lunes, 16 de septiembre de 2019

Corrida Concurso. nos ciega la muleta y ciegos, no vemos más que la muleta


Parece increíble que de todos los puyazos solo hubiera uno que no fuera trasero o traserísimo. Y eso que había premio para el picador.

Corrida Concurso de Ganaderías, no concurso de toreros, ni concurso de muletazos, ni concurso de inventos extraños en el ruedo de Madrid. Y en una concurso, al menos en Madrid, lo que parece que se debe buscar, o se debía buscar, es el ver al toro, con una lidia completa y con todos los ingredientes, absolutamente todos, que aparecen o deben aparecer durante el transcurso de dicha lidia. Que me darán mil explicaciones, mil, pero uno prefiere eso, ver la lidia al completo. Uno no entiende por qué en Madrid en la concurso no sale el caballo que guarda la puerta. ¿Qué puede distraer al toro y hacer que este se arranque a este? Muy bien, que se arranque. ¿Es que eso no quiere decir nada? ¿Es que eso no es ver las reacciones y querencias del toro? Que pasa tres cuartos de lo mismo con el que las cuadrillas se queden en el callejón. Que es verdad que estas tienen que estar lejos del caballo y por el estribo izquierdo, sin molestar al toro, por supuesto, pero en el ruedo. De lo de las rayas ya ni hablo. Que son cuestiones que entiendo que gusten mucho en corrales de gallinas y que hasta haga pensar a algunos que esa mística acrecienta el misterio de las concurso. Me parece estupendo, pero a ver si algunos, ni muchos, ni pocos, miran a los carteles de fuera y ven eso de Plaza de Toros de Madrid. Y si tienen dudas, que miren el cartel de la boca del metro, que también orienta. Que en esta plaza cabe el caballo de tanda y el de puerta, que cabe la cuadrilla del espada de turno y el resto de alternantes y que si no se saben ubicar en el ruedo, que atiendan a los del sombrero con plumas, que ya hasta la señorita alguacil se atreve a sacudir las tablas con la fusta para poner orden allí abajo.

Abría plaza un torazo que en unas semanas se iba de edad, un torazo de la Quinta, al que Robleño recibió como buenamente pudo. Bien colocado en el caballo, peleó y empujó en el primer encuentro, un puyazo trasero dándole estopa. Mostró algo más de alegría en la arrancada para el picotazo segundo y en la tercera vara, desde lejos y tras escarbar, fue sin ningún exceso de codicia. Inició el trasteo Robleño a una mano, con muletazos por abajo, para pasar a citar dándole distancia, atravesando el engaño y sin decisión para cruzarse, lo que en este caso hasta podría ser un buen recurso defensivo. Dejaba la mano alto al final de los muletazos, por el izquierdo fuera de cacho y despegado, sacando demasiado el culo. Pero la gente estaba con él y todo se le jaleaba, aunque fuera el no dominar ni mandar en las embestidas del grandullón. Sin pararse quieto en los muletazos, el toro empezaba a enterarse de lo que allí pasaba. Vuelta al derecho y entre las dudas surge el desarme, muy aplaudido, por cierto; cosas de la modernidad. Con la zurda, de frente, de uno en uno y teniendo que recolocarse a cada muletazo a base de correr. Muletazos regañados y retirando la muleta de golpe, cuando no largaba tela sin control. Es verdad que el animal seguía la tela, pero también lo es que su matador no la manejaba conduciendo las embestidas. Le costó poder cuadrarse, el toro se repuchaba, no se quedaba quieto y entre pinchazos desacertados optó por tirarse a la desesperada, saliendo feamente prendido por la pechera. Varios intentos no cobrando más que pinchazos y empezaron a sonar los avisos, uno, dos, tomó el descabello y el de la Quinta ya se defendía, complicándole la vida al espada. Un descabello, dos más y sonó el tercer aviso. Había que hacerse a un lado, aunque el toro doblara tras el tercer clarín. A cualquiera le puede ocurrir esto, pero ya que no se monta una bronca por semejante desdoro, lo que no es comprensible es que el caballero se atreva a salir a saludar. Hubo aplausos, de acuerdo, pero un matador de toros debe saber que con tres tararís hay que taparse. Que vale que no te afecte, que no sientas eso de tierra trágame, pero tampoco hay que abusar, ¿no?

El segundo, un cornalón de Baltasar Ibán, fue recibido con matazos de compromiso por Rubén Pinar. Dejó que acudiera al caballo al relance para la primera vara, trasera, tapándole la salida, para que el toro esbozara una tímida pelea. De nuevo al relance, un picotazo señalado, para enseguida levantar el palo mientras le tapaban la salida. Tercer puyazo de lejos, en el que el Ibán se arrancó con algo más de brío, para dejarse sin apenas pelear. Hubo una entrada más, para no pasar de dejarse, sin más. Buen comienzo de Pinar por abajo con la mano derecha, para, ya erguido, limitarse a meter el pico, vulgar y acompañando las arrancadas del animal, sin nada de aquello del templar y mandar. El toro iba y volvía a ir en busca del engaño, que se movía a base de trallazos. Trapazos y más trapazos, hasta que el castaño acabó aburrido, con constantes cambios de mano sin criterio y sin que allí se atisbara el menor rasgo de mando. El albaceteño evidenciaba el no poder con su oponente; trapazos, enganchones, pero sin asomo de toreo.

