jueves, 2 de agosto de 2012

Andrés Vázquez es viejo y torero


El ayudado por alto, aquella forma clásica de empezar las faenas de muleta


¿Qué se creerá este tío? Cumple 80 años y no se le ocurre otra cosa que encerrarse con un novillo más que respetable, en la plaza de Zamora. Así no se puede ir por la vida ¡oiga! Estas cosas no se hacen. Llevamos una eternidad queriendo que lo de ahora cuele como lo mejor de la historia de la tauromaquia, con eso de que se torea mejor que nunca, con el toro más grande que nunca, con lo de la técnica sublime que adornan a los que hoy en día visten la taleguilla y llega este octogenario, falto facultades, por supuesto, y se pone a derrochar torería a raudales. ¡Qué falta de respeto a la vulgaridad y al adocenamiento! No podemos consentir que el señor Vázquez, don Andrés, se permita el lujo de poner en ridículo a los que no llenan las plazas, a los que exigen como si lo merecieran y a los que insultan y desprecian a los que no les aplauden a rabiar, ni entienden su arte, por mucho que se esfuercen.

No voy a decir que la actuación de Andrés Vázquez fuera memorable, aunque, ¿por qué no? Si resulta que con sus limitaciones físicas, con el tiempo que hace que no torea en público va y se inventa unas verónicas sin enmendarse, muestra como se colocaban los toreros viejos y como con esa mismas carencias física sabe como adaptar su toreo a las circunstancias y hasta da algún pase estimable, pues entonces, que cada uno ponga el adjetivo que le apetezca a este viejo de Villalpando.

Lo fácil que habría sido hacer el ridículo en un día así, un compromiso que hace meses aireó por los medios de comunicación, es difícil aspiración de querer matar un toro al cumplir ocho décadas. La verdad es que a mí estas cosas me dan pánico, porque pienso en el torero y en que no necesita de estos gestos para ser reconocido como un torero importante, en una época complicada, con otro toro que no es la bobona al uso y con unos duros competidores. Pero ahora, qué nos quiten lo “bailao”. Este viejo que siempre se ha caracterizado por decir las cosas tal y como él las ve y las siente, que reparte cera para el que quiere alumbrarse, que dice cómo se hacen las cosas delante del toro, por si alguien quiere tomar nota y aplicarse el cuento. Un viejo que molesta y que como un Albaserrada encastado, se revuelve ante la injusticia y muestra nobleza y bravura, sin querer perjudicar a nadie de forma gratuita. Y para una ocasión que muchos pintaban calva para pedirle cuentas y exigirle silencio, va e ilustra sus palabras con hechos. Insisto, que se le notaban los años, pero es que este viejo, aparte de ser torero, don Andrés Vázquez, es un simple mortal. Si a esa edad no se le notan los tacos pasados, entonces habría que buscar en el ático de su casa a ver si se oculta un cuadro que envejece por él, o también podría ser que hubiera encontrado su Sangrila. Pero no hay nada de eso, él simplemente observa la vida desde Villalpando, el pueblo que también se encargó de situar en el mapa, con esa afición, esas vivencias y ese duro camino que tuvo que recorrer hasta hacerse torero y convertirse en torero de Madrid.

Ese viejo que peleó en los ruedos con el toro, que nunca le volvió la cara y al que le aplicó esa lidia seca y austera de la tauromaquia castellana, cuando los toreros todavía tenían personalidad. Los años quitan agilidad, reflejos, galanura si se quiere, pero lo de personalidad o se tiene o no se tiene. La misma que el otro día le empujó a recibir al novillo con un ayudado por alto, la misma que le permitió meter la mano para dejar la espada, la que en un momento de apuro le hacía dar uno de pecho sin alardes, con una quietud extrema. Ay el viejo este de los… pelos canos. Que ni eso ha perdido el condenado. Igual es por eso por lo que las envidias empujaron a algunos a intentar arruinar el festival, el homenaje y todo lo que oliera a Andrés Vázquez. O lo mismo es por lo molestas que pueden ser sus sentencias, especialmente en este mundo de trampas y mentiras, en que unos exigen ser llamados artistas sin merecerlo, otros se limitan a fotocopiar carteles y a contratar a los afines y otros crían unos animalejos vergonzosos a los que otros aclaman como si fueran toros.

