lunes, 16 de junio de 2025

¡Ay, Madrid! Quién te ha visto y quién... ya no te ve

La Plaza de Madrid, una gran desconocida para los que vivieron algo muy distinto

 


Quizá alguien recuerde aquello de que Madrid daba y quitaba, de que era una afición que sabía lo que quería, que sabía valorar con justicia y justeza, que era generosa, pero que no se chupaba el dedo. Pues si se han pasado, aunque fuera de refilón por la “In memoriam a Victorino Martín”, mejor que se olviden de todo lo anterior y casi hasta mejor que se olviden que estuvieran en la plaza de la calle de Alcalá. Porque Madrid se ha convertido en un despropósito, el despropósito al que ha llegado todo este mundo de los Toros, en que ni toros, ni toreros, ni toreo, ni nada de lo que en otros momentos pudiera ser referente, motivo de orgullo. Que ya parece haberse impuesto el agarrarse al triunfalismo, en ocasiones dando la sensación de que esos provocadores del triunfalismo se agarran a esto como a un clavo ardiendo. Dejan pasar y pasan por encima de demasiadas cosas, tantas de esas que antes encendían el ánimo de Madrid y por menos del canto de un duro te montaban un bronca de impresión. Eso sí, quizá porque ahora el personal está más leído, sean las lecturas que sean, tienen más argumentos, más excusas para justificar su ansia triunfalista. Que si hay que elevar a los altares a un coletudo, basta con que ha estado hecho un tío, con que ha dado dos muy buenos o que simplemente le premian por ser quién es, algo vivido muy recientemente. Y si es para homenajear a un toro, basta una frase, que es que el toro perfecto no existe. Y con eso ya han barrido, o ellos se lo creen, cualquier crítica que sea acorde con ese triunfalismo desbocado y hasta un tanto irracional. Y no es solo que preparen los mimbres para esos triunfos, es que la crítica habitual se desactiva, enmudece, dependiendo de quién se trate. Pues así estamos y en este supuesto homenaje al ganadero de la “a” coronada, al menos a la conclusión del festejo, esta vez sí que estaba la furgoneta esperando al caballero que sacaban a cuestas. Algo es algo o quizá también puede ser que el caballero en cuestión no tiene el pedigrí de quien hace una semana justa... Bueno, todo llegará, bastará con que se cumplan veintiocho años de alternativa, porque con diez años doctorado solamente, ese derecho aún no ha sido adquirido. Ya saben, que aún hay quién mide los méritos por años de estancia y no por conocimientos, cualidades o vaya usted a saber qué.

Corrida Victorino Martín que ha sido ovacionada en algún que otro toro, aunque bien es verdad que con cierta timidez. Cuatro primeros impresentables para esta plaza, que más recordaban el género caprino, que el bovino descendiente del bos primigenius. Y los dos últimos que tenían un pase, pero que ni mucho menos eran para recibir ningún parabién. Eso sí, al quinto se le aplaudió por la leña, no por el trapío. Los ancestros de esta sangre eran toros que solían lucir en el caballo, así que si quieren recrearse en ello, pónganse a hacer memoria, pero tómenselo muy en serio, que si no... Al primero apenas se le picó, con la cara alta, derrotando el peto o lo que pillará, a pesar de que por momentos le barrenaron tapándole la salida. Más derrotes, especialmente por el pitón izquierdo. El segundo, con marronazo trasero y caído, tirando viajes por el zocato y más tarde apenas solo se dejaba mientras le tapaban la salida. El tercero, solo se dejaba, mientras apenas le castigaban, tirando derrotes en la segunda vara, dónde al menos se le dio algo más, pero sin llegar a nada considerable. El cuarto sí que planteó cierta batalla y recibió más que sus hermanos, no así en el segundo puyazo caído. El quinto que se fue andandito al caballo, donde le taparon la salida para no picar, mientras solo peleaba de lado y con el derecho, para pasar a que no le picaran, tirando derrotes con el otro pitón. Y el sexto, al que habrá que prestar más atención, un toro que echaba las manos por delante de salida, ya en el caballo, al que no le debía hacer gracia acudir, le pusieron a cierta distancia, para liarse a cabecear en el peto de lado y solo por el izquierdo. En el segundo encuentro ya más cerca, casi en la raya, le castigaron poquito, mientras solo se empleaba por el izquierdo.

De los componentes de la terna, Paco Ureña, Emilio de Justo y Borja Jiménez, iremos a continuación, intentando aplicar cierta minuciosidad. Paco Ureña se encontró con un primero escaso de bríos, al que de salida se le vio que no podía con él. Con la muleta solo acompañó el viaje y aún así, muchos interpretaban esto como temple, algo muy habitual en esta “tauromaquia” presente. Muchos trapazos al aire a un moribundo, retorcimientos, exagerando el pico y después cuartos de muletazo que eso siempre gusta en estos días. Luego que dejo el palo para largar tela en cada trapazo. Muy vulgar, venga enganchones y teniendo que recolocarse constantemente, para culminar con un bajonazo. En el cuarto, a darse la vuelta para perder terreno hacia los medios. Ya en la faena de muleta, trapaceo por abajo acortando el viaje. Cites con el pico, inseguro, sin bajar la mano, mucho trapazo y muchas carreras, hasta que el animal acabó yendo como un burro al trapo. Siempre muy fuera, venga enganchones y alargando aquel suplicio innecesariamente, para cerrar con una media muy caída.

Emilio de Justo, torero con excesivo predicamento en esta plaza, y en muchas más, es incapaz de mandar en la lidia, limitándose a plantarse en mitad del ruedo y que los peones vayan haciendo, un supervisor de lujo. Con la muleta es un simple pegar trapazos, zarandear la muleta, que si se la engancha, que la enganche, en mitad de un maratón de carreras para recolocarse y un recital de voces y gritos para llamar al toro... o para lo que a él le venga bien. Que se lo llevan al máster de tenis y no desentonaría en cuestión de voces. Siempre citando desde muy fuera, tanto, que hasta los desplantes los hace desde las orejas del toro. Y como cierre, un bajonazo muy trasero. En el quinto, como en su primero, mantazos y a girarse de espaldas a los medios, algo que parece que a la parroquia le gusta sobremanera, que gusta eso de perderle terreno a los toros. De nuevo inhibido de la lidia, allí de plantón a una distancia prudencial. Y ya con la pañosa, pues carreras y más carreras, cazando trapazos por doquier, ahora unos trallazos con la zurda, sin parar quieto un instante y sin mandar jamás al de Victorino, que tampoco es que fuera Barrabás de cárdeno, pero si las cualidades son tan escasas, pues ese es el resultado, piernas y más piernas. Alargando el brazo, citando desde fuera y venga a abusar hasta lo inaudito del pico. Pero sería por las carreras, sería por los alaridos, una orejita que regaló el generoso usía, don José Luis González, conocido por los habituales de la plaza por su buen corazón con los de luces. Tan generoso como es público amable que hoy en día ocupa la plaza de Madrid, unos con pañuelos de un torero, otros con polos con el hierro del día, otros con chapitas, pero que son de un buena gente, que tira pa trás.

