miércoles, 29 de agosto de 2018

Entre bárbaros y barbaridades


Si quieren les hablo de bárbaros y barbaridades

Hace unas fechas conocimos del ataque sufrido por el Club Taurino de Pamplona por parte de unos elementos que se dicen defensores o amantes de los animales, que se ponen el autoritarismo por montera y deciden que ellos y solo ellos deciden sobre los derechos de los demás. Ellos y solo ellos deciden sobre la conciencia, racionalidad y derechos de animales y seres humanos. Ellos y solo ellos deciden libertariamente quién tiene derecho a la libertad y quién no. Pero ellos no son los que asumen el papel de Dios para poder decidir las doctrinas que luego nos van a imponer al resto de seres vivientes. Y digo que ellos, este brazo ejecutor, no deciden tan siquiera si la lechuga la quieren a la plancha o en pepitoria. Ni ellos, ni los que les transmiten las doctrinas proanimalistas amparados en unas siglas. Que aunque ellos no lo crean, todo les viene desde mucho más lejos, quizá desde el mismo sillón del que mana el dinero para que ellos jueguen a malotes celestiales defensores de unos animales que si pudieran, les pedirían que no les defendieran más, que si siguen haciéndolo, igual les dejan en cuadro o incluso a cargo del mismo partido que les acoge.

Estos cachorros de malotes y defensores de los animales, tan civilizados ellos, deciden ajustar cuentas con sus enemigos, porque así consideran al que no se alinea con sus posiciones, a base de mamporros, trompazos o lo que convenga, sea lo que sea. Quizá esa es la civilización que buscan, el mundo que desean, excluyente y dónde se impongan las ideas a trompazos y, ¡ay de aquel que no entre por el aro! Tengo que reconocer mi absoluta parcialidad en estos asuntos, en primer lugar, aparte de la solidaridad con los del Taurino de Pamplona, como agradecimiento a su proceder conmigo desde el día en que me invitaron a charlar de toros con ellos. Tampoco puedo ser imparcial, porque esa afición, esa pasión que nos une, el toro, me hace sentirme más de su lado que del de los otros. Y tercero, porque si tengo que elegir entre las personas y los animales, lo tengo muy claro. Lo que no quiere decir que me enfrente con todo aquel que maltrate a un animal, faltaría más, pero, ¿qué es maltrato animal?

Mucho se ha dicho, se ha escrito y lo que te rondaré morena, sobre lo que es maltrato animal. Para mí lo es todo lo que pretenda o impida a los animales el que sean eso, animales, seres vivos que puedan desarrollar los instintos propios de cada especie y no verse obligados a poseer conductas propias del ser humano. Para mi es maltrato animal el pretender que estos se integren en un medio que no es el suyo o simplemente el que se les excluya de la sociedad, porque para lo que eran criados ya no es aceptable, porque era maltratarlos. Entonces, ¿qué camino les queda? Pues parece muy claro, ¿no? Que es que ya, hasta les impedimos procrear y a perros y gatos se les castra, porque así no me estropean el sofá. ¡Válgame! Quizá habrá en el Taurino de Pamplona, aparte de aficionados a los toros, cazadores, ganaderos, granjeros, agricultores, notarios, químicos, carpinteros y sobre todo, amantes de la naturaleza en toda su extensión. ¡Qué cosas! Que raritos son estos de Pamplona. Que si pueden se dan un paseo a caballo por el monte, que lo mismo sacan a sus perros a que corran por el campo, igual hasta se preocupan de que el medio rural no desaparezca y siga siendo eso, la naturaleza sin bermudas, ni chancletas. Igual tienen tendencias tan extrañas que entienden que en esos montes navarros no pongan una máquina de refrescos cada cien metros, ni que no se alicaten los irregulares caminos de la Selva de Iratí o la Sierra de Aralar. Sí que son raros, sí.

