jueves, 29 de agosto de 2024

Cuando dicen que la corrida no ha servido

Se decía que una de las principales virtudes de Manolete era que hacía que pudiera hacer faena a muchos toros. Quizá le servían i quizá el que más servía, con contrastada valía, era el propio Monstruo.


Tengo que empezar reconociendo que en eso de la nueva jerga del taurinismo, pues me pierdo, no la sigo. Que sí que entiendo a qué se refieren, pero mi interpretación es diferente de la suya. Por ejemplo, cuando dicen que un toro tiene embestidas informales, ellos culpan al animal de no haber aprendido en la dehesa a embestir como se debe, pero por el contrario yo pienso que el lidiador de turno no ha sabido conducir, ni mucho menos enseñar a ese animal a embestir, porque claro, en la dehesa no les enseñan ciertas cosas. Que parece que se ha extendido a esto de los toros el que todo esté absolutamente controlado ya de fábrica para que no moleste lo más mínimo a quién corresponda, en este caso, al torero. Y en esa jerga que parece que nace del entorno de los toreros y que los afisionaos se esfuerzan en imitar, a veces incluso con acento de ahí abajo, que es una maravilla pronunciado por los de ahí abajo, pero que resulta ridículo y hasta ofensivo dicho por uno de la Guindalera, mismamente, pues hay una expresión que dice mucho, eso de la corrida no ha servido ¡La corrida no ha servido! No ha servido, ¿para qué? ¿Para pasar la aspiradora, hacer las camas, hacer un balance, invertir en bolsa, cambiar el aceite al coche, hacerle la revisión de los 20.000 km? ¿Para qué no ha servido? Pues según parece, no ha servido cuando opone alguna mínima dificultad, o simplificando, cuando el toro no va y viene como un carretón en el último tercio; y punto. Que ya puede ni haber mirado de reojo al caballo, que haya enganchado los capotes una y mil veces, que en banderillas se haya defendido, que buscara la puerta de salida, que les hiciera una peineta al respetable, todo da igual, si luego va y viene del trapo rojo como un corderito y sin que le afecten lo más mínimo los trapazos destemplados, os trallazos, los tirones, ni dónde se rematan los muletazos; perdón, que me he crecido y he hablado de rematar los pases, como si eso lo hubiéramos visto alguna vez en los últimos… hace mucho.

Que hace unas fechas pude ver una corrida en la que cuando me preguntaron que cómo fue, yo solo ome atreví a decir con cierta sorna eso de que la corrida había servido. Unos toros más que justitos de fuerzas, a los que evidentemente ni se les pudo picar, ni mucho menos ver en el caballo, también gracias a la colaboración de los coletudos, cuya única pretensión era que la corrida sirviera. Pero ¡ojo! Que esta pretensión no se ciñe única y exclusivamente a los de luces, esto es extensible al público que va a pedir orejas, el grial de la fiesta. Que les daba igual que el animalito se medio mantuviera en pie, si luego acudía al trapo rojo, a pasito de regulares, permitiendo que el de luces pusiera poses. Que es verdad que de los animalitos

Había alguno que no se cansaba de embestir, pero… al final resulta que el toro sirvió, aunque no se hubiera podido ver al toro como a muchos les gustaría verlo. Pero claro, ahora surge otra pregunta, porque después de todo esto, habrá quién se pregunte: Entonces, si los toros con tanta carencia sirven, ¿para qué sirven? Pues depende a quién le pregunten, si le preguntan a los taurinos, pues sirven para hacer arte, que ya me dirán qué arte es ese, sirven para que los de luces se expresen, para que el personal pida orejas, para que el del palco las dé y para que casi todo el mundo se vaya feliz a su casa, porque ha visto orejas; que no me los imagino gozando como locos viendo Dumbo. Pero también sirven para otras cosas, como es ahondar en la decadencia de los Toros, como es el seguir quitándole fundamento al toro, como es ir creando un ente con apariencia de toro, pero sin el interés que genera el toro. También sirve para que el aficionado se vaya apartando, que vaya perdiendo ese arraigo que otrora era tan profundo con el toro y con la fiesta de los toros. Y sirve también para que el interés general vaya decreciendo, para que esto sea difícil de explicar, difícil de mostrar a nadie con la intención de que se interese y evitar ese panorama tan desalentador de las plazas vaciándose a marchas forzadas. Que seguro que habrá quién tire de estadísticas y me digas con números lo que él quiera ver, pero les voy a poner algún ejemplo. La feria de Madrid, un gran éxito con no sé cuántas tardes de no hay billetes, pero luego ibas a la plaza y veías que dónde estaban los abonos regalados sobresalía el cemento acusador. La plaza de Bilbao, que deja ver los asientos de colores implacables, como si esos animales sospechosos de pitones limpiaran de aficionados los tendidos. O cualquier feria de Dios que se anuncie a quién se anuncie, no llena, quizá porque no ponen en práctica eso de regalar entradas en lo que la empresa de Madrid tiene un doctorado. Y quizá todas estas cosas vengan detrás de eso que dicen los taurinos cuando dicen que la corrida no ha servido.