Y llegamos al tercero en liza, Borja Jiménez, que pasó por la plaza en sus otras apariciones sin pena ni gloria y quizá para algunos ya iba siendo demasiado. Quizá echaban de menos ese prototipo de toreo moderno sin el que ya parece que muchos no pueden vivir. En su primero, trallazos por abajo en el recibo de muleta, que si un enganchón por aquí y dejando ver que no podía con la chiva de Victorino, con perdón. Excesivas carreras, muleta atravesadísima y que el animal no se le viniera al suelo. Y será que no ando muy bien de memoria, pero que no recuerdo una estocada de este torero que no fuera un bajonazo, aunque pocos como el que propinó casi en la barriga a este su primero. Y salió el sexto, ese que no cumplió en el caballo, ni de lejos, que se limitó a pegar cabezazos en el peto, que tras el segundo tercio se acomodó en tablas y al que todo el trasteo hubo de hacérselo al amparo de estas. Se lo empezó sacando por abajo, para continuar con la zurda y en el último pase de la tanda, ¡un natural! Un natural, damas y caballeros, gran hazaña, gran logro. Que me dirán que si estoy con lo del toreo de bisturí y no podré más que darles la razón, perdonen la emoción. Y ya digo que próximo siempre al olivo, comenzó la sinfonía de trapazos siempre, pero siempre, con el pico de la muleta, atravesándola de manera muy especial con la zurda, cuartos de muletazo, dejándosela tropezar y teniendo que colocarse entre trapazo y trapazo constantemente, para acabar entre contorsiones muy celebradas, harto vulgar y con demasiadas trampas. Acabó, como es la habitual marca de la casa, con un soberbio y solemne bajonazo, que a nadie debió importar, en especial al que regalaba orejas como el que regala papeletas a la puerta del metro. Que si un pañuelo blanco, que si otro más, que lo del bajonazo son pequeñeces y para colmo, la vuelta al ruedo al toro. Un toro que lo del caballo no era su ideal de vida, pero, ¿qué más da? ¿No estamos de fiesta? Pues que no pare la juerga. Que el señor ganadero estará encantado con su corrida, con la escasa presentación, con el suspenso en varas y con cierta flojedad que limitaba mucho muchas cosas, pero era día para estar feliz como una perdiz. Y que el que no lo esté, que se quede en su casa, eso es. ¡Ay, Madrid! Quién te ha visto y quién... ya no te ve.


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lunes, 9 de junio de 2025

Tarde triunfal, tarde infernal

Si a alguien le quedaba alguna duda, las evidencias las aclaran todas


Pues aunque la Beneficencia nunca ha entrado dentro de la feria, tal y como esta empresa monta sus cosas, podemos decir que la feria ha concluido con este festejo extraordinario. Y también podemos decir que ha acabado, como empezó, con triunfo, con salida a cuestas y con la Plaza de Madrid por los suelos. Si bien se preparó aquel triunfo más que discutido de la primera del serial, de la que lo cerraba se pueden decir muchas más cosas y no sé si alguna buena. Un triunfo prefabricado, precocinado, preparado a conciencia, porque el único y último objetivo era subir a los altares al único que podría pasear la púrpura con majeza. Torero tildado de genio por multitud de circunstancias ajenas al ruedo y no tantas de su labor en los ruedos, al menos en el de Madrid. Que sí, que el éxtasis ha sido general o casi general, pero... tan poco consistente. Que me dirán que si ha dado un natural, un adorno, un... ¿y el toro? Que nos pasamos la vida con esa retahíla que suena ya vacía, porque muchos se han empeñado en vaciarla, de que “sin toro, nada tiene importancia”. Pues de verdad, es muy lícito unirse a la locura colectiva, pero tiren la chapita al contenedor azul. Así por lo menos nadie les recordará sus debilidades taurómacas. Que sobre gustos no hay nada escrito, que los hay que mezclan las anchoas con leche condensada o que le echan gaseosa a un Vega Sicilia, pero no me cuenten patrañas que no se creen y que las sueltan para quedar bien. Que son muchas tardes queriendo mantener el tipo y a todos se nos saltan las costuras; a unos más que a otros, por culpa del paisano, el amigo o el que unos dicen que es un gran torero. Y de los toros... que en esta de Juan Pedro Domecq, si alguno se pone a pedir la vuelta al ruedo para alguno de los mostrencos que nos han echado por delante, entonces ya cuadramos el círculo o redondeamos el cuadrado, cómo prefieran.

Corrida de Juan Pedro Domecq, con un sobrero de Garcigrande y otro de Victoriano del Río, para asegurar que los objetivos se iban a cumplir, sí o sí. Que si me dicen que venían bien presentados, pues ,miren, no les voy a llevar la contraria, porque uno no tiene ganas de discutir sobre lo indiscutible. Que sí, alguno cornalón, desde luego, pero ahí paramos. Eran los instrumentos necesarios para una tarde de festival moderno. Y digo instrumentos, porque por eso los toman y nos los presentan; y lo que es peor, la mayoría del público así lo tiene asumido. Unos instrumentos a los que no se ha picado, que alguno hasta pretendía empujar en el peto, pero ni ofreciéndole un Cola Cao con magdalenas podía ni tan siquiera molestar al picador. Que luego, como ese cuarto de la tarde, que no podía ni con el pensamiento, caminaba a pasito borrica y los entusiastas creían ver que el ídolo estaba toreando tan despacio, que se paraba el reloj de la Puerta del Sol. Que tres tardes como estas y las próximas campanadas nos llegan casi al amanecer. Pero oiga, borricas fofas, pero a las que los maestros de turno no eran capaces de darles pases sin que les tocaran los engaños. Aunque la verdad, daba lo mismo, porque esta tropa de entusiasta lo mismo te jaleaban un enganchón, que un pase no dado, que se estremecían con un desarme ¡Válgame!

Que si en su primera actuación ya se percibía un ambiente promorante, en la tarde en cuestión se mascaba ya desde que rompió el paseíllo, volviendo a sacarle a saludar, algo quizá muy tradicional en tal o cual plaza, pero, ¿en Madrid? Aunque, ¿de qué me asombro? Si en las Ventas ya se ha convertido en costumbre el aplaudir por el nombre que aparecía en el programa de mano y en este caso, el primero era el de Morante, nada de Morante de la Puebla, no, solo figuraba Morante ¿Pa qué más? A su primero le manteo con capotazos por la cara, sin conseguir fijarlo a los engaños, para después continuar con chicuelinas de inicio ¡Vamoooosss! Más verónicas por la cara y a por la muleta. Y vaya por delante que todo lo que hace Morante de la Puebla va con un gusto exquisito, pero lo de torear con mando y poder y sobre todo, a un toro, eso ya es harina de otro costal. Que se emocionará todo el orbe, pero volvemos a lo de siempre, no me cuenten milongas. Que si esto va de poses, estupendo, aquí tenemos a un dios, pero, ¿esto va de poses? Con la pañosa ayudados a dos manos plenos de pinturería a un moribundo. Ya con la diestra, citando con el pico, jaleándole algún que otro enganchón como bueno, dando a veces la sensación de que liaba un poco, pero esto es algo subjetivo y que cualquiera me puede rebatir. Cambio a la zurda y naturales citando de culo atravesando la muleta y aún así, tenía que recolocarse. Faena corta culminada con una estocada en buen sitio que hace que el personal le pida el primer despojo. Ya teníamos medio camino hecho. La ruta prosiguió con el chiquito cabezón que hizo cuarto y que no podía más muestras de invalidez, que no se sabía que pata se dejaba más atrás, la diestra o la siniestra. Pero entre protestas y no protestas, el inválido coló y allí que se fue Morante a trapacearle por bajo, para continuar con la mano derecha, siempre tirando de pico y la parroquia enloquecida aclamando los enganchones como esculturas de Bernini. Más tropezones por el pitón izquierdo, ya al ritmo mortecino de un moribundo y que igual a algunos les hizo exclamar eso de no se puede torear más despacio. Como si esa despaciosidad fuera impuesta por el torero y no por la incapacidad del Juan Pedro. Muleta retrasada, siempre sin bajar la mano ni un poquito, no fuera a ser que el moribundo se nos desparramara por la arena, que me cambio la tela de mano, que meto el pico, que me la engancha, pero daba igual, nada se podía interponer para conseguir el objetivo marcado. Ni tan siquiera un bajonazo, quizá no tan artístico, ha hecho que decayera el entusiasmo triunfal. Otro despojito y ya no había nadie que a esa chavalería enloquecida le impidiera pasear a su divinidad por las calles de Madrid. Que parecía que esa chavalería, esa que a lo mejor aún no había visto torear, necesitaba agarrarse a un mito al que venerar y, quién sabe? Igual a sus nietos les contarán la gran tarde que pasaron. Y mientras, otros, que igual una tarde de toros vieron torear, no daban crédito a semejante dislate, pero nada, no hay que preocuparse, o igual sí. Que al fin, casi veintiocho años después de doctorarse, al fin, Morante de la Puebla ha sido sacado a cuestas por esa juventud que Plaza 1 tanto reivindica. Que lo suyo sería que para la temporada próxima, si se da, que les regalen el abono a todos. Que como pasa con los regalados este año, igual van cuatro tardes, pero tengan la seguridad de que a la tarde de Morante no faltará ni uno, porque después del botellón de la plaza, hay juerga por las calles, Alcalá arriba.

