miércoles, 22 de abril de 2015

Nuevo en esta plaza



Resulta que mi amigo también fue "Nuevo en esta plaza", en otras plazas y aún pasado el tiempo, mantiene su afición, su amor infinito por el toro y la dignidad íntegra. Va por mi amigo torero
Ya se sabe que a pesar del descenso de categoría y de exigencia que ha sufrido la plaza de Madrid, esta sigue imponiendo cierto respeto a los que vienen  vestidos de luces, aunque no se puede decir lo mismo de los que pueblan los tendidos, más preocupados de que el paisano salga por la Puerta de Madrid y que con las rentas orejeras obtenidas pueda abrir un próspero negocio de casquería. Incluso hasta me atrevería a proponerles un nombre para el negocio, ¿qué tal “El afanador de orejas y demás despojos”? Pobres chavales, ellos que vienen con todas las ganas del mundo y servidor tratándoles así, pero es que así me tratas, así respondo.

Uno ve al tal Roca Rey que sin ser capaz de templar, ni mucho menos mandar en un muletazo y tras unos sablazos infames, el respetable empieza a agitar sus pañuelos, limpitos, por supuesto, y acto seguido el usía le da un despojo, pues cuanto menos servidor se queda descolocado. Pero luego resulta que lees lo que se escribe y parece la reencarnación de Mazzantini. Aunque si hay alguna comparación posible yo me inclinaría por Luque, Tejela, Caballero o cualquier otro pupilo de la escuela manchego-albaceteña. Pero hacer bullanguero gusta a las masas y como me afirmaban en los tendidos de la plaza, la guinda podría ser el salto de la rana, suerte creada y divulgada por otro señor que un día también se presentó en Las Ventas.

Pero claro, hay muchas formas de presentarse en una plaza como la de Madrid. Puede optarse por la seriedad, por el toreo, por estar metido de lleno en lo que pasa en el ruedo y por querer ganarse el respeto como torero, respetando al público y sobre todo, a la Fiesta de los Toros. Puede ser que no se triunfe, que no se corten despojos, incluso puede darse el caso de que muchos ni se enteren de lo que por allí está pasando. Ni suelo, ni me gusta empezar a verter elogios gratuitos, algo que no haré. Es más, voy a intentar describir lo que le vi hacer a un torero de Huelva, de Trigueros, más concretamente, un tal David de Miranda, que aunque ya se había creado cierto ambiente por las plazas de por ahí abajo, aquí en Madrid no era demasiado conocido, a no ser que uno tenga como amigo, como muy buen amigo, a un señor de su mismo pueblo. Si será amigo, que hasta me desterró de mi grada por un día. Pero amistades aparte, creo que merece la pena hablar de este chaval.

En un día tan señalado, lo habitual es estrenar vestido, pero este chaval se presentó, muy elegante y con gusto, enfundado en un azul y oro ya baqueteado por otros ruedos. Pero eso es más una anécdota que una señal. Desde el primer momento quería hacerse presente y no desperdició su turno de quites en el novillo de un compañero. Un quite justo y ajustado. Luego en sus dos toros demostró que quiere ser, no figura del toreo, sino algo mucho más ambicioso, matador de toros, ¿ustedes se creen semejante desparpajo? Recogió y envolvió a los dos de la Ventana con el capote, no con mantazos, sino toreando, lidiando desde el principio, algo que igual no resulta muy espectacular, ni motivo de algarabía, pero sí muy, muy necesario. ¿Cuántos toros, novillos, erales y demás bovinos de lidia son recogidos y fijados en esta y en el resto de plazas del mundo? Pues este mozo lo hizo con los dos. Se mueve por el ruedo con la soltura seguridad de un viejo, con perdón, pues parece más puesto que la mayoría de los que portan coleta en la actualidad. No nos deleitó con ese quedarse en el culo de mulo cuando abandonan el toro en el caballo, al contrario que lo que sí hizo de forma reiterada el de los despojos paseados a cuestas. Nos demostró el por qué de estar en su sitio en el segundo tercio, cuando oportunamente hizo el quite a dos compañeros que podían verse en apuros al salir del par. Bastaba con cruzarse cuando tocaba, sin estorbar y midiendo las distancias y los terrenos, justo en la medida en que una circunstancia de la lidia puede convertirse en una situación de apuro.


