martes, 27 de septiembre de 2022

Si no hay toro, pero hay arte…


El arte no se puede desligar del toreo y se en algún momento se separan, entonces ya no estaremos hablando de toreo, sino de otra cosa de la que tampoco entiendo

Todo aquel que se considera mínimamente aficionado a los toros, si le preguntan sobre el toro, sin dudarlo, dirá que el toro es lo principal, que sin toro nada tiene importancia, que si no hay toro allí ya nada vale. Muy bien, pero ahora, pongámosle delante a un artista haciendo sus cosas y a ver cuánto tarda en desdecirse a si mismo y empezar a soltar una retahíla de pseudoargumentos, para justificar su partidismo. Que todo esto es muy lícito y que cada uno cuente lo que mejor crea, pero no quiera convencernos de su fe táurica, cuando esta cede y se resquebraja en cuantito que asoma su divinidad vestida de luces. De la misma forma que ocurre cuando de eso de los tres tercios, que si la lidia completa, que si el tercio de varas, pero lo mismo, lleva el fenómeno, da un muletazo o tres, se pone postinero y hala, otra sarta de excusas; se saca el bisturí taurino y de una colección de trapazos sacamos esos dos naturales o tres, a veces solo uno y ya tiramos para un tiempo. Pero esto no va solo del torero que nos llena el alma con su arte, que esto también se repite con las ganaderías, que alguien no me pregunten quién, dice que tal ganadería está en muy buen momento o que el ganadero es muy aficionado o simplemente que es un tío majo y de buen trato con los aficionados y ahí salta por los aires lo de la lidia, los tres tercios, la casta, el casto y todo lo que hace diez minutos exigíamos fervientemente. Que si un día nos cruzamos con don tal y nos estrechó la mano, ya puede salir un mostrenco tirando coces al peto, que si en la muleta va y viene con más benevolencia que el abuelo de Heidi, ya le pedimos vueltas al ruedo y placas de azulejo para toro y ganadero. Y no les digo nada si además hemos visitado el cortijo un “finde” de rutas ganaderas. Que esto de visitar el campo está más que bien y es muy recomendable, pero que no nos ciegue la visita.

Que lo mismo ustedes piensan que uno solo entiende acudir a una plaza como un juez a punto de mandar a un chaval al trullo para los próximos quince años, nada más lejos. Que eso de las pasiones por un torero, por una ganadería, hasta por una cuadrilla o una plaza, es algo que no debe desaparecer del sentir de los aficionados y los públicos. Eso da vida, vigor a la fiesta de los toros. Es la sal de este guiso, pero que tampoco nos hurte el sentido de la vista, que no merme nuestro sentido crítico y que valoremos las cosas en su justa medida. Que ustedes me dirán que no tengo corazón; claro que sí, pero si ese partidismo, en muchas ocasiones rayano en la locura, cruza la frontera del fanatismo, de no escuchar, ni atender a la lógica, al final nos conduce a subir a los altares a quien se pone bonito, muy bonito, delante de una caricatura de toro y que si se da un paso más, desembocaría en el carretón. Y aquí volvemos a lo de antes, tiramos de bisturí y encontramos un natural suelto. Que si la cuestión va de pegar pases, este es el punto exacto, ahora uno, me pego una carrerita, otro y así hasta que el animalito aguante. Eso sí, si hablamos de torear, lo primero, lo imprescindible es el toro. Que una tortilla de patatas, sin patatas, ¿cómo la llamarían? Hasta puede que se ofendieran por ello. ¿Entonces? ¿Cómo le podemos llamar a eso de torear sin toro? ¿Le podemos llamar a eso torear? ¿Se puede llamar torear a endilgar medios muletazos de uno en uno? Que ustedes estarán pensando en un nombre, en un señor que se viste de luces y al que aclamaron desde una televisión los charlatanes de feria que lo mismo te venden un pelapatatas y te regalan una alfombra para el dormitorio, que te sueltan un molinillo de café y un paquete de cápsulas para una cafetera de las modernas. Y claro, te venden un triunfo, un toreo para la historia, pero sin tan siquiera una aproximación al toro. ¿Puede el arte, por muy sublime que queramos que sea, suplir la ausencia del toro? Porque si hay un arte al que el toro no le sea necesario, imprescindible, ¿de qué estaríamos hablando? Igual nos hemos cargado de un plumazo la esencia de los Toros y todo el espectáculo, el rito y todo un mundo que según dicen, se sustenta en el toro.

