sábado, 27 de junio de 2009

Todo tenía un motivo



Eso es lo que siempre me ha llamado la atención al ver estas películas antiguas. Porque aparte de quedar maravillado al poder ver a Joselito toreando, o a Vicente Pastor y a Gaona saludando a la cámara, o a Belmonte enroscándose un toro en la cadera, uno se puede dar cuenta de que cada pase, cada lance buscaban un propósito: poder al toro. Todo se hacía con torería, hacer un quite para sacar al toro del caballo, para alejarlo de éste o simplemente para evitar ser cogido. Y en todo momento de la lidia se ve como todos los toreros estaban pendientes de la lidia. Algo que contrasta con la actitud generalizada de la torería actual. Por lo que se puede ver en estas imágenes de principios del siglo XX, pocos serían a los que había que recordarle eso de “a tu sitio”. Parecería impensable eso de lo que muchos aficionados nos quejamos cuando surge el percance y es la excesiva tardanza de maestros y peonaje para hacer un quite. Aparte de mayores conocimientos de la lidia y del toro, quizás también había mayores dosis de afición; pero afición a la fiesta, afición a esto que llamamos fiesta de los toros, no afición a las orejas y a las puertas grandes. A propósito, hasta esto es diferente y si no, sólo hay que ver como salían antes los toreros a hombros.

lunes, 22 de junio de 2009

Yo estaba en otra plaza


Eso es lo que pensaba ayer por la tarde, cuando estaba allí a la solanera en la plaza de Madrid. Idea que se me ha hecho más profunda al ver las crónicas de la prensa especializada. En la misma plaza sentía estar bajo los efectos de algún tipo de sustancia psicotrópica al oír esos Ooolej y Briiien tan profundos, en la segunda faena de Curro Díaz. Es verdad que este torero tiene ese no se que del que carece la mayoría y que o se tiene, o no se tiene, y que no se puede comprar; pero esa misma gracia y ese arte, lo empleó ayer para torear despegado, muy despegado y dejándose enganchar constantemente la muleta. Pero los Ooolej y Briiien, se escuchaban casi cuando iniciaba el lance y no cuando lo concluía. Como siempre decimos, cosas de la tauromaquia moderna. No quiero ser mal pensado, pero totalmente que parecía que los más rendidos al arte de Curro Díaz era un grupo muy concreto del tendido bajo del nueve, vamos, que parecía que hubieran venido en el mismo autobús, con el mismo origen y destino de todos sus ocupantes.

Algo parecido, aunque no tan forzado ni exagerado, ocurrió con Eduardo Gallo, que parece ya definitivamente perdido para la causa “clásica”, aquella de la que parecía que se iba a convertir en apóstol cuando vino a Madrid de novillero. Ahora va camino de la vulgaridad, con escala en la sosería más absoluta, y paradas en el provincianismo del encimismo y del pase invertido, después de meterse absurdamente entre los pitones. Eso sí, parecía que había desaprovechado un toro de bandera, que si bien es verdad que acudía a la muleta, no pudo aguantar ni la más mínima regañina del picador, porque como toda la corrida, después de la primera carrera por el ruedo, abrían la boca en busca de aire mientras lucían su descarada invalidez.

Pero ¿cómo es posible que haya tanta diferencia entre las opiniones de unos y otros? Pues no lo sé y lo que se me ocurre para explicarlo, no me gusta nada. Puede que sea por el calor, puede que sea por la ganas de ver algo que merezca la pena, puede que sea por los kilómetros que se hacen los de los autobuses, o porque del cuarto de plaza la mitad eran turistas, pero el caso es que se le sigue haciendo el caldo gordo a empresarios, toreros y ganaderos para que esto siga cómo a ellos les viene bien. Y de los tres, a los que realmente les viene peor es a los toreros, que se dejan engañar, hasta que un día se encuentran que les pegan la patada y les dejan tirados en medio de ningún sitio.

viernes, 19 de junio de 2009

Hay que picar a los toros

El tercio de varas, ¡cómo echamos de menos eso que se llamaba el tercio de varas! Eso que según los antiguos, era parte fundamental en la lidia del toro bravo. A lo mejor hoy ha dejado de serlo, porque ya no existe el toro bravo; ahora vivimos la época del mulo y como mucho, del mulo “enfadao”. Y como a esta nueva especie de animalito para torear, le molesta el que le piquen, pues vamos a hacer este ratito lo más corto posible.

