer un pequeño cambio en la denominación. Que uno recuerda a sus mayores cuándo hablaban de ir a los toros, de su gusto por los toros, de los periódicos de toros, incluso de programas de televisión que se llamaban “Revista de Toros” o de radio, como “Los Toros”. Pues ya es hora de cambiar, ¿no? Más que nada, por no confundir a la gente, no vaya a ser que se presente en una plaza de ¿toros? Y no vea al toro por ningún lado. Que no es que proponga yo el nombre, que ya está más que institucionalizado; a partir de ahora se hablará siempre de “la tauromaquia” y si algún carca se resiste, se le dan dos amables collejas.

Pero lo que no se puede negar es que el espectáculo ya comienza antes de entrar en la plaza, plaza de tauromaquia, por supuesto. Porque esto es algo que hace brotar las sensaciones, los sentimientos y hasta las… bueno, todo, hasta lo que es mejor no nombrar. Por eso, a partir de ya mismo habría que regular antes del festejo que diferentes colectivos se manifestaran contándonos sus cosas. Por un lado profesionales broncas citando al personal con los clásicos de siempre: “Eso no me lo dices aquí”, “¿Tú y cuántos más cómo tú?”, “ Me vas a c…” (Esto solo puede leerse si es a partir de las diez de la noche. Completen ustedes la frase). Por otro lado, vendría bien un grupo de antitaurinos, lo más numeroso que se pueda, procurando que al menos lleguen a la docena, porque en caso contrario sería una pantomima en la que parecería que los convencidos antis están ahí porque les pagan y eso nadie lo quiere. Ante todo, el convencimiento. ¿No? Y entre ambos grupos, evidentemente, una unidad de agentes del orden, provistos de sus cascos, porras y gafas de sol, repitiendo a todo el que pasara por allí “por favor, más atrás”, “por favor, no pase la línea”, “por favor échense pa’tras”. Pero el cuadro no estaría completo si no hubiera rondando a los antis elementos aislados de personas mayores gritándoles improperios hasta quedarse sin resuello. Quizá estos sean los más auténticos. Bien es verdad que no cumplirían las normas del show, pues ellos hablarían de los toros, quizá no llevarían una almohadilla con asa y con los colores patrios, pero esgrimirían con increíble habilidad esa bolsa de plástico en la que transitan la almohadilla inflable, el periódico que dan a la entrada, todos los panfletos publicitarios que les pongan a la mano, la botellita de agua y alguna foto firmada de un torero, conocido o sin conocer. Son esas personas que una vez calmado el acaloramiento contra los antis te cuentan aquella tarde de Manolo Vázquez, el día que vieron a José María Martorell, la alternativa del Viti o cuando la plaza se llenó un día de plumas blancas que manaban como un volcán de las almohadillas que reventaron una tarde de cabreo.

Luego, todo lo que pase dentro de la plaza daría lo mismo, solo importaría en un caso, si esa marabunta entusiasta de la tauromaquia consigue que haya un indulto y como consecuencia, el toreador en cuestión sale a cuestas de los profesionales de la estiba de señores de luces. En este caso las normas dicen que la masa tiene que intentar a base de tirones, hacer jirones el vestido de torear y dejar al aclamado poco menos que con las vergüenzas al aire. Pero no se crean que aquí acaba todo. Es entonces cuando los profesionales que se manifestaban al principio empiezan a querer gana la posición próxima al maestro a base de codazos, bocados y empellones, para ser los primeros en decir eso tan de la tauromaquia actual del “bien, torero, bien”, “maestrooo”. Mientras, los antis se seguirán manifestando, pero no contra los toros, ni tan siquiera contra la tauromaquia, sino contra esos profesionales y la masa jarta de alcohol y panceta, por intrusismo, por no respetar el sitio de cada uno, porque esos, resulta que van a ser los que realmente acaben con los toros y no ellos que llevan tanto tiempo trabajándoselo, porque si los propios taurinos acaban con esto, ¿de qué van a comer ellos? Y ahora, díganme si les convence o no la nueva tauromaquia.

Enlace programa Tendido de Sol del 5 de septiembre de 2021:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-5-audios-mp3_rf_75018321_1.html