Quizá es que se ha perdido la medida, eso siempre tan presente en los Toros, medir el castigo, una faena medida. Pero, ¿se puede construir una faena a base de muletazos sueltos, de uno en uno? ¿Se puede medir una faena en la que no hay toro al que medir y poder? ¿Se puede medir el castigo cuando no hay toro al que lidiar? Pues me surgen muchas respuestas y afirmativas creo que ninguna. Y en cuanto nos despistamos un segundo ya nos están bautizando de histórico cualquier cosa. Que la verdad, la verdad de todo, históricos van a acabar siéndolo los paseíllos, no por el arte, la gracia o el garbo torero, sino por el modelaje de los actuantes. Habrá a quiénes no los encontrarán jamás en este tinglado tan bien montado, incluso los hay que se han apartado ya, pero según parece, sí que encontraremos a esos que tan bien plantados ellos te soltarán absolutamente convencidos, que sí, que vale que si no hay toro, pero hay arte…

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miércoles, 21 de septiembre de 2022

Contra la amargura, toreo

Un natural y sobran las palabras

Los hay a los que se les pone el cartel de amargados, de que no les gusta nada, hay quién los llama despectivamente “los entendidos” y hasta procuran sentarse lo más lejos posibles de sus gritos y sus protestas, porque consideran que lo de los gritos y las protestas en los toros no es bonito. Que para ellos nada es bonito si se aparta del ¡bieeeeejjjnnn! Y de sacar los pañuelos para pedir despojos, a veces hasta a dos manos, porque, no sé quién les habrá contado que la felicidad en los toros solo viene si hay despojos. Que quizá esto sea así para los carniceros y casqueros, pero para un aficionado, se me hace raro. Que eso de la estadística está bien para el fútbol, el baloncesto y a veces, ni para eso tampoco cuadran. Aunque claro, si oímos a empresarios como el señor Garrido, de Madrid, o el señor Amador, de Albacete, el éxito son  las puertas grandes y punto. Que no les pidan que cuenten cómo se producen la mayoría de las veces esas salidas a cuestas. Pero ya digo, en esto de los toros, quizá la estadística es lo que más alejado debería estar de la felicidad del aficionado.

Si yo les digo que la afición de Madrid salió que no cabía en si de gozo, con la cara iluminada como si hubieran visto un prodigio, pero que no vieron cortar ni un despojo, ¿qué dirían? ¿Qué están locos? Pues sí, tienen razón estaban locos, pero no por lo de los despojos, ni mucho menos, sino porque vieron torear, el toreo se les hizo presente, el toreo al natural, el más puro, el que en si mismo recoge la pura esencia del toreo. Un torero menudito, poca cosa, que a veces hasta parecen los toros levantar un palmo más del suelo que él, se puso a hacer el toreo. Como me decían a mí de niño, que bonito es ver torear bien, torear de verdad. Que sí, que había mucho partidario que estaba deseando el triunfo del torero, eso creo que solo lo negarán los partidarios, que, por supuesto, no lo admitirán nunca. Se vio ese partidismo en un primer toro, uno de Hoyo de la Gitana, que no es poca cosa, en el que se empeñó en pegar pases acortando mucho las distancias, con la muleta retrasada y sacando el pico, pero un mal manejo de la espada evitó sonrojos en el personal. Pero fue en su segundo, otro de José Escolar, donde los partidarios se vieron superados, y que fortuna por ello. Que si bien pretendían jalear los capotazos a un animal que iba de largo, no querían reparar en que le puntera las telas. Desafortunado en el primer tercio, sin lograr poner al toro en suerte debidamente, pero fue en el último tercio donde se acabaron todas las penas. Una primera tanda con la derecha sin demasiado sosiego y por momentos escondiendo la pierna de salida, pero fue al natural dónde todo pegó un vuelco. Una tanda irregular, pero fue en el tercer muletazo en el que el toreo hondo, con mando, rematando atrás, nos devolvió la fe en esta locura que es el toreo. También se jaleó alguno enganchado, pero cualquier olé después de aquel natural era hacer de menos a aquel natural. No soy de los que me gusta eso del toreo de bisturí, ni mucho menos y quizá ahora lo salvo porque aparte de lograrlo o no, el toreo quería torear, que eso también se valora en Madrid; quizá sea de las plazas donde más se valora eso de intentarlo. Pero el bisturí quedó a un lado en la siguiente tanda de naturales, uno y otro y otro, rematados y ligados, que sí, que tenía que dar dos pasitos de más, pero es que el toro se quedaba, un toro que tampoco humillaba en exceso, pero que se tragó tres naturales para hacerte creer que lo imposible se logra. Lástima que el torero se empeñara en dar uno más, en alargar la tanda, lo que tampoco era necesario, y no ligar el natural y el de pecho, que habría hecho saltar los cimientos de Madrid por los aires. Después vinieron unos adornos, lo mismo que antes hubo un inicio de faena por abajo, con la derecha por ambos pitones, pero permítanme que deje eso un poco de lado y me quede con los naturales. Que goce el no poder decir que no veo un natural rematado atrás y de verdad desde hace… porque lo vi el domingo, cuando el sol ya caía, un rato antes del fútbol, el baloncesto y hasta la petanca. Ahora tendré que decir que no veo un natural de verdad desde aquella tarde, aquella en que un torero hizo el toreo. Y el torero se llama Fernando Robleño. ¡Y que viva la madre que lo parió! Y fuera amarguras, las que por otro lado parecía que querían provocar Miguel tendero y Luis Gerpe, que a pesar de lo que digan sus partidarios, bien podrían dedicarse a otra cosa. Tendero, no sé, no le conozco, pero Gerpe, por lo que dejó ver, quizá estaría bien de andarín, por aquello de darse vueltas al redondel porque le viene en gana. Y creo que tampoco merece mucho la pena hablar del ganado, aparte de ese buen toro de Escolar, ni de las nuevas hazañas del presidente impertinente, que mejor estará buscando cacos haciendo cumplir la ley, que saltándose a la torera el reglamento cada vez que se le cruza lo que se le tenga que cruzar. Y yo me sigo quedando, si ustedes me lo permiten, con el toreo al natural. Unos dicen que fue histórico, que fue… ¿Qué necesidad de calificar? Porque toda calificación es discutible y lo mismo hasta hay quién se enfada y se amarga y ya saben que contra la amargura, toreo.