Aún recuerdo cuando en la plaza de Madrid los toros iban tres veces al caballo, pero tres veces cada uno, no tres veces entre los seis, como casi ocurre ahora. Y se oía eso de “le han pegado de lo lindo”. Hoy eso lo hemos cambiado por “no le des que se cae”. Cosas de los tiempos. Pero lo peor es que son mayoría los espectadores que si ven que el toro sale tambaleándose, creen que no hay que picarle. En buena lógica, eso podría ser así, pero ¿a dónde nos llevaría esa postura? Pues a nada bueno. Pero hay que tener algo muy presente y es que si un toro no puede ir dos veces como mínimo al caballo y aguantar dos puyazos, pues no vale para ser lidiado. Y no me refiero a esa mojiganga en que el animalito topa con el peto, e inmediatamente el picador se limita a señalar el puyazo. Esta caricatura de suerte de varas resulta ya una broma demasiado pesada, que nos lleva directos a... no se a dónde nos lleva, pero lo que si tengo claro es que no tiene buena pinta












Se supone que la suerte de varas empieza en el momento en que el picador empieza a torear desde lejos, citando al toro, llamando su atención y dándole los pechos del caballo. Contando siempre que matadores y subalternos estén bien colocados, en su sitio, y no deambulando por detrás del caballo. Una mala costumbre que antes corregían los alguacilillos, cuando no eran un mero objeto decorativo. Pero a los que tarde tras tarde salen ahora en Madrid sólo les queda el nombre y el plumero en el gorro. Casi nos da igual que salgan estos, o la reina de las fiestas de Morata de Tajuña. Ya pueden citar al toro desde dentro del burladero, como hacerle la carioca, como hacerle dar vueltas cuando está a punto de doblar, que ellos nada, a lo suyo, a pensar que van a entregar una oreja y en el abrazo tan sincero que le van a dar al maestro.
Pero volviendo a la suerte de varas, ya pocas veces se hace con pureza. Hablaba antes de cómo el picador debe torear a caballo, andando para adelante, para tras, levantando el palo y haciendo sonar el estribo. Y el que no se emocione con esto, es que tiene una idea de la fiesta muy diferente a la mía. Y todo esto esperando que llegue el momento en que el toro da un pequeño saltito hacia delante y se arranca al caballo. El clamor se hace uno en la plaza, y en décimas de segundo el picador para al toro con la vara antes de que éste llegue al peto y el toro se estrella contra la protección, pero empuja y empuja con los riñones y con el alma si es preciso, y levanta el caballo del suelo, pero no consigue derribar porque el varilarguero se agarra al palo, al caballo y al cielo si hace falta, para aguantar allí arriba, casi con el único apoyo del palo. En pocos segundos se concentra toda la épica del toreo. Pero aunque parezca mentira, esto nos lo quieren birlar y pretenden que pase de ser un trámite molesto a un recuerdo borroso. Hemos llegado al extremo en que se elige al mejor toro de la feria a un toro que en varas, en el mejor de los casos, sólo se dejó picar y poco. Casi nadie se plantea ya si cuando a un toro le tapan la salida, si empuja por bravura, por la mansedumbre que le hace buscar desesperadamente una vía de escape.

Tampoco quiero cansar, pero de la suerte de varas se podría escribir muchísimo más, pero que sepan esos “abolicionistas del primer tercio” que se encontrarán con la resistencia del aficionado, que como estoy pudiendo comprobar a través de los que siguen este y otros muchos blogs, somos unos pocos, y seremos más.

lunes, 15 de junio de 2009

Nosotros a lo nuestro, que toca triunfo

Ya pasó Madrid y ya estamos triunfando por todas las plazas del orbe taurino, da igual el toro, da igual el arte, da igual todo si el resultado final son pases y orejas. Eso es lo que quieren los taurinos, que se agazapan detrás de las figuritas, sacando su buena tajada, exponiendo más bien poco. Para eso que expongan los toreros, que para eso les adulamos a todas horas. Pero yo no diría que les adulan, yo diría que les mienten. Les hacen creer lo que no son antes de tiempo. Si interesa que se crean figuras, pues les hacemos creerse figuras y si luego nos viene bien quitarles el pedestal de golpe, pues se les quita. ¿Qué se pegan un tremendo trompazo? Pues que se lo peguen, que más da. Si al fin y al cabo los toreros les sirven para lo que les sirven.

