miércoles, 15 de abril de 2015

Propiedades terapéuticas del Toreo

Una tarde de gloria cada semana y y unas gotitas de buen Toreo con cada comida. Y si no mejora, continúe el tratamiento


Pensarán que servidor se ha vuelto loco, pero no, más bien todo lo contrario. Pido disculpas de entrada, pues lo que aquí voy a contar es una experiencia personal, muy personal, quizá íntima y para algunas personas, algo inconfesable. Pero puede más en mí el sentimiento de gratitud hacia esto de los Toros que cualquier otra cosa. También dicen que no es bueno abrirse en canal ante los demás, pero a estas alturas a uno le da francamente lo mismo, pues los que me quieren y los que no me quieren no creo que vayan a variar sus opiniones por cuatro párrafos mal “contaos”.

Hace años que se me diagnosticó una enfermedad, una de esas que es difícil de hacer entender a los que no la han padecido, porque los que sí la han vivido lo entienden todo a la perfección. Una de esas que a los “sanos” les hace pensar con una racionalidad y frialdad que les hace ridículos. Este mal es uno de esos que hacen que pierdas el interés por todo y que no te permite ver nada más que en negro, sin permitir el más mínimo matiz de grises. El futuro se convierte solamente en un tiempo verbal, el pasado es algo de lo que se desconfía y el presente una permanente angustia de la que se quiere escapar, sea por el medio que sea, repito, sea por el medio que sea, porque no hay casi nada que te haga pensar en poder conseguir que se diluya y te deje ver. Cuesta agarrarse a todo y para completar la juerga, el cuerpo se alía con ese mal y se convierte en la realidad fehaciente de la incapacidad. Para que no se olvide que no estás bien. Hay que ver, con lo que yo he cuidado siempre a mi cuerpo, esas buenas comidas, esos helados monumentales, esas orgías de dulces y golosinas, ese hacerle gozar con todo lo que el buen sentido permite y a las primeras de cambio se alía con una enfermedad. ¿Será “jodío”? Pero no se lo reprocho, yo estaba más por seguir lo que me pedía ese mal, que por ir sentido contrario.

Pero en ese no haber casi nada que te sujetara, que diera un motivo para querer ser feliz, siempre estuvo presente una rara y trasnochada afición, mi afición a los toros. Dirán que vaya tío más raro, ¿no? Pues sí, no hay excusas posibles, pero a uno le gustan los toros. Esta pasión tiró de mí para llenar espacios que no debían permanecer vacíos, pues inmediatamente serían ocupados por el desánimo y la desesperación, pero ahí estaba el toro haciéndose fuerte y poniendo los brazos en jarras para ocupar más sitio y no perder terreno. Ya se sabe, en el Toreo siempre hay que ir ganado terreno, siempre adelante y rematar con una media en la boca de riego. Como el maestro riguroso pero lleno de humanidad que exige a los niños cumplir las tareas, así tiró de mí el toro. No se podía faltar a la plaza y además había que contar lo que había visto, sin pretender ser un cronista, pues eso ya lo hacen otros y muy bien, pero contando las vivencias propias. Y cuando no había toros, pues dando mi punto de vista sobre lo que discurría por este caudal de la tauromaquia. Con ese ajetreo de las ferias de Madrid, primero había que escribir y dibujar para Opinión y Toros, a veces hasta las tantas de la madrugada, por la mañana la entrada del blog y luego corriendo a los toros otra vez. Cuántas faenas, cuantos lances, cuantos pases no habré dado con el lápiz o los pinceles. La belleza del toro y el toreo me obligaban a poner los cinco sentidos en cada obra, no había lugar para lamentos, los Toros son muy exigentes, te lo piden todo y todo hay que dárselo, pero ¡caramba! lo que te devuelve lo multiplica por diez o por cien.