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viernes, 16 de septiembre de 2022

El lujo de ir a los Toros

Joselito quería hacer accesibles a todos los Toros y ahora hay quién, con la mente mucho más estrecha, quiere echar a aquellos que el Rey de los Toreros quería recibir y que le vieran torear.


Ahora ya lo tenemos claro, ya sabemos a qué atenernos, lo de ir a los toros es un lujo, porque los toros, o la “tauromaquia” es un espectáculo de lujo. ¿Se acuerdan de aquello de que es cultura y que es del pueblo? Pues a tomar… ahora es de lujo y el que quiera ir a los toros, que lo pague y bien pagado. Que al final nos dicen que todos somos iguales y vamos y nos lo creemos. Pues no, a partir de ahora, el acceso a la plaza estará limitado a los que puedan pagárselo con creces. ¡Joer! Pues les prometo que yo me llegué a creer eso de la igualdad, de que esto era un espectáculo nacido del pueblo y para el pueblo, pero no, como si fuera un monarca absolutista, en cuatro frases el señor Casas ya nos ha aclarado las cosas, todos a la calle, menos los que tienen el riñón bien cubierto y van tirando los billetes de cincuenta como el que tira las pelotillas de los bolsillos del abrigo cuando vuelve el frío. Que uno se creía que imitaría a José I, que devolvió los toros al pueblo allá por… O que continuaría con la idea de Joselito, de hacer los toros accesibles a todo el mundo y que no dejaran de ir a verle por no tener dinero para una entrada. Pero no, usted viaja por libre por esas nubes de su “Tauromaquia”, que nadie sabe adónde quiere llevar, quizá usted tampoco sepa cuál es el lugar de destino, simplemente se dedicar a pegar bandazos y si en cada uno de ellos echa a unos cuantos que no le son agradables, mejor. Eso sí, le tengo que reconocer un gran mérito, un mérito para el que no todo el mundo está cualificado. Usted siempre encuentra una justificación a todos sus atropellos y las suelta así, con desparpajo, sin despeinarse, que ya viene despeinado de casa y además muy estiloso, que ahora resulta que se ha propuesto darle categoría a la “Tauromaquia”, subiendo los precios desproporcionada, injustificable e injustamente, porque injusta es toda medida que excluya a alguien y mucho más si los excluidos son los que más dificultades tienen para acceder a un derecho tan básico y tan democrático como es la cultura. Porque creo que coincidimos en que los Toros son cultura, ¿no? O quizá su “Tauromaquia” no lo es y solo estamos hablando de un negocio de unos pocos para esquilmar el bolsillo de la mayoría.