Está claro que todo esto perjudica a más de los que beneficia, aunque a éstos les beneficia mucho. Ayer sin ir más lejos vi a ratos la corrida televisada desde Granada, y pude comprobar como los toreros son los dioses a los que todo se les jalea y si las cosas no van como esperaban, pues la culpa al toro, pero no como un producto criado por el hombre y elegido por los toreros y sus representantes, léase apoderados, veedores, mentores y demás “gentes del toro”. No creo yo que el toro un día decida nacer dónde le venga en gana, vivir como le venga en gana, acudir a la plaza que le venga en gana, enfrentarse al torero que le venga en gana y rodar por el suelo sin fuerzas para sujetarse en pie, porque le viene en gana.

Este es el panorama que se viene repitiendo desde hace años, que sólo se ve interrumpido cuando toca venir a Madrid. Entonces nuestros toreros ya no entienden nada de nada. ¿Cómo es posible que en otras plazas el público se vuelva loco por el mero hecho de salir a hacer el paseíllo, y en Madrid les critican incluso si se adelantan dos metros más que los otros dos compañeros de terna? Pero desgraciadamente, para ellos, la cosa no ha hecho nada más que empezar. Luego viene lo de protestar el trapío del toro. Aquí empiezan a pensar qué cómo se puede protestar eso, si ellos no han visto una cosa tan grande en la vida. Y si seguimos con lo de ponerse en su sitio, el pico, el citar fuera de cacho, los bajonazos, ya definitivamente la cosa les parece de psiquiatras y de electroshoks en la médula, Con lo que se vuelven locos en otras plazas, en Madrid vuelven locos a los toreros y entonces viene eso de “así no se puede triunfar”. Ojo a la expresión, no hablan de torear, hablan de triunfar.

Pero señores figuras y adláteres, tranquilos que Madrid es sólo un mes y pasa rápido, y que después podéis seguir a lo vuestro por esas grandes ferias de Cehegín, Torrelodones, Toledo, Olivenza, Zafra, y muchos sitios más. Y que nadie piense que menosprecio estas plazas, porque si Madrid colabora para que se mantenga la esencia, quizás estas sean las plazas que hacen que todo esto siga en pie y si a ellos les gusta una forma de vivir la fiesta, pues adelante con ello. Lo que yo pido a título personal, es que no quieran cambiarme el gusto y que no intenten convertir la plaza de Madrid en otra cosa. Y que no tenga que aguantar que por el único programa de toros de TVE, me llamen reventador. Al final veremos quien sigue yendo a los toros en San Isidro y fuera de San Isidro, bajo los calores de junio, julio y agosto, o que va con la ilusión acumulado de todo el invierno, en marzo y abril. Y que los taurinos y figuras no olviden una cosa: Madrid os espera, como siempre, cada mes de mayo.

domingo, 14 de junio de 2009

Otra forma de vivir la fiesta

Creo que a nadie se le escapa la multitud de caras que tiene la fiesta de los toros, una la que se vive en las plazas de toros, que a su vez tiene casi tantas como espectadores acuden a los tendidos cada tarde. Otra puede ser el folklore que se mueve alrededor de los toros y otra el arte en sus múltiples facetas, el cine, la música, la escultura, la literatura y por supuesto la pintura. Creo que ha quedado meridianamente clara cuál es mi cara en toda esta fiesta, que para eso procuro ilustrar cada entrada con un trabajo mío. Pero hoy no lo voy a hacer así, hoy me permito ilustrar esta entrada con la creatividad de otro aficionado que da medias verónicas con pinturas de cera y que entra a matar pincel en mano, Luís López.

Además quiero aprovechar para agradecerle la entrada que me dedicó en su blog, terciodepinceles.blogspot.com. Como ya se podrá haber comprobado, nunca hasta el momento había dado entrada a otros creadores, pero como esto no es ninguna regla, aquí está esta "Conjunción para el embrujo: desdén de Morante" (ceras sobre papel). La verdad es que el modelo no es nada malo, pero el saber recoger la forma de hacer de Morante tiene verdadero mérito. Y para muestra un botón.