 

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miércoles, 21 de agosto de 2024

Esto hace que la gente aplauda con frenesí

Quizá lo que se aplaudió en otras épocas hoy escandalizaría al personal, a los entusiastas de las palmas


Los tiempos han cambiado, eso es evidente, y quizá nos damos más cuenta de ello cuando decidimos detenernos a contemplar detalles de la cosa en cuestión. Que sí, que algunos, aunque no nos lo queramos creer, ya tenemos una edad y quizá por eso mismo, nos hemos quedado anclados en unos modos, unos usos que ya no están demasiado de moda. Que estoy convencido que si ciertas maneras volvieran, alguno más, muchos de esos aplaudidores del momento, se apuntarían a aquello que a algunos nos aficionamos con pasión. Que ahora nos quieren convencer que lo fetén es esto que nos toca vivir y que lo que añoramos no solo no es posible, sino que es una utopía que nunca fue. Bueno, allá cada uno, aunque permítanme que no les consienta que me digan lo que vi o dejé de ver, porque si lo admito, admitiré que no solo estoy carente de cordura a día de hoy, sino que lo he estado toda mi vida. Y hombre, que te llamen falto así por las buenas y sin saber de qué hablamos, pues igual no digo que ofenda, pero molesta. Que luego nos dirán que han visto no sé cuántos vídeos, pero… que igual les convendría a muchos ver en vídeo lo que acaece a fecha de hoy por esas plazas del mundo.

Pero si nos paramos a pensar en lo que provoca hoy el aplauso, el delirio, la locura traducida en despojos e indultos, igual hasta alguno se puede sentir incómodo. Que hablando de plazas como Madrid, que es la que mejor conozco, o la única que conozco un poco, se ha pasado de la exigencia a hacer salir a saludar después del paseíllo al primer fulano que nos cae bien, con el que un día cruzamos dos palabras o con el que en la excepcionalidad compartimos mesa en fecha señalada. Pero si seguimos avanzando, eso de que vaya a portagayola ya merece una ovación cerradas, seguido de un clamor a la salida del toro, haya sucedido la larga de rodillas o en su lugar haya acaecido un cuerpo a tierra por parte del recibidor de la res, tirando el trapo al cielo o adónde mejor pudiera. Continuando, si el maestro no es capaz de hacerse y fijar a su oponente y se gira de espaldas a los medios perdiendo terreno, palmas y más palmas, y si en estas, sin venir a cuento, asoman unas chicuelinas apartándose o quites floreados con el capote volandero, ni les cuento. O eso de echarse el capote a la espalda parsimoniosamente, como el que se pone una gabardina un día nublado.

Que habrán escuchado ustedes eso de la importancia del primer tercio, que el caballo por aquí, que si las puyas por allá, pero no vean lo que gusta cuando el se aúpa levanta el palo mientras el animalito se desmocha contra el peto. Eso de apenas rozar el cuero del toro es delicia para los ojos de muchos; que incluso levantan la voz pidiendo, ¡qué digo! Exigiendo que se levante le palo. Y del segundo tercio, ni hablemos. Basta con atinar en el bulto que se mueve, para hasta hacer saludar al ejecutante, ya haya clavado en mitad del lomo y cuando los pitones ya apuntaban desde hacía rato el golfo de Vizcaya. Sin contar con que hay que entregarse al caballero de luces que en el programa dice que se llama así o asao y que además alcanzó la fama por unas supuesta formas muy flamencas y unos aderezos capilares más que notorios. Ustedes me entienden, ¿no?

