lunes, 14 de julio de 2014

El rey de la creación

Ganadería Vaz Monteiro, donde el toro sigue siendo el rey de la creación, gracias a Rita Vaz Cabreira


El día estaba marcado con letras de oro en el calendario de los animales. Una vez fallecido el rey y celebrados los funerales reales por su bestial majestad, serían llamados todos los miembros del Consejo y se procedería a la entronización de un nuevo rey. Muchos ya se habían hecho presentes en la Corte, precisamente para honrar al fallecido León XXV, quien con tanto acierto y tan justamente había ejercido su cargo. Se comentaba entre los jefes de los diferentes clanes que quizá su sobrino, el hijo de su hermano, podría ser el candidato ideal. Lástima que no quedaran hijos de León que sobrevivieran a su padre. Todos los que tuvo, tres, cayeron en las luchas que tiempo atrás mantuvieron con el clan de los toros, quienes también optaban a la corona; finalmente, en un gesto de generosidad y magnanimidad, para evitar más pérdidas entre los animales, los astados renunciaron al trono. A partir de entonces se les reconoció su puesto en la corte, se les consultaba para cuestiones capitales y se les garantizaba su autonomía para poder elegir su propio jefe y legislar según sus costumbres, siempre y cuando no hubiera interferencias con la convivencia del resto de las especies.

Uno de los más destacados asesores del rey, el Búho, Chambelán del Rey, comentaba con el lobo, jefe de los ejércitos, que quizá volvieran a poner encima de la mesa las antiguas pretensiones el Clan de los Toros, aunque solo fuera para hacer una manifestación de poder, del que creían tener derecho por haberlo ganado en los campos de batalla. El recuerdo de las bravas toradas avanzando por la llanura  y presentando sus agudos estiletes rasgando el aire  hacía temblar a los más valientes de entre los valientes. La tierra, estremecida por las pisadas de la manada, parecía el eco de los bramidos que hacían que el ataque hiciera pensar en el prólogo del apocalipsis.

La intranquilidad se hacía más presente a medida que iban llegando los electores del Consejo, sin que el toro dejara adivinar su presencia. Algunos hasta predecían su ausencia, más impulsados por el deseo que obedeciendo a la razón. Los leones disimulaban con una estúpida pose de forzada serenidad; la legión de roedores danzaban entre gritos y saltaban de un lado a otro como si del suelo recibieran una descarga eléctrica a cada pisada; los rumiantes de todo tipo no se esforzaban en reprimir ese gesto de imbéciles despreocupados, mientras creían que serían respetados en todo momento por sus primos, más o menos lejanos, que son los toros. Puede que el que más firmeza y calma presentara fuera el caballo, el único capaz de hacer frente a las tarascadas de esas temibles bestias.

¿Por qué no les cedemos por una vez el cetro del rey de los animales? Gritó una voz. Ante algunas muestras de desagrado, especialmente procedentes del flanco de los felinos, la gran mayoría se manifestó a favor y acogió la idea con gran regocijo; no tanto por la ferviente adhesión a unos, sino más bien por la desafección y miedo que imponían los otros. ¡Yaaaa! Se oyó desde los árboles más altos. ¡Yaaaa! se volvió a oír. La voz se repitió como si fuera el mensaje del eco que quería avisar a todos los animales. En el horizonte se adivinaba la nube de polvo que las rudas pezuñas de los toros levantaban a su paso. Hasta el infierno se ponía en guardia ante semejantes visitantes. Ya fueran los más grandes, elefantes, hipopótamos, jirafas o rinocerontes, o los más rápidos, gacelas, ciervos y gamos, o los más fieros, los propios leones, tigres, pumas o jaguares de la sabana, todos ponían hiniestas las orejas, no queriendo ser sorprendidos por un gañafón lanzado por los pitones de uno de aquellos demonios negros.
¡Pero...! ¿Qué era aquello? ¿Qué broma pesada nos estaban gastando los toros? ¿Qué significaba todo esto? Los terroríficos toros de impresionante figura, majestuoso porte y mirada retadora se habían convertido en algo que más parecía una caricatura, que no el rey de la creación, el que no ostentaba la corona por cederla al león generosamente y evitar un gran baño de sangre, a cambio tan solo de gozar de una autonomía que con toda certeza se ganarían peleando. La embajada la componían un montón de animales con cara de estúpida bondad, mirada ausente y distraída,  fofos y sobrados de grasa, con trote cansino, más preocupados por  evitar el no caer por flojera que sembrar el pánico entre los demás. Y para colmo, con los cuernos recubiertos por una especie de vendajes blancos, que más recordaban a las momias de las películas en blanco y negro que a aquellas armas de ataque y defensa que hacían temblar al sol. La punta acababa en una superficie roma, incapaz de clavarse sobre ninguna superficie, ni dura, ni blanda. Eran dos cañones ciegos que ya no servían para lo que un día se utilizaron.