Desde aquí quiero invitar a todo el mundo a visitar el blog de Luís López, e incluso a que los lectores se lancen al ruedo del comentario y le hagan saber lo que su creatividad produce en el espectador. Seguro que él lo agradecerá.

lunes, 8 de junio de 2009

Se acabó el fraude





Ya se ha consumado el insulto a la fiesta y a la inteligencia que ha supuesto la feria de San Isidro y la del Aniversario en Madrid. Aquello que algunos nos quisieron hacer ver como un serial con las mejores ganaderías y los más pujantes maestros de la tauromaquia. Y ¿cuáles son los resultados? Vulgaridad, aburrimiento y ausencia de los valores taurinos clásicos. Si quitamos los días de Morante y Esplá, lo único rescatable son actuaciones aisladas como las de Diego Urdiales, Fandiño y alguno más, que para recordarlo tendría que revisar de nuevo los carteles y las notas tomadas entre bostezo y bostezo. Y si se trata de recordar orejas, entonces sí que me rindo. Pero los taurinos ya se habrán quedado tranquilos, unos ya habrán llenado la saca y otros, una vez pasado el trago de Madrid, seguirán con su gira por las plazas de por ahí, en las que sí saben de toreo moderno.

Algo muy parecido ocurre con el ganado. Si quitamos los de José Escolar y los de Palha, lo que más despunta es lo del Pilar y Alcurrucén, que se dejaron torear con la muleta. Que nadie piense que me he olvidado de la vuelta al ruedo del toro de Victoriano del Río que mató Esplá. No es que me haya olvidado, es que esa vuelta al ruedo me parece tan excesiva como las orejas que se han venido regalando durante todo este mes. ¿Qué fue bien a la muleta? Sí. Pero en el caballo no hizo ni intención de meter los riñones, simplemente se dejó.

Como viene siendo habitual, casi cualquier tarde puede reflejar lo que han sido las dos ferias y lo que es la fiesta en este momento. La última por ejemplo, la de Alcurrucen, nos demostró varias cosas. La primera que cuando toros como los de ayer, que no quisieron saber nada de caballos, capotes o banderillas, acaban sirviendo para la muleta, normalmente no son aprovechados por sus matadores. Que si el toro presenta la más mínima dificultad, el matador de turno se pierde y colabora para empeorar ese defecto. Que estos figurones sólo saben pegar pases, muchos pases, amparados en el ya excesivo abuso del pico, en esconder escandalosamente la pierna contraria para hacer el pase más largo, pero menos hondo y que una vez que creen haber conseguido una orejita, se tiran a matar dónde mejor les venga, incluso tirando la muleta con todo descaro.

Esto es a grandes líneas lo que hizo con los de Alcurrucén, Rubén Pinar, que arañó una orejita en cada toro por demostrar su incapacidad y salió a cuestas por la Puerta Grande, para alegría de los transeúntes esporádicos de las Ventas. Esos que dicen voy a Las Ventas, en lugar de voy a los toros. Como los que cuando van a Sevilla se dedican a llamar a sus amistades para decirles: estoy en el AVE.

De los otros dos poco se puede decir, de Ferrera que corre como alma que lleva el diablo, sin hacer nada ni medianamente regular, y de Matías Tejela, que estuvo por allí, pero nada más. Total, si mañana se anunciarán en Brihuega, cortarán mil orejas y se lo celebrará todo el mundo como si hubieran triunfado en… en Madrid, hace veinticinco años. Lo malo es que esta parece ser la tónica que va a seguir la fiesta de aquí en adelante. Entonces habrá que plantearse cambiar el verbo torear, por el de “pasear”.

sábado, 6 de junio de 2009

¡Vaya forma de despedirse!

Dibujo de Enrique Martín, firmado por Luís Francisco Esplá, el día que anunció que 2009 era su última temporada en los ruedos