Que los aficionados a .los toros, incluidos esos bichos raros del taurino de Pamplona, tenemos que regalar nuestra comprensión a esos que se creen en el derecho de atacar, destrozar y humillar a los que ni piensan como ellos, ni quieren parecerse a ellos. A veces tengo la sensación de que quieren convertir lo antinatura en lo normal, que de momento admiten los encierros, pero no las corridas de toros, aunque igual al final acaben soltando un bolón a lo Indiana Jones Estafeta abajo. Que son tan dulces y magnánimos ellos, que lo mismo adoptan una morsa, una vaca, un ciempiés y una víbora para en amor y armonía convivir todos juntos en un santuario de animales. Eso sí, a la vaca no la ordeñaremos, porque es abusar de su condición de vaca; al ciempiés le comprarán cincuenta pares de zuecos, sin pensar en las ampollas en los cien pies; al morsa la llevarán al barbero para que le arregle sus bigotes y a la víbora… a esta no le sacarán el veneno, porque de eso ya van servidos por generaciones. Y todo hijo de vecino tiene que admitir, asumir y aplaudir este modelo de naturaleza que a ellos les cabe en la cabeza. Un modelo pacato, sin demasiadas luces, limitado y supuestamente benévolo, pero ojito como digas que por ahí no, que en seguida tiran de fanatismo y te destrozan unas cristaleras, unos tablones y te intentan arrebatar la dignidad en nombre de los animales. Sabrán estos lo que es la verdadera ecología, ¿sabrán lo que es mantener ese tan frágil e imprescindible equilibrio entre las especies, entre estas y el medio? ¿Sabrán lo que es el bienestar animal de verdad? La verdad es que no lo sé, quizá algo intuyo, pero nada más. Que bastante avanzaríamos si aprendieran a dejar tranquilas a esas gentes, como los del Club Taurino de Pamplona, que aunque les consideren unos raritos, que ahí no me meto, sí parecen diferenciar entre una naturaleza alicatada hasta el techo con güifi en los robles y la de verdad, la que es tan bella como imprevisible, a veces salvaje, pero siempre verdadera. Y por si fuera poco, también saben distinguir entre bárbaros y barbaridades.  

viernes, 24 de agosto de 2018

Lucía, toro pupa, no jugar


Los toros a veces son juguetones y les da por levantar a los caballos en vilo, para ver si el señor aguanta sin tromparse contra el suelo. Si es que son de un chisposo.

A veces los señores aficionados a los toros no demuestran el carácter cívico que se les debía suponer y eso no está bien, no señor. En días pasados apareció la escritora Lucía Echevarría jugando cariñosamente con lo que ella creía que era un toro de lidia y al que le suponía una bravura natural. ¡No, hombre, no! No se burlen de la escritora, no. Ahí tendrían que estar los aficionados a los toros e intentar enseñar a la buena de Lucía algunas diferencias entre vaca de carne y toro de lidia. Así sí. Bien, vale, de acuerdo, les permito que la risa no les deje poder articular palabra. Que no me parece bien del todo, pero les entiendo, a servidor le costó un buen rato parar de reír. Que no se lo tome doña Lucía Echevarría como una falta de respeto, ni nada parecido, simplemente es esa risa tonta que provoca un hecho insólito, inesperado.

Pero seamos serios y empecemos por el principio, busquemos las diferencias entre un toro de lidia y otra especie bovina, que no de lidia. El toro de lidia tiene cuernos, un rasgo importante u determinante, pero claro, también otras especies tienen cuernos. ¡Vaya! Va ser que los cuernos no son definitorios. Podría decirse que los del toro son más grandes que los del ganado manso para carne o leche, pero claro, que hay avileñas, que si te pones a tejerle unas funditas de lana, se te acaba el ovillo y aún queda cuerno al raso. Otro rasgo muy conocido por el público en general es que los toros son negros y a veces colorados, lo que hace que para ellos lo mismo esa avileña que otras razas, sean toros y vean toros hasta en la playa de Bolonia, compartiendo la tortilla y los filetes empanados con la Jessy, la Vane, su madre, la señá Remedios, el Pruden, el Ruben, la Pitu, la novia del Ruben y la abuela, doña Cloti, que se pone de buena leche cuándo ve arrimar el belfo al plato a una vaca.