Y acompañaban al ídolo de la chavalería Fernando Adrián y Borja Jiménez, que vistas sus últimas actuaciones, uno ya no sabe si aún son los preferidos de muchos, pocos o solo paisanos. Y en la tarde de autos, pues no sé si ha quedado claro. Con un Fernando Adrián siempre pendiente de lo que reclama la galería, le convenga al toro o deje de convenirle. Que con el capote se quiere poner pinturero y solo consigue que el toro le deje atrás sin hacerle ningún caso. Y con la pañosa, pues como una vez le jalearon lo de la rodilla en tierra, pues adelante con ello, siempre tirando de pico, sea por un pitón o por el otro. Tremendamente ventajista, tremendamente vulgar y chabacano, con sus enganchones y todo, sus culerinas, así, porque yo lo valgo. Y después de bernadinas y vulgaridades varias, un despojo para el caballero. Que quería repetir triunfo triunfalista y saludó a su segundo con varios afarolados de rodillas y hasta chicuelinas. Un galleo vistoso para llevar el toro al caballo, no para picar, sino para echar allí un rato. Y de nuevo con la muleta, de rodillas en los medios para liarse a dar trapazos atravesando la muleta, evitando que el animal se acercara más de la cuenta. Prosiguió tirando de repertorio talanquerero, pico, culerinas, muletazos apelotonados, más pico, el toro por allí y el trapo por allá, un desarme, banderazos varios, ahora me meto entre los cuernos y todo se nos vino abajo primero por un metisaca en los blandos, que le hizo caer al poco.

Cerraba Borja Jiménez, el que para algunos iba camino de ser idolatrado. Que instrumentó unas verónicas a su primero con el pasito atrás, pero con el toro más metido en el capote que cómo parecen acostumbrar otros. Con la muleta, contando que el Juan Pedro bastante tenía con aguantarse en pie, trapazos dando aire al animal, venga a correr, entre los cuernos, muletazos de uno en uno y alargando el trasteo más de lo debido con un moribundo que pedía ya que lo mandaran a descansar. Pinchazo tras pinchazo y más pinchazos y al final el animal se echó solo y quizá se podía contar como otro que hubo que apuntillar en el ruedo, pero como ya había entrado varias veces con la espada, nos creeremos que uno de los pinchazos en hueso le tocaron el nervio ciatiforme, que pinzó el claristerio, interesó a la membrana peritocoidal y cayó, ¿no? Al que cerraba plaza ya le costaba hasta tomar los mantazos iniciales. Venga trapazos, venga a darle aire al mortecino, venga trallazos, muy perfilero, venga tirones y de nuevo pinchazo tras pinchazo, para al final concluir de monumental bajonazo. Que había quién se preguntaba si en Madrid había despenado algún toro sin un bajonazo. Y así concluyó la tarde la feria, el sopor, la vergüenza, el prestigio de una plaza y es que al final solo quedó una idea en la cabeza de muchos de los que no se tiraron al ruedo apara beatificar a su divinidad taurina y todo se resumía en cuatro palabras, tarde triunfal, tarde infernal.


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domingo, 8 de junio de 2025

Quizá fueron emergentes, hace mucho, pero ya solo rellenan tardes insufribles

Y los picadores se fueron diluyendo poco a poco, hasta solo ser unas sombras poco antes de desaparecer para siempre


Les ponen este cartel hace no se cuántos años, bastantes, y lo mismo a alguien se le removía la campanilla y se iba a la plaza a ver una corrida de las que llamaban torista, con tres toreros que igual sabían aparentar que tenían algo que decir. Incluso si ese alguien se ha pasado los últimos quince años en el Paraguay o criando canguros en Australia y de regreso ve tales nombres anunciados, hasta es posible que se fuera enloquecido a buscar una entrada como fuera. Toros de Adolfo Martín, una de esas ganaderías en las que a pesar de todo, mantiene la confianza de la gente y hasta le echan valor y la califican de eso, de torista. Que te salen con que un día, a saber, le salió un toro con el que fulanito... Hace que a un Adolfo no se puede picar y que aguante, hace... vaya usted a saber. Que si son prototipo de algo, y desde hace ya demasiado tiempo, es de la sosería que no se quitan de encima, además de la flojera que les adorna y si quieren, a partir de esta tarde de isidros, ya ni la presentación. Que me dirán que tal o cual estaba muy bien presentado y lo mismo hasta lo admito, pero junto con ese que me digan, ha salido cada cabra, que solo faltaban Heidi, Pedro y Niebla jugando con ellos por el ruedo. Eso sí, que no les hicieran correr demasiado, que igual se les despanzurraban en la arena y no les quedaría otra que apuntillarlo en mitad del ruedo, como el devuelto que no ha podido ni seguir el camino del cabestraje. Que lo que era una excepción que se veía una vez cada no sé cuántos años, en esta feria ya es la tercera vez en que hay que apuntillar un toro en el ruedo porque o se echan o no pueden mover ni una pezuña para avanzar. Anda, al final sí que va a ser verdad eso que anunciaba Plaza 1 a bombo y platillo, que este iba a ser un ciclo histórico. Pues sí, histórico es que haya que acabar con tres reses en el ruedo, dos sin que tan siquiera hubieran permitido montar la espada y este, para el que los cabestros caminaban muy rápido. Que habría que pedir a Plaza 1 que nos aclararan en qué bazar de los chinos compran las corridas. Y de los sobreros, ¿para qué hablar? Que del tiempo que han pasado en el Batán, algunos tienen hasta club de fans.

Los que parece que aunque tengan club de fans, ya no son tan entusiastas como antes, son los tres coletas, Antonio Ferrera, Fernando Robleño y Manuel Escribano, que entre los tres suman años de sobra para el cien por cien de una jubilación. Que sumando años de alternativa, superan con creces los que reinó Isabel de Inglaterra y la reina Victoria. Que llevan ya tanto, que cuando alguien se les cruza ya les sueltan a modo de piropo eso de “si estás hecho un chaval”, algo que solo se les dice... pues eso, a un chaval de “solo” quince años de alternativa, no, a estos se les llama emergentes. Curiosa la medida del tiempo en la actualidad taurina.