Pues nada, don Andrés, siga usted así de viejo, y con muchos más años encima. Y que conste que he procurado evitar decir que parece viejo, lo que no es verdad, y me he limitado hacer dos afirmaciones perfectamente demostrables, que es viejo, motivo por el cual se celebró el festival en Zamora, y que es torero, lo que resulta aún más evidente que los años con los que el maestro carga a sus espaldas. Gracias por demostrarnos que eso que algunos pedimos y echamos de menos, no es una locura, ni un estado de locura transitoria que nos atrapa a los que queremos ver el toreo clásico, ese propio de los viejos y de los toreros de una vez.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Olé,olé,olé!, amigo Enrique por este boníto homenaje a un TORERO
Un abrazo
Pgmacias

Enrique Martín dijo...

Pgmacias:
Gracias, gracias y gracias, por ese favor de leer estas cosas que a uno se le pasan por la cabeza.
Un abrazo

Oscar dijo...

A mi estas cosas me dan reparo, lo reconozco.

Me recuerda un poco a esos partidos benéficos de futbolistas veteranos, que muestran algo de la técnica tuvieron y también muchos michelines, barriguitas de felicidad bajo las camisetas y muy poco fondo físico.

Lo que sucede es que esto de los toros es mucho más serio que el fútbol, y se corre el riesgo de hacer el ridículo, arrastrarse por el ruedo y, lo que es peor, poner en peligro la vida propia y ajena.

Dicho esto, tampoco me sorprende demasiado que un señor de ochenta años solvente la papeleta. Plantarse ante un novillo de hoy en día, para quien se a puesto delante de los toros de antaño, debe ser como torear una oveja.

Ya he dicho alguna vez que hoy casi ningún torero sabe qué es eso de lidiar. Este si sabe, porque en su época o sabías o ibas al hule todos los días. Y, no se si estarán de acuerdo conmigo, para lidiar lo fundamental son los conocimientos y no la forma física, pensar delante del toro, lo que dicho sea de paso, no debe ser nada fácil.

Saber dónde ponerte en cada momento, qué terrenos son los adecuados, saber de antemano qué intenciones tiene el toro y poder adelantarte, lograr que en el ruedo suceda lo que quieres tú y no lo que quiere el toro. Si todo eso se hacía con toros de los de antes, con los actuales, que tienen intenciones parecidas a las de un carrito del carrefour, se me antoja pan comido.

Anónimo dijo...

Felicitaciones señor Enrique Martín por el reconocimiento a un verdadero torero de personalidad,con la ilusión de la lidia y arte del toreo clásico.
Así es cuando se ha toreado toros enteros,verdaderos y que nunca faltó la emoción en su carrera.
Una demostración de respeto a la esencia de la fiesta,al aficionado y lo que es ser un torero a carta cabal.
Desde Surco.

Xavier González Fisher dijo...

Es que... dicen por aquí "el dinero y lo pendejo, no se puede esconder...". Creo que tampoco la torería es ocultable. Eso es lo que le pasa a don Andrés, que aunque se lo propusiera, no podría disfrazar su condición de torero, ni con cien años a cuestas.

Y hablando de toreros viejos, aquí te dejo una liga a un verso, que los autores de la página atribuyen a un amigo mío que ya se nos fue por delante, Federico Garibay Anaya (él la declamaba como los ángeles), pero que creo que en realidad es de la autoría de Agustín Rivero o de Rafael de León, y que creo que le viene bien a Andrés Vázquez y se titula precisamente "Torero Viejo":

http://tinyurl.com/cgqmyqa

Y como siempre, mi enhorabuena.

malagueto dijo...

Escribes mejor que pintas o vicerversa. Felicidades.
El pasado Noviembre se le dió un pequeño homenaje en Málaga al maestro Vázquez y nos comentó lo de celebrar su cumpleaños toreando un novillo. Le comentó el amigo Vallejo que aquello era una locura y nos contestó: es que conoceis algún torero cuerdo?. Si con 81 años lo hizo Fuentes Bejarano, yo lo haré con 80 almanaques...