No tuvo demasiadas opciones con la muleta, aunque en este caso no quiero entrar en valorar su actuación a la manera habitual, tampoco hay mucho que decir, pues a los toreros no se les puede medir por lo que hagan delante de dos mulos, grandullones, con cuernos y todo, pero mulos. Pero me sorprendió que una vez que iba a esconder la pierna de salida rectificó y ofreció el medio pecho al animal, como si no estuviera cómodo echando mentiras en su discurso. Había intención de rematar los muletazos y hasta ligó el natural con el de pecho en más de una tanda. ¿Se puede sentir satisfecho? Pues claro que no, porque él no creo que viniera a estar digno, él querría reventar Madrid, pero no fue posible. Podía haber escogido el camino del arrimón, de la vana espectacularidad, pero optó por la vía de querer ser torero; quizá la forma más dura y sacrificada de andar en esto, pero a la larga es la que puede convertirle en matador de toros, con todo lo que el término conlleva. Escuchaba comentarios de que había que venir con otra actitud, pero, ¿qué mejor actitud que la de querer ser gente a base del toreo de siempre? Lo del salto de la rana, los aspavientos y la bullanguería ya lo explotaba otro, tampoco era cuestión de quitarle esa exclusiva. Eso sí, si me dan a elegir, lo tengo muy claro, me pido al de Trigueros a ese tal David de Miranda, el que parecía un viejo andando por el ruedo. Y si Taurodelta fuera una empresa organizadora de festejos taurinos y más concretamente la empresa que debería conducir la temporada madrileña y no una simple Bullfighting Productions, al acabar la novillada debería haber anunciado por megafonía la repetición del de los despojos, porque así debe ser, y del de Trigueros, aunque protestara la industria autobusera por no tener tiempo para organizar excursiones desde Lima o Huelva, pero habría que volverlos a ver. Eso sí, que gusto da ver a un pueblo movilizarse por la ilusión de acompañar a su torero a Madrid, justo el día en que debajo de su nombre reza la leyenda “Nuevo en esta plaza”.

6 comentarios:

malagueto dijo...

No quiero ser derrotista, ni nostálgico ni abuelo cebolletas. Pero lo que estoy viendo en los públicos de Madrid y Sevilla, me está preocupando mucho.
Se ha bajado el listón al mínimo, la gente es la "maza" orejera como ya nos pasa desde hace años en Málaga. La suerte de varas es un puro tramite que hay que cumplir. La gente no exige nada, se pasa por alto el toreo bullanguero, el engaño, la pata atrás, el pico y el toreo en línea. Y lo más preocupante es que lo hablas con supuestos aficionados actuales y te putean. Te dicen que es el toreo moderno, que yo con mis ideas estoy caduco....

Saludos

Unknown dijo...

David de miranda trata de implantar su propio estilo de torear desde mi humilde opinión muy completo y sencillo solo el moverse y con la naturalidad que derrocha en el ruedo ya está transmitiendo y cabe recordar que lleva no muchas novilladas y hay esta sus resultados asta ahora.

Anónimo dijo...

Hola Enrique!

Parece que coincidimos en como vemos en el ruedo a David de Miranda.

Yo el año pasado en Sevilla vi a un novillero con ganas de torear de verdad, y me sorprendió gratamente, cuando lo que buscan la mayoría es el aplauso fácil.

Saludos!

Enrique Martín dijo...

Malagueto:
Pues sí, estamos caducos y además somos raros por no entusiasmarnos con esas cosas que enumeras, pero es que a mí no me sale el entusiasmo, me deja frío esta representación. En cambio, lo otro me hacía saltar, y no podía evitarlo.
Qué cosas.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Francisco José:
Es que además de hacer lo que se dbe, parece que lo hace sin pensar, porque lo tiene muy bien aprendido, y sin esfuerzo, porque a los toreros no se les tiene que notar, son artistas, ¿no?
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Isa:
Utilizando terminología muy sobada por los modernos, a David de Miranda le vi un torero macizo. ¡Huy! Si es que no me gusta la expresión, pero bueno, la cosa es que le vi con las ideas muy claras y sabiendo dónde quiere ir.
Un saludo