Que menos mal que ha llegado usted a las ventas para dar categoría a esta plaza, ¡Alabado sea el Señor! Después de 90 años de las ventas y varios siglos de la plaza de Madrid, hemos tenido que esperar su advenimiento para que esta alcanzara la categoría que usted supone que no tenía. Que bueno, puestos a categorizar, ya tenemos los ejemplos de otras plazas en las que el modelo es el mismo. Una gestión nefasta, insultante a los ojos de los aficionados, arrasar y esquilmar la afición de esos lugares y después de sembrar sus campos de sal, empezar a tirar bocados a diestro y siniestro, no sé si preparando la huida mientras busca su próxima víctima. ¿Nunca ha pensado que la categoría viene de los carteles, unos carteles construidos a partir de la integridad del toro?  Pero usted nunca ha pensado en algo tan básico para los Toros y la afición, usted solo piensa en imponer su “Tauromaquia” allá dónde va y en este caso la plaza de Madrid. Para usted, la forma de engrandecer las Ventas es montando unas ferias infumables en las que solo concibe la presencia de las figuras con los toros de las figuras y atrayendo a un público que de momento solo sabe de las figuras, quizá porque son los que más salen en la tele de las figuras, en esta fiesta actual en las que esas figuras y los que les gestionan sus cosas no permiten que nada se aparte ni un milímetro de su idea de espectáculo tramposo, fraudulento y que cada vez atrae a menos público a las plazas.

Y todavía se atreve a decir que en esto no hay subvenciones. Pero, ¿subvenciones para qué y para quién? ¿Para contratar a Juli, Roca rey o Manzanares? ¿Para comprarle toda la camada de Fuente Ymbro y a otros ganaderos que no crían toros, sino productos en sus macrofactorías? Que podíamos pensar que igual usted no ha entendido Madrid, ni ha tenido quién se lo explicara, pero es que a usted eso le ha importado siempre bien poco y no creo que por un lado el señor Garrido, el señor Abellán o la señora Ayuso y en su día los Choperitas, supieran contar lo que ha sido esta plaza. Uno, que decía que tenía abono desde los diez años en el tendido 2, pero que se ve que no le aprovechó, estaría jugando a vender cruceros por el Manzanares, Jarama y el Alberche. Otro que de torero no entró nunca en esta plaza, que sí que hizo el paseíllo muchas veces, pero ya sabe eso de que él entró en Madrid, pero Madrid nunca entró en él y que además parece tener ahí una cuenta pendiente con esta plaza, quizá por eso, por no haber logrado jamás ser uno de los suyos. Y la otra, la señora Ayuso, que no creo que entrara en la plaza ni para ver a Loquillo, ni mucho menos a Serrat, porque no me suena que Norma Duval actuara en las Ventas, ¿no? Pero usted sigue a lo suyo, que no es otra cosa que eso, imponer su “Tauromaquia” aplastando una historia gloriosa, una tradición, un sentimiento, una forma de entender los Toros quizá especialmente particular, que hay que reconocer que nunca entendieron ni los mediocres, ni los miserables, pero que siempre aclamaron los más grandes. Que logrará expulsar y apartar a quienes no puedan sacarse un abono, a quienes ya no puedan pagar esas cantidades durante toda una temporada, pero tenga en cuenta que igual se quede con los que alcen la voz en busca de su minuto de gloria aunque luego traguen quizá abducidos por un incomprensible síndrome de Estocolmo. Pero habrá perdido el corazón, el alma de una plaza, de una fiesta y aunque a usted no le guste que estén siempre hablando de los precios, que no entienden que esto es un espectáculo de lujo, sin estos, su plaza, porque se habrá apropiado de ella, se quedará en nada, en un edificio tan ruinoso como ya lo son las piedras que ahora dicen que son las Ventas. Tendrá solo piedras, piedras apelotonadas que se vendrán abajo en cuanto sople el viento, porque la argamasa, lo que une esas piedras y da estabilidad y garantiza el futuro, la afición, ya no estará ni para protestarle más subidas de precios. Pero usted no se canse y siga contándonos que es el lujo de ir a los Toros.

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lunes, 12 de septiembre de 2022

Un desafío y muchos retos por delante


Los desafíos nos permiten ver el toro que normalmente no se suele ver, pero por contra, vemos a los toreros que hacen lo de siempre, lo de todos.