Vaya despedida la de Luís Francisco Esplá de la plaza de Madrid. Y quién iba a decir que iba a poder ser una tarde como la que fue, después de ver la mansada con malas intenciones que estaba echando Victoriano del Río y los que salieron después, pero justo el de la despedida fue otra cosa. Aunque se le dio la vuelta al ruedo, que nadie protestó, quizás fuera un poco excesiva, sin emplearse a fondo en el caballo, pero con un recorrido y una forma de embestir en la muleta espectacular. Allí le esperaba el alicantino, quien después de haberle cuidado en su lidia, colocándolo delante del caballo y poniéndole banderillas, empezó a darle una serie tras otra de derechazos hondos, bien rematados y tirando muy bien del toro, y aderezando todo con espléndidos remates, cambios de mano, pases del desprecio o de pecho. Siguió con la izquierda y volvió con la derecha siguiendo la misma tónica. Que Esplá ha sido siempre muy listo no se lo niega nadie, y como dice el refrán, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Tenía bien ganada una oreja y algo más, pero puede que no llegara a las dos de una forma rotunda. ¿Qué haría entonces uno de los fenómenos de la modernidad? Pues tirar de bajonazo y a asegurar. ¿Qué haría un torero con la idea del toreo y de la torería como Esplá? Pues alejarse unos metros del toro dando claras señales de que no iba a entrar a matar sin más. Se aproximó un poquito, lió la muleta y citó a recibir. El toro se arrancó y se encontró con una estocada, más de media, algo caída, pero que iba a originar la locura en la plaza. Después una oreja, otra y la vuelta al ruedo al toro y dos del maestro. Todo esto nos hizo felices, pero además hay que tener en cuenta que toda la tarde estuvo pendiente de la lidia, cómo ha venido haciendo durante toda su carrera, cuando se iba corriendo a recibir al picador de tanda al que iba acompañando desde la puerta de cuadrillas hasta su destino frente al 7 y 8, y además se le notaba que disfrutaba. Sólo se despistó en un momento y fue cuando después de ocupar su puesto en las banderillas del quinto, se entretuvo un segundo hablando con un conocido y Morante le esperaba para brindarle su toro. Pero no pasó nada, una carrerita y ya está.

Morante no tuvo su tarde, o a lo mejor no la tuvo el que metió la mano en los sombreros al sortear los lotes. El suyo fue infumable, manso y con peligro y al intentar empezar a lidiar a su primero, macheteándole por bajo, los indocumentados de turno empezaron a protestar, porque no se ponía a dar pases. Ese es uno de los males de la fiesta, que la gente confunde pegar pases con torear y lo que intentó Morante fue torear, poder al toro y a matar, que no había para más.

Pero con Castella bien que disfrutaron, porque este torero sabe dar pases y de torear ya sabe menos, aunque hay que reconocerle que ayer en su segundo le hizo lo que el toro no tenía y fue capaz de darle algunos pases, aunque tampoco era para regalarle orejas, como ya comentaban los expertos en toreo moderno. La verdad es que este toreo es un poco previsible, el inicio sin mover un ápice los pies, con pases por delante y por detrás, muy emocionantes, pero de torero lo justito. Pero la gente y quien esto escribe, estábamos con la mente en otra cosa. A Esplá si que le sacaron a hombros, no a cuestas como a muchos, sino que lo levantaron del suelo y se lo llevaron en loor de multitudes camino de la calle de Alcalá, mientras con la montera en la mano se despedía del público que siempre ha respetado su torería y honradez.

viernes, 5 de junio de 2009

Querían orejas y sólo tenían que cogerlas

Así ha sido, los toros del Pilar salían con las orejas cogidas por imperdibles y ninguno de los tres ha sabido como abrir el imperdible. No estamos hablando de una corrida estupenda con toros bravos, unos empujaban metiendo los riñones en el caballo, otros echaban la cara arriba, otros se iban sueltos, otros se derrumbaban por la flojera, pero todos acababan embistiendo en la muleta. Eso sí, era condición indispensable el que los toreros se pusieran en su sitio, en que les dieran la distancia que pedían, que no les ahogaran la embestida y sobre todo que les mandaran, eran toros que pedían un torero que les dijera “por aquí y ahora”, y no los que les tocaron en suerte. Aunque Uceda Leal si ha sido capaz de dar unos derechazos estimables, incluso lo intentó por la izquierda, pero ahí quedó todo, bueno todo no, porque nos tenía reservadas dos estoconazos; mucho mejor la segunda, sobre todo por la colocación.

