martes, 18 de abril de 2023

Que nos digan cómo los quieren

¿Los quieren blancos, negros, azules? Grises no, solo algunos. A saber qué es lo que quieren.


Llevamos años y años, y los que nos quedan, contemplando el recital ganadero de los que buscan un tipo de toro muy determinado, tan determinado, que todo lo que no se ajuste a unos criterios tan restringidos como exiguos, no vale. El toro bien hecho, según ellos, el toro colaborador, según ellos, el toro que no dé ni un problema, según los demás. Que dicen que para que el torero se pueda expresar. Un toro que se adapte al torero y no al revés, como toda la vida de Dios, y que parece poner en entredicho todo lo anterior, toda aquella variedad en el toro que quizá, solo quizá, fue lo que dio grandeza a este de los toros.

¡Ea! Ya tenemos su toro y ahora viene el momento culminante, su salida al ruedo, el momento de que los de luces se “expresen”. Pero, ¡ay, amigo! Que vale que el toro encastado no les cabe en sus esquemas, porque este acusa todas las barbaridades lidiadores que se le hagan desde su salida al ruedo y claro, un buen toro se puede convertir en un imposible. Al contrario de lo que estos señores piden, un animalito que igual se le ve en los dos primeros tercios, que pasa hasta inadvertido, pero que luego va y viene a la muleta, le conduzcan con el trapito o con una pamela. Vale, el toro encastado lo desechamos, no nos vale. Pero no solo el toro encastado, ¿y si nos ponen delante a un toro serio, espectacular de pitones? Ya estamos, que si es destartalado, que si el aficionado de aquí o de allá quiere búfalos, elefantes, en contraposición a sus caracoles que si acaso solo sacan los cuernos al sol, y si se les canta eso de “Caracol, col, col, saca tus…”. En fin que si seguimos desechando, al final vamos a acabar en “6 cabras monteses 6”.

Ellos piden el toro que se mueva. Vale, pues que se mueva, dejando de lado que moverse también se mueven las cigüeñas y no valen para torearlas. Que quizá deberían aclarar que quieren que se mueva sin hacer un extraño, a una velocidad más que moderada y arrastrando el hocico por el suelo, que si aunque descastado, el animal se les pone pegajosito, ¡Fueraaaa! Y es que vamos acotando demasiado, ¿no creen? Que si bajito, con defensas exiguas, que se quede quieto en banderillas, que no pase nada si en el caballo no se le puede picar, que al fin y al cabo, citando al maestro Encabo, si no le hace falta al toro, ya no es que se simule la suerte, que no salga el señor del penco y así nos vamos antes de copas. Luego en el último tercio, el que siempre fue de muerte, con perdón, el toro debe actuar, y digo actuar, como el perfecto colaborador que va y viene sin hacer que el de luces sufra el más mínimo sobresalto. Y allí anda el de luces que se lo pasa por delante, por detrás, por el cielo, por el infierno y todos tan contentos.

Pero claro, esto sería muy fácil si todo fuera así, pero la realidad es que a tanta incapacidad concentrada en el escalafón de matadores y novilleros no les vale casi nada. El encastado, por razones obvias, porque saca a relucir todas sus carencias, el no saber ver al toro, el ir con su guion prefabricado y pretender atizarle el repertorio de siempre, sin pararse un segundo a ver qué tienen delante. Y ellos, en el mejor de los casos se limitan a estar por allí; que esto está mal, pero, ¿no hay nadie que desde el callejón les diga lo que hay y se dejen del “bien, torero bien”. Pues nada, para evitar estos malos tragos, desterramos cualquier hierro que no responda a una procedencia inconfundible y extremadamente extendida por el campo y las plazas. Venga, adelante con los faroles, pero les sale eso que las malas lenguas llaman el toro bobón y tampoco. Que les sale uno que va y viene y como su catálogo de posturas no se ajuste, no hay nada que hacer. Entonces suele aflorar todo un vergel de vulgaridad, vulgaridad que desespera, que aburre, que siembra el tedio sin compasión de las almas aficionadas al toro. Que el triunfo puede llegar, claro que sí, si estos ya también se prefabrican, todo depende del número de paisanos, transeúntes o enterados que van a ver al ídolo del momento y que consideran que todo lo que hagan, ya sean mantazos, trapazos o banderazos, está bien; ¿qué digo bien? Sublime. Eso sí, si minimizamos el factor entusiasta y partidista, tampoco vale y es entonces cuando se le empieza a poner pegas al que iba y venía. Que si les sale una corrida de esas que embisten hasta las nubes, como no lo vean, no lo ven. Y llegamos a la conclusión de que a esta prole de la vulgaridad no les vale nada, lo uno porque no saben; lo otro porque no han aprendido; y lo demás, porque no quieran aprender. Entonces quizá sería conveniente que nos sentemos un ratito y que nos digan cómo los quieren.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...


Mansos y con embestida¨chochona¨,que solo miren la muleta,para perseguirlos medio ruedo para amontonar pases ventajistas.La prensa adulona los apoya con lo de: Faena cumbre,parando los relojes del mar y todos felices.El objetivo acabar con los aficionados y elogiar a los incautos que piden orejas por tanto destoreo.
Djax.