Pero si vamos a lo sucedido en el festejo, pues a un primero, bien presentado, el que decíamos antes, Ferrera le ha intentado recoger sacando chepa, que eso es que se pone en plan lidiador, pero sin lidiar. Al animal no le ha gustado eso del palo en el lomo y eso que tampoco es que le hayan picado. Brindis en los medios a Robleño, ya saben, por eso de la discreción de Ferrera, ese no querer dar la nota. Siempre inventando. Que si no quieres que te oigan, háblale bajito. Al de Adolfo había que cuidarle para que no se fuera demasiadas veces al suelo. Muletazos con el pico, sin bajar la mano, siempre notablemente fuera, queriendo llegar al tendido con esa pose de artista erguido y supuestamente natural, que puede ser, pero realmente no fue. Pico muy exagerado, muletazos de uno en uno, que ahora tiro el palo, ¡fuera chismes! Y el cárdeno pidiendo un armisticio. Y aparte del accidente en la primera entrada, en la segunda pegó un sablazo trasero poco digno. Su segundo, una vez devuelto el que hubo de apuntillarse en la arena una vez devuelto, fue un jamelgo de Martín Lorca. Suelto por el ruedo, se fue al caballo a su aire de punta a punta del ruedo, ¿y el matador? Bien, gracias. El toro jugó al entro y me voy del caballo, porque eso del palo no le hacía gracia. En el último tercio iba como un mulo y entre que el personal no quería mulos, entre que Ferrera insistía y el alboroto que se monto en un tendido, aquello parecía el patio de un colegio a la salida. Pero el espada allí seguía, sin que nadie, o muy pocos, supieran qué pretendía, alargando sin sentido un trasteo ya demasiado largo. Se volvía al público pidiendo paciencia, pero... ¡Todavía más paciencia! Que los turistas de la feria no sé, pero el abono habitual ya no pueden ser más pacientes.

Fernando Robleño, torero con una parroquia fiel en esta plaza; y por favor, no me pregunten por qué. Eso está fuera de mi negociado. Aquí ya empezó el desfile de chivas corniarmadas. El madrileño lo recibió entre danzas y bailes, girándose para perder terreno, como si aquello fuera Belcebú encabritado, con perdón. Ni se le puso en suerte, no se le picó. Con la muleta, al segundo trapazo el toro al suelo. No lo acababa de ver y tampoco era capaz de parar quieto un momento, citando y siempre echándose para atrás a cada arrancada y lo que es peor, sin recursos que oponer a aquel animalito al que en ningún momento sometió. En su segundo se le hizo salir a saludar... otra vez. Que va a ser uno de los toreros más saludados en esta plaza. Que sus motivos tendrán, pero motivos muy íntimos, que los que nos limitamos a ir a la plaza no llegamos a comprender. Otra chiva y más baile y giro hacia los medios con el capote. Que si anda tan falto de recursos, lo mismo ha calculado mal la fecha de la retirada. Apenas se pico al Adolfo, que solo daba para quedarse a sestear en el peto. En banderillas ya apenas tenía resuello para acudir al cite. Inicio de trasteo sin pararse y cuando se dio cuenta de que el animal se daba los pases solito hacia las tablas, pues ya está, a ponerle el trapo en esa dirección y hecho. Con la muleta retrasada trapazo tras trapazo, para continuar de uno en uno, lo que despertó el entusiasmo de muchos, que igual vieron un gladiador, donde solamente había alguien que no podía con el animalillo, sin recursos y hasta con cierta desconfianza. Eso sí, que aún volverá a saludar allá en el otoño, no me cabe la menor duda.

El tercero en concordia, no discordia, era Manuel Escriban, quién tuvo que plantar cara a otra de las chivas Martín, echando el capote al cielo, no fuera a ser que el animalico se nos desmorrara allí mismo. Simularon con cierta veracidad que picaban a aquello, a lo que el matador decidió banderillear. Que algunos de ustedes no tendrán edad suficiente, pero ya les digo, Orzowei se asomaba más al balcón con su arco y las flechas. Pasado, pasado y si no quieres caldo, toma violinazo. Si le bajaba la mano con la muleta, al suelo. Trallazos y el animal, sin fuerzas, se defendía, se revolvía, pero la cosa era dar derechazos y naturales, no había otra opción... según parece. Y así pasó, que acabó aperreado con la chiva desfondada. Eso sí, alargó el suplicio de toro y asistentes sin necesidad. En el sexto, se fue a portagayola, para dar una larga de salida y otra al hilo de las tablas. Imagínense el alboroto. Lo de los mantazos entre enganchones y sin parar quieto, eso no computaba, En el primer tercio casi se pide un notario para certificar que se había picado. Eso sí, al de aúpa se le aplaudió calurosamente... adivinen, ¡por no picar! Qué grande es el turista taurino. Y de nuevo a poner banderillas y de nuevo a evocar a Orzowei, Robin Hood o el Gato con Botas. Tres pares tirados desde las orejas. Y llegamos al momento cumbre, el trapaceo de muleta. Trapaceo eterno, que comenzó en tablas, acabando casi acorralado por el Adolfo. Y que no podía con la cabra, que se empeñaba en lo de todos, derechazos y naturales y el animal se le subía a las barbas. Igual es que le faltaba un puyacito, pero eso también son cosas mías, no me hagan mucho caso. Pero si no has picado, ¿no queda otra solución? Pues no, porque vivimos el Emporio del Dios Trapazo V. Y venga, que no se cansaba, enganchón tras enganchón y hubo que avisarle desde el palco para que se decidiera a tomar la espada. Y Ferrera aún pedía paciencia, que algunos ya pensaban que les cerraban el metro y que de seguir a aquel ritmo, hasta las calles iban a quitar hasta el día siguiente. Y todo para aguantar a los que un día, quizá fueron emergentes, hace mucho, pero ya solo rellenan tardes insufribles.


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sábado, 7 de junio de 2025

Vuelta y vuelta, con unas patatitas

A ver si alguien le cuenta a algún maestro, lo que es asomarse al balcón. Eso sí, sin violines, ni serenatas


Si en esto de los toros, nada más anunciar un festejo, ya empezamos diciendo lo que no es, empezamos mal. Que en festejo del día se decía que saltarían al ruedo 6 toros 6 y lo que echan son 6 cebones 6. Descastados que no guardaban dentro ni un gramo de casta, de eso que debe ofrecer un toro de lidia, que en el mejor de los casos igual iban y venían, si no decidían pararse a mirar el panorama y eso, contando que aguantaran en pie. Que hablar de cómo ha transcurrido el tercio de varas es una utopía, un imposible, porque poco se puede hablar de lo que no existe y en la tarde en cuestión, ni estaba, ni se esperaba. Que ha habido toros, con perdón, que hasta los han ovacionado de salida, quizá por ese afán de querer ver mucho cuerno, aunque detrás no los acompañes un toro. Alguno cabezón, pero... Y eso es lo malo, el pero.

Habría que hablar de la terna anunciada, pero quizá antes se debería hacer un aparte del público asistente; público partidario y paisano, a los que solo les preocupaba si el chico del pueblo cortaba despojos o no. Y vean que no digo que estuviera bien, que la cosa no va de eso, la cuestión son los despojos, cuántos más, más felicidad para los mortales sentados en la piedra. Que paisanos trían Ismael Martín y Samuel Navalón, sin importar si pinchaba, si su actuación era un desastre sin sentido o si simplemente era el repertorio preparado en el hotel. Y como parece ser que el Fandi no traía a sus leales, pues se han pasado sus dos toros sin hacerle maldito caso. Una tarde y un público que jaleaba las banderillas, allá dónde el destino les diera a entender. Y anda que no ha habido pares como para no volver a parear o como para apuntarse a un curso de formación del banderillero de la Academia El Vito, para banderilleros y aspirantes a tales. Que a ver cuántos se acuerdan de quién respondía por ese nombre, aunque ya les digo que los que lo recuerden, se habrán estremecido al recordarlo. Que no era cartel exclusivo de banderilleros, solo lo eran el Fandi e Ismael Martín, pero ya les digo que se agradece que Navalón no lo fuera y que al menos sus peones devolvieran cierta dignidad al segundo tercio.

