miércoles, 20 de abril de 2022

A pasar niveles en el Candy Crash

Cuando la emoción está en el ruedo, no hay lugar a ninguna distracción.

Uno no deja de aprender de los que saben, sobre todo de los que más saben y si hablamos en cuestión de “tauromaquia”, en Sevilla se sabe un rato largo. Que no quiero yo señalar con el dedo a la afición hispalense, Dios me libre, pero en estos días ha circulado una imagen que seguro que podría aplicarse a cualquier plaza del mundo. Que no es Morante con el capote, ni Juan Ortega, ni Pablo Aguado, ni tan siquiera los endebles y enclenques animalejos de Juan Pedro Domecq. No, la imagen que dice mucho se la coja por dónde se la coja, es la de un señor supuestamente trajeado para la ocasión, el Domingo de Resurrección en la Maestranza, en una localidad de barrera, bien hidratado y mientras el toro estaba casi delantito de él, él estaba con el móvil jugando al Candy Crash. ¡Telita! ¿No? Que no me digan ahora que la culpa de que este señor se buscara entretenimiento extra es de la tecnología, de los móviles o del 5G. Que no quiero yo dudar de la afición del caballero, porque hasta es posible que la buena afición que atesore este señor sea la que hace que le deje de interesar la mojiganga del ruedo maestrante y decida ponerse a pasar niveles en el jueguecito en cuestión.

Que los sabrá que pongan a este caballero, al que afortunadamente para él no se le ve la cara, de chúpame dómine, pero si los taurinos no fueran ni tan taurinos, ni tan egocentristas, igual era para que echaran una pensadita, que meditaran un ratito nada más. Pero no. Ellos mismos parecen empeñados en distraer de lo que sucede en los ruedos y prefieren cambiar el punto de atención y la fuente del divertimento a otros factores y a todo lo más que llegan, es que si hay aburrimiento, no hay que combatirlo, hay que hacer que dure menos tiempo. Y así estamos en que lo fundamental en una plaza es una buena copa, preferentemente un yintonis con bayas del trópico, la música, los despojos, las salidas a cuestas cargando a los de las medias rosas, una buena merienda o en su defecto una bandeja de “canapeses” top delicatessen, jalear hasta a los alguacilillos y evitar que alguien nos chafe la tarde. Y si hace falta, en lugar de seis, cuatro toros. Que la verdad, tampoco es tan grave el que nadie se ponga a jugar con el móvil, que ya digo que este no es un caso aislado, no por falta de afición, sino porque es muy probable que sea esta la que hace que muchos se pongan a jugar al Candy Crash, a hacer solitarios, a ver el fútbol en la Condomina, las carreras de motos, el Sálvame de Luxe o a preparar una oposición a juez. Una vez que uno paga, ya no les importa nada más. Bueno, sí, que no des guerra, que te quedes sentadito y calladito y a todo lo más, que no se escuche más que el clic clac de las pipas y el puffff al escupir las cáscaras en la espalda de quien haya tocado delante, aunque si estás en barrera, tampoco hay que tener demasiado cuidado y si estás en la andanada…

¿En qué punto estamos? ¿Dónde nos ha llevado esta gente? ¿Es esto lo que realmente queremos? Porque buenas palabras las escuchamos permanentemente, te sueltan la retahíla fundamental de la “tauromaquia” y hasta te lo creerías, si ese sermón no viniera de quién viene. Y solo hay que darles un poco de sitio y un poquito de tiempo, no mucho, para que rápidamente sigan con sus peroratas modernistas, eso del arte y el arte y más arte, afirmando que eso del arte es el objetivo absoluto de todo esto, ese arte, arte que a todos nos embruja cuando surge, que no surge siempre, ni mucho menos. Porque el arte es una consecuencia del toreo, una consecuencia sublime, pero no es el objetivo primario. El primero de todos los objetivos debería ser ni más, ni menos, que dominar, poder al toro, pero claro, si el toro ya sale al ruedo podido y más que podido, si lo que se pretende es que este vaya y venga, que simplemente se mueva, sin pararnos a ver cómo y para dónde se mueve, esperando que allí llegue un señor a poner posturas, pues entonces no se extrañen, ni se escandalicen si algunos, después de pagar un pastizal y haberse llenado de alcohol hasta las orejas, al final solo se le ocurre sacar el móvil y dedicarse a pasar niveles en el Candy Crash.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Son de los que les roban la cartera y aplauden.El trilero productor de arte y los otros se frotan las manos de gusto.Quisieran que todos fuesen de este talante.Mal vamos.
Docurdo.