lunes, 15 de septiembre de 2025

Traían las partituras cambiadas y la música sonaba cómo sonaba

A veces parece que hay más de uno en la Luna o que ve a los toros como si fueran verdaderos lunáticos.


Quizá sean capaces de imaginar a un grupo de cámara tocando la zambomba y dispuestos a interpretar de oído la novena de Beethoven. A mí me cuesta, que no logro imaginar el Himno de la alegría a base de purrum purrum. Y no dirán que no pongo de mi parte, que me esfuerzo, pero nada, que no. Aunque si me pongo a pensar en el primer desafío ganadero de Madrid, pues ya me voy haciendo una idea de lo que puede resultar, un verdadero y ensordecedor despropósito. Así, purrum purrum arriba, purrum purrum abajo, será algo parecido a esa novena sinfonía. Que también la feria va dependiendo de a quién pregunten. Si es a uno de la secta de la positivología, igual les dicen que el ganado infame, el de Rehuelga y sobre todo el del señor Escolar, que después de defender sus toros y señalar la torpeza de unos coletudos, ha sido declarado poco menos que un satánico criador de alimañas ¡Qué cosas! Y que los de luces han estado hechos unos tíos, aunque la cosa fuera que ellos venían a... la verdad, es que uno ahora no sabe a qué venían, porque ni para dar trapazos han mostrado garbo, ese garbo que sí han tenido para liarse a trapazos y correr más que un cartero en Navidad, pero cuando se mandaban tarjetas de felicitación, no como ahora.

La corrida, con dos hierros, bien presentada, aunque el personal se decidió a aplaudir de salida al primer Escolar, que quizá era el menos aparente del festejo. Que lo mismo a estos también les dieron la partitura equivocada. El primero, de Rehuelga, aunque fue alegre a una segunda vara, en el peto solo se empleaba con el zurdo y hasta soltó al final varios derrotes mientras le hacían la carioca. Era el toro que confirmaba a Miguel de Andrades, que se fue a portagayola y allí se quedó plantado, viendo como el animal pasaba de su planta frente a toriles. Larga de rodillas y verónicas siempre rectificadas. Con mucha voluntad tomó las banderillas y aparte de necesitar a toda la cuadrilla en el ruedo en varios momentos, se limitó a tirarlas. Con la muleta, en esa corriente entusiasta se plantó de rodillas en los medios y este gesto pleno de voluntad no dijo nada al personal, que se quedó como si nada. Se quería poner derechito, pero el quedarse fuera y el abuso del pico hacían que la cosa no llegara a ninguna parte. Ni las carreras entusiasmaban, que en otras tardes eran motivo de entusiasmo. Quizá el ser de demasiado lejos influyó en el poco eco en los tendidos de los trapazos del espada. Tirones, muleta retrasada y atravesándola y para remate, unas manoletinas en las que se vio atropellado nada más empezar. Lo de la espada era la guinda del esperpento, siempre yéndose a todo correr y así pasó, un bajonazo haciendo guardia, que si tomo el verduguillo, que si el estoque y venga descabellos, cuando le quedaba nada para el tercer aviso.

Sebastián Ritter sustituía a Damián Castaño y... pues que con esa parsimonia y esas maneras, lo mismo se veía como un maestro, pero que se mire bien en el espejo y... Al segundo Rehuelga le recibió a base de mantazos. En el caballo le pegaron un marronazo muy trasero, El animal empujaba de lado con un pitón. Se arrancó con alegría en el segundo encuentro, para que le atizaran de nuevo muy atrás. Pronto en banderillas, quizá hasta cantando su distancia, pero el señor Ritter debía estar a otra cosa, quizá intentando descifrar la partitura de la Traviata, pero él lo que tenía mirado era la de “Una vieja y un viejo van...” Y allí que lo soltó. Trapazos rodilla flexionada por ambos pitones, derechazos al aire, con el pico y muy fuera, sin pararse quieto. Citando muy fuera, acortando demasiado e inconvenientemente las distancias, solo llegó a acabar dando derechazos casi apelotonados, siempre desde muy fuera. En su segundo, el jaleado primer Escolar, se vio achuchado de salida, teniéndose que dar la vuelta y de espaldas a los medios, que el escurridito se lo comía. En el primer encuentro con el caballo el jinete ni capaz fue de apoyar el palo en el toro. Nueva entrada, apenas un picotazo tapándole la salida y una tercera vez, ahora a más distancia, mientras el picador estaba preocupado por dominar al penco que no podía gobernar. Vara delanterita y caída, incluyendo un vengativo barrenado. Y allá que fue Ritter a pegar tirones, atravesar la muleta, alargando el brazo y con el palito agrandando el engaño. El toro se le fue cerrando y él a lo suyo, pico, abanicazo y tanto hueco dejaba, que vino un achuchón. Y cerró macheteando por abajo, como si el Escolar fuera un marrajo ingobernable, que no lo era. Hasta en esto tenía cambiados los papeles.

Volvía Juan de Castilla después de tantos avatares pasados. Al tercer Rehuelga le recibió con mantazos cariñosos, intentando mantenerlo en pie. Le apoyaron el palo muy trasero, que decir que se le picó quizá sea una exageración. El trasteo fue una consecución de trapazos y enganchones siempre sin amagar tan siquiera con bajar la mano. Muletazos despacito, no templados, a la velocidad, a la poca velocidad del animal, que no era capaz de humillar, que se nos venía al suelo. El quinto, el mejor presentado de los de Escolar, de entrada se le frenó en el capote y de Castilla se giró para cederle terreno, lo que, vaya usted a saber por qué, se jalea a veces por parte del personal, los positivologistas acérrimos. Se le picó quizá poco, pero muy mal, aunque las puñaladas cuenten como puyazos. En el último tercio el espada dejó patente su incapacidad para poder al animal, achuchones, trapazos, sin parar de recolocarse a la carrera, dando la sensación de que se le comía. Encimista y con la muleta a la espalda, sacándola por un lado y quedándose fuera. Hasta daba la sensación de que se esforzaba en hacerle parecer un marrajo, pero el caso es que no sabía por dónde meterle mano al Escolar, al que despachó de impecable bajonazo.

Y cerraba el mismo que empezó, Miguel Andrades, ya confirmado, pero que tampoco podía ni sujetar al último de José Escolar, que le complicaba de salida; pues a perder terreno de espaldas a los medios. Cuatro entradas al caballo para que le picaran trasero, hacerle la carioca, mientras el animal solo se empleaba con un pitón, que acudía al peto al pasito y concluir recibiendo a modo en la última vara. Más banderillas a cargo del espada, de nuevo tirándolas y la cuadrilla ocupando el ruedo. Y si le habrían contado mal de que iba aquello, que igual que su padrino brindó el toro que no iba a torear, el de la confirmación, en este sexto allá que fue Andrades a brindar de nuevo al usía. Que una cosa es ser educado y otra ponerse pesadito con tanto brindis. O lo mismo es que le anunció que se iba a hartar de ver banderazos tropezados con la rodilla flexionada, bailando constantemente, sin parar de correr, un arreón y se libra por poco, más enganchones, carreras, trapazos, un batiburrillo de vulgar incompetencia y el castigo de la espada, tirando el trapo siempre muy lejos, para acabar de un bajonazo. Que la corrida no ha sido nada especial, pero si al menos le hubieran dado lo que pedían, pues al menos habríamos visto cierta coherencia entre eso que pedían y lo que les ofrecían y que aquello no diera la impresión de que se traían las partituras cambiadas y la música sonaba cómo sonaba.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html