Como ya se ha dicho anteriormente, como el Fandi no debía haber llevado a su gente de Graná, los demás no le han hecho ni caso. Que no es que su toreo despierte pasiones, un toreo limitado, limitado a las ventajas habituales e incluso a eso de citar demasiado perfilero que a algunos saca de quicio. Que ha tenido que procurar que sus oponentes aguantaran en pie. Pero sí que hay que reconocerle el mérito de sujetar a los dos pupilos del Conde, evitando que corretearan inútilmente por el ruedo. Y para acabar este apartado, que afine el violín, que le rascan las cuerdas y suena como los quejíos de un gato.

El confirmante Ismael Martín, aparte de largas de rodillas, en el tercio o a portagayola, poquito más. Vulgar, más pendiente de soltar lo que trae preparado de casa, sin importarle lo que tiene delante, porque lo importante es que la parroquia se anime. Lo de que le tropiece el engaño da lo mismo o que se ponga a citar desde muy fuera, pueda o no pueda el animal con su alma. O los terrenos, que si tiene que ponerse a sus cosas en toriles, pues se pone y si decidió hace días que se iba a poner de hinojos, pues allá con ello. Una oda a la vulgaridad, a un pretendido efectismo que lo único que consigue es que los suyos se señalen en el tendido, quizá sin saber lo que es el ridículo, y que no parecían poder aguantar la emoción al ver a su ídolo entre los cuernos, como si estuviera debutando en la feria de Zorzal del Río. Pero la chabacanería taurina aún contaba con otro representante notable, Samuel Navalón, sin ningún sentido de la lidia o de los terrenos, que lo mismo se lía a mantazos frente a toriles, que se te hinca de rodillas en los medios para liarse a dar trapazos con el pico, luchando por ese cetro del rey de la vulgaridad con su compañero de terna. Méritos hizo, pico, enganchones, siempre fuera, arrimón. Que el animal está más que vacío, pues no pasa nada, él, a lo suyo y como guinda, tirar la muleta al suelo, lejos de su vista; lo más honrado, como hacen tantos que no saben por dónde cogerla y hacen lo propio. Que estos fenómenos de este turbio presente tiene “Public Relations”, “Coach”, “Marketing manager”, “Jefe de comunicación y no se cuántas cosas más, pero, ¿nadie ha pensado en tener a alguien que le diga las verdades y le cuente de qué va esto? Así, aunque solo sea a título orientativo. Pero es que uno se pone a pensar en la tarde sufrida y después de los actuantes, sus partidarios y eso que salió por toriles, solo te surge una idea, los trampantojos de toros, mejor vuelta y vuelta, con unas patatitas


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viernes, 6 de junio de 2025

Tíaaaaa, osá, tíaaaaa, en plan, tíaaaa

La Vane esperaba disfrutar de una manera y quién sabe si al final. Pero ella lo vio así y quizá muchos congéneres, en plan congéneres, de la Vane


Osá, tíaaa, que he visto a José Mari. Tía, después de tanto tiempo, he engañado a mi jefe y le he mandado a una cita con una embajada extraterrestre y se ha ido tan ilu, el pobre, a la Bola del Mundo y por no perder la entrada, pues me la ha dado a mí y, ¡He visto a José Mariiiii! Pero había otros señores con él, uno me decía un señor que no paraba de apoyarse en mis muslos, que era de Gabachandia, que debe ser un pueblo de Guadalajara, porque se Llamaba Sebastián, Sebastián y no sé qué más. ¡Ah, sí! Castella. Y otro, un niño que no era guapo, pero era resultón y que debía tener muchos amigos, porque se ha dado una vuelta para saludarles y con una oreja del toro en la mano, que debía estar invitándoles a comer, aunque, ¿solo una oreja para tanta gente? Pues tendrán que echar mucho arroz, a ver si coge el sabor a la oreja, ¿no?

Los toros eran todos muy monos, así recogiditos los primeros y los otros ya más grandotes, pero no muy grandotes. Y uno, que se ha estampado contra una de las tapias que sobresalen y ¡Pum! Se ha quedado en plan cataplum. El fabricante se llamaba, señor Jandilla, que lo debían conocer muchos de los que estaban en la plazoleta. Y si serían monos, que los señores de los caballos con faldas, los picaderos, ¡tía! Que gordones, que le ponían el palo encima, en plan nombrarles caballeros, en plan “Yo te nombro caballero por... lo que sea”. Y oye, que algunos no les gustaba y se iban corriendo del caballo con faldas y hasta coces, daba uno de ellos. Que desagradecidos en plan desagradecidos, ¿no? ¡Tía! Que los pobres toritos debían haber estado jugando toda la mañana, porque no tenían muchas energías, igual es que no les habían dado ni un poquito de muesli, ni una barrita energética. Aunque mira que eran juguetones, que cuando los chicos se ponían a jugar con un trapito rojo al “ahora lo ves, ahora no lo ves”, no se cansaban de ir detrás. Que me recordaban, tía, a Pumbi, mi perrito salchicha.

De los chicos, el primero que salió a jugar fue el chico que debe ser de es pueblo de Guadalajara, Gabachandia, que debían apretarle las mallas con colgantitos, porque, tía, se movía en plan así muy reposado, como un obispo. Que con el primer torito, como era un poco brutote, le arranco la tela rosa y Sebastián dijo que ya no jugaba más hasta que no se fuera todo el mundo que andaba por allí. Y cunado cogió el trapito rojo, se ponía así, en plan mi tío el guardia, a un lado del torito, estiraba el brazo y le hacía seguir la puntita del trapo, aunque había veces que echaba a correr, porque el animalito se le ponía brusco. Y mira que quiso que siguiera la punta del trapito, mientras él se ponía cerca de las orejas del bicho. Y al final acabó haciéndose un lío, que ya no sabía por dónde llevar el trapito, ni por dónde enseñárselo al toro. Pero a cada uno le dejan jugar con dos toritos, y a Sebastián, Castella, como le llamaba el señor cariñoso, aunque ya se estaba poniendo pesadito el tío baboso. Y al otro con el que salió a juguetear, si sería bruto, tía, que le tiró una coz a Sebastián. Que luego se hacen daño y se quejaran, en plan me ha hecho daño, ¡tía! Y cuando volvió otra vez con el trapito rojo, le hizo así como levantando un telón y el toro jugaba a pasar por debajo, luego le hacía pasar por un lado y por otro, mientras sacudía el trapito, que no veas, tía, lo que le gustaba a la gente cuando se lo pasaba por ahí, por el... por el cucu, ¿sabes? Tía, por el culo, que no te enteras, ¡Jopeta! Y después volvió a jugar a eso de ponerse al lado de las orejas del toro y guiarlo con la puntita del trapo, que lo ponía así como muy atravesado. Luego se ponía el trapo así como casi escondido en el... ya sabes, en el cucu y seguía con la punta, así muy rápido y acabó, después de lo de ponerse en las orejas, se puso entre los cuernos del toro, en plan, que miedo tía, que si el animal le da con el hocico, igual le hace daño. Con los cuernos no, porque si estaba entre los cuernos, no llegaba. Y según parece, Sebastián, perdón, Castella Sebastián, también tenía muchos amigos y se fue a saludarlos a todos.