Quien no quiso cortar orejas y seguro que ni se le pasó por la cabeza, fue Alejandro Talavante, que sigue en su mundo, en ese mundo abúlico de abandono total. Tengo la sensación de que lo que le pasa a este torero no está en los ruedos, parece que está en él mismo y eso lo tiene que arreglar. Todos y él el primero, queremos que encuentre el camino y vuelva a ser como aquel novillero que una tarde cogió la muleta y se puso a torear por naturales y aquel matador que enseñó a muchos como se remataban los naturales detrás, rompiéndose la cadera. Yo estoy convencido de que Talavante volverá a ser lo que fue, porque el que lo tiene dentro no lo pierde.

Y hubo un tercero, Daniel Luque, que sí quería cortar orejas, el problema es que de la forma que él quiere triunfar en Madrid, es muy difícil triunfar en Madrid. Eso del pegapasismo, el pico, la ausencia de mando, el estar a merced del toro y tirarse a matar casi dejándose coger, no es forma de triunfar. Sí que es verdad que a los isidros eso les puede volver loco, pero no es la vía, como tampoco es el camino eso de ponerse como muy enfadado y poniendo caras, como si no entendiéramos el esfuerzo que estaba haciendo. Pues bien, yo no entendí ese esfuerzo, o mejor dicho, lo entiendo siempre, porque el simple hecho de vestirse de luces, ya tiene que ser un traguito. Pero el ponerse es lo primero que iguala a todos los que se dedican a esto. Después hay que ver cómo es el toro, darle su lidia y aprovechar la golosina que se tiene delante. Los toros del Pilar la verdad es que han sido muy cambiantes, ha sido una corrida en la que ninguno merecía ni indultos, ni vueltas al ruedo, ni premios, ni casi una ovación cerrada, pero lo que si hay que reconocer es que cuando llagaban a la muleta parecían predestinados a irse sin las orejas.

jueves, 4 de junio de 2009

Tres estrellas estrelladas

En la corrida, o casi corrida, de Victoriano del Río, hemos podido disfrutar con la presencia de los tres fenómenos más fenómenos del firmamento taurino, El Juli, Manzanares y Perera. Los que están llamados a mantener en sus manos el cetro del toreo moderno, lo cual no sé si es definitivamente el derribo del toreo clásico. Ahora se confunde dar pases con torear, los trapazos largos con el toreo hondo y la cantidad con la calidad. Vivimos un momento en que el espectador se olvida de los distintos tercios de la lidia. La suerte de varas es un trámite molesto que solo sirve para retrasar la faena de muleta. No sólo el público tiene asumido que si el toro no tiene fuerzas no hay que picarlo, sino que tampoco tiene en cuenta la forma de llevar la lidia el matador. Y así ocurre, que ya puede estar éste deambulando por el ruedo sacudiendo el polvo del capote, quedándose en el culo del caballo o sin intentar tan siquiera probar a hacer un quite. No pasa nada, aquello de que para cortar dos orejas había que haber estado bien con el capote y haber lidiado como Dios manda, ya ha pasado a mejor vida.

Después vienen las banderillas, espectáculo sin igual si es protagonizado por un matador banderillero, capaz de dar muchas carreras y muy rápido, sin tener en cuenta cuándo, cómo y dónde es el momento de la reunión. Si quienes parean son los banderilleros, se convierte en otro trámite molesto. Todo esto para llegar a la muleta, ahí es donde se ven los toreros. Como si antes no hubiera habido ocasiones de verlos. Un Juli que a lo más que llega es a torear por chicuelinas apartándose o verónicas con el pasito atrás, o Manzanares, al que todavía no le han dicho ni como se coge el capote, ni para que sirve, o el mismísimo Miguel Ángel Perera, que da mantazos sin orden ni concierto, mezclando suertes, lo mismo echando el paso atrás, como juntando los pies, apartándose del viaje del toro.

Pero ¿a qué venimos a los toros? A merendar y a ver torear de muleta, y se acabó. Y ahí es donde estos modernitos se sientes más a gusto, cuando empiezan a desplegar toda su gama de trapazos, por la izquierda, por la derecha, por arriba o por abajo, ante unos toritos que van y vienen, pero que no les ponen en ningún aprieto. Bueno sí a Perera casi le coge por el culo, por donde cogen hoy los toros, ni por el muslo, ni por la barriga, por el culo. Y si hay alguien que les recrimine las posturas, la colocación, la forma de citar o la forma de ejecutar el pase, largando trapo, sin llevar toreado al animal, sin rematar el pase atrás y alargando el brazo vaciando la embestida allá donde pille, pues entonces no les parece bien. Con esto demuestran que, además de ser unos ignorantes, sólo tienen orejas para el halago fácil y rebosan soberbia por los cuatro costados, porque para algo son estrellas.