Ya entrando en mayores profundidades, el toro de lidia es reconocible por esa mirada de querer comerte, de no perderte ojo y seguirte con la vista haya dónde vayas. Pero claro, si en un cercado te pones a ver si el animal te aguanta la mirada tiene sus riesgos. Si solo mira y mira y rumia y mira, no es un toro de lidia y si no te da tiempo a ver si mira o no, es que es toro de lidia y da leches, pero no de las de echarle cola cao. Que espero que me sepa explicar para que Lucía me entienda y que hasta no se aburra leyendo esto, pero bueno, que tampoco se ponga estupenda, que igual sus cosas puede que le resulten a alguien “poco atrayentes”, ¿no? O sea, que el criterio de tener que salir mangado con el animalito detrás, no sirve, bueno sí que sirve, pero no es aconsejable.¿Por qué? Muy fácil, porque cuatro patas corren más que dos y además vienen con dos pitones en todo lo alto y unas ideas que no te veas.

Que no es que uno sea un aguafiestas y que quiera romper el buen rollito amante de los animales/ toro de lidia, que no es eso, pero la verdad, Lucía, ¿te compensa tener que ir de prisa y corriendo a urgencias? Y esa es otra, ¿cómo explicar al señor doctor lo sucedido? Mire doctor, que iba yo por el campo, vi un toro/vaca/animal indefinido con cuernos que lo mismo podría ser un toro que una vaca/bicho malo y me acerqué a jugar con él o ella y no me dio ni tiempo a decirle que si cogíamos margaritas del campo, así como homenajeando a Ferdinand, cuándo el toro/vaca/animal indefinido con cuernos que lo mismo podría ser un toro que una vaca/bicho malo pego un bufido y se me vino encima, a por mí, sin avisar ni nada. Que yo he visto en las películas que los toros, antes de arrancarse escarban y bufan, pero este no. No, Lucía, no lo cuentes así, porque aparte de curarte las heridas darte alcohol de romero en las magulladuras y ponerte un par de tiritas, el facultativo en cuestión te manda al frenopático del tirón, si es que además no te presenta candidata al premio  “Memo de oro” del año en curso. Que vale, que igual los aficionados taurinos no se te han ofrecido para prestarte esa tan necesaria ayuda que te enseñe a distinguir entre un toro/vaca/animal indefinido con cuernos que lo mismo podría ser un toro que una vaca/bicho malo, pero entiéndelos, que no son tan malvados, que igual si no les das la brasa sobre lo lindo y amigable que es un toro de lidia al menos te regalarían un ¡correeee, que te coge! Pero de momento, mientras frenas tu verborrea indómita y los otros deciden si te aclaran si es un toro/vaca/animal indefinido con cuernos que lo mismo podría ser un toro que una vaca/bicho malo, quédate con este mensaje y grábatelo a fuego en tu iPhone, tablet o en el brazo, es muy fácil, breve y conciso, pero que seguro que te será de gran utilidad: Lucía, toro pupa, no jugar.

PD.: Mi apoyo absoluto y mi recuerdo al Club Taurino de Pamplona, a quienes tanto afecto tengo. Un abrazo para vosotros

martes, 21 de agosto de 2018

Se eliminó todo lo anterior


Puestos a eliminar, no se sabe, ni sabemos dónde está el límite

Es ya demasiado habitual el leer en los programas de mano, en el historial de las ganaderías o en las reseñas de la UCTL esa frase tan simple y tan dañina de “se eliminó todo lo anterior”, para a partir de ahí contarnos cómo y en qué momento el mercantilismo se adueñó de esa vacada. Que uno asociaba nombres como Albaserrada, Aleas, Atanasio, Gamero Cívico, Conde de la Corte y un largo etcétera, a glorias pasadas, a la casta y bravura del toro de lidia y, por supuesto, a toreros de una pieza que sin volver la cara, acababan erigiéndose en triunfadores y conquistadores de la fama ante el toro. Ese se eliminó todo lo anterior es tirar por el camino de la simplificación y a ver si con un poquito de suerte la ganadería la convertimos en una pequeña o gran factoría de productos, sin aspirar a más que a ser meros colaboradores del “importante”, el torero; y ya, si es que el coletudo de turno lo tiene a bien, soñar con el indulto. Y digo si el coletudo lo tiene a bien, porque a los toros ya no se les indulta por sus méritos en el caballo, en la lidia durante los tres tercios; ahora todo depende de que el señor de turno se haya levantado inspirado y tenga a bien jugar al pasimisí, pasimisá con el animalito que tiene la obligación de seguir el trapito rojo con educación, buen gusto, decencia y formalidad, mucha formalidad. ¡aaah! Y ritmo, que no se nos olvide lo del ritmo.

