domingo, 12 de octubre de 2025

Tanto entusiasmo y tan poco toreo

Puede que nunca vuelvan aquellos Albaserradas del paleto, pero al menos en esta ocasión el hijo no nos ha aburrido con solemnidad


Cuando la plaza de Madrid se pone cariñosa no hay quién la gane; que igual puede darse la circunstancia de que los entusiastas no sean habituales de la plaza, pero oiga, si no quieren que los transeúntes le coman la tostada y no están de acuerdo con ese entusiasmo, pues háganse notar, pero... y si resulta que los serios, circunspectos y exigentes, según se autodenominan algunos, se entusiasman con ciertas cosas más que la tía abuela de los de luces. Pues entonces no queda otra que afirmar que la plaza de Madrid se nos pone muy cariñosa. Y cuando el cariño asoma, olvídense de que si falta toreo, lidias o lo que ustedes quieran y supuestamente otros reivindican cuando se ven crecidos. Que así pasa, que en mitad de esas locuras y delirios por los coletudos, cualquiera pregunta por dónde está el toreo. Que lo mismo quieres que te expliquen y te sueltan que fulano o mengano “han estado muy bien”. Ya, pero, ¿cómo? Pues que ha estado muy bien. Sí, pero; ¿puedes explicar ese muy bien? Pues muy bien. Y de ahí no le sacas. Que luego también están los del bisturí y te dicen que ha dado un natural muy bueno. Perfecto, pero, ¿eso nos vale como toreo? Ya, pero es que ha estado muy bien... y vuelta la mula al trigo, que no les sacas de ese jardín. Pero tampoco nos vamos a quedar enganchados en ese “es que ha estado muy bien”.

Era la de Victorino, corrida que consigue año tras año, desde hace.... que el ambiente se enrarezca casi desde que abren las puertas. Al menos en esta ocasión ha echado una corrida de toros en lo que a presentación se refiere, no esas cabras que ha traído otras veces. Quizá es que el pienso este año está más barato, quizá que es final de temporada y los toros han podido rematarse más y mejor. No se puede decir tampoco que haya sido un desfile de borregos, ni mucho menos; que alguno ha andado justito de fuerzas, pero al menos en su comportamiento, incluso el que ha tirado una coz al caballo, han mantenido la atención de entusiastas y perplejos por el entusiasmo. Que lo mismo para los actuantes, David Galván, Román y Ginés Marín, era demasiada tanta atención y habrían preferido algo más calmado, aunque quizá estos mismos han contribuido con sus maneras a que los Victorinos se fueran complicando más de lo que esperaban. El primero ya empezó poniendo en apuros a Galván, que se vio superado en el recibo de capote, teniendo que girarse perdiendo terreno. Un derribo en la primera vara, como parece norma, porque el picador no se agarra bien y entonces viene lo que viene. Que el toro después solo se dejó sin más. El animal acudía pronto a la muleta, mientras el espada se la dejaba tropezar sin necesidad, sin mandar jamás en las embestidas, sin pararse en ningún momento, el toro se lo comía y en una ocasión que se quedó descubierto, fue prendido y tuvo que pasar a la enfermería, despachándolo Román, que solo en los muletazos para cuadrarlo, ya se vio también superado. Quizá fue el Victorino más encastado del encierro o el único de los seis.

Se cambió el orden de lidia para evitar que los dos espadas estoquearan dos toros seguidos. Román lidió el que hacía segundo en tercer lugar, un toro que se le rebrincaba en el capote y al que el valenciano acabó dejando a su aire. Muchos capotazos de todo el que pasaba por allí, tan solo para ponerlo al caballo. No se picó y lo poco que se le castigó se lo tragó el animal sin ademán de querer pelear, quizá porque tampoco andaba sobrado de fuerzas. El trasteo fue... fue, como fue, sin asomo de temple, pico, dejándosela tropezar, a merced del toro, sin llevarlo ni una sola vez, muy fuera y esperando que el toro pasara solo, sin torear jamás, simplemente estar allí, mientras el Victorino iba una y otra vez, quizá pidiendo unas gotitas de toreo que no se le concedieron. Un bajonazo y una orejita, quizá por el entusiasmo del coletudo y el de los presentes, que de esto estaban sobrados ¡Cómo jaleaban los trapazos y hasta los enganchones! Al quinto lo recibió con más mantazos aún, perdiendo terreno de espaldas a los medios y desentendiéndose del cárdeno en cuanto pudo endosárselo al peonaje. Otro derribo, que a algunos igual les hizo pensar en que aquello iba a ser un dechado de bravura, pero eso de tirar coces al peto acaba con toda ilusión del entusiasta... o no. La faena transcurrió por los mismos cauces de su primero, pico, muy, pero muy fuera, venga trallazos, aperreado con el animal, sin parar quieto un momento, incapaz, por mucho que cambiara de pitón, lo mismo que en el anterior, pero aquí falló el entusiasmo general, quedando solo en el de los más afines, que hasta se lanzaron a celebrar una entera traserísima haciendo guardia. Que igual en este caso no se veían capaces de repetir eso de “ha estado muy bien”.

Ginés Marín hubo de llevar la lidia completa de tres de los Victorinos y en ninguno lució. El primero salió echando las manos por delante, al que recibió con verónicas sin rectificar por el pitón izquierdo. Bien conducido al caballo, donde el toro recibió a modo. En la segunda vara solo se dejó, pero el animal metía la cara abajo. Con la muleta se empeñó Marín en empezar por el derecho, obviando el buen pitón que podía ser el zurdo. Trapazos con el pico, trallazos en vez del temple que precisaba para no caerse y cuando ya empezaba a defender cambió a la izquierda. Para entonces ya no le quedaban bríos y entraba con paso de moribundo. Con el que hizo cuarto ya empezó Marín dándose la vuelta de espaldas a los medios. El toro empezaba a dejar ver su querencia a terrenos de manso. Le dieron bien en el caballo, ya saben, el padre del matador, que siempre se aplica con ganas, con demasiadas ganas. Luego llegaron muletazos ventajistas con el toro queriéndose marchar una y otra vez, pero un bajonazo infame acabó con todo. El sexto ya se caía de salida, se revolvía pronto, metía la cara, pero había que torearlo, no iban a valer mantazos al aire. En el primer tercio se durmieron toro y jinete, pasando el trámite sin más. Faena con una interminable sucesión de trapazos. Todo lo que fuera hacia los medios lo tomaba sin reservas, más reticente hacia adentro, pero Marín a lo suyo, para acabar aperreado , sin poder en ningún momento, dejando que su oponente lo fuera llevando poco a poco hacia las tablas. Pinchazo tras pinchazo en la suerte contraria y, ¡oh, qué cosas! En la suerte natural el toro le ayudó más y pudo cobrar una media. Con el entusiasmo que rebosaba en la plaza, esas ganas de sacar pañuelos al viento, de llenar el ambiente con ¡bieeeejjjnn! Pero sin una miaja de toreo que echarnos a la vista. Y es que todo quedó en que tanto entusiasmo y tan poco toreo.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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