miércoles, 1 de julio de 2009

Carta a esos antitaurinos que tanto nos ayudan

Queridos antitaurinos, que Dios os guarde por muchos años, porque eso querrá decir que todavía hay corridas de toros. Aunque os parezca mentira, los aficionados de hoy en día os entendemos mejor de lo que nunca hubierais podido imaginar. La fiesta de los toros no está en su mejor momento, para que lo vamos a ocultar, especialmente para los que ansiamos una fiesta llena de verdad y en la que el toro sea el rey. Esto es algo que nunca os paráis a pensar porque siempre creéis que es nuestro enemigo. No, por favor, si así fuera no nos preocuparíamos de su integridad, de su selección, de su poder, e incluso puede que ni tan siquiera hubiera quien lo criara a él y a sus familiares más próximos, sus madres y hermanas que vivirán para que esta fiesta siga adelante, con lo bueno y con lo malo, y a sus padres, que rayarán en su bovina vejez sembrando su semilla de bravura y nobleza. ¡Bravura y nobleza! ¿Quién apreciaría y ensalzaría tales virtudes en su enemigo?

Como ya he dicho, yo personalmente os entiendo muy bien y es más, siempre defenderé vuestro derecho para pedir la abolición, prohibición o lo que creáis más oportuno para acabar con la fiesta de los toros; pero permitidme también a mi defender la fiesta. Hablo de fiesta de los toros porque no sé llamarla de otra manera, aunque también comprendo que vosotros no veréis la fiesta por ningún lado, pero os pido que me consintáis esta licencia personal.

Lo que no sé es si habéis pensado en las consecuencias de una posible desaparición de los toros. La primera y más inmediata sería el sacrificio de todos los ejemplares que en la actualidad pastan por las dehesas. La desaparición sería tan rápida, que si las autoridades o quien sea no están ojo avizor, puede darse el caso de que nos encontremos con la extinción en pocos meses o semanas, de un animal que ha vivido en la península Ibérica desde hace miles de años. Doy por supuesto que los ejemplares de los diferentes encastes probablemente se perderían para siempre. Para que se me entienda, es como si decidimos sacrificar todos los tigres del mundo y nos quedamos con uno sólo, obviando que existe el blanco, el de bengala o cualquier otro. Habrá quien piense que esto no será nunca así, que si desaparece la fiesta de los toros al animal se le deja en el campo y sanseacabó. Pero no, ¿quién los alimentaría? ¿Quién los mantendría en la tranquilidad del campo? ¿Quién pondría sus fincas a disposición de un animal que tarda en crecer y que es de difícil manejo? ¿Quién gastaría tiempo, dinero e ilusión en continuar seleccionando los mejores ejemplares? ¿Y para qué habría que seleccionar nada?

Igual creéis, o igual no, que si hoy se prohíbe la fiesta de los toros todo seguirá igual que está ahora, pero sin celebrarse las corridas en las plazas, sin encierros, sin ferias, pero no, probablemente, el primer cambio, y además muy rápido, sería el del entorno natural, por el desequilibrio tan brusco del ecosistema y porque la mano del hombre sería implacable. ¿Qué no haría la especulación urbanística en hábitats privilegiados? ¿Qué pasaría con las dehesas, con las encinas centenarias y con el resto de animales que conviven con el toro bravo? Quizás nos podemos hacer una idea aproximada si echamos un vistazo a la próxima Italia, dónde no saben lo que es un espacio natural tal y como era hace cien, doscientos o mil años atrás. Puede que después de asfaltar las playas, nos dediquemos a asfaltar el campo, a edificar bonitas urbanizaciones allí dónde pastaba una ganadería de bravo, a levantar espléndidos centros comerciales con nombres tan sonoros como Centro Comercial Victorino Martín, o Centro Comercial Miura, o Centro Comercial Partido de Resina (Antes Pablo Romero). Perdón, no he caído en que los no taurinos no entenderán este intento de gracieta, pero lo que sí entenderán es si os digo que con la desaparición de estas tres ganaderías, porque son el nombre de tres ganaderías, desaparecerían tres tipos de toro completamente distintos entre sí. Bueno, tienen en común que son toros, que tienen cuernos, que tienen cuatro patas y que si ven algo que no les agrada se arrancan con muy mal genio, pero con nobleza. Y esto sí que no se puede olvidar, el toro es un animal que desde el mismo momento en que nace, tiene el instinto de atacar a todo lo que se mueve delante de él. Habrá también quien dice que eso sólo sucede cuando se le lleva a la plaza, es más, eso mismo se lo he oído, a su manera a gente que convive con el toro y que su vida es cuidar de él. Ellos lo que dicen es que en el campo no pasa nada, pero también escuché de boca de mi padre, la persona que yo he conocido que más sabía de esto de los toros, que esos mismos que con esa alegría hablaban de la docilidad de los toros a campo abierto, se han visto en un hospital por haber sido cogidos por ese “dócil y afable” animalito.

Creo que, a pesar de mis esfuerzos, no habré conseguido convencer a ningún antitaurino de las bondades de la fiesta, lo veo lógico, pero si por lo menos os he hecho pensar un momento en la fiesta, pues eso que llevamos ganado. Y no os voy a negar que también hay aspectos negativos y muchos, pero para eso estamos los aficionados, para que esto mejore y conseguir que la fiesta de los toros sea lo que todos queremos, verdad, nobleza, bravura y el toro en toda su integridad.

1 comentario:

Moe de Triana dijo...

Esta de moda echar por tierra las tradiciones miarma, nos ha tocado bregar con estos vientos...

Un saludasso.