Lo del desafío ganadero, sin ser una fórmula que me vuelva loco, si sirve para poder ver toros de hierros que los taurinos y amantes del jarte tienen vetados y si de ellos dependiera, los exiliarían a los anillos de Saturno. Pero además de estos desafíos, hay muchos retos por delante, como el empezar a ahorrar para poder seguir yendo a los toros, que ya se sabe, con lo de Puttin, lo de Carlos III de Inglaterra, lo del cambio climático, la vuelta al cole, el seguro del coche, si es que no te vas a la Mutua y lo que te cuesta la alarma para que no te ocupen la mansión, a los precios que se van a poner las entradas para las Ventas, lo  de ir a los toros va a ponerse muy cuesta arriba. Que a los que piensen ir en un futuro a la plaza gestionada por el siempre cabreado señor Casas, don Simón, y el señor Garrido, con su carita de no haber roto en su vida un plato, nos han tirado no un guante retador a la cara, que ya es para pillarse un buen globo; nos han tirado un guante lleno de barro, un escupitajo y además nos han llamado de todo y nos han dicho eso de chincha rabiña, que tengo liberalización de precios y tú no los tienes, pero los pagas. Que malotes, ¿verdad? Que tampoco es para tanto la subida, si pensamos que las recaudaciones tienen un fin benéfico, para sufragar los gastos de la finca y el quad de perera, para que Talavante no se enfurruñe y le den sus buenos dineritos, para que Morante pueda seguir sosteniendo el gremio del Pret a porter taurino, para que el señor Roca siga alimentando la industria del antibalas o antipitones, para que Ferrera siga alimentando la industria del edredón y las cortinas de salones y dormitorios y para que los señores de Plaza 1 paguen en tiempo y forma a todos sus deudores. ¡Ah! Y para ver si al final se puede ampliar la finca de Fuente Ymbro con toda la provincia de Cádiz, parte de la de Málaga, Sevilla y el Coto de Doñana, a ver si así le cabe todo el ganado que el señor ganadero tiene preparado para Madrid, para otras plazas tiene ya otras finquitas apalabradas. Mucho reto y no sé si poco desafío. Que eso de los desafíos también tiene su miga.

Que si en este tipo de festejos la cuestión está en dos hierros frente a frente, si tiene que salir un sobrero, o dos como esta tarde, ¿ya no hay desafío? Pues visto lo visto, no, y entonces los de luces pueden tirar del repertorio habitual, sin que nadie parezca poder echárselo en cara, como si no fuera recomendable siempre, pero siempre, el que se ponga el toro en suerte en el caballo, el que se ponga a distancia, el que incluso se ponga tres veces, ya no por los desafíos, sino por darle un gustito al aficionado. El primero de Octavio Chacón, un mozo de Palha, parecía no entregarse del todo. Derribó en la primera vara en la paletilla y en la segunda, de lejos, pero sin demasiado convencimiento, solo recibió un picotazo. En la muleta, le recibió Chacón por ambos pitones con la derecha, pero sin torear, ni templar. A lo que mandara el toro, dejándole que le comiera el terreno, defendiéndose a base de trapazos destemplados sin mando alguno. Con el Saltillo que le tocó, el cuarto de la tarde, ya de primeras se dio media vuelta y lo enceló perdiendo terreno hacia afuera. Fue pronto y de lejos al caballo, queriendo pelear con fijeza, derrotando cuando le tapaban la salida. En el segundo puyazo, un marronazo traicionero dejó inservible al animal, que a partir de ahí ya evidenciaba una merma significativa, pero el espada seguía y seguía tirando trapazos sin sustancia y alargando el trasteo innecesariamente. Muy atento para proteger a los caballos al salir al ruedo, pero quizá eso ya no sea suficiente para un torero que hace unos años ofrecía mucho más que esto.

Pepe Moral volvía a Madrid, sin la expectación de otros momentos. Esa que ahora mismo parece poco probable que vuelva a calar en los corazones de los aficionados. Si bien es verdad que pone con mucha gracia posturas de parecer que está haciendo algo, al final, a nada que te fijes y sin fijarte, ves que no da nada, ahí no hay nada y lo que es peor, no parece que le interese demasiado el toro que tiene delante, él va a hablar de su libro, como todos. El problema es que todos tienen el mismo libro, sin saber ya quién plagió a quién. Estaría curioso que alguien pidiera derechos de autor por esta manera tan sosa, aburrida y mentirosa de hacer ese sucedáneo de toreo. Porque toreo no es bailar la polca con el capote, que vale que en su primero lo puso de lejos para que lo picaran mal y después poco. Un animal que mostró fijeza y que poco a poco se le veía que se iba desfondando. Así llegó a la muleta, con poquitas energías, después de haber mostrado en banderillas que por el pitón derecho iba y hasta hacía hilo y que por el izquierdo le entraba la desgana y no se movía. Pero estaría Pepe Moral pidiendo el vasito de agua, pensando en a quién brindaba, que no se fijó en el detalle y decidió aplicarle la faena 334 del catálogo “pepemoralista”. Y mira que desde el burladero le decían que con la derecha, pero nada, él venga a tirar trapazos a media altura mientras el de Saltillo iba en paso de procesión. Pero oiga, que algunos jaleaban aquello de la lentitud; que por jalear, hasta eso tan…. Chabacano de tirar el palo o la de mentira, y un espadazo rinconero tirando el trapo al cielo de Madrid. Su segundo fue un sobrero de José Luis Pereda, al que le tanteo con una sosería insufrible, lo justo para pasar el trámite. A este, como no era de “desafío”, lo dejó a su aire en el caballo y eso que el animal se arrancó incluso un tantito codicioso, que en una tarde en la que los demás, aunque fueran de lejos, iban al pasito, ya es de agradecer. Y llegó el matador dispuesto a tocar el cielo. Si el repertorio 334 no funcionó, vamos a por el 335, con banderazos por delante, por detrás, por arriba, por abajo. Y el de Pereda acudía al engaño presto al toque. Pero ya ven, trapazos con el pico y más trapazos, despatarrado, dejándose tocar la tela, fuera de cacho, efectista, pero… El toro regalaba embestidas y el espada regalaba trapazos. Hubo quién pensó que tuvo suerte al no estar acertado con la espada, pues si le llegan a premiar aunque solo fuera con una bolsa de caramelos, quizá algunos, bastantes, le habrían protestado y es que ya se sabe, siempre habrá amargados a los que no les sube el alcohol como para ver bueno lo que solo es vulgar.