Pero avancemos, que aún quedan más palmas, además de las que dejamos atrás por no extendernos demasiado. En esto que el maestro toma la muleta y el palo o espada de mentira, aunque ahora pomposamente los entendidos califican de otra manera, pero allá ellos, por mucho que se le cambie el nombre no deja de ser un palo con apariencia de espada, pero de mentira. Y allá vamos, que si el sujeto en cuestión inicia de rodillas dando trapazos como un giraldillo en día ventoso, las palmas trocan en delirio y vocinglerío apasionado. Esto es el no va más. Pero hay otra versión, la de que el animal pase por el culo, banderazos por delante y más trapazos por la retaguardia. Litros y litros de tila serían necesarios para calmar ese estado de locura sin mesura. Que ya me dirán ustedes que eso no es torear y no seré yo el que diga lo contrario, ni mucho menos, yo estoy con ustedes al mil por cien, pero ya ven, ni ustedes ni yo somos dueños de las palmas y ese clamor que provoca en tantos otros. Que el ambiente ya está bien caldeadito y entonces entramos en la parte jugosa, que había quién hablaba tiempo ha de dominio, de quietud, pero eso ya… Ahora se jalea y se considera firmeza a ir cazando trapazos aquí y allá, trapazos en línea, sin llevar al toro, sin rematar, enganchones aparte, culminando con una carrerita para recolocarse. Que decía uno que se ven obligados a hacer con las piernas lo que no son capaces de conseguir con la muleta. Que será verdad, ¿no? Que esa caza del trapazo puede discurrir por todos los terrenos de la plaza en dirección a toriles, pero si hay que aplaudir, pues se aplaude, ¡qué caramba! Y no les digo nada del arrimón. Eso ya es para vivirlo. La plaza callada, ahogada por el sopor y de entre la masa brotan las palmas de un afisionao y ahí que van los demás, ¡válgame el vía crucis! Y para culminar, se palmotea cuan focas monje un pinchazo caído, otro y otro más, se forma la marimorena con un bajonazo y ya puestos, hasta los avisos se aplauden. Que no, que no se me echen las manos a la cabeza, que se ha llegado al punto de que después de los tres avisos y con el burel en los corrales, se saca a saludar al incapaz que no logró despenar a su oponente. Que dirán que nos dejamos muchas más circunstancias aplaudidas hoy en día, los toros inválidos que no vieron el caballo, los que mansearon pero iban y venían y tanto y tanto más que esos más viejos no llegan a entender y que por mucho que les digan que se tienen que acostumbrar, ni se acostumbran, ni tienen intención de hacerlo. Pero ya saben cómo está esto y aparte de otras muchas más barrabasadas, todo esto hace que la gente aplauda con frenesí.

 

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miércoles, 14 de agosto de 2024

Es que esa parte no me la he preparado

Un toro es como un temario de oposición y si es en según qué plaza, como Madrid, y los opositores son novilleros que quieren ser, pues hay que apechugar con todo y demostrar lo que se es y lo que puede dar de si con lo que salga y en en Madrid, pues sale lo que ha salido siempre, el toro... o eso piden los que van a esta plaza.


Me contaron que hace un tiempo en un examen de oposición, no me dijeron a qué, fue un candidato ante el tribunal examinador dispuesto a ganarse su futuro tras superar aquella prueba. Muchos eran los candidatos, pero pocos serían los elegidos. En la sala se encontraban otros opositores, familiares del examinado, profesores y conocidos de este y algún curioso que otro. Y llegó el momento en el que la suerte iba a marcar el camino a aquella persona que tenía puestas todas sus ilusiones en salir con bien de aquel compromiso. Las bolas hablaron y ya solo quedaba elegir el tema con el cuál demostrar el saber y capacidades que le permitirían hacerse merecedor a ser uno de los elegidos. Y el tema iba a ser… Pero, ¡qué pasa aquí! ¿Qué alboroto era ese? La sala se convirtió en una algarabía inusitada, en un guirigay indescifrable. Unos clamaban que eso no era justo, es más lo consideraban inhumano, que eso era acabar con la ilusión de los candidatos, que eso era algo totalmente fuera de toda lógica. Que adónde se iba a llegar si se permitía que cayeran semejantes temas. Profesores del candidato clamaban contra la aprobación de aquellos temas y que se incluyeran como posibles preguntas de exámenes. La familia se mesaba los cabellos, los vecinos que acompañaban a la familia insultaban al tribunal, que ellos sabían que el candidato era muy listo y estaba muy preparado, pero claro, si le ponían esos temas… El padre afirmaba con orgullo y soberbia que él se había empeñado para que su vástago llegara a aquel examen, que había empeñado casa, hacienda y hasta había comprometido algún órgano, pero no para que estrellaran a lo que más quería con ese tipo de preguntas. Argumentaban unos y otros acerca del derecho a ocupar la plaza en litigio, porque se la merecía, porque si no era así, sería una falta de respeto al candidato, el cual se había desplazado hasta el lugar del examen, incluso había estrenado el traje para la ocasión.