Pero siendo grave esta simplificación, este se elimina todo lo anterior no se detiene solo en la cabaña brava, este fenómeno se ha extendido a toda la fiesta de los toros. Empecemos por los que organizan los festejos, los empresarios, que sin olvidar la máxima de la rentabilidad, también eliminaron todo lo anterior, especialmente ese mínimo de afición que debe mover a cualquiera que se meta en eso de montar corridas de toros y novillos. La falta de afición les impide estar al tanto de cómo marchan vacadas, matadores, novilleros y de lo que el aficionado de cada plaza demanda. En la actualidad, y desde hace ya tiempo, se limitan a un corta y pega de lo que se anunció otros años y en otras plazas, permitiendo que se abran carteles solo si el que quiere hacer el paseíllo “subvenciona” su presencia, si se acomoda a lo que se le vaya a pagar o si viene de la mano de una casa con mando y más si eso permite entrar en el mercadeo de intercambio de favores; yo pongo al tuyo, tú pones al mío y aquel pone a los de los dos. Así funciona esto. Que ya te anuncian con semanas y meses de antelación a fulanito y menganito, que no faltan ni en los cumpleaños del Burger King. Y lo que es peor, el aficionado ha entrado en esa dinámica y ya quiere saber quien irá a Madrid en Septiembre, cuándo apenas acabó mayo, sin importarle si ese que apuntó algo pudiera repetir al domingo siguiente. Ya está asumido eso de mirar a lo lejos y no a lo que tenemos delante.

Pero si hay un aspecto en el que se elimina todo lo anterior resulta más ofensivo, este es el de la torería, con el irrenunciable apoyo de la prensa y voceros del movimiento. Que no solo pretenden eliminar lo anterior, que ya está más que eliminado, sino que pretenden que los que un día vimos aquello, que lo olvidemos, quieren una lobotomía taurina que haga que se nos borre cualquier posible recuerdo que permita comparar a unos con otros. Y a continuación, cuando ya no haya nada con que comparar, presentar ese argumento de categoría, ese concepto sobre el que todo coletudo del momento justifica el estar ahí, el “baja tú”. Lo último, al espectador se le exige que haga lo mismo o mejor, que el actuante que cobra por ello. En este se elimina todo lo anterior se ha eliminado el concepto de lidia, el manejar el capote, el saber ver a los toros, el poder con ellos, el limar los defectos, el llevarle por dónde no quiere, el mando, en definitiva, el torear. Y ya me dirán, si en el toreo eliminamos el toreo, ¿qué nos queda? Pues eso, lo que tenemos ahora. Y desde el tendido las plumas y micrófonos que se arrastran como procesionarias buscando coartadas a ese esperpento que ahora, todos muy finos, llaman tauromaquia. Hasta en eso se ha eliminado todo lo anterior, que lo que antes era toreo, los toros, ahora solo es tauromaquia ¡Ay señor!

Que al final va a resultar que nos pensábamos que el mal solo había llegado a las ganaderías que dejaron de serlo para convertirse en un negocio rentable y también ha llegado a esos coletudos que dejaron de ser matadores para convertirse en artistas que se ponen a expresar a base de componer y que aspiran a ser figuras. O los señores empresarios, que además de ser propietarios de factorías, gestores de trayectorias de toreros e ingenieros de economías rácanas y miserables, ya son productores artísticos, sin necesidad de afición a nada que no sea el billete grande y abundante. Y es que si nos paramos un momento, los aficionados al final caemos en la cuenta que igual que leemos en los programas de mano en la reseña de las ganaderías, también en el toreo, en los toros, se eliminó todo lo anterior.

viernes, 17 de agosto de 2018

Solo les queda encontrar a unos culpables


Cuando lo básico se convierte en extraordinario...

