miércoles, 7 de agosto de 2024

Buscando la piedra filosofal, pero…

Buscando, buscando, siguiendo buscando en las entrañas de la plaza, lo mismo un día reaparece el toro

Al ser humano siempre le han movido grandes retos, que si el Santo Grial, la copa que tomó ej crucificado en la última cena; que si la lanza de Longinos, que laceró al Redentor en la cruz y que se decía que su poseedor ostentaría el poder del mundo; el Dorado, aquella ciudad rebosante de oro y que a los españoles empujó a atravesar ríos, selvas, montañas y mil peligros; la Fuente de la Eterna Juventud, pretendiendo alcanzar la vida eterna en este mundo;  o la Piedra Filosofal, esa con propiedades tan maravillosas como convertir en oro lo que solo eran baratijas. Y así seguimos, busca que te busca y, por supuesto, el mundo de los toros, repleto de personajes innovadores, inquietos, curiosos y… y otras muchas más cosas, no iban a ser menos. Y se pusieron manos a la obra a buscar esa supuesta piedra filosofal taurina. Vamos a buscar, construir manejar o apañar, el toro ideal, o quizá mejor habría que decir un ente ideal con cierta apariencia de toro. Y dicho y hecho.

Pero, ¿qué requisitos debía cumplir? Gran pregunta y nadie mejor que los “profesionales” para responderla, porque como todo el mundo sabe, ellos, los que dicen que se ponen, son los que mejor saben lo que tiene que ser. Y no me dirán que este no es un argumento de peso, igual que los que mejor saben de paellas de marisco son los oceanógrafos, los que más saben de moda son los que cuidan y esquilan ovejas, los que más saben de música son los fabricantes de audífonos y los que más conocen sobre seco son los cur… No, perdón, me he dejado ir. Y déjense de bobadas los cocineros, comedores de arroz, modistas y modistos y los que quieren estar calentitos o los pianistas, además de las parejas que, en fin… Y los “profesionales” emitieron su veredicto. En primer lugar un toro que no fuera un mastodonte, evidente, porque entonces no serían toreadores, serían mastodonteadores. Ni grandes, ni chicos, ni medianos, justo con esas hechuras que cualquiera de ellos exclamara eso de “bonito, mu bien hesho, bajito, fino de cabos. Que si no, ya se sabe, el arte es imposible, no se pueden expresar; que ellos sí que pueden expresarse, porque si lo hacen los que no se ponen y muestran desacuerdo, entonces empezamos con que se les falta al respeto. Pero la cosa sigue. Tiene que ser un animal que humille, que siga los engaños hasta el infinito y más allá, que no haga un mal gesto y que permita al señor “profesional” menear los trapos para componer bellas figuras, independientemente de que estas conduzcan o sometan al ente, pero claro, o arte o tragedia, que todo no se puede tener y esto, como todo el mundo sabe, es un arte, ¡vaya si es arte! ¡Arte supremo! ¡Arte magno! Se requiere un animal que se adapte, que sepa, que tenga el ritmo en el cuerpo, que en la finca haya sido concienzudamente instruido en esto de la colaboración, porque claro, aquí, si no colaboramos todos, se rompe la baraja. Que igual hasta aparece la tragedia, ese enemigo público número uno del arte.

Luego los satélites de este show se ocuparán de aderezar todo con unas gotitas de “glamour”, glamour de coches de choque de la feria, pero oiga, glamour es glamour, ¿no? Que te montan una discoteca en una plaza de toros, que te montan unos tenderetes con bocatas de chistorra, morcilla, criadillas y entresijos, por lo de dar ambiente y aroma al glamour, que animan a que el personal prepare monumentales botellones, que si vivas, que si himnos, banderitas, jaleo, jarana y la culminación de las salidas a cuestas de unos señores a los que a nada que se descuiden, les dejan como la naturaleza les trajo al mundo, porque eso de arrancar jirones de un traje de luces, pues también es glamour. Qué cosas, lo que el toro no pudo, lo pueden los glamourosos entusiastas, que luego igual se hacen un llavero con el despojo arrancado a su ídolo de una tarde.

Y ustedes me dirán. Pues si es tan fácil, el éxito está asegurado. ¡Noooo! Que miren que se prepara todo a conciencia, pero resulta que con el ente a modo para el arte, el ente que sea garantía para el triunfo incontestable, el ente que colabora incondicionalmente, pues ahora va y resulta que con eso tampoco pueden, que ni colabora lo suficiente, ni su bobonería es suficiente, ni la ciencia de los coletudos es tampoco suficiente. Y preguntarán, que veo que hoy se han levantado preguntones. Entonces, ¿cómo los quieren? Gran pregunta, que ya les digo que de momento está sin contestar. Que acuden a macrofincas con el ente llamado toro robotizado, que eligen los padres, las madres con lupa, que no se enredan en cuestiones secundarias como el caballo, la casta o la bravura, que van directos al grano, a la bobonería, que algunos, quizá cercanos a los “profesionales”, dan en llamar bravura, pero ni por esas, que ves a los figurones, figuritas, aspirantes a figuritas, aspirantes a aspirantes a figuritas y se pierden en cuanto que el ente bufa un poquito intenso. Que a los novilleros los cuidan como si fueran unos incapaces, que vaya usted a saber, que a los de arriba los miman como si ya no hubiera nadie después de ellos, que todo puede ser, y mientras, ahí tienen a los señores que fabrican entes con apariencia de toro, busca que busca, que ahora además resulta que para eso del arte, además tienen que no poder sujetarse en pie, que no es que sean inválidos, es que son cosas que permiten el lucimiento. Y ya digo, buscan y siguen buscando como aquellos quiméricos alquimistas, y siguen y siguen, pero nada que sigan buscando la piedra filosofal, pero…

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Xavier González Fisher dijo...

Don Enrique: Hoy conversaba con un torero retirado de aquí de mi pueblo, que justamente me decía que a los muchachos de hoy les falta esa pasión que genera el enfrentar a lo desconocido. Decía que en nuestras escuelas taurinas solamente torean al viento, pero que cuando los de su día recorrían la legua, hacían eso y de repente pegaban algún muletazo al toro o a la vaca de verdad. Insiste en que les falta reconocer la dureza que conlleva el querer ser torero y que así no se puede... Tiene 80 años de edad y ha tratado de enseñar a muchos chicos, que luego se apartan de él porque dicen que es "muy duro"... ¿Será por eso que el patio está así? Un abrazo...