Y ahora sí, tíaaaaa, José Mari, que llevaba un traje... de luces no era, igual era porque no tenía baterías, era de un color... y los dibujitos bordados eran... Bueno, tía, no sé cómo llamarlo y el señor baboso de al lado, tampoco lo sabía. Pero, ¡tíaaaa! Que sosito le he visto a José Mari, que así de sosito hay que llamarlo Manzanares, para que vea que no somos tontas y que no se nos camela con cuatro posturitas de nada, que no, tía. Que hacía lo mismo que el otro, agarrar el palito, ponerse al lado de las orejas y que el toro siguiera la puntita del trapo. Y además no veas que feo, perdía todas las veces, porque el toro agarraba el trapito con los cuernos y si te coge el trapito, pierdes y vuelta a empezar. Y en el otro, pues casi peor, y además le notaba yo que no estaba a gusto, tía, debía estar pensando cómo se llamaba el traje que llevaba, así que al final perdió y se tuvo que ir sin saludar a nadie.

El chico mono debe tener familia que conoce a mis papis, porque se llamaba Borja y ese es un nombre que le ponen los amigos de papi a sus niños. Borja Jiménez. Que debía ganar todas las veces, porque la gente, debían ser los amigos a los que después fue saludando, gritaban mucho. Y debía hacerlo bien, porque se ponía en las orejas, pero seguro que con más gracia. Si hasta saludo al principio al toro, poniéndose de rodillas. Qué educado, tía, ahí a mí ya me ganó. Que majo el niño resultón. Que lo hacía muy bien, ya se por qué, porque el trapito lo ponía muy atravesado, con la puntita por delante y eso debe ser bueno, porque, tía, a la gente, en plan le gustaba. Que atravesaba el trapito así como para que se viera que lo ponía de punta, siempre desde las orejas. Y luego debía ser cosa en plan de volver loco al toro, porque lo ponía, así, asao, de así, de... y la gente hasta aplaudía. Y leugo con la espada, para no dejarla donde le habían picado ellos picaderos del caballo con faldas, se la puso como si fuera más abajo del hombro. Que oye, tía, que hubo a gente que no le pareció bien, ¡bajonero! O algo así gritaban. Pero le quedaba otro toro para jugar, pero con este no podía jugar, porque el toro era un bruto y aunque también le saludó de rodillas, al animalote le daba igual, que se le echaba encima, que se quería esconder en las orejas y enseñarle la puntita, pero enseguida el toro no le dejaba jugar. Él se ponía más por dónde las orejas, pero nada, que el toro se le venía encima. Y acabó dejando la espada como la otra vez, ¿cómo era? Bajonera, bajera, bajonada, ¡Ah, sí! Bajonazo, ya me he acordado. Pero todo esto me daba igual, porque yo solo quería una cosa; que está mayor, tía, pero que guapo y para que lo sepas... Tíaaaaa, osá, tíaaaaa, en plan, tíaaaa.


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jueves, 5 de junio de 2025

Bendita colonoscopia


Una tarde para ponerse a fabular, a imaginar un pasado que no conocimos y que de lejos mejoraría una tarde insufrible.


Quizá haya alguien en el orbe taurino que no lo viera venir, quizá los que no sacaron la entrada para ese día se callaron y no le dijeron a nadie lo que muchos sospechaban o aún con la entrada en el bolsillo, otros decidieron quedarse en casa a ver el festejo por la tele o ni eso. Que la cosa se podía adivinar, pero de lo que estoy seguro es que nunca llegaron a fabular con lo que realmente ha sido la tarde en la que se conjuraron los planetas para que se forjase semejante debacle taurina. La tarde de los Lagunajanda, Manuel Escribano, Joselito Adame y Alejandro Peñaranda pasará a la historia del despropósito como un elogio a la vulgaridad, una oda al sopor. Una tarde en la al menos los asistentes se han podido conocer más entre sí, uno le hablaba al otro de su trabajo, el otro de la última de su cuñado, que si mañana me examino del carnet de conducir, que si esta semana me hacen una colonoscopia... ¡Una colonoscopia! Pues ya les digo yo que pasar por eso debe ser más llevadero que el festejo en cuestión. Dirán que exagero, pero, ¿ustedes se han puesto a ver con atención semejante despropósito? Que si nos ponemos a buscar culpables, anda que no nos salen candidatos. Empezando por la empresa, que monta un cartel quizá pensado para vengarse de los habituales de las Ventas y que a veces protestan por esto o lo otro. Seguimos por el ganadero, que si lo que ha mandado por ser San Isidro es lo mejor de su casa, que llame a una empresa de limpieza a fondo, porque lo va a necesitar. Ganado manso, insulso, descastado, cuya única virtud, y vaya virtud, era el que iba y venía en el último tercio, aunque con una mandanga insoportable. Mansos en el caballo, que en algún caso se han salvado de las viudas de verdadero milagro. Justos de presencia, nada destacable, aunque sí que se aplaudió la leña de alguno de salida. Que si es por lo de pasar el invierno calentito, pues vale, pero parece que los fríos ya no volverán por un tiempo.

Y por último, los que también han tenido gran parte de culpa en este monumental sopor, son los tres espadas, Escribano, Adame y Peñaranda.

Escribano, que lo más destacable con el capote ha sido la sin gracia larga al irse a portagayola en el cuarto. Mantazos a destajo, sin tan siquiera evitar que el toro se le fuera. Lo que se supone, o suponen algunos, como número fuerte de este torero es el segundo tercio, las banderillas, que para desazón de muchos, no las perdona nunca, pero que gran favor haría si las perdonara. Pares a la carrera, pasadísimos, cuando no que le cae un palo. Y si ya vamos a su manejo de la muleta, en su primero además de no poder con él, todo fueron trapazos con el pico, carreras y como último recurso, una culerina, prólogo a un bajonazo tremendo. En su segundo, un manso al que curiosamente el picador evitó taparle la salida, le recibió con telonazos, culerinas, más pico, manivolazos para quitárselo de encima, más baile y trallazos al gusto, para terminar con un repertorio difícil de calificar y que tampoco creo que sea necesario hacerlo.

Joselito Adame, del que dicen que es la cabeza del escalafón en México, será por el idioma, será por ser de otra cultura, que no hay quien ate cabos con su forma de torear ¿Qué me dice? Que ni el idioma, ni la cultura son una barrera. Pues entonces va a ser que no hay quién entienda tanta chabacanería, tanta postura estridente, retorcimientos, enganchones, pico, carreras, más enganchones, siempre desde muy fuera, intento recibiendo, que quedó en eso. Que ni un ¡Viva México! Le ha permitido a sus leales. En el quinto, una devanadera en el peto, lo recibió con telonazos en el último tercio, pico y trallazos. Repitió las mismas mañas de su primero, pierna de salida retrasada, deambulando por el ruedo y acabar con trapazos con la muleta escondida detrás de la cadera y banderazos, como si así se estuviera despidiendo hasta el año próximo.

Y confirmaba Alejandro Peñaranda, que por supuesto, no iba a salirse del guión de la modernidad marcado por sus mayores., venga trapazos con todos los defectos habituales, encimista y sacando la muleta por un lado, citando con el pico. El toro, soso y parado, ni tan siquiera se animo con una culerina, con lo que eso gusta a chicos y mayores, pero que no. Si será modernos, que hasta se atrevió a tirar la espada al suelo para dar... qué se yo lo que pretendía dar. Al sexto le dejó corretear lo que quiso y más, mal llevada la lidia, montándose un verdadero kilombo en el ruedo en banderillas. Empezó la faena rodilla en tierra, rodilla que posaba con el toro ya pasado, pero que para la foto seguro que colaba. Pico muy descarado, dejándosela tropezar, siempre muy fuera, de nuevo con eso de ponerse encimista y trallazos y más trallazos. Un bajonazo y de repente el personal despertó y pidió una oreja que, después de una estocada bastante defectuosa, no se le concedió. El personal no parecía dar crédito a lo que habían visto, una tarde de sopor, una tarde de la modernidad, con toros modernos de ida y vuelta, a los que tampoco sacaron partido. Un verdadero calvario y si preguntan a más de uno, si les daban a elegir entre una colonoscopia o volver a revivir semejante festejo, igual les contestarían sin dudarlo, que bendita colonoscopia.


