lunes, 7 de abril de 2025

El que da lo que tiene, aunque lo que tenga sea...

 

Con poquito nos tenemos que contentar, dos gotitas entre tanta vulgaridad


Salía el personal de las Ventas entre contento, entre resignado, entre con esto nos tenemos que conformar, todo dependiendo de a quién se le preguntara. Tres novilleros y cada uno con unas condiciones muy diferentes, uno que está en este camino y pretende seguir adelante siguiendo al pie de la letra los postulados de la modernidad; otro, con antecedentes taurinos, que parece que cree que con eso lo tiene ya todo hecho y la realidad es que está muy lejos de ganarse un sitio por méritos propios; y otro, con evidentes carencias, como todos, pero al que le debió contar alguien que eso iba de otra cosa que ser simpático y que ya con una edad, quizá se ha dado cuenta de que aquí o te entregas como si fuera la última de tu vida o no hay nada que hacer y con lo que tiene, pues se entrega sin miramientos, aunque a veces, a lo mejor, estaría bien que los tuviera, porque no todo es voluntad. Y luego está el ganado, cinco de Sánchez Herrero y un sobrero de Aurelio Hernando, que no tuvieron nada que ofrecer, que lo mejor de todo fueron algunas dificultades que obligaban a los novilleros a estar más ojo avizor. Todos con los cuatro años a la vista, bien presentados, aunque sin excesos, lo justo para venir a Madrid y que el personal no se pusiera de manos. Otra cosa es la flojera de más de uno, resultando la más evidente la del primero, que no se sujetaba en pie. Otros se mantuvieron en el ruedo, quizá porque nadie les apretó durante la lidia. Castigo menos de lo justo, aunque había quien protestaba por el simple hecho de que asomara el montado; algo muy popular y frecuente en muchas partes, que es ver el palo y... Novillos que fueron mal lidiados, que no se les sujetó con los capotes, ni se les exigió con la muleta. Que su mayor virtud era que estaban por allí y nada más, iban saliendo y ya está. Álvaro de Chinchón se limitó a hacer lo que todos, ausente con el capote, sin ninguna intención lidiadora, dejando que las cosas fueran pasando a su aire, sin un mínimo control de lo que allí estaba sucediendo. Despegado con la muleta, abusando del pico, permitiendo que se la enganchara, pegando trallazos y acabando dando aire y no toreando. Con la zurda en ocasiones, demasiado bailón, moviéndose incluso en mitad del muletazo, sin encontrar en ningún momento la forma de darle sentido a un trasteo. Y para colmo, como en su primero, el entusiasmo de los partidarios se estampó contra un muro tras la estocada haciendo guardia. Que ya decía, que cada uno da lo que tiene, pero en el caso de Álvaro Chinchón es lo mismo que dan todos, mucho mover telas, pero nada de toreo.

Manuel Caballero, que como dicen ahora los modernos de un buen jefe, hay que saber delegar. Pues este joven novillero delega como nadie; lo malo es que en esto de los toros a eso se le llama inhibirse de la lidia, y eso no está demasiado bien visto, aunque también pueda ser que no tiene cualidades para ello y ya saben, de lo que no se tiene, nada se puede dar. Que mientras su cuadrilla intentaba buscar las vueltas a su segundo manso para que fuera al caballo, que cabeceaba con desesperación, pero el maestro no estaba para estas cosas, su ciencia se la debía estar guardando para el momento sublime del trapazo tramposo. Pico con un descaro insultante, despegadísimo, sin pararse quieto y como en ese quinto, sin saber por dónde se andaba, para cerrar con un sablazo más allá de mitad del lomo, yéndose en escapada vergonzante de la cara del novillo. Que si esto es todo lo que puede dar Manuel Caballero, la verdad, poco o nada tiene que ofrecer.

Y tampoco es que Miguel Andrades pueda dar mucho, pero si eso que tienes lo pones por delante a costa incluso de ir contra la razón, pues... Se le podrá juzgar por su labor, lógicamente, pero se hace difícil regatear los méritos de su entrega y ya digo, a veces atropellando la razón, quizá por querer llegar aún más allá de dónde se puede llegar. La entrega fue innegable desde el primer momento en el recibo de capote a su primero, quizá demasiado acelerado, algo que le lastró durante toda su actuación, demasiadas prisas, pero siempre al tanto. Y su primer anuncio de lo que quería fue un galleo para llevar el toro al caballo de una punta a otra del ruedo. Un galleo infrecuente, lleno de gracia y ganas de hacer las cosas con torería, para acabar dejando al de Sánchez herrero frente al peto. Otra cosa es que este fuera al caballo y que no optara por irse, como así fue. El novillo no valía un duro, pero el jerezano decidió ponerlo una tercera vez en suerte. Con la muleta le llamó desde la boca de riego y, aunque ya digo que acelerado, intentó desde el primer muletazo conducir las embestidas. Luego es cierto que no se quedaba quieto, escupía al toro del engaño y al tomarla con la zurda resultó cogido y zarandeado en el aire, que lo que parecía imposible era que pudiera seguir en el ruedo. El novillo le sacudió en el aire como un guiñapo, dejándolo caer como un saco. Pero siguió, esta vez con la diestra, algo más reposado, llegando con fuerza al tendido, para continuar después igualmente precipitado. Cerrando con dos bajonazos tirando el trapo. En el sexto parecía pretender irse a portagayola, pero cosas que pasan, abrieron el portón antes de tiempo. Larga de rodillas y el novillo suelto por el ruedo, sin que se lograra hacer con él el espada. Ya al salir del peto dejó evidencias de que por el pitón izquierdo cortaba, se venía peligrosamente. Y Andrades, como en su primero, tomó las banderillas. Que si no siempre es una medida acertada, en este caso, mucho menos. Que sí, que puso una voluntad infinita, pero ya digo, esto no es suficiente, no todo son ganas, aunque esto sea lo mínimo que se le puede y se le debe exigir a un novillero. Comenzó el trasteo con eficaces muletazos por abajo por ambos pitones, rodilla en tierra, que el novillo se tuvo que tragar. Quizá ese habría sido el camino, pero ya decía que a veces no es buen consejero atropellar la razón. Se puso a pegar derechazos acelerados, más cazándolos que toreando y cuando se la echó a la mano izquierda, aquí se vinieron con más claridad las dificultades por ese pitón. El toro solo defendiéndose, sin entregarse en sus embestidas y Andrades solo era capaz de estar a lo que el animal mandara. Que sí, que hay que valorar la entrega, igual que hay que tener en cuenta que en esos instantes de apuro Álvaro de Chinchón se fue con su capote al burladero más próximo adónde su compañero se la estaba jugando, mientras Manuel Caballero permanecía a lo lejos, como mero espectador. Acabó la tarde y los aficionados, conscientes de que no hubo toros y apenas dos gotas de toreo, se iban calificando la actuación de Miguel Andrades repitiendo casi todos lo mismo, el que da lo que tiene, aunque lo que tenga sea...


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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