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| Al menos alguien sí que homenajeó merecidamente al del mechón. |
Hay una película italiana, con Sofía
Loren y Marcello Mastroiani, titulada Una Jornada Particular, quizá
como la vivida este 12 de octubre en la plaza de Madrid. Una jornada
que se esperaba por parte de algunos con ciertos y fundados temores,
sobre todo viendo los movimientos y manifestaciones de los taurinos.
Muchos auguraban que este sería el día del rabo en Madrid, se
anunciaba la intención del señor director de la banda de volver a
tocar la música durante la lidia de los toros. Lo primero no ha
llegado, aunque esto no quita que al final el aficionado de Madrid se
haya sentido abochornado, herido en el amor a su plaza por lo
sucedido en el cierre de temporada. Y lo del señor director, pues
igual debería echarle una pensada a eso de mandar tocar a los
maestros. Que uno entiende que quiera encontrar su momento estelar,
pero para ello hay otras vías, “Got Talent”, “Operación
Triunfo”, la orquesta Miramar y el circo del Chino Chim Pún. Que si
tanto abogan muchos por eso de las tradiciones, en Madrid existe una
desde hace décadas, el que la banda calle mientras un toro está en
la arena.
Empezamos de mañana con el festival
homenaje a Antoñete, con ganado de diversas ganaderías para Hermoso
de Mendoza a caballo, Curro Vázquez, Frascuelo, César Rincón,
Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Olga Casado. Se han repartido
orejas como si no costaran, pero en ese ambiente festero apareció un
torero y si hay torero, es fácil que se haga el toreo. El toreo de
siempre, eterno, inmortal de Curro Vázquez, un jovenzuelo que pasa
la... ¿qué más da la edad? Ha dado una lección de toreo, todo con
sentido, ni un trapazo en balde, con el aperitivo de una media de una
vez. Ya poco más se podía esperar, pero llegó, una tanda con la
derecha llevando al novillo y dos trincherazos hasta el final y con
el animal metido en la tela. Toreo al natural y dos trincherillas que
aún nos rebosan en la mirada. De nuevo a a diestra, dos por abajo y
los presentes no sabiendo qué hacer, no creyendo lo que estaban
viendo. Y hasta la estocada, con habilidad, que dio con el
Garcigrande en la arena. Pero aquello era verdad, había sucedido.
Después llegó Frascuelo, que a un toro complicado solo le pudo
enjaretar las medias de Frascuelo, enroscándose al novillo en su
alrededor. Después vimos al Rincón que quiso recordar aquel año
mágico y puso voluntad para ello, aunque era inevitable comparar y
con lo visto anteriormente no cabía comparación alguna. Luego los
que vinieron detrás fueron lo que ya vemos todos los días, incluso
lo que a muchos les gustaría no volver a ver, pero... nada nuevo
bajo el sol. Que sí, que despojos a cascoporro, pero después de
haber visto torear, ¿nos vamos a poner a echar cuentas de...?
Después del festival, todos los
mayores no paraban de comentar, uno que había rejuvenecido no sé
cuántos años, otro que aquello era toreo, otro... Pero había que
volver a la plaza, corrida de la Hispanidad, con el montaje que se
prepara de unos años para acá, con lluvia de despojos gratis, con
la apariencia, y no tanta apariencia, de convertir aquello en algo
artificialmente histórico, incluso con ciertos tintes políticos,
precisamente cuando tantos no para de afirmar que los toros no son
políticos. Ya saben, haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga.
Ganado de Garcigrande, de nuevo,
flojos, alguno pasado de kilos e insoportablemente modernos, pero que
como son lo que piden los taurinos, hay que.. amoldarse. Confirmaba y
abría plaza Sergio Rodríguez, con una idea demasiado de hoy en día,
que lo mismo recibe un toro con chicuelinas, que no sabe manejarse
con el capote, que a nada que se le ponga levantisco un toro, tampoco
se maneja con la pañosa y a nada se ve apurado, creyéndose que se
pone exquisito citando perfilero, con la muleta atrás y atravesada,
sin mando, sin parar quieto. Otro recurso es ponerse de rodillas,
pero tampoco funciona, aunque eso de meter después el pico, pegar
trapazos y trapazos y más trapazos quizá fuera por quedarse
absolutamente descolocado, después de que sus dos compañeros de
terna, sin pensar un segundo en él, decidieran cortarse la coleta.