miércoles, 3 de junio de 2009

Esto sí que es torear



Después de una feria infumable, siempre es bueno refrescarse el espíritu con cosas como esta. Esto es lo que simplemente se puede decir que es torear, esto es Morante, y el que quiera imitarlo que lo intente. Y si el que quiere es alguno de esos pegapases que deambulan por las ferias como los titiriteros lo hacían con sus carros de mulas, pues saldrá ganando él y todos los que vamos cada tarde a los toros, como si fuera la primera vez, con la ilusión de que algo nos emocione de verdad. Gracias a la página de la plaza de Madrid por permitirnos revisar una y otra vez estos vídeos.

No pudimos celebrar ni aniversarios, ni cumpleaños, ni nada de nada

La vida sigue igual, no hay toro, pues no hay fiesta, y si no hay fiesta ¿qué hacemos tarde tras tarde en la plaza de Madrid? Pues muy sencillo, primero aburrirnos, que es lo más inmediato, y después puede que estemos asistiendo al inicio del final de un espectáculo que, desde que fue regulado por primera vez hace unos doscientos años, sólo crecía y crecía y crecía, hasta que llego su momento de estancamiento hace quince o veinte años. Pues bien, todos los signos parecen indicar que esto se acabará. Porque los que tienen en su mano remediarlo, empresarios, toreros, periodistas y demás “gente del toro” viven obnubilados en una nube de autocomplacencia y de autobombo, recreándose en lo buenos que son, sin detenerse un segundo a ver lo que realmente pasa ante sus ojos.

Un ejemplo claro ha sido la corrida del Puerto de San Lorenzo, un carrusel de inválidos en que lo más destacable fue el mansísimo primero. Algo que si nos fijamos en su trayectoria desde hace años, no nos puede sorprender, pero sigue viniendo feria tras feria, de una forma pertinaz y sin visos de mejora. ¿Dónde están aquellos toros que convirtieron a esta ganadería en uno de los hierros duros? Pues en el limbo.

Como ya he dicho, el más entretenido de todos fue el primero, al que una parte importante de la plaza protestó por manso. A esto hemos llegado, a esto a llegado la plaza de Madrid, a dar orejas por llegar a los cincuenta trapazos, a consentir en silencio el baile de corrales los días de figuras, a dar por desaparecida la Venta del Batán y a protestar un toro por manso, algo que sólo imaginábamos en plazas de carros. E incluso los hay que, cargados de razón, se enfrentan con el siete porque no protestan. El colmo, ahora resulta que quieren dirigir las protestas de cada uno y que no dudan cuando las cosas pintan en bastos para su torero, en espetarles eso de “baja tú”. Esto en el mejor de los casos.

Pero toda esta juerga esta aderezada por la presencia de los señores de las medias rosas. Un Miguel Tendero que tras una lidia caótica al primero, intentó torearle en los medios, pero tuvo que claudicar y marcharse a la guerra a las puertas de toriles. Allí le sacó los pases que el animal no tenía, estuvo valiente de verdad y después de tragar mucha quina, acabó con él. En su segundo, no tan peligroso, ni incómodo, nos obsequió con la vulgaridad de su toreo más personal, como fiel seguidor del toreo moderno. Lo mismo que los Cid y Castella, que decepcionaron, especialmente el primero, que ha pasado por la feria como alma en pena y como claro ejemplo del pegapasismo montado sobre le pico de la muleta. Él sabrá, pero así se está granjeando la enemistad de la plaza de Madrid, que si que es verdad que ya protesta los mansos, pero que todavía tiene quien sabe apreciar el toreo de verdad y que se enfada y mucho, cuando cree que están intentando engañarle. Lo dicho, él sabrá. Igual que sabrá Sebastián Castella que gasta toda la pólvora en los parones del inicio de faena, para una vez que se le han ido las fuerzas, deleitarnos con trapazo tras trapazo, dónde y cuando a él le cuadre mejor. En esto es como todos, que van a lo que a ellos les viene mejor y para ello se tienen que llevar a la afición por delante e irla echando de las plazas poco a poco, pues se siente. Que se callen y que se aguanten, que nosotros estamos de aniversario.