sábado, 8 de marzo de 2014

Construir sobre la mentira

Lo curioso es que cuando aparece el Toreo puro, todo el mundo se pone de acuerdo


Si hay algo concluyente en lo que ahora se llama la Fiesta de los Toros, es la existencia de dos mundos, dos tendencias, dos puntos de vista, llamémoslo como queramos, pero esta evidencia es innegable. Por un lado están, estamos, los que nos queremos agarrar a lo que consideramos el Toreo Clásico en el que el toro era el centro de todo y al que un hombre debía hacer frente con valor, inteligencia y en los casos que fuera posible, con arte. Del otro lado están los que admiten, abrazan y aclaman una modernidad con unas normas, unos conceptos y un punto de vista totalmente opuesto, en el que el gran hacedor es el torero y todo se debe acomodar a él, a su capacidad, a su valor, si lo hay, y a su arte, que según esta nueva tendencia es la máxima que preside toda esta actividad. Haciendo un paralelismo, es como si todos los que nos atrevemos a coger un pincel fuéramos artistas per se y creáramos arte aún sin pretenderlo, pues nuestro aura así lo determina. Y les aseguro que no es así, ya podemos coger mil pinceles que el arte nos pilla muy lejos de nuestras capacidades y nuestra obra, las más de las veces si no todas, merece más acabar en la papelera, que en las paredes de un museo.

Parece que es difícil encontrar un punto de encuentro entre estas dos tendencias, unos veneran a los toreros que otros consideran la peste que acabará con este rito de pasión y jalean a unos animales que los de enfrente ven como la vergüenza y el oprobio del paradigma del toro de lidia. Unos desean rebozarse en la diversión y alegría triunfalista, mientras los otros desean zambullirse en los mares de la pasión y la emoción intensa que nace de la lucha de la vida frente a la muerte, que por otro lado es burlada a cada pase, en cada lance, en cada embestida en que dos puñales buscan empaparse de la sangre del torero. Esta es la eterna contradicción del Toreo, la muerte debe hacer presente cada tarde, pero siempre se espera que sea burlada por el maestro, el héroe que se enfrenta a su dios, el toro.

Los que tienen que compartir sus ansias de diversión se ven profundamente incomodados por los otros, esos que les fastidian la merienda, esos que no les dejan saborear el gin tonic con la pulpa troceada del fruto de la vulgaridad, la monotonía y el esperpento que es el toreo al ser reflejado en los espejos del fraude y la mentira, pero que da un dulce sabor de ficticia y efímera felicidad. Los otros por su parte desprecian la diversión, apartan de si la artificiosidad del arte por decreto y tan solo aspiran a alcanzar la gloria a caballo de esa obsesión que es su afición al toro, igual que lo hicieron otras tardes, cada vez más lejanas e infrecuentes, pero que les dejó ese querer repetir aquella sensación de no poder articular palabra, no poder explicar lo que recogieron sus ojos y ese sentirse inundado por ese arte etéreo que se apropió de su voluntad.

Me resulta casi imposible ponerme del lado de los amantes de esta modernidad y de esos que visten traje de luces, pero que lo lucen como el que hereda el traje de un difunto con menos tripa que él, más alto, más ancho de hombros y con unos brazos y piernas que llegan más lejos que los del heredero del terno. Quizá podría ponerme en su lugar, pero me falta una condición indispensable y esta no es otra que la voluntad. No quiero pasar a esa parte, sería dejarme llevar por el cinismo y la cobardía, aparte de la traición al que me enseño el por qué de esto, a los que con toda generosidad han confiado en mí aunque sólo fuera una vez y a mí mismo. Y tampoco creo que sería justo con aquellos que me fueran a recibir en su fe, pues no comparto con ellos el convencimiento de que la modernidad es el Paraíso.

Entonces, aquí viene la cuestión, ¿Por qué no crean un espectáculo nuevo, diferente, con otro nombre distinto, esos que se sienten tan incómodos con el Toreo de siempre, con sus normas, sus exigencias y, lo que es más importante, con un toro al que no aceptan como válido para el toreo? No serían los primeros disidentes que se apartaran de un lugar que no consideran el ideal y que se soltaran las cadenas del pasado. Que se lancen libremente hacia esa modernidad que preconizan; William Web Ellis ya lo hizo allá en la primera mitad del s. XIX, se atrevió a coger el balón de football con las manos, en Inglaterra, la cuna de este deporte y puso los cimientos del rugby. No pasó nada, cada uno fue por su lado y ahora conviven los dos de forma amistosa. Incluso hay aficionados a los dos juegos, pero en cada caso saben lo que van a ver. Y todos contentos, los adeptos a la Tauromaquia 2.0 estarían felices con eso que a otros nos parece el medio toro, con eso que llamamos destorear, con esos toreros que creemos vulgaridades engreídas, con esos empresarios enamorados del dinero y esa prensa que adora todo lo anterior. Adelante, den un paso adelante, déjennos a los demás, aunque seamos pocos, que sigamos añorando a los toreros de antes, al toreo profundo y mandón, al toro fiero al que hay que gobernar, al ganadero que pone por delante sus toros para el que quiera torearlos, sin ceder a exigencias bastardas. Creo que se está perdiendo un tiempo maravilloso. Que un día los aficionados de cada lugar vayan a su plaza, el mismo día y a la misma hora, y que decidan si su plaza seguirá siendo una plaza de toros o un multiusos neomodernista.