Pero no se crean que solo Pepe Moral no estuvo a la altura, que después venía Venegas, que también tenía lo suyo. Con el de Palha, un toro feote como muchos de esta casa, a las primeras de cambio, ¡hala! a darse la vuelta y perderle terreno, que eso está bien cuando el toro aprieta, pero no por si el toro aprieta, que es muy distinto. Mal en todo el primer tercio, para ponerlo en suerte, el pica para pegar marronazos sin sonrojarse, que si pido el cambio pero no lo pido. Con la pañosa se le revolvía, se le venía pronto y hasta codicioso y el de Beas se lió a pegar trapazos a la velocidad del rayo. Uno, otro, otro, sin tiempo para respirar. Pero oiga, estamos en lo de siempre, que hasta gustaron a parte del personal, quizá esos que le pidieron el despojo y después que se diera un garbeo por el ruedo. Inseguro, más por el pitón izquierdo, hizo que unos le jalearan y otros que le gritaran eso de se va sin torear, porque esa era la sensación, que el de Palha se le estaba yendo sin que le hubiera mandado ni a por tabaco. Su segundo, un torazo con trapío, pero sin kilos, lo que ya dice bastante, debía quedar fuera del desafío, como el otro, pues era un sobrero de Torrealta, al que ya de salida no hicieron ni por pararlo, ni por fijarlo. Fijo en el peto, pero sin apretar, se dolió en banderillas. Le recibió Venegas con telonazos y a nada que le echaba el trapo abajo, el animal besaba el suelo. Latigazos, trapazos pegando el manivolazo, que no rematando, enganchones y teniéndose que recolocar constantemente. Daba la sensación de ni poder, ni saber hacerse con el de Torrealta, pero eso no impedía que él siguiera y siguiera hasta aburrir y hacernos pensar que lo de los desafíos se lo podrían plantear los de luces como un reto, pero no parece que esto tenga remedio y al final todo se queda solo en un desafío y muchos retos por delante.

 

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domingo, 4 de septiembre de 2022

Concurso, concurso, el Pasapalabra

Queríamos ver buenos tercios de varas, lidias, pero na de na. Un señor que solo pedía al de aúpa que levantara el palo, pero ni ese gusto le quisieron dar. Todo quedó desierto.


La ilusión que hacía hace años una concurso, pero el paso del tiempo y quizá la nula selección de los ejemplares a lidiar, que más bien parecen reses que se quedan descolgadas y sin poder encajar en ninguna corrida. Pero si encima añadimos a esto lo de “novillada concurso”, entonces es posible que a algunos nos estalle la cabeza, sobre todo si pensamos que las concurso requieren un bagaje determinado, conocimiento de la lidia y del toro. Pues nada, con cogemos tres chavales, de los cuales incluso uno se presentaba en Madrid, les anunciamos para esta cosa rara y ya tenemos montado el esperpento, que como tal, como esperpento, no ha defraudado a nadie; otra cosa es si lo vemos como una corrida especial y de características muy determinadas, en lo que lo principal es el lucimiento del toro, hasta más allá de lo que debería ser habitual. Pues nada, novillada concurso y novilleros que… vamos, como si en un juicio por un crimen de los gordos ponemos a estudiantes de segundo de Derecho. No lo quiero ni pensar.