Que no digo yo que más de una vez lo visto en la plaza hacía que te dieran más ganas de cortarte las venas, que de dejártelas largas, pero mañana podía ser el día grande y no podías rebozarte en las penas. Penas que te llevan al convencimiento de que esto no tiene remedio, pero algunos queremos ver una lucecita al fondo que nos hace creer que esto aún puede tener remedio. Otra cosa será si esa luz que se ve al final del túnel no es otra cosa que un tren mercancías que te llevará pegado en su proa como un cromo del Coyote, mientras los taurinos militantes se carcajean como el estúpido y sabelotodo del Correcaminos. Este es el efecto de los toros, que empiezas con tus penas y acabas yéndote a si esto tiene porvenir o no. Sin querer puede que en tres líneas haya dicho más de lo que me han dado los Toros, que con todo un tratado de psicoterapia taurina. Esas sesiones con los compañeros de grada que te insuflan ánimos y fuerza vía intravenosa y a los que tanto echas de menos aunque solo falten una tarde a los Toros. Me decía hace poco un amigo que lo que pasaba es que a mí me gustaba esto una barbaridad, él dijo un huevo, pero eso no lo voy a poner aquí, ¿no? Pero sí, es la herencia que me dejó mi padre, una bonita finca en la grada de la Plaza de Madrid, con vistas al ruedo con arena del Manzanares, con música ambiental, clarines, timbales y el espectáculo del toro y los toreros de verdad, los que te devuelven a la infancia y hacen que les admires como los niños cuando tienen ante si la presencia de un semidios vestido de luces. ¿Cómo no iba a estar agradecido a los Toros? Siempre han estado en mi vida y a través de ellos he ido jalonando mi vida: mi primer trabajo, la mili, las novias, mi boda, los hijos, los que se fueron para siempre, los que han venido para quedarse y cuando uno no podía casi ni seguir con esa vida, como el buen amigo, el sincero y desinteresado, te coge de la mano y con temple, con suavidad y naturalidad, mandando en tu viaje te lleva trazando círculos en su derredor, para hacer que sigas viviendo, que sigas en este mundo que tiene muchas cosas malas, pero también te regala cosas tan bellas y tan grandes como el Toreo, la tauromaquia. Así que no se extrañen si alguien les habla de las “Propiedades terapéuticas del Toreo”.

4 comentarios:

Luis Cordón Albalá dijo...

Enrique:
Algo parecido a esto que cuentas me llevó a mí a hacerme blog hace algo más de 3 años, y consecuenteme, en parte, volví ver la luz gracias a ello. ¡¡Como para no querer a esto y no defender lo con uñas y dientes!!
Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Luis:
Es que esto, como me dijo alguien muy cercano una vez, es algo muy importante para nosotros. Sin los Toros claro que podríamos vivir, por supuesto, pero de lo que no hay duda es que nuestras vidas no serían las mismas.
Un abrazo

franmmartin dijo...

Ooooooooole!.
Qué lejos están los taurinos,los antitaurinos,los figurillas,los enteraos de copazo y clavel reventón,de ese sentimiento,de ese concepto del toreo,de los toros,de la Fiesta ,con que nos sorprendes con este estremecedor comentario, a los que nos sentimos tus amigos.
A ver si el segundo “tratamiento”,el taurino, demuestra su eficacia con una Feria de lujo que te haga emborracharte de tauromaquia.
Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Franmartín:
Y lo que yo aprecio y valoro a los que os sentis mis amigos y a los que yo os siento de la misma forma. Esto es algo que nos da muchos sinsabores, quizá por ese amor que le tenemos y al tiempo muchísimas satisfacciones, seguro que por la misma causa. La paradoja es que tanta alegría no parte ya casi nunca de los ruedos, vienen por otras rutas: cuando un amigo se presenta por sorpresa en tu plaza, cuando charlas con él un ratito y compartes locuras, cuando nos permite conocer a gente de la que quizá ni podríamos haber tenido nunca noticia, al recordar tardes de gloria, al rememorar ilusiones infantiles y juveniles y cuando las cosas no nos van bien del todo, pues eso, sin pediírselo, el Toreo nos coge y nos lleva en volandas en busca de tiempos mejores.
Espero que el sigiente tratamiento pueda compartirlo alguna tarde con un buen amigo.
Un abrazo y hasta prontito.