Y salió el del Marqués de Albaserrada, dejando ver ya de salida su mala condición, no exenta de peligro. Le dudó Javier Cortés al ponerlo al caballo, de cerca, le pegaron un marronazo en mitad del lomo. Apretaba y tiraba derrotes al peto. En la segunda si acaso se dejó y para el tercer encuentro, de lejos, no iba ni a empellones y hubo que ponerlo de cerca, haciendo sonar el estribo. En banderillas empezó a reinar el desorden y el de Albaserrada parecía que empezaba a ser él quién mandara en el ruedo. Con la muleta no dio tiempo a más que a una tanda atosigando al torero por el pitón derecho y en el de pecho, cuándo intentaba echárselo para adelante cómo mejor podía, le tiro un derrote que le alcanzó la cara. El resultado ya es sabido y ahora a esperar que la recuperación sea cierta y que el madrileño no tenga que vivir en carne propia circunstancias que hace ya casi un año vimos con Paco Ureña. Robleño tuvo que quitarse del medio al toro, que ójala no pase a la historia por un hecho desgraciado.

Quedó la tarde en un mano a mano; se cambió el orden de lidia, saliendo en cuarto lugar el de Pedraza de Yeltes, un auténtico elefante, al que Rubén Pinar empezó manteando sin ton, ni son. Le dejaron a media distancia, acudiendo el colorado pronto y alegre. Marronazo para deslomarle. Le taparon la salida mientras se escuchaba la música del estribo. Segunda vara con más distancia, arrancándose de la misma forma. El de aúpa no atinaba, sería que no encontraba toro en semejante mole. Le dieron bastante, mientras el toro se limitaba casi a solo dejarse. Nueva arrancada por tercera vez y de nuevo le dieron leña sin compasión. Ya al comienzo del trasteo, Pinar evidenciaba dificultades para hacerse valer, de primeras no podía con el Pedraza, que se ponía pegajosito, sin dejar tomar resuello al espada. Habría que haber visto a este mismo toro con otra lidia, pero… Ni por el derecho, ni por el izquierdo, el manchego estaba igual de aperreado por ambos pitones, para a medida que avanzaba la lidia evidenciarse que el toro empezaba a acusar todo lo malo que le habían hecho. Pedía mando y le daban trapazos, acabando con una entera muy trasera y un sinfín de descabellos desganados.

El de Murteira le correspondía a Fernando Robleño, que le recogió con unas verónicas vistosas, pero rectificando con el pasito atrás. Para el primer puyazo dejó al toro dónde a este le vino bien, para recibir un navajazo más cercano a la penca del rabo, que del morrillo. Metía la cara cuándo le tapaban la salida, echándola más arriba cuándo el viaje iba para adentro. Se arrancó bien para el segundo puyazo, trasero, por supuesto, quedándose muy pendiente del caballo. Se le llevaron a los medios, de lo que seguro que nadie se habría dado cuenta si no es por las rayas que el señor Casas, don Simón, mando pintar en el ruedo. Provocaron una nueva arrancada pronta y boyante, dando la sensación de que se fue solo del peto. Aún así, hubo una cuarta oportunidad, más lejos aún, si atendemos a las dichosas rayitas. Muletazos por abajo, sin templar, incluyendo algún enganchón. Comenzó Robleño por el lado derecho, atravesando mucho la muleta, sin correr la mano, sin pararse quieto y dejando que el Murteira le tocara demasiado la tela. Probó por el derecho y peor, se lo echaba encima, sin pausa y abusando del pico. Daba la sensación de que el madrileño se limitaba a rondarle al toro, sin ofrecer demasiados recursos y nada de toreo, que quizá nos habría hecho ver otro toro.

