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La Plaza de Madrid, una gran desconocida para los que vivieron algo muy distinto |
Quizá alguien recuerde aquello de que Madrid daba y quitaba, de que era una afición que sabía lo que quería, que sabía valorar con justicia y justeza, que era generosa, pero que no se chupaba el dedo. Pues si se han pasado, aunque fuera de refilón por la “In memoriam a Victorino Martín”, mejor que se olviden de todo lo anterior y casi hasta mejor que se olviden que estuvieran en la plaza de la calle de Alcalá. Porque Madrid se ha convertido en un despropósito, el despropósito al que ha llegado todo este mundo de los Toros, en que ni toros, ni toreros, ni toreo, ni nada de lo que en otros momentos pudiera ser referente, motivo de orgullo. Que ya parece haberse impuesto el agarrarse al triunfalismo, en ocasiones dando la sensación de que esos provocadores del triunfalismo se agarran a esto como a un clavo ardiendo. Dejan pasar y pasan por encima de demasiadas cosas, tantas de esas que antes encendían el ánimo de Madrid y por menos del canto de un duro te montaban un bronca de impresión. Eso sí, quizá porque ahora el personal está más leído, sean las lecturas que sean, tienen más argumentos, más excusas para justificar su ansia triunfalista. Que si hay que elevar a los altares a un coletudo, basta con que ha estado hecho un tío, con que ha dado dos muy buenos o que simplemente le premian por ser quién es, algo vivido muy recientemente. Y si es para homenajear a un toro, basta una frase, que es que el toro perfecto no existe. Y con eso ya han barrido, o ellos se lo creen, cualquier crítica que sea acorde con ese triunfalismo desbocado y hasta un tanto irracional. Y no es solo que preparen los mimbres para esos triunfos, es que la crítica habitual se desactiva, enmudece, dependiendo de quién se trate. Pues así estamos y en este supuesto homenaje al ganadero de la “a” coronada, al menos a la conclusión del festejo, esta vez sí que estaba la furgoneta esperando al caballero que sacaban a cuestas. Algo es algo o quizá también puede ser que el caballero en cuestión no tiene el pedigrí de quien hace una semana justa... Bueno, todo llegará, bastará con que se cumplan veintiocho años de alternativa, porque con diez años doctorado solamente, ese derecho aún no ha sido adquirido. Ya saben, que aún hay quién mide los méritos por años de estancia y no por conocimientos, cualidades o vaya usted a saber qué.
Corrida Victorino Martín que ha sido ovacionada en algún que otro toro, aunque bien es verdad que con cierta timidez. Cuatro primeros impresentables para esta plaza, que más recordaban el género caprino, que el bovino descendiente del bos primigenius. Y los dos últimos que tenían un pase, pero que ni mucho menos eran para recibir ningún parabién. Eso sí, al quinto se le aplaudió por la leña, no por el trapío. Los ancestros de esta sangre eran toros que solían lucir en el caballo, así que si quieren recrearse en ello, pónganse a hacer memoria, pero tómenselo muy en serio, que si no... Al primero apenas se le picó, con la cara alta, derrotando el peto o lo que pillará, a pesar de que por momentos le barrenaron tapándole la salida. Más derrotes, especialmente por el pitón izquierdo. El segundo, con marronazo trasero y caído, tirando viajes por el zocato y más tarde apenas solo se dejaba mientras le tapaban la salida. El tercero, solo se dejaba, mientras apenas le castigaban, tirando derrotes en la segunda vara, dónde al menos se le dio algo más, pero sin llegar a nada considerable. El cuarto sí que planteó cierta batalla y recibió más que sus hermanos, no así en el segundo puyazo caído. El quinto que se fue andandito al caballo, donde le taparon la salida para no picar, mientras solo peleaba de lado y con el derecho, para pasar a que no le picaran, tirando derrotes con el otro pitón. Y el sexto, al que habrá que prestar más atención, un toro que echaba las manos por delante de salida, ya en el caballo, al que no le debía hacer gracia acudir, le pusieron a cierta distancia, para liarse a cabecear en el peto de lado y solo por el izquierdo. En el segundo encuentro ya más cerca, casi en la raya, le castigaron poquito, mientras solo se empleaba por el izquierdo.