El terror reinante entre el resto de los animales se diluyó súbitamente y dio paso a miradas incrédulas y a un sentimiento de lástima y compasión que se extendió como llevado por el viento. No era una broma: era la penosa realidad de aquellos animales. La mano del hombre les había empujado al pozo del deshonor y la infamia. ¿Qué mal habían cometido para sufrir semejante castigo? ¿Qué delito era proporcionado para tal penitencia? Inmediatamente el león, el aspirante a ocupar el trono de su tío rasgó la tensión de un tajo y alzando la voz para ser oído desde todos los rincones del reino, pronunció estas palabras:

Animales del reino, criaturas de la creación, escuchadme. Reunidos todos los miembros del Consejo, que es quien debe nombrar al nuevo inquilino del trono, quiero darles a conocer una propuesta acordada por los jefes de mi clan; y esta no es otra que el ofrecimiento de una monarquía compartida entre mi animalidad y el jefe del clan de los toros, reconociendo así de esta forma el valor, valentía y majestuosidad que siempre poseyeron por nacimiento. Y así quiero que se haga saber a lo largo de toda nuestra geografía, para que tal acuerdo entre en vigor desde este mismo instante.


Los toros se quedaron mirando a su alrededor, como si quisieran coger con la vista a la mosca que jugueteaba alrededor de su cornamenta, pero sin acabar de saber muy bien el motivo de todo aquello. Realmente tampoco sabían a ciencia cierta a qué venía aquella multitudinaria reunión. Simplemente los ancianos de la manada les habían enviado allí. Pero lo que unos vieron como un gesto egoísta de los leones, no fue otra cosa que una muestra de generosidad con sus antiguos competidores. De esta forma todo el mundo sabría que los toros estaban bajo la protección de León XXVI, pues los que un día atemorizaban a todo aquel que se les enfrentaban, ahora solamente daban lástima, y no solo eso, sino que estaban expuestos a ser diezmados por cualquier alimaña que en otros tiempos no se habría atrevido ni a acercarse a un toro, aún solitario, pero armado de una tremenda arboladura y empujado por un corazón rebosante de fiereza, nobleza y bravura. 

14 comentarios:

MARIN dijo...

Una fábula que no es tal. Se acerca mas a la realidad de lo que se pueda pensar.

De las muchas charlas que me pego con Fernando Cuadri, el siempre me dice algo que tiene mucho que ver con esto Enrique. Me dice que "el toro bravo es el único animal contra natura, precisamente por el gen de la casta infundido a través de la mano del hombre". Esto lo añado yo, dependiendo de que casos. Comenta Fernando que "todo animal, en sus primeras horas de vida, cuando es atacado por sus depredadores, tiende a la huida, mientras que el becerro de bravo se revela y se vuelve para defenderse. Esto, solo se ve en el toro de lidia."

Por cierto Enrique, la señora de Murcia ya me ha hecho "el lio". Que te cuente...

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Nunca fallas, tu fidelidad a este blog es más que admirable y dignas de agradecer profundamente. y siempre poniendo ese puntito se sabiduría y sentido común.
Pues sí, es algo que a los antis, y no antis, les cuesta asimilar, que el toro no se sujeta aún en pie y ya quiere embestir, que no le importa si tiene el amparo de la madre o no, él quiere defender su territorio desde el primer instante. No acabo de estar demasiado convencido si en esto tiene que ver la mano del hombre, yo más bien pienso que estas características se han podido fomentar y fijar en los animales, pero quizá porque los antiguos criadores ya veían ciertas condiciones en este comportamiento, no tanto para el toreo tal y como lo entendemos, sino para sus expectativas de lucha. pero que tampoco es esto algo extraño, es muy similar a lo que ocurre con los caballos de carreras, los de saltos, los galgos y todo el ganado destinado al consumo, se potencia un carácter que tienen en si, pero buscando un mayor rendimiento. Pero, ¿qué te estoy contando yo a ti? Perdona, a veces no me doy cuenta de quien tengo delante.
Un abrazo

MARIN dijo...

Es que me he explicado malamente Enrique, cuando me refiero a "el gen de la casta infundido por el hombre" no he querido decir que el hombre haya conseguido que el toro de lidia emmbista, sino que el hombre, gracias a la selección, es el que CONSERVA ese gen de la casta que por naturaleza tiende a desaparecer.

Perdón por mi mala explicación. Un abrazo!!!!!

Anónimo dijo...

Enrique, magnífica rúbrica final al relato. Siento no extenderme más pero estoy hastiado del mundo del toro. Aún sigue habiendo festejos pero, por lo que a mí respecta, la Fiesta es algo que se ha acabado. Ha sucumbido a los nuevos tiempos...

Un abrazo
J.Carlos

Anónimo dijo...

Fiel a tu estilo Enrique, te quedo excelente esta fábula con su toque de ironía, o como decimos aquí, quedo del carajo (cojonuda), además de ser en homenaje creo que a una GANADERA que si bien no es alabada por los revisteros del tinglado eso la tiene sin cuidado al igual que la Gran Dña Dolores Aguirre, criaba TOROS para su afición,concepto y para Toreros, lo demás era accesorio sin valor añadido.