Los taurinos que viven de esto del toro se llenan la boca con que los toros no van a morir nunca, que esta es una fiesta eterna, que para combatir a los que no están de acuerdo con ellos no hay otra que la unidad, nos ordenan subirnos al triunfalismo y según cuentan, así llegaremos al Olimpo del toreo, al Paraíso Terrenal. Y no se crean, que hay muchos que se creen tales sandeces y además se adhieren a tales iniciativas con decisión y hasta de una forma beligerante, que si hay quien partirse la cara por esta pantomima, aquí está mi jeta, pasen y sacudan sobre ella sus iras de taurinos agraviados. Pero en esto, como en casi todo lo que afecta a la Tauromaquia 2.0, gobierna la mentira. Nos cuentan una cosa y piensan la contraria. Los poderosos de la fiesta, los que se llenan el bolsillo con ella, están convencidos de que esto se acaba y como en tales circunstancias esto deja de ser negocio, les vale con arañar los últimos céntimos y hasta que dure la juerga. Si tuvieran un mínimo de esperanza, si atisbaran  una mínima esperanza y, sobre todo, si aún les quedara afición, pelearían como leones por salvar este legado que nos dejaron nuestros mayores; y dónde usted y yo leemos legado, ellos simplemente leen negocio.

Su empeño no es salvar nada, su empeño es encontrar un enemigo creíble, identificarlo para la masa y conseguir que esta se crea este manejo. Que si los antis, que si los políticos, que la izquierda, pero, díganme ustedes quienes son los que mantienen a unos espantajos de luces con el trato de figuras, de genios, de maestros, quiénes son los que degradan al toro sin pudor, que ya hasta en las plazas de tercera, en cualquier del país, se creen con derecho a exigir afeitados, manipulaciones o exigir un ganado infame, incluso en las de sin picar. Y ya puestos, díganme quiénes son los que se empeñan en tergiversar la realidad y convertir las crónicas en panfletos propagandísticos, quiénes manejan los programas de radio y televisión y quienes acceden a tales manejos, perdiendo toda dignidad profesional.

Eso sí, pierden la sombra, por no decir el culo, cuándo se creen tener la islota del siglo para contársela al mundo, porque eso será lo que levante la fiesta. Que ellos ya saben de sobra que no va a ser así, pero así hacen como que hacen, que en definitiva es nada. ¿A que no adivinan que es lo que pondrá en las nubes la plaza de San Sebastián? ¿Cuál va a ser la solución para hacer que el público corra desesperado a sacarse un abono para la feria? Una montera de cartón, que además esperan que los agraciados luzcan hasta en la boda de un hijo. Anda que habrán tenido que pensar un rato largo. Pero ya les digo que los gestores de Illumbe no son los únicos tocados del aliento divino, porque si echamos cuentas de las que prepara el señor empresario de la plaza de Madrid, nos quedamos solos. ¿Ustedes saben la forma de relanzar la temporada de Madrid? ¿Toros? Nooo ¿Toreros? Menos ¿Carteles con atractivo? Naaaa. La solución es montar puestos de comida en las galerías de las Ventas, permitiendo que los asistentes entren y salgan cuándo quieran a los tendidos, siempre y cuándo fuera para cargar y hacer gasto a esos puestos de mercadillo. Que no sé si los de la montera de cartón podrán justificarse, pero ya les digo yo que el señor Casas, don Simón, en cualquier momento sale encantado por el éxito del mercado persa en las Ventas. El tirón venía por un sugerente “cénate las Ventas”. ¡Ufff! Si es que no me puedo aguantar ni yo, que me dan ganas de cenarme todos los tendidos y andanadas de la plaza, con mucho ketchup y patatas fritas. Un hito en la historia taurina de Madrid, con tascurrio se cubría como un cuarto del aforo y sin él, lo mismo. ¿Entonces? Pues que puede ser que eso no sea lo que realmente tire del aficionado, que el bocata se lo lleva de casa, para el sol no le hacen falta monteras de cartón y para hacer el ridículo ya se les ocurrirá algo para dar que hablar a los cuñados.

