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Que antes los de Arauz hasta eran bonitos, pero quizá eso ya sea otra historia. |
Anda que nos lo queríamos perder. Que muchos auguraban una feria triunfalista, sin toro, sin primer tercio, sin toreo, sin rigor, ni seriedad... y acertaron de pleno, así va transitando este San Isidro, pero, y aquí está el pero, que el que no se emociona es porque no quiere. Que aquí hay emoción “pa to quisque” ¡Que no hay toro! Pero hay emoción ¡que hay poses! Pero hay emoción ¡Que hay pases de medio recorrido, pases interruptus! Pero si hay emoción. Que sí, que la emoción es algo subjetivo, que lo que se jalea hoy a fulanito, se le censura con ferocidad a... pongan ustedes los nombres que prefieran. Que a estos les darán todos los despojos que quieran, que nos echaremos las manos a la cabeza, que hablaremos de la irrefrenable debacle de la exigencia de la plaza, de su prestigio, del hundimiento de la fiesta, pero si el que toca no es el que sea, pues se echa mano de la emoción y santas pascuas. Que es algo muy lícito, desde luego, pero entonces permítanme que en estos casos, cuando me vayan a transmitir sus emociones, que cierre las orejas y me repase mentalmente la tabla del ocho, que siempre se me atragantó.
Era ganado de Arauz de Robles, un hierro al que unos dicen que vieron en no sé dónde y que hasta estuvo bien, pero si nos ceñimos a Madrid... Aunque en esta tarde de feria, aunque mandos, alguno hasta tenía su cosa. Desiguales de presentación, justo se ovacionó de salida uno con cuerpo justo y descomunal arboladura, aunque al segundo capotazo se inutilizara y se devolviera al corral. En su paso por el caballo, por esas máquinas trituradoras de toros dirigidas por unos partelomos sin diploma, en el mejor de los casos solo se dejaron, como fue el caso del quinto de la tarde, que aguantó sin más la saña del de a caballo. Al primero se le castigó poquito, mientras intentaba escapar una y otra vez al notar el palo en el segundo encuentro, marchándose hasta tirando coces. Al segundo ni se le picó, si bien es verdad que fue con alegría en la segunda vara, para que le recibieran con la grupa por delante. El tercero, más que justito de fuerzas, solo peleaba con el pitón izquierdo, mientras le hacían la carioca y siempre pendiente de tener localizada la puerta de toriles. El cuarto, corretón, bien llevado al caballo por Morenito de Aranda, solo atacaba por el lado izquierdo y de nuevo ese vicio de la carioca, para no recibir ni un leve picotazo en la segunda vara. El quinto, al que se le maleó mucho durante la lidia, como ya se ha dicho, se dejó pegar de lo lindo. Y el sexto, un sobrero de Castillejo de Huebra, flojeaba ostensiblemente, que igual si hubiera caído algún capote abajo, lo mismo se habría marchado para adentro. Este era notar el palo y salía a escape dando un respingo, para finalmente medio plantar pelea con derrotes cuando le tapaban la salida. Y ahora viene lo de la emoción, que según el estado de ánimo, el parentesco o el paisanaje, emocionaban según a quién; Morenito de Aranda, a los que gritaban ¡Viva Aranda! Y a más gente, Jiménez Fortes, que emocionó a bastantes más y Adrián de Torres, que bastante con llegar a los suyos.
Morenito de Aranda, torero que siempre ha mostrado unas maneras que gustan, intentó manejar el capote durante la lidia, lo que consiguió especialmente en el cuarto, poniéndolo en las dos ocasiones en suerte, algo que no sé si alguien más puede decir lo mismo no solo en esta feria, en toda la temporada de Madrid. Con la muleta, en su primero, un toro que entraba con cierta violencia, sí es cierto que le instrumentó muletazos, pero sin conseguir aplacar esas embestidas, dando trallazos, que poco ayudaban a mandar y dominar, lo que acusó el de Arauz a la hora de cuadrarlo, lo que dificultaba con un leve gazapeó que ya venía de atrás y que acabó llegándose a que sonaran dos avisos. En el cuarto, un corretón feote, había que sujetarlo y evitar que acabara en toriles. Y lo que son las cosas, en este, como en toda la tarde, se aplaudía por no picar, que igual serán cosas de lo de emocionarse, pero, ovacionar por no picar... y volvió Morenito con un trasteo acelerado, con trallazos destemplados, teniendo que recolocarse constantemente y rematando las series al cielo. Concluyó con esa estrategia que muchos aclaman, de meterse entre los pitones, pero que quizá no sea el ideal de un toreo supuestamente estilista.