Y a todo esto, el tribunal solo era capaz de argumentar que ese tema entraba en dicho temario de la oposición, que se sabía desde el primer momento que podía caer ese, como cualquier otro, que podían considerarse más o menos fáciles o difíciles, pero que eso también dependía de la preparación de los candidatos. Esto encendió aún más los ánimos de los presentes, que empezaron a pedir el aprobado, un sobresaliente cum laude, y que se olvidara todo el mundo de temarios y preguntas inconvenientes.  Entre tanto, el candidato se vino arriba y empezó a gesticular y a hacer ademanes no como si hubiera conseguido la plaza, sino como si se le hubiera otorgado por gracia divina, o populachera, el título de catedrático. Una voz entonces espetó al tribunal que si él sabía tanto, que recitara él el tema de pe a pa, lo que fue muy celebrado por todos los presentes, menos por los miembros del tribunal, evidentemente, que no daban crédito a todo aquel alboroto. El personal entraba y salía de la sala, lo que intentaron impedir los examinadores pidiendo ayuda a los encargados de mantener las puertas cerradas, pero estos solo se encogían de hombros. El tribunal intentaba mantenerse en su sitio, pero la cosa no resultaba fácil, amenazas, improperios. El presidente del tribunal tomó la palabra y le pidió al examinando que dijera lo que pudiera, que intentara defender el tema de la mejor y más airosa forma posible, pero se encontró con una sorprendente respuesta, con un reconocimiento que nunca habría imaginado: es que esa parte no me la he preparado. El presidente y demás miembros del tribunal no pudieron ocultar su indignación, preguntaron si el candidato tenía algo más que añadir y ante la negativa de este, le pidieron que abandonara la sala, no sin antes manifestarle una reflexión. Afirmó que esto era como si un novillero se presentara en la pasa de Madrid, el examen final a su andadura por el escalafón, que le saliera un toro medio regular y que argumentara que él quería poder expresarse, hacer brotar el arte que llevara dentro y que con aquello, pues que no se veía. Y que además lis más allegados y plumillas especializados le jalearan su incompetencia, su incapacidad y su falta de torería, la torería que este candidato tampoco tenía, quizá porque esta no se compraba con los muchos dineros ganados por su padre. Y que al preguntarle por su inoperancia ante aquel animal en la plaza de Madrid toda respuesta no fuera otra que “Es que esa parte no me la he preparado”.

 

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miércoles, 7 de agosto de 2024

Buscando la piedra filosofal, pero…

Buscando, buscando, siguiendo buscando en las entrañas de la plaza, lo mismo un día reaparece el toro

Al ser humano siempre le han movido grandes retos, que si el Santo Grial, la copa que tomó ej crucificado en la última cena; que si la lanza de Longinos, que laceró al Redentor en la cruz y que se decía que su poseedor ostentaría el poder del mundo; el Dorado, aquella ciudad rebosante de oro y que a los españoles empujó a atravesar ríos, selvas, montañas y mil peligros; la Fuente de la Eterna Juventud, pretendiendo alcanzar la vida eterna en este mundo;  o la Piedra Filosofal, esa con propiedades tan maravillosas como convertir en oro lo que solo eran baratijas. Y así seguimos, busca que te busca y, por supuesto, el mundo de los toros, repleto de personajes innovadores, inquietos, curiosos y… y otras muchas más cosas, no iban a ser menos. Y se pusieron manos a la obra a buscar esa supuesta piedra filosofal taurina. Vamos a buscar, construir manejar o apañar, el toro ideal, o quizá mejor habría que decir un ente ideal con cierta apariencia de toro. Y dicho y hecho.