Que en realidad esto de los toros les importa nada, si acaso seguir aparentando, intentando alargar esta agonía lo más posible, poder ir sacando los últimos dineros que algunos todavía están dispuestos a gastar y poco más. Que por lo que se ve, siempre hay quién esté dispuesto a seguir en el redil y aplauden y jalean con entusiasmo toda melonada que se les ponga delante de los ojos y más si les cuentan que eso es para contrarrestar las malas mañas de los antis, de los políticos, de los partidos de izquierdas de la Unión Europea o del ratoncito Pérez. Que tampoco es que estos se ganen nuestro agradecimiento por la defensa de la fiesta, nada más lejos, pero hay quién les lleva mucha ventaja en esto de hundir la fiesta. Que sus puntilleros y enterradores no están fuera. Si nos detenemos un momento, pueden que ellos solos se identifiquen, son los que ya tienen todo pensado y preparado para el cierre. Y según parece, solo les queda encontrar a unos culpables.

viernes, 10 de agosto de 2018

La animalasmia, sin tratamiento conocido


La mejor cura para el animalismo y demás males del cuerpo

Si usted se encuentra delante de un chuletón de Ávila y justo en el momento en que va a pincharlo con el tenedor, duda, ¡cuidado! Si usted se ve un día haciéndole un jersey de punto a la serpiente pitón a la que ya considera como uno más de la familia, ¡ojo! Si usted empieza a pensar en la pesada carga que para un caballo supone su jinete y opta por subirse a la chepa, a su chepa de usted, al caballo e intenta un trote alegre por un prado, ¡Mucho cuidado! Y si se ve en el zoo, dentro de la jaula de los leones, sentado frente a un melenudo ejemplar de lo que la ciencia conoce por “Pantera Leo”, intentando negociar sobre un cambio en su dieta, sustituyendo la carnaza por tofu enriquecido con salsa de soja, ¡Alerta! Tenga a mano la tarjeta del médico a mano, llame a urgencias y dígales que usted padece “animalasmia”, el mal del siglo XXI. Ese mal que dejo pequeña a la Gripe Española, a la Peste Bubónica, a las chancletas con calcetines grises. Esto es serio de verdad.

Y esto son solo los primeros síntomas, que luego viene lo de liarse a gorrazos con todo aquel que no siente a los animales como hermanos, en versión San Francisco de Asís del s. XXI, con gafas de sol galácticas, chancletas de vestir y con el iPhone grabando para subirlo a Instagram. Ese banco de alimentos para animales, ese refugio para animales, con las ovejitas, los lobos, los leones, las anacondas, las pirañas, los dóciles toros de lidia, todos juntitos en amor y compañía y cuidadito con que al hermano lobo no le dé por zamparse a la hermana oveja; que todos sabemos que es jugando, pero es que a veces, al lobo le pierden las formas.

Que no es que quiera yo ahora alarmar al personal, porque, ¿quién no ha sentido algún tipo de afecto con un animal en alguna ocasión? Es más, hasta puede que hayan sentido hasta amor y yendo más allá, que hayan sentido la pérdida de alguno de ellos. No, no se asusten, que esto es propio de la condición humana, el problema empieza en el momento en que se sorprendan con la escala de valores del revés, cuando sitúen en la cúspide a cualquier animal, al que además dotan de valores propios del ser humano, arrinconando, casi condenando, a las personas al escalón más bajo de tal escala, tal y como si fuera un animal. Si se ven en esta situación, ustedes padecen animalasmia, todo para los animales, nada para los seres humanos. A los animales se les dotan de todos los derechos propios del hombre y al hombre, a la especie humana, se le niegan todos estos mismos derechos y es más, respondiendo a una especie de justicia sobrenatural, extraterrestre o vaya usted a saber de dónde emanará tal sentido de esa justicia.