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miércoles, 4 de junio de 2025

Qué mala suerte han tenido estos toros

La pena fue que ni hubiera quién los luciera, porque en ese caso, igual estaríamos hablando de otra cosa después de la corrida de Escolar


Siempre andan los toreros y sus satélites con eso de suerte, que Dios reparta suerte, suerte maestro, suerte para todos, pero... ¿y la suerte de los toros? ¿Qué divinidad del Olimpo se cuida de ese negociado? Pues parece, visto lo visto, que la divinidad que sea hay veces que debe estar en la playita a orillas del Leteo, recibiendo los rayos de Zeus y a los Escolares... pues eso, que les toquen en suerte, o en mala suerte, a Esaú Fernández, Gómez del Pilar y Miguel de Pablo. Aunque tampoco es cuestión de descargar toda la responsabilidad de la incapacidad a estos tres espadas, porque, ¿qué toreros actuales están capacitados para lidiar y torear la casta? Pues... espere, un momentito, que lo tengo en la punta de la lengua, sí hombre, esteeee, que sí... No le demos más vueltas, ahora mismo en el amplio escalafón superior no parece haber ninguno que sepa enfrentarse con dignidad y toreando a este tipo de ganado. Que no hablo de los que se plantan ahí a ver qué pasa, a pegar trapazos y carreras y trapazos a la carrera, que de esos no sobran, que sí, que mucho valor, muy honrados, pero en el toreo, además de redaños, es imprescindible tener cabeza, recursos y saber lidiar y si a todo esto le añadimos el arte, pues para qué más. Entonces ya no sé de quién estaríamos hablando.

Que han salido los dos primeros que no hacían presagiar demasiado bueno. Que no parecían de la casa que venían, que eran raros. Un primero solo grandón, al que Esaú Fernández no pudo ya de salida, con mantazos muy bailados y dándose la vuelta para perder terreno hacia los medios en los primero compases. Mal picado, mal llevado, distraído, sin centrarse en el caballo, dónde tampoco se le castigó. Ya en los inicios del trasteo, el espada se limitaba a defenderse, a intentar quitarse de encima al animal, que no paraba de tropezarle el engaño. Y como argumento, Esaú Fernández solo ofrecía trampas, pico, vulgaridad, encimismo y sin aguantar quieto un momento. Y para colmo, después de un pinchazo hondo, se le quedó un capote enganchado en la espada y el Escolar no paraba de dar vueltas y más vueltas.

El segundo, de presentación más que justa, fue recibido por Gómez del Pilar con verónicas siempre rectificadas, de forma exagerada. Demasiados capotazos, para al final no picarle. Desastre en banderillas, clavándole de una en una y por supuesto, más capotazos. En el último tercio, el matador no acababa de encontrar los terrenos adecuados y entonces fue el toro el que decidió y solo quedaba irle detrás. Y empezó la sinfonía de pico, dejándosela tocar, sin poder jamás y con el toro que se le echaba encima literalmente. Que quizá no habría sido mala idea el darle por abajo, el poderle, pero eso no entra dentro de los esquemas ni de Gómez del Pilar, ni de ninguno que calcen las rosas, aunque sí que hay que decir que al final del trasteo hubo un conato de lidia castigando macheteando, pero solo fue un amago.

Y si no era ya suficiente calvario el no poder con los toros, empezaba el de no poder con los toros que parecían que tenían mucho más de lo que los acartelados atisbaron. Miguel de Pablo recogió con eficacia al tercero, metiéndolo en el capote, lo que no deja de sorprender, que hasta puso el toro en suerte en el segundo encuentro, aunque fuera para no picarle, primero por no castigarlo y segundo porque el de aúpa no atinaba en aquella masa que tenía debajo, que por otra parte, no quería caballo de ninguna manera. Cortaba por el derecho y en el primer muletazo, vuelta de campana. Y a partir de ahí, venga carreras, trapazos sin pararse y empeñado en dar muletazos y más muletazos, sin poder en ningún caso, que bien pudiera acusar el no estar picado, bien que pedía mando, macheteo, incluso, pero entre tanto danzar, no había manera y por si esto fuera poco, el viento. Parecía aquel un toreo, incluyendo esa eficacia capotera del inicio, un toreo de capeas, de salvar el bulto y largar el trapazo.

Y se nos vino el cuarto, al que Esaú Fernández se fue a saludar a portagayola, que como dicen, solo vale para anunciar una actitud, pero yo creo que no para eso sirve. Aunque sí sirve para quedarse descolocado a la puerta de toriles y como sucedió, para liarse a dar mantazos sin parar quieto. Como suele ser ya norma. Mal picado, se fue de lejos y sin pararlo al primer puyazo, suelto en el segundo, en mitad de muchos capotes y una tercera vez, ya colocado, ¡por fin! No se le picó y tuvo el mal gesto, después de que le clavaran en mitad del lomo, de salir pegando coces. Empezó el trasteo el matador con trapazos acelerados con el pico y dejándosela enganchar, doblado en exceso, más trapazos largando tela, sin un momento de sosiego y de repente se fue a por la espada, cuando al toro aún parecía quedarle bastante dentro. Quizá el que no aguantaba era el corazón del camero, lo que hizo exclamar a más de uno que se le iba sin torear. Y quizá esas voces estaban cargadas de razón.

Y dicen que no hay quinto malo, pues el de Escolar no lo fue, ni mucho menos. De imponente presencia, ya le obligó a Gómez del Pilar a girarse, porque no podía con él. Lo pusieron al caballo en terrenos del ocho y allí se fue a que le agujerearan la paletilla. Y para el segundo encuentro, quién sabe por qué, lo puso hacia el seis, a favor de querencia de manso y a distancia, pero allí el toro no iba, por mucho que se insistiera ¿Por qué ese cambio de terrenos? Le costó, por mucho que le gritaran al picador que levantara el palo, que eso de levantar el palo parece el bálsamo de Fierabrás, que sirve para todo. Pero aquel no era el sitio. Y bien que lo hizo saber el animal, que con el caballo en el ocho, a contraquerencia, se volvió a arrancar en un tercer encuentro. Después de los dos buenos pares de Víctor Pozo, tomó Gómez del Pilar la muleta y de nuevo se empeñaba en cambiar los terrenos que pedía el toro, que a pesar de todo, se quería comer el trapo, mientras el espada solo daba para querer quitárselo de encima entre prisas y trapazos, sin mandar en ningún caso. El toro de nuevo se fue a los terrenos en los que se sentía mejor, a contraquerencia. Incapaz de mandar en aquellas embestidas, desarme por el pitón izquierdo , venga a meterse entre los cuernos, quizá más para parar aquel ímpetu, que para otra cosa y de nuevo esa idea entre muchos, de que se le iba sin torear. Pero ya sabemos de esa emoción que transmite el no poder, el ver al toro muy por encima de su lidiador, el palpar esa sensación de peligro, que quizá fuera lo que hizo que se le diera una oreja, precisamente por hacerle todo al revés de lo que ese toro de José Escolar reclamaba.