Pero, ¿qué requisitos debía cumplir? Gran pregunta y nadie mejor que los “profesionales” para responderla, porque como todo el mundo sabe, ellos, los que dicen que se ponen, son los que mejor saben lo que tiene que ser. Y no me dirán que este no es un argumento de peso, igual que los que mejor saben de paellas de marisco son los oceanógrafos, los que más saben de moda son los que cuidan y esquilan ovejas, los que más saben de música son los fabricantes de audífonos y los que más conocen sobre seco son los cur… No, perdón, me he dejado ir. Y déjense de bobadas los cocineros, comedores de arroz, modistas y modistos y los que quieren estar calentitos o los pianistas, además de las parejas que, en fin… Y los “profesionales” emitieron su veredicto. En primer lugar un toro que no fuera un mastodonte, evidente, porque entonces no serían toreadores, serían mastodonteadores. Ni grandes, ni chicos, ni medianos, justo con esas hechuras que cualquiera de ellos exclamara eso de “bonito, mu bien hesho, bajito, fino de cabos. Que si no, ya se sabe, el arte es imposible, no se pueden expresar; que ellos sí que pueden expresarse, porque si lo hacen los que no se ponen y muestran desacuerdo, entonces empezamos con que se les falta al respeto. Pero la cosa sigue. Tiene que ser un animal que humille, que siga los engaños hasta el infinito y más allá, que no haga un mal gesto y que permita al señor “profesional” menear los trapos para componer bellas figuras, independientemente de que estas conduzcan o sometan al ente, pero claro, o arte o tragedia, que todo no se puede tener y esto, como todo el mundo sabe, es un arte, ¡vaya si es arte! ¡Arte supremo! ¡Arte magno! Se requiere un animal que se adapte, que sepa, que tenga el ritmo en el cuerpo, que en la finca haya sido concienzudamente instruido en esto de la colaboración, porque claro, aquí, si no colaboramos todos, se rompe la baraja. Que igual hasta aparece la tragedia, ese enemigo público número uno del arte.

Luego los satélites de este show se ocuparán de aderezar todo con unas gotitas de “glamour”, glamour de coches de choque de la feria, pero oiga, glamour es glamour, ¿no? Que te montan una discoteca en una plaza de toros, que te montan unos tenderetes con bocatas de chistorra, morcilla, criadillas y entresijos, por lo de dar ambiente y aroma al glamour, que animan a que el personal prepare monumentales botellones, que si vivas, que si himnos, banderitas, jaleo, jarana y la culminación de las salidas a cuestas de unos señores a los que a nada que se descuiden, les dejan como la naturaleza les trajo al mundo, porque eso de arrancar jirones de un traje de luces, pues también es glamour. Qué cosas, lo que el toro no pudo, lo pueden los glamourosos entusiastas, que luego igual se hacen un llavero con el despojo arrancado a su ídolo de una tarde.

Y ustedes me dirán. Pues si es tan fácil, el éxito está asegurado. ¡Noooo! Que miren que se prepara todo a conciencia, pero resulta que con el ente a modo para el arte, el ente que sea garantía para el triunfo incontestable, el ente que colabora incondicionalmente, pues ahora va y resulta que con eso tampoco pueden, que ni colabora lo suficiente, ni su bobonería es suficiente, ni la ciencia de los coletudos es tampoco suficiente. Y preguntarán, que veo que hoy se han levantado preguntones. Entonces, ¿cómo los quieren? Gran pregunta, que ya les digo que de momento está sin contestar. Que acuden a macrofincas con el ente llamado toro robotizado, que eligen los padres, las madres con lupa, que no se enredan en cuestiones secundarias como el caballo, la casta o la bravura, que van directos al grano, a la bobonería, que algunos, quizá cercanos a los “profesionales”, dan en llamar bravura, pero ni por esas, que ves a los figurones, figuritas, aspirantes a figuritas, aspirantes a aspirantes a figuritas y se pierden en cuanto que el ente bufa un poquito intenso. Que a los novilleros los cuidan como si fueran unos incapaces, que vaya usted a saber, que a los de arriba los miman como si ya no hubiera nadie después de ellos, que todo puede ser, y mientras, ahí tienen a los señores que fabrican entes con apariencia de toro, busca que busca, que ahora además resulta que para eso del arte, además tienen que no poder sujetarse en pie, que no es que sean inválidos, es que son cosas que permiten el lucimiento. Y ya digo, buscan y siguen buscando como aquellos quiméricos alquimistas, y siguen y siguen, pero nada que sigan buscando la piedra filosofal, pero…

 

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