Si no, seguiremos aguantando mecha y pensando que unos señores se han apropiado de un patrimonio que no era suyo y se han puesto a construir un adefesio sobre la mentira de que todo lo actual es lo fantástico y lo pasado un bodrio amorfo. Pues muy bien, déjennos con nuestro bodrio amorfo. Que resulta que el toro debe ser un muñequito bobo y sin rasgos de toro, pequeñito, porque así lo fue siempre hasta que los malotes de Madrid se empeñaron en que dejara de ser así. Además siempre encontraremos una foto sobre la que apoyar tal argumento, despreciando otras muchas que les llevarían la contraria. Eso sí, para ensalzar a sus dioses buscan y rebuscan para ponerles delante de un toro, aunque esto pueda ser una tarea casi imposible, pero da igual, entonces se echa mano del argumento del toro chico. Nos quieren hacer creer que el toro de hoy es la bravura hecha animal y lo más encastado desde el Minotauro, pretendiendo confundirnos con que la casta es sentido; el nervio, casta; la bobonería, bravura; la bravura, nobleza; la nobleza, casta; la bravura, durabilidad; la durabilidad, casta; el genio, imposibilidad; la bravura, toreabilidad; la toreabilidad y durabilidad, cualquier cosa, menos lo que es, esa nube de opio que adormece los sentidos y la afición.


Pero sinceramente no creo que haya discusión posible, unos hablan en alemán y los otros en chino mandarían, unos hablan de setas y otros de folklore del Kurdistán. Urge este reparto de prendas para que así cada uno pueda elegir lo que le venga en gana, sin el peligro de sentirse engañado, timado y vilipendiado por aquellos que no entienden sus gustos. ¿Cómo los van a entender cuando se habla de cosas muy diferentes? Unos ven en el primer tercio la oportunidad de pedir bebidas o sacar la merienda, deseando que el trámite pase rápido y hasta desearían que nuca tuviera que salir el penco con un botijo cabalgándole. Por el contrario, la otra gente hace del tercio de varas una necesidad imprescindible para el Toreo y para la supervivencia de este espectáculo. Unos han traspasado sobradamente esa línea del arte absoluto en que quieren convertir los Toros y otros no quieren ni acercarse a ella, pues entienden que esa es la frontera que separa la cursilería y amaneramiento, del Toreo de verdad, ese en el que el toro engrandece al torero y el torero dignifica al toro. Pero ya hay que empezar a sacar a la luz la verdad y evitar esa lacra que supone “Construir sobre la mentira”.

8 comentarios:

MARIN dijo...

Enrique:
Bueno chico, es que tu también pones un símil con la pintura...como si no fueses tu un artista en la materia, nos ha jodio.

Con respecto a lo otro, a la posibilidad que planteas de que monten un "espectáculo" paralelo, yo te voy a dejar una pregunta. ¿No crees que desde hace años ya tienen montado ese chiringuito?. Lo tienen montado, asentado y cada vez con mas proyección. Quizás somos nosotros los que estamos equivocados de sitio Enrique, y ya solo quedan algunos bastiones en la península que mantienen aquello que llamaban toreo, pero cada vez menos.

Ahora, si queremos huir de ese nuevo espectáculo que han montado, nos tenemos que cruzar los pirineos, como si fuésemos exiliados, y buscar en Francia lo que un día les enseñamos. Ellos si que han sabido GUARDAR Y POTENCIAR la esencia del toreo. Exigen al rey de esto, al toro. Valoran la lidia, en todos sus tercios, y sobre todo, protegen a el aficionado de los ataques desde el exterior y tienen en cuenta su opinión, porque según ellos, SON LOS ÚNICOS EN TODO ESTO QUE PAGAN.

Ya te digo Enrique que nos lo hagamos pensar. Que el chiringuito ya hace tiempo que lo montaron, pero que somos nosotros, los que pagamos, los que debemos elegir que nos gusta y que no.

Chapazo del copón, y un abrazo.