Se esperaba al toro de Valdellán, pero la decepción surgió casi en el mismo momento en que pisó el ruedo. Justito de trapío, parecía salir encogido, evidenciando muy pronto una alarmante flojera, como si al animal le hubieran deslomado a palos. Se dejada atrás los cuartos traseros. Llegó incluso a ir dos veces al caballo, se derrumbó en mitad del ruedo y un nuevo derrumbe obligó a devolverlo a los corrales. Salió un sobrero de Rehuelga, en teoría ya fuera de concurso, lo que no era óbice para darle una lidia digna. Rubén Pinar se vio desbordado en los primeros compases, obligado a darse la vuelta con el capote, para a continuación quedar desarmado. Peleó bien el de Rehuelga en el caballo. El que no estuvo a la altura fue el picador, que con la puta partida pretendía picar con la astilla del palo, mientras el toro se encelaba con el peto y un monosabio rondaba a toro y caballo ofreciendo otra puya al jinete, conformando una lamentable imagen. Fue de lejos con un leve trotecillo en la segunda vara y cuándo todo el mundo esperaba que se le dejara otra vez frente al peto, el señor Pinar decidió pedir el cambio, ejerciendo un derecho propio del matador, pero enfrentado a toda la lógica del momento y a lo que el aficionado quería ver. Muchas gracias por no permitirnos ver al toro, señor matador. Después quiso brindar al público, pero claro, le dijeron que nanay, que obras son amores y… Se puso elegante el albaceteño y pretendió hacer pasar por toreo esos muletazos erguido, tirando descaradamente del pico de la muleta y pasándoselo muy, pero que muy lejos. Cites de frente, con la zurda, la diestra, pero con el control remoto en marcha. Lo despachó de pinchazo y una entera en el lomo, mientras parte del respetable se preguntaba lo que tenía que ser una tarde con seis toros para Rubén Pinar. Luego vinieron los premios y haciendo balance de la tarde y escuchando los aplausos del respetable, aparte de lo mal que se picó, lo que parece es que también en una Corrida Concurso, nos ciega la muleta y ciegos, no vemos más que la muleta.


Enlace programa Tendido de Sol del 15 de septiembre de 2019:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-15-septiembre-de-audios-mp3_rf_41451261_1.html

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, discreparé contigo en un par de puntos. Yo sí creo que es mejor que sólo haya un banderillero y el matador y tan solo un picador al realizar el primer tercio. Puede haber los que tú quieras dentro del ruedo siempre y cuando se queden quietos (y los del callejón también). Pero, como se mueven más que una avispa, mejor que estén fuera y no distraigan al toro.
Por lo demás, la suerte de varas fue nefasta en todos los toros. El premio al mejor picador debió quedar desierto. No se pueden consentir los puyazos exageradamente traseros que vimos ayer, el castigo sin medida y la fea costumbre de tapar la salida por norma a lo que nos tienen acostumbrados tarde tras tarde.
Muy buena la lidia de Jesús Romero, justo vencedor y dos grandes pares asomándose al balcón de César del Puerto, que siempre tengo a bien recordar la excelente lidia que realizó ante uno de mis toros favoritos: Cazarrata.
En cuanto a los toros, ninguno cumplió en el caballo. De hecho es que tarde tarde vemos que ningún toro de los que vemos en Las Ventas, y así durante años, es bravo en el caballo. Bien porque el caballo es un auténtico muro, bien por las puyas actuales, bien por el excesivo castigo pero no he visto a ningún toro empujar ni tan siquiera tres varas. Así que no esperaba nada nuevo en este aspecto. Ahora bien, sumando el juego del caballo y de la muleta, creo que el justo vencedor sería el toro de Baltasar Ibán. En el caballo hizo poco más o menos que el resto y en la muleta acudió con más presteza y codicia que el resto de sus compañeros, además con un exceso de motor que hubiera puesto en apuros al más pintado.

Ahora bien, ya sabes que a mí lo que me gusta son los toros complicados y ahí se llevan la palma el del Marqués de Albaserrada y el de La Quinta. Pero honestamente no merecieron galardón alguno porque no tuvieron un juego completo. Sinceramente no entiendo que el toro de La Quinta sea el vencedor, ya salió huyendo al sentir la vara en la segunda entrada y lo mismo en la última. En la muleta era toro de dos o tres muletazos y el de pecho, aprendía muy rápido pero era un toro que si le podías, se rajaba y escarbó en exceso. Quizás porque era exageradamente grande o porque cayó en gracia a los toristas, se llevó el premio. Pero un jurado serio jamás hubiera dado premio alguno a ese toro.

Un abrazo
J. Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Eas que empiezas por un gran problema en la actualidad, en esos bailes de capotes no solo en el primer tercio, también en el segundo. Yo prefiero que estén todos, pero claro, por supuesto que quietecitos y a la distancia necesaria, no encima. Lo malo es que no saben estar en el ruedo y cuando no les toca su toro, ya en el callejón, creen que están descansando. Lo de la suerte de varas es una cosa que no se puede aguantar. Y hablas de empujar en el peto, pero, ¿y de la forma de ir al caballo? Que ya nos volvemos locos no con que se arranque, basta con que eche a andar camino del peto. El de la Quinta quizá también presentó la dificultad añadida de la edad y eso hacía que se espabilara antes, pero para premio, no desde luego. A mí me parecía que podían haber hecho más los de Pedraza y Murteira, pero los echaron a perder, les hicieron tantas cosas mal, que se quedaron en eso, en un creo que podrían... Y premios, ya te dije a la salida. Mejor picador, Rubén Pinar, Mejor toro, Rubén Pinar y mejor lidia de un peón, pues eso, Rubén Pinar. Que así no le quitamos la ilusión, ¿no?
Un abrazo