Y ahí que han ido Rubén Fernández, Alejandro Adame y Fernando Plaza a ver si se llevaban el bote del concurso y nada, Pasapalabra Pasapalabra, Pasapalabra… Si ni poner el toro al caballo, que sabían que era una delas preguntas que les caían seguro, pero nada, los que en contadas ocasiones han puesto el toro en suerte han sido los peones. Igual es que ya habían estado en el concurso y se lo sabían de otras veces. Que mira que se lo tenían dicho a los tres, que son tres entradas al caballo, pues nada, hasta pedían el cambio con dos entradas, que no me atrevo a llamarles puyazos, porque tampoco nos vamos a poner ahora a contar mentiras y hacerles creer a ustedes lo que no ha sido. El primero de los Bayones mostraba una invalidez más que manifiesta, pero ni el usía, ni el propio espada y algún despistado más repararon en ello. Eso sí, ya se encargó Rubén Fernández de descalificarlo al pedir el cambio en el segundo puyazo. Hala, fuera del concurso. El segundo, de Alejandro Vázquez, parecía plantar batalla en el caballo, aunque sin humillar, pero ya en la segunda vara apenas ni llegó a cumplir y en la tercera se limitó a topar contra el peto. En la muleta sí que iba y venía, sin sometimiento, pero se movía. Influyó para mal el que su matador, Alejandro Adame, le dejara tocar demasiado la tela. El de Montealto, que fue bien al caballo dándole distancia, pero apenas tuvo opción de poder demostrar más que algún derrote cuando le levantaron el palo, pues apenas se le señalaron las tres varas. Hay que destacar la buena labor de Blas Márquez para dejar el toro en suerte. Pero lo que no se vio en el peto se vio con los palos, de los que se dolió sin pudor alguno. Si alguna opción podía tener para el último tercio, Fernando Plaza se ocupó de desbaratarla. El animal parecía querer ir, incluso venirse arriba, no mucho, pero si lo suficiente para que el espada no saliera del embarullamiento en el que cayó en su idea de dar pases y más pases. Hacía cuarto uno de Brazuelas, que ya buscaba las tablas desde el inicio. Muy corretón, siguió suelto en el caballo, donde pegaba un cabezazo y salía de najas. Tampoco parecía que se le fuera a picar con tanto fallo con la vara y en la tercera, bien colocado por Andrés Revuelta, le cogieron en buen sitio, pero se marchó de inmediato. En la muleta la verdad es que tampoco tenía nada, pero Rubén Fernández se ocupó de que pudiera dar menos. El de Quintas, un aparejado, rara avis en la actualidad, nos podía hacer recordar aquellas fotos de toros de comienzos del XX. Pero si acaso la estampa y ya. No quería caballo y a la mínima ya estaba o tirando derrotes o queriéndose marchar. Que él no estaba para concursos, ni mucho menos para premios, ni tan siquiera para clasificarse para la siguiente fase. Es verdad que desde el primer muletazo Adame le atosigó, ahogándole cualquier posibilidad de embestida, pero tampoco es que tuviera el animal mucha idea de tomar el engaño. Eso só, el azteca pareció ver allí una alimaña y nada más lejos. Iba a cerrar uno de Pablo Mayoral, con una bella estampa, pero empezó haciendo extraños con la pata izquierda y acabó rebozado por el suelo, por lo que tuvo que ser devuelto, para que saliera uno de Rekagorri que quería poco caballo, estando más pendiente de si alguien le invitaba a salir de debajo del peto. Y como solo se le dieron dos puyazos, otro que quedaba fuera del concurso. Mostraba querencia hacia las tablas, entraba con aspereza y hasta se puso pegajosito, sin que Fernando Plaza supiera meterlo en cintura. El toro iba a su aire y ya fuera por la incertidumbre que ofrecía el propio toro o por la falta de pericia evidente del espada, hacía que la faena transcurriera en un cierto ambiente de inquietud.

En cuanto a los espadas, pues poco que decir y bueno, pues nada, nada bueno. Rubén Fernández sin recursos, sin saber cuál era su sitio en el ruedo en una lidia ordenada, incapaz de dar un muletazo limpio, siempre bailando y mal, muy mal con los aceros; pinchazos, innumerables descabellos y encima se permitía el lujo de alargar innecesariamente el trasteo del cuarto, hasta tener que oír dos avisos. Alejandro Adame sufrió el engaño de los paisanos y vecinos, que le jalearon la vulgaridad y la trampa, ignorando un primer bajonazo que le descalificaba para cualquier concurso de todo, ni el Pasaconelpico, ni Saber y trapacear, ni el 1, 2, 3, descabella otra vez. Pero él, que es muy descarado, se dio una vueltecita al ruedo entre las protestas del personal. ¿Qué más da? Si yo lo valgo. Si lo valdrá, que hasta entró en quites cuando no le tocaba, pero eso daba lo mismo. A su segundo le convirtió en un imposible mayor de lo que podía ser, con un encimismo injustificado, más bajonazos de esos que te lleven los civiles, y golpes de verduguillo atornillados, a ver si así … Pero oiga, que aún hubo una familia, muy cariñosa ella, dispuesta a batir palmas en su honor y a encararse con quién no las imitara y a estos, lo más apropiado parecía ser el mostrarles el dedo corazón, el del medio, así levantado o doblar el bracito de señorita delicada con el impulso del otro brazo. ¡Qué monas! No me digan que no. Y el tercero, Fernando Plaza, quizá fue el más discreto, que incluso medio condujo a su primero en los comienzos de faena del tercero, pero ya no hubo más, pico, embarullado, vulgarote, con mucho enganchón. Al sexto le hizo el caso justo, no se asentó nunca con él, ni siquiera daba sensación de poder defenderse de la incertidumbre del toro. Al menos habrá que agradecerle que no masacrara a sus novillos con la espada, incluso con una rinconera y otra trasera. Y se suponía que al final habría premio, ¿no? O el bote, o lo que dieran esta semana o volver la que viene, pero nada de nada. Que no es que no se repartieran despojos, que no, es que ni un ¡Qué guapo eres!, ni el complementario, ni el reintegro. Vaya chasco de concursos y es que para concurso, concurso, el Pasapalabra.

