lunes, 6 de junio de 2022

El último, que cierre la puerta

El toro, siempre el toro


Se terminó todo, adiós feria y con ella quizá también tengamos que decir adiós Madrid. No ha habido indultos, ni rabos, como temíamos al principio, pero la ruina en que ha quedado la plaza de Madrid es más que evidente. Ruina moral y física, porque hasta los techos se desmoronan, afortunadamente sin que nadie salga herido. Seguirán esas lenguas envenenadas queriendo confundir preguntando cuál es el toro de Madrid; muy sencillo, el esos taurinos no quieren ni ver. Seguirán queriendo desterrar a los que no se conforman, a los que critican, a los que se ponen de manos ante la mentira, la vulgaridad, el fraude. Y seguirán exigiendo respeto, pero lo que realmente piden es que les dejen seguir mangoneando en paz. También seguirá la pena de los que ven como su plaza, la que viven como una parte de ellos, sigue en caída libre, casi vacía de aficionados y demasiado llena de botellones, alcoholazo y gente que ve en esto de los toros una oportunidad de emborracharse sin límite, de berrear vivas, de mandar callar a quién les plazca y sentirse por unas horas los matones del barrio y una vez acabado el festejo, seguirla en esa discoteca promocionada por los señores Abellán, Casas y García Garrido, mientras desde la presidencia de la CAM los toros solo son un escaparate para lucirse y darse baños de multitudes afines, porque las no afines no pueden opinar, so pena de que te tilden de anti, antitaurino, antiespañol, antilibertad…

Y quizá no había nadie mejor para cerrar esta feria de vulgaridad, monotonía y mal gusto, que la ganadería de Victorino Martín y Antonio Ferrera, acompañados en el cartel de Sergio Serrano y Román. Que decían que era la corrida de la Prensa, lo que en los tiempos que corren no es decir mucho y menos si hablamos de toros. Lo de Victorino, pues vamos a ver, que si echamos cuentas de lo que muchos esperaban, un desastre total y absoluto, pues afortunadamente no ha respondido a esas nefastas expectativas. ¡Vaya alivio! Que a estas horas no he leído el boletín informativo a que nos tiene acostumbrados el ganadero, para quien a buen seguro, ha echado un corridón antológico que quedará en los anales del toreo. Él es así, que celebraba el que sus toros mujan y si además mueven la cola, les pone una calle; calle de Venturosillo. Pero la realidad es que ha sido, sin ser desastrosa, una corrida más, una de tantas, una de cualquier otro encaste y por supuesto de cualquier otro hierro y aquí pueden poner el nombre que mejor les venga; eso sí, no se me vengan arriba y pongan un hierro de su preferencia, mejor uno de los que torean las figuras habitualmente y que a veces no se explican que hacen en ferias como la de Madrid. Con uno de esos, lo clavan.

Se han empeñado algunos en lucir a los Victorinos poniéndolos de largo al caballo, pero estos respondían tardeando una barbaridad, si acaso se iban acercando, otros directamente se iban a dar un garbeo por el ruedo y cuando ya el picador les podía prácticamente alcanzar con el palo, entonces se arrancaban, unos para simplemente dejarse, otros para tirar cornadas al peto desesperadamente. Bueno, hubo uno que se arrancó a cierta distancia y hasta con prontitud, pero no, no tuvo pelea de bravo, se defendía tirando derrotes. Y de presencia, pues fieles a lo que ahora debe ser en exclusiva Victorino, todos cárdenos; eso sí, con un velamen que imponía respeto, algunos incluso cornivueltos. No todo iba a ser malo, que por lo menos nos pudiéramos deleitar admirando los pitones ya que las hechuras eran para el deleite justo.

Iba a decir que Antonio Ferrera se despedía hoy de la feria, pero vaya tontería, hoy se despedían todos, que era la última, pero es que uno tenía tantas ganas de despedirse del extremeño, que llega a caer en lo evidente. Y Ferrera estuvo a lo suyo, a no parar de correr, a abusar del pico, medios trapazos sin templar, trallazos allá dónde pillara y citar siempre desde fuera, siendo un rasgo quizá de honradez el tirar la espada de palo, reconociendo que para lo que le vale, tampoco la necesita. Quizá para cuando aprenda a darle uso, entonces dejará de tirarla a la arena con desprecio. Y cuando sus fans estaban entusiasmados con un arrimón en el cuarto, rompió el jarrón de la abuela estampándolo contara la pared con un tremendo y sublime bajonazo.

Sergio Serrano ha mostrado dos caras, aparte de la de torero voluntarioso con eso de irse a portagayola en sus dos toros, una para ser arrollado al salirle el toro parado y la otra al menos para hacer que pasara el animal. En su primero, un toro que se paraba ya de salida, que le costaba ir al caballo, que esperaba a los banderilleros, que no se entregaba en los primeros muletazos, que se quedaba corto, Serrano citando desde fuera empezó a tirar del toro en un muletazo. Continuó queriendo aprovechar los viajes, pero el toro, que iba con la cara alta, no estaba para ayudar. Quizá hasta estaba demasiado aquerenciado en los terrenos donde se había desarrolla casi toda la lidia hasta el momento. Cambió al pitón izquierdo y de nuevo consiguió tirar del toro, mandarle en la embestida. Intercaló momentos de meter el pico y trazar líneas, pero aquello ni valía, ni era para confiarse y de nuevo con la zurda dos naturales y uno profundo, muy hondo. Parecía que había llegado el momento de tomar la espada, pero no, alargó la faena innecesariamente, sin aportar nada a lo hecho. Falló con la espada, empeñado en matar en la suerte natural, en la que la ayuda por parte del Victorino era nula. En su segundo mostró la cara más conocida en esta plaza, la de la modernidad, la de la sosería, la de las escasas virtudes y los muchos defectos.

Román por su parte, pues lo de siempre y en esta ocasión sin que le arroparan sus partidarios. Centrado solo en el último tercio, sin aportar nada, con muchas carencias finalizando todos los muletazos apuntando a las nubes. Y sin darnos cuenta, la feris del reencuentro, la de la vuelta, se nos había ido entre los dedos, quedándonos una sensación de pena, no porque se terminara este calvario, sino porque se te vienen a la mente los años pasados, las compañías que se fueron y pensando dónde y cómo estaremos el próximo mes de mayo, si nos recibirá nuestra plaza o si ya solo la ocuparán las huestes del botellón, la chusma a la que le sobra todo lo que no sea aclamar al paisano, al vecino, al torero por el que se convierten en hooligans ciegos a cualquier razón que no sea la del jolgorio. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de todos? Ahora solo queda marcharnos, darles a ustedes las gracias por los ratos que nos han dedicado, recoger nuestras cosas, llevarnos los recuerdos, si es que nos queda alguno de esta feria finiquitada con un bajón traicionero y volvernos cada uno a nuestro sitio. Eso sí, seamos civilizados, dejemos las cosas tal y como las encontramos para los que vengan, nosotros u otros y el último, que cierre la puerta.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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