Se estaba viendo una tarde de toros y allá que salió el sexto, al que de nuevo Miguel de Pablos sujeto eficazmente, evitando esas correrías tan innecesarias como habituales. Incluso lo puso en suerte al caballo, dónde el animal cabeceaba con desesperación, yéndose suelto; vara trasera en el segundo encuentro, sin castigarle, bastante castigo fue el maltrato de todos a toda la corrida. En banderillas evidenció el defecto de cortar peligrosamente por el pitón derecho, de lo que el espada tomó nota, intentando evitar el torearlo por ahí, pero la cuestión no era esa, el quiz de todo esto era que no estaba el toro para derechazos y naturales, que igual requería un toreo por abajo, sobre las piernas, pero no sobre las piernas de no parar de correr, que es lo que pasó, con muchas dudas, encimista, con desarmes, cambio al pitón derecho, siempre muy desconfiado y en estas que de nuevo recordó el defecto inicial, se le venció y le levantó de mala manera. Volvió al toro, pero ya estaba todo hecho. Lo que sí hay que destacar es que durante la lidia de los compañeros, los demás, empezando por Miguel de Pablos y continuando por Gómez del Pilar y Esaú Fernández, aunque a este se lo tuvieron que decir desde el tendido, estuvieron atentos con el capote en la mano, desde el callejón, atentos a lo que pudiera suceder. Algo que ya es un rara avis en este mundo de la modernidad. Lo que no quita para que muchos salieran de la plaza con el runrún en la cabeza de qué mala suerte han tenido estos toros.


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lunes, 2 de junio de 2025

Desbandada del Rocío, que ni bueyes, ni palmeros, ni trapaceros para dar aire

Para ir a los toros, prepárense cómo se debe y verán como a partir del cuarto barreño o cuarto toro, todo se ve con mejores ojos.


Que llegarán las hermandades rocieras y protestarán ala empresa de Madrid, porque van y montan un festejo en domingo, con seis bueyes que seguro que habrían sacado del lodo a seis carretas a la vez, cargadas de romeros de barro hasta los bujes. Y si a esto le quitamos ese ambiente que da el personal con ganas de dar palmas hasta para llamar al sereno y por si fuera poco, con estos calores que nos caen de lleno, les hurtamos los ventiladores que atenúan la flama moviendo sus muletas al viento, ¡poco se enfadan con Plaza 1! Que al final esto ha sido desvestir un santo, para vestir a otro, pero nada, que si tirábamos de la manta de un lado para que hubiera romería, no había toros y si no había toros... Bueno, es que toros, lo que se dice toros, es mucho decir. Y decir toreros o público aficionado, ya es exagerar la propia exageración.

Que hablar de lo del Parralejo como si no fueran bueyes y se tratara de una corrida de toros solo está al alcanza de imaginaciones privilegiadas y eso, perdónenme ustedes... Mansos, como buenos bueyes, que a veces iban y venían sin más, como penco que busca una zanahoria. Pero aún así, a alguno de los que calzaban las rosas, se les han hecho bola, que no podían con ellos, que primero besaban la arena y luego les ponían a corretear a los tres ases del trapazo, Miguel Ángel Perera, Fernando Adrián y Tomás Rufo. Y a la par, un generoso público que entre cabezadita y cabezadita, jaleando algún enganchó, trapazos a tutiplén, siempre con el pico y muy fuera por parte de los tres anunciados, pero era pasarse el animal por el culo o ponerse de hinojos y ahí perdían toda la dignidad de personas honorables lanzando bienes y vivas a los cielos.

Que podría decir que se puso cuidado en el primer tercio, pero... para qué decir nada; poco y mal picados, que cuanto menos se le picaba, que ya es decir, más aplaudía la parroquia. Eso sí, si un casco sobrepasaba la raya, no les digo nada. Aunque si las protestas eran porque el jinete se emparejaba con el del Parralejo hasta más allá del tercio no dejándole escapar, pues ahí está bien la jarana protestona. Pero quizá esta sea la excepción que confirma la regla. Y más locura al ver cómo Fernando Sánchez ponía, en el mejor de los casos, un casi sobre un pitón.

De la terna que tocaba enfrentarse a los bueyes del Parralejo, quizá lo mejor que se puede decir es que ya han terminado su presencia en esta feria. Miguel Ángel Perera se podría llevar el premio a la regularidad, pues en sus tres tardes ha repetido la misma canción hasta el hartazgo. Ya sabemos de eso que le gusta dejárselos cruditos, como el dice, y que el resto opina que no los pica, porque no pueden con su alma. Y luego, pues ya saben, venga a doblarse para poder atravesar el engaño hasta ponerlo casi de perfil, venga trapazos y más trapazos, siempre quedándose al refugio de las orejas y dejándosela enganchar en demasiadas ocasiones, sin quedarse quieto un momento. Trapazo y carrera para recuperar la posición de defensa con el brazo bien estirado. Que otra cosa es lo de las faenas medidas de Perera, faenas que si se midieran en metros, no habría cinta métrica bastante y si fuera por el grado de hartazgo del personal, al cielo con ella.

Fernando Adrián, otrora grandioso triunfador y eterno agradecido a las compañías fletadoras de autobuses, ese torero de no sé cuántas puertas grandes, esta feria y esta tarde que sus grandes éxitos dependen en gran medida de la fluidez del tráfico en la N 3 de entrada a Madrid. El resto es ese toreo ventajista, perdón por lo de toreo, vulgar, chabacano, que enciende al público eventual cuando se pone de rodillas o pega afarolados también de rodillas. Pero sacándole de ahí, del trapazo, del pico, de quedarse muy fuera, los enganchones y banderazos por alto, poco más puede ofrecer. Que es un animalito justito de fuerzas y se limita a pegar ventanazos y a quedarse a merced del animal. Y por si fuera poco, como sus dos compañeros, es fiel practicante del “no quieres sopa, toma tres tazas” o dicho de otra manera, no quieres trapazos, pues...

Y cerraba Tomás Rufo, al que, no lo olvidemos, algunos veían como nuevo valor del toreo y hasta se lo demandaban a la empresa. Pues él también ha evidenciado que su gloria está íntimamente unida al número de autobuses llegados por la N 5. Que como sus compañeros, es fiel representante de la ciencia de la “Trapazología” ¡Válgame! Que lo dicho en los casos anteriores y en los de todos los días, se puede aplicar a este torero sin temor a desviarnos ni un poquito. Que asombra, igual que sus compañeros, la cantidad de metros que se recorren de carrera en carrera y detrás del toro, allá adónde este quiera conducirles, porque hablar de mando en los tres, y en tantos, espadas, es como hablar de irse de vacaciones a Marte, un imposible. Pero cuidado, que el señor Rufo también tiene sus picardías, como es en el sexto, sin ningún criterio lidiador, que le indicó a su peón que le llevara el toro al cinco. No se imaginan la algarabía que se montó, cómo celebraba el paisanaje que Tomás, que así le gritaban, les fuera a llevar el trasteo allí, a sus pies. Que lo iban a ver bien cerquita. Y para más inri, va y se pone de rodillas. No se cabía de gozo. Un primer intento y al segundo trapazo, a correr, que me pilla. Vale, no pasa nada, se intenta de nuevo, pero... al primer muletazo la muleta voló por los aires. Pero no pasa nada, que aún quedaban trapazos. Trapazos de todas clases, con el pico, enganchados, fuera, citando casi de culo, con la pierna contraria escondida descaradamente y para poner una guinda, pasada de fecha, muletazos apelotonados. Como para no creérselo. La poca fortuna con la espada le impidió que el presidente le regalara un despojo, porque pañuelos, allí en el cinco y en alguna zona más, los hubo. Y el personal salía cariacontecido porque no había habido orejas, ¡porque no había habido orejas! ¿Después de todo era esto lo que les preocupaba? Bueyes que parecían mulos, de presentación infame y de comportamiento más infame aún y tres espadas incapaces que si acaso solo saben dar trapazos ventajistas y lo que preocupaba era un despojo. Pues pregúntenles a los romeros de las Marismas cómo están de amoscados después de esa desbandada del Rocío, que ni bueyes, ni palmeros, ni trapaceros para dar aire.


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