Que si le dicen que se tenía que marchar a su casa por las buenas,
igual lo habría llegado a asimilar mejor, sin sentirse ninguneado y
que sobraba más que una suegra en la noche de bodas.
El segundo del cartel era Fernando
Robleño, que como había anunciado, era su despedida de Madrid, su
despedida de los ruedos. En su primero no paró de de citar desde
fuera, abusar del pico de la muleta, pegar tirones y seguir con el
pico, como si el Garcigrande fuera una fiera corrupia, a la que
despachó de varios pinchazos y un bajonazo. En el que hacía quinto
le jalearon el capoteo de recibo, que se tradujo en ir detrás del
toro en dirección a toriles. En su último trasteo en Madrid le
instrumentó una serie bastante regular, para continuar algo
acelerado, tirando de pico y echándoselo para fuera. Con la zurda
consiguió algún pase más que aceptable, para acabar con el pico, a
un toro que no paraba de ir una y otra vez. Pinchazo y estocada más
que caída, que le valió la oreja del público, para después de
pasearla, permitir la entrada en el ruedo a los niños que le
cortarían la coleta. No diré nada, pero quizá podría haberse
llevado a cabo la ceremonia al finalizar el festejo, era lo lógico,
pero viendo lo sucedido después, lo mismo no le habrían dejado ni
acercarse a pedir unas tijeras.
Y llegamos a Morante de la Puebla, al
que los jóvenes y algunos no tan jóvenes han proclamado el mejor de
la historia, mientras otros recordaban y comparaban odiosamente con
lo de la mañana. Recibió a su primero con esos recortes de capote
que tanto frecuenta por esas plazas del mundo. Con la muleta inició
con ayudados por abajo con enganchones y aclamaciones, que a poco
podían resultar hasta cómicos. Muleta retrasada, demasiados
enganchones y abreviando para tomar la espada para pinchar varias
veces yéndose una barbaridad y cobrar una estocada con habilidad.
Recorte de rodillas para recoger a su segundo, medio chicuelinas o
cómo se llamen, con medio capote, resultando arrollado en uno de los
lances. La caída fue fea y daba la sensación de que Morante quedaba
conmocionado, que le costaba volver en si totalmente. Desorden en el
segundo tercio, con Morante ya incorporado de nuevo al ruedo. Tomó
la muleta para empezar a apelotonar muletazos con el pico y muy
fuera. Nuevo desarme y el espada en apuros. Continuó con la misma
tónica, muleta atrás, atravesada y metiendo el pico, pero al
personal le daba lo mismo, había que volver a montar el numerito de
la pasada feria y después de una entera con derrame y gracias a la
inestimable colaboración de don Roberto Gómez, funesta presencia en
el palco también hace unos días, tras regalar dos despojos y
pisotear la plaza de Madrid, se consumó la representación que tanto
habían imaginado y preparado los taurinos. Y cuando se suponía todo
acabado, el diestro se fue al centro y se quitó el añadido, lo que
hizo que la bronca al palco no sucediera. Como montaje, un diez, pero
el orgullo de Madrid quedó en negativo. Esto es un sin dios
bochornoso e inaguantable; que no habían ni enganchado al sexto, que
ya estaba esa insolente e indocumentada chavalería okupando el
ruedo. Y se dio una imagen curiosa, los jóvenes para sacar a cuestas
a su ídolo, a su divinidad y otros grupo, bastante menos numeroso,
dispuesto a sacar aúpa a Robleño, unos por aquí y otros por allí,
que como comentaba uno, parecía la procesión del encuentro. Que hay
interpretaciones para todo. Una jornada particular, como la película
en que se pasó en el mismo día, de la gloria excelsa al bochorno
más vergonzante.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos
de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html