Jiménez Fortes volvía después de muchas vicisitudes personales. Se le veía con otros modos, hasta con poso, diría yo, pero una cosa son las apariencias y otra lo que sucede ante el toro. Que hay que contar que él también puso un toro en suerte. Que resulta extraño el tener que destacar lo que debería ser la norma, pero así están las cosas. Trasteó a su primero, siempre erguido, evitando retorcimientos, por abajo, hasta asentado, pero con cierta sosería. Continuó atravesando el engaño y dando más aire que toreo, ante un animal ya parado. Muletazos recortados, sin darles profundidad, sin rematar, citando desde fuera y con esos cuartos de muletazo muy jaleados por la parroquia. Quizá la espada, dos pinchazos y un bajonazo, evitaron que los presentes pidieran la oreja. A su segundo le recibió aseadito con el capote. Mala lidia, para pasar al último tercio, iniciando con muletazos con la diestra por ambos pitones, tirando del pico y cerrando con un enganchón. Muy fuera y abusando del pico, precisamente por citar desde esa posición. Continuó encimista, lo que también se jaleaba, El de Arauz de cuando en cuando se dedicaba a escarbar y Fortes proseguía con muletazos atravesando el engaño, uno y se paraba, para terminar largando tela. Y de nuevo la espada, aunque los emocionados ya no reparaban en otra cosa que en dar rienda suelta a esa emoción. Que algunos pensarían que llevaban una feria de diez, mientras otros pensaban que, quitando los caballos, ya llevaban con esta, diez.
Adrián de Torres, de quien se dice que un día ilusionó, en sus sucesivas apariciones por Madrid dejó claro que no había muchas ilusiones que alimentar. Que seguro que tendrá tardes en las que emocione a paisanos, no paisanos y transeúntes, pero al menos con su primer manso solo pudo limitarse a ir detrás del animal a ver si cazaba un muletazo aquí, allá, más allá, recorriéndose el ruedo de lado a lado. Un borrico al que solo le faltaba la albarda y ponerse a vender peras de Roma, Melocotones de Aragón y tarritos de arrope. Quizá no era lo más conveniente el ponerse a dar derechazos y naturales, pero está visto que es complicado que un torero de hoy en día se aparte de esa rutina y opte por lidiar. Que lo mismo acabaría igual en toriles, pero al menos no habría hartado al personal viéndole detrás del toro por el ruedo. Su segundo se inutilizó después de un mantazo por los aires, por lo que tuvo que aparecer otro manso, muy manso, de Castillejo de Huebra. De primeras Adrián de Torres no pudo con él e inmediatamente tuvo que darse la vuelta y ceder terreno de espaldas a los medios. El animal, aparte de manso, flojo como para devolverlo de dónde salió. A la muleta entraba rebrincado y el espada se empeñaba en poner poses gallardas, en dar trapazos tirando de pico y aguantar las continuas caídas del toro. Multitud de muletazos, todos vacíos y sin sentido, a un animal que entraba un tanto rebrincado, pero eso no impedía que el trasteo se alargara y alargara hasta hacerse eternamente insufrible. Y así empezaba una semana, novillada aparte, en la que unos se aprietan el cinturón en espera de Dios sabe qué, otros decididos a ceder o vender su entrada los días de relumbrón, los días de estrellas del firmamento taurino, otros se resignan y siguen yendo tarde a tarde y otros no ocultan su júbilo, unas tardes porque hay despojos, otras porque los podía haber habido y así salen de la plaza deslumbrantes de entusiasmo y emocionados, repitiéndose y repitiendo el sentir de su corazón de afisionao, qué feria estamos echando.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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