Pero esto de la animalasmia no solo resulta peligroso para los hombres, que si solo fuera eso, aún podríamos defendernos de este mal de nuestro tiempo. Lo peor de todo es que la animalasmia también perjudica y seriamente, al reino animal y en consecuencia a la naturaleza. Porque no es infrecuente que los anilasmiáticos pretendan una extraña urbanización y asfaltado de la naturaleza, procurando un bienestar animal más propio para las personas, que para los animales. Lioso, ¿verdad? Cómo no va a serlo, porque así, sin quererlo, estamos queriendo explicar y razonar el mundo al revés. El bienestar animal es poner zapatos a un perro, abrigo, estar encerrado en una casa y salir solo a mear, tratando de que el trato con otros congéneres no pase de olerse el culo, pues ni gruñirse pueden, porque tienen que darse cuenta de que el gran danés que mea en mi esquina con un chorro como el Amazonas, es mi amiguito. Anda, no te j… Que el que te encierren en una cristalera de dos por uno y que te echen un ratón vivo de cuándo en cuándo es la mayor aspiración para una pitón “domesticada”. El bienestar animal es impedir que el caballo corra, que el perro cace, busque, husmee, que el gato trepe, cace ratones, se aparee, merodee en la noche, que el galgo corra, corra y corra o que el toro embista, luche, pelee y se sienta poderoso, el más poderoso de la creación. El bienestar animal es reprimir cualquier instinto de todo animal que nos empeñamos en que viva en el asfalto, sin que este entienda lo que es el asfalto. ¿Será eso del bienestar animal una consecuencia de la animalasmia o la animalasmia una consecuencia del tal bienestar animal entendido desde el punto de vista y aspiraciones del hombre?

Que este mal de la animalasmia llega a pretender que todos los animalitos vivan en libertad, felices, negándoseles incluso su capacidad de cazar para comer y que a eso del equilibrio animal le den, pero bien dado. Que puede que no sea agradable ver como un águila caza una liebre y la engulle con voracidad. Pues puede ser, pero si empezamos a pensar en cosas poco agradables de ver, igual nos falta vida. La animalasmia empuja a una vida supuestamente sana, con toda la salud que puedan dar únicamente las lechugas, los tomates, el brécol, las acelgas y las algas del Mar Muerto tratadas con iones enriquecidos con proteínas pluricelulares de las mareas del Ganges una mañana de domingo. Que cosas brotan una mañana de domingo y otros, aquí, por estos lares, desayunando churros esas mañanas de domingo. Que si nos sube el colesterol por exceso de churros con chocolate, si nos sube el azúcar en sangre, si con la grasa nos salen piedras en la vesícula, la medicina moderna tiene remedio, unas pastillitas, una dieta o ya en caso extremo, el bisturí y así vamos tirando, pero la animalasmia, ¡ay! Que para esto no, que solo una cosa tenemos cierta de momento, la animalasmia, sin tratamiento conocido.

viernes, 3 de agosto de 2018

Se precisa una mano inocente


Cuestión de suerte, a tú sí, tú no, tú... tú también

Para que luego digan que el señor Casas, don Simón, no escucha al aficionado; lo que pasa es que al hacerlo desde detrás de una puerta, no se coge la sustancia de lo dicho. Que son muchos los que llevan tiempo diciendo eso del sorteo de toreros y ganaderías y que salga la feria como Dios le dé a entender, a ciegas. Pero esta vez, con sorteo, no como parece hacerse en otros casos, a ciegas, pero sin bolas, ni bombo. Pero quizá el invento quedaría redondo si en la rifa intervinieran los cabezas del escalafón, los figuras, los emergentes y los que quieren ser. Eso por un lado y por el otro, pues un listado de ganaderías votadas por el público. ¿A qué pinta bien? ¿A que el sorteo ya empezaría a tener otro color? Y esto, allá por mayo y montar así el mes de toros de Madrid. Menuda forma de honrar al santo. ¿Se imaginan? Que van las bolitas y te ponen a Diego Urdiales, El Juli y Gómez del Pilar con la de Cuadri. O a Morante Octavio Chacón y Roca Rey con lo de Saltillo. Que Chacón tendría que hacer guardia en la Puerta de Madrid no para acompañar la salida del picador, sino para frenar la escapada a toda carrera de alguno de sus compañeros. Que se nos ponga el Juli a eso de agachar el lomo y tuviera que mirar al Cuadri para arriba.