Un fuerte abrazo desde mi ex-país y hasta pronto.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Tú siempre te explicas estupendamente y al final hay que darte la razón, porque lo que dices siempre tiene sentido.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Se te ha echado de menos los domingos en Madrid. Con estos magníficos ciclos que se inventa cada año Taurodelta. Que ya nos anuncia los carteles para dentro de 3 meses, poniendo contentos a los que así tienen de que hablar. Ya te quitan las ganas con meses de antelación. Si se hicieran los carteles de un fin de semana para otro.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Adivino quién eres y si acierto, me alegra verte por aquí. Ya nada es como era y como bien dices, ya hasta el país de uno se empeña en abandonarnos y dejar de serlo.
Un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

Por supuesto que el hombre a hecho, hace y hara que el toro embista ,ese gen del que hablais a sido impuesto por la mano del hombre mediante la selección durabtesiglos.Si el tiempo nos lo permitiese y pudiéramos meter en un cercado 25 vacas y un semental durante 200 años sin que se seleccionara no tengo la minima duda que pasado ese tiempo eso animales no embestirian sino todo li contrario uiria como ungulados que son .Por lo tanto la mano del hombre es clave pora que estis animales envistan.

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Su argumento parece bien fundamentado, pero me entran dudas sobre ese "poder" del hombre y esa posible vuelta a lo natural de todos los ungulados que es la huída. La raza morucha, que no ha sido "modificada" para que embista, lo hace, los búfalos de África, atacan, igual que los cebús o vacas criollas de México y otros puntos de América.
Según ese argumento del poder del ser humano, ¿cómo se puede hacer que un animal sin ningún instinto agresivo pueda tenerlo hasta el punto en que lo posee el toro de lidia? Hay demasiados cabos sueltos que no pueden cerrarse con el: Son ungulados y huirían. QUizá falta algo.
Un saludo

Anónimo dijo...

Sr Martín, una cosa es embestir y otra atacar o defenderse ,sin ninguna intención de discutir contigo le explico ,los búfalos de África, los cebus ,vacas criollas de México etc no embisten ,se defienden atacando cuando se ven amenazados si en este momento de amenaza apareciese un valiente con un capote seguro estoy de que lo arrollaria ,no creo que metiesen la cara siguiendo los vuelos humillando hasta el final del capotazo, eso no es embestir como seguro estoy que a usted le gusta ese gen de huida atacando nunca lo perderán asin pase 300 años en un cercado sin seleccionar , pero lo de embestir obedeciendo a los toques humillando con transmisión eso no te quepa la menor duda que a sidi impuesto por el hombre durante siglos de trabajó en las plazas de tientas.

Enrique Martín dijo...

Señor Anónimo, una cosa es embestir y otra la forma de hacerlo. Por supuesto que eso es fruto de la selección, igual que lo son los caballos de carreras, los animales de carne o los animales de tiro. Lo que sí me gustaría que me dijera es cuánto se cree que se lleva tentando en las plazas al ganado. Igual no son tantos siglos. Se sorprendería.
Y, ¿cómo distingue que esos animales se defienden y no atacan? ¿Cómo definiría lo de un león, como un ataque o una defensa? ¿Los lobos atacan por el placer de matar? Quizá habría que echar mano a más de un manual de psicología animal para aclarar todo eso. Lo que no sirve de argumento es que porque lleven la pezuña partida ya no atacan por definición, es simplificar demasiado todo esto. ¿Es posible incorporar instintos en la herencia genética de un animal? Porque según sus razonamientos, esto es lo que ha hecho el hombre en el toro, incorporar el instinto de ataque. Se puede potenciar por selección, pero no de repente convertir lo dócil en fiero. Quizá al revés, pero a base de muchísimo tiempo. He ahí la domesticación de ciertas especies, que no de todas, porque esto no parece posible.

Xavier González Fisher dijo...

Pues mire don Enrique, yo llego aquí tarde (ah, pero eso sí, insomne) y me encuentro con que Usted sale a hablarnos del toro, de la bravura y de otras cosas que parecen ser una serie de "fábulas" que solamente quedan en las páginas de los diarios sepultadas en las hemerotecas o en las de los libros que algunos orates (como Vuecencia y el menda) leemos de cuando en cuando.

Pues ayer salió "un notición" que me pone a pensar y es eso de que un "ilustre" paisano mío ya se les fue a meter al patio comprando lo que se marca con el hierro de Zalduendo. No sé si su intención es seguir criando babosas de bodega (el género ya lo adquirió) o si piensa llevar allá lo que tiene en la casa de aquí. En cualquiera de los casos, no veo mejora en lontananza.

Y en conclusión (ya me he extendido mucho), los que conservan esas "fabulillas" seguirán siendo esos cuántos, que estarán desterrados a las plazas de tercera o a las calles. Porque los "geses" o sus sucedáneos no entienden de eso.

Mi enhorabuena por esta entrada.

Enrique Martín dijo...

Xavier:
MUchas gracias. Como tantas veces hemos hablado, el mundo está al revés, lo que podría ser más interesante se echa por ahí como a hurtadillas, para quitárselo de encima, mientras que esas indecencias con cuernos navegan en plazas grandes, con figurones que los piden para poder "expresar". Así estamos.
Un abrazo