De los componentes de la terna, Paco Ureña, Emilio de Justo y Borja Jiménez, iremos a continuación, intentando aplicar cierta minuciosidad. Paco Ureña se encontró con un primero escaso de bríos, al que de salida se le vio que no podía con él. Con la muleta solo acompañó el viaje y aún así, muchos interpretaban esto como temple, algo muy habitual en esta “tauromaquia” presente. Muchos trapazos al aire a un moribundo, retorcimientos, exagerando el pico y después cuartos de muletazo que eso siempre gusta en estos días. Luego que dejo el palo para largar tela en cada trapazo. Muy vulgar, venga enganchones y teniendo que recolocarse constantemente, para culminar con un bajonazo. En el cuarto, a darse la vuelta para perder terreno hacia los medios. Ya en la faena de muleta, trapaceo por abajo acortando el viaje. Cites con el pico, inseguro, sin bajar la mano, mucho trapazo y muchas carreras, hasta que el animal acabó yendo como un burro al trapo. Siempre muy fuera, venga enganchones y alargando aquel suplicio innecesariamente, para cerrar con una media muy caída.
Emilio de Justo, torero con excesivo predicamento en esta plaza, y en muchas más, es incapaz de mandar en la lidia, limitándose a plantarse en mitad del ruedo y que los peones vayan haciendo, un supervisor de lujo. Con la muleta es un simple pegar trapazos, zarandear la muleta, que si se la engancha, que la enganche, en mitad de un maratón de carreras para recolocarse y un recital de voces y gritos para llamar al toro... o para lo que a él le venga bien. Que se lo llevan al máster de tenis y no desentonaría en cuestión de voces. Siempre citando desde muy fuera, tanto, que hasta los desplantes los hace desde las orejas del toro. Y como cierre, un bajonazo muy trasero. En el quinto, como en su primero, mantazos y a girarse de espaldas a los medios, algo que parece que a la parroquia le gusta sobremanera, que gusta eso de perderle terreno a los toros. De nuevo inhibido de la lidia, allí de plantón a una distancia prudencial. Y ya con la pañosa, pues carreras y más carreras, cazando trapazos por doquier, ahora unos trallazos con la zurda, sin parar quieto un instante y sin mandar jamás al de Victorino, que tampoco es que fuera Barrabás de cárdeno, pero si las cualidades son tan escasas, pues ese es el resultado, piernas y más piernas. Alargando el brazo, citando desde fuera y venga a abusar hasta lo inaudito del pico. Pero sería por las carreras, sería por los alaridos, una orejita que regaló el generoso usía, don José Luis González, conocido por los habituales de la plaza por su buen corazón con los de luces. Tan generoso como es público amable que hoy en día ocupa la plaza de Madrid, unos con pañuelos de un torero, otros con polos con el hierro del día, otros con chapitas, pero que son de un buena gente, que tira pa trás.
Y llegamos al tercero en liza, Borja Jiménez, que pasó por la plaza en sus otras apariciones sin pena ni gloria y quizá para algunos ya iba siendo demasiado. Quizá echaban de menos ese prototipo de toreo moderno sin el que ya parece que muchos no pueden vivir. En su primero, trallazos por abajo en el recibo de muleta, que si un enganchón por aquí y dejando ver que no podía con la chiva de Victorino, con perdón. Excesivas carreras, muleta atravesadísima y que el animal no se le viniera al suelo. Y será que no ando muy bien de memoria, pero que no recuerdo una estocada de este torero que no fuera un bajonazo, aunque pocos como el que propinó casi en la barriga a este su primero. Y salió el sexto, ese que no cumplió en el caballo, ni de lejos, que se limitó a pegar cabezazos en el peto, que tras el segundo tercio se acomodó en tablas y al que todo el trasteo hubo de hacérselo al amparo de estas. Se lo empezó sacando por abajo, para continuar con la zurda y en el último pase de la tanda, ¡un natural! Un natural, damas y caballeros, gran hazaña, gran logro. Que me dirán que si estoy con lo del toreo de bisturí y no podré más que darles la razón, perdonen la emoción. Y ya digo que próximo siempre al olivo, comenzó la sinfonía de trapazos siempre, pero siempre, con el pico de la muleta, atravesándola de manera muy especial con la zurda, cuartos de muletazo, dejándosela tropezar y teniendo que colocarse entre trapazo y trapazo constantemente, para acabar entre contorsiones muy celebradas, harto vulgar y con demasiadas trampas. Acabó, como es la habitual marca de la casa, con un soberbio y solemne bajonazo, que a nadie debió importar, en especial al que regalaba orejas como el que regala papeletas a la puerta del metro. Que si un pañuelo blanco, que si otro más, que lo del bajonazo son pequeñeces y para colmo, la vuelta al ruedo al toro. Un toro que lo del caballo no era su ideal de vida, pero, ¿qué más da? ¿No estamos de fiesta? Pues que no pare la juerga. Que el señor ganadero estará encantado con su corrida, con la escasa presentación, con el suspenso en varas y con cierta flojedad que limitaba mucho muchas cosas, pero era día para estar feliz como una perdiz. Y que el que no lo esté, que se quede en su casa, eso es. ¡Ay, Madrid! Quién te ha visto y quién... ya no te ve.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html