Pero no se hagan ustedes ilusiones, que no, que no creo yo que los mandones de esto se presten a estos inventos, ni que tan siquiera el señor Casas, don Simón, fuera a ser capaz de proponerlo. Que si se lleva este numerito a término, será porque los elegidos para la feria de Otoño bastante tienen con que les contraten, como si se tienen que enfrentar al mismísimo Belcebú, de la ganadería de Pedro Botero. Se dice que será sorteo puro, pero no nos engañemos, ya de principio será dirigido, pues la propia elección de los candidatos será la primera manipulación. Que puede que muchos aficionados preferirán ver a los que realmente van a entrar en el bombo y a los que no entrarán en este sorteo, simplemente querrían que lo hicieran, pero más bien por eso del morbo. Personalmente me inclino más por los carteles montados siguiendo criterios taurinos; sí, esos que los empresarios y en especial el señor Casas, don Simón, no siguen. Ya me gustaría ver al figura de turno con el que viene empujando y con un hierro que empuje aún más, pero eso, eso no lo verán nuestros ojitos.

Se han lanzado muchas campanas al aire con esto del sorteo ¡Aleluya! Que sea la suerte quién decida y que a quién Dios se la dé, San pedro se la bendiga. Pero pensemos un momento. Pongámonos en una situación cotidiana, pasemos esto al plano doméstico. En el tascuzo don Simón nos han puesto un anuncio que dice: menú a 12 euros. Y allá que vamos. Nos llega un camarero con gafas, de pelo desaliñado y acento, con tono altanero, pero que denota no ser ni de abajo los Pirineos, ni de arriba de Tarifa. Maneras más que castizas chulescas y casi regañando por haber elegido su tascurrio con menú a doce bolos. Miramos la carta y elegimos:

-        Yo quiero de primero las angulas y de segundo, cocochas en salsa verde. 
-        No, eso no entga. 
-        Pero, ¡si viene en el menú!
-        Ya, pego no entga.
-        Bien, entonces, unas gambitas de Huelva y un chuletón de Ávila.
-        No, eso tampoco entra.
-        Pero, oiga, que está aquí, en el menú.
-        Ya, pego usted puede elegig lo que quiega, pego eso no entra.
-        Pues dígame usted qué es lo que entra.
-        De pgimego sopa de asilo, sin picatostes, ni tropezones, y de segundo, mortadela a la gomana.
-        Pero esto es un timo
-        ¿Un timo? Entéguese, esto es el agggte de la gastronomía, la sublimación de la nuvel cusín.
-        Pero me dice que puedo elegir lo que yo quiera y al final tengo que comer lo que a usted le dé la gana y por doce euros. Menuda ganga.
-        Noooo, yo le dejo elegiggg lo que guste, pego es que tiene que acegtag con lo que le tiene que gustag.

Y luego, igual, si salimos mosqueados del tascuzo y con la sensación de haber sido timados, el señor camarero nos estará esperando a la puerta para echarnos el gran broncón por no atender más que a nuestra elección, a la suya. Que no creo yo que vaya a haber gran diferencia entre lo que proponga el azar y lo que fuera a montar el señor Casas, don Simón. Que hasta es posible que la única diferencia sea que este año montará la feria de Otoño con bolitas y otros era tirando una moneda al aire. Que las opciones no pueden ser muchas, que los toros son los que son, con interés o sin él, pero los que ya estaban comprados para octubre. Y los toreros, pues más de lo mismo. Es más, quizá falten nombres del gusto del aficionado de Madrid, pero ya saben, esto es lo que hay, a suertes, pero es lo que hay. Un sorteo puro, pero muy bien dirigido. Y quizá que venga bien para sacar las bolitas, pero se antoja más urgente para gestionar el devenir de la fiesta de los toros, Se precisa una mano inocente.