Andres de Miguel dijo...

siempre atinas en tus comentarios, Enrique.
Aunque seguro que se puede matizar la argumentación el planteamiento es impecable, además de guerrero.
Pretender eliminar el riesgo en base a una supremacía de la técnica o de la estética lleva a una fiesta desprovista de interés para gran parte de los aficionaos, especialmente para aquellos que no asumen las justificaciones del sistema.
Andrés

I. J. del Pino dijo...

Muy buena reflexión Enrique, de verdad que sí. Volvemos a esa dicotomía torismo (verdad)- torerismo (otra verdad) sobre las que tanto debatimos en nuestros blogs.
Vaya por delante que jugamos en dos ligas diferentes, tú en la tuya y yo en una que mencionas: veo fútbol y veo rugby, y aunque en ambos casos sé lo que voy a ver, no te voy a engañar: disfruto tanto en un caso como en otro.
Mis razones también puede que sean genéticas: no me imagino yo a mi abuelo en plan "purista" (con todos los respetos para el término y sin ningún ánimo peyorativo), sino más bien como un integrante de la masa, del pueblo, porque no hemos de olvidar los orígenes de esto: una fiesta para un pueblo que la adoptó como suya cuando la "robó" a los caballeros. De ahí vienen mis dudas sobre el clasicismo y sobre su significado: era clásico el toreo antes de Francisco Montes Paquiro?, lo fue con Joselito y Belmonte?, lo dejó de ser a partir de ellos cuando comienzan a exigir el "toro a su gusto"?.
Si quieres mi opinión, el clasicismo va más allá de lo histórico, de lo pasado y se centra más en el sentimiento, en esa lucha entre la vida y la muerte que tú tan bien describes y que evidentemente está reñido con otro sentimiento espiritual tan respetable como el primero: el del arte, ese término del que tú reniegas en tu tauromaquia 2.0 y yo en cambio saboreo tanto como cuando veo una buena lidia en la que se somete a un toro "toro".
Tal vez por esa "búsqueda" de lo clásico es por lo que yo disfruto del fútbol y del rugby y veo ambos deportes como integrantes de un todo.
Saludos amigo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Te tengo que dar la razón, así es, pero quizá lo tienen montado por la exclusión de los que no interesan y queriendo apropiarse de una clientela que no es la suya, aprovechando que hay gente que se resiste a dejar de ir a la plaza. Lo tienen montado de tapadillo, haciendo un rebujito con algo que al menos se parece en algo a aquello a lo que un día nos aficionamos. Que le echen valor y que den el paso de ir por su lado. Si montaran un feria en Vistalegre de lo suyo y otra en la plaza de Madrid de lo de siempre, ¿dónde crees que iría más gente y por más tiempo? Que esto de la continuidad es importante. Aunque se me ocurre una respuesta con la que estoy seguro que vas a coincidir: donde los cubatas sean más baratos.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Andrés:
Esta grada se siente halagada con tu presencia. Hablas de esa maldita técnica, lo que también se dice que es lo que siempre se ha llamado oficio y saber ver los toros, pero quizá hay un matiz que diferencie todo esto. El oficio y conocimiento del toro servía para poderlo, mandarlo, torearlo y para que el torero se impusiera sobre un animal fiero y agresivo. La técnica parece esa capacidad del señor de luces para conseguir que el animalito camine. Ahora esto es más fácil, pues la ausencia del primer tercio facilita mucho las cosas. Pero, ¿qué te estoy contando que tú no sepas?
Un abrazo y bienvenido a esta grada

Enrique Martín dijo...

I. J. del Pino:
No creo que sea discutible el que se pueda admitir los dos espectáculos a un tiempo, pero, ¿por qué no se anuncian de forma diferente y no enmarcados bajo un mismo paraguas? Igual nos evitaríamos muchas preguntas y muchas respuestas, porque uno y otro tienen muy pocos puntos de coincidencia, pero claro, para hacer avanzar a uno de ellos, tienen que cercenar partes del otro. Allá ellos si en un momento quieren llegar al toro afeitado, a la vaquilla o al carretón, para así tener garantías de que los artistas se van a poder "expresar", pero no creo que por ello sea necesario ir acabando con el toro, con la lidia, con los tercios y con el toreo clásico, que para mí no es otro que el que no pasa de moda, que en algunos casos puede llegar a ser mucho más vanguardista que el de esta modernidad que a algunos nos ahoga.
Con esa diferenciación, igual algunos podríamos decir que de ese espectáculo no hablamos porque si ya sabemos poco del de siempre, de este aún menos. Es que ahora mismo unos hablan de fútbol y otros de balonmano y claro, como hay porterías, goles y es deporte, pues ya es equiparable, pero imagínate el disloque. Y el balonmano nació inspirado en el fútbol, pero ya ves en lo que se parecen.
Un abrazo y perdona por el rollo, pero con los amigos que tengo más confianza parece que se me olvida la compasión.

MARIN dijo...

Como sabías que te iba a responder eso...si es que me conoces mejor que mi madre.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Es muy sencillo. Uno piensa en lo que diría un buen aficionado, pone a la firma José María Pérez Marín y ya está. Así de fácil.
Un abrazo