viernes, 2 de septiembre de 2022

Un mundo de valores

El valor fundamental en los Toros no es otro que el toro y su integridad.


Siempre se ha hablado de los valores que existen y se transmiten desde el mundo de los Toros. A pesar de lo que muchos hablan encastillados en su ignorancia, estos valores son indiscutibles; desde el valor de la vida, el amor a los animales, sí, amor a los animales, el compañerismo por encima de la competencia y en connivencia con el espíritu de superación, de ser mejor que el de al lado, de ser el mejor, el respeto por los demás, por el animal que está ahí abajo, desde el momento en que nació. Y como dicen, el valor más importante, la verdad, que es el sustento de todo esto ya que convierte todo lo que rodea al todo en algo único y digno. Pero como ocurre con todo, siempre están los enemigos de los Toros, que trabajan día y noche para demostrar que tales valores no existen. Ahí tenemos aa los taurinos, a los que quizá más se les llene la boca con esto de un mundo lleno de valores, pero que son los que más se empeñan en desnudar a la fiesta de los Toros de tales valores.

Porque, ¿me van a contar a mí que es respetar los valores de la fiesta el que unos señores se quieran saltar las leyes en beneficio propio? ¿Me van a decir que los valores de los Toros son el querer imponer sus criterios en un reconocimiento, el amenazar incluso con la integridad de quienes actúan como autoridad si no se cumplen sus imposiciones? Quizás también tiene grandes valores morales el menguar premeditadamente las capacidades y condiciones que garantizan la integridad del toro. Eso de “tocarlos” o “arreglarlos”; el cometer un delito a sabiendas, porque aunque no lo tomen como tal, delito es. Esta gente creyente, pero no practicante. Que no practica ni la integridad, ni la tolerancia, ni nada que no sean ellos, luego ellos y después ellos, que se creen con derecho a apropiarse de lo que es de todos, a excluir al que no piensa como ellos o que no se somete a sus caprichos, a sus imposiciones.

Que lejos este mundo de los Toros con que me encuentro ahora, del que un día me mostraron y en el que más de una vez se apoyaron para enseñarme de la vida. Pero si despojamos a todo esto de su esencia, ¿qué nos queda? Lo que tenemos, que quién tiene el dinero es el que manda, que los que mandan, que no es lo mismo que gobernar, se creen omnipotentes y que para ellos todo vale, se creen que como una mala copia del Rey Sol, la fiesta son ellos y a los demás solo les conceden dos derechos que convierten en obligación, el pagar y el callar y si te intentas deshacer de estas ligaduras, entonces es que vas contra su libertad. Pero ellos siguen dale que dale con lo de los valores e incluso con lo de la cultura, que no sé si será para que se entere algún despistado o lo repiten y lo repiten para creérselo ellos mismos, porque es yal la gran mentira que nos quieren hacer tragar, que ni ellos se lo creen. Gente de valores, dicen y como principio fundamental de sus actuaciones está la mentira y sobre esta poco se puede construir. De niños nos decían que no hay que decir mentiras, que siempre con la verdad por delante, al menos en mi casa, y que mayor verdad que la de ponerse delante de un toro de lidia íntegro, al que había que dominar sin trucos, sin triquiñuelas. Pero será que uno se va haciendo mayor y ya no entiende cadi nada. Que los valores a observar es que el dinero lo puede todo y que si uno se arrima al que lo tiene, igual… Que si el poderoso despluma al débil, pero a mi no me toca, pues a estar con el poderoso. Eso sí, y esto no es cuestión de valores, sino de amplitud de miras, el día que le toquen a esos aplaude bandidos, a ver a quién van a pedir amparo y apoyo. Igual para entonces se ponen a pensar en los valores de los Toros, los valores para la vida. Porque está claro, que si queremos que en esto, como en la vida, haya justicia y prevalezca la verdad, habrá que hacer a un lado a las almas thrileras y partirse la cara por un mundo de valores.