Saludos

Manolo Troya dijo...

Enrique gracias por levantarnos los ánimos a los aficionados, con tus hermosos escritos.
Hoy hace falta Toreros como el Maestro Andrés Vázquez por muchas razones.Me entiendes verdad Enrique.


Un Saludo.

Enrique Martín dijo...

Óscar:
Evidentemente, como digo, esto no puede tener un juicio similar con el que se hace a toreros en activo, pero lo que más me ha sorprendido es eso mismo, que la torería, el saber colocarse y saber ver al toro, le permiten a este maestro ponerse delante del novillo y hasta hacerle cosas interesantes y cosas que ya no se ven, como si él se hubiera retirado hace más de cien años. Antes los festivales eran para ver a los viejos maestros su forma de hacer y para que lo disfrutaran los nuevos aficionados. Cuánta falta de eso tenemos ahora.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Surco:
Eso que apunta ha sido una constante en la carrera de este torero y nadie le pudo nunca echar en cara que no toreara con la verdad por delante, ni que lo hiciera delante del toro. O puede que ahora muchos si lo hagan, pero precisamente porque ellos o sus protegidos, no son capaces de hacer ni la mitad que él hizo de luces.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Xavier:
Pues no, hay cosas que no se pueden ocultar, ni tan siquiera disimular, y una de ellas es la torería. De ahí venía eso de que a los toreros se les sabía que lo eran al andar por la calle.
Recomiendo el enlace que nos has regalado, pero solo para los que quieran emocionarse y disfrutar de la belleza, la belleza que a veces también parte de la dureza.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Malagueto:
Muchas gracias, el dibujo es una pasión desde la niñez, aunque ya ves que no logro dominarla como me gustaría, y la escritura es bastante posterior, lo que no quiere decir que no me pelee con ella con cierta frecuencia.
Pues tenía razón el maestro en eso de la locura de los toreros. QUizás eso hacía esto especialmente bello, por eso parecían seres superiores. Y por el mismo motivo, porque son demasiado cuerdos o demasiado fríos, a los que hoy soportamos les sobran cálculos y medidas.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Manolo:
Cómo no te voy a entender. Necesitamos toreros como el de Villalpando, que nos hagan pensar que eso que hacía él, uno no sería capaz de hacerlo ni en sueños. Toreros que asuman retos para sentirse toreros, para sentir ese orgullo y no para cortar dos orejas en seis toros para salir a hombros, a cuestas que digo yo, ni para que de repente convertirse en figuras. Pero tú, Manolo, y yo hablamos de otra cosa, de otra Fiesta, no de este show.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Sólo haré un apunte que me llamó mucho la atención cuando me lo contaron. Cuando se presentó como novillero en Las Ventas, no se sabía de qué color era el traje que llevaba porque todo él era remiendo sobre remiendo.

¡Cómo cambian los tiempos!

Saludos
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Quizás esa anécdota es mucho más importante de lo que pueda parecer. Él aprendió muy bien el oficio, llegó a Madrid y siguió siendo torero, hasta llegar a los límites que todos conocemos.
Un saludo

Diego Cervera Garcia dijo...

Enrique;
Bonita y emotiva entrada. Ahora que hacemos ¿te sacamos por la puerta grande?
Al margen de todo lo que has escrito de un torero con MAYUSCULAS, lo que esta claro es que lo añejo no pasa de moda, y la tauromaquia como tal, tendría que conservarse con ese clasicismo y la gracia divina que unos cuantos en su día le supieron impregnar.

Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Diego:
Déte, déjate, que lo de las Puertas Grandes es para los toreros, que son los que se lo merecen. Has dado en el clavo, en ese clasicismo está la esencia de todo esto, lo que siempre se ha valorado. Yo todavía no he encontrado ningún escrito de hace al menos diez años, en el que se alabe el paso atrás. Por algo será.
Un abrazo